LIBRO DE TOBIAS (TOBIT)

 Libro de Tobías

 

Este libro, es uno de los más instructivos y bellos del Antiguo

Testamento. Por narrar la historia de Tobit, de la tribu de Neftalí, y

de su hijo, Tobías, se denomina así: Libro de Tobías, en honor a su

protagonista y a su hijo, quien lleva el mismo nombre de su padre

ya que en hebreo ambos apelativos tienen la misma raíz y significan

“Dios es bueno”, lo cual ya nos anticipa la finalidad del escrito:

mostrar la bondad de Dios para con los hombres.

Contexto

Los hechos de esta obra se enmarcan en la época en la cual

una parte del pueblo de Israel, perteneciente a las tribus del Norte,

fue deportada a Asiria en el año 721 a.C. Los cautivos se

establecieron en distintos distritos; en lo civil vivían según sus

costumbres patrias pero tuvieron que sufrir todo tipo de maltratos y

opresiones. De modo particular, no les estaba permitido el ejercicio

público de su religión ni el consuelo de escuchar la Palabra de Dios

por ministerio de sus sacerdotes y profetas. Pero en medio de esta

desgracia, que sus culpas habían merecido, Dios les dio pruebas de

su amorosa Providencia. Una de las más hermosas la hallamos en

la ejemplar y encantadora historia de Tobit.

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Argumento y división del libro

El relato gira en torno a la vida, sufrimientos y la milagrosa

curación del piadoso Tobit que aparece cautivo en Nínive, capital de

Asiria. A su vez, la narración se entreteje con la historia de la

desafortunada Sara, afligida con la muerte de sus esposos.

 

El libro se puede dividir en tres partes:

1. Virtudes y aflicciones de Tobit y Sara (1,1- 3,16).

2. Se presenta la figura del Arcángel San Rafael, enviado por

Dios para ser compañero de viaje de Tobías y ejerciendo

su ministerio de ser ‘Medicina de Dios’ (3,17- 12,22).

3. Epílogo que comprende el cántico del anciano Tobit y la

felicidad colmada de toda su familia (13,1-14,15).

Autor del libro

 Si bien hay diversidad de opiniones al respecto, hay motivos

para afirmar que los autores fueron Tobit padre y su mismo hijo ya

que el mismo Arcángel San Rafael les manda: “Pongan por escrito

todo lo que les ha sucedido” (12,20). En este sentido, el padre

cumple con esa orden, en cuanto que los tres primeros capítulos él

mismo habla en primera persona y los restantes capítulos los

redactaría su hijo, máxime si tenemos en cuenta que el escritor

conoce todos los hechos narrados, hasta en sus mínimos detalles.

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Enseñanzas

El Libro de Tobías es una deliciosa historia, de esas que la

delicadeza de Dios parece haber puesto como cebo para

encariñarnos con la lectura de la Sagrada Biblia, río de la gracia

divina, que procede del Trono de Dios y del Cordero (Apocalipsis

22,1), como la llama el Papa Benedicto XV, siguiendo a San

Jerónimo.

El escrito, en realidad, nos transmite muchas enseñanzas. La

primera de ellas es resaltar la Providencia divina, particularmente,

en favor de los fieles que observan su ley. Su presencia amorosa

los acompaña, los sostiene durante sus sufrimientos y los libera de

ellos transformando sus males en toda clase de bienes, aún

temporales, cuando dan prueba de constancia y fidelidad.

 La segunda enseñanza es presentar un “perfecto modelo de

vida familiar”. Con toda razón se lo ha llamado el “Manual de la

familia cristiana”. En efecto, el ejemplo del joven Tobías muestra

cómo deben contraerse y celebrarse los matrimonios para ser

agradables a Dios: es el manual elemental de los esposos que

quieren formar un hogar conforme a las leyes de Dios y de la Iglesia

y marchar valientemente sin temer las pruebas, a veces muy

difíciles, de la vida.

Otros aspectos que se quieren resaltar en la obra son:

exhortar a la práctica de las obras de misericordia: dar limosna,

enterrar a los difuntos, dar de comer al hambriento, vestir al

desnudo, dar buen consejo a quien lo necesita, etc.; además,

enseña a confiar en la eficacia de la oración del justo que sufre; a

estimular a los padres a creer y amar entrañablemente a Dios y a

sus hijos y a transmitirles estos esos valores educándolos según los

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Mandamientos del Señor; también muestra los deberes de los hijos

para con sus padres y de cada uno hacia el prójimo; por otra parte,

presenta el modelo de armonía y dulzura que debe reinar en el trato

entre las distintas familias de los novios; ilustra acerca de la

existencia y la obra de los ángeles buenos y malos en el mundo: en

este sentido, resalta la figura del gran Arcángel San Rafael como

acompañante y guía de los peregrinos procurándole bienes

celestiales y consuelos en el ejercicio de su misión de ser “Medicina

de Dios”. En definitiva, esta obra deja a cada paso un sinnúmero de

enseñanzas, valores y ejemplos edificantes personificados en las

figuras de los protagonistas.

El libro de Tobías, anticipo del Nuevo Testamento

 Podemos decir que este escrito, es un ‘anticipo del Nuevo

Testamento’ en muchos elementos. En efecto, esto se observa en

distintos aspectos que presenta esta obra: en su doctrina y en la

persona del Arcángel San Rafael.

 En cuanto a la doctrina, hay un permanente llamado a la

conversión de vida (particularmente el cap. 13) para enderezarla

hacia Dios. Este llamamiento será central en la espiritualidad del

Nuevo Testamento (S. Mc. 1,3.15). También los sabios consejos de

Tobit a su hijo (cap. 4) son un anticipo a la doctrina

neotestamentaria; en este sentido, las exhortaciones del padre

culminan con aquella frase: “No hagas a otro lo que a ti no te

agrada” (4,15): este precepto será sublimado por Jesús, en sentido

positivo, como la ‘regla de oro’ de la caridad (S. Mt. 7,12). También

el libro muestra cuáles son las obras que el hombre debe realizar

para agradar a Dios: oración, ayuno y limosna; dichas obras serán

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proclamadas por Jesús con toda claridad en el Sermón del Monte

(S. Mt. 6), cumbre de la espiritualidad cristiana y que la Iglesia

propone como las prácticas propias del tiempo de Cuaresma,

tiempo de conversión, para poder agradar a Dios. Finalmente, se

muestra el ejemplo de Tobit realizando las obras de misericordia;

esta enseñanza será parte fundamental en las instrucciones del

Divino Maestro a tal punto que Él condicionará la obtención de la

vida eterna a aquellos que las practiquen (S. Mt. 25,31-46).

 En cuanto a la persona del Arcángel San Rafael, también hay

algunos elementos que anticipan y preparan las realidades del

Nuevo Testamento. En efecto, el hecho que aparezca el Santo

Arcángel bajo aspecto humano, en cierto sentido, simboliza ya la

Encarnación del Hijo de Dios que “tomó nuestra humanidad para

hacernos partícipes de su divinidad” (Misal Romano). Asimismo, al

curar milagrosamente a Tobit y al expulsar al demonio, es signo

anticipado de Nuestro Señor, que en cumplimiento de su misión

divina, sanaba a los enfermos y expulsaba los demonios

“…tomando nuestras enfermedades y cargando nuestras dolencias”

(S. Mt. 8,17). En este sentido, en la figura de San Rafael, “Medicina

de Dios” se puede entrever a Jesucristo, “plenitud de la Medicina de

Dios”. Además, así como el Arcángel se hizo compañero de camino

de Tobías y al final del camino curó la ceguera de su padre y se

reveló a sí mismo dándose a conocer ante la admiración de estos,

de manera similar Jesús se hizo compañero de camino de los

discípulos de Emaús, curando su ceguera espiritual, y al llegar a

destino se manifestó a ellos que lo reconocieron al partir el pan (S.

Lc. 24,13-35). Finalmente, así como el Arcángel después de

culminar su misión en la tierra manifestó: “Ahora subo a Aquel que

me envió…Y en seguida se elevó” (12,20), también Nuestro Señor,

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Quien una vez terminada su misión en la tierra, “…sabiendo que

había salido de Dios y a Él volvía…” (S. Jn. 13,3), “…fue arrebatado

a la vista de ellos, y una nube le sustrajo a sus ojos” (Hch. 1,9).

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B) TEXTO DEL LIBRO DE TOBÍAS

Tobías, 1

1. Libro de los hechos de Tobit, hijo de Tobiel, hijo de Ananiel, hijo

de Aduel, hijo de Gabael, hijo de Rafael, hijo de Ragüel, de la

descendencia de Asiel, de la tribu de Neftalí.

2. En tiempos de Salmanasar, rey de Asiria, Tobit fue deportado de

Tisbé, que está al sur de Cades de Neftalí, en la Alta Galilea, más

arriba de Hasor, hacia el oeste, y al norte de Sefet.

3. Yo, Tobit, seguí los caminos de la verdad y de la justicia todos los

días de mi vida. Hice muchas limosnas a mis hermanos y a mis

compatriotas deportados conmigo a Nínive, en el país de los

Asirios.

4. Cuando yo era joven y vivía en mi país, en la tierra de Israel, toda

la tribu de mi antepasado Neftalí se había separado de la casa de

David y de Jerusalén, la ciudad elegida entre todas las tribus de

Israel para ofrecer sacrificios, donde se había edificado y

consagrado para todas las generaciones futuras el Templo en el

que habita Dios.

5. Todos mis hermanos y la familia de Neftalí, ofrecían sacrificios

sobre todas las montañas de Galilea al ternero que Jeroboám, rey

de Israel, había hecho en Dan.

6. Muchas veces yo era el único que iba en peregrinación a

Jerusalén, conforme a la prescripción que obliga para siempre a

todo Israel. Me apresuraba a llevar a Jerusalén las primicias de los

frutos y de los animales, el diezmo del ganado y las primicias de la

esquila de las ovejas.

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7. Entregaba todo eso a los sacerdotes, hijos de Aarón, para los

sacrificios del altar. A los levitas que cumplían sus funciones en

Jerusalén, les entregaba el diezmo del vino y del trigo, del olivo, de

las granadas y de los otros frutos. Cambiaba por dinero el segundo

diezmo e iba a gastarlo cada año en Jerusalén.

8. El tercer diezmo lo daba a los huérfanos, a las viudas y a los

prosélitos que vivían con los israelitas: lo repartía cada tres años, y

lo comíamos, siguiendo las prescripciones de la Ley de Moisés y las

instrucciones de Débora, madre de nuestro antepasado Ananiel,

porque mi padre había muerto, dejándome huérfano.

9. Cuando me hice hombre, me casé con una mujer de la

descendencia de nuestros padres que se llamaba Ana, y de ella

tuve un hijo, al que llamé Tobías.

10. Después que me deportaron a Asiria y fui llevado cautivo, llegué

a Nínive. Todos mis hermanos y mis compatriotas comían de los

manjares de los paganos.

11. Pero yo me cuidaba muy bien de comer esos manjares.

12. Y como me acordaba de mi Dios de todo corazón,

13. el Altísimo me concedió el favor de Salmanasar, y llegué a ser el

encargado de sus compras.

14. Yo iba a Media y hacía las compras, hasta que él murió. En una

ocasión, dejé en casa de Gabael, hermano de Gabrí, en el país de

los Medos, unas bolsas con diez talentos de plata.

15. Al morir Salmanasar, reinó en lugar de él su hijo Senaquerib.

Entonces se interrumpieron las comunicaciones con Media, y ya no

pude volver allí.

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16. En tiempos de Salmanasar, yo hacía muchas limosnas a mis

compatriotas.

17. Daba mi pan a los hambrientos, vestía a los que estaban

desnudos y enterraba a mis compatriotas, cuando veía que sus

cadáveres eran arrojados por encima de las murallas de Nínive.

18. También enterré a los que mandó matar Senaquerib cuando

tuvo que huir de Judea, después del castigo que le infligió el Rey

del Cielo por todas las blasfemias que había proferido. Lleno de

cólera, Senaquerib mató a muchos israelitas: yo ocultaba sus

cuerpos para enterrarlos, y aunque él los buscaba, no podía

encontrarlos.

19. Un ninivita informó al rey que era yo el que los enterraba

clandestinamente. Cuando supe que el rey estaba informado de eso

y que me buscaba para matarme, tuve miedo y me escapé.

20. Todos mis bienes fueron embargados y confiscados para el

tesoro real: no me quedó nada, excepto mi esposa Ana y mi hijo

Tobías.

21. Pero antes de cuarenta días, el rey fue asesinado por sus dos

hijos, que luego huyeron a los montes de Ararat. Su hijo Asaradón,

reinó en lugar de él y confió a Ajicar, hijo de mi hermano Anael, la

contabilidad y la administración general del reino.

22. Entonces Ajicar intercedió por mí y pude volver a Nínive. Bajo el

reinado de Senaquerib, rey de Asiria, él había sido copero mayor,

guardasellos, administrador y contador, y Asaradón lo confirmó en

esos cargos. Él pertenecía a mi familia, era mi sobrino.

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Tobías, 2

1. Durante el reinado de Asaradón regresé a mi casa y me

devolvieron a mi mujer Ana y a mi hijo Tobías. En nuestra fiesta de

Pentecostés, que es la santa fiesta de las siete Semanas, me

prepararon una buena comida y yo me dispuse a comer.

2. Cuando me encontré con la mesa llena de manjares, le dije a mi

hijo Tobías: "Hijo mío, ve a buscar entre nuestros hermanos

deportados en Nínive a algún pobre que se acuerde de todo

corazón del Señor, y tráelo para que comparta mi comida. Yo

esperaré hasta que tú vuelvas".

3. Tobías salió a buscar a un pobre entre nuestros hermanos, pero

regresó, diciéndome: "¡Padre!". Yo le pregunté: "¿Qué pasa, hijo?".

Y él agregó: "Padre, uno de nuestro pueblo ha sido asesinado: lo

acaban de estrangular en la plaza del mercado, y su cadáver está

tirado allí".

4. Entonces me levanté rápidamente y, sin probar la comida, fui a

retirar el cadáver de la plaza, y lo deposité en una habitación para

enterrarlo al atardecer.

5. Al volver, me lavé y me puse a comer muy apenado,

6. recordando las palabras del profeta Amós contra Betel: "Sus

fiestas se convertirán en duelo y todos sus cantos en

lamentaciones".

7. Y me puse a llorar. A la caída del sol, cavé una fosa y enterré el

cadáver.

8. Mis vecinos se burlaban de mí, diciendo: "¡Todavía no ha

escarmentado! Por este mismo motivo ya lo buscaron para matarlo.

¡Apenas pudo escapar, y ahora vuelve a enterrar a los muertos!".

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9. Aquella misma noche, después de bañarme, salí al patio y me

acosté a dormir junto a la pared, con la cara descubierta a causa del

calor.

10. Yo no sabía que arriba, en la pared, había unos gorriones; de

pronto, su estiércol caliente cayó sobre mis ojos, produciéndome

unas manchas blancas. Me hice atender por los médicos, pero

cuantos más remedios me aplicaban, menos veía a causa de las

manchas, hasta que me quedé completamente ciego. Así estuve

cuatro años privado de la vista, y todos mis parientes estaban

afligidos. Ajicar me proveyó de lo necesario durante dos años, hasta

que partió para Elimaida.

11. Desde ese momento, mi esposa Ana empezó a trabajar en

labores femeninas: hilaba lana,

12. enviaba el tejido a sus clientes y recibía el pago

correspondiente. Una vez, el siete del mes de Distros, terminó un

tejido y lo entregó a sus clientes. Estos le pagaron lo que

correspondía y, además, le regalaron un cabrito para comer.

13. Cuando entró en mi casa, el cabrito comenzó a balar. Yo llamé

a mi mujer y le pregunté: "¿De dónde salió este cabrito? ¿No habrá

sido robado? Devuélvelo a sus dueños, porque no podemos comer

nada robado".

14. Ella me respondió: "¡Pero si es un regalo que me han hecho,

además del pago!". Yo no le creí e insistía en que lo devolviera a

sus dueños, llegando a enojarme con ella por este asunto. Entonces

ella me replicó: "¿Para qué te sirvieron tus limosnas y tus obras de

justicia? ¡Ahora se ve bien claro!".

14

Tobías, 3

1. Con el alma llena de aflicción, suspirando y llorando, comencé a

orar y a lamentarme, diciendo:

2. "Tú eres justo, Señor, y todas tus obras son justas. Todos tus

caminos son fidelidad y verdad, y eres tú el que juzgas al mundo.

3. Y ahora, Señor, acuérdate de mí y mírame; no me castigues por

mis pecados y mis errores, ni por los que mis padres cometieron

delante de ti.

4. Ellos desoyeron tus mandamientos y tú nos entregaste al saqueo,

al cautiverio y a la muerte, exponiéndonos a las burlas, a las

habladurías y al escarnio de las naciones donde nos has

dispersado.

5. Sí, todos tus juicios son verdaderos, cuando me tratas así por mis

pecados, ya que no hemos cumplido tus mandamientos ni hemos

caminado en la verdad delante de ti.

6. Trátame ahora como mejor te parezca: retírame el aliento de

vida, para que yo desaparezca de la tierra y quede reducido a

polvo. Más me vale morir que vivir, porque he escuchado reproches

injustos y estoy agobiado por la tristeza. Líbrame, Señor, de tanta

opresión, déjame partir hacia la morada eterna y no apartes de mí

tu rostro, Señor. Es preferible para mí la muerte, antes que ver tanta

opresión en mi vida y seguir escuchando insultos".

7. Ese mismo día sucedió que Sara, hija de Ragüel, que vivía en

Ecbátana, en Media, fue insultada por una de las esclavas de su

padre.

8. Porque Sara se había casado siete veces, pero el malvado

demonio Asmodeo había matado a sus maridos, uno después de

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otro, antes de que tuvieran relaciones con ella. La esclava le dijo:

"¡Eres tú la que matas a tus maridos! ¡Te has casado con siete y ni

uno solo te ha dado su nombre!

9. Que tus maridos hayan muerto no es razón para que nos

castigues. ¡Ve a reunirte con ellos y que jamás veamos ni a un hijo

ni a una hija tuyos!".

10. Aquel día, Sara se entristeció mucho, se puso a llorar y subió a

la habitación de su padre, con la intención de ahorcarse. Pero luego

pensó: "¿Y si esto da motivo a que insulten a mi padre y le digan:

‘Tú no tenías más que una hija querida, y ella se ha ahorcado por

sus desgracias’? No quiero que por culpa mía mi anciano padre

baje a la tumba lleno de tristeza. Mejor será que no me ahorque,

sino que pida al Señor que me haga morir. Así no oiré más insultos

en mi vida".

11. Entonces, extendiendo los brazos hacia la ventana, Sara oró de

este modo: "¡Bendito seas, Dios misericordioso, y bendito sea tu

Nombre para siempre! ¡Que todas tus obras te bendigan

eternamente!

12. Ahora yo elevo mi rostro y mis ojos hacia ti.

13. ¡Líbrame de esta tierra, para que no oiga más insultos!

14. Tú sabes, Señor, que yo he permanecido pura, porque ningún

hombre me ha tocado;

15. no he manchado mi nombre ni el nombre de mi padre, en el país

de mi destierro. Soy la única hija de mi padre; él no tiene otro hijo

que sea su heredero, ni tiene hermanos ni pariente cercano a quien

darme como esposa. Ya he perdido siete maridos, ¿por qué debo

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vivir todavía? Si no quieres hacerme morir, Señor, mírame y

compadécete de mí, para que no tenga que oír más insultos".

16. A un mismo tiempo, fueron acogidas favorablemente ante la

gloria de Dios las plegarias de Tobit y de Sara,

17. y fue enviado Rafael para curar a los dos: para quitar las

manchas blancas de los ojos de Tobit, a fin de que viera con ellos la

luz de Dios, y para dar a Sara, hija de Ragüel, como esposa a

Tobías, hijo de Tobit, librándola del malvado demonio Asmodeo.

Porque Tobías tenía derecho a ser su esposo, antes que todos los

demás pretendientes. En aquel mismo momento, Tobit volvía del

patio al interior de su casa, y Sara, hija de Ragüel, bajaba de la

habitación alta.

Tobías, 4

1. Aquel día, Tobit se acordó del dinero que había dejado en

depósito a Gabael, en Ragués de Media,

2. y pensó: "Ya que he pedido la muerte, haría bien en llamar a mi

hijo Tobías para hablarle de ese dinero antes de morir".

3. Entonces llamó a su hijo Tobías y, cuando este se presentó, le

dijo: "Entiérrame dignamente. Honra a tu madre, y no la abandones

ningún día de su vida. Trata de complacerla y no la entristezcas.

4. Acuérdate, hijo mío, de todos los peligros a que estuvo expuesta

por tu causa, mientras te llevaba en su seno. Y cuando muera,

entiérrala junto a mí en la misma tumba.

5. Acuérdate del Señor todos los días de tu vida, hijo mío, y no

peques deliberadamente ni quebrantes sus mandamientos. Realiza

obras de justicia todos los días de tu vida y no sigas los caminos de

la injusticia.

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6. Porque si vives conforme a la verdad, te irá bien en todas tus

obras

7. como a todos los que practican la justicia. Da limosna de tus

bienes y no lo hagas de mala gana. No apartes tu rostro del pobre y

el Señor no apartará su rostro de ti.

8. Da limosna según la medida de tus posibilidades: si tienes poco,

no temas dar de lo poco que tienes.

9. Así acumularás un buen tesoro para el día de la necesidad.

10. Porque la limosna libra de la muerte e impide caer en las

tinieblas:

11. la limosna es, para todos los que la hacen, una ofrenda valiosa

a los ojos del Altísimo.

12. Cuídate, hijo mío, de toda unión ilegítima y, sobre todo, elige

una mujer del linaje de tus padres. No tomes por esposa a una

extranjera, que no pertenezca a la tribu de tu padre, porque

nosotros somos hijos de profetas. Acuérdate, hijo mío, de Noé, de

Abraham, de Isaac y de Jacob, nuestros antiguos padres: ellos

eligieron sus esposas entre las mujeres de sus parientes. Por eso

fueron bendecidos en sus hijos y su descendencia poseerá la tierra

en herencia.

13. Por lo tanto, hijo mío, prefiere a tus hermanos; no te muestres

orgulloso con los hijos y las hijas de tu pueblo, rehusando tomar una

esposa entre ellos. Porque el orgullo acarrea la ruina y un gran

desorden, y la ociosidad lleva a la decadencia y a la miseria; ella es,

en efecto, madre de la penuria.

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14. No retengas hasta el día siguiente el salario de un trabajador;

retribúyele inmediatamente y, si sirves a Dios, él te lo retribuirá. Hijo

mío, vigila todas tus acciones y muéstrate siempre bien educado.

15. No hagas a nadie lo que no te agrada a ti. No bebas hasta

embriagarte y que la embriaguez no te acompañe en el camino.

16. Comparte tu pan con los que tienen hambre y tus vestidos con

los que están desnudos. Da limosna de todo lo que te sobra y no lo

hagas de mala gana.

17. Ofrece tu pan sobre la tumba de los justos, pero no lo des a los

pecadores.

18. Pide consejo a las personas sensatas y no desprecies un buen

consejo.

19. En cualquier circunstancia bendice al Señor, tu Dios; pídele que

dirija tus pasos y que todos tus caminos y todos tus proyectos

lleguen a feliz término. Porque ningún pueblo posee la sabiduría,

sino que es el Señor el que da todos los bienes: él humilla a quien

quiere, hasta lo más profundo del Abismo. Hijo mío, acuérdate de

estos preceptos, y que nunca se borren de tu corazón.

20. Y ahora, quiero hacerte saber que yo dejé en depósito a

Gabael, hijo de Gabrí, en Ragués de Media, diez talentos de plata.

21. No te preocupes de que nos hayamos empobrecido. Tú tienes

una riqueza muy grande si temes a Dios, si evitas cualquier pecado

y si haces lo que agrada al Señor, tu Dios".

Tobías, 5

1. Entonces Tobías respondió a su padre Tobit: "Yo haré, padre,

todo lo que me has ordenado.

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2. Pero ¿cómo podré recuperar ese dinero que tiene Gabael? Él no

me conoce a mí ni yo a él. ¿Qué señal le daré para que me

reconozca, me crea y me entregue el dinero? Además, no sé qué

camino hay que tomar para ir a Media".

3. Tobit le dijo: "Él me dio un recibo y yo le di otro; lo dividí en dos

partes, cada uno tomó la suya y yo puse mi parte con el dinero. Ya

hace veinte años que deposité esa suma. Ahora, hijo mío, busca

una persona de confianza para que te acompañe; le pagaremos un

sueldo hasta que vuelvas. Ve entonces a recuperar ese dinero".

4. Tobías salió a buscar un buen guía, que conociera el camino

para ir con él a Media. Afuera encontró al ángel Rafael, que estaba

de pie frente a él y, sin sospechar que era un ángel de Dios,

5. le preguntó: "¿De dónde eres, amigo?". El ángel le respondió:

"Soy uno de tus hermanos israelitas, y he venido a buscar trabajo

por aquí". Tobías le dijo: "¿Conoces el camino para ir a Media?".

6. "¡Por supuesto!, le respondió el ángel. He estado allí muchas

veces y conozco todos los caminos de memoria. He ido

frecuentemente a Media y me he alojado en casa de Gabael, uno

de nuestros hermanos, que vive en Ragués de Media. Hay dos días

de camino desde Ecbátana hasta Ragués, porque Ragués está

situada en la montaña y Ecbátana en medio de la llanura".

7. Tobías le dijo: "Espérame, amigo, mientras voy a avisar a mi

padre, porque necesito que vengas conmigo. Yo te pagaré tu

sueldo".

8. El ángel le respondió: "Te espero aquí, pero no tardes".

9. Tobías entró a avisar a su padre que había encontrado a uno de

sus hermanos israelitas. Y Tobit le dijo: "Preséntamelo, para que yo

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sepa a qué familia y a qué tribu pertenece. Quiero saber si se puede

confiar en él para que te acompañe". Tobías salió a llamarlo y le

dijo: "Amigo, mi padre te llama".

10. El ángel entró en la casa, Tobit lo saludó primero y aquel le

respondió: "Mis parabienes, hermano". Pero Tobit le dijo: "¿Qué

alegría puedo tener? Estoy ciego, no veo más la luz del sol y me

encuentro sumergido en la oscuridad, como los muertos que ya no

contemplan la luz. Estoy enterrado en vida; oigo la voz de los

hombres, pero no los veo". El ángel le dijo: "¡Ánimo! Dios te curará

pronto". Tobit añadió: "Mi hijo Tobías desea ir a Media. ¿Podrías tú

acompañarlo como guía? Yo te pagaré un sueldo, hermano". El

ángel le respondió: "Estoy dispuesto a acompañarlo. Conozco todos

los caminos; he ido varias veces a Media, he atravesado todas sus

llanuras y conozco muy bien los senderos de sus montañas".

11. Tobit le preguntó: "¿Quieres decirme, hermano, de qué familia y

de qué tribu eres?".

12. "¿Qué importa mi tribu?", le dijo el ángel. Tobit insistió: "Quiero

saber con seguridad de quién eres hijo y cómo te llamas".

13. El ángel le respondió: "Yo soy Azarías, hijo de Ananías el

Grande, uno de tus hermanos".

14. Tobit le dijo: "¡Bienvenido, hermano, y salud! No tomes a mal

que haya querido conocer la verdad acerca de tu familia. Por lo

visto, eres un hermano de respetable y noble origen. Conozco a

Ananías y a Natán, los dos hijos de Semeías el Grande. Ellos me

acompañaban a Jerusalén; allí adoraban junto conmigo, y nunca se

apartaron del buen camino. Tus hermanos son hombres de bien y tú

eres de buena estirpe. ¡Sé bienvenido!".

21

15. Luego siguió diciendo: "Te pagaré como sueldo una dracma

diaria, y tendrás todo lo que necesites, lo mismo que mi hijo.

16. Acompáñalo, y yo te daré un sobresueldo". El ángel respondió:

"Sí, iré con él, no tengas miedo. Volveremos tan bien como hemos

salido, porque el camino es seguro".

17. Tobit exclamó: "¡Bendito seas, hermano!". Después llamó a su

hijo y le dijo: "Hijo mío, prepara lo necesario para el viaje y parte con

tu hermano. El Dios que está en el cielo los proteja y los haga volver

a mi lado sanos y salvos. ¡Que su ángel los acompañe con su

protección, hijo mío!". Tobías salió para ponerse en camino, y

abrazó a su padre y a su madre. Tobit le dijo: "¡Buen viaje!".

18. Su madre se puso a llorar y dijo a Tobit: "¿Por qué has hecho

partir a mi hijo? ¿Acaso no es el bastón de nuestra mano, el que

guía nuestros pasos?

19. ¿Para qué acumular más dinero? No importa nada comparado

con nuestro hijo.

20. Con lo que el Señor nos daba para vivir ya teníamos bastante".

21. Tobit le respondió: "¡No pienses eso! Nuestro hijo se va muy

bien y volverá junto a nosotros con toda felicidad; tus propios ojos

verán el día en que regresará sano y salvo. No te preocupes ni

temas por ellos, hermana.

22. Un ángel bueno lo acompañará, él hará un buen viaje y volverá

sano". Y ella dejó de llorar.

Tobías, 6

1. El joven partió con el ángel, y el perro los seguía. Caminaron los

dos y, al llegar la primera noche, acamparon a orillas del río Tigris.

22

2. El joven bajó a lavarse los pies en el río, y de pronto saltó del

agua un gran pez que intentó devorarle el pie. El joven gritó,

3. pero el ángel le dijo: "¡Agárralo y no lo dejes escapar!". Entonces

él se apoderó del pez y lo sacó a tierra.

4. El ángel le dijo: "Ábrelo, sácale la hiel, el corazón y el hígado, y

colócalos aparte; luego tira las entrañas. Porque la hiel, el corazón y

el hígado son útiles como remedios".

5. El joven abrió el pez, y le sacó la hiel, el corazón y el hígado. Asó

una parte del pez y la comió, y guardó la otra parte después de

haberla salado.

6. Luego los dos juntos continuaron su camino hasta llegar cerca de

Media.

7. Entre tanto, el joven preguntó al ángel: "Hermano Azarías, ¿qué

clase de remedio hay en el corazón, en el hígado y en la hiel del

pez?".

8. El ángel le respondió: "Si se quema el corazón o el hígado del

pez delante de un hombre o de una mujer atacados por un demonio

o espíritu maligno, cesan los ataques y desaparecen para siempre.

9. En cuanto a la hiel, sirve para ungir los ojos afectados de

manchas blancas: basta con soplar sobre esas manchas para que

se curen".

10. Cuando entraron en Media y ya se acercaban a Ecbátana,

11. Rafael dijo al joven: "¡Hermano Tobías!". Este le preguntó:

"¿Qué quieres?". El ángel continuó: "Es necesario que pasemos

esta noche en casa de Ragüel; él es pariente tuyo y tiene una hija

que se llama Sara.

23

12. Ella es su única hija. Por ser tú el pariente más cercano, tienes

más derecho sobre ella que todos los demás, y es justo que recibas

la herencia de su padre. Es una joven seria, decidida y muy

hermosa, y su padre es una persona honrada".

13. Y añadió: "Tú tienes el derecho de casarte con ella. Escúchame,

hermano: esta misma noche, yo hablaré de ella a su padre para que

él la haga tu prometida; y cuando volvamos de Ragués,

celebraremos la boda. Yo sé que Ragüel no podría negártela ni

comprometerla con otro, sin hacerse reo de muerte, conforme a lo

prescrito en el Libro de Moisés. Él sabe, en efecto, que a ti te

corresponde tomar por esposa a su hija antes que cualquier otro.

Por eso, óyeme bien, hermano: esta noche, hablaremos de la joven

y la pediremos en matrimonio. Cuando volvamos de Ragués, la

tomaremos y la llevaremos con nosotros a tu casa".

14. Tobías dijo a Rafael: "Hermano Azarías, he oído decir que ella

se ha casado siete veces, y que todos sus maridos han muerto la

noche misma de la boda, apenas se acercaban a ella. También he

oído decir que es un demonio el que los mataba.

15. Yo tengo miedo, ya que a ella no le hace ningún mal, porque la

ama, pero mata a todo el que intenta tener relaciones con ella. Yo

soy hijo único, y si muero, mi padre y mi madre bajarán a la tumba

llenos de dolor por mi causa. Y ellos no tienen otro hijo que les dé

sepultura".

16. El ángel le dijo: "¿No recuerdas que tu padre te recomendó

casarte con una mujer de tu familia? Escúchame bien, hermano. No

te preocupes de ese demonio y cásate con ella. Estoy seguro de

que esta noche te la darán por esposa.

24

17. Pero eso sí, cuando entres en la habitación, toma una parte del

hígado y del corazón del pez, y colócalos sobre el brasero de los

perfumes. Entonces se extenderá el olor, y cuando el demonio lo

huela, huirá y nunca más aparecerá a su lado.

18. Antes de tener relaciones con ella, levántense primero los dos

para orar y supliquen al Señor del cielo que tenga misericordia de

ustedes y los salve. No tengas miedo, porque ella está destinada

para ti desde siempre y eres tú el que debe salvarla. Ella te seguirá,

y yo presiento que te dará hijos que serán para ti como hermanos.

No te preocupes".

19. Cuando Tobías oyó decir esto a Rafael y supo que Sara era

hermana suya, de la misma descendencia que la familia de su

padre, la amó intensamente y se enamoró de ella.

Tobías, 7

1. Cuando llegaron a Ecbátana, Tobías dijo: "Hermano Azarías,

llévame directamente a la casa de nuestro hermano Ragüel". El

ángel lo llevó y encontraron a Ragüel sentado a la puerta del patio.

Ellos lo saludaron primero, y él les respondió: "¡Salud, hermanos,

sean bienvenidos!". Y los hizo pasar a su casa.

2. Luego dijo a su mujer Edna: "¡Cómo se parece este joven a mi

hermano Tobit!".

3. Edna les preguntó: "¿De dónde son, hermanos?". Ellos les

respondieron: "Somos de los hijos de Neftalí deportados a Nínive".

4. "¿Conocen ustedes a nuestro hermano Tobit?", les dijo ella. "Sí,

lo conocemos", le respondieron. Ella les preguntó: "¿Cómo está?".

5. "Vive todavía y está bien", le dijeron. Y Tobías agregó: "Es mi

padre".

25

6. Ragüel se levantó de un salto, lo besó y lloró.

7. Después le dijo: "¡Bendito seas, hijo mío! Tienes un padre

excelente. Es una gran desgracia que un hombre tan justo y

generoso se haya quedado ciego". Y echándose al cuello de su

hermano Tobías, se puso a llorar.

8. También lloró su mujer Edna y su hija Sara.

9. Luego mataron un cordero del rebaño y los recibieron

cordialmente. Después de lavarse y bañarse, se pusieron a comer.

Entonces Tobías dijo a Rafael: "Hermano Azarías, dile a Ragüel

que me dé por esposa a mi hermana Sara".

10. Ragüel lo oyó y dijo al joven: "Come y bebe, y disfruta de esta

noche, porque nadie tiene más derecho que tú, hermano, a casarse

con mi hija Sara. Ni siquiera yo puedo dársela a otro, ya que tú eres

mi pariente más cercano. Pero ahora, hijo mío, te voy a hablar con

toda franqueza.

11. Ya se la he dado a siete de nuestros hermanos, y todos

murieron la primera noche que iban a tener relaciones con ella. Por

el momento, hijo mío, come y bebe; el Señor intervendrá en favor

de ustedes".

12. Pero Tobías le replicó: "No comeré ni beberé hasta que hayas

tomado una decisión sobre este asunto". Ragüel le respondió:

"¡Está bien! Ella te corresponde a ti según lo prescrito en la Ley de

Moisés, y el Cielo decreta que te sea dada. Recibe a tu hermana.

Desde ahora, tú eres su hermano y ella es tu hermana. A partir de

hoy, es tuya para siempre. Que el Señor los asista esta noche, hijo

mío, y les conceda su misericordia y su paz".

26

13. Ragüel hizo venir a su hija Sara. Cuando ella llegó, la tomó de la

mano y se la entregó a Tobías, diciendo: "Recíbela conforme a la

Ley y a lo que está prescrito en el Libro de Moisés, que mandan

dártela por esposa. Tómala y llévala sana y salva a la casa de tu

padre. ¡Que el Dios del cielo los conduzca en paz por el buen

camino!".

14. Después llamó a la madre y le pidió que trajera una hoja de

papiro. En ella redactó el contrato matrimonial, por el que entregaba

a su hija como esposa de Tobías, conforme a lo prescrito en la Ley

de Moisés. Después empezaron a comer y a beber.

15. Ragüel llamó a su esposa Edna y le dijo: "Hermana, prepara la

otra habitación, y llévala allí a Sara".

16. Ella fue a preparar la habitación, como se lo había dicho su

esposo, llevó allí a Sara y se puso a llorar. Luego enjugó sus

lágrimas y le dijo: "¡Ánimo, hija mía! ¡Que el Señor del cielo cambie

tu pena en alegría!". Y salió.

Tobías, 8

1. Cuando terminaron de comer y beber, decidieron ir a acostarse.

Acompañaron al joven y lo hicieron entrar en la habitación.

2. Entonces Tobías se acordó de los consejos de Rafael, sacó de

su bolsa el hígado y el corazón del pez y los colocó sobre el brasero

de los perfumes.

3. El olor del pez alejó al demonio y este huyó por el aire hacia las

regiones de Egipto. Rafael lo persiguió, lo sujetó y lo encadenó al

instante.

4. Mientras tanto, los padres habían salido de la habitación y

cerraron la puerta. Tobías se levantó de la cama y dijo a Sara:

27

"Levántate, hermana, y oremos para pedir al Señor que nos

manifieste su misericordia y su salvación".

5. Ella se levantó, y los dos se pusieron a orar para alcanzar la

salvación. Él comenzó así: "¡Bendito seas, Dios de nuestros padres,

y bendito sea tu Nombre por todos los siglos de los siglos! ¡Que te

bendigan los cielos y todas tus criaturas por todos los siglos!

6. Tú creaste a Adán e hiciste a Eva, su mujer, para que le sirviera

de ayuda y de apoyo, y de ellos dos nació el género humano. Tú

mismo dijiste: ‘No conviene que el hombre esté solo. Hagámosle

una ayuda semejante a él’.

7. Yo ahora tomo por esposa a esta hermana mía, no para

satisfacer una pasión desordenada, sino para constituir un

verdadero matrimonio. ¡Ten misericordia de ella y de mí, y

concédenos llegar juntos a la vejez!".

8. Ambos dijeron: "¡Amén, amén!",

9. y se acostaron a dormir. Cuando Ragüel se levantó, llamó a sus

servidores y fue con ellos a cavar una fosa.

10. Porque había pensado: "No sea que Tobías haya muerto y nos

expongamos a caer en el ridículo".

11. Apenas terminaron de cavar la fosa, Ragüel volvió a la casa,

llamó a su mujer

12. y le dijo: "Manda a una de las sirvientas a la habitación, para ver

si él está vivo. Así, si está muerto, lo enterraremos sin que nadie se

entere".

28

13. Mandaron adelante a la sirvienta, encendieron la lámpara y

abrieron la puerta. Ella entró y los encontró a los dos juntos,

profundamente dormidos.

14. Luego salió y les avisó: "Está vivo; no ha pasado nada malo".

15. Entonces Ragüel bendijo al Dios del cielo, diciendo: "¡Bendito

seas, Señor, con la más pura bendición! ¡Que te bendigan por todos

los siglos!

16. ¡Bendito seas por la alegría que me has dado! No ha sucedido

lo que yo temía, sino que nos has tratado según tu gran

misericordia.

17. ¡Bendito seas por haberte compadecido de estos dos hijos

únicos! ¡Manifiéstales, Señor, tu misericordia y tu salvación, y

concédeles una vida llena de alegría y de gracia!".

18. Después Ragüel ordenó a sus servidores que rellenaran la fosa,

antes que amaneciera.

19. Luego dijo a su mujer que hiciera una hornada de pan, y él fue

al establo, tomó dos bueyes y cuatro carneros, mandó cocinarlos y

comenzaron los preparativos.

20. Hizo llamar a Tobías y le dijo: "Durante catorce días no te

moverás de este lugar. Te quedarás aquí, comiendo y bebiendo

conmigo, y alegrando a mi hija que ha sufrido tanto.

21. Después tomarás la mitad de mis bienes y volverás sano y salvo

a la casa de tu padre. Cuando mi mujer y yo hayamos muerto,

también recibirás la otra mitad. ¡Ánimo, hijo mío! Yo soy tu padre y

Edna es tu madre. Desde ahora y para siempre, estamos unidos a ti

lo mismo que a tu hermano. ¡Ánimo, hijo mío!".

29

Tobías, 9

1. Entonces Tobías llamó a Rafael y le dijo:

2. "Hermano Azarías, toma contigo cuatro servidores y dos

camellos, y ve a Ragués.

3. Preséntate a Gabael, entrégale el recibo y ocúpate del dinero;

luego tráelo contigo a la boda.

4. Tú sabes que mi padre está contando los días. Si me demoro un

solo día más le dará un gran disgusto.

5. Por lo demás, conoces el juramento que hizo Ragüel, y yo no

puedo quebrantarlo". Rafael partió para Ragués de Media con los

cuatro servidores y los dos camellos, y se alojaron en la casa de

Gabael. Le presentó el recibo y le dio la noticia de que Tobías, hijo

de Tobit, se había casado y lo invitaba a la boda. Gabael contó en

seguida las bolsas de dinero con los sellos intactos y las cargaron

sobre los camellos.

6. Por la mañana temprano, partieron juntos para la boda. Al llegar

a la casa de Ragüel, encontraron a Tobías sentado a la mesa.

Tobías se levantó de un salto y lo saludó. Gabael lloró y lo bendijo

con estas palabras: "¡Qué hijo tan bueno de un padre excelente,

justo y generoso! Que el Señor te dé la bendición del Cielo a ti y a

tu mujer, a tu padre y a los padres de tu mujer. ¡Bendito sea Dios,

que me ha permitido ver el vivo retrato de mi primo Tobit!".

Tobías, 10

1. Mientras tanto, Tobit contaba uno por uno los días que debía

durar el viaje de ida y vuelta. Cuando se cumplió el plazo, sin que

su hijo hubiera vuelto,

30

2. pensó: "¿Lo habrán retenido allí? A lo mejor, ha muerto Gabael y

no hay nadie que le entregue el dinero".

3. Y comenzó a preocuparse.

4. Ana, su mujer, decía: "¡Mi hijo ha muerto, ya no está entre los

vivos!". Y se puso a llorar y a lamentarse por su hijo, diciendo:

5. "¡Qué desgracia, hijo mío! Yo te dejé ir, a ti, la luz de mis ojos!".

6. Tobit le decía: "¡Tranquilízate, hermana, no pienses eso! Él está

bien. Habrán tenido algún contratiempo. Su compañero es persona

de confianza, es uno de nuestros hermanos. No te preocupes por

él. Llegará de un momento a otro".

7. Pero ella replicaba: "Déjame, no trates de engañarme. Mi hijo ha

muerto". Y todos los días salía a mirar el camino por donde se había

ido su hijo, porque no se fiaba de nadie. Al caer la tarde, entraba en

su casa y pasaba las noches llorando y lamentándose sin poder

dormir. Cuando pasaron los catorce días de fiesta que Ragüel había

prometido celebrar en honor de su hija, Tobías fue a decirle:

"Déjame partir, porque seguramente mi padre y mi madre piensan

que ya no volverán a verme. Te ruego, padre, que me dejes volver a

la casa de mi padre. Ya te dije en qué estado lo dejé".

8. Ragüel respondió a Tobías: "Quédate conmigo, hijo mío. Yo

enviaré mensajeros a tu padre Tobit, para que le lleven noticias

tuyas".

9. Tobías insistió: "No, por favor. Déjame volver al lado de mi

padre".

31

10. Ragüel le entregó en seguida a Sara, con la mitad de todos sus

bienes en servidores y servidoras, en bueyes, carneros, asnos y

camellos, en vestidos, plata y utensilios.

11. Así los hizo partir contentos. Al despedirse de Tobías, le dijo:

"¡Salud, hijo mío, y buen viaje! ¡Que el Señor del Cielo los guíe, a ti

y a tu esposa Sara, y que yo pueda ver a sus hijos antes de morir!".

12. A su hija Sara le dijo: "Ve a la casa de tu suegro. Desde ahora

ellos son tus padres, como los que te hemos dado la vida. Vete en

paz, hija mía. ¡Ojalá toda mi vida pueda oír buenas noticias tuyas!".

Y después de abrazarlos, los dejó partir.

13. Edna, por su parte, dijo a Tobías: "Hijo y hermano muy querido,

quiera el Señor que vuelvas, y que yo tenga vida para ver a tus hijos

y a los de mi hija Sara antes de morir. En presencia del Señor, te

confío a mi hija para que la cuides. No la entristezcas ni un solo día

de tu vida. Vete en paz, hijo mío. De ahora en adelante, yo soy tu

madre y Sara es tu hermana. ¡Ojalá pudiéramos ser igualmente

felices todos los días de nuestra vida!". Luego besó a los dos y los

dejó; partir llenos de alegría.

14. Tobías salió feliz y contento de la casa de Ragüel, bendiciendo

al Señor del cielo y de la tierra, el Rey del universo, por el buen

resultado de su viaje. Ragüel le dijo: "¡Ojalá puedas honrar a tus

padres todos los días de su vida!".

Tobías, 11

1. Cuando se acercaron a Caserín, que está frente a Nínive,

2. Rafael dijo a Tobías: "Ya sabes en qué estado dejamos a tu

padre.

32

3. Adelantémonos para preparar la casa, antes que llegue tu esposa

con los demás".

4. Los dos siguieron caminando juntos, y el ángel le recomendó a

Tobías que tuviera a mano la hiel. El perro iba detrás de ellos.

5. Ana estaba sentada con la mirada fija en el camino por donde

debía volver su hijo.

6. De pronto presintió que él llegaba y dijo al padre: "¡Ya viene tu

hijo con su compañero!".

7. Rafael dijo a Tobías, antes que él se acercara a su padre:

"Seguro que tu padre va a recobrar la vista.

8. Úntale los ojos con la hiel del pez; el remedio hará que las

manchas blancas se contraigan y se desprendan de sus ojos. Así tu

padre recobrará la vista y verá la luz".

9. La madre corrió a echarse al cuello de su hijo, diciéndole: "¡Ahora

sí que puedo morir, porque te he vuelto a ver, hijo mío!". Y se puso

a llorar.

10. Tobit también se levantó y, tropezando, salió por la puerta del

patio. Tobías corrió hacia él,

11. con la hiel del pez en su mano; le sopló en los ojos y,

sosteniéndolo, le dijo: "¡Ánimo, padre!". Después le aplicó el

remedio y se lo frotó.

12. Luego le sacó con ambas manos las escamas de los ojos.

13. Entonces su padre lo abrazó llorando y le dijo: "¡Te veo, hijo

mío, luz de mis ojos!".

33

14. Y añadió: "¡Bendito sea Dios! ¡Bendito sea su gran Nombre!

¡Benditos sean todos sus santos ángeles! ¡Que su gran Nombre

esté sobre nosotros! ¡Benditos sean los ángeles por todos los

siglos!

15. Porque él me había herido, pero tuvo compasión de mí, y ahora

veo a mi hijo Tobías". Tobías entró en la casa, lleno de gozo y

bendiciendo a Dios en alta voz. Luego informó a su padre sobre el

buen resultado del viaje: le contó cómo había recuperado el dinero y

cómo se había casado con Sara, hija de Ragüel. Y añadió: "Llegará

de un momento a otro, porque está a las puertas de Nínive".

16. Tobit salió al encuentro de su nuera hasta las puertas de Nínive,

bendiciendo a Dios lleno de alegría. Al verlo caminar con todo su

vigor, sin la ayuda de nadie, los habitantes de Nínive quedaron

maravillados. Tobit proclamaba delante de todos que Dios había

tenido misericordia de él y le había devuelto la vista.

17. Después se acercó a Sara, la esposa de su hijo Tobías, y la

bendijo, diciendo: "¡Bienvenida, hija mía! ¡Bendito sea Dios, que te

trajo hasta nosotros! ¡Bendito sea tu padre, bendito sea mi hijo

Tobías, y bendita seas tú, hija mía! ¡Entra en tu casa con gozo y

bendición!".

18. Ese fue un gran día de fiesta para todos los judíos de Nínive, y

los sobrinos de Tobit, Ajicar y Nadab, vinieron a compartir su

alegría.

Tobías, 12

1. Cuando terminó de celebrarse la boda, Tobit llamó a su hijo

Tobías y le dijo: "Hijo mío, ya es hora de pagarle lo convenido a tu

compañero, agregando incluso algo más".

34

2. Tobías le respondió: "Padre, ¿cuánto tengo que darle? Aunque le

entregara la mitad de los bienes que él trajo conmigo, no saldría

perdiendo.

3. Él me ha conducido sano y salvo, ha curado a mi esposa, ha

traído conmigo el dinero y te ha curado a ti. ¿Qué puedo darle por

todo esto?".

4. Tobit le dijo: "Hijo, es justo que se lleve la mitad de lo que trajo".

5. Tobías llamó a su compañero y le dijo: "Toma en pago la mitad

de lo que has traído, y vete en paz".

6. Entonces Rafael llamó aparte a los dos y les dijo: "Bendigan a

Dios, y celébrenlo delante de todos los vivientes por los bienes que

él les ha concedido, para que todos bendigan y alaben su Nombre.

Hagan conocer debidamente a todos los hombres las obras de Dios

y nunca dejen de celebrarlo.

7. Es bueno mantener oculto el secreto del rey, pero las obras de

Dios hay que revelarlas y publicarlas como es debido. Practiquen el

bien, y así el mal nunca los dañará.

8. Vale más la oración con el ayuno y la limosna con la justicia, que

la riqueza con la iniquidad. Vale más hacer limosna que amontonar

oro.

9. La limosna libra de la muerte y purifica de todo pecado. Los que

dan limosna gozarán de una larga vida.

10. Los que pecan y practican la injusticia son enemigos de su

propia vida.

35

11. Voy a decirles toda la verdad, sin ocultarles nada. Ya les dije

que es bueno mantener oculto el secreto del rey y revelar

dignamente las obras de Dios.

12. Cuando tú y Sara hacían oración, era yo el que presentaba el

memorial de sus peticiones delante de la gloria del Señor; y lo

mismo cuando tú enterrabas a los muertos.

13. Cuando no dudabas en levantarte de la mesa, dejando la

comida para ir a sepultar un cadáver, yo fui enviado para ponerte a

prueba.

14. Pero Dios también me envió para curarte a ti y a tu nuera Sara.

15. Yo soy Rafael, uno de lo siete ángeles que están delante de la

gloria del Señor y tienen acceso a su presencia".

16. Los dos quedaron desconcertados y cayeron con el rostro en

tierra, llenos de temor.

17. Pero él les dijo: "No teman, la paz esté con ustedes. Bendigan a

Dios eternamente.

18. Cuando yo estaba con ustedes, no era por mi propia iniciativa,

sino por voluntad de Dios. Es a él al que deben bendecir y cantar

todos los días.

19. Aunque ustedes me veían comer, eso no era más que una

apariencia.

20. Por eso, bendigan al Señor sobre la tierra y celebren a Dios.

Ahora subo a Aquel que me envió. Pongan por escrito todo lo que

les ha sucedido". Y en seguida se elevó.

21. Cuando se incorporaron, ya no lo pudieron ver más.

36

22. Ellos bendecían a Dios, entonando himnos, y lo celebraban por

haber obrado esas maravillas, ya que se les había aparecido un

ángel de Dios.

Tobías, 13

1. Y Tobit dijo: "¡Bendito sea Dios, que vive eternamente, y bendito

sea su reino!

2. Porque él castiga y tiene compasión, hace bajar hasta el Abismo

y hace subir de la gran Perdición, sin que nadie escape de su mano.

3. ¡Celébrenlo ustedes, israelitas, delante de todas las naciones!

Porque él los ha dispersado en medio de ellas,

4. pero allí les ha mostrado su grandeza. Exáltenlo ante todos los

vivientes porque él es nuestro Señor, nuestro Dios y nuestro Padre,

él es Dios por todos los siglos.

5. Él los castiga por sus iniquidades, pero tendrá compasión de

todos ustedes, y los congregará de entre todas las naciones por

donde han sido dispersados.

6. Si vuelven a él de todo corazón y con toda el alma, practicando la

verdad en su presencia, él se volverá a ustedes y no les ocultará

más su rostro.

7. Miren lo que ha hecho con ustedes y celébrenlo en alta voz.

Bendigan al Señor de la justicia y glorifiquen al Rey de los siglos.

8. Yo lo celebro en el país del destierro, y manifiesto su fuerza y su

grandeza a un pueblo pecador. ¡Conviértanse, pecadores, y

practiquen la justicia en su presencia! ¡Quién sabe si él no les será

favorable y tendrá misericordia de ustedes!

37

9. Yo glorifico a mi Dios, el Rey del cielo, y mi alma proclama

gozosamente su grandeza.

10. Que todos lo celebren en Jerusalén: Jerusalén, Ciudad santa,

Dios te castigó por las obras de tus hijos, pero volverá a

compadecerse de los hijos de los justos.

11. Alaba dignamente al Señor y bendice al Rey de los siglos, para

que su Templo sea reconstruido con alegría,

12. para que Dios alegre en ti a todos los desterrados y muestre su

amor a todos los desdichados, por los siglos de los siglos.

13. Brillará una luz resplandeciente hasta los confines de la tierra;

pueblos numerosos llegarán a ti desde lejos, y los habitantes de

todos los extremos de la tierra vendrán hacia tu santo Nombre, con

las manos llenas de ofrendas para el Rey del Cielo. Todas las

generaciones manifestarán en ti su alegría, y el nombre de la

Ciudad elegida permanecerá para siempre.

14. ¡Malditos sean los que te insulten, malditos los que te destruyan,

los que derriben tus murallas, los que echen por tierra tus torres y

los que incendien tus casas! Pero ¡benditos para siempre los que te

edifiquen!

15. Entonces tú te alegrarás y te regocijarás por los hijos de los

justos, porque todos ellos serán congregados y bendecirán al Señor

de los siglos. ¡Felices los que te aman, felices los que se alegran

por tu paz!

16. ¡Felices los que se afligieron por tus desgracias, porque se

alegrarán en ti y verán para siempre toda tu felicidad! ¡Bendice,

alma mía, al Señor, el gran Rey,

38

17. porque Jerusalén será reconstruida, y también su Templo por

todos los siglos! ¡Feliz de mí, si queda alguien de mi descendencia

para ver tu gloria y celebrar al Rey del cielo! Las puertas de

Jerusalén serán hechas de zafiro y esmeralda, y todos sus muros,

de piedras preciosas; las torres de Jerusalén serán construidas de

oro, y sus baluartes, de oro puro. Las calles de Jerusalén serán

pavimentadas de rubíes y de piedras de Ofir;

18. las puertas de Jerusalén resonarán con cantos de alegría; y

todas sus casas dirán: ¡Aleluya! ¡Bendito sea el Dios de Israel! Y los

elegidos bendecirán el Nombre santo, por los siglos de los siglos".

Tobías, 14

1. Así terminó Tobit su canto de acción de gracias.

2. Tobit murió en paz a la edad de ciento doce años y fue enterrado

honrosamente en Nínive. Él tenía sesenta y dos años cuando se

quedó ciego; y después de recuperar la vista, vivió en la

abundancia, haciendo limosnas, bendiciendo siempre a Dios y

celebrando su grandeza.

3. Cuando estaba por morir, llamó a su hijo Tobías y le recomendó:

"Hijo mío, llévate a tus hijos

4. y parte en seguida para Media, porque yo creo en la palabra que

Dios pronunció contra Nínive por medio de Nahúm: todo eso se

realizará y le sobrevendrá a Asiria y a Nínive. Se cumplirá todo lo

que han anunciado los profetas enviados por Dios. No se perderá

ninguna de sus palabras, y todo sucederá a su tiempo. Habrá más

seguridad en Media que en Asiria y en Babilonia. Porque yo sé y

creo que todo lo que Dios ha dicho se cumplirá y se realizará: no

fallará ni uno solo de sus oráculos. Nuestros hermanos que habitan

39

en la tierra de Israel serán llevados cautivos fuera de su hermoso

país. Toda la tierra de Israel quedará desierta. Samaría y Jerusalén

quedarán desoladas. La Casa de Dios será incendiada y devastada

por algún tiempo.

5. Pero Dios volverá a compadecerse de ellos y los hará volver a la

tierra de Israel. Ellos reconstruirán su Casa, aunque no como la

primera, hasta que se cumpla el tiempo señalado. Entonces

volverán todos del destierro y reconstruirán Jerusalén con toda su

magnificencia. La Casa de Dios será reconstruida en ella, como lo

anunciaron los profetas de Israel.

6. Todas las naciones de la tierra se convertirán y temerán de

verdad a Dios. Todos abandonarán los ídolos que los hicieron

extraviar en el error.

7. Y ellos bendecirán al Dios de los siglos, practicando la justicia.

Todos los israelitas que se hayan salvado en aquellos días se

acordarán sinceramente de Dios e irán a reunirse en Jerusalén;

habitarán seguros en la tierra de Abraham y la recibirán para

siempre. Se alegrarán los que aman verdaderamente a Dios, y

desaparecerán de la tierra los que cometen el pecado y la injusticia.

8. Ahora, hijos míos, yo les recomiendo que sirvan a Dios de verdad

y que hagan lo que a él le agrada. Manden a sus hijos que

practiquen la justicia y la limosna, que se acuerden de Dios y

bendigan de verdad su Nombre, siempre y con todas sus fuerzas.

9. Tú, hijo mío, vete de Nínive; no te quedes aquí.

10. Una vez que hayas enterrado a tu madre junto a mí, parte el

mismo día y no te quedes más en este país, donde veo que se

cometen desvergonzadamente la iniquidad y el engaño. Mira, hijo

40

mío, todo lo que hizo Nadab con Ajicar, que lo había criado. ¿Acaso

no lo sepultó en vida? Pero Dios hizo pagar su infamia al criminal,

porque Ajicar salió a la luz, mientras que Nadab entró en las

tinieblas eternas, por haber tramado la muerte de Ajicar. A causa de

sus limosnas, Ajicar se libró de la trampa mortal que le había

tendido Nadab, y este cayó en ella para su perdición.

11. Vean entonces, hijos míos, cuál es el fruto de la limosna y cuál

el de la injusticia que lleva a la muerte. Pero ya me falta el aliento".

Entonces lo tendieron sobre su lecho, y él murió y fue enterrado

honrosamente.

12. Cuando murió su madre, Tobías la enterró al lado de su padre.

Después partió con su esposa para Media y se estableció en

Ecbátana, junto a su suegro Ragüel.

13. Él cuidó respetuosamente a sus suegros durante su vejez, y los

enterró en Ecbátana de Media. Tobías heredó el patrimonio de

Ragüel y el de su padre Tobit,

14. y vivió rodeado de estima, hasta la edad de ciento diecisiete

años.

15. Antes de morir, fue testigo de la ruina de Nínive, y vio como sus

habitantes eran llevados cautivos a Media por Ciajares, rey de

Media. Él bendijo a Dios por todo lo que había hecho a los ninivitas

y a los asirios. Antes de su muerte, pudo alegrarse por la suerte de

Nínive y bendijo al Señor Dios por los siglos de los siglos. Amén.

41

C) REFLEXIONES SOBRE EL LIBRO

1. LA VIRTUD DE LA PERSEVERANCIA EN EL LIBRO

DE TOBÍAS

Una de las enseñanzas que podemos extraer del libro de

Tobías es la práctica de la virtud de la perseverancia. En efecto,

Tobit, el padre de Tobías, es un hombre que posee un cúmulo de

virtudes que a lo largo del libro iremos descubriendo, pero una que

destaca apenas comienza el libro es su perseverancia,

particularmente en el plano religioso. Así, Él mismo afirma que

siguió los caminos de la verdad y la justicia todos los días de su

vida (Tob 1,3); que a veces él era el único que iba en peregrinación

al Templo de Jerusalén, según la ley del Señor, para llevar las

ofrendas aunque sus hermanos de raza no lo hicieran (Tob 1,6) ¡Iba

Él solo! Además, cuando fue deportado a Nínive (capital de Asiria),

continuaba practicando la fe, aunque muchos de los compatriotas

deportados junto con él habían abandonado la práctica de la religión

y habían cedido a las malas costumbres que tenían aquellos

pueblos paganos (Tob 1,10-11). También lo vemos perseverando

en el practicar las obras de misericordia con sus hermanos de raza,

en el dar de comer al hambriento (Tob 2,1-2) y en el enterrar a los

difuntos (Tob 2,3-4). Es más, cuando llegó a su vida el momento de

la prueba y quedó ciego y sufriendo carestía, perseveró en su fe y

en su honestidad. Todos estos hechos nos muestran cómo

perseveró en su vida virtuosa a pesar de las dificultades y pruebas

por las que tuvo que atravesar (Tob 2,9-3,6). Por haber sido

perseverante obtuvo el premio a su virtud que lo hizo desbordar de

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alegría a tal punto que va a prorrumpir en un hermoso cántico de

alabanza (Tob 13). Finalmente, esa misma perseverancia le hizo

morir en paz con Dios y sus hermanos y recibir la honra de todos en

su sepultura (Tob 14,2).

¡Qué hermosa y necesaria es la virtud de la perseverancia!

Ella nos inclina a persistir en el ejercicio del bien a pesar de las

molestias que su prolongación nos ocasione. La necesitamos en el

plano de las cosas humanas: cumplir proyectos a largo plazo, el

estudiante la necesita para terminar sus prolongados estudios, los

esposos para sobrellevar todas las dificultades que se presentan a

lo largo de la vida matrimonial y, ¡tantos ejemplos más! Pero la

necesitamos, particularmente, en el plano de las cosas de Dios para

obtener la salvación eterna. Jesús dice: “El que persevere hasta el

fin, ése se salvará” (S. Mt. 10,22). De allí que es tan necesario

cultivarla, porque gracias a ella alcanzaremos el Cielo. Perseverar

en las cosas de Dios, a pesar de las dificultades y aunque, a veces,

¡nos sintamos un poco solos como Tobit!

Y ya que es tan importante poseer esta virtud, dos consejos

para conseguirla: pedirle al Señor que nos la dé, ya que Él es la

fuente de toda gracia y virtud, y, proponerse cumplir metas cortas,

concretas y alcanzables que nos vayan fortaleciendo la voluntad.

2. DIOS, EN EL CENTRO DE LA VIDA DE TOBIT

A lo largo de todo el libro de Tobías, podemos notar que Tobit,

el padre de Tobías, es un hombre profunda y sinceramente

religioso: Dios está en el centro de su vida a cada momento. Hay

una frase que él mismo formula donde se pone de manifiesto esta

realidad: “Como me acordaba de mi Dios con toda mi alma, el

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Altísimo se hizo hallar el favor de Salmanasar…” (Tob 1,12). En la

primera expresión se enuncia claramente esa centralidad de Dios

en su vida: su alma estaba totalmente unida a Dios. Pero hay que

destacar que este hecho interior no permanecerá solamente en algo

íntimo a su persona, sino que va a quedar reflejado y exteriorizado

en una doble dimensión: en el culto al mismo Dios y, como lógica

consecuencia y enraizado en el amor de Dios, en el trato hacia sus

hermanos. En otras palabras: su persona se dirigía en un plano

vertical, hacia Dios, y en un plano horizontal, hacia el prójimo.

 En primer lugar, encontramos muchos ejemplos donde lo

observamos dando culto al Señor. Así, lo vemos yendo al Templo:

“Me apresuraba a llevar a Jerusalén las primicias de los frutos y de

los animales…” (Tob 1,6), para darle gracias a Dios por los

beneficios recibidos. O también cuando recuerda: “Entregaba todo

eso a los sacerdotes, hijos de Aarón, para los sacrificios del altar”

(Tob 1,7), lo cual, en el Antiguo Testamento, indicaba el más alto

propósito de adoración a Dios y, asimismo, junto a la víctima que se

consumía en el altar en honor del Altísimo, el oferente unía su

deseo de inflamarse en amor de Dios dedicando su vida a servirlo.

 En segundo lugar, advertimos también cómo se ocupaba

generosamente de sus hermanos: “El tercer diezmo lo daba a los

huérfanos, a las viudas y a los prosélitos…” (Tob 1,8). Y en otro

lugar afirma: “Daba mi pan a los hambrientos, vestía a los que

estaban desnudos y enterraba a mis compatriotas, cuando veía que

sus cadáveres eran arrojados por encima de las murallas de Nínive”

(Tob 1,17).

 En definitiva, el eje de su existencia era Dios y esto lo

impulsaba a ofrecerle permanentemente su culto y a servirlo en sus

hermanos practicando la caridad para con ellos. En el Nuevo

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Testamento, esto quedará expresado magistralmente por Jesús en

el doble precepto del amor: “Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu

corazón, con toda tu alma y con toda tu mente. Este es el mayor y

el primer mandamiento. El segundo es semejante a éste: Amarás a

tu prójimo como a ti mismo. De estos dos mandamientos dependen

toda la Ley y los Profetas” (S. Mt 22,37-40).

 ¡Qué hermoso ejemplo nos deja Tobit! Hizo de Dios el polo de

sus pensamientos, palabras y acciones ¡El centro de su vida! Y esto

lo expresó en el culto al Señor y en el trato de caridad hacia sus

hermanos ¡Qué noble, bello y reconfortante ideal hacer de Dios el

núcleo de nuestro ser y ofrecerle nuestro culto de alabanza y

adoración! ¡Si participáramos con fervor del santo sacrificio de la

Misa! Lamentablemente, a veces tenemos, fabricamos o dejamos

que nos invadan otros ‘dioses’ que sustituyen al Señor y que

absorben nuestro corazón y nuestro tiempo, mientras que Él nos

amonesta “No tendrás otro Dios que a Mí” (Ex 20,3).

 Por otra parte, nuestro culto a Dios no debe quedar

únicamente reducido a un espacio de tiempo, sino que lo celebrado

en él debe extenderse e impregnar toda nuestra vida. Esto lo

podremos plasmar en el trato de caridad con el prójimo, con la

familia, en el trabajo, en la escuela, ocupándonos de sus

necesidades corporales y espirituales, dando testimonio de Cristo

en nuestros propios ambientes tratando de transformarlos según

sus divinas enseñanzas, siendo intrépidos apóstoles suyos. En fin,

asumiendo el desafío de vivir según Dios en el mundo que nos toca

vivir ¡Cuánto bien podemos hacer y cuán distinta sería nuestra

sociedad si viviéramos según estos ideales!

 Nos ayude el Señor para que aprovechemos este tiempo de

misericordia donde Él quiere derramar favores especiales sobre

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cada uno de nosotros y, particularmente, la gracia de que, al igual

que Tobit, Él sea el centro de nuestra vida.

 

3. TOBIT NOS ENSEÑA A PRACTICAR LAS OBRAS DE

MISERICORDIA

Entre las prácticas que la Iglesia nos recomienda para vivir

con espíritu genuinamente cristiano, están las ‘obras de

misericordia’. En el Evangelio de San Mateo 25,31-46, Jesús

habla con toda claridad sobre la importancia y la necesidad de

ponerlas por obra. La Iglesia, a su vez, nos indica que hay 7 obras

de misericordia corporales y 7 espirituales, ya sea porque

atendamos las necesidades del cuerpo de nuestros hermanos (dar

de comer al hambriento, dar de beber al sediento, vestir al desnudo,

dar techo a quien no lo tiene, visitar a los enfermos, a los

encarcelados y enterrar a los muertos) o del espíritu (dar buen

consejo al que lo necesita, enseñar al que no sabe, corregir al que

se equivoca, consolar al afligido, perdonar al que nos ofende, sufrir

con paciencia los defectos del prójimo y rezar por los vivos y los

muertos) (C. I. C. nº 2447).

En relación con esto, el libro de Tobías nos brinda abundantes

ejemplos. Así vemos a Tobit atendiendo las ‘necesidades

corporales’ de sus compatriotas: “…yo hacía muchas limosnas a

mis compatriotas. Daba mi pan a los hambrientos, vestía a los

desnudos y enterraba a mis compatriotas cuando veía que sus

cadáveres eran arrojados por encima de las murallas de Nínive”

(Tob. 1,16-17; también 2,2; 2,4; 2,7-8, etc). Por otra parte, lo

observamos cómo se preocupaba de las ‘necesidades espirituales’

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del prójimo. En este sentido, el capítulo 4 es un largo y sapientísimo

ejemplo de buenos consejos sobre distintos temas que, como

padre, da a su hijo para que se conduzca según los planes de Dios

en esta vida y pueda alcanzar la salvación. Además, lo

contemplamos consolando a su afligida esposa porque creía que su

hijo había muerto (Tob. 10, 1-7). Finalmente, antes de morir, a

modo de testamento espiritual, deja a su hijo y nietos sus últimos

consejos: “…hijos míos, yo les recomiendo que sirvan a Dios de

verdad y que hagan lo que a Él le agrada…practiquen la justicia y la

limosna, que se acuerden de Dios y bendigan de verdad su

Nombre, siempre y con todas sus fuerzas” (Tob. 14,8) ¡Y tantos

ejemplos más que se podrían mencionar!

Realmente Tobit nos enriquece enormemente con su vida y

nos deja un modelo claro de cómo practicar las obras de

misericordia a lo largo de toda nuestra vida. Si recapacitamos un

poco, ¡cuántas personas necesitadas hay a nuestro alrededor que

padecen en el cuerpo o en el espíritu! Y sólo por poner algunos

ejemplos. Si pensamos en nuestros hospitales que están llenos de

enfermos olvidados por sus familiares, o bien, personas que por la

lejanía con el centro hospitalario, no reciben visita alguna ¡Cuántas

personas que están a nuestro lado que viven en el error o necesitan

de un consejo o están alejadas de Dios arriesgando su salvación

eterna! ¡Y a veces pasamos de largo o estamos tan inmersos en

nuestras ocupaciones que nos despreocupamos de ellos! ¡Qué

importante si reflexionáramos sobre esto y nos abriéramos a los

demás!

Pero hay algo más. No solamente es importante que

practiquemos las obras de misericordia sino, más aún, es necesario

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hacerlo para alcanzar nuestra propia salvación. En efecto, Jesús en

el texto que hemos citado, cuando habla del juicio universal dice:

“Vengan, benditos de mi Padre, a tomar posesión del Reino…

porque tuve hambre y me dieron de comer… Apártense de mí,

malditos, al fuego eterno porque tuve hambre y no me dieron de

comer…”, es decir, que el Señor condiciona nuestra eterna

salvación a la práctica de las obras de misericordia. Hermosamente

expresa esto San Juan de la Cruz al afirmar: “Al atardecer de

nuestra vida seremos juzgados en el amor”. Ciertamente, que no se

trata de un amor meramente filantrópico, sino de obras de

misericordia que brotan de un alma unida a Dios por la gracia e

impulsada por el amor de caridad.

¡Que el modelo de Tobit nos ayude a vivir mejor nuestra vida

cristiana y así poder prepararnos debidamente para presentarnos

ante el Señor con las manos llenas de buenas obras!

4. LA ORACIÓN EN EL LIBRO DE TOBÍAS

Mientras avanzábamos con la lectura del libro de Tobías, nos

encontramos con dos hermosos ejemplos de cómo debemos dirigir

nuestras oraciones al Señor cuando le solicitamos algo para que

nuestra plegaria sea escuchada. En efecto, Tobit, que había

quedado ciego y estaba pasando por momentos de una dura

prueba dice: “Con el alma llena de aflicción, suspirando y llorando,

comencé a orar …” (Tob 3,1). Por otra parte, Sara, que también

tenía un gran dolor a causa de la pérdida de sus maridos, oró al

Señor pidiendo alivio para su aflicción: “Entonces, extendiendo los

brazos hacia la ventana, Sara oró de este modo: ¡Bendito seas,

Dios misericordioso, y bendito sea tu Nombre para siempre! ¡Que

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todas tus obras te bendigan eternamente!” (Tob 3,11). Y luego

agrega el texto: “A un mismo tiempo, fueron oídas en la gloria de

Dios las plegarias de Tobit y de Sara, y fue enviado Rafael para

curar a los dos…” (Tob 3,16-17). Es decir, que los dos fueron

escuchados y hallaron gracia ante Dios. De allí que es bueno

preguntarse qué es lo que hizo que sus oraciones fueran atendidas

por Dios para que aprendamos de ellos y así sean escuchadas

también nuestras peticiones. Y la respuesta es que, además de

estar en amistad con Dios, su oración tuvo por características: una

profunda humildad, una gran confianza en el Señor e insistencia en

sus pedidos.

En primer lugar, la humildad. Tanto Tobit como Sara se

dirigieron al Señor con espíritu humilde. Esto es fundamental. Dios

es débil ante la humildad. Se rinde ante ella. Lo dice claramente

San Pedro: “…Dios resiste a los soberbios pero da su gracia a los

humildes” (1 Pe 5,5). No podemos acercarnos ante Dios con

espíritu orgulloso o rebelde o con prepotencia o con exigencias.

Muchas veces no obtenemos del Señor lo que solicitamos porque

nuestra alma no está bien dispuesta. Ante Él debemos

comportarnos como mendigos. En este sentido, Tobit, ¡y en medio

de su angustia!, le dice humildemente al Señor: “Trátame como te

parezca” (Tob 3,6). Es por eso que cuando le pedimos algo,

tenemos que condicionar nuestra petición a la Voluntad divina: si Tú

quieres, Señor, concédeme esta gracia, si es para tu mayor honra y

gloria, si conviene para la salvación de mi alma, etc. Y esto porque

nuestra mirada es muy pobre y limitada mientras que Dios ve con

ojos de eternidad: Él sabe mejor que nosotros mismos qué es lo

que nos conviene en orden a nuestra eterna salvación. Por eso

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Jesús nos advierte: “Busquen, pues, primero el Reino y su justicia y

todo lo demás se les dará por añadidura” (S Mt. 6,33).

En segundo lugar, la confianza. Tanto Tobit como Sara se

entregaron confiadamente en los brazos del Señor sabiendo que Él

los escucharía. Jesús nos lo remarca en el Sermón del Monte:

“Pidan y se les dará…porque quien pide recibe…” (S. Mt. 7,7).

Siempre que asciende una plegaria desciende una gracia. No

siempre nos da todo lo que le pedimos, pero sí nos da lo que

realmente necesitamos; a veces nos lo concede de distinta manera

o nos otorga algo mejor o en otro momento. Jesús nos amonesta:

“…bien sabe su Padre celestial que tienen necesidad de todas

estas cosas” (S. Mt 6,32). Es por ello que tenemos que lanzarnos

confiadamente en sus brazos providentes confiando que nos

proporcionará lo que necesitamos.

En tercer lugar, al igual que Tobit y Sara, debemos orar con

insistencia para obtener lo que pedimos. Pero, ¿por qué pedir algo

a Dios tantas veces si Él ya sabe lo que necesitamos antes de

solicitarlo por primera vez? No es porque a Él le guste hacerse

rogar sino porque nosotros necesitamos pedir los cosas más de una

vez. Y esto por varios motivos. En efecto, si Dios nos concediera lo

que pedimos apenas lo solicitamos, está el riesgo de que restemos

importancia al don recibido y no lo valoremos en su verdadera

dimensión. También para disponernos mejor a recibir mayores

dones o porque pidiendo varias veces tenemos oportunidad de

reflexionar mejor si lo que demandamos nos es realmente necesario

ya que a veces pedimos cosas que pueden ser secundarias o

superfluas o inconvenientes. También quiere que reiteremos

nuestra peticiones para sacar bienes mayores: para que crezca

nuestra paciencia, nuestra perseverancia, nuestra confianza en la

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providencia divina o para purificar nuestra fe ya que a veces

solemos buscar a Dios por lo que nos da y no tanto por Él mismo, y

de este modo convertimos la religión en una especie de negocio: yo

cumplo y, por lo tanto, Dios me tiene que dar lo que le pido. Y no

debe ser así. Es por eso que Dios nos prueba para purificar nuestra

fe a fin de que ésta no sea tan interesada.

Que el ejemplo de Tobit y de Sara nos ayude para que

nuestra oración sea como Dios quiere y, de este modo, alcance

eficacia ante Él.

5. TOBIT, MODELO DE PADRE Y EDUCADOR

 A través de las distintas reflexiones hemos ido analizando la

figura de Tobit y comprobando que era un hombre verdaderamente

religioso con un cúmulo de virtudes. Pero no sólo las practicaba él

mismo sino que, además, las transmitió a su hijo. En el capítulo 4

del libro se nos narran los valiosos y sapientísimos consejos que da

a su hijo Tobías, a modo de ‘Testamento espiritual’, ya que pensaba

que pronto moriría. Dichos consejos son una especie de radiografía

de su alma: muestran lo que él había vivido y lo que quería para su

hijo. Pongamos algunos ejemplos: sobre el respeto a su madre:

“Honra a tu madre, y no la abandones ningún día de su vida.

Acuérdate de todos los peligros a que estuvo expuesta por tu

causa, mientras te llevaba en su seno” (v. 3-4); acerca del modo de

comportarse para con Dios: “Acuérdate del Señor todos los días de

tu vida…y no peques ni quebrantes sus mandamientos” (v.5); en

relación a la práctica de la justicia: “ Practica la justicia todos los

días de tu vida y no sigas los caminos de la injusticia” (v.5); también

reitera el tema de las obras de misericordia: “Da limosna de tus

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bienes y no lo hagas de mala gana. No apartes tu rostro del pobre y

Dios no apartará su rostro de ti” (v.7), y más adelante: “Comparte tu

pan con los que tienen hambre y tus vestidos con los que están

desnudos” (v.16); sobre el mantener la pureza de alma evitando

toda fornicación: “Cuídate, hijo mío, de toda unión ilegítima y, sobre

todo, elige una mujer del linaje de tus padres” (v.12); le aconseja ser

humilde y laborioso: “…no te muestres orgulloso…el orgullo acarrea

la ruina y un gran desorden, y la ociosidad lleva a la decadencia y a

la miseria, ya que ella es madre del hambre” (v.13); acerca de las

relaciones laborales: “No retengas el salario de un trabajador;

págale inmediatamente. Si sirves a Dios, él te lo retribuirá” (v.14);

también le aconseja ser educado y sobrio: “Hijo mío, vigila todas tus

acciones y muéstrate siempre bien educado. No hagas a nadie lo

que no te agrada a ti. No bebas hasta embriagarte y que la

embriagues no te acompañe en el camino” (v.14-15); en relación a

dejarse aconsejar y guiar: “Pide consejo a las personas sensatas y

no desprecies un buen consejo. En toda circunstancia bendice al

Señor, tu Dios; pídele que dirija tus pasos y que todos tus caminos y

que todos tus proyectos lleguen a feliz término” (v.18-19); y,

finalmente, como broche de oro, le muestra dónde está la verdadera

riqueza: “No te preocupes de que nos hayamos empobrecido. Tú

tienes una riqueza muy grande si temes a Dios, si evitas cualquier

pecado y si haces lo que agrada al Señor, tu Dios” (v.21).

 ¡Que extraordinario modo de aconsejar de un padre a su hijo!

Ciertamente que todas estas palabras quedaron profundamente

grabadas en el alma de Tobías pero más hondamente quedaron

impresos en su corazón los ejemplos de su padre, porque su

predicación comenzó con el ejemplo. Como dice el viejo proverbio:

“las palabras mueven, pero los ejemplos arrastran” ¡Qué gran

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ejemplo es Tobit para nuestros padres cristianos para que cumplan

con esa gran responsabilidad que contrajeron ante Dios cuando

bautizaron a sus hijos de ser educadores en la fe! En este sentido,

San Juan Pablo II, hablando sobre el derecho-deber educativo de

los padres decía: “Como ha recordado el Concilio Vaticano II:

«Puesto que los padres han dado la vida a los hijos, tienen la

gravísima obligación de educar a la prole, y por tanto hay que

reconocerlos como los primeros y principales educadores de sus

hijos. Este deber de la educación familiar es de tanta trascendencia

que, cuando falta, difícilmente puede suplirse. Es, pues, deber de

los padres crear un ambiente de familia animado por el amor, por la

piedad hacia Dios y hacia los hombres, que favorezca la educación

íntegra personal y social de los hijos. La familia es, por tanto, la

primera escuela de las virtudes sociales, que todas las sociedades

necesitan» (Familiaris Consortio nº 36)”.

Ciertamente que en nuestros días el desafío de ser educador

es cada vez más grande pero cuando los padres viven la fe, son

conscientes de su misión de educadores y procuran formarse y se

asocian, la fuerza de la familia sigue siendo la misma. Hay que

poner los medios…confiemos que el Señor, quien no se deja ganar

en generosidad, pondrá el resto.

6. TOBIT Y LAS PRUEBAS DEL HOMBRE JUSTO

 Hemos visto que Tobit era un hombre muy virtuoso y que

había seguido los caminos de la verdad y la justicia todos los días

de su vida (Tob 1,3). Pero es importante destacar que su vida no

fue nada fácil ya que tuvo que atravesar por muchas dificultades y

pruebas. Entre otras podemos mencionar que sufrió la amargura de

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ser desterrado de su patria como prisionero de guerra por los asirios

(Tob 1,2); había quedado huérfano de joven (Tob 1,8); además, en

el destierro sufrió la persecución hasta tal punto que el rey lo

buscaba para matarlo y tuvo que huir (Tob 1,19); por otra parte,

quedó en una situación de gravísima miseria económica (Tob 1,20);

a la pobreza se le sumó que estuvo completamente ciego por

mucho tiempo y, además, dependiendo de otras personas para su

subsistencia (Tob 2,10). No obstante, y a pesar de todas estas

pruebas no se rebeló contra Dios, antes bien, se puso

confiadamente en sus manos reconociendo que todas sus obras

son justas (Tob 3,1-2).

 ¿Qué decir de todo esto? En primer lugar, que Dios, como

buen Padre, envía pruebas medicinales a todos sus hijos para

corregirlos. Esto se explica hermosamente en la carta a los

Hebreos: “…porque el Señor, a quien ama, le reprende y azota a

todo el que recibe por hijo. Aguanten firmes la corrección. Como

con hijos se porta Dios con ustedes. Porque, ¿cuál es el hijo a quien

su padre no reprende? Pero si están fuera de la corrección de todos

los que han sido participantes de ella, sería argumento de que son

bastardos y no hijos legítimos. Por otra parte, hemos tenido a

nuestros padres carnales, que nos corregían, y nosotros los

respetábamos; ¿no hemos de someternos mucho más al Padre de

los espíritus para alcanzar la vida? En efecto, aquellos, según bien

les parecía, nos corregían para proporcionarnos una felicidad

temporal; pero Éste, mirando a nuestro provecho, nos corrige para

hacernos partícipes de su santidad. Ninguna corrección parece por

el momento agradable, sino dolorosa; pero al fin ofrece frutos

apacibles de justicia a los ejercitados por ella” (Hebr 12, 6-11).

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También podemos comparar la actitud del Señor a la de un

médico: a veces nos proporciona medicinas dulces y deleitables,

pero otras veces son amargas y dolorosas, pero nunca deja de ser

el médico que nos cura, afirma San Juan Crisóstomo. En este

sentido, podemos afirmar que sería mayor castigo no ser corregido

por Dios o medicado por el Médico celestial.

En segundo lugar, surge la pregunta lógica ante el caso

concreto de Tobit: siendo Él justo y no estando enfermo

espiritualmente: ¿para qué proporcionarle remedios si no existe

enfermedad? ¿por qué correcciones si era un hombre justo y

piadoso? He aquí el problema que tortura nuestra inteligencia y que

nadie podría afrontar con la sola razón, sino es a la luz de la fe

sobrenatural. Ya en el Antiguo Testamento se nos decía: “Porque la

sabiduría…le prueba desde el principio en medio de las

tentaciones…Entonces le afirmará, le allanará el camino, le llenará

de alegría, le descubrirá sus secretos y le enriquecerá con un tesoro

de ciencia y de conocimiento de la justicia” (Eclo 4,17-18). Aquí se

nos muestra que las pruebas del justo tienen el carácter de

privilegio de ser elegidos por la Sabiduría Divina para una misión

especial. Esta misma doctrina la enseñará Jesús al decirnos que su

Padre, el Viñador, corta al sarmiento seco que no da fruto y lo tira,

pero al que produce lo poda para que dé más frutos (S. Jn. 15,1-8).

¿No es acaso explicable esta ley del progreso espiritual? ¿Acaso

podría un Rey elegir para esposa a una pastora, sin pulirla según

los modales de su rango? ¿O podría elegir un privado, sin alejarlo

de las disipaciones mundanas para que pudiese estudiar los altos

negocios del Estado? Tal fue el caso de Tobit. Es decir, él era un

hombre justo, pero ni él ni nadie entre los mortales pudo poseer tal

55

perfección que no fuese susceptible de purificarse y aumentarse a

los ojos del Divino Rey.

 Lo que es digno de destacar, es que Tobit tuvo esa actitud de

saberse ‘elegido por Dios’ y aceptó con una mirada de fe las

correcciones divinas considerándolas justas, como ya dijimos, con

lo cual nos dejó un ejemplo que perdura por siempre y que ha

producido ‘frutos abundantes’ (S. Jn. 15,16). Esto se dará en

plenitud en Jesucristo, quien siendo ‘el Justo e Inocente’ por

excelencia y aceptando y ofreciendo todos sus padecimientos al

Padre Celestial reconquistó a todos los hombres para Dios

abriéndoles las puertas del Cielo (Is. 53,10).

7. TOBÍAS Y EL VERDADERO SENTIDO DEL

MATRIMONIO

 Cuando Tobías, hijo de Tobit, llegó a la ciudad de Ecbátana y

conoció a Sara, hija de Ragüel, ambos se enamoraron

profundamente y decidieron casarse. El padre le entregó con

alegría a su hija para que formalizaran el matrimonio. El Libro Santo

(8,4-9) nos relata lo acontecido en la noche de bodas. Allí ambos

hicieron una hermosa oración presidida por Tobías: “¡Bendito seas,

Dios de nuestros padres!...Tú creaste a Adán e hiciste a Eva, su

mujer, para que le sirviera de apoyo… Yo ahora tomo por esposa

a esta hermana mía, no para satisfacer una pasión

desordenada sino para constituir un verdadero matrimonio”.

Esta última frase nos da la clave para entender cómo se debe

encarar un matrimonio verdaderamente cristiano y, también, cómo

no se debe hacerlo. Y cuando hablamos de matrimonio, hacemos

extensiva esta reflexión al noviazgo, en cuanto que es la fase previa

56

y preparatoria al matrimonio, y donde se debe ya tener en claro cuál

es el verdadero sentido de esta realidad sagrada. No está demás

recordar que los éxitos o fracasos del matrimonio comienzan ya en

el noviazgo. Pero analicemos por partes la frase de Tobías. En la

primera, nos presenta cómo se debe enfrentar el matrimonio: “Yo

ahora tomo por esposa a esta hermana mía, no para satisfacer una

pasión desordenada…”. Aquí tenemos ya una primera gran

enseñanza para nuestro tiempo ¡Cuántas veces vemos que tanto

noviazgos como matrimonios son afrontados para satisfacer una

pasión desordenada persiguiendo fines egoístas y mezquinos! A

veces se casan por la sola atracción física, o bien, por interés

material y también, y es tan común, para satisfacer meros apetitos

sensuales o sexuales. Pero todo esto se gasta o se termina antes o

después. Se construye una relación sobre la endeble arena y no

sobre la sólida roca, y entonces cuando aparecen las pruebas,

tentaciones o dificultades que resolver todo se derrumba (S. Mt.

7,24-27). Podríamos aplicarle la frase del Eclesiastés: “Vanidad de

vanidades, todo es vanidad” (Ecl. 1,2) Y la consecuencia de esta

concepción es lógica: matrimonios materialistas, se cambia confort

por hijos, sin verdadero amor, sin capacidad de emprender un

proyecto de vida juntos asumiendo las responsabilidades y

dificultades que implican la vida matrimonial, egoístas en la

transmisión de la vida, hedonistas, donde se prioriza el buen pasar,

arrastrados por el ritmo de la vida y la sociedad de consumo, etc.

Todo esto lleva, sin dudas, a un gran desgaste matrimonial, pérdida

del amor, infidelidades, malos tratos, violencia familiar, y,

finalmente, a la separación como paso final de ese proceso con

todos los males que ésta acarrea para esposos e hijos. Tal vez no

se llegará a la separación, pero se continuará por conveniencia u

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otros motivos secundarios, pero en ningún caso se alcanzará un

matrimonio verdaderamente feliz porque no se captó el plan de Dios

sobre esa realidad tan grande que es el matrimonio: una sumatoria

de egoísmos no hace la felicidad. En la segunda parte de la frase,

después de haber desechado todo tipo de intención desordenada,

Tobías afirma: “…sino para formar un verdadero matrimonio”.

Tobías desecha lo anterior por tratarse de una falsificación del

verdadero concepto de matrimonio. Ahora bien, no es casualidad

que al decir estas palabras lo hicieron en un ambiente de oración

conjunta. Allí está el primer elemento que posibilitará a los esposos

encaminar su matrimonio a buen puerto ¡El matrimonio es algo

sagrado! Y es tan sagrado que San Pablo compara a la unión entre

el hombre y la mujer con la unión entre Jesucristo y la Iglesia: “Por

eso dejará el hombre a su padre y a su madre y se unirá a su mujer

¡Gran misterio es éste, pero yo lo aplico a Cristo y a la Iglesia!” (Ef

5,31-32). Hermosamente el Concilio Vaticano II resume el

verdadero sentido del matrimonio cristiano: “…los cónyuges

cristianos, en virtud del sacramento del matrimonio, se ayudan

mutuamente a santificarse en la vida conyugal y en la procreación y

educación de los hijos…En esta como Iglesia Doméstica los padres

han de ser para sus hijos los primeros predicadores de la fe, tanto

con su palabra como con su ejemplo, y han de fomentar la vocación

propia de cada uno y con especial cuidado la vocación sagrada”

(Lumen Gentium nº 11). ¡Qué hermosos objetivos que el Concilio

propone a los esposos, propósitos que llenarán de gozo su vida y

sus corazones! Construir una ‘Iglesia Doméstica’ donde se ayuden

mutuamente para santificarse ellos y sus hijos convirtiéndose en

modelos para estos, siendo fecundos sin dejarse llevar por una

concepción antinatalista o egoísta y educarlos según el plan de

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Dios. En esto tomarán de modelo a Cristo que hace fecunda a la

Iglesia por medio de los sacramentos entregándole numerosos hijos

cuya meta es el Cielo.

He aquí los dos modelos matrimoniales: uno falso y otro

verdadero; uno mundano, mezquino y carnal y el otro enraizado en

el plan de Dios; uno puramente terrenal y el otro mirando hacia la

eternidad. Pero, además, uno que lleva a la desdicha en esta vida y

arriesga seriamente la eterna salvación, mientras que el segundo,

ciertamente que en medio sacrificios, conducirá al matrimonio a la

felicidad en el tiempo y, luego, en la eternidad. Indudablemente que

es un desafío en el mundo actual, pero el Señor, que no se deja

ganar en generosidad, dará su gracia para que puedan asumirlo

con confianza y alegría ¡Ojalá los novios y esposos se dejen

iluminar por la Sagrada Familia de Nazaret para elegir aquello que

los encamina a la Plena Felicidad!

8. TOBIT Y LAS SAGRADAS ESCRITURAS

El libro de Tobías nos da una lección muy importante sobre el

amor, conocimiento y manejo de la Sagrada Escritura. En efecto,

Tobit, conoce a la perfección todo el Antiguo Testamento. Así por

ejemplo, recordaba de memoria las palabras pronunciadas por el

profeta Amós sobre las penurias que pasarían en el destierro (Tob.

2,6-7). El capítulo 4 del libro nos muestra que conocía a la

perfección el Pentateuco (los cinco primeros libros de la Biblia) y

todas las prescripciones y mandatos allí contenidos. El capítulo 13

es el fruto de un alma enamorada de las Escrituras desde la cual

desbordan citas donde Tobit va hilvanando fragmentos

entresacados de los libros históricos, los salmos y los otros libros

59

sapienciales y proféticos. Finalmente, el capítulo 14 demuestra que

estaba muy al tanto acerca de todo lo que habían dicho los profetas

sobre el destino de las naciones paganas y también sobre Israel,

concluyendo con esas palabras llenas de fe: “Porque yo sé y creo

que todo lo que Dios ha dicho se cumplirá y se realizará: no fallará

ni uno solo de sus oráculos” (Tob. 14,4).

De todo ello podemos concluir que Tobit, leía, meditaba y

amaba las Sagradas Escrituras y que Ellas eran la fuente primaria

de su intensa espiritualidad. ¡Qué hermoso ejemplo nos deja sobre

el lugar que la Biblia debe ocupar en nuestras vidas!

Lamentablemente muchas veces descuidamos su lectura y

nos entretenemos en cosas de menor importancia y sin embargo,

¡tenemos tantos motivos para leerla! Entre otros podemos

mencionar: en primer lugar, hemos de leerla porque es el Libro más

autorizado, más admirable y el más importante ya que es el único

que Dios ha inspirado! De hecho, cuando terminamos su lectura

decimos: ¡es Palabra de Dios!, expresión que no podemos

pronunciar sobre ningún otro libro que existe ¡Ni siquiera sobre los

escritos de los santos por excelentes que sean! San Gregorio

Magno decía de la Escritura: “Es una carta que el Señor

Todopoderoso ha enviado a sus criaturas”. Normalmente, nos

apresuramos a leer una carta que nos llega de un familiar, o un

mensaje de texto de un amigo, pero, ¿ponemos el mismo interés en

saber lo que Dios nos dice en su Palabra, y nada menos que para

nuestra eterna salvación? En segundo lugar, hemos de leerla por

razón de su contenido ya que nos transmite las verdades más

importantes y que están por encima de todas las doctrinas de este

mundo, en cuanto que son dadas a conocer por Dios. De modo

particular, contiene las verdades enseñadas por Nuestro Señor

60

Jesucristo, la Verdad encarnada, “Camino, Verdad y Vida” (S Jn.

14,6). De allí que San Jerónimo dijera aquella frase tan cierta: “El

desconocimiento de las Escrituras, es desconocimiento de

Jesucristo”; y como nadie ama lo que no conoce, si desconocemos

las Escrituras, tampoco podremos amar en plenitud al Divino

Redentor. En tercer lugar, también hemos de leerla por su utilidad:

“Toda la Escritura está inspirada por Dios y es útil para la

enseñanza, para la reprensión, para la corrección, para la

educación en la justicia, para que sea perfecto el hombre de Dios,

dispuesto para toda obra buena” (2 Tim. 3,16-17). En cuarto lugar,

porque nos ayuda para nuestra vida espiritual. En este sentido, dice

el Concilio Vaticano II: “…y es tanta la eficacia que radica en la

Palabra de Dios, que es, en verdad, apoyo y vigor de la Iglesia, y

fortaleza de la fe para sus hijos, alimento del alma, fuente pura y

perenne de vida espiritual” (Const. Dei Verbum nº 21). En fin, es

tanto el interés de la Iglesia para que sus hijos lean y mediten las

Divinas Letras que nos otorga indulgencia plenaria cada vez que la

leemos media hora. Ya San Jerónimo advertía: “… antes que nada

recomienda incansablemente a todos la lectura cotidiana de la

palabra divina”.

Finalmente, que el ejemplo de Tobit, las exhortaciones de los

santos y la enseñanza de la Iglesia nos motive y entusiasme para

adentrarnos cada día con mayor fervor en el insondable océano de

la Sagrada Escritura porque sólo Ella “…tiene Palabras de Vida

Eterna” (S. Jn. 6,68).

61

9. SAN RAFAEL ARCÁNGEL, COMPAÑERO DE

CAMINO

Cuando el Arcángel San Rafael se da a conocer a Tobit y a

Tobías les dice: “Yo soy Rafael, uno de lo siete ángeles que están

delante de la gloria del Señor y tienen acceso a su presencia" (Tob

12,15). Es decir, que el Arcángel tiene una vida profundamente

contemplativa y de unión permanente con el Señor. Pero también,

en ciertas ocasiones importantes Él los envía para cumplir alguna

misión especial. Sabemos que el Señor en su Providencia, nos

cuida, nos protege, nos guía de distintas formas: una de ellas es

asistiéndonos a través de sus Ángeles y Árcángeles. En el libro de

Tobías, vemos de modo particular cómo el Señor manda al

Arcángel San Rafael para que acompañe a Tobías y lo guíe a la

región de Media proporcionándole todo tipo de auxilio. De este

modo, el Santo Arcángel, bajo aspecto humano, se hizo ‘compañero

de camino’ de Tobías prestándole innumerables beneficios: hizo

que consiguiera remedios para que su padre Tobit recuperara la

vista; también le ayudó para que consiguiera una buena esposa;

además, le auxilió para que pudiera expulsar al demonio en la

noche de bodas librándolo de sus asechanzas; le hizo recuperar el

dinero que tenía depositado su padre en Ragués; y, finalmente le

acompañó en el camino de regreso a su casa devolviéndolo a sus

padres sano y salvo. Posteriormente San Rafael, después de

haberles revelado su verdadera identidad, se elevó al Cielo

desapareciendo de su presencia. La alegría de esta familia fue tan

grande que: “Bendecían a Dios, entonando himnos, y lo celebraban

por haber obrado esas maravillas, ya que se les había aparecido un

ángel de Dios” (Tob. 12,22).

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 ¡Qué hermosa historia donde se pone de manifiesto cómo el

Señor quiere acompañarnos en todo momento y en todas nuestras

necesidades! ¡Cuánta devoción debemos tener a San Rafael para

que nos acompañe continuamente en el camino hacia el Cielo, nos

enseñe a confiar en la Divina Providencia, cuide nuestras familias

así como cuidó a la de Tobías, ayude a los jóvenes a realizar su

sublime vocación al amor formando una familia verdaderamente

cristiana o sirviendo al Señor en la vida consagrada, nos defienda

de las asechanzas y tentaciones del demonio, sane nuestras

enfermedades y angustias, nos asista en el trabajo y en nuestros

problemas económicos, nos auxilie a cumplir con nuestro deber de

estado y nuestros deberes y tareas como ciudadanos

verdaderamente cristianos, y, nos ayude a practicar las obras de

misericordia!

 Ciertamente que el Arcángel San Rafael está dispuesto a

asistirnos en todo momento y circunstancia. Pero hay algo muy

importante todavía que señalar: Él necesita nuestra cooperación y

nuestra docilidad a sus consejos y a su accionar. En esto tenemos

que tomar como modelo a Tobías que hizo cada una de las cosas

que le indicó el Arcángel: su docilidad y obediencia fue total y

absoluta. No le puso ningún obstáculo. El Señor en su Divina

Providencia nos coloca distintos medios y personas para ayudarnos

en la vida presente y guiarnos a la Patria Celestial: Arcángeles,

Ángeles Custodios, Obispos, Sacerdotes y tantos otros

instrumentos de los que se vale que llevarnos a la Vida Eterna.

Todos ellos nos prestan su auxilio, pero es indispensable que

seamos dóciles a sus indicaciones para llegar a la meta, que es el

Cielo, sanos y salvos como llegó Tobías con la ayuda de San

Rafael. Hermosamente San Agustín decía: “El que te hizo sin tí, no

63

te salvará sin tí”, es decir, Aquél que nos hizo sin nuestra

colaboración, no nos salvará sin nuestra cooperación, obediencia y

docilidad. Que el ejemplo de docilidad y obediencia de Tobías a las

instrucciones de San Rafael Arcángel, nos sirvan de modelo de

cómo debemos estar sujetos a la acción divina para llegar a la

Eterna Bienaventuranza.

10. TOBIT, MUERE EN LOS BRAZOS DE DIOS

Tobit, se nos presentado como modelo de vida santa y, al

mismo tiempo, como ejemplo de cómo se debe morir para

presentarse dignamente ante el Señor. En efecto, hemos visto a lo

largo de estas meditaciones que su vida tenía por centro y cumbre a

Dios (Tob 1,12), que le ofrecía su culto participando en las

celebraciones litúrgicas (Tob 1,6), cantándole sus alabanzas con

todo su corazón (Tob 13), también tuvimos oportunidad de meditar

en que su amor a Dios lo manifestaba en el amor al prójimo

practicando las obras de misericordia corporales y espirituales, ya

sea, haciendo limosnas, dando de comer a los hambrientos,

vistiendo a los desnudos, dando sepultura a los difuntos (Tob 1,16-

17), o bien, profiriendo valiosos consejos (Tob 4). También

meditamos sobre su fidelidad al Señor en medio de las pruebas

(Tob 2,9-10). En fin, podemos resumir su santa vida con aquella

frase inicial donde él mismo sintetiza: “…seguí los caminos de la

verdad y la justicia todos los días de mi vida” (Tob 1,3).

Pero así como nos sirve de ejemplo su vida, no menos

aleccionadora es su muerte. Dice la Escritura, que… “cuando

estaba por morir, llamó a su hijo Tobías y a los hijos de éste…” (Tob

14,3). Después de darles sabios consejos a modo de testamento

64

espiritual, remató con aquellas hermosas palabras: “Ahora, hijos

míos, yo les recomiendo que sirvan a Dios de verdad y que hagan

lo que a Él le agrada. Manden a sus hijos que practiquen la justicia

y la limosna, que se acuerden de Dios y bendigan de verdad su

Nombre, siempre y con todas sus fuerzas… Entonces lo tendieron

sobre su lecho, y él murió y fue enterrado honrosamente” (Tob

14,8.11). Ciertamente que fue un momento doloroso para los suyos,

pero...¡Qué hermoso morir de este modo! ¡Cuán edificante es su

vida y también su muerte! Murió tal como vivió: en Dios.

Normalmente suele ser así: tal como se vive, así se muere. Dice el

salmo: ¡Preciosa es a los ojos del Señor la muerte de sus santos!

(Sal 116,15). Ciertamente que la muerte de Tobit habrá sido

preciosa a los ojos del Señor, Quien lo habrá recibido en sus brazos

para darle el descanso eterno merecido por todas sus fatigas y por

su vida santa.

¡Qué bueno si tomáramos como ejemplo la vida y la muerte

de Tobit! Con frecuencia no vivimos bien nuestra vida cristiana o no

la asumimos con seriedad y, a veces, también nos olvidamos que

tenemos que prepararnos para presentarnos ante Dios y darle

cuenta de nuestros pensamientos, palabras, obras y omisiones.

Podemos aplicar a la muerte aquellas palabras que Jesús dijo sobre

su Segunda Venida: “Estén preparados, porque no saben ni el día

ni la hora” (S. Mt. 24,44.50). Sabemos con certeza que la muerte

vendrá, pero no sabemos ni el día ni la hora, es por eso, que

debemos estar preparados a cada momento para presentarnos ante

Dios. Quizá estas palabras suenen un poco amenazantes, pero si

cada día vivimos como el Señor quiere; si vivimos en gracia

recibiendo sus sacramentos y cumpliendo sus divinos

mandamientos “…amando al Señor, nuestro Dios, con todo el

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corazón, con toda el alma y con todas las fuerzas…” (Deut. 6,5), si

aspiramos a la santidad y tratamos de corregir nuestros defectos, si

cada día seguimos, al igual que Tobit, los caminos de la verdad y la

justicia es el mejor modo de prepararnos para cuando el Señor nos

quiera llamar a su presencia sin sentir ningún tipo de temor.

Que el ejemplo de Tobit y de Todos los Santos nos estimulen

para vivir según Dios cada día y, así, ser recibidos algún día en las

Moradas Eternas cuando el Señor lo disponga.

D) CONCLUSIÓN: LA FAMILIA EN EL PLAN DE

DIOS; METAS Y DESAFÍOS ACTUALES

Hemos meditado en la hermosa y edificante historia de Tobit,

en sus virtudes y enseñanzas, cómo Dios era el centro de su vida

uniéndose a Él en una profunda vida de oración, en su amor a la

Palabra de Dios, las pruebas por las que tuvo que atravesar, cómo

se preocupó de transmitir a su hijo la fe educándolo según los

sapientísimos designios de Dios, y tantas cosas más. Pero todo

esto se da en un entorno de una familia constituida sobre el sólido

fundamente de una profunda fe en Dios. En este sentido, la Iglesia

enseña que la familia es uno de los bienes más preciosos de la

humanidad. El motivo de ello es porque se trata de un don que

forma parte del plan de Dios para que todas las personas puedan

nacer y desarrollarse en una comunidad de amor, ser buenos hijos

de Dios en este mundo y participar en la vida futura en el Cielo:

Dios ha querido que los hombres, formando la familia, colaboren

con Él en esa tarea. En la Sagrada Escritura se puede observar el

plan de Dios sobre ella. En el libro del Génesis se narra la creación

66

del primer hombre y de la primera mujer: Dios los creó a su imagen

y semejanza; los hizo varón y mujer, los bendijo y les mandó crecer

y multiplicarse para poblar la tierra (Gén 1,27-28). Y para que esto

fuera posible de un modo verdaderamente humano, mandó que

ellos se unieran para formar una comunidad de vida y amor que es

el matrimonio (Gén 2,19-24). De este modo, cuando las familias se

forman según la voluntad de Dios, son fuertes, sanas y felices,

hacen posible la promoción humana y espiritual de sus miembros

contribuyendo a la renovación de toda la sociedad y de la misma

Iglesia. Ésta, ofrece su ayuda a todos los hombres recordándoles

cuál es el designio de Dios sobre la familia y el matrimonio.

Solamente con la ayuda de la gracia de Dios y viviendo de verdad el

Evangelio, es posible realizar plenamente el proyecto de Dios sobre

el matrimonio y la familia. A los católicos corresponde de modo

especial comprender y dar testimonio de las enseñanzas de

Jesucristo en este campo.

 Muchas veces observamos familias rotas, con dificultades o

que se les hace difícil cumplir la Voluntad de Dios: la Sagrada

Escritura nos enseña que Adán y Eva pecaron desobedeciendo a

Dios y desde entonces todos los hombres nacen con el pecado

original (Gén 3,1-7). Este pecado y, los que comete cada persona,

hacen difícil conocer y cumplir la voluntad de Dios sobre el

matrimonio. Por eso Jesucristo quiso venir al mundo: para

redimirnos del pecado y para que pudiéramos vivir como hijos de

Dios en esta vida y alcanzar el Cielo. Hace falta la luz del Evangelio

y la gracia de Cristo para devolverle al hombre, y también al

matrimonio y a la familia, su bondad y belleza originales. Cuando la

infidelidad, el egoísmo y la irresponsabilidad de los padres respecto

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a los hijos son las normas de conducta, toda la sociedad se ve

afectada por la corrupción, por la deshonestidad de costumbres y

por la violencia. En las últimas décadas han habido cambios

culturales que han influido fuertemente en el concepto tradicional de

la familia. Sin embargo, la familia es una institución natural dotada

de una extraordinaria vitalidad, con gran capacidad de reacción y

defensa. Por ello, es preciso que en el seno de las familias se

promueva cada vez más una conciencia de las responsabilidades

personales de sus integrantes; el deseo de que las relaciones entre

los esposos y de los padres con los hijos sean virtuosas; una actitud

más atenta a la paternidad y maternidad responsables; un mayor

cuidado en la educación de los hijos; una mayor preocupación de

las familias para relacionarse y ayudarse entre sí. Esto servirá para

contrarrestar los elementos negativos que tratan de influir a

nuestras familias. Realmente estos elementos negativos son

muchos, pero señalemos algunos: una equivocada concepción de la

independencia de los esposos; defectos en el concepto y ejercicio

de la autoridad y la relación entre padres e hijos; dificultades para

que la familia transmita los valores humanos y cristianos; creciente

número de divorcios y de uniones no matrimoniales; el recurso fácil

a la esterilización, al aborto y la extensión de una mentalidad

antinatalista muy difundida entre los matrimonios; condiciones

morales de miseria, inseguridad y materialismo; la emergencia

silenciosa de gran número de niños de la calle, muchas veces fruto

de la irresponsabilidad o de la incapacidad educativa de sus padres;

gran cantidad de personas abandonadas por falta de familia estable

y solidaria, y, también, la promoción de leyes disolventes sobre el

concepto de familia. Para que no prevalezcan estos signos

negativos, la única solución verdaderamente eficaz es que cada

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hombre y cada mujer se esfuercen por vivir en sus familias las

enseñanzas del Evangelio con autenticidad. El sentido cristiano de

la vida hará que siempre prevalezcan los signos positivos sobre los

negativos, aunque estos nunca falten. Además, siempre han habido

y hay buenos ejemplos que imitar. Es más, Jesucristo nació en una

familia ejemplar, sus padres fueron S. José y la Virgen. Les

obedeció en todo y aprendió de ellos a crecer como verdadero

hombre (Lc 2,51-52). Así pues, la familia de Cristo es ejemplo y

modelo para todas las familias de todas las épocas y culturas,

porque el único modo de conseguir la realización personal y la de

los seres amados es crear un hogar en donde la ternura, el respeto,

la fidelidad, el trabajo, el servicio desinteresado sean normas de

vida. Cada hombre es responsable de una manera u otra de la

sociedad en que vive, y por tanto de la institución familiar, que es su

fundamento. Los casados, deben conseguir que la familia que han

formado sea según el designio de Dios; los que permanecen

solteros, deben cuidar de aquella en que nacieron. Los jóvenes y

adolescentes tienen una particular responsabilidad: prepararse para

construir establemente su futura familia. No hay soluciones

mágicas: sólo el amor a los ideales que nos ha trazado el Señor nos

dará la realización personal y familiar en esta vida y luego la eterna

bienaventuranza. Que la familia de Tobit, destello de lo que fue la

Sagrada Familia de Nazaret, culmen, modelo y plenitud de toda

familia Cristiana, nos ayuden a asumir los compromisos para formar

personas que alcancen su madurez y felicidad en la presente vida y

luego, lleguen a formar parte de la gran Familia del Cielo.