Libro de Tobías
Este libro, es uno de los más instructivos y bellos del
Antiguo
Testamento. Por narrar la historia de Tobit, de la tribu de
Neftalí, y
de su hijo, Tobías, se denomina así: Libro de Tobías, en
honor a su
protagonista y a su hijo, quien lleva el mismo nombre de su
padre
ya que en hebreo ambos apelativos tienen la misma raíz y
significan
“Dios es bueno”, lo cual ya nos anticipa la finalidad del
escrito:
mostrar la bondad de Dios para con los hombres.
Contexto
Los hechos de esta obra se enmarcan en la época en la cual
una parte del pueblo de Israel, perteneciente a las tribus
del Norte,
fue deportada a Asiria en el año 721 a.C. Los cautivos se
establecieron en distintos distritos; en lo civil vivían
según sus
costumbres patrias pero tuvieron que sufrir todo tipo de
maltratos y
opresiones. De modo particular, no les estaba permitido el
ejercicio
público de su religión ni el consuelo de escuchar la Palabra
de Dios
por ministerio de sus sacerdotes y profetas. Pero en medio
de esta
desgracia, que sus culpas habían merecido, Dios les dio
pruebas de
su amorosa Providencia. Una de las más hermosas la hallamos
en
la ejemplar y encantadora historia de Tobit.
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Argumento y división del libro
El relato gira en torno a la vida, sufrimientos y la
milagrosa
curación del piadoso Tobit que aparece cautivo en Nínive,
capital de
Asiria. A su vez, la narración se entreteje con la historia
de la
desafortunada Sara, afligida con la muerte de sus esposos.
El libro se puede dividir en tres partes:
1. Virtudes y aflicciones de Tobit y Sara (1,1- 3,16).
2. Se presenta la figura del Arcángel San Rafael, enviado
por
Dios para ser compañero de viaje de Tobías y ejerciendo
su ministerio de ser ‘Medicina de Dios’ (3,17- 12,22).
3. Epílogo que comprende el cántico del anciano Tobit y la
felicidad colmada de toda su familia (13,1-14,15).
Autor del libro
Si bien hay
diversidad de opiniones al respecto, hay motivos
para afirmar que los autores fueron Tobit padre y su mismo
hijo ya
que el mismo Arcángel San Rafael les manda: “Pongan por
escrito
todo lo que les ha sucedido” (12,20). En este sentido, el
padre
cumple con esa orden, en cuanto que los tres primeros
capítulos él
mismo habla en primera persona y los restantes capítulos los
redactaría su hijo, máxime si tenemos en cuenta que el
escritor
conoce todos los hechos narrados, hasta en sus mínimos
detalles.
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Enseñanzas
El Libro de Tobías es una deliciosa historia, de esas que la
delicadeza de Dios parece haber puesto como cebo para
encariñarnos con la lectura de la Sagrada Biblia, río de la
gracia
divina, que procede del Trono de Dios y del Cordero
(Apocalipsis
22,1), como la llama el Papa Benedicto XV, siguiendo a San
Jerónimo.
El escrito, en realidad, nos transmite muchas enseñanzas. La
primera de ellas es resaltar la Providencia divina,
particularmente,
en favor de los fieles que observan su ley. Su presencia
amorosa
los acompaña, los sostiene durante sus sufrimientos y los
libera de
ellos transformando sus males en toda clase de bienes, aún
temporales, cuando dan prueba de constancia y fidelidad.
La segunda enseñanza
es presentar un “perfecto modelo de
vida familiar”. Con toda razón se lo ha llamado el “Manual
de la
familia cristiana”. En efecto, el ejemplo del joven Tobías
muestra
cómo deben contraerse y celebrarse los matrimonios para ser
agradables a Dios: es el manual elemental de los esposos que
quieren formar un hogar conforme a las leyes de Dios y de la
Iglesia
y marchar valientemente sin temer las pruebas, a veces muy
difíciles, de la vida.
Otros aspectos que se quieren resaltar en la obra son:
exhortar a la práctica de las obras de misericordia: dar
limosna,
enterrar a los difuntos, dar de comer al hambriento, vestir
al
desnudo, dar buen consejo a quien lo necesita, etc.; además,
enseña a confiar en la eficacia de la oración del justo que
sufre; a
estimular a los padres a creer y amar entrañablemente a Dios
y a
sus hijos y a transmitirles estos esos valores educándolos
según los
6
Mandamientos del Señor; también muestra los deberes de los
hijos
para con sus padres y de cada uno hacia el prójimo; por otra
parte,
presenta el modelo de armonía y dulzura que debe reinar en
el trato
entre las distintas familias de los novios; ilustra acerca
de la
existencia y la obra de los ángeles buenos y malos en el
mundo: en
este sentido, resalta la figura del gran Arcángel San Rafael
como
acompañante y guía de los peregrinos procurándole bienes
celestiales y consuelos en el ejercicio de su misión de ser
“Medicina
de Dios”. En definitiva, esta obra deja a cada paso un
sinnúmero de
enseñanzas, valores y ejemplos edificantes personificados en
las
figuras de los protagonistas.
El libro de Tobías, anticipo del Nuevo Testamento
Podemos decir que
este escrito, es un ‘anticipo del Nuevo
Testamento’ en muchos elementos. En efecto, esto se observa
en
distintos aspectos que presenta esta obra: en su doctrina y
en la
persona del Arcángel San Rafael.
En cuanto a la
doctrina, hay un permanente llamado a la
conversión de vida (particularmente el cap. 13) para
enderezarla
hacia Dios. Este llamamiento será central en la
espiritualidad del
Nuevo Testamento (S. Mc. 1,3.15). También los sabios
consejos de
Tobit a su hijo (cap. 4) son un anticipo a la doctrina
neotestamentaria; en este sentido, las exhortaciones del
padre
culminan con aquella frase: “No hagas a otro lo que a ti no
te
agrada” (4,15): este precepto será sublimado por Jesús, en
sentido
positivo, como la ‘regla de oro’ de la caridad (S. Mt.
7,12). También
el libro muestra cuáles son las obras que el hombre debe
realizar
para agradar a Dios: oración, ayuno y limosna; dichas obras
serán
7
proclamadas por Jesús con toda claridad en el Sermón del
Monte
(S. Mt. 6), cumbre de la espiritualidad cristiana y que la
Iglesia
propone como las prácticas propias del tiempo de Cuaresma,
tiempo de conversión, para poder agradar a Dios. Finalmente,
se
muestra el ejemplo de Tobit realizando las obras de
misericordia;
esta enseñanza será parte fundamental en las instrucciones
del
Divino Maestro a tal punto que Él condicionará la obtención
de la
vida eterna a aquellos que las practiquen (S. Mt. 25,31-46).
En cuanto a la
persona del Arcángel San Rafael, también hay
algunos elementos que anticipan y preparan las realidades
del
Nuevo Testamento. En efecto, el hecho que aparezca el Santo
Arcángel bajo aspecto humano, en cierto sentido, simboliza
ya la
Encarnación del Hijo de Dios que “tomó nuestra humanidad
para
hacernos partícipes de su divinidad” (Misal Romano).
Asimismo, al
curar milagrosamente a Tobit y al expulsar al demonio, es
signo
anticipado de Nuestro Señor, que en cumplimiento de su
misión
divina, sanaba a los enfermos y expulsaba los demonios
“…tomando nuestras enfermedades y cargando nuestras
dolencias”
(S. Mt. 8,17). En este sentido, en la figura de San Rafael,
“Medicina
de Dios” se puede entrever a Jesucristo, “plenitud de la
Medicina de
Dios”. Además, así como el Arcángel se hizo compañero de
camino
de Tobías y al final del camino curó la ceguera de su padre
y se
reveló a sí mismo dándose a conocer ante la admiración de
estos,
de manera similar Jesús se hizo compañero de camino de los
discípulos de Emaús, curando su ceguera espiritual, y al
llegar a
destino se manifestó a ellos que lo reconocieron al partir
el pan (S.
Lc. 24,13-35). Finalmente, así como el Arcángel después de
culminar su misión en la tierra manifestó: “Ahora subo a
Aquel que
me envió…Y en seguida se elevó” (12,20), también Nuestro
Señor,
8
Quien una vez terminada su misión en la tierra, “…sabiendo
que
había salido de Dios y a Él volvía…” (S. Jn. 13,3), “…fue
arrebatado
a la vista de ellos, y una nube le sustrajo a sus ojos”
(Hch. 1,9).
9
B) TEXTO DEL LIBRO DE TOBÍAS
Tobías, 1
1. Libro de los hechos de Tobit, hijo de Tobiel, hijo de
Ananiel, hijo
de Aduel, hijo de Gabael, hijo de Rafael, hijo de Ragüel, de
la
descendencia de Asiel, de la tribu de Neftalí.
2. En tiempos de Salmanasar, rey de Asiria, Tobit fue
deportado de
Tisbé, que está al sur de Cades de Neftalí, en la Alta
Galilea, más
arriba de Hasor, hacia el oeste, y al norte de Sefet.
3. Yo, Tobit, seguí los caminos de la verdad y de la
justicia todos los
días de mi vida. Hice muchas limosnas a mis hermanos y a mis
compatriotas deportados conmigo a Nínive, en el país de los
Asirios.
4. Cuando yo era joven y vivía en mi país, en la tierra de
Israel, toda
la tribu de mi antepasado Neftalí se había separado de la
casa de
David y de Jerusalén, la ciudad elegida entre todas las
tribus de
Israel para ofrecer sacrificios, donde se había edificado y
consagrado para todas las generaciones futuras el Templo en
el
que habita Dios.
5. Todos mis hermanos y la familia de Neftalí, ofrecían
sacrificios
sobre todas las montañas de Galilea al ternero que Jeroboám,
rey
de Israel, había hecho en Dan.
6. Muchas veces yo era el único que iba en peregrinación a
Jerusalén, conforme a la prescripción que obliga para
siempre a
todo Israel. Me apresuraba a llevar a Jerusalén las
primicias de los
frutos y de los animales, el diezmo del ganado y las
primicias de la
esquila de las ovejas.
10
7. Entregaba todo eso a los sacerdotes, hijos de Aarón, para
los
sacrificios del altar. A los levitas que cumplían sus
funciones en
Jerusalén, les entregaba el diezmo del vino y del trigo, del
olivo, de
las granadas y de los otros frutos. Cambiaba por dinero el
segundo
diezmo e iba a gastarlo cada año en Jerusalén.
8. El tercer diezmo lo daba a los huérfanos, a las viudas y
a los
prosélitos que vivían con los israelitas: lo repartía cada
tres años, y
lo comíamos, siguiendo las prescripciones de la Ley de
Moisés y las
instrucciones de Débora, madre de nuestro antepasado
Ananiel,
porque mi padre había muerto, dejándome huérfano.
9. Cuando me hice hombre, me casé con una mujer de la
descendencia de nuestros padres que se llamaba Ana, y de
ella
tuve un hijo, al que llamé Tobías.
10. Después que me deportaron a Asiria y fui llevado
cautivo, llegué
a Nínive. Todos mis hermanos y mis compatriotas comían de
los
manjares de los paganos.
11. Pero yo me cuidaba muy bien de comer esos manjares.
12. Y como me acordaba de mi Dios de todo corazón,
13. el Altísimo me concedió el favor de Salmanasar, y llegué
a ser el
encargado de sus compras.
14. Yo iba a Media y hacía las compras, hasta que él murió.
En una
ocasión, dejé en casa de Gabael, hermano de Gabrí, en el
país de
los Medos, unas bolsas con diez talentos de plata.
15. Al morir Salmanasar, reinó en lugar de él su hijo
Senaquerib.
Entonces se interrumpieron las comunicaciones con Media, y
ya no
pude volver allí.
11
16. En tiempos de Salmanasar, yo hacía muchas limosnas a mis
compatriotas.
17. Daba mi pan a los hambrientos, vestía a los que estaban
desnudos y enterraba a mis compatriotas, cuando veía que sus
cadáveres eran arrojados por encima de las murallas de
Nínive.
18. También enterré a los que mandó matar Senaquerib cuando
tuvo que huir de Judea, después del castigo que le infligió
el Rey
del Cielo por todas las blasfemias que había proferido.
Lleno de
cólera, Senaquerib mató a muchos israelitas: yo ocultaba sus
cuerpos para enterrarlos, y aunque él los buscaba, no podía
encontrarlos.
19. Un ninivita informó al rey que era yo el que los
enterraba
clandestinamente. Cuando supe que el rey estaba informado de
eso
y que me buscaba para matarme, tuve miedo y me escapé.
20. Todos mis bienes fueron embargados y confiscados para el
tesoro real: no me quedó nada, excepto mi esposa Ana y mi
hijo
Tobías.
21. Pero antes de cuarenta días, el rey fue asesinado por
sus dos
hijos, que luego huyeron a los montes de Ararat. Su hijo
Asaradón,
reinó en lugar de él y confió a Ajicar, hijo de mi hermano
Anael, la
contabilidad y la administración general del reino.
22. Entonces Ajicar intercedió por mí y pude volver a
Nínive. Bajo el
reinado de Senaquerib, rey de Asiria, él había sido copero
mayor,
guardasellos, administrador y contador, y Asaradón lo
confirmó en
esos cargos. Él pertenecía a mi familia, era mi sobrino.
12
Tobías, 2
1. Durante el reinado de Asaradón regresé a mi casa y me
devolvieron a mi mujer Ana y a mi hijo Tobías. En nuestra
fiesta de
Pentecostés, que es la santa fiesta de las siete Semanas, me
prepararon una buena comida y yo me dispuse a comer.
2. Cuando me encontré con la mesa llena de manjares, le dije
a mi
hijo Tobías: "Hijo mío, ve a buscar entre nuestros
hermanos
deportados en Nínive a algún pobre que se acuerde de todo
corazón del Señor, y tráelo para que comparta mi comida. Yo
esperaré hasta que tú vuelvas".
3. Tobías salió a buscar a un pobre entre nuestros hermanos,
pero
regresó, diciéndome: "¡Padre!". Yo le pregunté:
"¿Qué pasa, hijo?".
Y él agregó: "Padre, uno de nuestro pueblo ha sido
asesinado: lo
acaban de estrangular en la plaza del mercado, y su cadáver
está
tirado allí".
4. Entonces me levanté rápidamente y, sin probar la comida,
fui a
retirar el cadáver de la plaza, y lo deposité en una
habitación para
enterrarlo al atardecer.
5. Al volver, me lavé y me puse a comer muy apenado,
6. recordando las palabras del profeta Amós contra Betel:
"Sus
fiestas se convertirán en duelo y todos sus cantos en
lamentaciones".
7. Y me puse a llorar. A la caída del sol, cavé una fosa y
enterré el
cadáver.
8. Mis vecinos se burlaban de mí, diciendo: "¡Todavía
no ha
escarmentado! Por este mismo motivo ya lo buscaron para
matarlo.
¡Apenas pudo escapar, y ahora vuelve a enterrar a los
muertos!".
13
9. Aquella misma noche, después de bañarme, salí al patio y
me
acosté a dormir junto a la pared, con la cara descubierta a
causa del
calor.
10. Yo no sabía que arriba, en la pared, había unos
gorriones; de
pronto, su estiércol caliente cayó sobre mis ojos,
produciéndome
unas manchas blancas. Me hice atender por los médicos, pero
cuantos más remedios me aplicaban, menos veía a causa de las
manchas, hasta que me quedé completamente ciego. Así estuve
cuatro años privado de la vista, y todos mis parientes
estaban
afligidos. Ajicar me proveyó de lo necesario durante dos
años, hasta
que partió para Elimaida.
11. Desde ese momento, mi esposa Ana empezó a trabajar en
labores femeninas: hilaba lana,
12. enviaba el tejido a sus clientes y recibía el pago
correspondiente. Una vez, el siete del mes de Distros,
terminó un
tejido y lo entregó a sus clientes. Estos le pagaron lo que
correspondía y, además, le regalaron un cabrito para comer.
13. Cuando entró en mi casa, el cabrito comenzó a balar. Yo
llamé
a mi mujer y le pregunté: "¿De dónde salió este
cabrito? ¿No habrá
sido robado? Devuélvelo a sus dueños, porque no podemos
comer
nada robado".
14. Ella me respondió: "¡Pero si es un regalo que me
han hecho,
además del pago!". Yo no le creí e insistía en que lo
devolviera a
sus dueños, llegando a enojarme con ella por este asunto.
Entonces
ella me replicó: "¿Para qué te sirvieron tus limosnas y
tus obras de
justicia? ¡Ahora se ve bien claro!".
14
Tobías, 3
1. Con el alma llena de aflicción, suspirando y llorando,
comencé a
orar y a lamentarme, diciendo:
2. "Tú eres justo, Señor, y todas tus obras son justas.
Todos tus
caminos son fidelidad y verdad, y eres tú el que juzgas al
mundo.
3. Y ahora, Señor, acuérdate de mí y mírame; no me castigues
por
mis pecados y mis errores, ni por los que mis padres
cometieron
delante de ti.
4. Ellos desoyeron tus mandamientos y tú nos entregaste al
saqueo,
al cautiverio y a la muerte, exponiéndonos a las burlas, a
las
habladurías y al escarnio de las naciones donde nos has
dispersado.
5. Sí, todos tus juicios son verdaderos, cuando me tratas
así por mis
pecados, ya que no hemos cumplido tus mandamientos ni hemos
caminado en la verdad delante de ti.
6. Trátame ahora como mejor te parezca: retírame el aliento
de
vida, para que yo desaparezca de la tierra y quede reducido
a
polvo. Más me vale morir que vivir, porque he escuchado
reproches
injustos y estoy agobiado por la tristeza. Líbrame, Señor,
de tanta
opresión, déjame partir hacia la morada eterna y no apartes
de mí
tu rostro, Señor. Es preferible para mí la muerte, antes que
ver tanta
opresión en mi vida y seguir escuchando insultos".
7. Ese mismo día sucedió que Sara, hija de Ragüel, que vivía
en
Ecbátana, en Media, fue insultada por una de las esclavas de
su
padre.
8. Porque Sara se había casado siete veces, pero el malvado
demonio Asmodeo había matado a sus maridos, uno después de
15
otro, antes de que tuvieran relaciones con ella. La esclava
le dijo:
"¡Eres tú la que matas a tus maridos! ¡Te has casado
con siete y ni
uno solo te ha dado su nombre!
9. Que tus maridos hayan muerto no es razón para que nos
castigues. ¡Ve a reunirte con ellos y que jamás veamos ni a
un hijo
ni a una hija tuyos!".
10. Aquel día, Sara se entristeció mucho, se puso a llorar y
subió a
la habitación de su padre, con la intención de ahorcarse.
Pero luego
pensó: "¿Y si esto da motivo a que insulten a mi padre
y le digan:
‘Tú no tenías más que una hija querida, y ella se ha
ahorcado por
sus desgracias’? No quiero que por culpa mía mi anciano padre
baje a la tumba lleno de tristeza. Mejor será que no me
ahorque,
sino que pida al Señor que me haga morir. Así no oiré más
insultos
en mi vida".
11. Entonces, extendiendo los brazos hacia la ventana, Sara
oró de
este modo: "¡Bendito seas, Dios misericordioso, y
bendito sea tu
Nombre para siempre! ¡Que todas tus obras te bendigan
eternamente!
12. Ahora yo elevo mi rostro y mis ojos hacia ti.
13. ¡Líbrame de esta tierra, para que no oiga más insultos!
14. Tú sabes, Señor, que yo he permanecido pura, porque
ningún
hombre me ha tocado;
15. no he manchado mi nombre ni el nombre de mi padre, en el
país
de mi destierro. Soy la única hija de mi padre; él no tiene
otro hijo
que sea su heredero, ni tiene hermanos ni pariente cercano a
quien
darme como esposa. Ya he perdido siete maridos, ¿por qué
debo
16
vivir todavía? Si no quieres hacerme morir, Señor, mírame y
compadécete de mí, para que no tenga que oír más
insultos".
16. A un mismo tiempo, fueron acogidas favorablemente ante
la
gloria de Dios las plegarias de Tobit y de Sara,
17. y fue enviado Rafael para curar a los dos: para quitar
las
manchas blancas de los ojos de Tobit, a fin de que viera con
ellos la
luz de Dios, y para dar a Sara, hija de Ragüel, como esposa
a
Tobías, hijo de Tobit, librándola del malvado demonio
Asmodeo.
Porque Tobías tenía derecho a ser su esposo, antes que todos
los
demás pretendientes. En aquel mismo momento, Tobit volvía
del
patio al interior de su casa, y Sara, hija de Ragüel, bajaba
de la
habitación alta.
Tobías, 4
1. Aquel día, Tobit se acordó del dinero que había dejado en
depósito a Gabael, en Ragués de Media,
2. y pensó: "Ya que he pedido la muerte, haría bien en
llamar a mi
hijo Tobías para hablarle de ese dinero antes de morir".
3. Entonces llamó a su hijo Tobías y, cuando este se
presentó, le
dijo: "Entiérrame dignamente. Honra a tu madre, y no la
abandones
ningún día de su vida. Trata de complacerla y no la
entristezcas.
4. Acuérdate, hijo mío, de todos los peligros a que estuvo
expuesta
por tu causa, mientras te llevaba en su seno. Y cuando
muera,
entiérrala junto a mí en la misma tumba.
5. Acuérdate del Señor todos los días de tu vida, hijo mío,
y no
peques deliberadamente ni quebrantes sus mandamientos.
Realiza
obras de justicia todos los días de tu vida y no sigas los
caminos de
la injusticia.
17
6. Porque si vives conforme a la verdad, te irá bien en
todas tus
obras
7. como a todos los que practican la justicia. Da limosna de
tus
bienes y no lo hagas de mala gana. No apartes tu rostro del
pobre y
el Señor no apartará su rostro de ti.
8. Da limosna según la medida de tus posibilidades: si
tienes poco,
no temas dar de lo poco que tienes.
9. Así acumularás un buen tesoro para el día de la
necesidad.
10. Porque la limosna libra de la muerte e impide caer en
las
tinieblas:
11. la limosna es, para todos los que la hacen, una ofrenda
valiosa
a los ojos del Altísimo.
12. Cuídate, hijo mío, de toda unión ilegítima y, sobre
todo, elige
una mujer del linaje de tus padres. No tomes por esposa a
una
extranjera, que no pertenezca a la tribu de tu padre, porque
nosotros somos hijos de profetas. Acuérdate, hijo mío, de
Noé, de
Abraham, de Isaac y de Jacob, nuestros antiguos padres:
ellos
eligieron sus esposas entre las mujeres de sus parientes.
Por eso
fueron bendecidos en sus hijos y su descendencia poseerá la
tierra
en herencia.
13. Por lo tanto, hijo mío, prefiere a tus hermanos; no te
muestres
orgulloso con los hijos y las hijas de tu pueblo, rehusando
tomar una
esposa entre ellos. Porque el orgullo acarrea la ruina y un
gran
desorden, y la ociosidad lleva a la decadencia y a la
miseria; ella es,
en efecto, madre de la penuria.
18
14. No retengas hasta el día siguiente el salario de un
trabajador;
retribúyele inmediatamente y, si sirves a Dios, él te lo
retribuirá. Hijo
mío, vigila todas tus acciones y muéstrate siempre bien
educado.
15. No hagas a nadie lo que no te agrada a ti. No bebas
hasta
embriagarte y que la embriaguez no te acompañe en el camino.
16. Comparte tu pan con los que tienen hambre y tus vestidos
con
los que están desnudos. Da limosna de todo lo que te sobra y
no lo
hagas de mala gana.
17. Ofrece tu pan sobre la tumba de los justos, pero no lo
des a los
pecadores.
18. Pide consejo a las personas sensatas y no desprecies un
buen
consejo.
19. En cualquier circunstancia bendice al Señor, tu Dios;
pídele que
dirija tus pasos y que todos tus caminos y todos tus
proyectos
lleguen a feliz término. Porque ningún pueblo posee la
sabiduría,
sino que es el Señor el que da todos los bienes: él humilla
a quien
quiere, hasta lo más profundo del Abismo. Hijo mío,
acuérdate de
estos preceptos, y que nunca se borren de tu corazón.
20. Y ahora, quiero hacerte saber que yo dejé en depósito a
Gabael, hijo de Gabrí, en Ragués de Media, diez talentos de
plata.
21. No te preocupes de que nos hayamos empobrecido. Tú
tienes
una riqueza muy grande si temes a Dios, si evitas cualquier
pecado
y si haces lo que agrada al Señor, tu Dios".
Tobías, 5
1. Entonces Tobías respondió a su padre Tobit: "Yo
haré, padre,
todo lo que me has ordenado.
19
2. Pero ¿cómo podré recuperar ese dinero que tiene Gabael?
Él no
me conoce a mí ni yo a él. ¿Qué señal le daré para que me
reconozca, me crea y me entregue el dinero? Además, no sé
qué
camino hay que tomar para ir a Media".
3. Tobit le dijo: "Él me dio un recibo y yo le di otro;
lo dividí en dos
partes, cada uno tomó la suya y yo puse mi parte con el
dinero. Ya
hace veinte años que deposité esa suma. Ahora, hijo mío,
busca
una persona de confianza para que te acompañe; le pagaremos
un
sueldo hasta que vuelvas. Ve entonces a recuperar ese
dinero".
4. Tobías salió a buscar un buen guía, que conociera el
camino
para ir con él a Media. Afuera encontró al ángel Rafael, que
estaba
de pie frente a él y, sin sospechar que era un ángel de
Dios,
5. le preguntó: "¿De dónde eres, amigo?". El ángel
le respondió:
"Soy uno de tus hermanos israelitas, y he venido a
buscar trabajo
por aquí". Tobías le dijo: "¿Conoces el camino
para ir a Media?".
6. "¡Por supuesto!, le respondió el ángel. He estado
allí muchas
veces y conozco todos los caminos de memoria. He ido
frecuentemente a Media y me he alojado en casa de Gabael,
uno
de nuestros hermanos, que vive en Ragués de Media. Hay dos
días
de camino desde Ecbátana hasta Ragués, porque Ragués está
situada en la montaña y Ecbátana en medio de la
llanura".
7. Tobías le dijo: "Espérame, amigo, mientras voy a
avisar a mi
padre, porque necesito que vengas conmigo. Yo te pagaré tu
sueldo".
8. El ángel le respondió: "Te espero aquí, pero no
tardes".
9. Tobías entró a avisar a su padre que había encontrado a
uno de
sus hermanos israelitas. Y Tobit le dijo:
"Preséntamelo, para que yo
20
sepa a qué familia y a qué tribu pertenece. Quiero saber si
se puede
confiar en él para que te acompañe". Tobías salió a
llamarlo y le
dijo: "Amigo, mi padre te llama".
10. El ángel entró en la casa, Tobit lo saludó primero y
aquel le
respondió: "Mis parabienes, hermano". Pero Tobit
le dijo: "¿Qué
alegría puedo tener? Estoy ciego, no veo más la luz del sol
y me
encuentro sumergido en la oscuridad, como los muertos que ya
no
contemplan la luz. Estoy enterrado en vida; oigo la voz de
los
hombres, pero no los veo". El ángel le dijo:
"¡Ánimo! Dios te curará
pronto". Tobit añadió: "Mi hijo Tobías desea ir a
Media. ¿Podrías tú
acompañarlo como guía? Yo te pagaré un sueldo,
hermano". El
ángel le respondió: "Estoy dispuesto a acompañarlo.
Conozco todos
los caminos; he ido varias veces a Media, he atravesado
todas sus
llanuras y conozco muy bien los senderos de sus
montañas".
11. Tobit le preguntó: "¿Quieres decirme, hermano, de
qué familia y
de qué tribu eres?".
12. "¿Qué importa mi tribu?", le dijo el ángel.
Tobit insistió: "Quiero
saber con seguridad de quién eres hijo y cómo te llamas".
13. El ángel le respondió: "Yo soy Azarías, hijo de
Ananías el
Grande, uno de tus hermanos".
14. Tobit le dijo: "¡Bienvenido, hermano, y salud! No
tomes a mal
que haya querido conocer la verdad acerca de tu familia. Por
lo
visto, eres un hermano de respetable y noble origen. Conozco
a
Ananías y a Natán, los dos hijos de Semeías el Grande. Ellos
me
acompañaban a Jerusalén; allí adoraban junto conmigo, y
nunca se
apartaron del buen camino. Tus hermanos son hombres de bien
y tú
eres de buena estirpe. ¡Sé bienvenido!".
21
15. Luego siguió diciendo: "Te pagaré como sueldo una
dracma
diaria, y tendrás todo lo que necesites, lo mismo que mi
hijo.
16. Acompáñalo, y yo te daré un sobresueldo". El ángel
respondió:
"Sí, iré con él, no tengas miedo. Volveremos tan bien
como hemos
salido, porque el camino es seguro".
17. Tobit exclamó: "¡Bendito seas, hermano!".
Después llamó a su
hijo y le dijo: "Hijo mío, prepara lo necesario para el
viaje y parte con
tu hermano. El Dios que está en el cielo los proteja y los
haga volver
a mi lado sanos y salvos. ¡Que su ángel los acompañe con su
protección, hijo mío!". Tobías salió para ponerse en
camino, y
abrazó a su padre y a su madre. Tobit le dijo: "¡Buen
viaje!".
18. Su madre se puso a llorar y dijo a Tobit: "¿Por qué
has hecho
partir a mi hijo? ¿Acaso no es el bastón de nuestra mano, el
que
guía nuestros pasos?
19. ¿Para qué acumular más dinero? No importa nada comparado
con nuestro hijo.
20. Con lo que el Señor nos daba para vivir ya teníamos
bastante".
21. Tobit le respondió: "¡No pienses eso! Nuestro hijo
se va muy
bien y volverá junto a nosotros con toda felicidad; tus
propios ojos
verán el día en que regresará sano y salvo. No te preocupes
ni
temas por ellos, hermana.
22. Un ángel bueno lo acompañará, él hará un buen viaje y
volverá
sano". Y ella dejó de llorar.
Tobías, 6
1. El joven partió con el ángel, y el perro los seguía.
Caminaron los
dos y, al llegar la primera noche, acamparon a orillas del
río Tigris.
22
2. El joven bajó a lavarse los pies en el río, y de pronto
saltó del
agua un gran pez que intentó devorarle el pie. El joven
gritó,
3. pero el ángel le dijo: "¡Agárralo y no lo dejes
escapar!". Entonces
él se apoderó del pez y lo sacó a tierra.
4. El ángel le dijo: "Ábrelo, sácale la hiel, el
corazón y el hígado, y
colócalos aparte; luego tira las entrañas. Porque la hiel,
el corazón y
el hígado son útiles como remedios".
5. El joven abrió el pez, y le sacó la hiel, el corazón y el
hígado. Asó
una parte del pez y la comió, y guardó la otra parte después
de
haberla salado.
6. Luego los dos juntos continuaron su camino hasta llegar
cerca de
Media.
7. Entre tanto, el joven preguntó al ángel: "Hermano
Azarías, ¿qué
clase de remedio hay en el corazón, en el hígado y en la
hiel del
pez?".
8. El ángel le respondió: "Si se quema el corazón o el
hígado del
pez delante de un hombre o de una mujer atacados por un
demonio
o espíritu maligno, cesan los ataques y desaparecen para
siempre.
9. En cuanto a la hiel, sirve para ungir los ojos afectados
de
manchas blancas: basta con soplar sobre esas manchas para
que
se curen".
10. Cuando entraron en Media y ya se acercaban a Ecbátana,
11. Rafael dijo al joven: "¡Hermano Tobías!". Este
le preguntó:
"¿Qué quieres?". El ángel continuó: "Es
necesario que pasemos
esta noche en casa de Ragüel; él es pariente tuyo y tiene
una hija
que se llama Sara.
23
12. Ella es su única hija. Por ser tú el pariente más
cercano, tienes
más derecho sobre ella que todos los demás, y es justo que
recibas
la herencia de su padre. Es una joven seria, decidida y muy
hermosa, y su padre es una persona honrada".
13. Y añadió: "Tú tienes el derecho de casarte con
ella. Escúchame,
hermano: esta misma noche, yo hablaré de ella a su padre
para que
él la haga tu prometida; y cuando volvamos de Ragués,
celebraremos la boda. Yo sé que Ragüel no podría negártela
ni
comprometerla con otro, sin hacerse reo de muerte, conforme
a lo
prescrito en el Libro de Moisés. Él sabe, en efecto, que a
ti te
corresponde tomar por esposa a su hija antes que cualquier
otro.
Por eso, óyeme bien, hermano: esta noche, hablaremos de la
joven
y la pediremos en matrimonio. Cuando volvamos de Ragués, la
tomaremos y la llevaremos con nosotros a tu casa".
14. Tobías dijo a Rafael: "Hermano Azarías, he oído
decir que ella
se ha casado siete veces, y que todos sus maridos han muerto
la
noche misma de la boda, apenas se acercaban a ella. También
he
oído decir que es un demonio el que los mataba.
15. Yo tengo miedo, ya que a ella no le hace ningún mal,
porque la
ama, pero mata a todo el que intenta tener relaciones con
ella. Yo
soy hijo único, y si muero, mi padre y mi madre bajarán a la
tumba
llenos de dolor por mi causa. Y ellos no tienen otro hijo
que les dé
sepultura".
16. El ángel le dijo: "¿No recuerdas que tu padre te
recomendó
casarte con una mujer de tu familia? Escúchame bien,
hermano. No
te preocupes de ese demonio y cásate con ella. Estoy seguro
de
que esta noche te la darán por esposa.
24
17. Pero eso sí, cuando entres en la habitación, toma una
parte del
hígado y del corazón del pez, y colócalos sobre el brasero
de los
perfumes. Entonces se extenderá el olor, y cuando el demonio
lo
huela, huirá y nunca más aparecerá a su lado.
18. Antes de tener relaciones con ella, levántense primero
los dos
para orar y supliquen al Señor del cielo que tenga
misericordia de
ustedes y los salve. No tengas miedo, porque ella está
destinada
para ti desde siempre y eres tú el que debe salvarla. Ella
te seguirá,
y yo presiento que te dará hijos que serán para ti como
hermanos.
No te preocupes".
19. Cuando Tobías oyó decir esto a Rafael y supo que Sara
era
hermana suya, de la misma descendencia que la familia de su
padre, la amó intensamente y se enamoró de ella.
Tobías, 7
1. Cuando llegaron a Ecbátana, Tobías dijo: "Hermano
Azarías,
llévame directamente a la casa de nuestro hermano
Ragüel". El
ángel lo llevó y encontraron a Ragüel sentado a la puerta
del patio.
Ellos lo saludaron primero, y él les respondió: "¡Salud,
hermanos,
sean bienvenidos!". Y los hizo pasar a su casa.
2. Luego dijo a su mujer Edna: "¡Cómo se parece este
joven a mi
hermano Tobit!".
3. Edna les preguntó: "¿De dónde son, hermanos?".
Ellos les
respondieron: "Somos de los hijos de Neftalí deportados
a Nínive".
4. "¿Conocen ustedes a nuestro hermano Tobit?",
les dijo ella. "Sí,
lo conocemos", le respondieron. Ella les preguntó:
"¿Cómo está?".
5. "Vive todavía y está bien", le dijeron. Y
Tobías agregó: "Es mi
padre".
25
6. Ragüel se levantó de un salto, lo besó y lloró.
7. Después le dijo: "¡Bendito seas, hijo mío! Tienes un
padre
excelente. Es una gran desgracia que un hombre tan justo y
generoso se haya quedado ciego". Y echándose al cuello
de su
hermano Tobías, se puso a llorar.
8. También lloró su mujer Edna y su hija Sara.
9. Luego mataron un cordero del rebaño y los recibieron
cordialmente. Después de lavarse y bañarse, se pusieron a
comer.
Entonces Tobías dijo a Rafael: "Hermano Azarías, dile a
Ragüel
que me dé por esposa a mi hermana Sara".
10. Ragüel lo oyó y dijo al joven: "Come y bebe, y
disfruta de esta
noche, porque nadie tiene más derecho que tú, hermano, a
casarse
con mi hija Sara. Ni siquiera yo puedo dársela a otro, ya
que tú eres
mi pariente más cercano. Pero ahora, hijo mío, te voy a
hablar con
toda franqueza.
11. Ya se la he dado a siete de nuestros hermanos, y todos
murieron la primera noche que iban a tener relaciones con
ella. Por
el momento, hijo mío, come y bebe; el Señor intervendrá en
favor
de ustedes".
12. Pero Tobías le replicó: "No comeré ni beberé hasta
que hayas
tomado una decisión sobre este asunto". Ragüel le
respondió:
"¡Está bien! Ella te corresponde a ti según lo
prescrito en la Ley de
Moisés, y el Cielo decreta que te sea dada. Recibe a tu
hermana.
Desde ahora, tú eres su hermano y ella es tu hermana. A
partir de
hoy, es tuya para siempre. Que el Señor los asista esta
noche, hijo
mío, y les conceda su misericordia y su paz".
26
13. Ragüel hizo venir a su hija Sara. Cuando ella llegó, la
tomó de la
mano y se la entregó a Tobías, diciendo: "Recíbela
conforme a la
Ley y a lo que está prescrito en el Libro de Moisés, que
mandan
dártela por esposa. Tómala y llévala sana y salva a la casa
de tu
padre. ¡Que el Dios del cielo los conduzca en paz por el
buen
camino!".
14. Después llamó a la madre y le pidió que trajera una hoja
de
papiro. En ella redactó el contrato matrimonial, por el que
entregaba
a su hija como esposa de Tobías, conforme a lo prescrito en
la Ley
de Moisés. Después empezaron a comer y a beber.
15. Ragüel llamó a su esposa Edna y le dijo: "Hermana,
prepara la
otra habitación, y llévala allí a Sara".
16. Ella fue a preparar la habitación, como se lo había
dicho su
esposo, llevó allí a Sara y se puso a llorar. Luego enjugó
sus
lágrimas y le dijo: "¡Ánimo, hija mía! ¡Que el Señor
del cielo cambie
tu pena en alegría!". Y salió.
Tobías, 8
1. Cuando terminaron de comer y beber, decidieron ir a
acostarse.
Acompañaron al joven y lo hicieron entrar en la habitación.
2. Entonces Tobías se acordó de los consejos de Rafael, sacó
de
su bolsa el hígado y el corazón del pez y los colocó sobre
el brasero
de los perfumes.
3. El olor del pez alejó al demonio y este huyó por el aire
hacia las
regiones de Egipto. Rafael lo persiguió, lo sujetó y lo
encadenó al
instante.
4. Mientras tanto, los padres habían salido de la habitación
y
cerraron la puerta. Tobías se levantó de la cama y dijo a
Sara:
27
"Levántate, hermana, y oremos para pedir al Señor que
nos
manifieste su misericordia y su salvación".
5. Ella se levantó, y los dos se pusieron a orar para
alcanzar la
salvación. Él comenzó así: "¡Bendito seas, Dios de
nuestros padres,
y bendito sea tu Nombre por todos los siglos de los siglos!
¡Que te
bendigan los cielos y todas tus criaturas por todos los
siglos!
6. Tú creaste a Adán e hiciste a Eva, su mujer, para que le
sirviera
de ayuda y de apoyo, y de ellos dos nació el género humano.
Tú
mismo dijiste: ‘No conviene que el hombre esté solo.
Hagámosle
una ayuda semejante a él’.
7. Yo ahora tomo por esposa a esta hermana mía, no para
satisfacer una pasión desordenada, sino para constituir un
verdadero matrimonio. ¡Ten misericordia de ella y de mí, y
concédenos llegar juntos a la vejez!".
8. Ambos dijeron: "¡Amén, amén!",
9. y se acostaron a dormir. Cuando Ragüel se levantó, llamó
a sus
servidores y fue con ellos a cavar una fosa.
10. Porque había pensado: "No sea que Tobías haya
muerto y nos
expongamos a caer en el ridículo".
11. Apenas terminaron de cavar la fosa, Ragüel volvió a la
casa,
llamó a su mujer
12. y le dijo: "Manda a una de las sirvientas a la
habitación, para ver
si él está vivo. Así, si está muerto, lo enterraremos sin
que nadie se
entere".
28
13. Mandaron adelante a la sirvienta, encendieron la lámpara
y
abrieron la puerta. Ella entró y los encontró a los dos
juntos,
profundamente dormidos.
14. Luego salió y les avisó: "Está vivo; no ha pasado
nada malo".
15. Entonces Ragüel bendijo al Dios del cielo, diciendo:
"¡Bendito
seas, Señor, con la más pura bendición! ¡Que te bendigan por
todos
los siglos!
16. ¡Bendito seas por la alegría que me has dado! No ha
sucedido
lo que yo temía, sino que nos has tratado según tu gran
misericordia.
17. ¡Bendito seas por haberte compadecido de estos dos hijos
únicos! ¡Manifiéstales, Señor, tu misericordia y tu
salvación, y
concédeles una vida llena de alegría y de gracia!".
18. Después Ragüel ordenó a sus servidores que rellenaran la
fosa,
antes que amaneciera.
19. Luego dijo a su mujer que hiciera una hornada de pan, y
él fue
al establo, tomó dos bueyes y cuatro carneros, mandó
cocinarlos y
comenzaron los preparativos.
20. Hizo llamar a Tobías y le dijo: "Durante catorce
días no te
moverás de este lugar. Te quedarás aquí, comiendo y bebiendo
conmigo, y alegrando a mi hija que ha sufrido tanto.
21. Después tomarás la mitad de mis bienes y volverás sano y
salvo
a la casa de tu padre. Cuando mi mujer y yo hayamos muerto,
también recibirás la otra mitad. ¡Ánimo, hijo mío! Yo soy tu
padre y
Edna es tu madre. Desde ahora y para siempre, estamos unidos
a ti
lo mismo que a tu hermano. ¡Ánimo, hijo mío!".
29
Tobías, 9
1. Entonces Tobías llamó a Rafael y le dijo:
2. "Hermano Azarías, toma contigo cuatro servidores y
dos
camellos, y ve a Ragués.
3. Preséntate a Gabael, entrégale el recibo y ocúpate del
dinero;
luego tráelo contigo a la boda.
4. Tú sabes que mi padre está contando los días. Si me
demoro un
solo día más le dará un gran disgusto.
5. Por lo demás, conoces el juramento que hizo Ragüel, y yo
no
puedo quebrantarlo". Rafael partió para Ragués de Media
con los
cuatro servidores y los dos camellos, y se alojaron en la
casa de
Gabael. Le presentó el recibo y le dio la noticia de que
Tobías, hijo
de Tobit, se había casado y lo invitaba a la boda. Gabael
contó en
seguida las bolsas de dinero con los sellos intactos y las
cargaron
sobre los camellos.
6. Por la mañana temprano, partieron juntos para la boda. Al
llegar
a la casa de Ragüel, encontraron a Tobías sentado a la mesa.
Tobías se levantó de un salto y lo saludó. Gabael lloró y lo
bendijo
con estas palabras: "¡Qué hijo tan bueno de un padre
excelente,
justo y generoso! Que el Señor te dé la bendición del Cielo
a ti y a
tu mujer, a tu padre y a los padres de tu mujer. ¡Bendito
sea Dios,
que me ha permitido ver el vivo retrato de mi primo
Tobit!".
Tobías, 10
1. Mientras tanto, Tobit contaba uno por uno los días que
debía
durar el viaje de ida y vuelta. Cuando se cumplió el plazo,
sin que
su hijo hubiera vuelto,
30
2. pensó: "¿Lo habrán retenido allí? A lo mejor, ha
muerto Gabael y
no hay nadie que le entregue el dinero".
3. Y comenzó a preocuparse.
4. Ana, su mujer, decía: "¡Mi hijo ha muerto, ya no
está entre los
vivos!". Y se puso a llorar y a lamentarse por su hijo,
diciendo:
5. "¡Qué desgracia, hijo mío! Yo te dejé ir, a ti, la
luz de mis ojos!".
6. Tobit le decía: "¡Tranquilízate, hermana, no pienses
eso! Él está
bien. Habrán tenido algún contratiempo. Su compañero es
persona
de confianza, es uno de nuestros hermanos. No te preocupes
por
él. Llegará de un momento a otro".
7. Pero ella replicaba: "Déjame, no trates de
engañarme. Mi hijo ha
muerto". Y todos los días salía a mirar el camino por
donde se había
ido su hijo, porque no se fiaba de nadie. Al caer la tarde,
entraba en
su casa y pasaba las noches llorando y lamentándose sin
poder
dormir. Cuando pasaron los catorce días de fiesta que Ragüel
había
prometido celebrar en honor de su hija, Tobías fue a
decirle:
"Déjame partir, porque seguramente mi padre y mi madre
piensan
que ya no volverán a verme. Te ruego, padre, que me dejes
volver a
la casa de mi padre. Ya te dije en qué estado lo dejé".
8. Ragüel respondió a Tobías: "Quédate conmigo, hijo
mío. Yo
enviaré mensajeros a tu padre Tobit, para que le lleven
noticias
tuyas".
9. Tobías insistió: "No, por favor. Déjame volver al
lado de mi
padre".
31
10. Ragüel le entregó en seguida a Sara, con la mitad de
todos sus
bienes en servidores y servidoras, en bueyes, carneros,
asnos y
camellos, en vestidos, plata y utensilios.
11. Así los hizo partir contentos. Al despedirse de Tobías,
le dijo:
"¡Salud, hijo mío, y buen viaje! ¡Que el Señor del
Cielo los guíe, a ti
y a tu esposa Sara, y que yo pueda ver a sus hijos antes de
morir!".
12. A su hija Sara le dijo: "Ve a la casa de tu suegro.
Desde ahora
ellos son tus padres, como los que te hemos dado la vida.
Vete en
paz, hija mía. ¡Ojalá toda mi vida pueda oír buenas noticias
tuyas!".
Y después de abrazarlos, los dejó partir.
13. Edna, por su parte, dijo a Tobías: "Hijo y hermano muy
querido,
quiera el Señor que vuelvas, y que yo tenga vida para ver a
tus hijos
y a los de mi hija Sara antes de morir. En presencia del
Señor, te
confío a mi hija para que la cuides. No la entristezcas ni
un solo día
de tu vida. Vete en paz, hijo mío. De ahora en adelante, yo
soy tu
madre y Sara es tu hermana. ¡Ojalá pudiéramos ser igualmente
felices todos los días de nuestra vida!". Luego besó a
los dos y los
dejó; partir llenos de alegría.
14. Tobías salió feliz y contento de la casa de Ragüel,
bendiciendo
al Señor del cielo y de la tierra, el Rey del universo, por
el buen
resultado de su viaje. Ragüel le dijo: "¡Ojalá puedas
honrar a tus
padres todos los días de su vida!".
Tobías, 11
1. Cuando se acercaron a Caserín, que está frente a Nínive,
2. Rafael dijo a Tobías: "Ya sabes en qué estado
dejamos a tu
padre.
32
3. Adelantémonos para preparar la casa, antes que llegue tu
esposa
con los demás".
4. Los dos siguieron caminando juntos, y el ángel le
recomendó a
Tobías que tuviera a mano la hiel. El perro iba detrás de
ellos.
5. Ana estaba sentada con la mirada fija en el camino por
donde
debía volver su hijo.
6. De pronto presintió que él llegaba y dijo al padre:
"¡Ya viene tu
hijo con su compañero!".
7. Rafael dijo a Tobías, antes que él se acercara a su
padre:
"Seguro que tu padre va a recobrar la vista.
8. Úntale los ojos con la hiel del pez; el remedio hará que
las
manchas blancas se contraigan y se desprendan de sus ojos.
Así tu
padre recobrará la vista y verá la luz".
9. La madre corrió a echarse al cuello de su hijo,
diciéndole: "¡Ahora
sí que puedo morir, porque te he vuelto a ver, hijo
mío!". Y se puso
a llorar.
10. Tobit también se levantó y, tropezando, salió por la
puerta del
patio. Tobías corrió hacia él,
11. con la hiel del pez en su mano; le sopló en los ojos y,
sosteniéndolo, le dijo: "¡Ánimo, padre!". Después
le aplicó el
remedio y se lo frotó.
12. Luego le sacó con ambas manos las escamas de los ojos.
13. Entonces su padre lo abrazó llorando y le dijo:
"¡Te veo, hijo
mío, luz de mis ojos!".
33
14. Y añadió: "¡Bendito sea Dios! ¡Bendito sea su gran
Nombre!
¡Benditos sean todos sus santos ángeles! ¡Que su gran Nombre
esté sobre nosotros! ¡Benditos sean los ángeles por todos
los
siglos!
15. Porque él me había herido, pero tuvo compasión de mí, y
ahora
veo a mi hijo Tobías". Tobías entró en la casa, lleno
de gozo y
bendiciendo a Dios en alta voz. Luego informó a su padre
sobre el
buen resultado del viaje: le contó cómo había recuperado el
dinero y
cómo se había casado con Sara, hija de Ragüel. Y añadió:
"Llegará
de un momento a otro, porque está a las puertas de
Nínive".
16. Tobit salió al encuentro de su nuera hasta las puertas
de Nínive,
bendiciendo a Dios lleno de alegría. Al verlo caminar con
todo su
vigor, sin la ayuda de nadie, los habitantes de Nínive
quedaron
maravillados. Tobit proclamaba delante de todos que Dios
había
tenido misericordia de él y le había devuelto la vista.
17. Después se acercó a Sara, la esposa de su hijo Tobías, y
la
bendijo, diciendo: "¡Bienvenida, hija mía! ¡Bendito sea
Dios, que te
trajo hasta nosotros! ¡Bendito sea tu padre, bendito sea mi
hijo
Tobías, y bendita seas tú, hija mía! ¡Entra en tu casa con
gozo y
bendición!".
18. Ese fue un gran día de fiesta para todos los judíos de
Nínive, y
los sobrinos de Tobit, Ajicar y Nadab, vinieron a compartir
su
alegría.
Tobías, 12
1. Cuando terminó de celebrarse la boda, Tobit llamó a su
hijo
Tobías y le dijo: "Hijo mío, ya es hora de pagarle lo
convenido a tu
compañero, agregando incluso algo más".
34
2. Tobías le respondió: "Padre, ¿cuánto tengo que
darle? Aunque le
entregara la mitad de los bienes que él trajo conmigo, no
saldría
perdiendo.
3. Él me ha conducido sano y salvo, ha curado a mi esposa,
ha
traído conmigo el dinero y te ha curado a ti. ¿Qué puedo
darle por
todo esto?".
4. Tobit le dijo: "Hijo, es justo que se lleve la mitad
de lo que trajo".
5. Tobías llamó a su compañero y le dijo: "Toma en pago
la mitad
de lo que has traído, y vete en paz".
6. Entonces Rafael llamó aparte a los dos y les dijo:
"Bendigan a
Dios, y celébrenlo delante de todos los vivientes por los
bienes que
él les ha concedido, para que todos bendigan y alaben su
Nombre.
Hagan conocer debidamente a todos los hombres las obras de
Dios
y nunca dejen de celebrarlo.
7. Es bueno mantener oculto el secreto del rey, pero las
obras de
Dios hay que revelarlas y publicarlas como es debido.
Practiquen el
bien, y así el mal nunca los dañará.
8. Vale más la oración con el ayuno y la limosna con la
justicia, que
la riqueza con la iniquidad. Vale más hacer limosna que
amontonar
oro.
9. La limosna libra de la muerte y purifica de todo pecado.
Los que
dan limosna gozarán de una larga vida.
10. Los que pecan y practican la injusticia son enemigos de
su
propia vida.
35
11. Voy a decirles toda la verdad, sin ocultarles nada. Ya
les dije
que es bueno mantener oculto el secreto del rey y revelar
dignamente las obras de Dios.
12. Cuando tú y Sara hacían oración, era yo el que
presentaba el
memorial de sus peticiones delante de la gloria del Señor; y
lo
mismo cuando tú enterrabas a los muertos.
13. Cuando no dudabas en levantarte de la mesa, dejando la
comida para ir a sepultar un cadáver, yo fui enviado para
ponerte a
prueba.
14. Pero Dios también me envió para curarte a ti y a tu
nuera Sara.
15. Yo soy Rafael, uno de lo siete ángeles que están delante
de la
gloria del Señor y tienen acceso a su presencia".
16. Los dos quedaron desconcertados y cayeron con el rostro
en
tierra, llenos de temor.
17. Pero él les dijo: "No teman, la paz esté con
ustedes. Bendigan a
Dios eternamente.
18. Cuando yo estaba con ustedes, no era por mi propia
iniciativa,
sino por voluntad de Dios. Es a él al que deben bendecir y
cantar
todos los días.
19. Aunque ustedes me veían comer, eso no era más que una
apariencia.
20. Por eso, bendigan al Señor sobre la tierra y celebren a
Dios.
Ahora subo a Aquel que me envió. Pongan por escrito todo lo
que
les ha sucedido". Y en seguida se elevó.
21. Cuando se incorporaron, ya no lo pudieron ver más.
36
22. Ellos bendecían a Dios, entonando himnos, y lo
celebraban por
haber obrado esas maravillas, ya que se les había aparecido
un
ángel de Dios.
Tobías, 13
1. Y Tobit dijo: "¡Bendito sea Dios, que vive
eternamente, y bendito
sea su reino!
2. Porque él castiga y tiene compasión, hace bajar hasta el
Abismo
y hace subir de la gran Perdición, sin que nadie escape de
su mano.
3. ¡Celébrenlo ustedes, israelitas, delante de todas las
naciones!
Porque él los ha dispersado en medio de ellas,
4. pero allí les ha mostrado su grandeza. Exáltenlo ante
todos los
vivientes porque él es nuestro Señor, nuestro Dios y nuestro
Padre,
él es Dios por todos los siglos.
5. Él los castiga por sus iniquidades, pero tendrá compasión
de
todos ustedes, y los congregará de entre todas las naciones
por
donde han sido dispersados.
6. Si vuelven a él de todo corazón y con toda el alma,
practicando la
verdad en su presencia, él se volverá a ustedes y no les
ocultará
más su rostro.
7. Miren lo que ha hecho con ustedes y celébrenlo en alta
voz.
Bendigan al Señor de la justicia y glorifiquen al Rey de los
siglos.
8. Yo lo celebro en el país del destierro, y manifiesto su
fuerza y su
grandeza a un pueblo pecador. ¡Conviértanse, pecadores, y
practiquen la justicia en su presencia! ¡Quién sabe si él no
les será
favorable y tendrá misericordia de ustedes!
37
9. Yo glorifico a mi Dios, el Rey del cielo, y mi alma
proclama
gozosamente su grandeza.
10. Que todos lo celebren en Jerusalén: Jerusalén, Ciudad
santa,
Dios te castigó por las obras de tus hijos, pero volverá a
compadecerse de los hijos de los justos.
11. Alaba dignamente al Señor y bendice al Rey de los
siglos, para
que su Templo sea reconstruido con alegría,
12. para que Dios alegre en ti a todos los desterrados y
muestre su
amor a todos los desdichados, por los siglos de los siglos.
13. Brillará una luz resplandeciente hasta los confines de
la tierra;
pueblos numerosos llegarán a ti desde lejos, y los
habitantes de
todos los extremos de la tierra vendrán hacia tu santo
Nombre, con
las manos llenas de ofrendas para el Rey del Cielo. Todas
las
generaciones manifestarán en ti su alegría, y el nombre de
la
Ciudad elegida permanecerá para siempre.
14. ¡Malditos sean los que te insulten, malditos los que te
destruyan,
los que derriben tus murallas, los que echen por tierra tus
torres y
los que incendien tus casas! Pero ¡benditos para siempre los
que te
edifiquen!
15. Entonces tú te alegrarás y te regocijarás por los hijos
de los
justos, porque todos ellos serán congregados y bendecirán al
Señor
de los siglos. ¡Felices los que te aman, felices los que se
alegran
por tu paz!
16. ¡Felices los que se afligieron por tus desgracias,
porque se
alegrarán en ti y verán para siempre toda tu felicidad!
¡Bendice,
alma mía, al Señor, el gran Rey,
38
17. porque Jerusalén será reconstruida, y también su Templo
por
todos los siglos! ¡Feliz de mí, si queda alguien de mi
descendencia
para ver tu gloria y celebrar al Rey del cielo! Las puertas de
Jerusalén serán hechas de zafiro y esmeralda, y todos sus
muros,
de piedras preciosas; las torres de Jerusalén serán
construidas de
oro, y sus baluartes, de oro puro. Las calles de Jerusalén
serán
pavimentadas de rubíes y de piedras de Ofir;
18. las puertas de Jerusalén resonarán con cantos de
alegría; y
todas sus casas dirán: ¡Aleluya! ¡Bendito sea el Dios de
Israel! Y los
elegidos bendecirán el Nombre santo, por los siglos de los
siglos".
Tobías, 14
1. Así terminó Tobit su canto de acción de gracias.
2. Tobit murió en paz a la edad de ciento doce años y fue
enterrado
honrosamente en Nínive. Él tenía sesenta y dos años cuando
se
quedó ciego; y después de recuperar la vista, vivió en la
abundancia, haciendo limosnas, bendiciendo siempre a Dios y
celebrando su grandeza.
3. Cuando estaba por morir, llamó a su hijo Tobías y le
recomendó:
"Hijo mío, llévate a tus hijos
4. y parte en seguida para Media, porque yo creo en la
palabra que
Dios pronunció contra Nínive por medio de Nahúm: todo eso se
realizará y le sobrevendrá a Asiria y a Nínive. Se cumplirá
todo lo
que han anunciado los profetas enviados por Dios. No se
perderá
ninguna de sus palabras, y todo sucederá a su tiempo. Habrá
más
seguridad en Media que en Asiria y en Babilonia. Porque yo
sé y
creo que todo lo que Dios ha dicho se cumplirá y se
realizará: no
fallará ni uno solo de sus oráculos. Nuestros hermanos que
habitan
39
en la tierra de Israel serán llevados cautivos fuera de su
hermoso
país. Toda la tierra de Israel quedará desierta. Samaría y
Jerusalén
quedarán desoladas. La Casa de Dios será incendiada y
devastada
por algún tiempo.
5. Pero Dios volverá a compadecerse de ellos y los hará
volver a la
tierra de Israel. Ellos reconstruirán su Casa, aunque no
como la
primera, hasta que se cumpla el tiempo señalado. Entonces
volverán todos del destierro y reconstruirán Jerusalén con
toda su
magnificencia. La Casa de Dios será reconstruida en ella,
como lo
anunciaron los profetas de Israel.
6. Todas las naciones de la tierra se convertirán y temerán
de
verdad a Dios. Todos abandonarán los ídolos que los hicieron
extraviar en el error.
7. Y ellos bendecirán al Dios de los siglos, practicando la
justicia.
Todos los israelitas que se hayan salvado en aquellos días
se
acordarán sinceramente de Dios e irán a reunirse en
Jerusalén;
habitarán seguros en la tierra de Abraham y la recibirán
para
siempre. Se alegrarán los que aman verdaderamente a Dios, y
desaparecerán de la tierra los que cometen el pecado y la
injusticia.
8. Ahora, hijos míos, yo les recomiendo que sirvan a Dios de
verdad
y que hagan lo que a él le agrada. Manden a sus hijos que
practiquen la justicia y la limosna, que se acuerden de Dios
y
bendigan de verdad su Nombre, siempre y con todas sus
fuerzas.
9. Tú, hijo mío, vete de Nínive; no te quedes aquí.
10. Una vez que hayas enterrado a tu madre junto a mí, parte
el
mismo día y no te quedes más en este país, donde veo que se
cometen desvergonzadamente la iniquidad y el engaño. Mira,
hijo
40
mío, todo lo que hizo Nadab con Ajicar, que lo había criado.
¿Acaso
no lo sepultó en vida? Pero Dios hizo pagar su infamia al
criminal,
porque Ajicar salió a la luz, mientras que Nadab entró en
las
tinieblas eternas, por haber tramado la muerte de Ajicar. A
causa de
sus limosnas, Ajicar se libró de la trampa mortal que le
había
tendido Nadab, y este cayó en ella para su perdición.
11. Vean entonces, hijos míos, cuál es el fruto de la
limosna y cuál
el de la injusticia que lleva a la muerte. Pero ya me falta
el aliento".
Entonces lo tendieron sobre su lecho, y él murió y fue
enterrado
honrosamente.
12. Cuando murió su madre, Tobías la enterró al lado de su
padre.
Después partió con su esposa para Media y se estableció en
Ecbátana, junto a su suegro Ragüel.
13. Él cuidó respetuosamente a sus suegros durante su vejez,
y los
enterró en Ecbátana de Media. Tobías heredó el patrimonio de
Ragüel y el de su padre Tobit,
14. y vivió rodeado de estima, hasta la edad de ciento
diecisiete
años.
15. Antes de morir, fue testigo de la ruina de Nínive, y vio
como sus
habitantes eran llevados cautivos a Media por Ciajares, rey
de
Media. Él bendijo a Dios por todo lo que había hecho a los
ninivitas
y a los asirios. Antes de su muerte, pudo alegrarse por la
suerte de
Nínive y bendijo al Señor Dios por los siglos de los siglos.
Amén.
41
C) REFLEXIONES SOBRE EL LIBRO
1. LA VIRTUD DE LA PERSEVERANCIA EN EL LIBRO
DE TOBÍAS
Una de las enseñanzas que podemos extraer del libro de
Tobías es la práctica de la virtud de la perseverancia. En
efecto,
Tobit, el padre de Tobías, es un hombre que posee un cúmulo
de
virtudes que a lo largo del libro iremos descubriendo, pero
una que
destaca apenas comienza el libro es su perseverancia,
particularmente en el plano religioso. Así, Él mismo afirma que
siguió los caminos de la verdad y la justicia todos los días
de su
vida (Tob 1,3); que a veces él era el único que iba en
peregrinación
al Templo de Jerusalén, según la ley del Señor, para llevar
las
ofrendas aunque sus hermanos de raza no lo hicieran (Tob
1,6) ¡Iba
Él solo! Además, cuando fue deportado a Nínive (capital de
Asiria),
continuaba practicando la fe, aunque muchos de los
compatriotas
deportados junto con él habían abandonado la práctica de la
religión
y habían cedido a las malas costumbres que tenían aquellos
pueblos paganos (Tob 1,10-11). También lo vemos perseverando
en el practicar las obras de misericordia con sus hermanos
de raza,
en el dar de comer al hambriento (Tob 2,1-2) y en el
enterrar a los
difuntos (Tob 2,3-4). Es más, cuando llegó a su vida el
momento de
la prueba y quedó ciego y sufriendo carestía, perseveró en
su fe y
en su honestidad. Todos estos hechos nos muestran cómo
perseveró en su vida virtuosa a pesar de las dificultades y
pruebas
por las que tuvo que atravesar (Tob 2,9-3,6). Por haber sido
perseverante obtuvo el premio a su virtud que lo hizo
desbordar de
42
alegría a tal punto que va a prorrumpir en un hermoso
cántico de
alabanza (Tob 13). Finalmente, esa misma perseverancia le hizo
morir en paz con Dios y sus hermanos y recibir la honra de
todos en
su sepultura (Tob 14,2).
¡Qué hermosa y necesaria es la virtud de la perseverancia!
Ella nos inclina a persistir en el ejercicio del bien a
pesar de las
molestias que su prolongación nos ocasione. La necesitamos
en el
plano de las cosas humanas: cumplir proyectos a largo plazo,
el
estudiante la necesita para terminar sus prolongados
estudios, los
esposos para sobrellevar todas las dificultades que se
presentan a
lo largo de la vida matrimonial y, ¡tantos ejemplos más!
Pero la
necesitamos, particularmente, en el plano de las cosas de
Dios para
obtener la salvación eterna. Jesús dice: “El que persevere
hasta el
fin, ése se salvará” (S. Mt. 10,22). De allí que es tan
necesario
cultivarla, porque gracias a ella alcanzaremos el Cielo.
Perseverar
en las cosas de Dios, a pesar de las dificultades y aunque,
a veces,
¡nos sintamos un poco solos como Tobit!
Y ya que es tan importante poseer esta virtud, dos consejos
para conseguirla: pedirle al Señor que nos la dé, ya que Él
es la
fuente de toda gracia y virtud, y, proponerse cumplir metas
cortas,
concretas y alcanzables que nos vayan fortaleciendo la
voluntad.
2. DIOS, EN EL CENTRO DE LA VIDA DE TOBIT
A lo largo de todo el libro de Tobías, podemos notar que
Tobit,
el padre de Tobías, es un hombre profunda y sinceramente
religioso: Dios está en el centro de su vida a cada momento.
Hay
una frase que él mismo formula donde se pone de manifiesto
esta
realidad: “Como me acordaba de mi Dios con toda mi alma, el
43
Altísimo se hizo hallar el favor de Salmanasar…” (Tob 1,12).
En la
primera expresión se enuncia claramente esa centralidad de
Dios
en su vida: su alma estaba totalmente unida a Dios. Pero hay
que
destacar que este hecho interior no permanecerá solamente en
algo
íntimo a su persona, sino que va a quedar reflejado y
exteriorizado
en una doble dimensión: en el culto al mismo Dios y, como
lógica
consecuencia y enraizado en el amor de Dios, en el trato hacia
sus
hermanos. En otras palabras: su persona se dirigía en un
plano
vertical, hacia Dios, y en un plano horizontal, hacia el
prójimo.
En primer lugar,
encontramos muchos ejemplos donde lo
observamos dando culto al Señor. Así, lo vemos yendo al
Templo:
“Me apresuraba a llevar a Jerusalén las primicias de los
frutos y de
los animales…” (Tob 1,6), para darle gracias a Dios por los
beneficios recibidos. O también cuando recuerda: “Entregaba
todo
eso a los sacerdotes, hijos de Aarón, para los sacrificios
del altar”
(Tob 1,7), lo cual, en el Antiguo Testamento, indicaba el
más alto
propósito de adoración a Dios y, asimismo, junto a la
víctima que se
consumía en el altar en honor del Altísimo, el oferente unía
su
deseo de inflamarse en amor de Dios dedicando su vida a
servirlo.
En segundo lugar,
advertimos también cómo se ocupaba
generosamente de sus hermanos: “El tercer diezmo lo daba a
los
huérfanos, a las viudas y a los prosélitos…” (Tob 1,8). Y en
otro
lugar afirma: “Daba mi pan a los hambrientos, vestía a los
que
estaban desnudos y enterraba a mis compatriotas, cuando veía
que
sus cadáveres eran arrojados por encima de las murallas de
Nínive”
(Tob 1,17).
En definitiva, el eje
de su existencia era Dios y esto lo
impulsaba a ofrecerle permanentemente su culto y a servirlo
en sus
hermanos practicando la caridad para con ellos. En el Nuevo
44
Testamento, esto quedará expresado magistralmente por Jesús
en
el doble precepto del amor: “Amarás al Señor, tu Dios, con
todo tu
corazón, con toda tu alma y con toda tu mente. Este es el
mayor y
el primer mandamiento. El segundo es semejante a éste:
Amarás a
tu prójimo como a ti mismo. De estos dos mandamientos
dependen
toda la Ley y los Profetas” (S. Mt 22,37-40).
¡Qué hermoso ejemplo
nos deja Tobit! Hizo de Dios el polo de
sus pensamientos, palabras y acciones ¡El centro de su vida!
Y esto
lo expresó en el culto al Señor y en el trato de caridad
hacia sus
hermanos ¡Qué noble, bello y reconfortante ideal hacer de
Dios el
núcleo de nuestro ser y ofrecerle nuestro culto de alabanza
y
adoración! ¡Si participáramos con fervor del santo
sacrificio de la
Misa! Lamentablemente, a veces tenemos, fabricamos o dejamos
que nos invadan otros ‘dioses’ que sustituyen al Señor y que
absorben nuestro corazón y nuestro tiempo, mientras que Él
nos
amonesta “No tendrás otro Dios que a Mí” (Ex 20,3).
Por otra parte,
nuestro culto a Dios no debe quedar
únicamente reducido a un espacio de tiempo, sino que lo
celebrado
en él debe extenderse e impregnar toda nuestra vida. Esto lo
podremos plasmar en el trato de caridad con el prójimo, con
la
familia, en el trabajo, en la escuela, ocupándonos de sus
necesidades corporales y espirituales, dando testimonio de
Cristo
en nuestros propios ambientes tratando de transformarlos
según
sus divinas enseñanzas, siendo intrépidos apóstoles suyos.
En fin,
asumiendo el desafío de vivir según Dios en el mundo que nos
toca
vivir ¡Cuánto bien podemos hacer y cuán distinta sería nuestra
sociedad si viviéramos según estos ideales!
Nos ayude el Señor
para que aprovechemos este tiempo de
misericordia donde Él quiere derramar favores especiales
sobre
45
cada uno de nosotros y, particularmente, la gracia de que,
al igual
que Tobit, Él sea el centro de nuestra vida.
3. TOBIT NOS ENSEÑA A PRACTICAR LAS OBRAS DE
MISERICORDIA
Entre las prácticas que la Iglesia nos recomienda para vivir
con espíritu genuinamente cristiano, están las ‘obras de
misericordia’. En el Evangelio de San Mateo 25,31-46, Jesús
habla con toda claridad sobre la importancia y la necesidad
de
ponerlas por obra. La Iglesia, a su vez, nos indica que hay
7 obras
de misericordia corporales y 7 espirituales, ya sea porque
atendamos las necesidades del cuerpo de nuestros hermanos (dar
de comer al hambriento, dar de beber al sediento, vestir al
desnudo,
dar techo a quien no lo tiene, visitar a los enfermos, a los
encarcelados y enterrar a los muertos) o del espíritu (dar
buen
consejo al que lo necesita, enseñar al que no sabe, corregir
al que
se equivoca, consolar al afligido, perdonar al que nos
ofende, sufrir
con paciencia los defectos del prójimo y rezar por los vivos
y los
muertos) (C. I. C. nº 2447).
En relación con esto, el libro de Tobías nos brinda
abundantes
ejemplos. Así vemos a Tobit atendiendo las ‘necesidades
corporales’ de sus compatriotas: “…yo hacía muchas limosnas
a
mis compatriotas. Daba mi pan a los hambrientos, vestía a
los
desnudos y enterraba a mis compatriotas cuando veía que sus
cadáveres eran arrojados por encima de las murallas de
Nínive”
(Tob. 1,16-17; también 2,2; 2,4; 2,7-8, etc). Por otra
parte, lo
observamos cómo se preocupaba de las ‘necesidades
espirituales’
46
del prójimo. En este sentido, el capítulo 4 es un largo y
sapientísimo
ejemplo de buenos consejos sobre distintos temas que, como
padre, da a su hijo para que se conduzca según los planes de
Dios
en esta vida y pueda alcanzar la salvación. Además, lo
contemplamos consolando a su afligida esposa porque creía
que su
hijo había muerto (Tob. 10, 1-7). Finalmente, antes de
morir, a
modo de testamento espiritual, deja a su hijo y nietos sus
últimos
consejos: “…hijos míos, yo les recomiendo que sirvan a Dios
de
verdad y que hagan lo que a Él le agrada…practiquen la
justicia y la
limosna, que se acuerden de Dios y bendigan de verdad su
Nombre, siempre y con todas sus fuerzas” (Tob. 14,8) ¡Y
tantos
ejemplos más que se podrían mencionar!
Realmente Tobit nos enriquece enormemente con su vida y
nos deja un modelo claro de cómo practicar las obras de
misericordia a lo largo de toda nuestra vida. Si
recapacitamos un
poco, ¡cuántas personas necesitadas hay a nuestro alrededor
que
padecen en el cuerpo o en el espíritu! Y sólo por poner
algunos
ejemplos. Si pensamos en nuestros hospitales que están llenos
de
enfermos olvidados por sus familiares, o bien, personas que
por la
lejanía con el centro hospitalario, no reciben visita alguna
¡Cuántas
personas que están a nuestro lado que viven en el error o
necesitan
de un consejo o están alejadas de Dios arriesgando su
salvación
eterna! ¡Y a veces pasamos de largo o estamos tan inmersos
en
nuestras ocupaciones que nos despreocupamos de ellos! ¡Qué
importante si reflexionáramos sobre esto y nos abriéramos a
los
demás!
Pero hay algo más. No solamente es importante que
practiquemos las obras de misericordia sino, más aún, es
necesario
47
hacerlo para alcanzar nuestra propia salvación. En efecto,
Jesús en
el texto que hemos citado, cuando habla del juicio universal
dice:
“Vengan, benditos de mi Padre, a tomar posesión del Reino…
porque tuve hambre y me dieron de comer… Apártense de mí,
malditos, al fuego eterno porque tuve hambre y no me dieron
de
comer…”, es decir, que el Señor condiciona nuestra eterna
salvación a la práctica de las obras de misericordia.
Hermosamente
expresa esto San Juan de la Cruz al afirmar: “Al atardecer
de
nuestra vida seremos juzgados en el amor”. Ciertamente, que
no se
trata de un amor meramente filantrópico, sino de obras de
misericordia que brotan de un alma unida a Dios por la
gracia e
impulsada por el amor de caridad.
¡Que el modelo de Tobit nos ayude a vivir mejor nuestra vida
cristiana y así poder prepararnos debidamente para
presentarnos
ante el Señor con las manos llenas de buenas obras!
4. LA ORACIÓN EN EL LIBRO DE TOBÍAS
Mientras avanzábamos con la lectura del libro de Tobías, nos
encontramos con dos hermosos ejemplos de cómo debemos
dirigir
nuestras oraciones al Señor cuando le solicitamos algo para
que
nuestra plegaria sea escuchada. En efecto, Tobit, que había
quedado ciego y estaba pasando por momentos de una dura
prueba dice: “Con el alma llena de aflicción, suspirando y
llorando,
comencé a orar …” (Tob 3,1). Por otra parte, Sara, que
también
tenía un gran dolor a causa de la pérdida de sus maridos,
oró al
Señor pidiendo alivio para su aflicción: “Entonces,
extendiendo los
brazos hacia la ventana, Sara oró de este modo: ¡Bendito
seas,
Dios misericordioso, y bendito sea tu Nombre para siempre! ¡Que
48
todas tus obras te bendigan eternamente!” (Tob 3,11). Y
luego
agrega el texto: “A un mismo tiempo, fueron oídas en la
gloria de
Dios las plegarias de Tobit y de Sara, y fue enviado Rafael
para
curar a los dos…” (Tob 3,16-17). Es decir, que los dos fueron
escuchados y hallaron gracia ante Dios. De allí que es bueno
preguntarse qué es lo que hizo que sus oraciones fueran
atendidas
por Dios para que aprendamos de ellos y así sean escuchadas
también nuestras peticiones. Y la respuesta es que, además
de
estar en amistad con Dios, su oración tuvo por
características: una
profunda humildad, una gran confianza en el Señor e
insistencia en
sus pedidos.
En primer lugar, la humildad. Tanto Tobit como Sara se
dirigieron al Señor con espíritu humilde. Esto es fundamental.
Dios
es débil ante la humildad. Se rinde ante ella. Lo dice
claramente
San Pedro: “…Dios resiste a los soberbios pero da su gracia
a los
humildes” (1 Pe 5,5). No podemos acercarnos ante Dios con
espíritu orgulloso o rebelde o con prepotencia o con
exigencias.
Muchas veces no obtenemos del Señor lo que solicitamos
porque
nuestra alma no está bien dispuesta. Ante Él debemos
comportarnos como mendigos. En este sentido, Tobit, ¡y en
medio
de su angustia!, le dice humildemente al Señor: “Trátame
como te
parezca” (Tob 3,6). Es por eso que cuando le pedimos algo,
tenemos que condicionar nuestra petición a la Voluntad
divina: si Tú
quieres, Señor, concédeme esta gracia, si es para tu mayor
honra y
gloria, si conviene para la salvación de mi alma, etc. Y
esto porque
nuestra mirada es muy pobre y limitada mientras que Dios ve
con
ojos de eternidad: Él sabe mejor que nosotros mismos qué es
lo
que nos conviene en orden a nuestra eterna salvación. Por eso
49
Jesús nos advierte: “Busquen, pues, primero el Reino y su
justicia y
todo lo demás se les dará por añadidura” (S Mt. 6,33).
En segundo lugar, la confianza. Tanto Tobit como Sara se
entregaron confiadamente en los brazos del Señor sabiendo
que Él
los escucharía. Jesús nos lo remarca en el Sermón del Monte:
“Pidan y se les dará…porque quien pide recibe…” (S. Mt.
7,7).
Siempre que asciende una plegaria desciende una gracia. No
siempre nos da todo lo que le pedimos, pero sí nos da lo que
realmente necesitamos; a veces nos lo concede de distinta
manera
o nos otorga algo mejor o en otro momento. Jesús nos
amonesta:
“…bien sabe su Padre celestial que tienen necesidad de todas
estas cosas” (S. Mt 6,32). Es por ello que tenemos que
lanzarnos
confiadamente en sus brazos providentes confiando que nos
proporcionará lo que necesitamos.
En tercer lugar, al igual que Tobit y Sara, debemos orar con
insistencia para obtener lo que pedimos. Pero, ¿por qué
pedir algo
a Dios tantas veces si Él ya sabe lo que necesitamos antes
de
solicitarlo por primera vez? No es porque a Él le guste
hacerse
rogar sino porque nosotros necesitamos pedir los cosas más
de una
vez. Y esto por varios motivos. En efecto, si Dios nos
concediera lo
que pedimos apenas lo solicitamos, está el riesgo de que
restemos
importancia al don recibido y no lo valoremos en su
verdadera
dimensión. También para disponernos mejor a recibir mayores
dones o porque pidiendo varias veces tenemos oportunidad de
reflexionar mejor si lo que demandamos nos es realmente
necesario
ya que a veces pedimos cosas que pueden ser secundarias o
superfluas o inconvenientes. También quiere que reiteremos
nuestra peticiones para sacar bienes mayores: para que
crezca
nuestra paciencia, nuestra perseverancia, nuestra confianza
en la
50
providencia divina o para purificar nuestra fe ya que a
veces
solemos buscar a Dios por lo que nos da y no tanto por Él
mismo, y
de este modo convertimos la religión en una especie de
negocio: yo
cumplo y, por lo tanto, Dios me tiene que dar lo que le
pido. Y no
debe ser así. Es por eso que Dios nos prueba para purificar
nuestra
fe a fin de que ésta no sea tan interesada.
Que el ejemplo de Tobit y de Sara nos ayude para que
nuestra oración sea como Dios quiere y, de este modo,
alcance
eficacia ante Él.
5. TOBIT, MODELO DE PADRE Y EDUCADOR
A través de las
distintas reflexiones hemos ido analizando la
figura de Tobit y comprobando que era un hombre
verdaderamente
religioso con un cúmulo de virtudes. Pero no sólo las
practicaba él
mismo sino que, además, las transmitió a su hijo. En el
capítulo 4
del libro se nos narran los valiosos y sapientísimos
consejos que da
a su hijo Tobías, a modo de ‘Testamento espiritual’, ya que
pensaba
que pronto moriría. Dichos consejos son una especie de
radiografía
de su alma: muestran lo que él había vivido y lo que quería
para su
hijo. Pongamos algunos ejemplos: sobre el respeto a su
madre:
“Honra a tu madre, y no la abandones ningún día de su vida.
Acuérdate de todos los peligros a que estuvo expuesta por tu
causa, mientras te llevaba en su seno” (v. 3-4); acerca del
modo de
comportarse para con Dios: “Acuérdate del Señor todos los
días de
tu vida…y no peques ni quebrantes sus mandamientos” (v.5);
en
relación a la práctica de la justicia: “ Practica la
justicia todos los
días de tu vida y no sigas los caminos de la injusticia”
(v.5); también
reitera el tema de las obras de misericordia: “Da limosna de
tus
51
bienes y no lo hagas de mala gana. No apartes tu rostro del
pobre y
Dios no apartará su rostro de ti” (v.7), y más adelante:
“Comparte tu
pan con los que tienen hambre y tus vestidos con los que
están
desnudos” (v.16); sobre el mantener la pureza de alma
evitando
toda fornicación: “Cuídate, hijo mío, de toda unión
ilegítima y, sobre
todo, elige una mujer del linaje de tus padres” (v.12); le
aconseja ser
humilde y laborioso: “…no te muestres orgulloso…el orgullo
acarrea
la ruina y un gran desorden, y la ociosidad lleva a la
decadencia y a
la miseria, ya que ella es madre del hambre” (v.13); acerca
de las
relaciones laborales: “No retengas el salario de un
trabajador;
págale inmediatamente. Si sirves a Dios, él te lo
retribuirá” (v.14);
también le aconseja ser educado y sobrio: “Hijo mío, vigila
todas tus
acciones y muéstrate siempre bien educado. No hagas a nadie
lo
que no te agrada a ti. No bebas hasta embriagarte y que la
embriagues no te acompañe en el camino” (v.14-15); en
relación a
dejarse aconsejar y guiar: “Pide consejo a las personas
sensatas y
no desprecies un buen consejo. En toda circunstancia bendice
al
Señor, tu Dios; pídele que dirija tus pasos y que todos tus
caminos y
que todos tus proyectos lleguen a feliz término” (v.18-19);
y,
finalmente, como broche de oro, le muestra dónde está la verdadera
riqueza: “No te preocupes de que nos hayamos empobrecido. Tú
tienes una riqueza muy grande si temes a Dios, si evitas
cualquier
pecado y si haces lo que agrada al Señor, tu Dios” (v.21).
¡Que extraordinario
modo de aconsejar de un padre a su hijo!
Ciertamente que todas estas palabras quedaron profundamente
grabadas en el alma de Tobías pero más hondamente quedaron
impresos en su corazón los ejemplos de su padre, porque su
predicación comenzó con el ejemplo. Como dice el viejo
proverbio:
“las palabras mueven, pero los ejemplos arrastran” ¡Qué gran
52
ejemplo es Tobit para nuestros padres cristianos para que
cumplan
con esa gran responsabilidad que contrajeron ante Dios
cuando
bautizaron a sus hijos de ser educadores en la fe! En este
sentido,
San Juan Pablo II, hablando sobre el derecho-deber educativo
de
los padres decía: “Como ha recordado el Concilio Vaticano
II:
«Puesto que los padres han dado la vida a los hijos, tienen
la
gravísima obligación de educar a la prole, y por tanto hay
que
reconocerlos como los primeros y principales educadores de
sus
hijos. Este deber de la educación familiar es de tanta
trascendencia
que, cuando falta, difícilmente puede suplirse. Es, pues,
deber de
los padres crear un ambiente de familia animado por el amor,
por la
piedad hacia Dios y hacia los hombres, que favorezca la
educación
íntegra personal y social de los hijos. La familia es, por
tanto, la
primera escuela de las virtudes sociales, que todas las sociedades
necesitan» (Familiaris Consortio nº 36)”.
Ciertamente que en nuestros días el desafío de ser educador
es cada vez más grande pero cuando los padres viven la fe,
son
conscientes de su misión de educadores y procuran formarse y
se
asocian, la fuerza de la familia sigue siendo la misma. Hay
que
poner los medios…confiemos que el Señor, quien no se deja
ganar
en generosidad, pondrá el resto.
6. TOBIT Y LAS PRUEBAS DEL HOMBRE JUSTO
Hemos visto que Tobit
era un hombre muy virtuoso y que
había seguido los caminos de la verdad y la justicia todos
los días
de su vida (Tob 1,3). Pero es importante destacar que su
vida no
fue nada fácil ya que tuvo que atravesar por muchas
dificultades y
pruebas. Entre otras podemos mencionar que sufrió la amargura
de
53
ser desterrado de su patria como prisionero de guerra por
los asirios
(Tob 1,2); había quedado huérfano de joven (Tob 1,8);
además, en
el destierro sufrió la persecución hasta tal punto que el
rey lo
buscaba para matarlo y tuvo que huir (Tob 1,19); por otra
parte,
quedó en una situación de gravísima miseria económica (Tob
1,20);
a la pobreza se le sumó que estuvo completamente ciego por
mucho tiempo y, además, dependiendo de otras personas para
su
subsistencia (Tob 2,10). No obstante, y a pesar de todas
estas
pruebas no se rebeló contra Dios, antes bien, se puso
confiadamente en sus manos reconociendo que todas sus obras
son justas (Tob 3,1-2).
¿Qué decir de todo
esto? En primer lugar, que Dios, como
buen Padre, envía pruebas medicinales a todos sus hijos para
corregirlos. Esto se explica hermosamente en la carta a los
Hebreos: “…porque el Señor, a quien ama, le reprende y azota
a
todo el que recibe por hijo. Aguanten firmes la corrección.
Como
con hijos se porta Dios con ustedes. Porque, ¿cuál es el
hijo a quien
su padre no reprende? Pero si están fuera de la corrección
de todos
los que han sido participantes de ella, sería argumento de
que son
bastardos y no hijos legítimos. Por otra parte, hemos tenido
a
nuestros padres carnales, que nos corregían, y nosotros los
respetábamos; ¿no hemos de someternos mucho más al Padre de
los espíritus para alcanzar la vida? En efecto, aquellos,
según bien
les parecía, nos corregían para proporcionarnos una
felicidad
temporal; pero Éste, mirando a nuestro provecho, nos corrige
para
hacernos partícipes de su santidad. Ninguna corrección
parece por
el momento agradable, sino dolorosa; pero al fin ofrece
frutos
apacibles de justicia a los ejercitados por ella” (Hebr 12,
6-11).
54
También podemos comparar la actitud del Señor a la de un
médico: a veces nos proporciona medicinas dulces y
deleitables,
pero otras veces son amargas y dolorosas, pero nunca deja de
ser
el médico que nos cura, afirma San Juan Crisóstomo. En este
sentido, podemos afirmar que sería mayor castigo no ser
corregido
por Dios o medicado por el Médico celestial.
En segundo lugar, surge la pregunta lógica ante el caso
concreto de Tobit: siendo Él justo y no estando enfermo
espiritualmente: ¿para qué proporcionarle remedios si no
existe
enfermedad? ¿por qué correcciones si era un hombre justo y
piadoso? He aquí el problema que tortura nuestra
inteligencia y que
nadie podría afrontar con la sola razón, sino es a la luz de
la fe
sobrenatural. Ya en el Antiguo Testamento se nos decía:
“Porque la
sabiduría…le prueba desde el principio en medio de las
tentaciones…Entonces le afirmará, le allanará el camino, le
llenará
de alegría, le descubrirá sus secretos y le enriquecerá con
un tesoro
de ciencia y de conocimiento de la justicia” (Eclo 4,17-18).
Aquí se
nos muestra que las pruebas del justo tienen el carácter de
privilegio de ser elegidos por la Sabiduría Divina para una
misión
especial. Esta misma doctrina la enseñará Jesús al decirnos
que su
Padre, el Viñador, corta al sarmiento seco que no da fruto y
lo tira,
pero al que produce lo poda para que dé más frutos (S. Jn.
15,1-8).
¿No es acaso explicable esta ley del progreso espiritual?
¿Acaso
podría un Rey elegir para esposa a una pastora, sin pulirla
según
los modales de su rango? ¿O podría elegir un privado, sin
alejarlo
de las disipaciones mundanas para que pudiese estudiar los
altos
negocios del Estado? Tal fue el caso de Tobit. Es decir, él
era un
hombre justo, pero ni él ni nadie entre los mortales pudo
poseer tal
55
perfección que no fuese susceptible de purificarse y
aumentarse a
los ojos del Divino Rey.
Lo que es digno de
destacar, es que Tobit tuvo esa actitud de
saberse ‘elegido por Dios’ y aceptó con una mirada de fe las
correcciones divinas considerándolas justas, como ya
dijimos, con
lo cual nos dejó un ejemplo que perdura por siempre y que ha
producido ‘frutos abundantes’ (S. Jn. 15,16). Esto se dará
en
plenitud en Jesucristo, quien siendo ‘el Justo e Inocente’
por
excelencia y aceptando y ofreciendo todos sus padecimientos
al
Padre Celestial reconquistó a todos los hombres para Dios
abriéndoles las puertas del Cielo (Is. 53,10).
7. TOBÍAS Y EL VERDADERO SENTIDO DEL
MATRIMONIO
Cuando Tobías, hijo
de Tobit, llegó a la ciudad de Ecbátana y
conoció a Sara, hija de Ragüel, ambos se enamoraron
profundamente y decidieron casarse. El padre le entregó con
alegría a su hija para que formalizaran el matrimonio. El
Libro Santo
(8,4-9) nos relata lo acontecido en la noche de bodas. Allí
ambos
hicieron una hermosa oración presidida por Tobías: “¡Bendito
seas,
Dios de nuestros padres!...Tú creaste a Adán e hiciste a
Eva, su
mujer, para que le sirviera de apoyo… Yo ahora tomo por
esposa
a esta hermana mía, no para satisfacer una pasión
desordenada sino para constituir un verdadero matrimonio”.
Esta última frase nos da la clave para entender cómo se debe
encarar un matrimonio verdaderamente cristiano y, también,
cómo
no se debe hacerlo. Y cuando hablamos de matrimonio, hacemos
extensiva esta reflexión al noviazgo, en cuanto que es la
fase previa
56
y preparatoria al matrimonio, y donde se debe ya tener en
claro cuál
es el verdadero sentido de esta realidad sagrada. No está
demás
recordar que los éxitos o fracasos del matrimonio comienzan
ya en
el noviazgo. Pero analicemos por partes la frase de Tobías.
En la
primera, nos presenta cómo se debe enfrentar el matrimonio:
“Yo
ahora tomo por esposa a esta hermana mía, no para satisfacer
una
pasión desordenada…”. Aquí tenemos ya una primera gran
enseñanza para nuestro tiempo ¡Cuántas veces vemos que tanto
noviazgos como matrimonios son afrontados para satisfacer
una
pasión desordenada persiguiendo fines egoístas y mezquinos!
A
veces se casan por la sola atracción física, o bien, por
interés
material y también, y es tan común, para satisfacer meros
apetitos
sensuales o sexuales. Pero todo esto se gasta o se termina
antes o
después. Se construye una relación sobre la endeble arena y
no
sobre la sólida roca, y entonces cuando aparecen las
pruebas,
tentaciones o dificultades que resolver todo se derrumba (S.
Mt.
7,24-27). Podríamos aplicarle la frase del Eclesiastés:
“Vanidad de
vanidades, todo es vanidad” (Ecl. 1,2) Y la consecuencia de
esta
concepción es lógica: matrimonios materialistas, se cambia
confort
por hijos, sin verdadero amor, sin capacidad de emprender un
proyecto de vida juntos asumiendo las responsabilidades y
dificultades que implican la vida matrimonial, egoístas en
la
transmisión de la vida, hedonistas, donde se prioriza el
buen pasar,
arrastrados por el ritmo de la vida y la sociedad de
consumo, etc.
Todo esto lleva, sin dudas, a un gran desgaste matrimonial,
pérdida
del amor, infidelidades, malos tratos, violencia familiar,
y,
finalmente, a la separación como paso final de ese proceso con
todos los males que ésta acarrea para esposos e hijos. Tal
vez no
se llegará a la separación, pero se continuará por
conveniencia u
57
otros motivos secundarios, pero en ningún caso se alcanzará
un
matrimonio verdaderamente feliz porque no se captó el plan
de Dios
sobre esa realidad tan grande que es el matrimonio: una
sumatoria
de egoísmos no hace la felicidad. En la segunda parte de la
frase,
después de haber desechado todo tipo de intención
desordenada,
Tobías afirma: “…sino para formar un verdadero matrimonio”.
Tobías desecha lo anterior por tratarse de una falsificación
del
verdadero concepto de matrimonio. Ahora bien, no es
casualidad
que al decir estas palabras lo hicieron en un ambiente de
oración
conjunta. Allí está el primer elemento que posibilitará a
los esposos
encaminar su matrimonio a buen puerto ¡El matrimonio es algo
sagrado! Y es tan sagrado que San Pablo compara a la unión
entre
el hombre y la mujer con la unión entre Jesucristo y la
Iglesia: “Por
eso dejará el hombre a su padre y a su madre y se unirá a su
mujer
¡Gran misterio es éste, pero yo lo aplico a Cristo y a la
Iglesia!” (Ef
5,31-32). Hermosamente el Concilio Vaticano II resume el
verdadero sentido del matrimonio cristiano: “…los cónyuges
cristianos, en virtud del sacramento del matrimonio, se
ayudan
mutuamente a santificarse en la vida conyugal y en la
procreación y
educación de los hijos…En esta como Iglesia Doméstica los
padres
han de ser para sus hijos los primeros predicadores de la
fe, tanto
con su palabra como con su ejemplo, y han de fomentar la
vocación
propia de cada uno y con especial cuidado la vocación
sagrada”
(Lumen Gentium nº 11). ¡Qué hermosos objetivos que el
Concilio
propone a los esposos, propósitos que llenarán de gozo su
vida y
sus corazones! Construir una ‘Iglesia Doméstica’ donde se
ayuden
mutuamente para santificarse ellos y sus hijos
convirtiéndose en
modelos para estos, siendo fecundos sin dejarse llevar por
una
concepción antinatalista o egoísta y educarlos según el plan
de
58
Dios. En esto tomarán de modelo a Cristo que hace fecunda a
la
Iglesia por medio de los sacramentos entregándole numerosos
hijos
cuya meta es el Cielo.
He aquí los dos modelos matrimoniales: uno falso y otro
verdadero; uno mundano, mezquino y carnal y el otro
enraizado en
el plan de Dios; uno puramente terrenal y el otro mirando
hacia la
eternidad. Pero, además, uno que lleva a la desdicha en esta
vida y
arriesga seriamente la eterna salvación, mientras que el
segundo,
ciertamente que en medio sacrificios, conducirá al
matrimonio a la
felicidad en el tiempo y, luego, en la eternidad.
Indudablemente que
es un desafío en el mundo actual, pero el Señor, que no se
deja
ganar en generosidad, dará su gracia para que puedan
asumirlo
con confianza y alegría ¡Ojalá los novios y esposos se dejen
iluminar por la Sagrada Familia de Nazaret para elegir
aquello que
los encamina a la Plena Felicidad!
8. TOBIT Y LAS SAGRADAS ESCRITURAS
El libro de Tobías nos da una lección muy importante sobre
el
amor, conocimiento y manejo de la Sagrada Escritura. En
efecto,
Tobit, conoce a la perfección todo el Antiguo Testamento.
Así por
ejemplo, recordaba de memoria las palabras pronunciadas por
el
profeta Amós sobre las penurias que pasarían en el destierro
(Tob.
2,6-7). El capítulo 4 del libro nos muestra que conocía a la
perfección el Pentateuco (los cinco primeros libros de la
Biblia) y
todas las prescripciones y mandatos allí contenidos. El
capítulo 13
es el fruto de un alma enamorada de las Escrituras desde la
cual
desbordan citas donde Tobit va hilvanando fragmentos
entresacados de los libros históricos, los salmos y los
otros libros
59
sapienciales y proféticos. Finalmente, el capítulo 14
demuestra que
estaba muy al tanto acerca de todo lo que habían dicho los
profetas
sobre el destino de las naciones paganas y también sobre
Israel,
concluyendo con esas palabras llenas de fe: “Porque yo sé y
creo
que todo lo que Dios ha dicho se cumplirá y se realizará: no
fallará
ni uno solo de sus oráculos” (Tob. 14,4).
De todo ello podemos concluir que Tobit, leía, meditaba y
amaba las Sagradas Escrituras y que Ellas eran la fuente
primaria
de su intensa espiritualidad. ¡Qué hermoso ejemplo nos deja
sobre
el lugar que la Biblia debe ocupar en nuestras vidas!
Lamentablemente muchas veces descuidamos su lectura y
nos entretenemos en cosas de menor importancia y sin
embargo,
¡tenemos tantos motivos para leerla! Entre otros podemos
mencionar: en primer lugar, hemos de leerla porque es el
Libro más
autorizado, más admirable y el más importante ya que es el
único
que Dios ha inspirado! De hecho, cuando terminamos su
lectura
decimos: ¡es Palabra de Dios!, expresión que no podemos
pronunciar sobre ningún otro libro que existe ¡Ni siquiera
sobre los
escritos de los santos por excelentes que sean! San Gregorio
Magno decía de la Escritura: “Es una carta que el Señor
Todopoderoso ha enviado a sus criaturas”. Normalmente, nos
apresuramos a leer una carta que nos llega de un familiar, o
un
mensaje de texto de un amigo, pero, ¿ponemos el mismo
interés en
saber lo que Dios nos dice en su Palabra, y nada menos que
para
nuestra eterna salvación? En segundo lugar, hemos de leerla
por
razón de su contenido ya que nos transmite las verdades más
importantes y que están por encima de todas las doctrinas de
este
mundo, en cuanto que son dadas a conocer por Dios. De modo
particular, contiene las verdades enseñadas por Nuestro
Señor
60
Jesucristo, la Verdad encarnada, “Camino, Verdad y Vida” (S
Jn.
14,6). De allí que San Jerónimo dijera aquella frase tan
cierta: “El
desconocimiento de las Escrituras, es desconocimiento de
Jesucristo”; y como nadie ama lo que no conoce, si
desconocemos
las Escrituras, tampoco podremos amar en plenitud al Divino
Redentor. En tercer lugar, también hemos de leerla por su
utilidad:
“Toda la Escritura está inspirada por Dios y es útil para la
enseñanza, para la reprensión, para la corrección, para la
educación en la justicia, para que sea perfecto el hombre de
Dios,
dispuesto para toda obra buena” (2 Tim. 3,16-17). En cuarto
lugar,
porque nos ayuda para nuestra vida espiritual. En este
sentido, dice
el Concilio Vaticano II: “…y es tanta la eficacia que radica
en la
Palabra de Dios, que es, en verdad, apoyo y vigor de la
Iglesia, y
fortaleza de la fe para sus hijos, alimento del alma, fuente
pura y
perenne de vida espiritual” (Const. Dei Verbum nº 21). En
fin, es
tanto el interés de la Iglesia para que sus hijos lean y
mediten las
Divinas Letras que nos otorga indulgencia plenaria cada vez
que la
leemos media hora. Ya San Jerónimo advertía: “… antes que
nada
recomienda incansablemente a todos la lectura cotidiana de
la
palabra divina”.
Finalmente, que el ejemplo de Tobit, las exhortaciones de
los
santos y la enseñanza de la Iglesia nos motive y entusiasme
para
adentrarnos cada día con mayor fervor en el insondable
océano de
la Sagrada Escritura porque sólo Ella “…tiene Palabras de
Vida
Eterna” (S. Jn. 6,68).
61
9. SAN RAFAEL ARCÁNGEL, COMPAÑERO DE
CAMINO
Cuando el Arcángel San Rafael se da a conocer a Tobit y a
Tobías les dice: “Yo soy Rafael, uno de lo siete ángeles que
están
delante de la gloria del Señor y tienen acceso a su
presencia" (Tob
12,15). Es decir, que el Arcángel tiene una vida profundamente
contemplativa y de unión permanente con el Señor. Pero
también,
en ciertas ocasiones importantes Él los envía para cumplir
alguna
misión especial. Sabemos que el Señor en su Providencia, nos
cuida, nos protege, nos guía de distintas formas: una de ellas
es
asistiéndonos a través de sus Ángeles y Árcángeles. En el
libro de
Tobías, vemos de modo particular cómo el Señor manda al
Arcángel San Rafael para que acompañe a Tobías y lo guíe a
la
región de Media proporcionándole todo tipo de auxilio. De
este
modo, el Santo Arcángel, bajo aspecto humano, se hizo
‘compañero
de camino’ de Tobías prestándole innumerables beneficios:
hizo
que consiguiera remedios para que su padre Tobit recuperara
la
vista; también le ayudó para que consiguiera una buena
esposa;
además, le auxilió para que pudiera expulsar al demonio en
la
noche de bodas librándolo de sus asechanzas; le hizo
recuperar el
dinero que tenía depositado su padre en Ragués; y,
finalmente le
acompañó en el camino de regreso a su casa devolviéndolo a
sus
padres sano y salvo. Posteriormente San Rafael, después de
haberles revelado su verdadera identidad, se elevó al Cielo
desapareciendo de su presencia. La alegría de esta familia
fue tan
grande que: “Bendecían a Dios, entonando himnos, y lo
celebraban
por haber obrado esas maravillas, ya que se les había
aparecido un
ángel de Dios” (Tob. 12,22).
62
¡Qué hermosa historia
donde se pone de manifiesto cómo el
Señor quiere acompañarnos en todo momento y en todas
nuestras
necesidades! ¡Cuánta devoción debemos tener a San Rafael
para
que nos acompañe continuamente en el camino hacia el Cielo,
nos
enseñe a confiar en la Divina Providencia, cuide nuestras
familias
así como cuidó a la de Tobías, ayude a los jóvenes a
realizar su
sublime vocación al amor formando una familia verdaderamente
cristiana o sirviendo al Señor en la vida consagrada, nos
defienda
de las asechanzas y tentaciones del demonio, sane nuestras
enfermedades y angustias, nos asista en el trabajo y en
nuestros
problemas económicos, nos auxilie a cumplir con nuestro
deber de
estado y nuestros deberes y tareas como ciudadanos
verdaderamente cristianos, y, nos ayude a practicar las
obras de
misericordia!
Ciertamente que el
Arcángel San Rafael está dispuesto a
asistirnos en todo momento y circunstancia. Pero hay algo
muy
importante todavía que señalar: Él necesita nuestra
cooperación y
nuestra docilidad a sus consejos y a su accionar. En esto
tenemos
que tomar como modelo a Tobías que hizo cada una de las
cosas
que le indicó el Arcángel: su docilidad y obediencia fue
total y
absoluta. No le puso ningún obstáculo. El Señor en su Divina
Providencia nos coloca distintos medios y personas para
ayudarnos
en la vida presente y guiarnos a la Patria Celestial:
Arcángeles,
Ángeles Custodios, Obispos, Sacerdotes y tantos otros
instrumentos de los que se vale que llevarnos a la Vida
Eterna.
Todos ellos nos prestan su auxilio, pero es indispensable
que
seamos dóciles a sus indicaciones para llegar a la meta, que
es el
Cielo, sanos y salvos como llegó Tobías con la ayuda de San
Rafael. Hermosamente San Agustín decía: “El que te hizo sin
tí, no
63
te salvará sin tí”, es decir, Aquél que nos hizo sin nuestra
colaboración, no nos salvará sin nuestra cooperación,
obediencia y
docilidad. Que el ejemplo de docilidad y obediencia de
Tobías a las
instrucciones de San Rafael Arcángel, nos sirvan de modelo
de
cómo debemos estar sujetos a la acción divina para llegar a
la
Eterna Bienaventuranza.
10. TOBIT, MUERE EN LOS BRAZOS DE DIOS
Tobit, se nos presentado como modelo de vida santa y, al
mismo tiempo, como ejemplo de cómo se debe morir para
presentarse dignamente ante el Señor. En efecto, hemos visto
a lo
largo de estas meditaciones que su vida tenía por centro y
cumbre a
Dios (Tob 1,12), que le ofrecía su culto participando en las
celebraciones litúrgicas (Tob 1,6), cantándole sus alabanzas
con
todo su corazón (Tob 13), también tuvimos oportunidad de
meditar
en que su amor a Dios lo manifestaba en el amor al prójimo
practicando las obras de misericordia corporales y
espirituales, ya
sea, haciendo limosnas, dando de comer a los hambrientos,
vistiendo a los desnudos, dando sepultura a los difuntos
(Tob 1,16-
17), o bien, profiriendo valiosos consejos (Tob 4). También
meditamos sobre su fidelidad al Señor en medio de las
pruebas
(Tob 2,9-10). En fin, podemos resumir su santa vida con
aquella
frase inicial donde él mismo sintetiza: “…seguí los caminos
de la
verdad y la justicia todos los días de mi vida” (Tob 1,3).
Pero así como nos sirve de ejemplo su vida, no menos
aleccionadora es su muerte. Dice la Escritura, que… “cuando
estaba por morir, llamó a su hijo Tobías y a los hijos de
éste…” (Tob
14,3). Después de darles sabios consejos a modo de
testamento
64
espiritual, remató con aquellas hermosas palabras: “Ahora,
hijos
míos, yo les recomiendo que sirvan a Dios de verdad y que
hagan
lo que a Él le agrada. Manden a sus hijos que practiquen la
justicia
y la limosna, que se acuerden de Dios y bendigan de verdad
su
Nombre, siempre y con todas sus fuerzas… Entonces lo
tendieron
sobre su lecho, y él murió y fue enterrado honrosamente”
(Tob
14,8.11). Ciertamente que fue un momento doloroso para los
suyos,
pero...¡Qué hermoso morir de este modo! ¡Cuán edificante es
su
vida y también su muerte! Murió tal como vivió: en Dios.
Normalmente suele ser así: tal como se vive, así se muere.
Dice el
salmo: ¡Preciosa es a los ojos del Señor la muerte de sus
santos!
(Sal 116,15). Ciertamente que la muerte de Tobit habrá sido
preciosa a los ojos del Señor, Quien lo habrá recibido en
sus brazos
para darle el descanso eterno merecido por todas sus fatigas
y por
su vida santa.
¡Qué bueno si tomáramos como ejemplo la vida y la muerte
de Tobit! Con frecuencia no vivimos bien nuestra vida cristiana
o no
la asumimos con seriedad y, a veces, también nos olvidamos
que
tenemos que prepararnos para presentarnos ante Dios y darle
cuenta de nuestros pensamientos, palabras, obras y
omisiones.
Podemos aplicar a la muerte aquellas palabras que Jesús dijo
sobre
su Segunda Venida: “Estén preparados, porque no saben ni el
día
ni la hora” (S. Mt. 24,44.50). Sabemos con certeza que la
muerte
vendrá, pero no sabemos ni el día ni la hora, es por eso,
que
debemos estar preparados a cada momento para presentarnos
ante
Dios. Quizá estas palabras suenen un poco amenazantes, pero
si
cada día vivimos como el Señor quiere; si vivimos en gracia
recibiendo sus sacramentos y cumpliendo sus divinos
mandamientos “…amando al Señor, nuestro Dios, con todo el
65
corazón, con toda el alma y con todas las fuerzas…” (Deut.
6,5), si
aspiramos a la santidad y tratamos de corregir nuestros
defectos, si
cada día seguimos, al igual que Tobit, los caminos de la
verdad y la
justicia es el mejor modo de prepararnos para cuando el
Señor nos
quiera llamar a su presencia sin sentir ningún tipo de
temor.
Que el ejemplo de Tobit y de Todos los Santos nos estimulen
para vivir según Dios cada día y, así, ser recibidos algún
día en las
Moradas Eternas cuando el Señor lo disponga.
D) CONCLUSIÓN: LA FAMILIA EN EL PLAN DE
DIOS; METAS Y DESAFÍOS ACTUALES
Hemos meditado en la hermosa y edificante historia de Tobit,
en sus virtudes y enseñanzas, cómo Dios era el centro de su
vida
uniéndose a Él en una profunda vida de oración, en su amor a
la
Palabra de Dios, las pruebas por las que tuvo que atravesar,
cómo
se preocupó de transmitir a su hijo la fe educándolo según
los
sapientísimos designios de Dios, y tantas cosas más. Pero
todo
esto se da en un entorno de una familia constituida sobre el
sólido
fundamente de una profunda fe en Dios. En este sentido, la
Iglesia
enseña que la familia es uno de los bienes más preciosos de
la
humanidad. El motivo de ello es porque se trata de un don
que
forma parte del plan de Dios para que todas las personas
puedan
nacer y desarrollarse en una comunidad de amor, ser buenos
hijos
de Dios en este mundo y participar en la vida futura en el
Cielo:
Dios ha querido que los hombres, formando la familia,
colaboren
con Él en esa tarea. En la Sagrada Escritura se puede
observar el
plan de Dios sobre ella. En el libro del Génesis se narra la
creación
66
del primer hombre y de la primera mujer: Dios los creó a su
imagen
y semejanza; los hizo varón y mujer, los bendijo y les mandó
crecer
y multiplicarse para poblar la tierra (Gén 1,27-28). Y para
que esto
fuera posible de un modo verdaderamente humano, mandó que
ellos se unieran para formar una comunidad de vida y amor
que es
el matrimonio (Gén 2,19-24). De este modo, cuando las
familias se
forman según la voluntad de Dios, son fuertes, sanas y
felices,
hacen posible la promoción humana y espiritual de sus
miembros
contribuyendo a la renovación de toda la sociedad y de la
misma
Iglesia. Ésta, ofrece su ayuda a todos los hombres
recordándoles
cuál es el designio de Dios sobre la familia y el
matrimonio.
Solamente con la ayuda de la gracia de Dios y viviendo de
verdad el
Evangelio, es posible realizar plenamente el proyecto de
Dios sobre
el matrimonio y la familia. A los católicos corresponde de
modo
especial comprender y dar testimonio de las enseñanzas de
Jesucristo en este campo.
Muchas veces
observamos familias rotas, con dificultades o
que se les hace difícil cumplir la Voluntad de Dios: la
Sagrada
Escritura nos enseña que Adán y Eva pecaron desobedeciendo a
Dios y desde entonces todos los hombres nacen con el pecado
original (Gén 3,1-7). Este pecado y, los que comete cada
persona,
hacen difícil conocer y cumplir la voluntad de Dios sobre el
matrimonio. Por eso Jesucristo quiso venir al mundo: para
redimirnos del pecado y para que pudiéramos vivir como hijos
de
Dios en esta vida y alcanzar el Cielo. Hace falta la luz del
Evangelio
y la gracia de Cristo para devolverle al hombre, y también
al
matrimonio y a la familia, su bondad y belleza originales.
Cuando la
infidelidad, el egoísmo y la irresponsabilidad de los padres
respecto
67
a los hijos son las normas de conducta, toda la sociedad se
ve
afectada por la corrupción, por la deshonestidad de
costumbres y
por la violencia. En las últimas décadas han habido cambios
culturales que han influido fuertemente en el concepto
tradicional de
la familia. Sin embargo, la familia es una institución
natural dotada
de una extraordinaria vitalidad, con gran capacidad de
reacción y
defensa. Por ello, es preciso que en el seno de las familias
se
promueva cada vez más una conciencia de las
responsabilidades
personales de sus integrantes; el deseo de que las
relaciones entre
los esposos y de los padres con los hijos sean virtuosas;
una actitud
más atenta a la paternidad y maternidad responsables; un
mayor
cuidado en la educación de los hijos; una mayor preocupación
de
las familias para relacionarse y ayudarse entre sí. Esto
servirá para
contrarrestar los elementos negativos que tratan de influir
a
nuestras familias. Realmente estos elementos negativos son
muchos, pero señalemos algunos: una equivocada concepción de
la
independencia de los esposos; defectos en el concepto y
ejercicio
de la autoridad y la relación entre padres e hijos;
dificultades para
que la familia transmita los valores humanos y cristianos;
creciente
número de divorcios y de uniones no matrimoniales; el
recurso fácil
a la esterilización, al aborto y la extensión de una
mentalidad
antinatalista muy difundida entre los matrimonios;
condiciones
morales de miseria, inseguridad y materialismo; la
emergencia
silenciosa de gran número de niños de la calle, muchas veces
fruto
de la irresponsabilidad o de la incapacidad educativa de sus
padres;
gran cantidad de personas abandonadas por falta de familia
estable
y solidaria, y, también, la promoción de leyes disolventes
sobre el
concepto de familia. Para que no prevalezcan estos signos
negativos, la única solución verdaderamente eficaz es que
cada
68
hombre y cada mujer se esfuercen por vivir en sus familias
las
enseñanzas del Evangelio con autenticidad. El sentido
cristiano de
la vida hará que siempre prevalezcan los signos positivos
sobre los
negativos, aunque estos nunca falten. Además, siempre han
habido
y hay buenos ejemplos que imitar. Es más, Jesucristo nació
en una
familia ejemplar, sus padres fueron S. José y la Virgen. Les
obedeció en todo y aprendió de ellos a crecer como verdadero
hombre (Lc 2,51-52). Así pues, la familia de Cristo es ejemplo
y
modelo para todas las familias de todas las épocas y
culturas,
porque el único modo de conseguir la realización personal y
la de
los seres amados es crear un hogar en donde la ternura, el
respeto,
la fidelidad, el trabajo, el servicio desinteresado sean
normas de
vida. Cada hombre es responsable de una manera u otra de la
sociedad en que vive, y por tanto de la institución
familiar, que es su
fundamento. Los casados, deben conseguir que la familia que
han
formado sea según el designio de Dios; los que permanecen
solteros, deben cuidar de aquella en que nacieron. Los
jóvenes y
adolescentes tienen una particular responsabilidad:
prepararse para
construir establemente su futura familia. No hay soluciones
mágicas: sólo el amor a los ideales que nos ha trazado el
Señor nos
dará la realización personal y familiar en esta vida y luego
la eterna
bienaventuranza. Que la familia de Tobit, destello de lo que
fue la
Sagrada Familia de Nazaret, culmen, modelo y plenitud de
toda
familia Cristiana, nos ayuden a asumir los compromisos para
formar
personas que alcancen su madurez y felicidad en la presente
vida y
luego, lleguen a formar parte de la gran Familia del Cielo.