LA ANGELOLOGIA EN LA LITERATURA TALMUDICA
EL desarrollo de la importantísima literatura
misnaico-talmúdica
abarca la época comprendida entre el siglo II a.C. y el V
d. c., incluyendo de esta forma el período denominado por
algunos
pre-fannaítico, en que se inicia la elaboración de la
Misnó'.
En este largo esp¡:¡.cio de tiempo, tannaitas y amQraÍtas1,
ejercieron una intensa actividad en torno a la T orá y de modo especial sobre
la Ley Oral, complemento de la escrita. Los tannaÍtas impartieron primeramente
sus enseñanzas oralmente, con especial cuidado de que no se mezclaran con la
Ley escrita; pero lo mismo que
ocurrió con otras ramas de la literatura rabínica, los
Midrasim, ante
el temor de que esas doctrinas, de tantos y tan sabios
maestros, se
perdieran o contaminaran, hubieron de recogerse por escrito,
en
época posterior, aun en forma concisa y esquemática, como
aparecen generalmente en la Misná, razón fundamental de la amplificación y
vastos comentarios que sobre ella elaboraron sus continuadores los amoraÍtas en
ambos Talmudes.
Ese gran Digesto de lªs leyes tradicionales de Israel que se
denominó la Misná, fue obra de seis largas generacÍo!.les de doctores,
1 Tannaítas, de tannaim, voz de origen arameo (heb. sana1z )
que significa «repetidores, iristructores»; en definitiva son los continuadores
de ¡os sojerim, doci:o.es de IsraeL
Amomítas, de ' amrora'im, también voz aramea, que equivale a
«intérpretes, comentaristas».
126 C. GONZALO RUBIO
-si bien la gloria de la codificación final, tras varios
jntentos anterio~
res, corresponde ¡:; R. yehudá ben Simón ben GamaliellH,
llamado
«el Santo)), Patriarca (Nasí) de la comunidad judaica, que
vivió en
la segunda mitad del siglo II d. C. y alcanzó el primer
quinto del
siguiente.
En los tres siglos siguientes (IIl ªl V), los amoraÍtas,
sucesores
de los tannaÍtas, no aportan propiamente una labor de
creación,
como hemos insinuado, y se dedican a elucidar ampliamente el
ya
ehlborado Código nimaico. Este trabajo gigantesco, realizado
en las
Academias palestinenses y en las de Babilionia, se recogió
en los
dos magnos comentarios que recibieron el nombre de GemaráJ
,
«estudio acabado, enseñanza, doctrina)), y constituyen el
Talmud
yerusalmí (T. jerosolimitano), aunque más exacto sería
llamarlo pa~
lesfin:ense, y el Talmud bablí (T. babilónico)", por
los lugares de su
realización.
El orden seguido en ambos T ¡:¡.hrtudes es el siguiente:
cada pa~
rágrafo de la Misná se transcribió íntegramente en su texto
original
hebreo, ya seguida se -comentó en arameo, añadiendo toda
clase de
aclaraciones, citas escriturarías, opiniones diversas de los
diferen-
,tes doctores, razonamientos variados y sutiles, historias,
sentencias
y refranes, etc.:l
•
Tal es la importancia del Talmud en sus dos partes
constituti~
vas, Misná y Gemará' que se ha dicho can bastante razón en
él se
cifra toda la literatura estrictamente jud¡:¡.ica durante
unos mil años
-naturalmente ampliando al máximo los límites de su
elaboración,
es decir del s. m ¡:l.c. al VII d.C., en que recibe su
redacci6n definitiva-. Además, gran parte de los escritores judíos posteriores,
incluso algunos de los actuales, han buscado su fuente de
inspira~
ción para toda clase de producciones literq.rias, aparte de
las lucubraciones científicas, en el Talmud.
Es fácil comprender que en este enorme conglomerado las alu~
siones y citas que se hacen de los ángeles son
numerosísimas, y re2 Talmud: de la raíz hebrea ¡amad, «aprender)), y en la
forma intensiva «enseña,r));
significa, por lo ranto, «estudio, 'N1señanz,a,
dcctrina". Nada hay, !pues, en su acepción
etimológica, ni en b real, de la tétrica significación que
en ia Edad Media se lanzó sobre
,e! Talmud entre ,los criS1t,ianos.
3 Vid. Manual de Hist01'ia de la Literatura hebrea, por
DAVID GONZALO MA"liiQ.
(Madrid, Editorial Gredos, I960), capíts. VI y VII de la
2'.' Parte.
LA ANGELEOLOGÍA EN LA LITERATURA TALMÚDICA 1 27
flejan todo un mundo de creencias, ideas, supersticiones y
'CUrIOSIdades del máxill10 interés para el investigador.
Conviene advertir que las referencias a los ángeles figuran
solamente en la G"mará', puesto que en toda la Misná, a pesar de su
considerable extensión y la multiplicidad de temas tratados,
no aparece ninguna mención'. Pero téngase presente que la Misná e:;; base
y fundamento de la Gemará'-
Teniendo en cuenta que no tratamos de realizar un estudio
exhaustivo del tema, ni traer a colación todos los textos
talmúdi-
-oCas que hablan de los ángeles, creemos basta como visión
de conjunto, apcute de las numerosas referencias y coordinación sistemática de
las mismas aducidas en nuestro trabajo, la indicación general del total de
tratados talmúdicos en que se menciona a los
Angeles, por cualquier concepto. En los copiosos Indice:$
generales de materias que se encuentran en las dos traducciones más asequibles
de ambos T almudes, la ffimcesa de Moise Schwab dd
Talmud de Jerusalén, y la inglesa de Epstein del Talmud
babilónico o la alemana del mismo por Lazarus GoldsmÍth pueden encontrarse
fácilmente las oportunas referencias, can indicación del tratado. capítulo,
etc. De los treinta y seis tratados y medio comentados en el Talmud babilónico,
veintiuno mencionan a los ángeles,
y veini~cinco a los Demonios. Los lugare$ de referenca,
respecto a
los primeros, son JI 0, y 55 respecto a los segundos; de
Mikael se
habla doce veces, y de Gabriel, veintiocho.
Desarrollo histórico ele la Angelología talmúdica.
El estudio de lª Angelología en el inmenso arsenal talmúdico
no
es nada fácil por varias razones. En primer lugar, el
Talmud, en
sus dos recensiones, es un maremágnum inextricable de
cuestiones
de todas cIases, donde campea un gran desorden, y falta en
absoluto una ordenación sistemática, debido quizá, aparte de otras ra~
4 GERSHON
G. SCHOLEi\iJ, en su obra Jewish-Mysticism (London, 1955, págs. 42-43)
dice a eSlte propósito: "Sabido es que el compi¡ador de
la iMis.ná, el patriarca Yehudá
el Santo, significado raciona!~ista. hizo ,Jo pos,ible por
eliminar toda referenci.a al M.wkakah ,
la Angelología. etc. Pa;rte cons.iderable de este material
se ha conservado en una segunda,
co"¡ección m~snaica, la llamada, Toseftá. De ¿sta y de
otros fragmentos podemos deduór
;¡)gunas conclusiones respecto al cará.ct·er de tales
especu1acio:nes>l. A continuación añade
e! autor una ligera refer·encia sobre el Libro de EnDe y el
ApD¡;:al¡psis de Ab¿~aha1l1.
128 C. GONZALO RUBIO
zones, a que la mentalidad judía, por lo menos de aquellos
siglos,
era poco inclinada a un rigorismo intelectual de tipo
grecolatino,
y tal sistematización excedía a la~ posibilidades del gran
número
de agadistas 3 que enseñ~ban en diferentes lugares,
circunstancias
y tiempo. Las explicaciones v¡:¡.riaban según las personas
que componían el í:luditorio, las necesidades exegéticas de la exposición,
etc. Es imposible, por lo tanto, delimitar entre lo que es
pura especulación erudita o una creencia popular, un punto de vista indiVIdual
o general, una idea trasitoria o una permanente; y, pdr último, no hay que
perder de vista el hecho de que cada erudito manifestara por un determinado
tema mayor o menor inclinación. Intentaremos, pues, sistern'¡:¡.tizar de alguna
manera las ideas dominantes respecto al tema que nos ocupa.
Según el Talmud, el universo se encuentra repartido entre
dds
categeorÍas de seres: los ángeles, que ocupan la parte
superior, y
por ello se los denominí:l celyonlm, (elos de arriba)), y la
humanidad, habitantes de la parte inferior o ta~tQnzm, «los de abajo)).
Los Celyonzm, o ángeles, no son imaginados como
intermediarios de Dios con el mundo y el hombre, es decir, tal y como aparecen
en la Biblia. Según la doctrinil talmúdica, la inmanencia divina no tenía en
absoluto necesidad de colºc~r unos seres mediadores; se trata únIcamente de
glorificar í:l Dios, el cual, conio dueño
y soberano de un reino ilimitado, dispovía de una
corporación considerable de servidores, que ejecutaban sus mandatos. Esta~
criaturas dignas de mantenerse cerca del trono celestial, forZdsamente
debían alcanzar unf;l p~rfección superior a la inherente a
la condición humana, imposibilitada, en cuanto tal, de contemplar la divinidad.
Pero la perfección de los ángele$ nunc1;1 podrá igualarse a la
de Dios, puesto que han sido creados.
En la tedrͪ evolucionista del origen de las religiones
suele exponerse que la idea de un ser superior podría haber surgido en el
hombre primitivo al contemplar la organización de su propio
grupo social. Un proceso semejante pudo originar la jerarquía celestial en el
Talmud. Constantemente veía el pUE:blo a su so5 Los dos dementas básicos de la
MLsná y su complemento el Talmud son halcq/¡ah,
"norma de vida, estatuto, disposición jurídica)), y
haggadah (o 'ªgadáh ), «narración histórica" ,amena, ingen;osa, ilnstructiva»,.
Los cultivadores del ¡primer elemento son los !Ja!<lhistlls, y ¡los del1
segundo, agadistas.
[5J LA ANGELEOLOGÍA EN LA LITERATURA TALMÚDICA I29
berano rodeado de numerosa corte, que le tributaba los
máximos
honores y el más profundo respeto. Cuanto mayor era el
séquito y
la corte, mayor admiración producía. Recordemos fi tales
efectos el
esplendor de los reyes sasánidas que durante largo tiempo
controlaron las Academias orientales donde se elaboraba el Talmud; con
todo, estos soberanos no eran para un judío más que seres de
carne
y hueso, simples mortales, a pesar de la gloria y boato de
que se
rodeaban. Dios, en cambio, es el Rey de reyes, el Dominador
y
Creador del universo, y por esta réizón se le presenta cOn
la más
esplendorosa corte angélica que jamás imaginó religión
alguna. Las
legiones de ángeles en actitud constante de alabanza fl Dios
se cuentan por millones, y se les dotf), de las más exclentes cualidades:
belleza, sabiduría, conocimiento del porvenir, etc. ti.
Creació11I de los ángeles.
La primera cuestión que se nos plantea es el momento de la
creación de estos seres privilegiados. En Gn r 6 cuandQ
Yahvé dice:
«Hagamos al hombre ... », parece que se alude, al menos
según la
interpretación dada por algunos exegetas, a ciertos testigos
que conterpplan y aprueban lE! obra creadora de Dios, y lo mismo puede
afirmarse del pasaje de Jb 31W. Sin embargo, el texto
sagrado-nada
dice en concreto sobre el particular ; la especulación
judaica, y también después la cristiana, se planteará toda una problemática a
este
respecto.
La tradición está de flcuerdo en que fueron creado~ a partir
del
seguno día del Hexámeron. De este modo se mantenía intacta
la
idea del monoteísmo, y no cabía pensar que Dios hubiera
recibido
ninguna clase de ayuda en su trabajo; ]2Or ello eD Gn R.I'
se insiste en que el pueblo no deberá decir que Mikael ha extendido la
banda Sur del firmamento, y Gabriel la del Norte. Pero
cuandQ se
intenta fijar el momento exacto de la creªción, muy a tono
con la
meticulosidad rabínica, surgen las opiniones encontradas,
fielrrien6 Aparte de las obvias consultas a algunos ¡lugares áTItElllcionados
de ambos T.almudes,
en esta parte nos ha servido de inestimabile ayud.a e!
magnífico libro de A. COHEN, Le
Talmud (trad. fr. del inglés, París, 1933)' que contiene una
«exposición silntética del Talmud, y de Ja ens~ñanza de dos Rasinas sobre la
ética, La religión, costumbires y Jurisprudencia». Vid. Angélolagie, pp.
92-104, Y Démonologie, pp. 321-332.
C. GONZALO RUBIO [9]
te recogidas en el Talmud. Así, R. Y oha:van decía: «El
segundo
día, ya que está escrito : Formó con las aguas la cumbre de
su morada; el segundo día Dios estableció una primera separación de
las aguas mediante el firmamento (Gn 16
), y como el Salmista (Sal
1043
) asocia ¡i los ángeles a la cumbre de la morada divina,
está claro que fueron creados en dicho segundo díª)).
Otros se inclinan por el quinto día, en que Dios creó «las
aves
que. vuelan)), tomando como b¡:¡se el versículo de IsaÍas
(62
): «con
dos al¡:¡s los serafines volaban)).
Una tercera opinió~1 sigue al Salmo 33 6
, y se expresa en los siguientes tres términos: «Un ángel es
creado a cada emisión de la
voz que sale de la boca del Santo Unico, bendito sea, porque
se
ha dicho: Por la palabra de Yahvé fueron hechos los cielos,
y todo
su ejército por el hálito de su boca)) (Hag. 14a).
Por último en Gn R 7.8" se recoge la supuesta discusión
sostenid¡¡. por el emperador Adriano can R. José ben ltJ!ananyá, el cual
defiende que hay un río de fuego -del que se habla en Dn 71
°_
formado por el sudor que emiten los Qayyót al sostener el
trono del
Dios Unico (bendito ~ea). De dicho río salen constantemente
grupos
de ángeles celebrantes que presentan sus alabanzas a Dios
una sola
vez, y después inmediatamente expiran, es decir vuelven al
río de
donde salieron, que no cesa de manar día y noche.
En cuanto a los elementos de que fueron creados, se afirma
que: (mn ángel está formado por agua y fuego)) (p. R. s,
58a),
porque así consta en el Salmo 1041 : «Tiene por ministros
llamas
de fuego)). N¡:¡da más cabe añadir sobre el particular,
puesto que
una vez recogidas las diferentes opiniones, el Talmud no da
solución final.
Naturaleza de los ángeles.
A pesar de que se haya formulado la teoría de que se produce
una renovación constante de ángeles, la creencia general e~
que estos seres poseían el don de la inmortalidad y por ello no tenían que
perpetuar la especie (Gn R. W1
). No obstante, como Dios es todopoderoso, puede suprimirlos
en cualquier instante, como se refiere
~n Sanh. 38b acerca de un grupo que se opone a su voluntad,
advirtiendo que este suceso no guarda relación alguna con la caída
de los ángeles, que, como se dirá después, no aparece en el
Talmud.
{7] LA ANGELEOLOGÍA EN LA LITERATURA TALMÚDICA 131
El tamilño de los ángeles alcanza la enorme extensión de dos
mil parasangas, y según la tradición, cada ángel es el
tercio de un
mundo: su mano alcaza desde el cielo ¡:J. la tierra, por eso
no pueden descubrirse en todo su tamaño.
Se los imagina sin espalda, con cuatro aspecto:;;,
coordinados
de till manera que puedan constantemente ver a Dios,
conforme se
indica en Ex 16
• No tienen necesidad de alimentarse, (Gn. R. 481<1),
porque se mantienen con el resplandor de la divina presencia
(la
scl?inall ) , según vemos en Ex. R. 32". Tampoco están
sujetos a las
pasiones humanas normales, es decir no se trastornan por los
efectos del yé~er rae (perversa inclinación) y como consecuencia no sienten
impulsos malignos; de ahí que no se les aplique los Diez Mandamientos y se les
otorgue el apelativo de «santos», que el hombre
no puede conseguir si no alcanza una doble santificación.
Con todo, los ángeles no poseen la infalibilidad y así sucede
que
a veces Dios castiga sus errores. Se dice (Gn R. 5,068) que
expulsó
del cielo durante ciento treinta y ocho años a dos ángeles
porque
descubrieron prematuramente el decreto de la destrucción de
Sodoma.
Están dotados de alas, y, según las órdenes que reciben del
Todopoderoso, su vuelo varía de velocidad; si su mensaje
debe
producir la salvación, es más veloz que en caso contrario.
De este
modo el ángel más lento es el de la muerte, para que el
agonizante
tengil tiempo de arrepentirse, alcanzar el perdón y
recuperar la
vida7
•
Lengua de los ángeles.
Se dice que los sere$ humanos -ha de entenderse
concretamente de los judíos, para quienes se escribía el T almud- se parecen a
los ángeles por un triple -concepto: porque poseen inte1igen-
<:ia como ellos, están dotados de porte recto, y hablan
la lengua
santa (Hag. 16a).
Como anteriormente queda di-cho, la Angelología se
desarrolla
en época posterior al exilio babilónico. En los años que
éste duró,
el hebreo fue lentamente sustituido por el arameo, que acabó
por
7 Vid. Le Talmud de ¡érusalem (trad. por M. Schwab), vol. 1,
pág. 234 nota.
13 2 C. GONZALO RUBlO [8J
convertirse en la lengua oficial y vernácula de los judío~,
aunque
el hebreo siguió utilizándose, hasta nue~tro días, en la
liturgia y
como lengua sabia. En razón de este cambio lingüístico,
surgió la
idea de que los ángeles ignorab?-n el arameo y hablaban el
hebreo.
Como ellos son los que recogen las oraciones y las presentan
ante
Dios, nunca deben formularse ruegos en la lengua popular,
sino
en l¡:¡ litúrgica, que es la que ellos comprenden. Hay
algunas ex~
cepciones, como por ejemplo Gabriel, al que se ~upone
conocedor
de todas las lenguas; él fue quien las enseñó a José (Sotá
33a), y
al mismo tiempo le protegió de las perversas intenciones de
Puti~
far (ib. 13b). De Zagzaga' el se afirma que era instructor
de las
«setenta lenguas)).
Número de los ángeles.
Es tal la cantidad de seres angélicos que no podemos llegar
a
comprenderla ni imaginarla. Hay miles de ejércitos formados
a su
vez por millones de ángeles. Cuando Jacob ¡:¡bandona la casa
de
su suegro Labán, delate de él danza un ejército de
se.tecientos mil.
Además, cada israelita lleva un séquito de mil, uno de los
cuales
va delante para ahuyentar a los demonios. Estos son también
nu~
merosÍsimos, e incluso acompañan en gran cantidad a los que
no
observan la Ley de Dios, como más adehmte expondremos.
Onomástica y funciones de los ángeles.
Los r¡:ibinos declaran que el nombre de los ángeles llegó a
Israel procedente de Babilonia (p. R. S. 56d), y ello es una verdad
incontrovertible, puesto que hasta Daniel ningún apelativo
especial
habían recibido, como reiteradamente hemos indicado.
A base de algunos textos, como el Salmo 6W8
: «Dios habita
en ellos ... ))8 se afianzó la creencia de que cada ángel
lleva una ta~
bIeta con el nombre de Dios ('El), por lo cual Son
llarriados Mik,a'el,
Gabri' el, etc.
En el Talmud cada ángel recibe un nombre en consonancia con
8 El término sin'an, muy wntrovertido. lo interpretaln
allgunos por "ángeles)); por
ej~mplo la BiblLa de Ferrara y ,la Authol''Ízed ve1'siolJ.
[9] LA ANGELEOLOGÍA EN LA LITERATURA TALMÚDICA 133
la misión que le está especialmente encomendada; por esta
razón
incluimos bajo el mismo epígrafe ambos conceptos.
Hay un ángel designado para cada uno de los elementos, como
hemos visto ya en el Libro de Enoe; pero es de advertir que
en
esto más que en ning{m otro aspecto las dificultades para un
estu~
dio sistemático se acentúan por la falta de un orden
riguroso y por
las grandes diferencias existentes entre los diversos
tratados.
En dicho Libro de Enoe aparecen, según indicamos, can nombre
propio y función específica. De todos ellos, sin embargo,
casi nin~
guno se encuentra en el Talmud, y son sustituidos por los
que a
contiuacÍón estudiamos.
Gabriel.-«Hombre de Dios» 0, según la interpretación más
generalizada, «fortaleza de Dios» es el príncipe de la
fuerza (Pes . .1,
ISa): se le describe can cuerpo de fuego (ib. 118a), y su
voz alcan~
za hasta los últimos confines de la tierra ('A b6t de R
Natán, 2).
A menudo aparece como el defensor de Israel, aunque también
se
presenta como instrumento del castigo divino en compañía de
MikaeL
Mikael.-Los talmudistas creyeron ver una alusión a él en la
expresión M1-kam6ka de Ex. J Sll, y JEn ka-JEI de Des.
Combi~
nando la primera palabra del primer pasaje con la segunda y
tercera del último, sale Mika' el. Su función principal es la de protec~
tor y abogado de Israel, hasta el fin de los tiempos, y
lucha cdn Samael por la liberación de su pueblo del poder de Edom. Dentro de
la naturaleza cósmica, es el príncipe del agua y de su
derivado la
nIeve.
Rafael.-Tiene una posición similar a los anteriores.
Etimológicamente se ha relacionado su nombre con refaJzm, «espíritus», y en
época posterior, con rafe J
, que encierra la idea de {(curar». Sería.
en este último caso, «!riedicina o curación de Dios», y ésta
es precisamente su función. El fue el encargado de repdner al patriarca
Abraham de la indisposición provocada por la circuncisión
(8. m.
86b).
Es curioso observar que aun cuando los judíos no incluyen el
libro de Tobías, donde tan relevante papel desempeña el
arcángel
Rafael, en el canon de libros inspirados, sin embargo le admiten
como figura eminente de su Angelología.
Uriel.-Su nombre se interpreta como «fuego» o «luz de Dios».
Por su mediación reciben los hombres el conocimiento del
Todopoderoso.
134 C. GONZALO RUBIO [ro]
Otros ángeles menores.-Tras los ángeles mayores, o arcángeles,
mencionados, se citan los siguiente;s: Yurkemi, príncipe del
«granizo» (Pes. 1, 18a); Ridya, príncipe de la ,<lluvia»
(Tacan.
25b); Rahab, príncipe del mar (B. b. 74b.); Layla, príncipe
de la
(moche» (Sanh. 963.) y de la concepción (Nid. 16b); Duma,
ángel
de la muerte (Ner. 18b).
Algunos otros príncipes se designan por una función
específica y no llevan nombre propio, por ejemplo, el príncipe del mundo
(Yeb. 16b; cfr. Evang. de San Juan, lZ:lJ
, 14:Jo, 161l), y el de la
gehenna ('Arak. 15b).
Escritores tardíos identificaron al «príncipe del mundo COIÍ
el
ángel Metatron, cuyo nombre se ha intentado explicar de muy
diversas formas: A. Kohut lo identifica con Mitra, del zoroastrismo;
:según otros sería la forma abreviada de MetatrQnios (del
griego:
«el que está junto al trono», aunque esta palabra no se usa
en griego y es poco prob¡:¡.ble que los judíos inventaran la combinación),
y, por último, hay quien lo relaciona con el latín (de
«metator» ,
precursor, ya que en él se veía al ángel que precedía a los
israelitas en el desierto, Ex. 2)2°). En resumen, podría afirmarse que Me-
!atrón es de origen desconocido y probablemente uno de los
muchos
nombres secretos que idearon los místicos; pero sea COfia
sea, durante algún tiempo se le rodeó de un¡:¡. veneración considerable,
puesto que se especifica concretamente que no se le dirijan
oraciones, señal evidente de que ello sucedía con harta frecuencia. Se le
sitúa como colaborador de Dios en la eseñanza de la
juventud, a la
que dedica todo su tiempo; en cambio, Dios solamente emplea
en
ellos las tres últimas horas del día cAbo z. 3b).
Otro án&el que alcanzó en la literatura talmúdica -y aÚn
más
en la cabalística- gran predicamento fue San dalfón , cuya
etimología está claramente definidada: del griego ~OWíOcAr.poc;" «hermano
asociado». Suele presentársele con Metatrón, aunque nunca se
le menciona en las antiguas listas de arcángeles ni en los
escritores
no judíos. Es el encargado de la oración: «Cuando todos los
lugares donde se adora han terminado sus servicios, el ángel encargado
de la oración reúne las plegarias que se han formulado y
hace coronas que coloca sobre la cabeza del Santo Unico (bendito sea))) (Ex
R. 21 4
). Como característica esencial presenta su gran tamaño, ya
que él es el más alto de todos los ángeles, en una distancia
tal
[Il] LA ANGELEOLOGÍA EN LA LITERATURA TALMÚDICA I35
como la que se recorre en quinientos añós: «de pie sobre la
tierra
alcanza el nivel de los hayyólJl .
También se efectúan frecuentes referencias a los ángele? de
la
paz, de la cólera, a los ángeles destructores (heb. mal'
alcé hamashít), a los de beneficencia, a los de los sueños, etc. ; en cambio. a
Semalión no Se le cita más que una vez.
Los ángeles custodios de las ciudades no tienen nombre
propio,
a excepción de Samael y Misael; pero se enumeran los
príncipes
de: Egipto, Babilonia, Media, Yaván (Orecia), Siria y Edom
(Roma). A este último se le cita con frecuencia porque la mente de los
agadistas estaba deslumbrada por el poderío de Roma, y la
idea
de una potencia mundial se asociaba a ella como la más
típica representante. El destino de las naciones y el de sus áñgeles custodios
se halla tan entrelazado, que Dios nunca castiga en caso de
desobediencia o prevaricación a la nación directamente, sino
que
antes lo hace en la persona de su correspondiente guardián,
a
quien exig~ cuentas.
En general, la función principal de los ángeles es la de
amparar o acusar a los hombres, es decir son su sanegor o k.ategQr en d
cielo. Si cualquiera es acusado por novecientos noventa y
nueve
ángeles, pero uno solo le defiende, la infinita misericordia
de Dios
se indina al perdón, y no le consider¡:1. como reo.
Varias veces se dice que dos ángeles oficiantes acompañan
constantemente a cada hombre para atestiguar su conducta diaria (!:Iag.
l6a), lo cual no es más que la forma de ?ubrayar que hasta
los más
pequeños u ocultos actos humanos son registrados por el T
odopoderoso.
Cuando un hombre muere, los ángeles le acompañan en su
partida de este mundo. No deja de ser curioso que en la fórmula de
la ({recomendación del alma)) usual entre los católicos se
incluyen
algunas referencias análogas.
Tras la muerte, las almas de los hombres piadosos san
recibidas
por tres ángeles, pero las de los malos no Son acompañadas
más
que por ángeles malos, que testifican por ellas.
Hay ángeles qUé! aparecen ayudandQ a la construcción del T
empIo de Salomón, y lloran por su destrucción. También se cuenta
que un grupo de ellos hizo la larrietacióncuando R. Aqlba
fue
martirizado.
136 C. GONZALO RUBIO [12]
Por último, exi~te gran número de ángeles malos, can
distintas misiones, como después se indicará.
Jerarquía agélica.
Según el Talmud, la jerarquía angélica está encabezada por
los
cuatro arcángeles Mikael, Gabriel, Uriel y Rafael, que
corresponden a las cuatro divisiones del ejército israelí, según Nm 2: «De
la misma manera que el Santo Unico (bendito sea) creó los
cuatro
vientos (puntos cardinales) y los cuatro estandartes para el
ejército
de Israel, igualmente creó cuatro ángeles para que rodearan
su
tronQ)). A la derecha está Mikael, a quien corresponde la
tribu de
Rubén; a la izquierda, Uriel, con la tribu de Dan, situada
al Norte; delante Gabriel, con la tribu de Judá y con Moisés y Aarón,
colocados al Este; Rafael está detrás, con la tribu de
Efraím, emplazada al Oeste (Nm. R. 210).
En este apartado es donde podemos ver con mayor exactitud
hasta qué punto la imaginación judía se desbordó en la creación
de leyendas y fenómenos que no aparecen en modo alguno en el
A. Testamento.
Antes de referirnos a los arcángeles y a la jerarquía que se
establece en la corte celestial, recordemos que varios pasajes bíblicos
se habían ampliado y embellecido; así, por ejemplo, en Gn.
R. 58
se dice que cuando Dios se dispone a crear al hombre, un
grupo de
ángeles le pregunta: «e Por qué le creas?)) Dios entonces
consultó
sus pareceres y refutó las objeciones que le hacían.
Evidentemente
esto significa que Dios no hace nada sin consultarles,
aunque la decisión final le corresponde únicamente a El (p. Sanh. 18a). Cuando
el patriarca Abraham va a sacrificar a su primogénito Isaac, algunos ángeles
protestan calurosamente ante el Señor por este acto
impropio. Sara también es protegida por un ángel contra los
deseos
del Faraón.
Pero donde el embellecimiento queda más patente es en el
libro de Ester. Cuando ésta llega a la corte del rey Asuero, tres ángeles se
apresuran a ayud9.rla: uno levanta su cabeza; otro la dota
de gracia; y el tercero la ofrece el cetro real. Sobre la
preponderante intervención de Gabriel en estos episodios, véase más ade-
}¡mte.
Cuando el Talmud establece la importancia y grado elevado
[I3] LA ANGELEOLOGÍA EN LA LITERATURA TALMÚDICA I37
de cada arcángel, añade unª serie de datos e historias que
corrO~
boren el porqué de esta supremacía.
Los ángeles más encumbrados son Mikael y Gabriel, que a me~
nudo aparecen cooperando en una mism¡:t misión. Así, en el
matri~
monio de Abraham, celebrado ante el mismo Dios, figuraron
como
testigos de honor (Gn. R. BU). Posteriormente asistieron al
entie~
rro de Moisés y entcinarOn en su honor un canto fúnebre (01.
R.
1110).
L¡:¡. misión de protectores de Israel es común a entrambos,
si
bien Mikaella desempeña can más frecuencia; además, su
catego~
ría es superior a la de Gabriel. Dondequiera que Mikael
aparezca,
la gloria de la sekind' está presente (Ex. R. 25
). El fue maestro de
Moisés, de tal manera que los israelitas deben a su abogado
el sobe~
rano don de la T orá (Dt. R J 16
). Se le presenta con cierta fre~
'cuencia conio Sumo Sacerdote efectuando la expiación por su
pue~
blo. Las ofrendas que trae al altar eran, según unos, ovejas
de fue~
go, y, según otros, l¡:¡.s almas de los justos. Las pruebas
que ofrece
al pueblo tutelado de su protección demuestran que en él se
puede
tener absoluta confianza; por ejemplo, él fue quien destruyó
el ejér~
cito de Senaquerib (Ex. R. 185
); también intentó librar a Israel
del exilio, según figura en Y omá, 77 a. Suplicó ante Dios:
«Sál~
valos por los fieles que hay entre ellos)) ; pero las
prevaricaciones
cometidas eran demasiado graves. Cuando Amán tramó la ani~
quilación de todos los judíos de Persia, según refiere el
libro de Es~
t<=r, Mikael los defendió en el cielo (Ester R. 712). Su
resjdencia
se encuentra en una caden¡:¡. de ~iete montañas rodeadas de
una aro~
mátic¡:¡. arboleda; en la <:umbre más alta está Dios.
Aparte de esas intervenciones con <:ará<:ter
<:olectivo, cabe re~
cardar que fue asimismo Mikael quien anunció a Sara que
daría a
luz un hijo (B. m. 86b) , y el que luchó con Jacob en el
episodio
narrado en Gn 3225 •
Según una agadá, Mikael y Gabriel se en<:üntrarán a la
entra~
da del Paraíso para dar, en nombre de Dios, la bienvenida a
los
justos. La intervención del ar<:ángel Mikael en favor de
las almas
de los difuntos es también una de las funciones que en la
liturgia
.católi<:a se ponen bien de manifiesto.
El segundo arcángel en categorÍ¡:¡. e importancia es
Gabriel. Si
.a Mikael incumbe el poder absoluto, después de Dios, en el
cielo,
a Gabriel le corresponde análoga jerarquía en la tierra.
Entre las
138 C. GONZALO RUBIO [14J
much;:1s mISIones que le fueron encomendadas, reviste
particular
relieve su intervención en la historia de Ester. Gabriel
disuadió a
la reina Vasti de la obediencia al rey Asuero, con lo cual
ella se
negó a comp?recer ante los comensales del gran banquete,
motivando la elección de Ester como nueva reina (Meg. 12b). Más tarde volvió a
es'cribr en las crónicas reales el relevante servicio prestado Eor Mardoqueo
cuando denunció el complot regicida, episodio que había sido borrado por
Simsay, pero que la acción acertada de Gabriel puso nuevamente de manifiesto
(lbíd. 16'1).
Gabriel fue asimismo el emisario divino que en Ez 9 3
'" marcó la frente de los jerosolimitanos piadosos que
debían ser perdonados (Sab 55a). El fue también quien impidió que Pmanías,
MiS'lel y Azarías fueran quemados en el horno (Pes 118a).
Su actuación IconMoisés revistió extraOlrdinaria
importancia.
Cua.ndo las servidoras de la hija del Faraón intentan
disuadirla de.
salvarle de las aguas, Gabriel las hiere al mismo tiempo que
provoca el llanto del niño para despertar la compasión de la princesa
(Ex R. 1 ""). Según una leyenda, el Faraón,
instigado por su consejero letro, sometió a Moisés a una prueba con el fin de
averiguar
si era la persona destinada para burlar sus leyes. Al
efecto, colocó
ante él unos carbones ardiendo ¡:¡. un lado y al otro una
corona; si
hubiera tomado la corona, el monarca habría ordenado su
ejecución. Mas no sucedió así, porque G¡:¡.briel orientó las manos del pequeño
hacia los carbones, librándole así de una suerte fatal (Ibíd.
2,6).
Los demás arcángeles no ofrecen particular relieve en cuanto
a funciones jerárquicas que les estén especialmente
asignadas. Baste con lo dicho ¡mteriorrriente respecto a su onom,ástica y
cometido.
Tras los arcángeles siguen en categoría los demás ángeles,
oficiantes, custodios de ciudades, guardianes de las personas, etc.
Lugar aparte ocupan los ángeles del mal, que por su variedad
e
importancia merecen ti3.mbién un estudio especial.
Devoción a los ángeles.
Basándose equivocadamente en la Epístola de San Pablo a los
Colosenses 2 18
, hubo algunos que acusaron ª los judíos de adorar
a los ángeles., si ben parece probado que el apóstoI se
refería él. la
secta gnóstica. Es indiscutble, sin embargo, que existió una
devo--
[15] LA ANGELEOLOGÍA EN LA LITERATURA TALMÚDICA I39
ción muy extendid¡l a los ángeles, implatada en esta época,
que alcanzó gran desarrollo sobre todo en la piedad popular. En los ritua-,
les de la liturgia quedan huellas, y al ~argen de ésta
introdujéronse numerosas plegarias y letanías.
Antes de retirarse a descansar por la noche, se recita esta
oración: «En el nombre del Señor Dios de Israel, que a mi derecha se
sitúe Mikael y a mi izquierda Gabriel, delante Urie! y
detrás Rafael, y que sobre wi cabeza permanezca la divna presencia)) 9.
Resulta pintoresca la plegaria que un rabino acostumbraba a
recitar al final de las oraciones diarias: «Señor Dios nuestro: que tu
voluntad sea mantener la p¡:tz interna allá arriba y acá
abajo)). Tal
oración pone de manifiesto la creencia bastante extendida de
que
entre los ángeles se producen frecuentes desacuerdos que
turban la
paz de la tierra y hacen necesaria una intervención divina'
Sandalfón es el encargado de recoger las oraciones de los
justos y presentarlas ante Dios; pero este concepto de ángel mediador de los
rezos está en contradicción con el principio general de
que Dios se encuentra muy cerca de cualquiera que le invoque
con
sinceridad, como se afirma taxativamente en el Sal 14518
• Por eso
los r¡lbinos se opusieron vivamente a cualquier forma de
culto a los
ángeles e intentaron reiteradas veces reducir la importacia
de estas creencias, movidos por diversas consideraciones, por ejemplo
la de que la dignidad de un hombre piadoso supera a la de
los
ángeles (Sanh. 93a). Corrobora esta aditud el relato de
Sanh. 93a,
donde se afirma que Adán, cuando moraba en el Edén, en
estado
de inocencia, era servido por ángeles oficiantes, que le
preparaban
la comida y la bebida (cfr. Mt 4 11 : «y llegaron los
ángeles y le servían)) .). Asimismo aparecen como inferiores a Adán cuandQ éste
impuso sus nombres a los animales y las cosas (Gn 220 ; ítem
Pirqe
R. El. 13).
Por otra parte, la inferioridad angélica respecto al hombre
se ma~
Una ingenua oración popular castellana ofrece curiosa
semejanza:
"Cuatro esquinitas
¡tiene mi cama,
cuatro angelitos
guardan a mi alma:
Lucas y Marcos.
Jua,u y Mateo,
Jesucristo en medí'::t",)).
140 C. GONZALO RUBIO [I6]
nihesta desde los orígenes tp:ismos, dado que pertenecen a
la crea~
ci6n en su fase inferior, en tgnto que el hombre pertenece a
la crea~
ción superior. Igualmente se demu¡"!stra en 1(3,
actitud silenciosa que
adoptan los ángeles cuando Israel recita el Semac; sólo
después en~
tonan su cántico de alabanza. Indicio revelador de la
oposición
mostrada por los rabinos contra la magia es la aseveración
(Ned.
32a) de que el hombre que se retrae de la práctica de lª
misma,
tendrá acceso a un lugar celestial donde los ángeles
oficiantes no
pueden entrar (Ibid.).
Incluso se llega a prohibir de modo expreso ofrecerles
sacrifi~
cios y dirigirles plegarias, puesto que tales actos se
considerarían
como idolatría (cAb. z. 42b).
A ngeles del mal o demonios.
El relato de la caíd(3, de 10$ ángeles, expuesto por primera
vez
en la literatura apocalíptica (Libro de Enoe) y aceptada en
la T eo~
IogÍa cristi9.na, no figura, en cambio, en el Talmud ni en
la lite~
ratura midrásica. Para los rabinos los espíritus del mal son
ánge~
les especiales sometidos a Dios en todo mOmento y ejecutores
fie~
les de su voluntad. De ellos se vale el Todopoderoso para
castigar
la maldad humana y hacer que los hombres se mantengan fieles
a
su ley. Al igual que 19. demonología caldea, la rabínica
establece
tres clases fundamentales de demonios: sedzm, mazziqím (lit.
los
dañinos) y rú/:tím O rú/:tót raCót (malos espíritus). Además
hay otras
muchas variedades, como los espíritus de la noche, lmm; los
de la
tarde y la oscuridad, taUanÍm; los del mediodía, tiharirim;
los de
la mañana, ~Qfirím; los que traen el hambre, tormentas,
terremotos, etc. Todos ellos se agrupan bajo la: denominación de mar ake
/:tabbalah (ángeles de la destrucción), y su morada
principal se en~
cuentra al Norte de la tierra.
El origen de estos seres se explica de varias maneras en el
T al~
mudo En Gn R. r se cuenta que Dios estaba terminando la
crea~
ción el sexto día, cuando se vio sorprendido por la llegada
del Sábado, y como no podía proseguir su labor, dejó las almas que esta~
ba form¡:mdo sin el complehiento corporal, y estos seres
inacabados
fueron los demonios .
.• Según otra explicación, cuando Adán y Eva prevaricaron en
el
Paraíso terrenal, fueron obligados a vivir separados y hacer
peni~
[17] LA ANGELEOLOGÍA EN LA LITERATURA TALMÚDICA 14 I
tencia durante ciento treinta años; los espíritus mªsculinos
se enamoraron de Eva, y Lilit, demonio femenino, de Adán. De e$tas
uniones pecaminosos surgieron los sedirn, que poblaron el
mundo
(Gn. R. 2,0,11 y cEr.18b).
También se ha formulado una teoría evolucionista en B. k.
16a,
y por cierto en términos muy curiosos: «La hiena macho al
cabo
de siete años se convierte en murciélago ; el murciélago al
cabo de
siete ¡:¡ños se convierte en vampiro; el vampiro al cabo de
siete años
años se convierte en ortiga; la ortiga ¡:¡I cabo de siete
años se convierte en espina; la espina al cabo de siete años se convierte en
demomo)).
Como ángeles que son, estos malos espíritus poseen alas con.
las que vuelan de un extremo del mundo a otro, conocen el
porvenir y pueden adoptar diversas forITias; de pájaro (Sah. 107 a) , de
mujer (Qid.8J¡:¡), de mendigo (Ibid. 81a, b), de ciervo
(Sanh. 95a),
etc. También guardan alguna semejanza COn 10[;) hombres,
pues al
igual que éstos, comen, beben, se reproducen y mueren~I:Iag.
16a).
Su número es elevadísimo' R. Yo1)anán conocÍ¡:¡ trescientas
clases, que vivía en las proximidades de la ciudad de Silmln (Galilea)
(Git 68a). Cada uno de nosotros, decía un r¡:¡bino, tiene
mil demonios a su izquerda y dos miríadas a su derecha (cfr Sal 91 7 : «caerán
a tu l¡:¡do mil, ya tu derecha diez mil))). Es de advertir que gran
parte de estos demonios no son en realidad más que la
personificación de enfermedades, por ejemplo: ben nefílzrn (la epilepsia,
Br 44b), sanwerzm (la ceguera (Pes J J 2a), eshatá (la
fiebre, Sab
6&b) , etc.
El remedio recomendado contra ellos es a menudo
profiláctico:
los espíritus de la suciedad (bat meleJ:¡.) se alejan
lavándose las
manos, y se enumeran siete veces en que este acto debe
cumplirse.
Los ojos, nariz, boca y orejas no deben tocarse con I¡:¡s
manos sucias. También la bendición sacerdotal sirve de protección contra las
influencias malign¡:¡s.
Sin embargo, aun cuando exista tanta variedad de espíritus
del
mal, Dios, infinitamente misericordioso, no recurre a ellos
más que
en último extremo. El mismo ha dicho: 'al y herne? (ira y
cólera)
son los ángeles de la destrucción: los enviaré lejos porque
si los
hijos de Israel me irritan, antes de que yo pueda llamarlos,
podrán los culpables arrepentirse y yo quedaré satisfecho (p. TaCan ..
65b).
142 C. GONZALO RUBIO [r8]
En general se consideran como lugares frecuentados por los
demonios los desiertos (Mt 1242), ceroenterios, ruinas, etc., es decir
aquéllos que producen especi~l terror a las personas.
También las
regiones pantanosas y los retretes ejercen sobre ellos
particular
atra<.ción (p. Yebo 15d).
Se los encuentra sobre todo de noche, porque la luz les
molesta;
-por tal motivo nunca debe saludarse a nadie en la
oscuridad, pues
podría ser cualquier espíritu maligno (Sanh 44a). Incluso se
recomienda evitar los paseo!; nocturnos o de madrugada, antes del canto del
gallo, sobre todo las noches del miércoles o el sábado, en
que las actividades demoníacas se multiplican (Pes. 112b).
El dormir solo en una casa encierra serios peligros, porque Lilit se apodera
del durmiente (Sab. 151 b).
Hay personas especialmente expuestas a las incursiones de
los
demonios, como son los inválidos, los padrinos de las bodas
y la
novia; igualmente los que están de luto y los discípulos de
los
sabios durante la noche, porque pueden ser tentados del
sentirrii<;mto de vanagloria y ansias de inmortalidad (Ber. 54b).
No siempre producen daños los demonios, aunque sí con mucha
frecuencia. Algunos ammaÍtas de Babilonia emplearon a lds
sedzn1 como amigos, y recibieron instrucción provechosa de
ellos,
llamándoles con nombres familiares, como José, jonatán, etc·
También los magos de Egipto aprovecharon su ayuda para efectuar milagros,
porque todo sortilegio es obra de los demonios, aunque éstos no puedan crear,
sino solamente transformar las cosas existentes.
Onomástica y funciones.
Al contrario de lo que ocurre con la onomásticª angélica,
que,
como hemos demostrado, es de gran variedad y riqueza, la
demonología judaica resulta pobre en cuanto a nombres propios. Si exceptuamos a
Samael (otras veces Satán, o Satanás) y Lilit, sólo
ocasionalmente se citan algunos otros cuya función no
siempre
aparece clara ni delimitada.
En general los demonios son los provocadores del mal, los
acusadores de los hombres ante Dios' Así, cuando los israelitas salieron de
Egipto, Samael exclamó ªnte el Santo Unico (bendito sea):
«Soberano del universo, hasta ahora adoraron a los ídolos; y
Tú
,quieres alejar las olas del mar ante su paso)) (Ex R. 21 7
). Asimis-
[19] LA ANGELEOLOGÍA EN LA LITERATURA TALMÚDICA 143
mo, «cuando el Santo Unico (bendito sea) dijo a Moisés:
Levántate y apresúrate a bajar de aquí, cinco ángeles destructores quisieron
inculp::J.rle: fueron J Aj, tIerna!!, Kéfiej, MasJ:¡ít (destructor) y
Mekal-lé" (el que consume)) (Dt. R. 3 7
l
Como rey de los demonios figura SamaeI, {(veneno de Dios»
(sam, {(VenenOl) J, término que algunos consideran derivado
del Semal sirio, Tiene doce ¡¡las, y a sus órdenes hay todo un ejército
de demonios, porque como no posee el don de la ubicuidad, ha
de
valerse de otros emisarios. Cuando el Sábado va a terminar, los
reúne y exhorta para que prosigan su trabajo tras la tregua;
entonces van envenenando pozos y causando daños.
En Saméle1 encarnan los judíos todo linaje de perversidad;
sus
acciones tienden siem2re a la destrucción del hombre, de
manera
que {(él, el ye~er rae y el ángel de h muerte se identifican
en una
misma persona)) (B. b. J 6a). Sus procedimientos quedaron
ben de
manifiesto desde los orígenes del mundo, puesto que él fue
quien bajó del cielo para seducir a Adán y Eva (Pirqe de R. Eliezer, 13), y,
posteriormente, cuando Isaac fue destetado y Abraham dio un
gran
banquete (Gn 2 J 8), Samad corrió a acusarle ante Dios
diciendo:
{(entre tantas alegrías, no se acuerda de ofrecerte siquiera
una paloma)). Dios le contestó cumplidamente, manifestando la absoluta
confianza que tenía en la lealtfid de su siervo.
Las acusaciones del rey de los demonios y sus
recriminaciones
-contra los hombres suelen producirse cuando amenaza algún
peligro
(p. Sab- 5b): así en el caso- de que alguno se encuentre en
una casa
ruinosa, o siga por un camino solitario o emprenda Un viaje
por
mar (Eds. R. 3"). Durante trescientos sesenta y cuatro
días Satán
trabaja, pero esta actividad cesa en el Y 8m Kippúr (Yom.
20a):
(d día de las expiaciones está privado de todo poder y no
pueden
oponerse a las demandas de Israel solicitando perdón; cuando
el
primer día del ~ño suena el sofer, Satán queda confundido.))
(R. s.
J6b).
Como encarnación del mal, se le considera el patrono
celestial
de Roma, y su rival es el arcángel Mikael. Aprovecha con habi1idad
cualquier circunstancia o palabra imprudente que el hombre
pronuncie, por lo cual no conviene hablar mal, ni pronunciar
n1aldiciones contr¡¡ él, porque las malas palabras s~n una invitacI6n
al demonio. Su intervención provoca siempre la: discordia
(Sab.
104a; y om. 67b); por ejemplo, si uno se lleva una mujer
hermo-
144 C. GONZALO RUBIO [20]
sa en calidad de prisionera, se trae a Satán consigo, y el
hijo que
hubiere de ambos será destruido (Sifre Dt 218).
La función que desempeña el príncipe de los demonios con
mayor frecuencia es la de provoc¡:¡r la muerte. Bajo el título de «ángel
de la muerte)) y Duma aparece en multitud de textos: tiene
ojos
diseminados por todo el cuerpo y cuando un enfermo está en
trance
de muerte, se coloca con una espada desenvainada en la roano
encima de su cama. De 1¡:¡ punta de la espada fluye una gota de bilis,
y el moribundo, al contemplar tal espectáculo queda
aterrado, con
la boca abierta, donde Duma h¡:¡ce caer la gota de bilis que
le provoca la muerte. Por esta razón el cadáver desprende mal olor v su
cara se torna de horrible amarillez (cAb z. 20b). ."
A los demonios compete asimismo acompañar a las personas,
sobre todo malvadas; por ello se insiste en que se busque la compañía de los
justos, en especial al emprender un viaje, porque los
perversos llevan consigo espíritus ,funestos (Tosefta,
Sab.172
).
Cuando el hombre vuelve a su casQ. el día de sábado, va
acompañado de dos ángeles, uno malo y otro bueno. Si ha observado los
preceptos rituales -lámpara sabática encendida, mesa y cama
preparada- el ángel del bien le anima a perseverar en el cumplimiento de sus
deberes religiosos; mas, si no ha sido así, el demonio exdama: «Ojalá suceda lo
mismo el próximo Sábado)), y el ángel
bueno se verá obligado a responder: «Amén)) (Sab.119b).
Quizá no c¡:¡rezca de interés insertar a continuación una
fechoría de Satanás en la visita que hizo a Noé cuando éste plantó la vid.
que recoge una canción popu!¡:¡r del folklore hebreo.
Cuéntase que
el demonio regó las vides sucesivamente cOn sangre de oveja,
de
león, de mono y de puerco. El resultado fue que quien abusa
del
vino elaborado de la vid regada con la sangre de esos
animales se
asemeja a ellos, por el orden susodicho" Si toma una
medida, quedará manso como la ovej¡:¡.; si dos medidas, se sentirá fuerte como
un león; si tres, se comportará en sus maneras y proceder
como
un mono, y si cuatro, quedará reducido a la innoble
condición y
postura del pu~rco.
Lilit aparece como reina de los demonios: posee alas, largos
cabenos y aúlla sin cesar. Se la ha relacionado tradicionalmente con
layla 1
¡, puesto que se la considera como el f¡:¡ntasma nocturno;
sin
embargo, modernamente algunos investigadores se indinan más
por el vocablo sumerio 11.1lu, libertinaje. En este concepto
sería el
[21] LA ANGELEOLOGiA EN LA LITERATURA TALMÚDICA 745
demonio hembra que excita a la voIuptuosid!ld. Su séquito lo
forman cuatrocientas ochenta huestes, y ataca especialmente a las
puérperas y a los niños menores de ocho dfa-s, o sea antes
de lª circuncisión. En el folklore posterior su figura adquirió un gran
desarrollo.
También se citan otros tres: Agrat bat maklat (Nm. R. J 2 ;
Pes. J f2b), que marcha en un carruaje al frente de dieciocho
millares de demonios y desarrolla gran actividad los miércoles y sábados;
Sibeta, estrangulador de las personas y muy especialmente
de los niños que ingieren alimentos sin haberse lavado las
manos;
y Qeteb mer1r~ ((peste contagiosa», Dt 3224), causante de
insolaClOnes.
A ctitud ante los demonios.
La postura de} judadísmo de los primeros siglos de nuestra
era
con respecto a los demonios, presenta grandes analogías con
las de
otros pueblos contemporáneos. Angustiados por la existencia
del
mal, que constantemente veían patente en tantos sufrimientos
y
enfermedades -para ellos las más de las veces de origen
desconocido-, y no encontrándoles una explicacion natural, dieron nenda suelta
a la im¡¡.ginación, creando un mundo fantásticQ y cayendo con frecuencia en la
superstición y la magia. Los exorcismos,
diversos y extraños ungüentos con fines medicinales y
variados
amuletos, se recomiendan en el Talmud frecuentemente para
conjurar los malos espíritus· Como amuletos de especial eficacia, cítanse los
huevos, algunas partes del cuerpo de animales -sobre
todo el gato negro ocupa un papel preponderante dentro de la
magia,
perpetuado hastél! en la literatun~ moderna- y en época
posterior
las piedras preciosas . También se pronunciaban fórmulas
inintelegibles, como lo indica este aserto talmúdico: ((El mago murmura
y él mismo no sabe qué.» (Sot. 22a).
A Salomón se le atribuye un gran conocimiento de los
encantamientos de demonios (Ex. R. 3016). Ya el seudoepigráfico T estamento de
Salomón 10 cuenta que el Rey Sabio poseía un anillo con
el cual conjuraba 11 toda clase de demonios; por esto un
conjuro
10 Aunque éSlte es obra de un cristiano y está escrito en
griego, 10 incluirnos aquí por
su contenido a base de halaháh y 'agad~h.
146 C. GONZALO RUBIO [22]
mágico pronunciado en ~u nombre tenía especial poder (Cit.
68a).
Posteriormente sucumbio ante las maquinaciones de una mujer
jebusea y perdió su poder mágico; algo p¡:¡.recido se expresa en Pe-
$ikta 45b.
En plena Edad atómica en que los avances de las ciencias han
situado en un primer rango h~ materia, can harto detrimento
del
espíritu, todo este mundo ingenuo y primitivo nos hace
sonreír y
sentirnos superiores, orgullosos de nuestros propios
descubrimientos
y de dominio que el hombre va logrando sobre la naturaleza.
Sin
embargo, no hay que olvidar que aunque la demonología
judaica
se haya desarrollado muchas veces sobre una base simb6lica y
mágica, también es verdad que en general aparece bien
patente un
gran contenido ético y religioso, que de esta manera quiere
impulsar
a los hombres a la práctica del bien y al cumplimiento de la
Ley.
Así, se lee en el Talmud que quien jeme a los demonios, teme
en
realidad las consecuencias de su propia vida disipada. La
fórmula
principal para ~huyentar a los demonios es la recitaci6n del
Serna",
O sea la profesión de fe israelita, «instituido para hacer
huir a los
malos espíritus» (p. Ber' 2d), y la fij¡;¡.ci6n de la
m,ezúziP" a la entrada
de las casas. Pero el verdadero remedio radica en la T orá:
todo
aquél que sea devoto observante de la Ley nada debe temer de
Satán, puesto que Dios le concede el amparo y compañía de
los
ángeles ;él,sÍ consta en el Sal 91 11 : «ordenará que sus
ángeles te
guarden en todos los c¡:\minos».
C. Gonzalo Rubio.