La Ascensión de Isaías


I
MARTIRIO DE ISAIAS
(Ascensión de Isaías)

Instrucciones de Ezequías a Manasés. Profecía de Isaías.

En el año vigésimo sexto del reinado de Ezequías, rey de Judá, llamó este a su hijo Manasés (era el único que tenía) en presencia del profeta Isaías, hijo de Amós, y de Jasub, hijo de Isaías, para transmitirle el mensaje justo que el propio rey había tenido en visión. Quería entregarle las sentencias eternas, los castigos del infierno y del príncipe de este mundo y sus ángeles –dominaciones y potestades- y el mensaje de fe del Amado, que él mismo había recibido también en visión en el año decimoquinto de su reinado, durante su enfermedad […]. Dijo entonces Isaías al rey Ezequías, pues no habló solo ante Manasés:
-Vive Dios, cuyo nombre no ha sido revelado a este mundo, vive el Amado, mi Señor, y vive el Espíritu que por mí habla, que todos estos preceptos y mensajes serán vanos para Manasés, tu hijo, por obra de sus manos, en medio de suplicios, habré de perecer. Semayel Melkira (jefe de los demonios) servirá a Manasés y ejecutará todos sus deseos; este se hará seguidor de Beliar (otro nombre del jefe de los demonios) en lugar de serlo mío, apartará de la fe recta a muchos de Jerusalén y Judea, y Beliar morará en Manasés, por cuyas manos seré aserrado.
Al oír Ezequías estas palabras prorrumpió en grandísimo llanto, se rasgó las vestiduras, se echó ceniza en la cabeza y cayó de bruces. Le dijo Isaías:
-Firmes son los designios de Samayel contra Manasés; nada te aprovechará.
En aquel día pensó Ezequías en su fuero interno matar a su hijo Manasés, mas le dijo Isaías:
-El Amado ha hecho vano tu designio; no ha de ser lo que tu mente piensa, pues a esta vocación he sido llamado y he de recibir la herencia del Amado.

Impiedad de Manasés. Huida de Isaías al desierto

Tras la muerte de Ezequías reinó Manasés, quien no recordó los mandamientos de su padre echándolos al olvido […]. Manasés inclinó su corazón a servir a Beliar […].
Cuando vio Isaías, hijo de Amós. La iniquidad que se perpetraba en Jerusalén y el culto de Satanás y sus vanidades, se retiró de la ciudad y moró en Belén de Judea. Mas también allí había gran iniquidad; alejándose, pues, de Belén, moró en el monte, en despoblado. El profeta Miqueas, el anciano Ananías, Joel, Habacuc, su propio hijo Jasub y muchos fieles, creyentes en la ascensión celestial, se retiraron (asimismo) y moraron en el monte. Todos ellos vestían saco, todos eran profetas; nada tenían consigo, sino que estaban desnudos, mientras hacían gran duelo por el extravío de Israel. Dos años permanecieron en los montes y collados.



El falso profeta Belkira denuncia y acusa a Isaías

Luego, mientras estaban en el desierto, apareció un hombre de Samaria llamado Belkira, del linaje de Sedecias, hijo de Canaán, falso profeta que moraba en Belén […].
Belkira se había enterado del lugar donde estaban Isaías y los profetas, sus compañeros, pues moraba en la tierra de Belén y era adicto a Manasés. Profetizaba falsamente en Jerusalén y muchos de allí se le habían unido, aunque era de Samaria […].
Belkira acusó a Isaías y a sus compañeros de este modo:
-Isaías y los suyos profetizan contra Jerusalén y las ciudades de Judá, que serán destruidas (contra los hijos de Judá); y Benjamín, que partirán a la cautividad; incluso contra ti, señor rey Manasés, que habrás de marchar en grillos y cadenas […]. Y acusó con insistencia a Isaías y a los profetas ante Manasés.

Martirio de Isaías

A causa, pues, de estas visiones se irritó Beliar contra Isaías, moró en el corazón de Manasés y lo aserró con una sierra de madera. Mientras Isaías era aserrado, Belkira estaba acusándolo y todos los falsos profetas estaban riéndose y regocijándose a causa de Isaías, pues Belkira y el demonio Metembuco se burlaban de él […].
E Isaías no lloró ni gritó mientras lo aserraban, sino que hablaba por su boca el Espíritu Santo, hasta que fue partido en dos. Esto hizo Beliar a Isaías por mano de Belkira y Manasés, pues estaba Semeyel sobremanera enojado con aquel desde los días de Ezequías, rey de Judá, a causa de las visiones que había tenido acerca del Amado, y también de la ruina de Semeyel que había visto por mediación del Señor cuando aún reinaba Ezequías, su padre. Así obró (Manasés) según la voluntad de Satanás.

II
TESTAMENTO DE EZEQUIAS
(Ascensión de Isaías)

Profecías sobre los últimos tiempos

Dijo Isaías:
-En esos días serán muchos los que deseen cargos, aunque estén desprovistos de sabiduría; habrá muchos superiores inicuos y pastores opresores de sus ovejas, al no parecerse a los santos pastores. Muchos cambiarán el honor de sus vestiduras de santos por la indumentaria de los codiciosos; habrá mucha acepción de personas en esos días y amantes de la gloria de este mundo. Abundarán los calumniadores y la vanagloria al acercarse el Señor, y se retirará el Espíritu Santo de muchos.
“En esos días no habrá muchos profetas ni quienes digan cosa fidedigna, sino uno aquí y otro allá en diversos lugares. A causa del espíritu de error, fornicación, vanagloria y codicia, que existirá en los que se llaman siervos de aquel y los que escuchen a ese, habrá gran odio mutuo entre ellos, los pastores y superiores. Habrá gran envidia en los últimos días y dirá cada cual lo que bien le parezca; declararán vanas las profecías de los profetas anteriores a mí, e incluso rechazarán estas visiones mías, para dar expresión al impulso de sus corazones.

Dominio del anticristo Beliar

“Así pues, Ezequías y Jasub, hijo mío, tales serán los días del fin del mundo. Tras su consumación descenderá el gran príncipe Beliar, rey de este mundo, que lo ha poseído desde que existió. Bajará de su firmamento en forma humana el rey inicuo y matricida (Nerón) que es ese (mismo) rey, perseguirá la planta que los doce apóstoles del Amado habrán plantado, uno de los cuales será entregado en su mano. Este príncipe vendrá bajo la forma de ese rey, y con él llegarán todos los poderes de este mundo y le obedecerán en todo lo que desee. Por su palabra saldrá el sol de noche y hará aparecer la luna a la hora sexta. Hará todo lo que quiera en el mundo; obrará y hablará como el Amado. Afirmará: “Yo soy Dios; antes de mi nadie existió”, y toda la gente en el mundo creerá en él, le sacrificarán y servirán mientras dicen: “Este es Dios, no hay otro como él”, y tornará tras sí a la mayoría de los que se unieron para recibir al Amado. El poder de sus prodigios estará en cada ciudad y país, y erigirá sus imágenes ante sí en todas las ciudades, dominando por tres años, siete meses y veintisiete días. De entre los muchos creyentes y santos, y de entre los que creen en él, pocos en esos días seguirán siendo sus siervos, errantes de desierto en desierto, esperando su venida.

Derrota del Anticristo por parte del Amado

“Mas, tras mil trescientos treinta y dos días, vendrá el Señor con sus ángeles y ejércitos de santos desde el séptimo cielo con la gloria de este lugar y arrastrará al infierno a Beliar y a sus fuerzas. Concederá entonces descanso a los piadosos que encuentre en vida en este mundo, y a todos los que a causa de su fe maldijeron a Beliar y a sus reyes. Los santos vendrán con el Señor, con sus vestiduras, de arriba, del séptimo cielo. Con El vendrán aquellos cuyos espíritus están ya vestidos, descenderán y estarán en el mundo, y El fortalecerá a los que se encuentren en vida justamente con los santos, en vestidura de tales. El Señor servirá a los que fueron vigilantes en este mundo, y luego volverán a lo alto con sus vestiduras, y serán dejados sus cuerpos en el mundo.
“Entonces la voz del Amado increpará encolerizada a los seres del cielo y la tierra, montes, collados, ciudades, desiertos y selvas, al ángel del sol y la luna, y a todas las cosas en las que se manifestó y declaró Beliar en este mundo, y ocurrirá la resurrección y el juicio en esos días. El Amado exhalará de si fuego que consumirá a todos los impíos, y será como si no hubieran sido creados.

III
VISION Y ASCENCION DE ISAIAS
(Ascensión de Isaías)

Visión que tuvo Isaías, hijo de Amós

En el año vigésimo del reinado de Ezequías, rey de Judá, vinieron desde Gálgala Isaías, hijo de Amós, y Jasub, hijo de Isaías, a Ezequías, a Jerusalén. Entró Isaías y se sentó en el estrado del rey; aunque le habían traído un asiento, no quiso sentarse en el. Comenzó Isaías a hablar con el rey Ezequías sobre fe y justicia […].
Mientras este pronunciaba palabras verdaderas, le sobrevino el Espíritu Santo, y todos veían y oían las palabras de este Espíritu. El rey había llamado a todos los profetas y a todo el pueblo que se encontraba allí, y vinieron; Miqueas, el anciano Ananías, Joel y Jasub estaban sentados a su derecha. Y ocurrió que cuando oyeron todos la voz del Espíritu Santo, se pusieron de rodillas y alabaron al Dios justo, al Altísimo que está en el excelso mundo. Al Santo que mora en lo alto, al que descansa en los santos. Y dieron gloria al que ha concedido al hombre en el mundo tamaña excelencia de palabra.
Mientras hablaba por el Espíritu Santo, y todos lo escuchaban, enmudeció, cayó en éxtasis y no veía ni siquiera a los que estaban ante él. Aunque sus ojos estaban abiertos, su boca callaba y su pensamiento corporal había sido arrebatado a lo alto. Pero su respiración seguía en él, pues [solo] estaba teniendo una visión. El ángel enviado a mostrársela no era de este firmamento, ni uno de los ángeles gloriosos de los (seis cielos que hay sobre) este mundo, sino que había venido del séptimo cielo. No imaginaba el pueblo que el santo Isaías estaba en éxtasis; solo lo sabía el círculo de los profetas. Mas la visión que tuvo el santo Isaías no era de este mundo, sino de lo oculto a la carne […].

Ascenso al firmamento

Dijo Isaías:
-Tomándome el ángel de la mano, me hizo ascender. Le dije: “¿Quién eres, cuál es tu nombre, y a donde me haces subir?”, pues me fue dada fuerza para hablarle. Me respondió: “Cuando te haya hecho ascender los diversos niveles y mostrado la visión para la cual he sido enviado, entonces comprenderás quien soy […]”.
“Y subimos al firmamento él y yo. Allí vi a Semeyel y sus fuerzas; gran guerra había allí por la envidia que mutuamente se tenían los ángeles de Satanás, igual en las alturas que en la tierra, pues semejante a lo del firmamento es lo que hay aquí en la tierra. Dijo el ángel: “¿Qué es esta guerra y esta envidia?”. Me respondió: “Así ha sido desde que el mundo existió hasta ahora, y esta guerra (seguirá) hasta venga el que has de ver y lo destruya”.

Ascenso a los cinco primeros cielos

“Luego me subió por encima del firmamento, que es el primer cielo. Allí vi un trono en medio, a cuya derecha e izquierda había ángeles. (Los ángeles que estaban a la izquierda) no eran como los de la derecha, ya que estos tenían mayor gloria, pero todos alababan a una voz. El trono estaba en medio, y lo alababan también los de la izquierda tras los de la derecha, pero su voz no era como la de estos, ni tampoco sus alabanzas. Pregunté al ángel que me guiaba: “¿A quién se dirigen estas alabanzas?”. Respondió: “A la gloria del séptimo cielo, al Santo que eternamente descansa, y a su Amado, desde donde he sido enviado a ti, allá se dirigen”.
“Y nuevamente me hizo subir, al segundo cielo; la altura de este es como la que hay del cielo a la tierra. (Allí vi como) en el primer cielo, ángeles a la derecha e izquierda, un trono en medio, y las alabanzas de estos ángeles del segundo cielo. Y el que se sentaba en el trono de este era mucho más glorioso que el resto. Había gran gloria en el segundo cielo, y la alabanza no era como la de aquellos que estaban en el primer cielo. Caí de bruces para adorarle, pero no me dejó el ángel que me guiaba. Me dijo: “Por esto he sido enviado, para instruirte; no adores a ningún trono ni ángel de los seis cielos hasta que yo de lo diga en el séptimo cielo. Pues encima de todos los cielos y sus ángeles está dispuesto tu trono, tus vestiduras y tu corona, que has de ver”. Me regocijé sobremanera, pues los que aman al Altísimo y a su amado ascenderán allí en sus postrimerías por obra del ángel del Espíritu Santo.
“Me subió al tercer cielo, e igualmente vi a los (ángeles) de la derecha e izquierda, y también había un trono en medio, solo que allí no se hace mención a este mundo. Se transfiguraba mi rostro gloriosamente según iba ascendiendo a cada cielo. Pregunté entonces al ángel que estaba conmigo: “¿Nada de aquel mundo vano se menciona aquí?”. Me respondió así: “Nada se menciona a causa de su insignificancia, pero nada queda oculto de lo que allí se hace”. Quise averiguar cómo se sabe, mas me respondió así: “Cuando te suba al séptimo cielo –de donde he sido enviado-, que está por encima de estos, conocerás que nada se oculta a los tronos, a los que moran en los cielos, ni a los ángeles”. La alabanza que cantaban y la gloria del que se sentaba en el trono eran superiores, y los ángeles de la izquierda y la derecha tenían más gloria que los del cielo inferior.
“Y me hizo ascender de nuevo, al cuarto cielo, cuya altura sobre el tercero es más que de la tierra al firmamento. Allí también vi a los ángeles de la derecha e izquierda, y el que se sentaba en el trono estaba en medio. También allí recitaban alabanzas, y la gloria y el honor de los ángeles de la derecha eran mayores que los de la izquierda. También la gloria del que se sentaba en el trono era mayor que la de los ángeles de la derecha, cuya gloria, empero, superaba a los de abajo.
“Me subió al quinto cielo, y de nuevo vi a los ángeles a derecha e izquierda. El que se sentaba en el trono tenía mas gloria que el del cuarto cielo, y la gloria de los de la derecha era mayor que la de los de la izquierda. La gloria del que se sentaba en el trono era mayor que la de los ángeles de la derecha, y su alabanza más gloriosa que la del cuarto cielo. Alabé entonces al Inefable, al Único, que habita en los cielos, cuyo nombre no es conocido a ningún mortal, al que ha dado tal gloria a los (ángeles de) los distintos cielos, el que magnifica la gloria de los ángeles y multiplica la del que se sienta en el trono.

Isaías en el sexto cielo

“Todavía me hizo subir a la atmosfera del sexto cielo, y vi una gloria que no había visto en el quinto. Vi ángeles que eran de gran gloria, y la alabanza allí era santa y admirable. Dije al ángel que me guiaba: “¿Qué es lo que veo, mi Señor?”. Me respondió: “No soy tu señor, sino tu compañero”. Nuevamente le pregunte: “¿Cómo es que no hay ángeles compañeros (a la izquierda)?”. Volvió a responder: “A partir del sexto cielo ya no hay ángeles de izquierda ni trono en medio. (Las ordenes las reciben) del poder del séptimo cielo, donde mora el Inefable y su Elegido, cuyo nombre no es conocido ni puede saberlo ninguno de los cielos, pues solo El es Aquel a cuya voz todos los cielos y tronos responderán. He recibido poder y he sido enviado para hacerte ascender aquí, para que veas esta gloria” […].
“Me hizo subir al sexto cielo […]. Allí todos nombraban al Padre primero, a su Amado (Cristo), y al Espíritu Santo, todos al unísono. Su voz no era como la de los ángeles de los cinco cielos, ni como sus palabras, sino que era allí otra. Había mucha luz. Cuando estaba en el sexto cielo se antojaron tinieblas las luces que había visto en los otros cinco.
“Me regocijé y alabé al que ha concedido semejantes luces a los que esperan su promesa, e imploré al ángel que me guiaba no volver más al mundo carnal. Pues he de deciros, Ezequías, Jasub, hijo mío, y Miqueas, que es mucha aquí la tiniebla. Mas el ángel que me guiaba supo lo que yo había pensado y dijo: “Si te has regocijado con estas luces, cuánto más gozarás en el séptimo cielo cuando veas […] las vestiduras, tronos y coronas dispuestas para los justos (que creen en ese Señor que bajará en vuestra forma, pues la luz de allí es grande y maravillosa). Y en cuanto a lo de no volver tú a la carne, aún no se han cumplido tus días para venir aquí”. Oyendo esto, me entristecí, mas él me dijo: “No te entristezcas”.

Isaías en el séptimo cielo

“Y me condujo a la atmosfera del séptimo cielo, donde, además, oí una voz que decía: “¿Hasta dónde va a ascender el que mora en la carne?”. Me asusté y me eché a temblar. Mas cuando ya me encontraba en este estado, oí otra voz que partía de allí y me decía: “Permitido está subir al santo Isaías, pues aquí está su vestidura” […].
“Me subió al séptimo cielo, y allí vi una luz maravillosa, así como innumerables ángeles. Vi en aquel lugar a todos los justos (desde Adán; allí vi al santo Abel y a todos los justos; a Henoc y a todos los que estaban con él), despojados del ropaje carnal. Los vi en sus excelsas vestiduras (y eran como los ángeles que allí) tenían gran gloria, pero no estaban sentados en sus tronos, ni llevaban sus coronas gloriosas. Pregunté al ángel que estaba conmigo cómo habían recibido las vestiduras, pero por qué no estaban en los tronos con las coronas. Me dijo: “No recibirán las coronas y tronos gloriosos hasta que descienda el Amado en la forma en la que lo verás (pues descenderá al mundo en los días postreros el Señor que ha de llamarse el Cristo). Sin embargo, verán y sabrán de quiénes serán los tronos y coronas, luego que El haya descendido, haciéndose cono de vuestra forma, (y siendo tenido por carne mortal). El príncipe de este mundo extenderá su mano contra el Hijo; lo inmolarán, crucificándolo en un madero, sin saber quién es. Así será su descenso como tú lo verás; a los mismos cielos quedará oculto para que no se sepa quién es. Y cuando se haya apoderado del ángel de la muerte, ascenderá al tercer día (y permanecerá en ese mundo quinientos cuarenta y cinco días). Entonces subirán con él muchos de los justos, cuyos espíritus no recibirán vestiduras hasta el día en que ascienda el Señor Cristo, y ellos con él. Entonces, pues, recibirán sus vestiduras, tronos y coronas, cuando El haya subido al séptimo cielo”.
“Insistí acerca de lo que le había preguntado en el tercer cielo: “Muéstrame cómo se sabe aquí todo lo que se hace en aquel mundo”. Estaba todavía hablándole cuándo he aquí que uno de los ángeles que allí había, más glorioso que aquel que me había subido desde el mundo, me mostró un libro y lo abrió. Estaba escrito, mas no como los libros de este mundo. Me lo dio, lo leí y resultó que allí estaban escritas las acciones de los hijos de Israel, y las de otros que yo no conozco, Jasub, hijo mío. Dije: “Verdaderamente nada hay que quede oculto al séptimo cielo de cuanto se hace en este mundo”.

Adoración de la Trinidad

“Allí vi muchas vestiduras dispuestas, muchos tronos y muchas coronas. Dije entonces al ángel: “¿De quién son esta vestiduras, tronos y coronas?”. Me respondió: “Muchos de ese mundo serán los que reciban estas vestiduras, al creer en la palabra de Aquel que se llamará como te dije (guardándola, creyendo en ella y en su cruz; para ellos están preparadas)”. Y vi a Uno que estaba allí, cuya gloria excedía a todos, grande y maravillosa era su gloria. Después, todos los justos que había visto así como los ángeles se llegaron a El (Adán, Abel, Set y todos los justos se acercaron hacia adelante), lo adoraron y alabaron todos al unísono. Yo también me uní a ellos, y mi alabanza era como la suya. Entonces se acercaron todos los ángeles, lo adoraron y alabaron.
“Yo me transfiguré, haciéndome como un ángel […]. Vi que estaban allí el Señor y el segundo ángel, pero este situado a la izquierda de mi Señor. Pregunté: “Quien es este?”. Me respondió: “Adóralo, pues este es el ángel del Espíritu Santo, que habla por ti y los otros justos”. Vi entonces la gran gloria al abrirse los ojos de mi espíritu, pero no pude continuar contemplándola, ni tampoco el ángel que iba conmigo, ni ninguno de sus semejantes a los que había visto adorar a mi Señor, mas vi a los justos que con gran poder contemplaban la gloria de Aquel.
“Se acercaron a mí mi Señor y el ángel del Espíritu, y dijo El: “Mira como te ha sido dado ver a Dios, y por tu causa ha recibido poder el ángel que está contigo”. Y vi como mi Señor y el ángel del Espíritu adoraban y alababan juntos a Dios. Entonces todos los justos se acercaron y lo adoraron, y los ángeles hicieron lo mismo. Y todos los ángeles lo alabaron.
“Entonces oí voces de alabanza que había escuchado en los seis cielos, que subían y se oían allí; todas eran enviadas a aquel Ser glorioso, cuya gloria no pude contemplar. Yo mismo oía y veía sus alabanzas, y el Señor y el ángel del Espíritu oían y veían todo. Todas las alabanzas que se enviaban de los seis cielos no solo se oían, sino que se veían. Oí decir al ángel que me guiaba: “Este es más excelso que los excelsos, el que mora en el mundo sagrado y descansa en los santos, el que ha de ser llamado por el Espíritu Santo, en boca de los justos, Padre del Señor” […].
Estas cosas vio Isaías y las contó a los que estaban ante él, quienes prorrumpieron en alabanzas. Dirigiéndose al rey Ezequías, dijo Isaías:
-Estas cosas he dicho: el fin de este mundo y toda esta visión se cumplirán en la última generación.
E Isaías le hizo jurar que no lo diría al pueblo de Israel, ni daría estas palabras a copiar a nadie. Vosotros, por vuestra parte, manteneos vigilantes en el Espíritu Santo para que recibáis vuestras vestiduras, tronos y coronas de gloria que están ya dispuestos en el séptimo cielo […].
Termina la visión del profeta Isaías con su ascensión.