LA DIDACHE

 LA DOCTRINA DE LOS DOCE

APÓSTOLES

(Didaché)

Enseñanza del Señor transmitida a las naciones por los Doce

Apóstoles

PRIMERA PARTE

El Catecismo o los «Dos caminos»

I. Existen dos caminos, entre los cuales, hay gran diferencia; el que conduce a la vida

y el que lleva a la muerte. He aquí el camino de la vida: en primer lugar, Amarás a

Dios que te ha creado; y en segundo lugar, amarás a tu prójimo como a ti mismo; es

decir, que no harás a otro, lo que no quisieras que se hiciera contigo. He aquí la

doctrina contenida en estas palabras: Bendecid a los que os maldicen, rogad por

vuestros enemigos, ayunad para los que os persiguen. Si amáis a los que os aman,

¿qué gratitud mereceréis? Lo mismo hacen los paganos. Al contrario, amad a los que

os odian, y no tendréis ya enemigos. Absteneos de los deseos carnales y mundanos. Si

alguien te abofeteare en la mejilla derecha, vuélvele también la otra, y entonces serás

perfecto. Si alguien te pidiere que le acompañes una milla, ve con él dos. Si alguien

quisiere tomar tu capa, déjale también la túnica. Si alguno se apropia de algo que te

pertenezca, no se lo vuelvas a pedir, porque no puedes hacerlo. Debes dar a cualquiera

que te pida, y no reclamar nada, puesto que el Padre quiere que los bienes recibidos de

su propia gracia, sean distribuidos entre todos. Dichoso aquel que da conforme al

mandamiento; el tal, será sin falta. Desdichado del que reciba. Si alguno recibe algo

estando en la necesidad, no se hace acreedor a reproche ninguno; pero aquel que

acepta alguna cosa sin necesitarlo, dará cuenta de lo que ha recibido y del uso que ha

hecho de la limosna. Encarcelado, sufrirá interrogatorio por sus actos, y no será

liberado hasta que haya pasado el último maravedi. Es con este motivo, que ha sido

dicho: «¡Antes de dar limosna, déjala sudar en las manos, hasta que sepas a quien la

das!»

II. He aquí el segundo precepto de la Doctrina: No matarás; no cometerás adulterio;

no prostituirás a los niños, ni los inducirás al vicio; no robarás; no te entregarás a la

magia, ni a la brujería; no harás abortar a la criatura engendrada en la orgía, y después

de nacida no la harás morir. No desearás los bienes de tu prójimo, ni perjurarás, ni

dirás falso testimonio; no serás maldiciente, ni rencoroso; no usarás de doblez ni en

tus palabras, ni en tus pensamientos, puesto que la falsía es un lazo de muerte. Que tus

palabras, no sean ni vanas, ni mentirosas. No seas raptor, ni hipócrita, ni malicioso, ni

dado al orgullo, ni a la concupiscencia. No prestes atención a lo que se diga de tu

prójimo. No aborrezcas a nadie; reprende a unos, ora por los otros, y a los demás,

guiales con más solicitud que a tu propia alma.

III. Hijo mío: aléjate del mal y de toda apariencia de mal. No te dejes arrastrar por la

ira, porque la ira conduce al asesinato. Ni tengas celos, ni seas pendenciero, ni

irascible; porque todas estas pasiones engendran los homicidios. Hijo mío, no te dejes

inducir por la concupicencia, porque lleva a la fornicación. Evita las palabras

deshonestas y las miradas provocativas, puesto que de ambos proceden los adulterios.

Hijo mío, no consultes a los agoreros, puesto que conducen a la idolatría. Hijo mío, no

seas mentiroso, porque la mentira lleva al robo; ni seas avaro, ni ames la vanagloria,

porque todas estas pasiones incitan al robo. Hijo mío, no murmures, porque la

murmuración lleva a la blasfemia; ni seas altanero ni malévolo, porque de ambos

pecados nacen las blasfemias. Sé humilde, porque los humildes heredarán la tierra. Sé

magnánimo y misericordioso, sin malicia, pacífico y bueno, poniendo en práctica las

enseñanzas que has recibido. No te enorgullezcas, ni dejes que la presunción se

apodere de tu alma. No te acompañes con los orgullosos, sinó con los justos y los

humildes. Acepta con gratitud las pruebas que sobrevinieren, recordando que nada nos

sucede sin la voluntad de Dios.

IV. Hijo mío, acuérdate de día y de noche, del que te anuncia la palabra de Dios;

hónrale como al Señor, puesto que donde se anuncia la palabra, allí está el Señor.

Busca constantemente la compañía de los santos, para que seas reconfortado con sus

consejos. Evita fomentar las disenciones, y procura la paz entre los adversarios. Juzga

con justicia, y cuando reprendas a tus hermanos a causa de sus faltas, no hagas

diferencias entre personas. No tengas respecto de si Dios cumplirá o no sus promesas.

Ni tiendas la mano para recibir, ni la tengas cerrada cuando se trate de dar. Si posees

algunos bienes como fruto de tu trabajo, no pagarás el rescate de tus pecados.No estés

indeciso cuando se trate de dar, ni regañes al dar algo, porque conoces al dispensador

de la recompensa. No vuelvas la espalda al indigente; reparte lo que tienes con tu

hermano, y no digas que lo tuyo te pertenece, poque si las cosas inmortales os son

comunes, ¿con cuánta mayor razón deberá serlo lo perecedero? No dejes de la mano la

educación de tu hijo o de tu hija: desde su infancia enséñales el temor de Dios. A tu

esclavo, ni a tu criada mandes con aspereza, puesto que confían en el mismo Dios,

para que no pierdan el temor del Señor, que está por encima del amo y del esclavo,

porque en su llamamiento no hace diferencia en las personas, sinó viene sobre

aquellos que el Espíritu ha preparado. En cuanto a vosotros, esclavos, someteos a

vuestros amos con temor y humildad, como si fueran la imagen de Dios. Aborrecerás

toda clase de hipocresía y todo lo que desagrade al Señor. No descuides los preceptos

del Señor, y guarda cuanto has recibido, sin añadir ni quitar. Confesarás tus faltas a la

iglesia y te guardarás de ir a la oración con mala conciencia. Tal es el camino de la

vida.

V. He aquí el camino que conduce a la muerte: ante todo has de saber que es un

camino malo, que está lleno de maldiciones. Su término es el asesinato, los adulterios,

la codicia, la fornicación, el robo, la idolatría, la práctica de la magia y de la brujería.

El rapto, el falso testimonio, la hipocresía, la doblez, el fraude; la arrogancia, la

maldad, la desvergüenza; la concupiscencia, el lenguaje obsceno, la envidia, la

presunción, el orgullo, la fanfarronería. Esta es la senda en la que andan los que

persiguen a los buenos; los enemigos de la verdad, los amadores de la mentira, los que

desconocen la recompensa de la justicia; los que no se apegan al bien, ni al justo

juicio; los que se desvelan por hacer el mal y no el bien; los vanidosos, aquellos que

están muy alejados de la suavidad y de la paciencia; que buscan retribución a sus

actos, que no tienen piedad del pobre, ni compasión del que está trabajando y cargado,

quie ni siquiera tienen conocimiento de su Creador. Los asesinos de niños, los

corruptores de la obra de Dios, que desvían al pobre, oprimen al afligido; que son los

defensores del rico y los jueces inicuos del pobre; en una palabra, son hombres

capaces de toda maldad. Hijos míos, alejaos de los tales.

VI. Ten cuidado que nadie pueda alejarte del camino de la doctrina, porque tales

enseñanzas no serían agradables a Dios. Si pudieses llevar todo el yugo del Señor,

serás perfecto; sinó has lo que pudieres. Debes abstenerte, sobre todo, de carnes

sacrificadas a los ídolos, que es el culto ofrecido a dioses muertos.

SEGUNDA PARTE

De la Liturgia y de la Disciplina

VII. En cuanto al bautismo, he aquí como hay que administrarle: Después de haber

enseñado los anteriores preceptos, bautizad en el agua viva, en el nombre del Padre,

del Hijo y del Espíritu Santo. Si no pudiere ser en el agua viva, puedes utilizar otra; si

no pudieres hacerlo con agua fría, puedes servirte de agua caliente; si no tuvieres a

mano ni una ni otra, echa tres veces agua sobre la cabeza, en el nombre del Padre, del

Hijo y del Espíritu Santo. Antes del bautismo, debe procurarse que el que lo

administra, el que va a ser bautizado, y otras personas, si pudiere ser, ayunen. Al

neófito, le harás ayudar uno o dos días antes.

VIII. Es preciso que vuestros ayunos no sean parecidos a los de los hipócritas,puesto

que ellos ayunan el segundo y quinto día de cada semana. En cambio vosotros

ayunaréis el día cuatro y la víspera del sábado. No hagáis tampoco oración como los

hipócritas, sinó como el Señor lo ha mandado en su Evangelio. Vosotros oraréis así:

«Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu nombre, venga tu

reino, hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo; danos hoy

nuestro pan cotidiano; perdónanos nuestra deuda como nosotros

perdonamos a nuestros deudores, no nos induzcas en tentación, sinó

libranos del mal, porque tuyo es el poder y la gloria por todos los

siglos.»

Orad así tres veces al día.

IX. En lo concerniente a la eucaristía, dad gracias de esta manera. Al tomar la copa,

decid:

«Te damos gracias, oh Padre nuestro, por la santa viña de David, tu

siervo, que nos ha dado a conocer por Jesús, tu servidor. A tí sea la

gloria por los siglos de los siglos.»

Y después del partimiento del pan, decid:

«¡Padre nuestro! Te damos gracias por la vida y por el conocimiento

que nos has revelado por tu siervo, Jesús. ¡A Tí sea la gloria por los

siglos de los siglos! De la misma manera que este pan que partimos,

estaba esparcido por las altas colinas, y ha sido juntado, te suplicamos,

que de todas las extremidades de la tierra, reunas a ti Iglesia en tu reino,

porque te pertenece la gloria y el poder (que ejerces) por Jesucristo, en

los siglos de los siglos.»

Que nadie coma ni bebe de esta eucaristía, sin haber sido antes bautizado en el nombre

del Señor; puesto que el mismo dice sobre el particular: «No déis lo santo a los

perros.»

X. Cuando estéis saciados (de la ágapa), dad gracias de la menera siguiente:

«¡Padre santo! Te damos gracias por Tu santo nombre que nos has

hecho habitar en nuestros corazones, y por el conocimiento, la fe y la

inmortalidad que nos has revelado por Jesucristo, tu servidor. A ti sea la

gloria por los siglos de los siglos. ¡Dueño Todopoderoso! que a causa de

Tu nombre has creado todo cuanto existe, y que dejas gozar a los

hombres del alimento y la bebida, para que te den gracias por ello. A

nosotros, por medio de tu servidor, nos has hecho la gracia de un

alimento y de una bebida espirituales y de la vida eterna. Ante todo, te

damos gracias por tu poder. A Ti sea la gloria por los siglos de los

siglos. ¡Señor! Acuérdate de tu iglesia, para librarla de todo mal y para

completarla en tu amor. ¡Reúnela de los cuatro vientos del cielo, porque

ha sido santificada para el reino que le has preparado; porque a Ti solo

pertenece el poder y la gloria por los siglos de los siglos!»

¡Ya que este mundo pasa, te pedimos que tu gracia venga sobre nosotros! ¡Hosanna al

hijo de David! El que sea santificado, que se acerque, sinó que haga penitencia. Maran

atha ¡Amén! Permitid que los profetas den las gracias libremente.

XI. Si alguien viniese de fuera para enseñaros todo esto, recibidle. Pero si resultare

ser un doctor extraviado, que os dé otras enseñanzas para destruir vuestra fe, no le

oigáis. Si por el contrario, se propusiese haceros regresar en la senda de la justicia y

del conocimiento del Señor, recibidle como recibiríais al Señor. Ved ahí como según

los preceptos del Evangelio debéis portaros con los apóstoles y profetas. Recibid en

nombre del Señor alos apóstoles que os visitaren, en tanto permanecieren un día o dos

entre vosotros: el que se quedare durante tres días, es un falso profeta. Al salir el

apóstol, debéis proveerle de pan para que pueda ir a la ciudad donde se dirija: si pide

dinero, es un falso profeta. Al profeta que hablare por el espíritu, no le juzgaréis, ni

examinaréis; porque todo pecado será perdonado, menos éste. Todos los que hablan

por el espíritu; no son profetas, solo lo son, los que siguen el ejemplo del Señor. Por su

conducta, podéis distinguir al verdadero y al falso profeta. El profeta, que hablando

por el espíritu, ordenare la mesa y comiere de ella, es un falso profeta. El profeta que

enseñare la verdad, pero no hiciere lo que enseña, es un falso profeta. El profeta que

fuere probado ser verdadero, y ejercita su cuerpo para el misterio terrestre de la

Iglesia, y que no obligare a otros a practicar su ascetismo, no le juzguéis, porque Dios

es su juez: lo mismo hicieron los antiguos profetas. Si alguien, hablando por el

espíritu, os pidiere dinero u otra cosa, no le hagáis caso; pero si aconseja se dé a los

pobres, no le juzguéis.

XII. A todo el que fuere a vosotros en nombre del Señor, recibidle, y probadle

después para conocerle, puesto que debéis tener suficiente criterio para conocer a los

que son de la derecha y los que pertenecen a la izquierda. Si el que viniere a vosotros,

fuere un pobre viajero, socorredle cuanto podáis; pero no debe quedarse en vuestra

casa más de dos o tres días. Si quisiere permanecer entre vosotros como artista, que

trabaje para comer; si no tuviese oficio ninguno, procurad según vuestra prudencia a

que no quede entre vosotros ningún cristiano ocioso. Si no quisiere hacer esto, es un

negociante del cristianismo, del cual os alejaréis.

XIII. El verdadero profeta, que quisiere fijar su residencia entre vosotros, es digno

del sustento; porque un doctor verdadero, es también un artista, y por tanto digno de

su alimento. Tomarás tus primicias de la era y el lagar, de los bueyes y de las cabras y

se las darás a los profetas, porque ellos son vuestros grandes sacerdotes. Al preparar

una hornada de pan, toma las primicias, y dalas según el precepto. Lo mismo harás al

empezar una vasija de vino o de aceite, cuyas primicias destinarás a los profetas. En lo

concerniente a tu dinero, tus bienes y tus vestidos, señala tú mismo las primucias y haz

según el precepto.

XIV. Cuando os reuniéreis en el domingo del Señor, partid el pan, y para que el

sacrificio sea puro, dad gracias después de haber confesado vuestros pecados. El que

de entre vosotros estuviere enemistado con su amigo, que se aleje de la asamblea hasta

que se haya reconciliado con él, a fin de no profanar vuestro sacrificio. He aquí las

propias palabras del Señor: «En todo tiempo y lugar me traeréis una víctima pura,

porque soy el gran Rey, dice el Señor, y entre los pueblos paganos, mi nombre es

admirable.»

XV. Para el cargo de obispos y diáconos del Señor, eligiréis a hombres humildes,

desinteresados, veraces y probados, porque también hacen el oficio de profetas y

doctores. No les menospreciéis, puesto que son vuestros dignatarios, juntamente con

vuestros profetas y doctores. Amonestaos unos a otros, según los preceptos del

Evangelio, en paz y no con ira. Que nadie hable al que pecare contra su prójimo, y no

se le tenga ninguna consideración entre vosotros, hasta que se arrepienta. Haced

vuestras oraciones, vuestras limosnas y todo cuanto hiciéreis, según los preceptos

dados en el Evangelio de nuestro Señor.

XVI. Velad por vuestra vida; procurando que estén ceñidos vuestros lomos y

vuestras lámparas encendidas, y estad dispuestos, porque no sabéis la hora en que

vendrá el Señor. Reuníos a menudo para buscar lo que convenga a vuestras almas,

porque de nada os servirá el tiempo que habéis profesado la fe, si no fuéreis hallados

perfectos el último día. Porque en los últimos tiempos abundarán los falsos profetas y

los corruptores, y las ovejas se transformarán en lobos, y el amor se cambiará en odio.

Habiendo aumentado la iniquidad, crecerá el odio de unos contra otros, se perseguirán

mutuamente y se entregarán unos a otros. Entonces es cuando el Seductor del mundo

hará su aparición y titulándose el Hijo de Dios, hará señales y prodigios; la tierra le

será entregada y cometerá tales maldades como no han sido vistas desde el principio.

Los humanos serán sometidos a la prueba del fuego; muchos perecerán

escandalizados; pero los que perseverarán en la fe, serán salvos de esta maldición.

Entonces aparecerán las señales de la verdad. Primeramente será desplegada la señal

en el cielo, después la de la trompeta, y en tercer lugar la resurrección de los muertos,

según se ha dicho: «El Señor vendrá con todos sus santos» ¡Entonces el mundo verá al

Señor viniendo en las nubes del cielo!

 

Fuente: Historia de la Iglesia Primitiva, por E. Backhouse y C. Tylor. Editorial CLIE

www.clie.es

EPÍSTOLA A DIOGNETO

I. Como veo, muy excelente Diogneto, que tienes gran interés en comprender la

religión de los cristianos, y que tus preguntas respecto a los mismos son hechas de

modo preciso y cuidadoso, sobre el Dios en quien confían y cómo le adoran, y que no

tienen en consideración el mundo y desprecian la muerte, y no hacen el menor caso de

los que son tenidos por dioses por los griegos, ni observan la superstición de los

judíos, y en cuanto a la naturaleza del afecto que se tienen los unos por los otros, y de

este nuevo desarrollo o interés, que ha entrado en las vidas de los hombres ahora, y no

antes: te doy el parabién por este celo, y pido a Dios, que nos proporciona tanto el

hablar como el oír, que a mí me sea concedido el hablar de tal forma que tú puedas ser

hecho mejor por el ofr, y a ti que puedas escuchar de modo que el que habla no se vea

decepcionado.

II. Así pues, despréndete de todas las opiniones preconcebidas que ocupan tu mente, y

descarta el hábito que te extravía, y pasa a ser un nuevo hombre, por así decirlo, desde

el principio, como uno que escucha una historia nueva, tal como tú has dicho de ti

mismo. Mira no sólo con tus ojos, sino con tu intelecto también, de qué sustancia o de

qué forma resultan ser estos a quienes llamáis dioses y a los que consideráis como

tales. ¿No es uno de ellos de piedra, como la que hollamos bajo los pies, y otro de

bronce, no mejor que las vasijas que se forjan para ser usadas, y otro de madera, que

ya empieza a ser presa de la carcoma, y otro de plata, que necesita que alguien lo

guarde para que no lo roben, y otro de hierro, corroído por la herrumbre, y otro de

arcilla, material no mejor que el que se utiliza para cubrir los servicios menos

honrosos? ¿No son de materia perecedera? ¿No están forjados con hierro y fuego?

¿No hizo uno el escultor, y otro el fundidor de bronce, y otro el platero, y el alfarero

otro? Antes de darles esta forma la destreza de estos varios artesanos, ¿no le habría

sido posible a cada uno de ellos cambiarles la forma y hacer que resultaran utensilios

diversos? ¿No sería posible que las que ahora son vasijas hechas del mismo material,

puestas en las manos de los mismos artífices, llegaran a ser como ellos? ¿No podrían

estas cosas que ahora tú adoras ser hechas de nuevo vasijas como las demás por medio

de manos de hombre? ¿No son todos ellos sordos y ciegos, no son sin alma, sin

sentido, sin movimiento? ¿No se corroen y pudren todos ellos? A estas cosas llamáis

dioses, de ellas sois esclavos, y las adoráis; y acabáis siendo lo mismo que ellos. Y por

ello aborrecéis a los cristianos, porque no consideran que éstos sean dioses. Porque,

¿no los despreciáis mucho más vosotros, que en un momento dado les tenéis respeto y

los adoráis? ¿No os mofáis de ellos y los insultáis en realidad, adorando a los que son

de piedra y arcilla sin protegerlos, pero encerrando a los que son de plata y oro durante

la noche, y poniendo guardas sobre ellos de día, para impedir que os los roben? Y, por

lo que se refiere a los honores que creéis que les ofrecéis, si son sensibles a ellos, más

bien los castigáis con ello, en tanto que si son insensibles les reprocháis al propiciarles

con la sangre y sebo de las víctimas. Que se someta uno de vosotros a este tratamiento,

y que sufra las cosas que se le hacen a él. Sí, ni un solo individuo se someterá de buen

grado a un castigo así, puesto que tiene sensibilidad y razón; pero una piedra se

somete, porque es insensible. Por tanto, desmentís su sensibilidad. Bien; podría decir

mucho más respecto a que los cristianos no son esclavos de dioses así; pero aunque

alguno crea que lo que ya he dicho no es suficiente, me parece que es superfluo decir

más.

III. Luego, me imagino que estás principalmente deseoso de oír acerca del hecho de

que no practican su religión de la misma manera que los judíos. Los judíos, pues, en

cuanto se abstienen del modo de culto antes descrito, hacen bien exigiendo reverencia

a un Dios del universo y al considerarle como Señor, pero en cuanto le ofrecen este

culto con métodos similares a los ya descritos, están por completo en el error. Porque

en tanto que los griegos, al ofrecer estas cosas a imágenes insensibles y sordas, hacen

una ostentación de necedad, los judíos, considerando que están ofreciéndolas a Dios,

como si El estuviera en necesidad de ellas, deberían en razón considerarlo locura y no

adoración religiosa. Porque el que hizo los cielos y la tierra y todas las cosas que hay

en ellos, y nos proporciona todo lo que necesitamos, no puede Él mismo necesitar

ninguna de estas cosas que El mismo proporciona a aquellos que se imaginan que

están dándoselas a Él. Pero los que creen que le ofrecen sacrificios con sangre y sebo

y holocaustos, y le honran con estos honores, me parece a mí que no son en nada

distintos de los que muestran el mismo respeto hacia las imágenes sordas; porque los

de una clase creen apropiado hacer ofrendas a cosas incapaces de participar en el

honor, la otra clase a uno que no tiene necesidad de nada.

IV. Pero, además, sus escrúpulos con respecto a las carnes, y su superstición con

referencia al sábado y la vanidad de su circuncisión y el disimulo de sus ayunos y

lunas nuevas, yo [no] creo que sea necesario que tú aprendas a través de mí que son

ridículas e indignas de consideración alguna. Porque, ¿no es impío el aceptar algunas

de las cosas creadas por Dios para el uso del hombre como bien creadas, pero rehusar

otras como inútiles y superfluas? Y, además, el mentir contra Dios, como si Él nos

prohibiera hacer ningún bien en el día de sábado, ¿no es esto blasfemo? Además, el

alabarse de la mutilación de la carne como una muestra de elección, como si por esta

razón fueran particularmente amados por Dios, ¿no es esto ridículo? Y en cuanto a

observar las estrellas y la luna, y guardar la observancia de meses y de días, y

distinguir la ordenación de Dios y los cambios de las estaciones según sus propios

impulsos, haciendo algunas festivas y otras períodos de luto y lamentación, ¿quién

podría considerar esto como una exhibición de piedad y no mucho más de necedad? El

que los cristianos tengan razón, por tanto, manteniéndose al margen de la insensatez y

error común de los judíos, y de su excesiva meticulosidad y orgullo, considero que es

algo en que ya estás suficientemente instruido; pero, en lo que respecta al misterio de

su propia religión, no espero que puedas ser instruido por ningún hombre.

V. Porque los cristianos no se distinguen del resto de la humanidad ni en la localidad,

ni en el habla, ni en las costumbres. Porque no residen en alguna parte en ciudades

suyas propias, ni usan una lengua distinta, ni practican alguna clase de vida

extraordinaria. Ni tampoco poseen ninguna invención descubierta por la inteligencia o

estudio de hombres ingeniosos, ni son maestros de algún dogma humano como son

algunos. Pero si bien residen en ciudades de griegos y bárbaros, según ha dispuesto la

suene de cada uno, y siguen las costumbres nativas en cuanto a alimento, vestido y

otros arreglos de la vida, pese a todo, la constitución de su propia ciudadanía, que ellos

nos muestran, es maravillosa (paradójica), y evidentemente desmiente lo que podría

esperarse. Residen en sus propios países, pero sólo como transeúntes; comparten lo

que les corresponde en todas las cosas como ciudadanos, y soportan todas las

opresiones como los forasteros. Todo país extranjero les es patria, y toda patria les es

extraña. Se casan como todos los demás hombres y engendran hijos; pero no se

desembarazan de su descendencia (abortos). Celebran las comidas en común, pero

cada uno tiene su esposa. Se hallan en la carne, y, con todo, no viven según la carne.

Su existencia es en la tierra, pero su ciudadanía es en el cielo. Obedecen las leyes

establecidas, y sobrepasan las leyes en sus propias vidas. Aman a todos los hombres, y

son perseguidos por todos. No se hace caso de ellos, y, pese a todo, se les condena. Se

les da muerte, y aun así están revestidos de vida. Piden limosna, y, con todo, hacen

ricos a muchos. Se les deshonra, y, pese a todo, son glorificados en su deshonor. Se

habla mal de ellos, y aún así son reivindicados. Son escarnecidos, y ellos bendicen;

son insultados, y ellos respetan. Al hacer lo bueno son castigados como malhechores;

siendo castigados se regocijan, como si con ello se les reavivara. Los judíos hacen

guerra contra ellos como extraños, y los griegos los persiguen, y, pese a todo, los que

los aborrecen no pueden dar la razón de su hostilidad.

VI. En una palabra, lo que el alma es en un cuerpo, esto son los cristianos en el

mundo. El alma se desparrama por todos los miembros del cuerpo, y los cristianos por

las diferentes ciudades del mundo. El alma tiene su morada en el cuerpo, y, con todo,

no es del cuerpo. Así que los cristianos tienen su morada en el mundo, y aun así no

son del mundo. El alma que es invisible es guardada en el cuerpo que es visible; así

los cristianos son reconocidos como parte del mundo, y, pese a ello, su religión

permanece invisible. La carne aborrece al alma y está en guerra con ella, aunque no

recibe ningún daño, porque le es prohibido permitirse placeres; así el mundo aborrece

a los cristianos, aunque no recibe ningún daño de ellos, porque están en contra de sus

placeres. El alma ama la carne, que le aborrece y (ama también) a sus miembros; así

los cristianos aman a los que les aborrecen. El alma está aprisionada en el cuerpo, y,

con todo, es la que mantiene unido al cuerpo; así los cristianos son guardados en el

mundo como en una casa de prisión, y, pese a todo, ellos mismos preservan el mundo.

El alma, aunque en sí inmortal, reside en un tabernáculo mortal; así los cristianos

residen en medio de cosas perecederas, en tanto que esperan lo imperecedero que está

en los cielos. El alma, cuando es tratada duramente en la cuestión de carnes y bebidas,

es mejorada; y lo mismo los cristianos cuando son castigados aumentan en número

cada día. Tan grande es el cargo al que Dios los ha nombrado, y que miles es legítimo

declinar.

VII. Porque no fue una invención terrenal, como dije, lo que les fue encomendado, ni

se preocupan de guardar tan cuidadosamente ningún sistema de opinión mortal, ni se

les ha confiado la dispensación de misterios humanos. Sino que, verdaderamente, el

Creador Todopoderoso del universo, el Dios invisible mismo de los cielos plantó entre

los hombres la verdad y la santa enseñanza que sobrepasa la imaginación de los

hombres, y la fijó firmemente en sus corazones, no como alguien podría pensar,

enviando (a la humanidad) a un subalterno, o a un ángel, o un gobernante, o uno de los

que dirigen los asuntos de la tierra, o uno de aquellos a los que están confiadas las

dispensaciones del cielo, sino al mismo Artífice y creador del universo, por quien Él

hizo los cielos, y por quien Él retuvo el mar en sus propios límites, cuyos misterios

(ordenanzas) observan todos los elementos fielmente, de quien [el sol] ha recibido

incluso la medida de su curso diario para guardarlo, a quien la luna obedece cuando Él

le manda que brille de noche, a quien las estrellas obedecen siguiendo el curso de la

luna, por el cual fueron ordenadas todas las cosas y establecidos y puestos en sujeción,

los cielos y las cosas que hay en los cielos, la tierra y las cosas que hay en la tierra, el

mar y las cosas que hay en el mar, fuego, aire, abismo, las cosas que hay en las alturas,

las cosas que hay en lo profundo, las cosas que hay entre los dos. A éste les envió

Dios. ¿Creerás, como supondrá todo hombre, que fue enviado para establecer su

soberanía, para inspirar temor y terror? En modo alguno. Sino en mansedumbre y

humildad fue enviado. Como un rey podría enviar a su hijo que es rey; Él le envió

como enviando a Diós; le envió a El como [un hombre] a los hombres; le envió como

Salvador, usando persuasión, no fuerza; porque la violencia no es atributo de Dios. El

le envió como mvitándonos, no persiguiéndonos; Él le envió como amándonos, no

juzgándonos. Porque Él enviará en juicio, y ¿quién podrá resistir su presencia?... ¿[No

ves] que los echan a las fieras para que nieguen al Señor, y, con todo, no lo consiguen?

¿No ves que cuanto más los castigan, tanto más abundan? Estas no son las obras del

hombre; son el poder de Dios; son pruebas de su presencia.

VIII. Porque, ¿qué hombre tenía algún conocimiento de lo que Dios es, antes de que

Él viniera? ¿O aceptas tú las afirmaciones vacías y sin sentido de los filósofos

presuntuosos, de los cuales, algunos dijeron que Dios era fuego (invocan como Dios a

aquello a lo cual irán ellos mismos), y otros agua, y otros algún otro de los elementos

que fueron creados por Dios? Y, pese a todo, si alguna de estas afirmaciones es digna

de aceptación, cualquier otra cosa creada podría lo mismo ser hecha Dios. Sí, todo

esto es charlatanería y engaño de los magos; y ningún hombre ha visto o reconocido a

Dios, sino que El se ha revelado a sí mismo. Y El se reveló (a sí mismo) por fe, sólo

por la cual es dado el ver a Dios. Porque Dios, el Señor y Creador del universo, que

hizo todas las cosas y las puso en orden, demostró no sólo que era propicio al hombre,

sino también paciente. Y así lo ha sido siempre, y lo es, y lo será, bondadoso y bueno

y justo y verdadero, y El sólo es bueno. Y habiendo concebido un plan grande e

inefable, lo comunicó sólo a su Hijo. Porque en tanto que El había mantenido y

guardado este plan sabio como un misterio, parecía descuidarnos y no tener interés en

nosotros. Pero cuando Él lo reveló por medio de su amado Hijo, y manifestó el

propósito que había preparado desde el principio, Él nos dio todos estos dones a la

vez, participación en sus beneficios y vista y entendimiento de (misterios) que

ninguno de nosotros habría podido esperar.

IX. Habiéndolo, pues, planeado ya todo en su mente con su Hijo, permitió durante el

tiempo antiguo que fuéramos arrastrados por impulsos desordenados según

deseábamos, descarriados por placeres y concupiscencias, no porque Él se deleitara en

nuestros pecados en absoluto, sino porque Él tenía paciencia con nosotros; no porque

aprobara este período pasado de iniquidad, sino porque Él estaba creando la presente

sazón de justicia, para que, redargüidos del tiempo pasado por nuestros propios actos

como indignos de vida, pudiéramos ahora ser hechos merecedores de la bondad de

Dios, y habiendo dejado establecida nuestra incapacidad para entrar en el reino de

Dios por nuestra cuenta, hacerlo posible por la çapacidad de Dios. Y cuando nuestra

iniquidad había sido colmada plenamente, y se había hecho perfectamente manifiesto

que el castigo y la muerte eran de esperar como su recompensa, y hubo llegado la

sazón que Dios había ordenado, cuando a partir de entonces Él manifestaría su bondad

y poder (oh la bondad y amor de Dios sobremanera grande), Él no nos aborreció, ni

nos rechazó, ni nos guardó rencor, sino que fue longánimo y paciente, y por

compasión hacia nosotros tomó sobre sí nuestros pecados, y El mismo se separó de su

propio Hijo como rescate por nosotros, el santo por el transgresor, el inocente por el

malo, el justo por los injustos, lo incorruptible por lo corruptible, lo inmortal por lo

mortal. Porque, ¿qué otra cosa aparte de su justicia podía cubrir nuestros pecados? ¿En

quién era posible que nosotros, impíos y libertinos, fuéramos justificados, salvo en el

Hijo de Dios? ¡Oh dulce intercambio, oh creación inescrutable, oh beneficios

inesperados; que la iniquidad de muchos fuera escondida en un Justo, y la justicia de

uno justificara a muchos que eran inicuos! Habiéndose, pues, en el tiempo antiguo

demostrado la incapacidad de nuestra naturaleza para obtener vida, y habiéndose ahora

revelado un Salvador poderoso para salvar incluso a las criaturas que no tienen

capacidad para ello, Él quiso que, por las dos razones, nosotros creyéramos en su

bondad y le consideráramos como cuidador, padre, maestro, consejero, médico, mente,

luz, honor, gloria, fuerza y vida.

X. Si deseas poseer esta fe, has de recibir primero un conocimiento pleno del Padre.

Porque Dios amó a los hombres, por amor a los cuales había hecho el mundo, a los

cuales sometió todas las cosas que hay en la tierra, a los cuales dio razón y mente, a

los cuales solamente permitió que levantaran los ojos al cielo, a quienes creó según su

propia imagen, a quienes envió a su Hijo unigénito, a quienes Él prometió el reino que

hay en el cielo, y lo dará a los que le hayan amado. Y cuando hayas conseguido este

pleno conocimiento, ¿de qué gozo piensas que serás llenado, o cómo amarás a Aquel

que te amó a ti antes? Y amándole serás un imitador de su bondad. Y no te maravilles

de que un hombre pueda ser un imitador de Dios. Puede serlo si Dios quiere. Porque la

felicidad no consiste en enseñorearse del prójimo, ni en desear tener más que el débil,

ni en poseer riqueza y usar fuerza sobre los inferiores; ni puede nadie imitar a Dios

haciendo estas cosas; sí, estas cosas se hallan fuera de su majestad. Pero todo el que

toma sobre sí la carga de su prójimo, todo el que desea beneficiar a uno que es peor en

algo en lo cual él es superior, todo el que provee a los que tienen necesidad las

posesiones que ha recibido de Dios, pasa a ser un dios para aquellos que lo reciben de

él, es un imitador de Dios. Luego, aunque tú estás colocado en la tierra, verás que Dios

reside en el cielo; entonces empezarás a declarar los misterios de Dios; entonces

amarás y admirarás a los que son castigados porque no quieren negar a Dios; entonces

condenarás el engaño y el error en el mundo; cuando te des cuenta que la vida

verdadera está en el cielo, cuando desprecies la muerte aparente que hay en la tierra,

cuando temas la muerte real, que está reservada para aquellos que seran condenados al

fuego eterno que castigará hasta el fin a los que sean entregados al mismo. Entonces

admirarás a los que soportan, por amor a la justicia, el fuego temporal, y los tendrás

por bienaventurados cuando veas que el fuego...

Epílogo

XI. Mis discursos no son extraños ni son perversas lucubraciones, sino que

habiendo sido un discípulo de los apóstoles, me ofrecí como maestro de los gentiles,

ministrando dignamente, a aquellos que se presentan como discípulos de la verdad, las

lecciones que han sido transmitidas. Porque el que ha sido enseñado rectamente y ha

entrado en amistad con el Verbo, ¿no busca aprender claramente las lecciones

reveladas abiertamente por el Verbo a los discípulos; a quienes el Verbo se apareció y

se las declaró, hablando con ellos de modo sencillo, no percibidas por los que no son

creyentes, pero sí referidas por Él a los discípulos a quienes consideró fieles y les

enseñó los misterios del Padre? Por cuya causa Él envió al Verbo, para que Él pudiera

aparecer al mundo, el cual, siendo despreciado por el pueblo (judío), y predicado por

los apóstoles, fue creído por los gentiles. Este Verbo, que era desde el principio,

apareció ahora y, con todo, se probé que era antiguo, y es engendrado siempre de

nuevo en los corazones de los santos. Este Verbo, digo, que es eterno, es el que hoy es

contado como Hijo, a través del cual la Iglesia es enriquecida y la gracia es desplegada

y multiplicada entre los santos, gracia que confiere entendimiento, que revela

misterios, que anuncia sazones, que se regocija sobre los fieles, que es concedida a los

que la buscan, a aquellos por los cuales no son quebrantadas las promesas de la fe, ni

son sobrepasados los límites de los padres. Con lo que es cantado el temor de la ley, y

la gracia de los profetas es reconocida, y la fe de los evangelios es establecida, y es

preservada la tradición de los apóstoles, y exulta el gozo de la Iglesia. Si tú no

contristas esta gracia, entenderás los discursos que el Verbo pone en la boca de

aquellos que desea cuando Él quiere. Porque de todas las cosas que por la voluntad

imperativa del Verbo fuimos impulsados a expresar con muchos dolores, de ellas os

hicimos partícipes, por amor a las cosas que nos fueron reveladas.

XII. Confrontados con estas verdades y escuchándolas con atención, sabréis cuánto

concede Dios a aquellos que (le) aman rectamente, que pasan a ser un Paraíso de

deleite, un árbol que lleva toda clase de frutos y que florece, creciendo en sí mismos y

adornados con vanos frutos. Porque en este jardín han sido plantados un árbol de

conoçimiento y un árbol de vida; con todo, el árbol de conocimiento no mata, pero la

desobediencia mata; porque las escrituras dicen claramente que Dios desde el

comienzo plantó un árbol [de conocimiento y un árbol] de vida en medio del Paraíso,

revelando vida por medio del conocimiento; y como nuestros primeros padres no lo

usaron de modo genuino, fueron despojados por el engaño de la serpiente. Porque ni

hay vida sin conocimiento, ni conocimiento sano sin verdadera vida; por tanto, los

(árboles) están plantados el uno junto al otro. Discerniendo la fuerza de esto y

culpando al conocimiento que es ejercido aparte de la verdad de la influencia

(dominio) que tiene sobre la vida, el apóstol dice: El conocimiento engríe, pero la

caridad edifica. Porque el hombre que supone que sabe algo sin el verdadero

conocimiento que es testificado por la vida, es ignorante, es engañado por la serpiente,

porque no amó la vida; en tanto que el que con temor reconoce y desea la vida, planta

en esperanza, esperando fruto. Que vuestro corazón sea conocimiento, y vuestra vida

verdadera razón, debidamente comprendida. Por lo que si te allegas al árbol y tomas el

fruto, recogerás la cosecha que Dios espera, que ninguna serpiente toca, ni engaño

infecta, ni Eva es entonces corrompida, sino que es creída como una virgen, y la

salvación es establecida, y los apóstoles son llenados de entendimiento, y la pascua del

Señor prospera, y las congregaciones son juntadas, y [todas las cosas] son puestas en

orden, y como El enseña a los santos el Verbo se alegra, por medio del cual el Padre es

glorificado, a quien sea la gloria para siempre jamás. Amén.

Fuente: Los Padres Apostólicos, por J. B. Lightfoot. Editorial CLIE www.clie.es

DOCTRINA DE LOS APÓSTOLES

(Doctrina Apostolorum)

1. 1. Dos caminos hay en el mundo, el de la vida y el de la muerte, el de la luz y el de

las tinieblas. En ellos han sido establecidos dos ángeles, el de la justicia y el de la

iniquidad. Pero grande es la diferencia entre los dos caminos. 2. Así pues, el camino de

la vida es éste: en primer lugar, amarás al Dios eterno que te hizo; en segundo, a tu

prójimo como a ti mismo. Por otra parte, todo lo que no quieras que sea hecho contigo,

tú no lo hagas a otro. 3.La explicación de estas palabras es ésta:

II. 2.No adulterarás, no matarás, no darás falso testimonio, no violarás al niño, no

fornicarás, no practicarás la magia, no fabricarás perversos brebajes, no matarás al

niño mediante aborto ni darás muerte al nacido, no codiciarás nada de tu prójimo. 3.No

perjurarás, no hablarás mal, no recordarás las malas acciones. 4.No tendrás doblez al

dar consejo, ni serás de doble lengua, pues la lengua es trampa de muerte. 5.Tu palabra

no sera vana ni engañosa. 6.No serás ambicioso ni avaro ni voraz ni adulador ni

pendenciero ni de malas costumbres. No admitirás plan malo contra tu prójimo. 7.No

odiarás a ningún hombre, sino que los amarás más que a tu vida.

III. 1. Hijo, huye del hombre malo y del hombre falso. 2.No seas iracundo, porque la

ira conduce al homicidio, ni seas deseoso de maldad, ni apasionado, pues de todo esto

nace la ira. 4. No seas astrólogo ni purificador, cosas que conducen a la vana

superstición; ni siquiera desees ver u oír estas cosas. 5.No seas mentiroso porque la

mentira conduce al robo; ni amante del dinero ni vano, pues de todo esto nacen los

robos. 6.No seas murmurador, porque conduce a la difamación. No seas temerario ni

pienses mal, pues de todo esto nacen las difamaciones. 7. Por el contrario, sé manso,

porque los mansos poseerán la tierra santa. 8. Sé también paciente en tu trabajo, sé

bueno y temeroso de todas las palabras que oyes. 9.No te enaltecerás ni te gloriarás

antes los hombres, ni infundirás soberbia a tu alma; no te unirás en espíritu con los

altivos, sino que tratarás con los justos y humildes. 10.Las cosas adversas que te

sucedan las recibirás como bienes, sabiendo que nada sucede sin Dios.

IV. 1. Del que te habla la palabra del Señor Dios, te acordarás día y noche. Lo

respetarás como al Señor, pues donde se presenta lo relativo al Señor, allí está el

Señor. 2.Así pues, busca el rostro de los santos, para que te recrees en sus palabras.

3.No causes disensiones, pon paz entre los que contienden, juzga rectamente sabiendo

que tú serás juzgado. No abatirás a nadie en su desgracia. 4.No dudarás sí será o no

verdadero. 5.No seas de los que extienden la mano para recibir y la encogen para dar.

6.Si, gracias a tus manos, tienes la redención de los pecados, no dudarás en dar,

sabiendo quién es el remunerador de esta recompensa. 7.No te desviarás del

necesitado, sino que compartirás todas las cosas con tus hermanos, y no dirás que son

tuyas. Si somos copartícipes en lo inmortal, ¿cuánto más debemos iniciarlo ya desde

aquí? Pues el Señor quiere dar a todos de sus dones. 9.No apartarás tu mano de los

hijos, sino que desde la juventud les enseñarás el temor del Señor. 10.A tu siervo o a tu

sierva, que esperan en el mismo Señor, no los mandarás con ira para que tema a

ambos, al Señor y a ti, pues no vino con acepción de personas, sino a aquellos en los

que encontró un espíritu humilde. 11.Vosotros, siervos, permaneced sujetos a vuestros

señores como a figura de Dios, con pudor y temor. 12.Odiarás toda hipocresía y no

harás lo que no agrade a Dios. 13.Así pues, guarda, hijo, lo que has oído y no le añadas

cosas contrarias, ni lo disminuyas. 14.No te acerques a la oración con conciencia mala.

Este es el camino de la vida.

V. 1. En cambio, el camino de la muerte es contrario a aquél. Ante todo, es malo y

lleno de maldiciones: adulterios, homicidios, falsos testimonios, fornicaciones, malos

deseos, actos mágicos, inicuos brebajes, robos, vanas supersticiones, rapiñas,

hipocresías, repugnancias, malicia, petulancia, codicia, lenguaje impúdico, envidia,

osadía, soberbia, altanería, vanidad. 2.Los que no temen a Dios, los que persiguen a los

buenos, los que odian la verdad, los que aman la mentira, los que no conocen la

recompensa de la verdad, los que no se aplican al bien, los que no tienen un juicio

recto, los que velan no por el bien sino por el mal, 3. de los cuales está lejos la

mansedumbre y cerca la soberbia, los que persiguen a los remuneradores, los que no

se apiadan del pobre, los que no se afligen con el afligido, los que no conocen a su

Creador, los que asesinan a sus hijos, los que abortan, los que se alejan de las buenas

obras, los que oprimen al que trabaja, los que esquivan el consejo de los justos.

Apártate, hijo, de todos estos.

VI. 1.Y vigila para que nadie te aparte de esta doctrina; de lo contrario, serás

enseñado fuera de la disciplina. 4. Si cada día, con deliberación, haces estas cosas,

estarás cerca del Dios vivo; si no lo haces, estarás lejos de la verdad. 5.Pon todas estas

cosas en tu espíritu, y no te olvidarás de tu esperanza, sino que llegarás por estos

santos combates a la corona. 6. Por Jesucristo, el Señor, que reina y es Señor con Dios

Padre y el Espíritu Santo por los siglos de los siglos. Amén.

 

Fuente: Colección Fuentes Patrísticas, volumen 3, por Juan José Ayán Calvo. Editorial

Ciudad Nueva www.ciudadnueva.com

EPÍSTOLA DE BERNABE

Saludo

I 1. Salud en la paz, hijos e hijas, en el nombre del Señor que nos ha amado.

Motivo y objeto de la carta

2. Como sean tan grandes y ricas las justificaciones de Dios para con vosotros, yo me

regocijo, sobre toda otra cosa y por todo extremo, en vuestros l)ienaVenturados y

gloriosos espíritus, pues de Él habéis recibido la semilla plantada en vuestras almas, el

don de la gracia espiritual.

3. Por lo cual, aun me congratulo más a mi mismo con la esperanza de salvarme, pues

verdaderamente contemplo entre vosotros cómo el Señor, que es rico en caridad, ha

derramado su Espíritu sobre vosotros. Hasta tal punto me conmovió, estando entre

vosotros, vuestra vista tan anhelada.

4. Como quiera, pues, que estoy convencido y siento íntimamente que, habiéndoos

muchas veces dirigido mi palabra, sé que anduvo conmigo el Señor en el camino de la

justicia, y me veo también yo de todo punto forzado a amaros más que a mi propia

vida, pues gran. de es la fe y la caridad que habita en vosotros por la esperanza de su

vida; 5. considerando, digo, que de tomarme yo algún cuidado sobre vosotros para

comunicaros alguna parte de lo mismo que yo he recibido, no ha de faltarme la

recompensa por el servicio prestado a espiritus como los vuestros, me he apresurado a

escribiros brevemente, a fin de que, juntamente con vuestra fe, tengáis perfecto

conocimiento.

Síntesis de la vida cristiana

6. Ahora bien, tres son los decretos del Señor: la esperanza de la vida, que es principio

y fin de nuestra fe, y la justicia, que es principio y fin del juicio; el amor de la alegría y

regocijo, que son el testimonio de las obras de la justicia. 7. En efecto, el Dueño, por

medio de sus profetas, nos dió a conocer lo pasado y lo presente y nos anticipó las

primicias del goce de lo por venir. Y pues vemos que una tras otra se cumplen las

cosas como Él las dijo, deber nuestro es adelantar, con más generoso y levantado

espíritu, en su temor. 8. Por lo que a mí toca, no como un maestro, sino como Uno de

entre vosotros, quiero poner a vuestra consideración unos pocos puntos, por los que os

alegraréis en la presente situación.

Tiempos difíciles. Contra los sacrificios judíos

II 1. Como quiera, pues, que los días son malos y el poder está en manos del Activo

mismo, deber nuestro es, atendiendo a nosotros mismos, inquirir las justificaciones del

Señor.

2. Ahora bien, auxiliares de nuestra fe son el temor y la paciencia, y aliados nuestros la

largueza de alma y la continencia.

3. Como estas virtudes estén firmes en todo lo atañedero al Señor santamente,

regocíjanse con ellasla sabiduría, la inteligencia, la ciencia y el conocimiento.

4. En efecto, el Señor, por medio de todos sus profetas, nos ha manifestado que no

tiene necesidad ni de sacrificios ni de holocaustos ni de ofrendas, diciendo en una

ocasión:

5. ¿Qué se me da a mi de la muchedumbre de vuestros sacrificios?—dice el Señor—.

Harto estoy de vuestros holocaustos y no quiero el sebo de vuestros corderos ni la

sangre de los toros y machos cabríos, ni aun cuando vengáis a ser vistos de mí.

Porque ¿quién requirió todo eso de vuestras manos? No quiero que volváis a pisar mi

atrio. Si me trajereis la flor de la harina, es cosa vana; vuestro incienso es para mí

abominación; vuestros novilunios y vuestros sábados no los soporto.

La ofrenda cristiana no hecha por mano de hombre

6. Ahora bien, todo eso lo invalidó el Señor, a fin de que la nueva ley de nuestro Señor

Jesucristo, que no está sometida al yugo de la necesidad, tenga una ofrenda no hecha

por mano de hombre. 7. Y así dice de nuevo a ellos: ¿Acaso fui yo quien mandé a

vuestros padres, cuando salían de la tierra de Egipto, que me ofrecieran holocaustos

y sacrificios? 8. ¿0 no fué más bien esto lo que les mandé, a saber: que ninguno de

vosotros guarde en su corazón rencor contra su hermano y que no amarais el falso

juramento?

9. Debemos, por tanto, comprender, no cayendo en la insensatez, la sentencia de la

bondad de nuestro Padre, porque con nosotros habla, no queriendo que nosotros,

andando extraviados al modo de aquéllos, busquemos todavía cómo acercarnos a Él.

10. Ahora bien, a nos otros nos dice de esta manera: Sacrificio para Dios es un

corazón contrito; olor de suavidad al Señor, un corazón que glorifica al que le ha

plasmado.

Debemos, por ende, hermanos, andar con toda diligencia en lo que atañe a nuestra

salvación, no sea que el maligno, logrando infiltrársenos por el error, nos arroje, como

la piedra de una honda, lejos de nuestra vida.

El ayuno acepto a Dios

III 1. Díceles, pues, otra vez acerca de estas cosas:

¿Para qué me ayunáis, de modo que hoy sólo se oyen los gritos de vuestra voz? No es

éste el ayuno que yo me escogí—dice el Señor—no al hombre que humillo su alma. 2.

Ni aun cuando dobléis como un aro vuestro cuello y vistáis de saco y os acostéis sobre

ceniza, ni aun así lo llaméis ayuno aceptable.

3. A nosotros, empero, nos dice: He aquí el ayuno que me elegí—dice el Señor—: No

al hombre que humilla su alma, sino: Desata toda atadura de iniquidad, rompe las

cuerdas de los contratos violentos, despacha a los oprimidos en libertad y rasga toda

escritura inicua. Rompe tu pan con los hambrientos y, si vieres a un desnudo, vístelo;

recoge en tu casa a los sin techo; si vieres a un humilde, no le desprecies, ni te

apartes de los de tu propia sangre. 4. Entonces tu luz romperá matinal, y tus vestidos

resplandecerán rápidamente, y la justicia caminará delante de ti, y la gloria de Dios

te cubrirá. 5. Entonces gritarás y Dios te escuchará; cuando aun estés hablando, dirá:

Heme aquí presente, a condición que quites de ti la atadura y la mano levantada y la

palabra de murmuración y des de corazón tu pan al hambriento y hayas lástima del

alma humillada.

6. En conclusión, hermanos, mirando anticipadamente el Señor longánirne que el

pueblo que preparó en su Amado había de creer con sencillez, anticipadamente nos lo

manifestó todo, a fin de que no vayamos como prosélitos a estrellarnos en la ley de

aquéllos.

Huyamos de toda maldad, porque se acerca el fin de los tiempos

IV 1. Así, pues, es preciso que, escudriñando muy despacio lo presente, inquiramos

las cosas que pueden salvarnos. Huyamos, por ende, de modo absoluto de todas las

obras dc la iniquidad, a fin de que jamás las obras de la iniquidad se apoderen de

nosotros y aborrezcamos el extravío del tiempo presente, a fin de ser amados en el por

venir. 2. No demos suelta a nuestra propia alma, de suerte que tenga poder para correr

juntamente con los pecadores y los malvados, no sea que nos asemejemos a ellos. 3. El

escándalo consumado está cerca, aquel del que está escrito, corno dice Henoch; pues

el Dueño abrevió los tiempos y los días, a fin de que se apresure su Amado y venga a

su heredad. 4. Además, el profeta dice así: Diez reinos reinarán sobre la tierra y tras

ellos se levantará un rey pequeño que humillará de un golpe a tres reyes. 5.

Igualmente, Daniel dice sobre lo mismo: Y vi la cuarta bestia, mala y fuerte, y más

fiera que todas las otras bestias de la tierra, y cómo de ella brotaban diez cuernos y

de ellos un cuerno pequeño, como un retoño, y cómo éste humilló de un golpe a tres

de los cuernos mayores. 6. Ahora bien, obligación nuestra es comprender.

La alianza es nuestra

Además, os ruego una cosa, como uno de vosotros que soy y que particularmente os

amo a todos más que a mi propia alma, y es que atendáis ahora a vosotros mismos y

no os asemejéis a ciertas gentes, amontonando pecados a pecados, gentes que andan

diciendo que la Alianza es de aquéllos y nuestra. Nuestra, ciertamente; pero aquéllos

la perdieron en absoluto del modo que diré, después de haberla ya recibido Moisés. 7.

Dice, en efecto, la Escritura: Y estaba Moisés en el monte, ayunando por espacio de

cuarenta dias y de cuarenta noches, y recibió la Alianza de parte del Señor, las tablas

de piedra, escritas por el dedo de la mano del Señor. 8. Mas, corno ellos se volvieron

a los ídolos, la destruyeron. Dice, en efecto, el Señor de esta manera: Moisés, Moisés,

baja a toda prisa, pues ha prevaricado tu pueblo, los que sacaste de la tierra de

Egipto. Y Moisés lo entendió y arrojó de sus manos las dos tablas e hízose pedazos la

Alianza de ellos, a fin de que la de su Amado, Jesús, quedara sellada en nuestro

corazón en la esperanza de su fe.

No basta poseer la Alianza: La reprobación de Israel, aviso para el pueblo cristiano

9. Muchas cosas quería escribiros, no como maestro, sino comoo dice con quien gusta

no faltar en lo que tenemos; de ahí que me apresuré a escribiros, aun siendo escoria

vuestra. Por lo tanto, atendamos a los últimos días, pues de nada nos servirá todo el

tiempo de nuestra fe, si ahora, en el tiempo inicuo y en los escándalos que están por

venir, no resistimos como conviene a hijos de Dios, a fin de que el Negro no se nos

infiltre.

10. Huyamos de toda vanidad; odiemos absolutamente las obras del mal camino. No

viváis solitarios, replegados en vosotros mismos, como si ya estuvierais justificados,

sino, reuniéndoos en un mismo lugar, inquirid juntos lo que a todos en común

conviene.

11. Porque dice la Escritura: ¡Ay de los prudentes para si mismos y de los sabios ante

sí mismos. Hagámonos espirituales, hagámonos templo perfecto para Dios. En cuanto

esté en nuestra mano, meditemos el temor de Dios y luchemos por guardar sus

mandamientos, a fin de regocijarnos en sus justificaciones.

12. El Señor juzgará al mundo sin acepción de personas: Cada uno recibirá conforme

obró. Si el hombre fué bueno, su justicia marchará delante de él; si fuere malvado, la

paga de su maldad irá también delante de él. 13. Recordémoslo, no sea que,

echándonos a descansar como llamados, nos durmamos en nuestros pecados, y el

príncipe malo, tomando poder sobre nosotros, nos empuje lejos del reino del Señor.

14. Además, hermanos mios, considerad este punto: cuando estáis viendo que, después

de tantos signos y prodigios sucedidos en medio de Israel y que, sin embargo, han sido

de este modo abandonados, andemos alerta, no sea que, como está escrito, nos

encontremos muchos llamados y pocos escogidos.

La Gracia de la Redención

V 1. Porque el Señor soportó entregar su carne a la destrucción, a fin de que fuéramos

nosotros purificados por la remisión de nuestros pecados, lo que se nos concede por la

aspersión de su sangre. 2. Acerca de esto, efectivamente, está escrito, parte que se

refiere a Israel, parte a nosotros, y dice así: Fué herido por nuestras iniquidades y

debilitado por nuestros pecados: Con su llaga fuimos nosotros sanados. Fué

conducido como oveja al matadero y como cordero estuvo mudo delante del que le

trasquila.

3. Por tanto, tenemos deber de dar sobremanera gracias al Señor, porque nos dió a

conocer lo pasado, nos instruyó acerca de lo presente y no estamos sin inteligencia

para lo por venir. 4. Y así dice la Escritura: No se tienden injustamente las redes a los

volátiles. Lo cual quiere decir que con razón se perderá el hombre que, teniendo

conocimiento del camino de la justicia, se precipita a si mismo por el caniino de las

tinieblas.

Por qué sufre el Señor en su carne

5. Consideremos, otrosí, este punto, hermanos míos: Si es cierto que el Señor se dignó

padecer por nuestra alma, siendo como es Señor de todo el universo, a quien dijo Dios

desde la constitución del mundo: Hagamos al hombre a imagen y semejanza nuestra,

¿cómo, digo, se dignó padecer bajo la mano de los hombres? Aprendedlo. 6. Los

profetas, teniendo como tenían de Él la gracia, con miras a Él profetizaron. Ahora

bien, Él, para destruir la muerte y mostrar la resurrección, toda vez que tenía que

manifestarse en carne, 7. sufrió primero para cumplir la promesa a los padres, y luego,

a par que se preparaba Él mismo para si un pueblo nuevo, para demostrar, estando

sobre la tierra, que después de hacer Él mismo la resurrección, juzgará. 8. Por fin,

predicó, enseñando a Israel y haciendo tan grandes prodigios y señales, con lo que le

mostró su excesivo amor. 9. Y cuando se escogió a sus propios Apóstoles, los que

habian de predicar su Evangelio, hombres ellos injustos respecto a la ley sobre todo

pecado—a fin de mostrar que no vino a llamar a los justos, sino a los pecadores—,

entonces fué cuando puso de manifiesto que era Hijo de Dios. 10. Porque de no haber

venido en carne, tampoco hubieran los hombres podido salvarse mirándole a Él. como

quiera que mirando al sol, que al cabo está destinado a no ser, como obra que es de sus

manos, no son capaces de fijar los ojos en sus rayos. 11. En conclusión, el Hijo de Dios

vino en carne a fin de que llegara a su colmo la consumación de los pecados de

quienes persiguieron de muerte a sus profetas. 12. Luego para ese fin sufrió. Dice Dios,

en efecto, que la haga de su carne procede de ellos: Cuando hirieren a su propio

pastor, entonces perecerán las ovejas del rebaño.

13. Ahora bien, Él mismo fué quien quiso así padecer, pues era preciso que sufriera

sobre el madero. Dice, en efecto, el que profetiza acerca de Él: Perdona a mi alma de

la espada. Y: Traspasa con un clavo mis carnes, porque las juntas de malvados se

levantaron contra mi.

14. Y otra vez dice: He aquí que puse mi espalda para los azotes y mis mejillas para

las bofetadas; pero mi rostro lo puse como una dura roca.

Preludios de la Pasión del Señor

VI 1. Ahora bien, ¿qué dice cuando hubo cumplido el mandamiento? ¿Quién es el

que me juzga? Póngase frente a mí. ¿Quién es el que se justifica en mi presencia?

Acérquese al siervo del Señor.

2. ¡Ay de vosotros, porque todos habéis de envejecer como un vestido y la polilla os

consumirá. Y otra vez dice el profeta, una vez que fué puesto Jesús como roca fuerte

para despedazamiento: Mira que voy a echar en los cimientos de Sión una piedra de

mucho valor, escogida, angular, preciosa. 3. ¿Qué dice después? Y el que esperare en

ella, vivirá para siempre. Luego ¿nuestra esperanza estriba sobre una piedra? De

ninguna manera. Lo que significa es que el Señor puso su carne en fortaleza. Pues

dice: Y púsome como una roca dura.

4. Pero dice de nuevo el profeta: La piedra que desecharon los constructores vino a

ser cabeza de ángulo. Y otra vez dice: Este es el día grande y maravilloso que hizo el

Señor.

5. Os escribo con demasiada sencillez, a fin de que entendáis, yo, que soy sólo

barredura de vuestra caridad. 6. ¿Qué sigue, pues, diciendo el profeta? Me rodeó la

junta de los malvados; cercáronme como abejas al panal. Y: Sobre mi vestidura

echaron suerte.

7. Como quiera, pues, que había el Señor de manifestarse y sufrir en la carne, fué de

antemano mostrada su pasión. Dice, en efecto, cl profeta contra Israel: ¡Ay dcl alma de

ellos, pues han tramado designio malo contra si mismos! Atemos al justo, porque nos

es molesto.

Nuestra renovación íntima, fruto de la Pasión del Señor

8. ¿Qué les dice el otro profeta, Moisés?

He aquí lo que dice el Señor Dios: Entrad en la tierra buena, que el Señor juró dar a

Abraham, Isaac y Jacob, y poseedla en herencia, tierra que mana leche y miel.

9. ¿Qué dice el conocimiento? Aprendedlo: "Esperad —dice—en Jesús, que ha de

manifestárseos en carne. El hombre, en efecto, no es sino un pedazo de tierra que

sufre, pues de la haz de la tierra fué plasmado Adán. 10. Ahora bien, ¿qué quiere decir

lo de tierra que mana leche y miel? Bendecido sea el Señor nuestro, hermanos, por

haber puesto en nosotros sabiduría e inteligencia de sus secretos. El profeta, en efecto,

nos pone una parábola del Señor. ¿Quién lo entenderá, sino el sabio e inteligente y que

ama a su Señor? 11. Ahora bien, ello significa que, habiéndonos renovado por el

perdón de nuestros pecados, hizo de nosotros una forma nueva, hasta el punto de tener

un alma de niños, como que de veras nos ha plasmado Él de nuevo.

12. Y, en efecto, la Escritura dice de nosotros lo mismo que Dios dijo’a su Hijo:

Hagamos al hombre a imagen y semejanza nuestra, y tenga imperio sobre las bestias

de la tierra y sobre las aves del cielo y sobre los peces del mar. Y dijo después de

contemplada la hermosa figura nuestra: Creced y multiplicaos y henchid la tierra.

Todo eso a su Hijo.

13. Mas también te demostraré cómo nos lo dice a nosotros. La segunda creación la

cumplió en los últimos tiempos, pues dice el Señor: He aquí que hago lo último como

lo primero. Luego en relación con esto predicó el profeta: Entrad en la tierra que

mana leche y miel y enseñorearos de ella.

14. Siguese, por tanto, que nosotros somos los plasmados de nuevo, al modo como, a

su vez, lo dice en otro profeta: Mira—dice el Señor—que voy a quitar de éstos, es

decir, de aquellos que antevió el Espíritu del Señor, los corazones de piedra y les

meteré dentro corazones de carne. Y es que Él había de manifestarse en carne y

habitar en nosotros.

15. Y, en efecto, hermanos míos, templo santo es para el Señor la morada de nuestro

corazón. 16. Porque dice otra vez el Señor: ¿Y en qué seré visto por el Señor mi Dios y

seré glorificado? Dice: Te confesaré en la reunión de mis hermanos y te cantaré

himnos en medio de la congregacion de los santos. Luego nosotros somos los que

introdujo en la tierra buena.

17. Pues ¿qué quiere decir la leche y la miel? Es que el niño se cría primero con miel y

luego con leche; consiguientemente, de esta manera también nosotros, criados con la

fe de la promesa y con la palabra divina, viviremos señoreando la tierra. 18. Ya lo dijo

más arriba: Y crezcan y multipliquense y manden sobre los peces. Ahora bien, ¿quién

es ahora capaz de mandar sobre la tierra o sobre los peces o sobre las aves del cielo?

Porque debemos darnos cuenta que mandar es asunto de potestad. que implica

dominar con imperio. 19. Ahora bien, si es cierto que ahora no se cumple eso, luego a

nosotros se nos ha dicho cuándo se cumplirá: cuando también nosotros alcancemos

punto tal de perfección que vengamos a ser herederos de la Alianza del Señor.

El Macho cabrío emisario, símbolo de la Pasión del Señor

VII 1. Asi, pues, considerad, hijos de la alegría, cómo el Señor bueno nos lo ha

manifestado todo de antemano, para que sepamos a quién debernos alabar con acciones

de gracia por todo. 2. Ahora bien, si el Hijo de Dios, Señor que es y que ha de juzgar a

los vivos y a los muertos, padeció para que su herida nos vivificara a nosotros,

creamos que el Hijo de Dios no podía sufrir sino por causa nuestra. 3. Es más, clavado

ya en la cruz, fué abrevado con vinagre y hiel. Escuchad cómo de antemano mostraron

este pormenor los sacerdotes del templo. Como está escrito el precepto: El que no

ayunare el ayuno, sea exterminado con muerte; la razón de mandarlo el Señor fué

porque Él había de ofrecer en sacrificio por nuestros pecados el vaso del Espíritu y

cumplir a la par la figura de Isaac ofrecido sobre el altar. 4. Ahora bien, ¿qué dice en el

profeta? Y coman del macho cabrío ofrecido durante el ayuno por todos los pecados.

Atended cuidadosamente: Y coman los sacerdotes solos y todos el intestino sin lavar

con vinagre. 5. ¿Con qué fin? "Pues vosotros sois los que me habéis de abrevar un día

con hiel mezclado de vinagre, a mi, que he de ofrecer mi carne por los pecados de mi

pueblo nuevo; comed vosotros solos, mientras el pueblo ayuna y se golpea el pecho en

saco y ceniza." Para demostrar que Él había de sufrir mucho de parte de ellos.

6. Atended a lo que mandó: Tomad dos machos cabrios, hermosos e iguales, y

ofrecedlos en sacrificio, y tome al uno el sacerdote en holocausto. 7. ¿Y qué harán del

otro? Maldito—dice la Escritura—es el otro. Atended cómo se manifiesta aquí la

figura de Jesús: 8. Y escupidle todos y pinchadle y poned en torno a su cabeza la lana

purpúrea y de este modo sea arrojado al desierto. Y cumplido esto, el que lleva el

macho cabrío lo conduce al desierto, le quita la lana y la coloca sobre un arbusto

llamado zarza, cuyos frutos solemos comer cuando los hallamos en el campo. De ahí

resulta que sólo los frutos de la zarza son dulces.

9. Ahora bien, ¿qué quiere decir todo esto? Atended: El uno puesto sobre el altar y el

otro maldecido. Y justamente el maldecido es el coronado; es que entonces, en aquel

día, le verán llevando el manto de púrpura sobre su carne y dirán: "¿No es éste a quien

nosotros un día crucificamos, después que le hubimos menospreciado, atravesado y

escupido? Verdaderamente, éste era el que entonces decía ser el Hijo de Dios. 10.

Porque ¿cómo semejante a aquél? Para esto dijo ser los machos cabrios semejantes,

hermosos, iguales, para que, cuando le vean venir entonces, se espanten de la

semejanza del macho cabrio. En conclusión, ahí tienes al macho cabrio, figura de

Jesús, que tenía que sufrir.

11. ¿Y por qué motivo pone la lana en medio de las espinas? He ahí otra figura de

Jesús puesta para la Iglesia; porque el que quiere coger la lana purpúrea, no tiene otro

remedio que sufrir mucho por lo terrible que son las espinas, y tras la tribulación

apoderarse de ella. "Así—dice el Señor—, los que quisieren verme y alcanzar mi

reino, han de pasar por tribulaciones y sufrimientos antes de apoderarse de mí."

La novilla roja y su simbolismo

VIII 1. ¿Y qué figura pensáis representa el que se mande a Israel ofrecer a los

hombres que tienen peeados consumados una novilla y, después de sacrificada,

quemarla completamente y tomar entonces los siervos la ceniza y depositarla en unos

vasos, y poner sobre un madero la lana purpúrea y el hisopo (ahí tienes otra vez la

figura de la cruz y la lana purpúrea), y de esta manera rocían los siervos uno por uno a

todo el pueblo, a fin de purificarse de sus pecados? 2. Considerad cómo en sencillez

nos lo dice a nosotros: El novillo es Jesús; los hombres pecadores que lo ofrecen son

los que le condujeron a la muerte; después ya no son hombres, ya no es la gloria de los

pecadores. 3. Los siervos que rocían son los que nos trajeron la buena noticia del

perdón de nuestros pecados y la purificación del corazón; aquéllos, digo, a quienes

dió el Señor el poder del Evangelio, los cuales eran doce para testimonio de las tribus

(pues doce son las tribus de Israel), para pregonarlo. 4. Mas ¿por qué motivo son tres

los siervos que rocían? Para atestiguar que Abraham, Isaac y Jacob son grandes

delante de Dios. 5. ¿Y qué significa que la lana se ponga sobre el madero? Que el

reino de Jesús está sobre el madero y que los que esperen en Él vivirán para siempre.

6. Mas ¿por qué se ponen juntos la lana y el hisopo? Porque en su reino habrá días

malos y sucios, en que nosotros nos salvaremos, pues el que padece en su carne se

cura por el jugo del hisopo. 7. Y por eso, las cosas así practicadas resultan claras para

nosotros; para aquellos, en cambio, siguen oscuras por no haber oído la voz del Señor.

La verdadera circuncisión: la de los oídos y la del corazón

IX 1. En efecto, dice otra vez sobre los oídos, cómo circuncidó nuestro corazón. Dice

el Señor en el profeta: En oído de oreja me obedecieron. Y otra vez dice: Con oído

oirán los que están lejos, y conocerán lo que yo hice. Y: Circuncidad—dice el

Señor—vuestros corazones. 2. Y otra vez dice: Escucha, Israel, porque esto dice el

Señor Dios tuyo. Y de nuevo el Espíritu del Señor profetiza: ¿Quién es el que quiere

vivir para siempre? Con oído oiga la voz de mi siervo. 3. Y otra vez dice: Escucha,

cielo, y tú, tierra, presta oídos, porque el Señor ha hablado esto para testimonio. Y

dice de nuevo: Oíd la voz del Señor, príncipes de este pueblo. Y dice otra vez:

Escuchad, liijos, la voz que grita en el desierto.

4. En conclusión, circuncidó nuestros oídos, a fin de que, oída la palabra, creamos

nosotros. Por lo demás, la misma circuncisión, en que ponen su confianza, está

anulada; porque el Señor habló de que se practicara una circuncisión, pero no de la

carne. Mas ellos transgredieron su mandamiento, pues un ángel malo los engañó. 5.

Díceles a ellos: Esto dice el Señor Dios nuestro (aquí hallo yo el mandamiento): No

sembréis sobre las espinas; circuncidaos para vuestro Señor. ¿Y qué quiere decir:

Circuncidad la dureza de vuestro corazón y no endurezcáis vuestro cuello? Toma

ahora, otrosí: He aquí—dice el Señor—que todas las naciones son incircuncisas de

prepucio; mas este pueblo es incircunciso de corazón.

6. Pero diréis: Es que el pueblo se circuncida para sello. Mas también—te

contestaré—se circuncidan los sirios y los árabes y todos los sacerdotes de los ídolos;

finalmente, también los egipcios usan la circuncision.

7. Así, pues, hijos del amor, aprended Copiosamente acerca de todo esto: Abraham,

que fué el primero en practicar la circuncisión, circuncidó a los de su casa mirando

anticipadamente en espíritu hacia Jesús, tomando los símbolos de tres letras. 8. Dice,

en efecto, la Escritura: Y circuncidó Abraham de su casa a trescientos dieciocho

hombres. Ahora bien, ¿cuál es el conocimiento que le fué dado? Atended que pone

primero los dieciocho y, hecha una pausa, los trescientos. El dieciocho se compone de

la I, que vale diez, y la H, que representa ocho. Ahí tienes el nombre de IHSOUS. Mas

como la cruz había de tener la gracia en la figura de la T, dice también los trescientos.

Consiguientemente, en las dos primeras letras significa a Jesús, y en otra, la cruz. 9.

Sábelo Aquel que pone en nosotros la dádiva ingénita de su enseñanza: Nadie

aprendió de mí más genuina palabra; pero yo sé que vosotros sois dignos de ello.

Los animales impuros y su simbolismo

X 1. Y lo que Moisés dijo: No comeréis cerdo ni águila, ni gavilán ni cuervo, ni pez

alguno que no tenga escamas, no es sino que tomó tres símbolos en inteligencia. 2. Por

lo demás, díceles en el Deuteronomio: Y estableceré con este pueblo mío

justificaciones. Luego no está el mandamiento del Señor en no comer, sino que

Moisés habló en espíritu.

3. Ahora bien, el cerdo lo dijo por lo siguiente: "No te juntarás—dice—-con hombres

tales que son semejantes a los cerdos; es decir, que cuando lo pasan prósperamente, se

olvidan del Señor, y cuando se ven necesitados, reconocen al Señor, al modo que el

cerdo, cuando come, no sabe de su señor; mas cuando tiene hambre, gruñe y, una vez

que toma su comida, vuelve a callar.

4. Tampoco comerás el águila, ni el gavilán, ni el milano, ni el cuervo. No te

juntarás—dice—ni te asemejarás a hombres tales, que no saben produrarse el alimento

por medio del trabajo y del sudor, sino que arrebatan en su iniquidad lo ajeno, y

acechan como si anduvieran en sencillez, y miran por todas partes a quién despojar

por medio de su avaricia, al modo que estas aves son las únicas que no se procuran a si

mismas su alimento, sino que, posadas ociosamente, buscan la manera de devorar las

carnes ajenas, siendo perniciosas por su maldad.

5. Y no comerás—dice—la morena ni el pólipo ni la sepia. No te asemejarás—díce,

juntándote con ellos, a hombres tales, que son impíos hasta el cabo y están ya

condenados a muerte, al modo que estos peces, que son los únicos maldecidos, se

revuelcan en el fondo del mar y no nadan como los otros, sino que habitan en la tierra

del fondo.

6. Mas tampoco comerás liebre. ¿Por qué? No serás corruptor ni te asemejarás a los

tales. Porque la liebre multiplica cada año su ano, pues cuantos años vive, tantos

agujeros tiene.

7. Mas tampoco comerás la hiena. No serás—dice— adúltero ni corruptor, ni te

asemejarás a los tales: ¿Por qué? Porque este animal cambia cada año de sexo y una

vez se convierte en macho y otra en hembra.

8. Mas también tuvo razón de abominar de la ardilla. No serás—dice—tal cuales

oímos que son los que cometen, por la impureza, iniquidad en su boca, ni te unirás

con las mujeres impuras que cometen la iniquidad en su boca. Porque este animal

concibe por la boca.

9. En conclusión, tomando Moisés tres símbolos so bre los ahimentos, así habló en

espiritu mas ellos lo entendieron, conforme al deseo de la carne, como si se tratara de

la comida. 10. De esos tres mismos símbolos toma también David conocimiento, y

dice igualmente: Bienaventurado el varón que no anduvo en consejo de impíos, al

modo como peces nadan entre tinieblas en las profundidades del mar; y en el camino

de los pecadores no se detuvo, al modo de algunos que aparentan temer al Señor y

pecan como el cerdo, y sobre silla de Pestilencia no sesentó, al modo de las aves

apostatadas para la rapiña. Ahí tenéis perfectamente lo que atañe a la comida.

11. Dice otra vez Moisés: Comerás todo animal de pezuña partida y que rurnia. ¿Qué

quiere decir? El que toma el alimento, conoce al que le alimenta y, refocilando en él,

parece alegrarse. Bellamente lo dijo con miras al mandamiento. ¿Qué es, pues, lo que

dice? Juntaos con los que temen al Señor, con los que meditan en su corazón el

precepto de la palabra que recibieron, con los que hablan y observan las justificaciones

del Señor, con los que saben que la meditación es obra de alegría y rumian la palabra

del Señor.

¿Y qué significa la pezuña partida? Que el justo camina en este mundo y juntamente

espera el siglo santo. Mirad cuán hermosamente legisló Moisés. 12. Mas ¿de dónde

pudiera venirles a aquéllos entender y comprender estas cosas? Mas nosotros,

entendiendo, como es justo, los mandamientos, hablamos tal como quiso el Señor;

pues para que esto entendamos, circuncidó nuestros oídos y corazones.

Los simbolos del bautizmo y la cruz

XI 1. Mas inquiramos si tuvo el Señor interés en manifestarnos anticipadamente algo

acerca del agua y de la cruz. Ahora bien, acerca del agua se dice contra Israel cómo no

habían de aceptar el bautismo, que trae la remisión de los pecados, sino que se

construirían otros lavatorios para sí mismos. 2. Dice, en efecto, el profeta: Pásmate, oh

cielo, y ericese aún más sobre esto la tierra: Dos males ha hecho mi pueblo: A mi me

abandonaron, fuente de vida, y para sí se cavaron pozo de muerte. 3. ¿Acaso es una

roca desierta mi monte santo de Sinaí? Porque seréis como los polluelos de un ave,

que se echan a volar cuando se les quita el nido.

4. Y otra vez dice el profeta: Yo mandaré delante dc ti, y allanaré las montañas, y haré

pedazos las puertas de bronce y añicos los cerrojos de hierro, y te daré tesoros

sombríos, escondidos, invisibles, para que sepas que yo soy el Señor. Y: Habitará en

la cueva elevada de la peña fuerte. 5. Y: El agua suya, fiel; veréis al rey con gloria y

vuestra alma meditará el temor del Señor. 6. Y de nuevo dice en otro profeta: El que

esto hiciere, será como árbol plantado a par de la corriente de las aguas, que dará su

fruto a debido tiempo, y su hoja no caerá, y todo cuanto hiciere prosperará. 7. No así

los impíos, no así, sino como el tamo, que esparce el viento de sobre la haz de la

tierra. Por lo cual, no se levantarán los impíos en el juicio, ni los pecadores en el

consejo de los justos; porque el Señor conoce el camino de los justos y perecerá el

camino de los impíos.

8. Daos cuenta cómo definió en uno el agua y la cruz. Pues lo que dice es esto:

Bienaventurados quienes, habiendo puesto su confianza en la cruz, bajaron al agua;

porque su recompensa dice que será en el tiempo debido. Entonces—dice—daré la

paga. Lo que luego añade sobre que las hojas no caerán significa que toda palabra que

saliere de vuestra boca en fe y caridad, será para conversión y esperanza de muchos.

9. Además, otro profeta dice: Y era la tierra de Israel celebrada sobre toda otra tierra.

Lo que quiere decir: El Señor glorifica el vaso de su Espíritu. 10. ¿Qué dice

seguidamente? Y el río fluía por la derecha y brotaban de él hermosos árboles; y

quien comiere de ellos vivirá para siempre. 11. Esto quiere decir que nosotros bajamos

al agua rebosando pecados y suciedad, y subimos llevando fruto en nuestro corazón,

es decir, con el temor y la esperanza de Jesús en nuestro espíritu. Y el que comiere de

ellos, vivirá para siempre, quiere decir: quien escuchare, cuando se le hablan estas

cosas, y las creyere, vivirá eternamente.

Los símbolos o figuras de la cruz

XII 1. De nuevo igualmente define acerca de la cruz en otro profeta, que dice: ¿Y

cuándo se cumplirán estas cosas? Dice el Señor: Cuando el madero se incline y se

levante y cuando del madero destilare sangre. Ahí tienes otra vez cómo se habla de la

cruz y del que había de ser crucificado.

2. Otra vez habla también en Moisés, en ocasión en que Israel era combatido por los

extranjeros; y para recordarles que eran derrotados porque a causa de sus pecados

habían sido entregados a la muerte, el Espíritu inspira en el corazón de Moisés que

fabricara una figura de la cruz y del que había de sufrir en ella; pues si no

confiaren—dice—en Él, serán derrotados para siempre. Coloca, pues, Moisés arma

sobre arma en medio del campamento y, poniéndose más alto que todos los demás,

extendía sus brazos. Y de esta manera vencía de nuevo Israel. Luego, cuando los

bajaba, otra vez eran pasados a cuchillo. 3. ¿Para qué fin? Para que conocieran que no

podían salvarse, si no confiaban en Él. 4. Y otra vez dice en otro profeta: Todo el día

extendí mis manos a un pueblo incrédulo y que contradice mi camino justo.

5. Y otra vez, en ocasión que Israel también caía, fabrica Moisés una figura de Jesús,

figura de cómo Él tenía que padecer, y Él, otrosí, vivificar, cuando ellos creían que

había perecido en el signo. En efecto, el Señor hizo que les mordieran toda clase de

serpientes, y morían de sus mordeduras; serpientes, justamente, pues la transgresión en

Eva se debió a la serpiente, para convencerlos de que por su transgresión serían

entregados a tribulación de muerte. 6. En resolución, Moisés, que había establecido

por mandamiento: No tendréis imagen esculpida ni fundida para Dios vuestro, la

fabrica él mismo para mostrar una figura de Jesús. Así, pues, manda hacer Moisés una

serpiente de bronce y la levanta gloriosamente y, a voz de pregón, convoca al pueblo.

7. Reunidos que estuvieron, suplicaban a Moisés que ofreciera oraciones por la

curación de ellos. Y Moisés les respondió: Cuando alguno de vosotros—dice-—fuere

mordido, venga a la serpiente colocada sobre el madero y confíe con viva fe que ella,

aun siendo muerta, puede darle la vida y al punto quedará sano." Ahí tienes otra vez,

en estos nuevos símbolos, la gloria de Jesús, pues todo está en Él y todo es para Él.

Josué, David e Isaías, testigos de Jesús

8. ¿Qué dice, además, Moisés a Josué (o Jesús), hijo de Navé, profeta que era, después

de ponerle este nombre, con el solo fin de que el pueblo oyera que el Padre lo pone

todo patente acerca de su Hijo Jesús? 9. Dicele, pues, Moisés a Josué, hijo de Navé,

después de ponerle este nombre, cuando lo mandó como explorador de la tierra: Toma

un libro en tus manos y escribe lo que dice el Señor, a saber: que el Hijo de Dios

arrancará de raíz, en los últimos días, a toda la casa de Arnalec.

10. He aquí otra vez a Jesús, no como hijo del hombre, sino como hijo de Dios, si bien

manifestado por figura en la carne. Como quiera, pues, que habían de decir que Cristo

es hijo de David, el mismo David, temiéndose y comprendiendo el extravío de los

pecadores, profetiza y dice: Dijo el Señor a mi Señor: Siéntate a mi derecha, hasta

que ponga a tus enemigos por escabel de tus pies. 11. Y a su vez, Isaías dice de esta

manera: Dijo el Señor a mi Ungido Señor, a quien yo tomé de la diestra, para que

delante de Él obedezcan las naciones, y romperé la fuerza de los reyes. Mira cómo

David le llama Señor y no le llama hijo.

El pueblo cristiano, menor y segundogénito, heredero del Testamento

XIII 1. Mas veamos si es este pueblo o es el primero el que hereda, o si el

Testamento nos pertenece a nosotros o a ellos. 2. Escuchad, pues, lo que sobre el

pueblo cuenta la Escritura: Rogaba Isaac por Rebeca, su mujer, pues era estéril, y

concibió. Luego: Salió Rebeca a consultar al Señor, y díjole el Señor: Dos naciones

hay en tu vientre y dos pueblos en tu seno, y un pueblo sobre pujará a otro pueblo y el

mayor servirá al menor. 3. Debéis pcrcataros de quién es Isaac y quién Rebeca y por

quiénes da a entender la Escritura que este pueblo es mayor que aquél.

4. Y más claramente todavía habla Jacob en otra profecía a José, diciéndole: He aquí

que no me defraudó el Señor de tu vista; tráeme acá tus hijos para bendecirlos. 5. Y

llevó José a Efraín y Manasés, queriendo que fuera bendecido Manasés, pues era el

mayor; y, en efecto, José le puso a la derecha de su padre Jacob. Mas Jacob vió en

espíritu la figura dcl pueblo por venir. ¿Y qué dice la Escritura? Y mudó Jacob de sitio

sus manos y puso su derecha sobre la cabeza de Efraín, el segundo y más joven, y le

bendijo, y dijo José a Jacob: Cambia tu diestra sobre la cabeza de Manasés, pues es

mi primogénito. Y respondió Jacob a José: Lo sé, hijo, lo sé; mas el mayor servirá al

menor. Sin embargo, también estotro será bendecido. 6. Mirad por quién puso que este

pueblo es el primero y el heredero de la Alianza. 7. Ahora bien, si, sobre lo dicho,

también nos lo recordó por medio de Abraham, no tenemos ya más que pedir en orden

al acabamiento y perfección de nuestro conocimiento. ¿Qué le dice, pues, el Señor a

Abraham cuando, habiendo sido el único en creer, le fué contado a justicia? Mira que

te he puesto a ti, Abraham, por padre de las naciones que han de creer en Dios por

prepucio.

La nueva alianza por la redención de Jesús

XIV 1. Muy bien! Mas inquiramos si les dió la Alianza que juró a sus padres daria al

pueblo. Diósela, ciertamente; mas ellos, por sus pecados, no se hicieron dignos de

recibirla. 2. Dice, efectivamente, el profeta: Y estuvo Moisés ayunando en el monte

Sinaí durante cuarenta días y cuarenta noches para recibir la Alianza del Señor. Y

recibió Moisés de parte del Señor las dos tablas escritas por el dedo de la mano del

Señor en espíritu. Y tomándolas Moisés, estaba para bajárselas al pueblo. 3. Y dijo el

Señor a Moisés: Moisés, Moisés, baja a toda prisa, pues ha prevaricado tu pueblo,

que sacaste de la tierra de Egipto. Y entendió Moisés que se habia otra vez fabricado

imágenes de fundición y arrojó de sus manos las tablas, y se hicieron pedazos las

tablas del Testamento del Señor.

4. Moisés, pues, recibió la Alianza; mas ellos no se hicieron dignos. Ahora bien ¿cómo

la recibimos nosotros? Aprendedlo: Moisés la recibió como siervo que era; mas a

nosotros nos la dió el Señor en persona para hacernos, habiendo sufrido por nosotros,

pueblo de su herencia. 5. Manifestóse, por una parte, para que aquellos llegasen al

colmo de sus pecados, y nosotros, por otra, recibiéramos la Alianza por medio del

Señor Jesús, que la hereda; de Jesús, digo, que fué aparejado para que, apareciendo Él

en persona y redimido que hubiera de las tinieblas nuestros corazones, consumidos

que estaban por la muerte y entregados al extravío de la iniquidad, estableciera una

Alianza entre nosotros por su palabra.

6. En efecto, escrito está cómo el Padre le pone mandamiento de que, redimido que

nos hubiere a nosotros de las tinieblas, se prepare para sí un pueblo santo. 7. Dice,

pues, el profeta: Yo, el Señor Dios tuyo, te llamé en justicia y te tomaré de tu mano y

te fortaleceré; y te di para Alianza de un linaje y por luz de las naciones, para abrir

los ojos de los ciegos y sacar de sus cadenas a los trabados y de la casa de la custodia

a los que se sientan entre tinieblas. Conozcamos, pues, de dónde fuiiiios rescatados.

8. Otra vez dice el profeta: Mira que te he puesto por luz de las naciones, para que tú

seas salvación hasta los confines de la tierra. Así dice el Señor, el Dios que te ha

rescatado.

9. Y de nuevo dice el profeta: El Espíritu del Señor sobre mí, / por lo cual me ha

ungido, / para llevar a los humildes la buena noticia de la gracia; / me ha enviado a

sanar a los triturados fe corazón, / a pregonar a los cautivos la libertad / y a los

ciegos la recuperación de la vista, / a proclamar el año del Señor aceptable, / el día fe

la recompensa, / a consolar a todoslos que están tristes.

La verdadera santificación del sábado

XV 1. Pasando a otro punto, también acerca del sábado, se escribe en el decálogo, es

decir, en las diez palabras que habló I)ios en el monte Sinaí a Moises cara a cara: Y

santificad el sábado del Señor con manos limpias y corazón puro. 2. Y en otro lugar

dice: Si mis hijos guardaren el sábado, entonces pondré sobre ellos mi misericordia.

3. Del sábado habla al principio de la creación: E hizo Dios en seis días las obras de

sus manos y acabólas en el día séptimo, y descansó en él y lo santificó.

4. Atended, hijos, qué quiere decir lo de: Acabólos en seis días. Esto significa que en

seis mil años consumará todas las cosas el Señor, pues un día es para Él mil años. Lo

cual, Él mismo lo atestigua, diciendo: He aquí que el día del Señor será camo mil

años. Por lo tanto, hijos, en seis días, es decir, en los seis mil años, se consumarán

todas las cosas.

5. Y descansó en el día séptimo. Esto quiere decir: Cuando venga su hijo y destruya el

siglo del inicuo y juzgue a los impíos y mudare el sol, la luna y las estrellas, entonces

descansará de verdad en el día séptimo.

6. Y por contera dice: Lo santificarás con manos limpias y corazón puro. Ahora, pues,

si pensamos que pueda nadie santificar, sin ser puro de corazón, el día que santificó

Dios mismo, nos equivocamos de todo en todo. 7. consiguientemente, entonces por

nuestro descanso lo santificaremos de verdad, cuando, justificados nosotros mismos y

en posesión ya de la promesa, seremos capaces de santificarlo; es decir, cuando ya no

exista la iniquidad, sino que nos hayamos vuelto todos nuevos por el Señor, entonces,

si, santificados primero nosotros, podremos santificar el día séptimo.

8. Por último, les dice: Vuestros novilunios y vuestros sábados no los aguanto. Mirad

cómo dice: No me son aceptos vuestros sábados dle ahora, sino el que yo he hecho,

aquél en que, haciendo descansar todas las cosas, haré el principio de un día octavo, es

decir, el principio de otro mundo. 9. Por eso justamente nosotros celebramos también

el día octavo con regocijo, por ser día en que Jesús resucitó de entre los muertos y,

después de manifestado, subió a los cielos.

El alma del cristiano, verdadero templo de Dios

XVI 1. Quiero también hablaros acerca del templo, cómo extraviados los miserables

confiaron en el edificio y no en su Dios que los creo, como si aquél fuera la casa de

Dios. 2. Pues, poco más o menos como los gentiles, le consagraron en el templo. Mas

¿cómo habla el Señor destruyéndolo? Aprendedlo : ¿Quién midio el cielo con el palmo

y la tierra con el pulgar? ¿No he sido yo?—dice el Señor? —. El cielo es mi trono y la

tierra escabel de mis pies: ¿Qué casa es ésa que me vais a edificar o cuál es el lugar

de mi descanso? Luego ya os dais cuenta de que su esperanza es vana.

3. Y por remate, otra vez les dice: He aquí que los que han destruído este templo, ellos

mismos lo edificarán. 4. Así está sucediendo, pues por haberse ellos sublevado, fué

derribado el templo por sus enemigos, y ahora hasta los mismos siervos de sus

enemigos lo van a reconstruir. 5. Además, ya estaba manifiesto cómo la ciudad, el

templo y el pueblo de Israel había de ser entregado. Dice, en efecto, la Escritura: Y

sucederá en los últimos días, y entregará el Señor las ovejas del rebaño y su majada y

su torre a la destrucción. Y conforme habló el Señor, así sucedió.

6. Pues inquiramos si existe un templo de Dios: Existe, ciertamente, allí donde Él

mismo dice que lo ha de hacer y perfeccionar. Está, efectivamente, escrito: Y será,

cumplida la semana, que se edificará el templo de Dios gloriosamente en el nombre

del Señor.

7. Hallo, pues, que existe un templo. ¿Cómo se edificará en el nombre del Señor?

Aprendedlo. Antes de creer nosotros en Dios, la morada de nuestro corazón era

corruptible y flaca, como templo verdaderamente edificado a mano, pues estaba llena

de idolatría y era casa de demonios, porque no hacíamos sino cuanto era contrario a

Dios. 8. Mas se edificará en el nombre del Señor. Atended a que el templo del Señor

se edifique gloriosamente. ¿De qué manera? Aprendedlo. Después de recibido cl

perdón de los pecados, y por nuestra esperanza en el Nombre, fuimos hechos nuevos,

creados otra vez desde el principio. Por lo cual, Dios habita verdaderamente en

nosotros, en la morada de nuestro corazón. 9. ¿De qué manera? Porque en nosotros

mora la palabra de su fe, el llamamiento de su promesa, la sabiduría dc sus

justificaciones, los mandamientos de su doctrina; profetizando Él mismo en nosotros,

morando Él en persona dentro de nosotros, abriéndonos la puerta del templo, es decir,

nuestra boca; dándonos penitencia, nos introduce a nosotros, que estábamos

esclavizados por la muerte, en el templo incorruptible. 10. Y es así que quien desea

salvarse no mira a un hombre, sino al que mora y habla dentro de sí, maravillado de no

haber oído jamás antes las palabras de la boca de quien hablaba y no tener él siquiera

deseo de escucharle. Este es templo espiritual que se edifica para el Señor.

Recapitulación

XVII 1. En cuanto cabía en lo posible y sencillo manifestároslo, mi alma confía que

por mi deseo nada he omitido de cuanto atañe a vuestra salvación. 2. En efecto, si os

escribo acerca de lo presente o de lo por venir, me temo no me entendáis, por ser cosas

envueltas en parábolas. Y de esto basta.

Los dos caminos

XVIII 1. Pues pasemos también a otro género de conocimiento y doctrina. Dos

caminos hay de doctrina y de potestad, el camino de la luz y el camino de las tinieblas.

Ahora bien, grande es la diferencia que hay entre los dos caminos. Porque sobre el uno

están apostados los ángeles de Dios, portadores de luz; sobre el otro, los ángeles de

Satanás. 2. Y el uno es Señor desde los siglos y hasta los siglos; el otro es el príncipe

del presente siglo de la iniquidad.

Descripción del camino

XIX 1. Ahora bien, el camino de la luz es como sigue: Si alguno quiere andar su

camino hacia el lugar determinado, apresúrese por medio de sus obras. Ahora bien, el

conocimiento que nos ha sido dado para caminar en él es el siguiente: 2. Amarás a

Aquel que te creó, temerás al que te formó, glorificarás al que te redimió de la muerte.

Serás sencillo de corazón y rico de espíritu. No te juntarás con los que andan por el

camino de la muerte, aborrecerás todo lo que no es agradable a Dios, odiarás toda

hipocresía, no abandonarás los mandamientos del Señor.

3. No te exaltarás a ti mismo, sino que serás humilde en todo. No te arrogarás a ti

mismo la gloria. No tomarás mal consejo contra tu prójimo. No consentirás a tu alma

la temeridad.

4. No fornicarás, no cometerás adulterio, no corromperas a los jóvenes. Cuando hables

la Palabra de Dios, que no salga de tu boca cón la impureza de algunos. No mirarás la

persona para reprender a cualquiera de su pecado. Serás manso, serás tranquilo, serás

temeroso de las palabras que has oído. No le guardarás rencor a tu hermano.

5. No vacilarás sobre si será o no será. No tomes en vano el nombre de Dios. Amarás a

tu prójimo más que a tu propia vida. No matarás a tu hijo en el seno de la madre ni,

una vez nacido, le quitarás la vida. No levantes tu mano de tu hijo o de tu hija, sino

que, desde su juventud, les enseñarás el temor del Señor.

6. No serás codicioso de los bienes de tu prójimo, no serás avaro. Tampoco te juntarás

de buena gana con los altivos, sino que tu trato será con los humildes y justos. Los

acontecimientos que te sucedieren los aceptarás como bienes, sabiendo que sin la

disposición de Dios nada sucede.

7. No serás doble ni de intención ni de lengua. Te someterás a tus amos, como a

imagen de Dios, con reverencia y temor. No mandes con acritud a tu esclavo o a tu

esclava, que esperan en el mismo Dios que tú, no sea que dejen de temer al que es

Dios de unos y otros; porque no vino Él a llamar conforme a la persona, sino aquellos

para quienes preparó su espíritu.

8. Comunicarás en todas las cosas con tu prójimo, y no dirás que las cosas son tuyas

propias, pues si en lo imperecedero sois partícipes en común, ¡cuánto más en lo

perecedero! No serás precipitado en el hablar, pues red de muerte es la boca. En

cuanto puedas, guardarás la castidad de tu alma.

9. No seas de los que extienden la mano para recibir y la encogen para dar. Amarás

como a la niña de tus ojos a todo el que te habla del Señor.

10. Te acordarás, de noche y día, del día del juicio, y buscarás cada día las personas de

los santos. Ya en el ministerio de la palabra, y caminando para consolar y meditando

para salvar un alma por la palabra, ya ocupado en oficio manual, trabajarás para

rescate de tus pecados.

11. No vacilarás en dar, ni cuando des murmurarás, sino que conocerás quien es el

buen pagador de tu galardón. Guardarás lo que recibiste, sin añadir ni quitar cosa.

Aborrecerás hasta el cabo al malvado. Juzgarás con justicia.

12. No formarás bandos, sino que guardarás la paz, tratando (le reconciliar a los que

luchan. Confesarás tus pecados. No te acercarás a la oración con conciencia mala.

Este es el camino de la luz.

El camino del "Negro"

XX 1. Mas el camino del "Negro" es torcido y lleno de maldición, pues es camino de

muerte eterna con castigo, en que están las cosas que pierden el alma de quienes lo

siguen: idolatría, temeridad, altivez de poder, hipocresía, doblez de corazón, adulterio,

asesinato, robo, soberbia, transgresión, engaño, maldad, arrogancia, hechicería, magia,

avaricia, falta de temor de Dios.

2. Perseguidores de los buenos, aborrecedores de la verdad, amadores de la mentira,

desconocedores de la recompensa de la justicia, que no sc adhieren al bien ni al juicio

justo, que no atienden a la viuda y al huérfano, que valen no para el temor de Dios, si

no para el mal, de quienes está lejos y remota la mansedumbre y la paciencia, que

aman la vanidad, que persiguen la recompensa, que no se compadecen del

menesteroso, que no sufren con el atribulado, prontos a la maledicencia,

desconocedores de Aquel que los creó, matadores de sus hijos por el aborto,

destructores de la obra de Dios, que echan de sí al necesitado, que sobreatribulan al

atribulado, abogados de los ricos, jueces inicuos de los pobres, pecadores en todo.

Exhotación final: proximidad del fin de las cosas

XXI 1. Bueno es, por ende, que, aprendido que hayamos cuantas justificaciones del

Señor quedan escritas, caminemos en ellas. Porque quien éstas cumpliere será

giorificado en el reino de Dios; mas quien escogiere lo otro, perecerá con sus obras.

De ahí la resurrección, de ahí la recompensa. 2. Si tomáis de mí algún consejo de

buena sentencia, yo suplico a los preeminentes: Tened entre vosotros a quienes hagáis

el bien. No lo omitáis. 3. Cerca está el día en que todo perecerá juntamente con el

maligno. Cerca está el Señor y su galardón.

4. Una y otra vez os lo ruego: Sed buenos legisladores de vosotros mismos,sed unos

de otros consejeros fieles, arrancad de entre vosotros toda hipocresía. 5. Y Dios, que

señorea todo el universo, os conceda sabiduría, inteligencia, ciencia, conocimiento de

sus justificaciones y paciencia.

6. Haceos discípulos de Dios, inquiriendo qué busca el Señor de vosotros, y obrad de

manera que seáis hallados en el día del juicio. 7. Y si hay algún recuerdo del bien,

mientras todo esto meditáis, acordaos de mí, a fin de que también mi deseo y vigilia

termine en algún bien. Os lo ruego, pidiéndoos gracia.

8. Mientras está todavía en vosotros el hermoso vaso, no desfallezcáis para ninguno de

entre vosotros, sino inquirid continuamente estas cosas y cumplid todo mandamiento.

Porque dignos son de cumplirse.

9. Por eso principalmente me apresuré a escribiros sobre lo que yo alcanzaba, a fin de

alegraros.

Salud, hijos de amor y paz.

El Señor de la gloria y de toda gracia sea con vuestros espíritus. Amén.

Fuente: Padres Apostólicos, por Daniel Ruiz Bueno. BAC

EPÍSTOLA A LOS CORINTIOS

Clemente de Roma

La Iglesia de Dios que reside en Roma a la Iglesia de Dios que reside en Corinto, a los

que son llamados y santificados por la voluntad de Dios por medio de nuestro Señor

Jesucristo. Gracia a vosotros y paz del Dios Todopoderoso os sea multiplicada por

medio de Jesucristo.

I. Por causa de las calamidades y reveses, súbitos y repetidos, que nos han acaecido,

hermanos, consideramos que hemos sido algo tardos en dedicar atención a las

cuestiones en disputa que han surgido entre vosotros, amados, y a la detestable

sedición, no santa, y tan ajena y extraña a los elegidos de Dios, que algunas personas

voluntariosas y obstinadas han encendido hasta un punto de locura, de modo que

vuestro nombre, un tiempo reverenciado, aclamado y encarecido a la vista de todos los

hombres, ha sido en gran manera vilipendiado. Porque, ¿quién ha residido entre

vosotros que no aprobara vuestra fe virtuosa y firme? ¿Quién no admiró vuestra

piedad en Cristo, sobria y paciente? ¿Quién no proclamó vuestra disposición

magnífica a la hospitalidad? ¿Quién no os felicitó por vuestro conocimiento perfecto y

sano? Porque hacíais todas las cosas sin hacer acepción de personas, y andabais

conforme a las ordenanzas de Dios, sometiéndoos a vuestros gobernantes y rindiendo

a los más ancianos entre vosotros el honor debido. A los jóvenes recomendabais

modestia y pensamientos decorosos; a las mujeres les encargabais la ejecución de

todos sus deberes en una conciencia intachable, apropiada y pura, dando a sus propios

maridos la consideración debida; y les enseñabais a guardar la regla de la obediencia,

y a regir los asuntos de sus casas con propiedad y toda discreción.

II. Y erais todos humildes en el ánimo y libres de arrogancia, mostrando sumisión en

vez de reclamarla, mds contentos de dar que de recibir, y contentos con las

provisiones que Dios os proveía. Y prestando atención a sus palabras, las depositabais

diligentemente en vuestros corazones, y teníais los sufrimientos de Cristo delante de

los ojos. Así se os había concedido una paz profunda y rica, y un deseo insaciable de

hacer el bien. Además, había caído sobre todos vosotros un copioso derramamiento

del Espíritu Santo; y, estando llenos de santo consejo, en celo excelente y piadosa

confianza, extendíais las manos al Dios Todopoderoso, suplicándole que os fuera

propicio, en caso de que, sin querer, cometierais algún pecado. Y procurabais día y

noche, en toda la comunidad, que el número de sus elegidos pudiera ser salvo, con

propósito decidido y sin temor alguno. Erais sinceros y sencillos, y libres de malicia

entre vosotros. Toda sedición y todo cisma era abominable para vosotros. Os sentíais

apenados por las transgresiones de vuestros prójimos; con todo, juzgabais que sus

deficiencias eran también vuestras. No os cansabais de obrar bien, sino que estabais

dispuestos para toda buena obra. Estando adornados con una vida honrosa y virtuosa

en extremo, ejecutabais todos vuestros deberes en el temor de Dios. Los

mandamientos y las ordenanzas del Señor estaban escritas en las tablas de vuestro

corazón.

III. Os había sido concedida toda gloria y prosperidad, y así se cumplió lo que está

escrito: Mi amado comió y bebió y prosperó y se llenó de gordura y empezó a dar

coces. Por ahí entraron los celos y la envidia, la discordia y las divisiones, la

persecución y el tumulto, la guerra y la cautividad. Y así los hombres empezaron a

agitarse: los humildes contra los honorables, los mal reputados contra los de gran

reputación, los necios contra los sabios, los jóvenes contra los ancianos. Por esta

causa la justicia y la paz se han quedado a un lado, en tanto que cada uno ha olvidado

el temor del Señor y quedado ciego en la fe en Él, no andando en las ordenanzas de

sus mandamientos ni viviendo en conformidad con Cristo, sino cada uno andando en

pos de las concupiscencias de su malvado corazón, pues han concebido unos celos

injustos e impíos, por medio de los cuales también la muerte entró en el mundo.

IV. Porque como está escrito: Y aconteció después de unos días, que Caín trajo del

fruto de la tierra una ofrenda a Jehová. Y Abel trajo también de los primogénitos de

sus ovejas, de lo más gordo de ellas. Y miró Jehová con agrado a Abel y a su ofrenda;

pero no prestó atención a Caín y a la ofrenda suya. Y se ensañó Caín en gran manera,

y decayó su semblante. Entonces Jehová dijo a Caín: ¿Por qué te has ensañado, y por

qué ha decaído tu semblante? Si has ofrecido rectamente y no has dividido

rectamente, ¿no has pecado? ¡Calla! Con todo esto, él se volverá a ti y tú te

enseñorearás de él. Y dijo Caín a su hermano Abel. Salgamos a la llanura. Y

aconteció que estando ellos en la llanura, Caín se levantó contra su hermano Abel y

lo mató. Veis, pues, hermanos, que los celos y la envidia dieron lugar a la muerte del

hermano. Por causa de los celos, nuestro padre Jacob tuvo que huir de delante de Esaú

su hermano. Los celos fueron causa de que José fuera perseguido a muerte, y cayera

incluso en la esclavitud. Los celos forzaron a Moisés a huir de delante de Faraón, rey

de Egipto, cuando le dijo uno de sus paisanos: ¿Quién te ha puesto por juez entre

nosotros? ¿Quieres matarme, como ayer mataste al egipcio? Por causa de los celos

Aarón y Miriam tuvieron que alojarse fuera del campamento. Los celos dieron como

resultado que Datán y Abiram descendieran vivos al Hades, porque hicieron sedición

contra Moisés el siervo de Dios. Por causa de los celos David fue envidiado no sólo

por los filisteos, sino perseguido también por Saúl [rey de Israel].

V. Pero, dejando los ejemplos de los días de antaño, vengamos a los campeones que

han vivido más cerca de nuestro tiempo. Pongámonos delante los nobles ejemplos que

pertenecen a nuestra generación. Por causa de celos y envidia fueron perseguidos y

acosados hasta la muerte las mayores y más íntegras columnas de la Iglesia. Miremos

a los buenos apóstoles. Estaba Pedro, que, por causa de unos celos injustos, tuvo que

sufrir, no uno o dos, sino muchos trabajos y fatigas, y habiendo dado su testimonio, se

fue a su lugar de gloria designado. Por razón de celos y contiendas Pablo, con su

ejemplo, señaló el premio de la resistencia paciente. Después de haber estado siete

veces en grillos, de haber sido desterrado, apedreado, predicado en el Oriente y el

Occidente, ganó el noble renombre que fue el premio de su fe, habiendo enseñado

justicia a todo el mundo y alcanzado los extremos más distantes del Occidente; y

cuando hubo dado su testimonio delante de los gobernantes, partió del mundo y fue al

lugar santo, habiendo dado un ejemplo notorio de resistencia paciente.

VI. A estos hombres de vidas santas se unió una vasta multitud de los elegidos, que

en muchas indignidades y torturas, víctimas de la envidia, dieron un valeroso ejemplo

entre nosotros. Por razón de los celos hubo mujeres que fueron perseguidas, después

de haber sufrido insultos crueles e inicuos, +como Danaidas y Dirces+, alcanzando

seguras la meta en la carrera de la fe, y recibiendo una recompensa noble, por más que

eran débiles en el cuerpo. Los celos han separado a algunas esposas de sus maridos y

alterado el dicho de nuestro padre Adán: Ésta es ahora hueso de mis huesos y carne de

mi carne. Los celos y las contiendas han derribado grandes ciudades y han

desarraigado grandes naciones.

VII. Estas cosas, amados, os escribimos no sólo con carácter de admonición, sino

también para haceros memoria de nosotros mismos. Porque nosotros estamos en las

mismas listas y nos está esperando la misma oposición. Por lo tanto, pongamos a un

lado los pensamientos vanos y ociosos; y conformemos nuestras vidas a la regla

gloriosa y venerable que nos ha sido transmitida; y veamos lo que es bueno y

agradable y aceptable a la vista de Aquel que nos ha hecho. Pongamos nuestros ojos

en la sangre de Cristo y démonos çuenta de lo precioso que es para su Padre, porque

habiendo sido derramado por nuestra salvación, ganó para todo el mundo la gracia del

arrepentimiento. Observemos todas las generaciones en orden, y veamos que de

generación en generación el Señor ha dado oportunidad para el arrepentimiento a

aquellos que han deseado volverse a Él. Noé predicó el arrepentimiento, y los que le

obedecieron se salvaron. Jonás predicó la destrucción para los hombres de Nínive;

pero ellos, al arrepentirse de sus pecados, obtuvieron el perdón de Dios mediante sus

súplicas y recibieron salvación, por más que eran extraños respecto a Dios.

VIII. Los ministros de la gracia de Dios, por medio del Espíritu Santo, hablaron

referente al arrepentimiento. Sí, y el Señor del universo mismo habló del

arrepentimiento con un juramento: Vivo yo, dice el Señor, que no me complazco en la

muerte del malvado, sino en que se arrepienta; y añadió también un juicio

misericordioso: Arrepentíos, oh casa de Israel, de vuestra iniquidad; decid a los hijos

de mi pueblo: Aunque vuestros pecados lleguen desde la tierra al cielo, y aunque sean

más rojos que el carmesí y más negros que la brea, y os volvéis a mí de todo corazón

y decís Padre, yo os prestaré oído como a un pueblo santo. Y en otro lugar dice de

esta manera: Lavaos, limpiaos, quitad la iniquidad de vuestras obras de delante de

mis ojos; dejad de hacer lo malo; aprended a hacer lo bueno; buscad la justicia;

defended al oprimido, juzgad la causa del huérfano, haced justicia a la viuda. Venid

luego, dice Jehová, y estemos a cuenta; aunque vuestros pecados sean como la grana,

como la nieve serán emblanquecidos; aunque sean rojos como el carmesí, vendrán a

ser como blanca lana. Si queréis y obedecéis, comeréis el bien de la tierra; si rehusáis

y sois rebeldes, seréis consumidos a espada; porque la boca de Jehová Lo ha dicho.

Siendo así, pues, que Él desea que todos sus amados participen del arrepentimiento, lo

confirmó con un acto de su voluntad poderosa.

IX. Por lo cual seamos obedientes a su voluntad excelente y gloriosa, y

presentémonos como suplicantes de su misericordia y bondad, postrémonos ante Él y

recurramos a sus compasiones prescindiendo de labores y esfuerzos vanos y de celos

que llevan a la muerte. Fijemos nuestros ojos en aquellos que ministraron de modo

perfecto a su gloria excelente. Miremos a Enoc, el cual, habiendo sido hallado justo en

obediencia, fue arrebatado al cielo y no fue hallado en su muerte. Noé, habiendo sido

fiel en su ministerio, predicó regeneración al mundo, y por medio de él el Señor salvó

a las criaturas vivientes que entraron en el arca de la concordia.

X. Abraham, que fue llamado el «amigo», fue hallado fiel en haber rendido

obediencia a las palabras de Dios. Por medio de la obediencia partió de su tierra y su

parentela y de la casa de su padre, para que, abandonando una tierra escasa y una

reducida parentela y una casa mediocre, pudiera heredar las promesas de Dios. Porque

Él le dijo: Vete de tu tierra y de tu parentela y de la casa de tu padre a la tierra que te

mostraré. Y haré de ti una nación grande, y te bendeciré; y engrandeceré tu nombre y

serás bendición. Bendeciré a los que te bendigan y a los que te maldigan maldeciré; y

serán benditas en ti todas las familias de la tierra. Y de nuevo, cuando se separó de

Lot, les dijo: Alza ahora tus ojos, y mira desde el lugar donde estás hacia el norte y el

sur, y al oriente y al occidente. Porque toda la tierra que ves, la doré a ti y a tu

descendencia para siempre. Y haré tu descendencia como el polvo de la tierra; que si

alguno puede contar el polvo de la tierra, también tu descendencia será contada. Y de

nuevo dice: Dios hizo salir a Abraham y le dijo: Mira ahora los cielos, y cuenta las

estrellas, si las puedes contar. Así será tu descendencia. Y Abraham creyó a Jehová, y

le fue contado por justicia. Por su fe y su hospitalidad le fue concedido un hijo siendo

anciano, y en obediencia lo ofreció a Dios en sacrificio en uno de los montes que Él le

mostró.

XI. Por su hospitalidad y piedad Lot fue salvado de Sodoma, cuando todo el país de

los alrededores fue juzgado por medio de fuego y azufre; el Señor con ello anunció

que no abandona a los que han puesto su esperanza en Él, y que destina a castigo y

tormento a los que se desvían. Porque cuando la esposa de Lot hubo salido con él, no

estando ella de acuerdo y pensando de otra manera, fue destinada a ser una señal de

ello, de modo que se convirtió en una columna de sal hasta este día, para que todos los

hombres supieran que los indecisos y los que dudan del poder de Dios son puestos

para juicio y ejemplo a todas las generaciones.

XII. Por su fe y su hospitalidad fue salvada Rahab la ramera. Porque cuando Josué

hijo de Nun envió a los espías a Jericó, el rey del país averiguó que ellos habían ido a

espiar su tierra, y envió a algunos hombres para que se apoderaran de ellos y después

les dieran muerte. Por lo que la hospitalaria ramera los recibió y los escondió, en el

terrado, bajo unos manojos de lino. Y cuando los mensajeros del rey llegaron y le

dijeron: Saca a los hombres que han venido a ti, y han entrado en tu casa; porque han

venido para espiar la tierra, ella contestó: Es verdad que los que buscáis vinieron a

mt, pero se marcharon al poco y están andando por su camino; y les indicó el camino

opuesto. Y ella dijo a los hombres: Sé que Jehová os ha dado esta ciudad; porque el

temor de vosotros ha caldo sobre sus habitantes. Cuando esto acontezca y toméis la

tierra, salvadme a mí y la casa de mi padre. Y ellos le contestaron: Será tal como tú

nos has hablado. Cuando adviertas que estamos llegando, reunirás a los tuyos debajo

de tu techo, y serán salvos; porque cuantos sean hallados fuera de la casa, perecerán.

Y además le dieron una señal, que debía colgar fuera de la casa un cordón de grana,

mostrando con ello de antemano que por medio de la sangre del Señor habrá redención

para todos los que creen y esperan en Dios. Veis pues, amados, que se halla en la

mujer no sólo fe, sino también profecía.

XIII. Seamos, pues, humildes, hermanos, poniendo a un lado toda arrogancia y

engreimiento, y locura e ira, y hagamos lo que está escrito. Porque el Espíritu Santo

dice: No se alabe el sabio en su sabiduría, ni en su valentía se alabe el valiente, ni el

rico se alabe en sus riquezas; mas el que se alabe que lo haga en el Señor, que le

busca y hace juicio y justicia; y, sobre toda~ recordando las palabras del Señor Jesús,

que dijo, enseñando indulgencia y longanimidad: Tened misericordia, y recibiréis

misericordia; perdonad, y seréis perdonados. Lo que hagáis, os lo harán a vosotros.

Según deis, os será dado. Según juzguéis, seréis juzgados. Según mostréis

misericordia, se os mostrará misericordia. Con la medida que midáis se os volverá a

medir. Afiancémonos en este mandamiento y estos preceptos, para que podamos andar

en obediencia a sus santas palabras, con ánimo humilde. Porque la palabra santa dice:

¿A quién miraré, sino a aquel que es manso y humilde de espíritu y teme mis

palabras?

XIV. Por tanto, es recto y apropiado, hermanos, que seamos obedientes a Dios, en

vez de seguir a los que, arrogantes y díscolos, se han puesto a sí mismos como

caudillos en una contienda de celos abominables. Porque nos acarrearemos, no un

daño corriente, sino más bien un gran peligro si nos entregamos de modo temerario a

los propósitos de los hombres que se lanzan a contiendas y divisiones, apartándonos

de lo que es recto. Seamos, pues, buenos los unos hacia los otros, según la compasión

y dulzura de Aquel que nos ha hecho. Porque está escrito: Los rectos habitarán la

tierra, y los inocentes permanecerán en ella; mas los transgresores serán cortados y

desarraigados de ella. Y de nuevo dice: Vi al impío elevado y exaltado como los

cedros del Líbano. Y pasé, y he aquí ya no estaba; y busqué su lugar, y no lo encontré.

Guarda la inocencia, y mira la justicia; porque hay un remanente para el pacífico.

XV. Por tanto, hemos de adherirnos a los que practican la paz con la piedad, y no a

los que desean la paz con disimulo. Porque Él dice en cierto lugar: Este pueblo de

labios me honra, pero su corazón está lejos de mí; y también: Bendicen con la boca,

pero maldicen con su corazón. Y de nuevo Él dice: Le lisonjeaban con su boca, y con

su lengua le mentían, pues sus corazones no eran rectos con él, ni se mantuvieron

firmes en su pacto. Por esta causa, enmudezcan los labios mentirosos, y callen los que

profieren insolencias contra el justo. Y de nuevo: Arranque Jehová todos los labios

lisonjeros, y la lengua que habla jactanciosamente; a los que han dicho:

Engrandezcamos nuestra lengua; nuestros labios son nuestros, ¿quién es señor sobre

nosotros? A causa de la opresión del humilde y el gemido de los menesterosos, ahora

me levantaré, dice Jehová; le pondré en seguridad; haré grandes cosas por él.

XVI. Porque Cristo está con los que son humildes de corazón y no con los que se

exaltan a sí mismos por encima de la grey. El cetro [de la majestad] de Dios, a saber,

nuestro Señor Jesucristo, no vino en la pompa de arrogancia o de orgullo, aunque

podría haberlo hecho, sino en humildad de corazón, según el Espíritu Santo habló,

diciendo: Porque dijo: ¿Quién ha creído a nuestro anuncio? ¿Ya quién se ha revelado

el brazo de Jehová? Lo anunciamos en su presencia. Era como un niño, como una

raíz en tierra seca. No hay apariencia en Él, ni gloria. Y le contemplamos, y no había

en Él apariencia ni hermosura, sino que su apariencia era humilde, inferior a la

forma de los hombres. Era un hombre expuesto a azotes y trabajo, experimentado en

quebrantos; porque su rostro estaba vuelto. Fue despreciado y desechado. Llevó

nuestros pecados y sufrió dolor en lugar nuestro; y nosotros le consideramos herido y

afligido. Y Él fue herido por nuestros pecados y afligido por nuestras iniquidades. El

castigo de nuestra paz es sobre Él. Con sus llagas fuimos nosotros’ sanados. Todos

nos descarriamos como ovejas, cada cual se apartó por su propio camino; y el Señor

lo entregó por nuestros pecados. Y Él no abre su boca aunque es afligido. Como una

oveja fue llevado al matadero; y como un cordero delante del trasquilador, es mudo y

no abre su boca. En su humillación su juicio le fue quitado. Su generación ¿quién la

declarará? Porque su vida fue cortada de la tierra. Por las iniquidades de mi pueblo

he llegado a la muerte. Daré a los impíos por su sepultura, y a los ricos por su

muerte; porque no obró iniquidad, ni fue hallado engaño en su boca. Y el Señor desea

limpiarle de sus heridas. Si hacéis ofrenda por el pecado, vuestra alma verá larga

descendencia. Y el Señor desea quitarle el padecimiento de su alma, mostrarle luz y

moldearle con conocimiento, para justificar al Justo que es un buen siervo para

muchos. Y Él llevará los pecados de ellos. Por tanto heredará a muchos, y dividirá

despojos con los fuertes; porque su alma fue entregada a la muerte, y fue contado

como los transgresores; y Él llevó los pecados de muchos, y por sus pecados fue

entregado. Y de nuevo, Él mismo dice: Mas yo soy gusano y no hombre; oprobio de

los hombres y despreciado del pueblo. Todos los que me ven me escarnecen; tuercen

los labios, menean la cabeza, diciendo: Esperó en el Señor, que le libre; sálvele,

puesto que en él se complacía. Veis, queridos hermanos, cuál es el ejemplo que nos ha

sido dado; porque si el Señor era humilde de corazón de esta manera, ¿qué deberíamos

hacer nosotros; que por Él hemos sido puestos bajo el yugo de su gracia?

XVII. Iimitemos a los que anduvieron de un lugar a otro en pieles de cabras y pieles

de ovejas, predicando la venida de Cristo. Queremos decir Elías y Eliseo y también

Ezequiel, los profetas, y aquellos que han merecido un buen nombre. Abraham

alcanzó un nombre excelente y fue llamado el amigo de Dios; y contemplando

firmemente la gloria de Dios, dice en humildad de corazón: Pero yo soy polvo y

ceniza. Además, también se ha escrito con respecto a Job: Y Job era justo y sin tacha,

temeroso de Dios y se abstenía del mal. Con todo, él mismo se acusa diciendo: Ningún

hombre está libre de inmundicia; no, ni aun si su vida dura sólo un día. Moisés fue

llamado fiel en toda su casa, y por medio de su ministración Dios juzgó a Egipto con

las plagas y los tormentos que les ocurrieron. Y él también, aunque altamente

glorificado, no pronunció palabras orgullosas sino que dijo, al recibir palabra de Dios

en la zarza: ¿Quién soy yo para que me envíes a mí? No, yo soy tardo en el habla y

torpe de lengua. De nuevo dijo: Yo soy humo de la olla.

XVII. Pero, ¿qué diremos de David que obtuvo un buen nombre?, del cual dijo: He

hallado a un hombre conforme a mi corazón, David, el hijo de Jsaí, con misericordia

eterna le he ungido. También dijo David a Dios: Ten misericordia de mí, oh Dios,

conforme a tu gran misericordia; y conforme. a la multitud de tus compasiones, borra

mi iniquidad. Ltmpiame más aún de mi iniquidad, y lávame de mi pecado. Porque

reconozco mi iniquidad, y mi pecado está siempre delante de mí. Contra Ti sólo he

pecado, y he hecho lo malo delante de tu vista; para que Tú seas justificado en tus

palabras, y puedas vencer en tu alegación. Porque he aquí fui concebido en iniquidad,

y en pecados me llevó mi madre. Porque he aquí Tú amas la verdad; Tú me has

mostrado cosas oscuras y escondidas de tu sabiduría. Tú me rociarás con hisopo y

seré limpiado. Tú me lavarás, y pasaré a ser más blanco que la nieve. Tú me harás oír

gozo y alegría. Los huesos que han sido humillados se regocijarán. Aparta tu rostro

de mis pecados, y borra todas mis iniquidades. Hazme un corazón limpio dentro de

mí, oh Dios, y renueva un espíritu recto en mis entrañas. No me eches de tu presencia,

y no me quites tu Santo Espíritu. Restáurame el gozo de tu salvación, y corrobórame

con un espíritu de gobierno. Enseñaré tus caminos a los pecadores, y los impíos se

convertirán a Ti. Líbrame de la culpa de sangre, oh Dios, Dios de mi salvación. Mi

lengua se regocijará en tu justicia. Señor, tú abrirás mi boca, y mis labios declararán

tu alabanza. Porque si Tú hubieras deseado sacrificio, te lo habría dado; de

holocaustos enteros no te agradas. El sacrificio para Dios es un espíritu contrito; un

corazón contrito y humillado Dios no lo desprecia.

XIX. Así pues, la humildad y sumisión de tantos hombres y tan importantes, que de

este modo consiguieron un buen nombre por medio de la obediencia, nos ha hecho

mejores no sólo a nosotros, sino también a las generaciones que fueron antes que

nosotros, a saber, las que recibieron sus palabras en temor y verdad. Viendo, pues, que

somos partícipes de tantos hechos grandes y gloriosos, apresurémonos a volver al

objetivo de la paz que nos ha sido entregado desde el principio, y miremos fijamente

al Padre y Autor de todo el mundo, y mantengámonos unidos a sus excelentes dones

de paz y beneficios. Contemplémosle en nuestra mente, y miremos con los ojos del

alma su voluntad paciente y sufrida. Notemos cuán libre está de ira hacia todas sus

criaturas.

XX. Los cielos son movidos según sus órdenes y le obedecen en paz. Día y noche

realizan el curso que Él les ha asignado, sin estorbarse el uno al otro. El sol y la luna y

las estrellas movibles dan vueltas en armonía, según Él les ha prescrito, dentro de los

límites asignados, sin desviarse un punto. La tierra, fructífera en cumplimiento de su

voluntad en las estaciones apropiadas, produce alimento que es provisión abundante

para hombres y bestias y todas las criaturas vivas que hay en ella, sin disentir en nada,

ni alterar nada de lo que Él ha decretado. Además, las profundidades inescrutables de

los abismos y los inexpresables +estatutos+ de las regiones inferiores se ven

constreñidos por las mismas ordenanzas. El mar inmenso, recogido por obra suya en

un lugar, no pasa las barreras de que está rodeado; sino que, según se le ordenó, así lo

cumple. Porque El dijo: Hasta aquí llegarás, y tus olas se romperán dentro de ti. El

océano que el hombre no puede pasar, y los mundos más allá del mismo, son dirigidos

por las mismas ordenanzas del Señor. Las estaciones de la primavera, el verano, el

otoño y el invierno se suceden la una a la otra en paz. Los vientos en sus varias

procedencias en la estación debida, cumplen su ministerio sin perturbación; y las

fuentes de flujo incesante, creadas para el goce y la salud, no cesan de manar

sosteniendo la vida de los hombres. Todas estas cosas el gran Creador y Señor del

universo ordenó que se mantuvieran en paz y concordia, haciendo bien a todos, pero

mucho más que al resto, a nosotros, los que nos hemos refugiado en las misericordias

clementes de nuestro Señor Jesucristo, al cual sea la gloria y la majestad para siempre

jamás. Amén

XXI. Estad atentos, pues, hermanos, para que sus beneficios, que son muchos, no se

vuelvan en juicio contra nosotros, si no andamos como es digno de El, y hacemos las

cosas que son buenas y agradables a su vista, de buen grado. Porque Él dijo en cierto

lugar: El Espíritu del Señor es una lámpara que escudriña las entrañas. Veamos cuán

cerca está, y que ninguno de nuestros pensamientos o planes que hacemos se le

escapa. Por tanto, es bueno que no nos apartemos de su voluntad. Es mejor que

ofendamos a hombres necios e insensatos que se exaltan y enorgullecen en la

arrogancia de sus palabras que no que ofendamos a Dios. Sintamos el temor del Señor

Jesu[cristo], cuya sangre fue entregada por nosotros. Reverenciemos a nuestros

gobernantes; honremos a nuestros ancianos; instruyamos a nuestros jóvenes en la

lección del temor de Dios. Guiemos a nuestras mujeres hacia lo que es bueno: que

muestren su hermosa disposición de pureza; que prueben su afecto sincero de bondad;

que manifiesten la moderación de su lengua por medio del silencio; que muestren su

amor, no en preferencias partidistas, sino sin parcialidad hacia todos los que temen a

Dios, en santidad. Que nuestros hijos sean participantes de la instrucción que es en

Cristo; que aprendan que la humildad de corazón prevalece ante Dios, qué poder tiene

ante Dios el amor casto, que el temor de Dios es bueno y grande y salva a todos los

que andan en él en pureza de corazón y santidad. Porque Él escudriña las intenciones y

los deseos; su aliento está en nosotros, y cuando Él se incline a hacerlo, lo va a quitar.

XXII. Ahora bien, todas estas cosas son confirmadas por la fe que hay en Cristo;

porque Él mismo, por medio del Espíritu Santo, nos invita así: Venid a mí, hijos,

escuchadme y os enseñaré el temor del Señor. ¿Quién es el hombre que desea vida,

que busca muchos días para ver el bien? Guarda tu lengua del mal y tus labios de

hablar engaño. Apártate del mal y haz el bien; busca la paz, y corre tras ella. Los ojos

de Jehová están sobre los justos, y sus oídos atentos a sus oraciones. Pero el rostro

del Señor está sobre los que hacen mal, para destruir su recuerdo de la tierra.

Claman los justos, y Jehová oye, y los libra de todas sus angustias. Muchos son los

males del justo, y de todos ellos le librará Jehová. Y también: Muchos dolores habrá

para el pecador, mas al que espera en Jehová le rodeará la misericordia.

XXIII. El Padre, que es compasivo en todas las cosas, y dispuesto a hacer bien, tiene

compasión de los que le temen, y con bondad y amor concede sus favores a aquellos

que se acercan a Él con sencillez de corazón. Por tanto, no seamos indecisos ni

consintamos que nuestra alma se permita actitudes vanas y ociosas respecto a sus

dones excelentes y gloriosos. Que no se nos aplique este pasaje de la escritura que

dice: Desventurado el de doble ánimo, que duda en su alma y dice: Estas cosas oímos

en los días de nuestros padres también, y ahora hemos llegado a viejos, y ninguna de

ellas nos ha acontecido. Insensatos, comparaos a un árbol; pongamos una vid.

Primero se le caen las hojas, luego sale un brote, luego una hoja, luego una flor, más

tarde un racimo agraz, y luego un racimo maduro. Como veis, en poco tiempo el fruto

del árbol llega a su sazón. Verdaderamente pronto y súbitamente se realizará su

voluntad, de lo cual da testimonio también la escritura, al decir: Su hora está al caer, y

no se demorará; y el Señor vendrá súbitamente a su templo; el Santo, a quien vosotros

esperáis.

XXIV. Entendamos, pues, amados, en qué forma el Señor nos muestra

continuamente la resurrección que vendrá después; de la cual hizo al Señor Jesucristo

las primicias, cuando le levantó de los muertos. Consideremos, amados, la

resurrección que tendrá lugar a su debido tiempo. El día y la noche nos muestran la

resurrección. La noche se queda dormida, y se levanta el día; el día parte, y viene la

noche. Consideremos los frutos, cómo y de qué manera tiene lugar la siembra. El

sembrador sale y echa sobre la tierra cada una de las semillas, y éstas caen en la tierra

seca y desnuda y se descomponen; pero entonces el Señor en su providencia hace

brotar de sus restos nuevas plantas, que se multiplican y dan fruto.

XXV. Consideremos la maravillosa señal que se ve en las regiones del oriente, esto

es, en las partes de Arabia. Hay un ave, llamada fénix. Esta es la única de su especie,

vive quinientos años; y cuando ha alcanzado la hora de su disolución y ha de morir, se

hace un ataúd de incienso y mirra y otras especias, en el cual entra en la plenitud de su

tiempo, y muere. Pero cuando la carne se descompone, es engendrada cierta larva, que

se nutre de la humedad de la criatura muerta y le salen alas. Entonces, cuando ha

crecido bastante, esta larva toma consigo el ataúd en que se hallan los huesos de su

progenitor, y los lleva desde el país de Arabia al de Egipto, a un lugar llamado la

Ciudad del Sol; y en pleno día, y a la vista de todos, volando hasta el altardel Sol, los

deposita allí; y una vez hecho esto, emprende el regreso. Entonces los sacerdotes

examinan los registros de los tiempos, y encuentran que ha venido cuando se han

cumplido los quinientos años.

XXVI. ¿Pensamos, pues, que es una cosa grande y maravillosa si el Creador del

universo realiza la resurrección de aquellos que le han servido con santidad en la

continuidad de una fe verdadera, siendo así que Él nos muestra incluso por medio de

un ave la magnificencia de su promesa? Porque Él dice en cierto lugar: Y tú me

levantarás, y yo te alabaré; y: Me acosté y dormí, y desperté; porque Tú estabas

conmigo. Y también dice Job: Tú levantarás esta mi carne, que ha soportado todas

estas cosas.

XXVII. Con esta esperanza, pues, que nuestras almas estén unidas a Aquel que es

fiel en sus promesas y recto en sus juicios. El que manda que no se mienta, con mayor

razón no mentirá; porque nada es imposible para Dios, excepto el mentir. Por tanto,

que nuestra fe en Él se enardezca dentro de nosotros, y comprendamos que todas las

cosas están cercanas para Él. Con una palabra de su majestad formó el universo; y con

una palabra puede destruirlo. Quién le dirá: ¿Qué has hecho?; o ¿quién resistirá el

poder de su fuerza? Cuando quiere, y si quiere, puede hacer todas las cosas; y ni una

sola cosa dejará de ocurrir de las que Él ha decretado. Todas las cosas están ante su

vista, y nada se escapa de su control, puesto que Los cielos declaran la gloria de Dios,

y el firmamento proclamo la obra de sus manos. Un día da palabra al otro día, y la

noche proclama conocimiento á la otra noche; y no hay palabras ni discursos ni se

oye voz alguna.

XXVIII. Siendo así, pues, que todas las cosas son vistas y oídas, tengámosle temor,

y abandonemos todos los deseos abominables de las malas obras, para que podamos

ser protegidos por su misericordia en los juicios futuros. Porque, ¿adónde va a escapar

cualquiera de nosotros de su mano fuerte? ¿Y qué mundo va a recibir a cualquiera que

deserta de su servicio? Porque la santa escritura dice en cierto lugar: ¿Adónde iré, y

dónde me esconderé de tu presencia? Si asciendo a los cielos, allí estás tú; si voy a los

confines más distantes de la tierra, allí está tu diestra; y si me escondo en las

profundidades, allí está tu Espíritu. ¿Adónde, pues, podrá uno esconderse, adónde

podrá huir de Aquel que abarca todo el universo?

XXIX. Por tanto, acerquémonos a Él en santidad de alma, levantando nuestras

manos puras e inmaculadas a Él, con amor hacia nuestro Padre bondadoso y

compasivo, el cual ha hecho de nosotros su porción elegida. Porque está escrito:

Cuando el Altísimo dividió a las naciones, cuando dispersó a los hijos de Adán,

estableció los límites de las naciones según el número de los ángeles de Dios. Su

pueblo Jacob pasó a ser la porción del Señor, e Israel la medida de su herencia. Y en

otro lugar dice: He aquí, el Señor toma para sí una nación de entre las naciones como

un hombre toma las primicias de su era; y el lugar santísimo saldrá de esta nación.

XXX. Viendo, pues, que somos una porción especial de un Dios santo, hagamos

todas las cosas como corresponde a la santidad, abandonando las malas palabras,

intereses impuros y abominables, borracheras y tumultos y concupiscencias

detestables, adulterio abominable, orgullo despreciable; porque Dios (dice la

Escritura) resiste al orgulloso y da gracia al humilde. Por tanto mantengámonos

unidos a aquellos a quienes Dios da gracia. Vistámonos según corresponde, siendo

humildes de corazón y templados, apartándonos de murmuraciones y habladurías

ociosas, siendo justificados por las obras y no por las palabras. Porque Él dice: El que

habla mucho, tendrá que oír mucho también. ¿Cree que es justo el que habla mucho?

Bienaventurado es el nacido de mujer que vive corto tiempo. No seas abundante en

palabras. Que nuestra alabanza sea de Dios, no de nosotros mismos; porque Dios

aborrece a los que se alaban a sí mismos. Que el testimonio de que obramos bien lo

den los otros, como fue dado de nuestros padres que eran justos. El atrevimiento, la

arrogancia y la audacia son para los que son malditos de Dios; pero la paciencia y la

humildad y la bondad convienen a los que son benditos de Dios.

XXXI. Por tanto acojámonos a su bendición y veamos cuáles son las formas de

bendición. Estudiemos los datos de las cosas que han sucedido desde el comienzo.

¿Por qué fue bendecido nuestro padre Abraham? ¿No fue debido a que obró justicia y

verdad por medio de la fe? Isaac, con confianza, como conociendo el futuro, fue

llevado a un sacrificio voluntario. Jacob con humildad partió de su tierra a causa de su

hermano, y fue a casa de Labán y le sirvió; y le fueron concedidas las doce tribus de

Israel.

XXXII. Si alguno los considera uno por uno con sinceridad, comprenderá la

magnificencia de los dones que Él nos concede. Porque de Jacob son todos los

sacerdotes y levitas que ministran en el altar de Dios; de él es el Señor Jesús con

respecto a la carne; de él son reyes y gobernantes y soberanos de la línea de Judá; sí, y

el resto de las tribus son tenidas en un honor no pequeño, siendo así que Dios

prometió diciendo: Tu simiente será como las estrellas del cielo. Todos ellos fueron,

pues, glorificados y engrandecidos, no por causa de ellos mismos o de sus obras, o sus

actos de justicia que hicieron, sino por medio de su voluntad. Y así nosotros, habiendo

sido llamados por su voluntad en Cristo Jesús, no nos justificamos a nosotros

mismos,o por medio de nuestra propia sabiduría o entendimiento o piedad u obras que

hayamos hecho en santidad de corazón, sino por medio de la fe, por la cual el Dios

Todopoderoso justifica a todos los hombres que han sido desde el principio; al cual

sea la gloria para siempre jamás. Amén.

XXXIII. ¿Qué hemos de hacer, pues, hermanos? ¿Hemos de abstenemos

ociosamente de hacer bien, hemos de abandonar el amor? Que el Señor no permita que

nos suceda tal cosa; sino apresurémonos con celo y tesón en cumplir toda buena obra.

Porque el Creador y Señor del mismo universo se regocija en sus obras. Porque con su

poder sumo Él ha establecido los cielos, y en susabiduría incomprensible los ha

ordenado. Y la tierra Él la separó del agua que la rodeaba, y la puso firme en el

fundamento seguro de su propia voluntad; y a las criaturas vivas que andan en ella Él

les dió existencia con su ordenanza. Habiendo, pues, creado el mar y las criaturas

vivas que hay en él, Él lo incluyó todo bajo su poder. Sobre todo, como la obra mayor

y más excelente de su inteligencia, con sus manos sagradas e infalibles Él formó al

hombre a semejanza de su propia imagen. Porque esto dijo Dios: Hagamos al hombre

según nuestra imagen y nuestra semejanza. Y Dios hizo al hombre; varón y hembra

los hizo Él. Habiendo, pues, terminado todas estas cosas, las elogió y las bendijo y

dijo: Creced y multiplicaos. Hemos visto que todos los justos estaban adornados de

buenas obras. Sí, y el mismo Señor, habiéndose adornado Él mismo con obras, se

gozó. Viendo, pues, que tenemos este ejemplo, apliquémonos con toda diligencia a su

voluntad; hagamos obras de justicia con toda nuestra fuerza.

XXXIV. El buen obrero recibe el pan de su trabajo con confianza, pero el holgazán

y descuidado no se atreve a mirar a su amo a la cara. Es, pues, necesario que seamos

celosos en el bien obrar, porque de Él son todas las cosas; puesto que Él nos advierte

de antemano, diciendo: He aquí, el Señor, y su recompensa viene con él; y su paga va

delante de él, para recompensar a cada uno según su obra. El nos exhorta, pues, a

creer en Él de todo corazón, y a no ser negligentes ni descuidados en toda buena obra.

Gloriémonos y confiemos en Él; sometámonos a su voluntad; consideremos toda la

hueste de sus ángeles, cómo están a punto y ministran su voluntad. Porque la escritura

dice: Diez millares de diez millares estaban delante de El, y millares de millares le

servían; y exclamaban: Santo, santo, santo es Jehová de los ejércitos; toda la

creación está llena de su gloria. Sí, y nosotros, pues, congregados todos concordes y

con la intención del corazón, clamemos unánimes sinceramente para que podamos ser

hechos partícipes de sus promesas grandes y gloriosas. Porque Él ha dicho: Ojo no ha

visto ni oído ha percibido, ni ha entrado en el corazón del hombre, qué grandes cosas

Él tiene preparadas para los que pacientemente esperan en Él.

XXXV. ¡Qué benditos y maravillosos son los dones de Dios, amados! ¡Vida en

inmortalidad, esplendor en justicia, verdad en osadía, fe en confianza, templanza en

santificación! Y todas estas cosas nosotros las podemos obtener. ¿Qué cosas, pues,

pensáis que hay preparadas para los que esperan pacientemente en Él? El Creador y

Padre de las edades, el Santo mismo, conoce su número y su hermosura.

Esforcémonos, pues, para que podamos ser hallados en el número de los que esperan

pacientemente en Él, para que podamos ser partícipes de los dones prometidos. Pero,

¿cómo será esto, amados? Si nuestra mente está fija en Dios por medio de la fe; si

buscamos las cosas que le son agradables y aceptables; si realizamos aquí las cosas

que parecen bien a su voluntad infalible y seguimos el camino de la verdad,

desprendiéndonos de toda injusticia, iniquidad, avaricia, contiendas, malignidades y

engaños, maledicencias y murmuraciones, aborrecimiento a Dios, orgullo y

arrogancia, vanagloria e inhospitalidad. Porque todos los que hacen estas cosas son

aborrecidos por Dios; y no sólo los que las hacen, sino incluso los que las consienten.

Porque la escritura dice: Pero al pecador dijo Dios: ¿Por qué declaras mis

ordenanzas, y pones mi pacto en tus labios? Tú aborreces mi enseñanza, y echaste mis

palabras a tu espalda. Si ves a un ladrón, te unes a él, y con los adúlteros escoges tu

porción. Tu boca multiplica maldades y tu lengua teje engaños. Te sientas y hablas

mal de tu hermano, y contra el hijo de tu madre pones piedra de tropiezo. Tú has

hecho estas cosas y guardas silencio. ¿Pensaste, hombre injusto, que yo sería como

tú? Pero te redargüiré y las pondré delante de tus ojos. Entended, pues, estas cosas,

los que os olvidáis de Dios, no sea que os desgarre como un león y no haya quien os

libre. El sacrificio de alabanza me glorificará, y éste es el camino en que le mostraré

la salvación de Dios.

XXXVI. Ésta es la manera, amados, en que encontramos nuestra salvación, a saber,

Jesucristo el Sumo Sacerdote de nuestras ofrendas, el guardián y ayudador en nuestras

debilidades. Fijemos nuestra mirada, por medio de Él, en las alturas de los cielos; por

medio de Él contemplamos como en un espejo su rostro intachable y excelente; por

medio de Él fueron abiertos los ojos de nuestro corazón; por medio de Él nuestra

mente insensata y entenebrecida salta a la luz; por medio de Él el Señor ha querido

que probemos el conocimiento inmortal; el cual, siendo el resplandor de su majestad,

es muy superior a los ángeles, puesto que ha heredado un nombre más excelente que

ellos. Porque está escrito: El que hace a sus ángeles espíritus y a sus ministros llama

de fuego; pero de su Hijo el Señor dice esto: Mi Hijo eres tú, yo te he engendrado hoy.

Pídeme y te daré a los gentiles por heredad, y los extremos de la tierra por posesión

tuya. Y también le dice: Siéntate a mi diestra, hasta que ponga a tus enemigos por

estrado de tus pies. ¿Quiénes son, pues, estos enemigos? Los que son malvados y

resisten su voluntad.

XXXVII. Alistémonos, pues, hermanos, con toda sinceridad en sus ordenanzas

intachables. Consideremos los soldados que se han alistado bajo nuestros gobernantes,

de qué modo tan exacto, pronto y sumiso ejecutan las órdenes que se les dan. No todos

son perfectos, ni jefes de millares, ni aun de centenares, ni de grupos de cmcuenta,

etc.; sino que cada hombre en su propio rango ejecuta las órdenes que recibe del rey y

de los gobernantes. Los grandes no pueden existir sin los pequeños, ni los pequeños

sin los grandes. Hay una cierta mezcla en todas las cosas, y por ello es útil. Pongamos

como ejemplo nuestro propio cuerpo. La cabeza sin los pies no es nada; del mismo

modo los pies sin la cabeza no son nada; incluso los miembros más pequeños de

nuestro cuerpo son necesarios y útiles para el cuerpo entero; pero todos los miembros

cooperan y se unen en sumisión, para que todo el cuerpo pueda ser salvo.

XXXVIII. Así que, en nuestro caso, que todo el cuerpo sea salvado en Cristo Jesús,

y que cada hombre esté sometido a su prójimo, según la gracia especial que le ha sido

designada. Que el fuerte no desprecie al débil; y el débil respete al fuerte. Que los

ricos ministren a los pobres; que los pobres den gracias a Dios, porque Él les ha dado a

alguno por medio del cual son suplidas sus necesidades. El que es sabio, dé muestras

de sabiduría, no en palabras, sino en buenas obras. El que es de mente humilde, que no

dé testimonio de sí mismo, sino que deje que su vecino dé testimonio de él. El que es

puro en la carne, siga siéndolo, y no se envanezca, sabiendo que es otro el que le

concede su continencia. Consideremos, hermanos, de qué materiales somos hechos;

qué somos, y de qué manera somos, y cómo vinimos al mundo; que Él nos ha formado

y moldeado sacándonos del sepulcro y la oscuridad y nos ha traído al mundo,

habiendo preparado sus beneficios de antemano, antes incluso de que hubiéramos

nacido. Viendo, pues, que todas estas cosas las hemos recibido de Él, debemos darle

gracias por todo a Él, para quien sea la gloria para siempre jamás. Amén.

XXXIX. Los hombres insensatos, necios, torpes e ignorantes se burlan de nosotros,

deseando ser ellos los que han de ser exaltados, según sus imaginaciones. Porque,

¿qué poder tiene un mortal? O ¿qué fuerza tiene un hijo de tierra? Porque está escrito:

No había ninguna forma delante de mis ojos; y oí un aliento y una voz. ¿Qué, pues?

¿Será justo un mortal a la vista de Dios; o será un hombre intachable por sus obras;

siendo así que Él no confía ni aun en sus siervos y aun halla faltas en sus ángeles?

No. Y ni aun los cielos son puros ante sus ojos. ¡Cuánto más en los que habitan en

casas de barro, del cual, o sea del mismo barro, nosotros mismos somosformados!

Los quebrantó como la polilla. Porque no pueden valerse de sí mismos, y perecieron.

El sopló sobre ellos y murieron, porque no tenían sabiduría. Pero tú da voces, por si

alguno te obedece, o si ves a alguno de sus santos ángeles. Porque la ira mata al

insensato, y la envidia al que se ha descarriado. Yo he visto al necio que echaba

raíces y de repente su habitación fue consumida. Lejos estén sus hijos de la seguridad.

Sean burlados en la puerta por personas inferiores, y no haya quien los libre. Porque

las cosas preparadas para ellos se las comerá el justo; y ellos mismos no serán

librados de males.

XL. Por cuanto estas cosas, pues, nos han sido manifestadas ya, y hemos escudriñado

en las profundidades del conocimiento divino, deberíamos hacer todas las cosas en

orden, todas las que el Señor nos ha mandado que hiciéramos a su debida sazón. Que

las ofrendas y servicios que Él ordena sean ejecutados con cuidado, y no

precipitadamente o en desorden, sino a su tiempo y sazón debida.Y donde y por quien

Él quiere que sean realizados, Él mismo lo ha establecido con su voluntad suprema;

que todas las cosas sean hechas con piedad, en conformidad con su beneplácito para

que puedan ser aceptables a su voluntad. Así pues, los que hacen sus ofrendás al

tiempo debido son aceptables y benditos, porque siguiendo lo instituido por el Señor,

no pueden andar descaminados. Porque al sumo sacerdote se le asignan sus servicios

propios, y a los sacerdotes se les asigna su oficio propio, y a los levitas sus propias

ministraciones. El lego debe someterse a las ordenanzas para el lego.

XLI. Cada uno de nosotros, pues, hermanos, en su propio orden demos gracias a

Dios, manteniendo una conciencia recta y sin transgredir la regla designada de su

servicio, sino obrando con toda propiedad y decoro. Hermanos, los sacrificios diarios

continuos no son ofrecidos en cualquier lugar, o las ofrendas voluntarias, o las

ofrendas por el pecado y las faltas, sino que son ofrecidos sólo en Jerusalén. E incluso

allí, la ofrenda no es presentada en cualquier lugar, sino ante el santuario en el patio

del altar; y esto además por medio del sumo sacerdote y los ministros mencionados,

después que la víctima a ofrecer ha sido inspeccionada por si tiene algún defecto. Los

que hacen algo contrario a la ordenanza debida, dada por su voluntad, reciben como

castigo la muerte. Veis, pues, hermanos, que por el mayor conocimiento que nos ha

sido concedido a nosotros, en proporción, nos exponemos al peligro en un grado

mucho mayor.

XLII. Los apóstoles recibieron el Evangelio para nosotros del Señor Jesucristo;

Jesucristo fue enviado por Dios. Así pues, Cristo viene de Dios, y los apóstoles de

Cristo. Por tanto, los dos vienen de la voluntad de Dios en el orden designado.

Habiendo recibido el encargo, pues, y habiéndo sido asegurados por medio de la

resurrección de nuestro Señor Jesucristo, y confirmados en la palabra de Dios con

plena seguridad por el Espíritu Santo, salieron a proclamar las buenas nuevas de que

había llegado el reino de Dios. Y así, predicando por campos y ciudades, por todas

partes, designaron a las primicias (de sus labores), una vez hubieron sido probados por

el Espíritu, para que fueran obispos y diáconos de los que creyeran. Y esto no lo

hicieron en una forma nueva; porque verdaderamente se había escrito respecto a los

obispos y diáconos desde tiempos muy antiguos; porque así dice la escritura en cierto

lugar: Y nombraré a tus obispos en justicia y a tus diáconos en fe.

XLIII. Y ¿de qué hay que sorprenderse que aquellos a quienes se confió esta obra en

Cristo, por parte de Dios, nombraran ellos a las personas mencionadas, siendo así que

el mismo bienaventurado Moisés, que fue un fiel siervo en toda su casa, dejó

testimonio como una señal en los sagrados libros de todas las cosas que le fueron

ordenadas? Y a él también siguió el resto de los profetas, dando testimonio juntamente

con él de todas las leyes que fueron ordenadas por él. Porque Moisés, cuando

aparecieron celos respecto al sacerdocio, y hubo disensSión entre las tribus sobre cuál

de ellas estaba adornada con el nombre glorioso, ordenó a los doce jefes de las tribus

que le trajeran varas, en cada una de las cuales estaba inscrito el nombre de una tribu.

Y él las tomó y las ató y las selló con los sellos de los anillos de los jefes de las tribus

y las puso en el tabernáculo del testimonio sobre la mesa de Dios. Y habiendo cerrado

el tabernáculo, selló las llaves y lo mismo las puertas. Y les dijo: Hermanos, la tribu

cuya vara florezca, ésta ha sido escogida por Dios para que sean sacerdotes y

ministros para El. Y cuando vino la mañana, llamó a todo Israel, a saber, seiscientos

mil hombres, y les mostró los sellos de los jefes de las tribus y abrió el tabernáculo del

testimonio y sacó las varas. Y la vara de Aarón no sólo había brotado sino que había

dado fruto. ¿Qué pensáis, pues, amados? ¿No sabía Moisés de antemano que esto era

lo que pasaría? Sin duda lo sabía. Pero hizo esto para que no hubiera desorden en

Israel, para que el nombre del Dios único y verdadero pudiera ser glorificado; a quien

sea la gloria para siempre jamás. Amén.

XLIV. Y nuestros apóstoles sabían por nuestro Señor Jesucristo que habría

contiendas sobre el nombramiento del cargo de obispo. Por cuya causa, habiendo

recibido conocimiento completo de antemano, designaron a las personas mencionadas,

y después proveyeron a continuación que si éstas durmieran, otros hombres aprobados

les sucedieran en su servicio. A estos hombres, pues, que fueron nombrados por ellos,

o después por otros de reputación, con el consentimiento de toda la Iglesia, y que han

ministrado intachablemente el rebaño de Cristo, en humildad de corazón,

pacíficamente y con toda modestia, y durante mucho tiempo han tenido buena fama

ante todos, a estos hombres nosotros consideramos que habéis injustamente privado de

su ministerio. Porque no será un pecado nuestro leve si nosotros expulsamos a los que

han hecho ofrenda de los dones del cargo del obispado de modo intachable y santo.

Bienaventurados los presbíteros que fueron antes, siendo así que su partida fue en

sazón y fructífera: porque ellos no tienen temor de que nadie les prive de sus cargos

designados. Porque nosotros entendemos que habéis expulsado de su ministerio a

ciertas personas a pesar de que vivían de modo honorable, ministerio que ellos

+habían respetado+ de modo intachable.

XLV. Contended, hermanos, y sed celosos sobre las cosas que afectan a la salvación.

Habéis escudriñado las escnturas, que son verdaderas, las cuales os fueron dadas por

el Espíritu Santo; y sabéis que no hay nada injusto o fraudulento escrito en ellas. No

hallaréis en ellas que personas justas hayan sido expulsadas por hombres santos. Los

justos fueron perseguidos, pero fue por los malvados; fueron encarcelados, pero fue

por los impíos. Fueron apedreados como transgresores, pero su muerte fue debida a

los que habían concebido una envidia detestable e injusta. Estas cosas las sufrieron y

se comportaron noblemente. Porque, ¿qué diremos, hermanos? ¿Fue echado Daniel en

el foso de los leones por los que temían a Dios? ¿O fueron Ananías y Azarías y Misael

encerrados en el horno de fuego por los que profesaban adorar de modo glorioso y

excelente al Altísimo? En ninguna manera. ¿Quiénes fueron los que hicieron estas

cosas? Hombres abominables y llenos de maldad fueron impulsados a un extremo de

ira tal que causaron sufrimientos crueles a los que servían a Dios con intención santa e

intachable, sin saber que el Altísimo es el campeón y protector de los que en

conciencia pura sirven su nombre excelente; al cual sea la gloria por siempre jamás.

Amén. Pero los que sufrieron pacientemente en confianza heredaron gloria y honor,

fueron ensalzados, y sus nombres fueron registrados por Dios en memoria de ellos

para siempre jamás. Amén.

XLVI. A ejemplos semejantes, pues, hermanos, hemos de adherirnos también

nosotros. Porque está escrito: Allégate a los santos, porque los que se allegan a ellos

serán santificados. Y también dice el Señor en otro pasaje: Con el inocente te

mostrarás inocente, y con los elegidos serás elegidos y con el ladino te mostrarás

sagaz. Por tanto, juntémonos con los inocentes e íntegros; y éstos son los elegidos de

Dios. ¿Por qué hay, pues, contiendas e iras y disensiones y facciones y guerra entre

vosotros? ¿No tenemos un solo Dios y un Cristo y un Espíritu de gracia que fue

derramado sobre nosotros? ¿Y no hay una sola vocación en Cristo? ¿Por qué, pues,

separamos y dividimos los miembros de Cristo, y causamos disensiones en nuestro

propio cuerpo, y llegamos a este extremo de locura, en que olvidamos que somos

miembros los unos de los otros? Recordad las palabras de Jesús nuestro Señor; porque

Él dijo: ¡Ay de este hombre; mejor sería para él que no hubiera nacido, que el que

escandalice a uno de mis elegidos! Sería mejor que le ataran del cuello una piedra de

molino y le echaran en el mar que no que trastornara a uno de mis elegidos. Vuestra

división ha trastornado a muchos; ha sido causa de abatimiento para muchos, de duda

para muchos y de aflicción para todos. Y vuestra sedición sigue todavía.

XLVII. Tomad la epístola del bienaventurado Pablo el apóstol. ¿Qué os escribió al

comienzo del Evangelio? Ciertamente os exhortó en el Espíritu con respecto a él

mismo y a Cefas y Apolos, porque ya entonces hacíais grupos. Pero el que hicierais

estos bandos resultó en menos pecado para vosotros; porque erais partidarios de

apóstoles que tenían una gran reputación, y de un hombre aprobado ante los ojos de

estos apóstoles. Pero ahora fijaos bien quiénes son los que os han trastornado y han

disminuido la gloria de vuestro renombrado amor a la hermandad. Es vergonzoso,

queridos hermanos, sí, francamente vergonzoso e indigno de vuestra conducta en

Cristo, que se diga que la misma Iglesia antigua y firme de los corintios, por causa de

una o dos personas, hace una sedición contra sus presbíteros. Y este informe no sólo

nos ha llegado a nosotros, sino también a los que difieren de nosotros, de modo que

acumuláis blasfemias sobre el nombre del Señor por causa de vuestra locura, además

de crear peligro para vosotros mismos.

XLVIII. Por tanto, desarraiguemos esto rápidamente, y postrémonos ante el Señor y

roguémosle con lágrimas que se muestre propicio y se reconcilie con nosotros, y

pueda restaurarnos a la conducta pura y digna que corresponde a nuestro amor de

hermanos. Porque ésta es una puerta a la justicia abierta para vida, como está escrito:

Abridme las puertas de justicia; para que pueda entrar por ellas y alabar al Señor.

Esta es la puerta del Señor; por ella entrarán los justos. Siendo así que se abren

muchas puertas, ésta es la puerta que es de justicia, a saber, la que es en Cristo, y son

bienaventurados todos los que hayan entrado por ella y dirigido su camino en santidad

y justicia, ejecutando todas las cosas sin confusión. Que un hombre sea fiel, que pueda

exponer conocimiento profundo, que sea sabio en el discernimiento de las palabras,

que se esfuerce en sus actos, que sea puro; tanto más ha de ser humilde de corazón en

proporción a lo que parezca ser mayor; y ha de procurar el beneficio común de todos,

no el suyo propio.

XLIX. Que el que ama a Cristo cumpla los mandamientos de Cristo. ¿Quién puede

describir el vínculo del amor de Dios? ¿Quién es capaz de narrar la majestad de su

hermosura? La altura a la cual el amor exalta es indescriptible. El amor nos une a

Dios; el amor cubre multitud de pecados; el amor soporta todas las cosas, es paciente

en todas las cosas. No hay nada burdo, nada arrogante en el amor. El amor no tiene

divisiones, el amor no hace sediciones, el amor hace todas las cosas de común

acuerdo. En amor fueron hechos peffectos todos los elegidos de Dios; sin amor no hay

nada agradable a Dios; en amor el Señor nos tomó para sí; por el amor que sintió hacia

nosotros, Jesucristo nuestro Señor dio su sangre por nosotros por la voluntad de Dios,

y su carne por nuestra carne, y su vida por nuestras vidas.

L. Veis, pues, amados, qué maravilloso y grande es el amor, y que no hay manera de

declarar su perfección. ¿Quién puede ser hallado en él, excepto aquellos a quienes

Dios se lo ha concedido? Por tanto, supliquemos y pidamos de su misericordia que

podamos ser hallados intachables en amor, manteniéndonos aparte de las facciones de

los hombres. Todas las generaciones desde Adán hasta este día han pasado a la otra

vida; pero los que por la gracia de Dios fueron perfeccionados en el amor residen en la

mansión de los píos; y serán manifestados en la visitación del Reino de Dios. Porque

está escrito: Entra en tus aposentos durante un breve momento, hasta que haya

pasado mi indignación, y yo recordaré un día propicio y voy a levantaros de vuestros

sepulcros. Bienaventurados somos, amados, si hacemos los mandamientos de Dios en

conformidad con el amor, a fin de que nuestros pecados sean perdonados por el amor.

Porque está escrito: Bienaventurados aquellos cuyas iniquidades son perdonadas, y

cuyos pecados son cubiertos. Bienaventurado el hombre a quien el Señor no imputará

pecado, ni hay engaño en su boca. Esta declaración de bienaventuranza fue

pronunciada sobre los que han sido elegidos por Dios mediante Jesucristo nuestro

Señor, a quien sea la gloria por los siglos de los siglos. Amén.

LI. Respecto a todas nuestras transgresiones que hemos cometido por causa de las

añagazas del adversario, roguemos para que nos sea concedido perdón. Sí, y también

los que se hacen cabecillas de facciones y divisiones han de mirar a la base común de

esperanza. Porque los que andan en temor y amor prefieren ser ellos mismos los que

padecen sufrimiento más bien que sus prójimos; y más bien pronuncian condenación

contra sí mismos que contra la armonía que nos ha sido entregada de modo tan noble y

justo. Porque es bueno que un hombre confiese sus transgresiones en vez de endurecer

su corazón, como fue endurecido el corazón de los que hicieron sedición contra

Moisés el siervo de Dios; cuya condenación quedó claramente manifestada, porque

descendieron al Hades vivos, y la muerte será su pastor. Faraón y sus huestes y todos

los gobernantes de Egipto, sus carros y sus jinetes, fueron sumergidos en las

profundidades del Mar Rojo, y perecieron, y ello sólo por la razón de que sus

corazones insensatos fueron endurecidos después de las señales y portentos que habían

sido realizados en la tierra de Egipto por la mano de Moisés el siervo de Dios.

LII. El Señor, hermanos, no tiene necesidad de nada. Él no desea nada de hombre

alguno, sino que se confiese su Nombre. Porque el elegido David dijo: Confesaré al

Señor y le agradará más que becerro con cuernos y pezuñas. Lo verán los oprimidos y

se gozarán. Y de nuevo dice: Ofrece a Dios sacrificio de alabanza y paga tus votos al

Altísimo; e invócame en el día de la angustia, y yo te libraré, y tú me glorificarás.

Porque sacrificio a Dios es el espíritu quebrantado.

LIII. Porque, amados, conocéis las sagradas escrituras, y las conocéis bien, y habéis

escudriñado las profecías de Dios. Os escribimos estas cosas, pues, como recordatorio.

Cuando Moisés subió al monte y pasó cuarenta días y cuarenta noches en ayuno y

humillación, Dios le dijo: Moisés, Moisés, desciende pronto de aquí, porque mi pueblo

que tú sacaste de la tierra de Egipto ha cometido iniquidad; se han apartado

rápidamente del camino que tú les mandaste; y se han hecho imágenes de fundición.

Y el Señor le dijo: Te he dicho una y dos veces, este pueblo es duro de cerviz.

Déjame que los destruya, y borraré su nombre de debajo del cielo, y yo haré de ti una

nación grande y maravillosa y más numerosa que ésta. Y Moisés dijo: No lo hagas,

Señor. Perdona su pecado, o bórrame también a ml del libro de los vivientes. ¡Oh, qué

amor tan poderoso! ¡Oh, qué perfección insuperable! El siervo es osado ante su Señor;

y pide perdón por la multitud, o pide que sea incluido él mismo con ellos.

LIV. ¿Quién hay, pues, noble entre vosotros? ¿Quién es compasivo? ¿Quién está

lleno de amor? Que diga: si por causa de mí hay facciones y contiendas y divisiones,

me retiro, me aparto adonde queráis, y hago lo que está ordenado por el pueblo: con

tal que el rebaño de Cristo esté en paz con sus presbíteros debidamente designados. El

que haga esto ganará para sí un gran renombre en Cristo, y será recibido en todas

partes; porque la tierra es del Señor y suya es la plenitud de la misma. Esto es lo que

han hecho y harán los que viven como ciudadanos de este reino de Dios, que no da

motivo de arrepentirse de haberlo hecho.

LV. Pero para dar ejemplo a los gentiles también, muchos reyes y gobernantes,

cuando acaece una temporada de pestilencia entre ellos, habiendo sido instruidos por

oráculos, se han entregado ellos mismos a la muerte, para que puedan ser rescatados

sus conciudadanos por medio de su propia sangre. Muchos se han retirado de sus

propias ciudades para que no haya más sediciones. Sabemos que muchos entre

nosotros se han entregado a la esclavitud, para poder rescatar a otros. Muchos se han

vendido como esclavos y, recibido el precio que se ha pagado por ellos, han

alimentado a otros. Muchas mujeres, fortalecidas por la gracia de Dios, han ejecutado

grandes hechos. La bendita Judit, cuando la ciudad estaba sitiada, pidió a los ancianos

que se le permitiera ir al campamento de los sitiadores. Y por ello se expuso ella

misma al peligro y fue por amor a su país y al pueblo que estaba bajo aflicción; y el

Señor entregó a Rolofernes en las manos de una mujer. No fue menor el peligro de

Ester, la cual era perfecta en la fe, y se expuso para poder librar a las doce tribus de

Israel cuando estaban a punto de perecer. Porque con su ayuno y su humillación

suplicó al Señor omnisciente, el Dios de las edades; y Él, viendo la humildad de su

alma, libró al pueblo por amor al cual ella hizo frente al peligro.

LVI. Por tanto, intercedamos por aquellos que están en alguna transgresión, para que

se les conceda mansedumbre y humildad, de modo que se sometan, no ante nosotros,

sino a la voluntad de Dios. Porque así el recuerdo compasivo de ellos por parte de

Dios y los santos será fructífero para ellos y perfecto. Aceptemos la corrección y

disciplina, por la cual nadie debe sentirse desazonado, amados. La admonición que

nos hacemos los unos a los otros es buena y altamente útil; porque nos une a la

voluntad de Dios. Porque así dice la santa palabra: Me castigó ciertamente el Señor,

mas no me libró a la muerte. Porque el Señor al que ama reprende, y azota a todo hijo

a quien recibe. Porque el justo, se dice, me castigará en misericordia y me

reprenderá, pero no sea ungida mi cabeza por la +misericordia+ (óleo) de los

pecadores. Y también dice: Bienaventurado es el hombre a quien Dios corrige, y no

menosprecia la corrección del Todopoderoso. Porque él es quien hace la herida y él

la vendará; él hiere y sus manos curan. En seis tribulaciones te librará de la

aflicción; y en la séptima no te tocará el mal. En el hambre te salvará de la muerte, y

en la guerra te librará del brazo de la espada. Del azote de la lengua te guardará, y

no tendrás miedo de los males que se acercan. De los malos y los injustos te reirás, y

de las fieras no tendrás temor. Pues las fieras estarán en paz contigo. Entonces sabrás

que habrá paz en tu casa; y la habitación de tu tienda no irá mal (fallará), y sabrás

que tu descendencia es numerosa, y tu prole como la hierba del campo. Y llegarás al

sepulcro maduro como una gavilla segada en sazón, o como el montón en la era,

recogido a su debido tiempo. Como podéis ver, amados, grande es la protección de los

que han sido disciplinados por el Señor; porque siendo un buen padre, nos castiga con

miras a que podamos obtener misericordia por medio de su justo castigo.

LVII. Así pues, vosotros, los que sois la causa de la sedición, someteos a los

presbíteros y recibid disciplina para arrepentimiento, doblando las rodillas de vuestro

corazón. Aprended a someteros, deponiendo la obstinación arrogante y orgullosa de

vuestra lengua. Pues es mejor que seáis hallados siendo poco en el rebaño de Cristo y

tener el nombre en el libro de Dios, que ser tenidos en gran honor y, con todo, ser

expulsados de la esperanza de Él. Porque esto dijo la Sabiduría, suma de todas las

virtudes: He aquí yo derramaré un dicho de mi espíritu, y os enseñaré mis palabras.

Porque os llamé y no obedecisteis, y os dije palabras y no quisisteis escucharlas, sino

que desechasteis todo consejo mío, y no aceptasteis mi reprensión; por tanto, yo

también me reiré de vuestra destrucción, y me regocijaré cuando caiga sobre vosotros

vuestra ruina, y cuando venga de repente sobre vosotros confusión, y vuestra

desgracia llegue como un torbellino, cuando sobre vosotros vengan la tribulación y la

angustia. Porque cuando me llamaréis yo no responderé. Los malos me buscarán con

afán y no me hallarán; porque aborrecieron la sabiduría y no escogieron el temor del

Señor, ni quisieron prestar atención a mis consejos, sino que se mofaron de mis

reprensiones. Por tanto, comerán los frutos de su propio camino, y se hartarán de su

propia impiedad. Porque el extravío de los ignorantes los matará, y la indolencia de

los necios los echará a perder. Mas el que me escucha habitará confiadamente en

esperanza, y vivirá tranquilo, sin temor a la desgracia.

LVIII. Sed obedientes a su Nombre santísimo y glorioso, con lo que escaparéis de

las amenazas que fueron pronunciadas antiguamente por boca de la Sabiduría contra

los que desobedecen, a fin de que podáis vivir tranquilos, confiando en el santísimo

Nombre de su majestad. Atended nuestro consejo, y no tendréis ocasión de

arrepentiros de haberlo hecho. Porque tal como Dios vive, y vive el Señor Jesucristo, y

el Espíritu Santo, que son la fe y la esperanza de los elegidos, con toda seguridad el

que, con humildad de ánimo y mansedumbre haya ejecutado, sin arrepentirse de ello,

las ordenanzas y mandamientos que Dios ha dado, será puesto en la lista y tendrá su

nombre en el número de los que son salvos por medio de Jesucristo, a través del cual

es la gloria para Él para siempre jamás. Amén.

LIX. Pero si algunas personas son desobedientes a las palabras dichas por Él por

medio de nosotros, que entiendan bien que se están implicando en una transgresión y

peligro serios; mas nosotros no seremos culpables de este pecado. Y pediremos con

insistencia en oración y suplicación que el Creador del universo pueda guardar intacto

hasta el fin el número de los que han sido contados entre sus elegidos en todo el

mundo, mediante su querido Hijo Jesucristo, por medio del cual nos ha llamado de las

tinieblas a la luz, de la ignorancia al pleno conocimiento de la gloria de su Nombre.

[Concédenos, Señor,] que podamos poner nuestra esperanza en tu Nombre, que es la

causa primaria de toda la creación, y abramos los ojos de nuestros corazones para que

podamos conocerte a Ti, que eres sólo el más Alto entre los altos, el Santo entre los

santos; que abates la insolencia de los orgullosos, y desbaratas los designios de las

naciones; que enalteces al humilde, y humillas al exaltado; que haces ricos y haces

pobres; que matas y das vida; que eres sólo el benefactor de los espíritus y el Dios de

toda carne; que miras en los abismos, y escudriñas las obras del hombre; el socorro de

los que están en peligro, el Salvador de los que están en angustia; el Creador y

observador de todo espíritu; que multiplicas las naciones sobre la tierra, y has

escogido de entre todos los hombres a los que te aman por medio de Jesucristo, tu

querido Hijo, por medio del cual nos enseñaste, nos santificaste y nos honraste. Te

rogamos, Señor y Maestro, que seas nuestra ayuda y socorro. Salva entre nosotros a

aquellos que están en tribulación; ten misericordia de los abatidos; levanta a los

caídos; muéstrate a los necesitados; restaura a los apartados; convierte a los

descarriados de tu pueblo; alimenta a los hambrientos; suelta a los presos; sostén a los

débiles; confirma a los de flaco corazón. Que todos los gentiles sepan que sólo Tú eres

Dios, y Jesucristo es tu Hijo, y nosotros somos tu pueblo y ovejas de tu prado.

LX. Tú, que por medio de tu actividad hiciste manifiesta la fábrica permanente del

mundo. Tú, Señor, que creaste la tierra. Tú, que eres fiel de generación en generación,

justo en tus juicios, maravilloso en la fuerza y excelencia. Tú, que eres sabio al crear y

prudente al establecer lo que has hecho, que eres bueno en las cosas que se ven y fiel a

aquellos que confían en Ti, compasivo y clemente, perdónanos nuestras iniquidades y

nuestras injusticias y nuestras transgresiones y deficiencias. No pongas a nuestra

cuenta cada uno de los pecados de tus siervos y tus siervas, sino límpianos con tu

verdad, y guía nuestros pasos para que andemos en santidad y justicia e integridad de

corazón, y hagamos las cosas que sean buenas y agradables a tu vista y a la vista de

nuestros gobernantes. Sí, Señor, haz que tu rostro resplandezca sobre nosotros en paz

para nuestro bien, para que podamos ser resguardados por tu mano poderosa y

librados de todo pecado con tu brazo levantado. Y líbranos de los que nos aborrecen

sin motivo. Da concordia y paz a nosotros y a todos los que habitan en la tierra, como

diste a nuestros padres cuando ellos invocaron tu nombre en fe y verdad con santidad,

[para que podamos ser salvos] cuando rendimos obediencia a tu Nombre todopoderoso

y sublime y a nuestros gobernantes y superiores sobre la tierra.

LXI. Tú, Señor y Maestro, les has dado el poder de la soberanía por medio de tu

poder excelente e inexpresable, para que nosotros, conociendo la gloria y honor que

les has dado, nos sometamos a ellos, sin resistir en nada tu voluntad. Concédeles a

ellos, pues, oh Señor, salud, paz, concordia, estabilidad, para que puedan administrar

sin fallos el gobierno que Tú les has dado. Porque Tú, oh Señor celestial, rey de las

edades, das a los hijos de los hombres gloria y honor y poder sobre todas las cosas que

hay sobre la tierra. Dirige Tú, Señor, su consejo según lo que sea bueno y agradable a

tu vista, para que, administrando en paz y bondad con piedad el poder que Tú les has

dado, puedan obtener tu favor. ¡Oh Tú, que puedes hacer estas cosas, y cosas más

excelentes aún que éstas, te alabamos por medio del Sumo Sacerdote y guardián de

nuestras almas, Jesucristo, por medio del cual sea a Ti la gloria y la majestad ahora y

por los siglos de los siglos! Amén.

LXII. Os hemos escrito en abundancia, hermanos, en lo que se refiere a las cosas que

corresponden a nuestra religión y son más útiles para una vida virtuosa a los que

quieren guiar [sus pasos] en santidad y justicia. Porque en lo que se refiere a la fe y al

arrepentimiento y al amor y templanza genuinos y sobriedad y paciencia, hemos hecho

uso de todo argumento, recordándoos que tenéis que agradar al Dios todopoderoso en

justicia y verdad y longanimidad y santidad, poniendo a un lado toda malicia y

prosiguiendo la concordia en amor y paz, insistiendo en la bondad; tal como nuestros

padres, de los cuales os hemos hablado antes, le agradaron, siendo de ánimo humilde

hacia su Padre y Dios y Creador y hacia todos los hombres. Y os hemos recordado

estas cosas con mayor placer porque sabemos bien que estamos escribiendo a hombres

que son fieles y de gran estima y han escudriñado con diligencia las palabras de la

enseñanza de Dios.

LXIII. Por tanto, es bueno que prestemos atención a ejemplos tan grandes y

numerosos, y nos sometamos y ocupemos el lugar de obediencia poniéndonos del lado

de los que son dirigentes de nuestras almas, y dando fin a esta disensión insensata

podamos obtener el objetivo que se halla delante de nosotros en veracidad,

manteniéndonos a distancia de toda falta. Porque vais a proporcionarnos gran gozo y

alegría si prestáis obediencia a las cosas que os hemos escrito por medio del Espíritu

Santo, y desarraigáis la ira injusta de vuestros celos, en conformidad con nuestra

súplica que os hemos hecho de paz y armonía en esta carta. Y también os hemos

enviado a hombres fieles y prudentes que han estado en medio de nosotros, desde su

juventud a la ancianidad, de modo intachable, los cuales serán testigos entre vosotros

y nosotros. Y esto lo hemos hecho para que sepáis que nosotros hemos tenido, y aún

tenemos, el anhelo ferviente de que haya pronto la paz entre vosotros.

LXIV. Finalmente, que el Dios omnisciente, Señor de los espíritus y de toda carne,

que escogió al Señor Jesucristo, y a nosotros, por medio de Él, como un pueblo

peculiar, conceda a cada alma que se llama según su santo y excelente Nombre, fe,

temor, paz, paciencia, longanimidad, templanza, castidad y sobriedad, para que podáis

agradarle en su Nombre, por medio de nuestro Sumo Sacerdote y guardián Jesucristo,

a través del cual sea a Él la gloria y majestad, la potencia y el honor, ahora y para

siempre jamás. Amén.

LXV. Enviad de nuevo y rápidamente a nuestros mensajeros Claudio Efebo y

Valerio Bito, junto con Fortunato, en paz y gozo, con miras a que puedan informar

más rápidamente de la paz y concordia que nosotros pedimos y anhelamos

sinceramente, para que nosotros también podamos gozarnos pronto sobre vuestro buen

orden.

La gracia de nuestro Señor Jesucristo sea con vosotros y con todos los hombres, en

todos los lugares, que han sido llamados por Dios y por medio de El, a quien la gloria

y honor, poder y. grandeza y dominio eterno, a El, desde todas las edades pasadas y

para siempre jamás. Amén.

Fuente: Los Padres Apostólicos, por J. B. Lightfoot. Editorial CLIE www.clie.es

ANTIGUA HOMILÍA

(Secunda Clementis)

I. Hermanos, tendríamos que pensar en Jesucristo como Dios y como Juez de los

vivos y los muertos. Y no deberíamos pensar cosas mediocres de la salvación; porque,

cuando pensamos cosas mediocres, esperamos también recibir cosas mediocres. Y los

que escuchan como si se tratara de cosas mediocres hacen mal; y nosotros también

hacemos mal no sabiendo de dónde y por quién y para qué lugar somos llamados, y

cuántas cosas ha sufrido Jesucristo por causa nuestra. ¿Qué recompensa, pues, le

daremos?, o ¿qué fruto digno de su don hacia nosotros? ¡Y cuántas misericordias le

debemos! Porque El nos ha concedido la luz; nos ha hablado como un padre a sus

hijos; nos ha salvado cuando perecíamos. ¿Qué alabanza le rendiremos?, o ¿qué pago

de recompensa por las cosas que hemos recibido nosotros, que éramos ciegos en

nuestro entendimiento, y rendíamos culto a palos y piedras y oro y plata y bronce,

obras de los hombres; y toda nuestra vida no era otra cosa que muerte? Así pues,

cuando estábamos envueltos en la oscuridad y oprimidos por esta espesa niebla en

nuestra visión, recobramos la vista, poniendo a un lado, por su voluntad, la nube que

nos envolvía. Porque Él tuvo misericordia de nosotros, y en su compasión nos salvó,

habiéndonos visto en mucho error y perdición, cuando no teníamos esperanza de

salvación, excepto la que nos vino de Él. Porque Él nos llamó cuando aún no éramos,

y de nuestro no ser, Él quiso que fuéramos.

II. Regocíjate, oh estéril. Prorrumpe en canciones y gritos de júbilo la que nunca

estuvo de parto; porque más son los hijos de la desamparada que los de la que tenía

marido. En este: Regocíjate, oh estéril, la que no daba a luz, hablaba de nosotros;

porque nuestra Iglesia era estéril antes de que se le hubieran dado hijos. Y en lo que

dice: Prorrumpe en canciones y gritos de júbilo la que nunca estuvo de parto,

significa esto: como la mujer que está de parto, no nos cansemos de ofrecer nuestras

oraciones con simplicidad a Dios. Además, en lo que dice: Porque más son los hijos

de la desamparada que los de la que tiene marido, dijo esto porque nuestro pueblo

parecía desamparado y abandonado por Dios, en tanto que ahora, habiendo creído,

hemos pasado a ser más que los que parecían tener Dios. Y también otro texto dice:

No he venido a llamar ajustos, sino a pecadores. Significa esto: que es justo salvar a

los que perecen. Porque es verdaderamente una obra grande y maravillosa el

confirmar y corroborar no a los que están de pie, sino a los que caen. Así también

Cristo ha querido salvar a los que perecen. Y ha salvado a muchos, viniendo y

llamándonos cuando ya estábamos pereciendo.

III. Vemos, pues, que Él nos concedió una misericordia muy grande; ante todo, que

nosotros los que vivimos no sacrificamos a los dioses muertos ni les rendimos culto,

sino que por medio de Él hemos llegado a conocer al Padre de la verdad. ¿Qué otra

cosa es este conocimiento hacia Él, sino el no negar a Aquel por medio del cual le

hemos conocido? Sí, El mismo dijo: Al que me confesare, yo también le confesaré

delante del Padre. Esta es, pues, nuestra recompensa si verdaderamente confesamos a

Aquel por medio del cual hemos sido salvados. Pero, ¿cuándo le confesamos? Cuando

hacemos lo que Él dijo y no somos desobedientes a sus mandamientos, y no sólo le

honramos con nuestros labios, sino con todo nuestro corazón y con toda nuestra

mente. Ahora bien, El dice también en Isaías: Este pueblo me honra de labios, pero su

corazón está lejos de mí.

IV. Por tanto, no sólo le llamemos Señor, porque esto no nos salvará; porque Él dijo:

No todo el que me llama Señor, Señor, será salvo, sino el que obra justicia. Así pues,

hermanos, confésemosle en nuestras obras, amándonos unos a otros, no cometiendo

adulterio, no diciendo mal el uno del otro, y no teniendo celos, sino siendo templados,

misericordiosos y bondadosos. Y teniendo sentimientos amistosos los unos hacia los

otros, y no siendo codiciosos. Con estas obras le hemos de confesar, y no con otras. Y

no hemos de tener temor de los hombres, sino de Dios. Por esta causa, si hacéis estas

cosas, el Señor dice: Aunque estéis unidos a mí en mi propio seno, si no hacéis mis

mandamientos, yo os echaré y os diré: Apartaos de mí, no sé de dónde sois, obradores

de iniquidad.

V. Por tanto, hermanos, prescindamos de nuestra estancia en este mundo y hagamos

la voluntad del que nos ha llamado, y no tengamos miedo de apartarnos de este

mundo. Porque el Señor ha dicho: Seréis como corderos en medio de lobos. Pero

Pedro contestó, y le dijo: ¿Qué pasa, pues, silos lobos devoran a los corderos? Jesús

contestó a Pedro: Los corderos no tienen por qué temer a los lobos después que han

muerto; y vosotros también, no temáis a los que os matan y no pueden haceros nada

más; sino temed a Aquel que después que habéis muerto tiene poder sobre vuestra

alma y cuerpo para echarlos a la gehena de fuego. Y sabéis, hermanos, que la

estancia de esta carne en este mundo es despreciable y dura poco, pero la promesa de

Cnsto es grande y maravillosa, a saber, el reposo del reino que sera y la vida eterna.

¿Qué podemos hacer, pues, para obtenerlos, sino andar en santidad y jusficia y

considerar que estas cosas del mundo son extrañas para nosotros y no desearlas?

Porque cuando deseamos obtener estas cosas nos descarriamos del camino recto.

VI. Pero el Señor dijo: Nadie puede servir a dos señores. Si deseamos servir a la vez

a Dios y a Mammon, no sacaremos ningún beneficio: Porque ¿qué ganará un hombre

si consigue todo el mundo y pierde su alma? Ahora bien, esta época y la futura son

enemigas. La una habla de adulterio y contaminación y avaricia y engaños, en tanto

que la otra se despide de estas cosas. Por tanto, no podemos ser amigos de las dos,

sino que hemos de decir adiós a la una y tener amistad con la otra. Consideremos que

es mejor aborrecer las cosas que están aquí, porque son despreciables y duran poco y

perecen, y amar las cosas de allí, que son buenas e imperecederas. Porque si hacemos

la voluntad de Cristo hallaremos descanso; pero si no la hacemos, nada nos librará del

castigo eterno si desobedecemos sus mandamientos. Y la escritura dice también en

Ezequiel: Aunque Noé y Job y Daniel se levanten, no librarán a sus hijos de la

cautividad. Pero si ni aun hombres tan justos como éstos no pueden con sus actos de

justicia librar a sus hijos, ¿con qué confianza nosotros, si no mantenemos nuestro

bautismo puro y sin tacha, entraremos en el reino de Dios? O ¿quién será nuestro

abogado, a menos que se nos halle en posesión de obras santas y justas?

VII. Así pues, hermanos, contendamos, sabiendo que la contienda está muy cerca y

que, aunque muchos acuden a las competiciones, no todos son galardonados, sino sólo

los que se han esforzado en alto grado y luchado con valentía. Contendamos de modo

que todos recibamos el galardón. Por tanto, corramos en el curso debido la

competición incorruptible. Y acudamos a ella en tropel y esforcémonos, para que

podamos recibir también el premio. Y si no todos podemos recibir la corona, por lo

menos acerquémonos a ella tanto como podamos. Recordemos que los que pugnan en

las lides corruptibles, si se descubre que están pugnando de modo ilegítimo en ellas,

primero son azotados, y luego son eliminados y echados de la competición. ¿Qué

pensáis? ¿Qué le pasará a aquel que ha pugnado de modo corrupto en la competición

de la incorrupción? Porque, con referencia a los que no han guardado el sello, El dice:

Su gusano no morirá, y su fuego no se apagará y serán un ejemplo para toda carne.

VIII. En tanto que estamos en la tierra, pues, arrepintámonos, porque somos arcilla

en la mano del artesano. Pues de la misma manera que el alfarero, si está moldeando

una vasija y se le deforma o rompe en las manos, le da forma nuevamente, pero, una

vez la ha puesto en el horno encendido, ya no puede repararla, del mismo modo

nosotros, en tanto que estamos en este mundo, arrepintámonos de todo corazón de las

cosas malas que hemos hecho en la carne, para que podamos ser salvados por el Señor

en tanto que hay oportunidad para el arrepentimiento. Porque una vez hemos partido

de este mundo ya no podemos hacer confesión allí, ni tampoco arrepentimos. Por lo

tanto, hermanos, si hemos hecho la voluntad del Padre, y hemos mantenido pura la

carne, y hemos guardado los mandamientos del Señor, recibiremos la vida eterna.

Porque el Señor dice en el Evangelio: Si no habéis guardado lo que es pequeño,

¿quién os dará lo que es grande? Porque os digo que el que es fiel en lo poco, es fiel

también en lo mucho. De modo que lo que Él quiere decir es: Mantened la carne pura

y el sello sin mácula, para que podáis recibir la vida.

IX. Y que nadie entre vosotros diga que esta carne no va a ser juzgada ni se levanta

otra vez. Entended esto: ¿En qué fuisteis salvados? ¿En qué recobrasteis la vista si no

fue en esta carne? Por tanto hemos de guardar la carne como un templo de Dios;

porque de la misma manera que fuisteis llamados en la carne, seréis llamados también

en la carne. Si Cristo el Señor que nos salvó, siendo primero espíritu, luego se hizo

carne, y en ella nos llamó, de la misma manera también nosotros recibiremos nuestra

recompensa en esta carne. Por tanto, amémonos los unos a los otros, para que

podamos entrar en el reino de Dios. En tanto que tenemos tiempo para ser curados,

pongámonos en las manos de Dios, el médico, dándole una recompensa. ¿Qué

recompensa? Arrepentimiento procedente de un corazón sincero. Porque Él discierne

todas las cosas con antelación y sabe lo que hay en nuestro corazón. Por tanto démosle

eterna alabanza, no sólo con los labios, sino también con nuestro corazón, para que Él

pueda recibirnos como hijos. Porque el Señor también ha dicho: Estos son mis

hermanos, los que hacen la voluntad de mi Padre.

X. Por lo tanto, hermanos míos, hagamos la voluntad del Padre que nos ha llamado,

para que podamos vivir; y prosigamos la virtud, abandonando el vicio como precursor

de nuestros pecados, y apartémonos de la impiedad para que no nos sobrevengan

males. Porque si somos diligentes en hacer bien, la paz irá tras de nosotros. Porque por

esta causa le es imposible al hombre +alcanzar la felicidad+, puesto que invitan a los

temores de los hombres, prefiriendo el goce de este mundo a la promesa de la vida

venidera. Porque no saben cuán gran tormento acarrea el goce de aquí, y el deleite que

proporciona la promesa de lo venidero. Y verdaderamente, si hicieran estas cosas con

respecto a ellos mismos, aún sería tolerable; pero lo que hacen es seguir enseñando el

mal a almas inocentes, no sabiendo que tendrán una condenación doble, la suya y la de

los que los escuchan.

XI. Por tanto sirvamos a Dios con el corazón puro, y seremos justos; pero si no le

servimos, porque no creemos en la promesa de Dios, seremos unos desgraciados.

Porque la palabra de la profecía dice también: Desgraciados los indecisos, que dudan

en su corazón y dicen: Estas cosas ya las hemos oído, incluso en los días de nuestros

padres; con todo, hemos aguardado día tras día y no hemos visto ninguna. ¡Necios!,

comparaos a un árbol; pongamos una vid. Primero se desprende de las hojas, luego

sale un brote, después viene el agraz y finalmente el racimo maduro. Del mismo modo

mi pueblo tuvo turbación y aflicciones; pero después recibirá las cosas buenas. Por

tanto, hermanos míos, no seamos indecisos, sino suframos con paciencia en esperanza,

para que podamos obtener también nuestra recompensa. Porque fiel es el que prometió

pagar a cada uno la recompensa de sus obras. Si hemos obrado justicia, pues, a los

ojos de Dios, entraremos en su reino y recibiremos las promesas que ningún oído oyó,

ni ha visto ojo alguno, ni aun han entrado en el corazón del hombre.

XII. Por tanto esperemos el reino de Dios a su sazón, en amor y justicia, puesto que

no sabemos cuál es el día de la aparición de Dios. Porque el mismo Señor, cuando

cierta persona le preguntó cuándo vendría su reino, contestó: Cuando los dos sean

uno, y el de fuera como el de dentro, y el varón como la hembra, ni varón ni hembra.

Ahora bien, los dos son uno cuando decimos la verdad entre nosotros, y en dos

cuerpos habrá sólo un alma, sin disimulo. Y al decir lo exterior como lo interior quiere

decir esto: lo interior quiere decir el alma, y lo exterior significa el cuerpo. Por tanto,

de la misma manera que aparece el cuerpo, que se manifieste el alma en sus buenas

obras. Y al decir el varón con la hembra, ni varón ni hembra, significa esto: que un

hermano al ver a una hermana no debería pensar en ella como siendo una mujer, y que

una hermana al ver a un hermano no debería pensar en él como siendo un hombre. Si

hacéis estas cosas, dice Él, vendrá el reino de mi Padre.

XIII. Por tanto, hermanos, arrepintámonos inmediatamente. Seamos sobrios para lo

que es bueno; porque estamos llenos de locura y maldad. Borremos nuestros pecados

anteriores, y arrepintámonos con toda el alma y seamos salvos. Y que no seamos

hallados complaciendo a los hombres. Ni deseemos agradarnos los unos a los otros

solamente, sino también a los que están fuera, con nuestra justicia, para que el Nombre

no sea blasfemado por causa de nosotros. Porque el Señor ha dicho: Mi nombre es

blasfemado en todas formas entre todos los gentiles; y también: ¡Ay de aquel por

razón del cual mi Nombre es blasfemado! ¿En qué es blasfemado? En que vosotros no

hacéis las cosas que deseo. Porque los gentiles, cuando oyen de nuestra boca las

palabras de Dios, se maravillan de su hermosura y grandeza; pero cuando descubren

que nuestras obras no son dignas de las palabras que decimos, inmediatamente

empiezan a blasfemar, diciendo que es un cuento falaz y un engaño. Porque cuando

oyen que les decimos que Dios dice: ¿Qué clase de merecimiento es el vuestro, si

amáis a los que os aman?; pero sí es un merecimiento vuestro si amáis a vuestros

enemigos y a los que os aborrecen; cuando oyen estas cosas, digo, se maravillan de su

soberana bondad; pero cuando ven que no sólo no amamos a los que nos aborrecen,

sino que ni aun amamos a los que nos aman, se burlan de nosotros y nos desprecian, y

el Nombre es blasfemado.

XIV. Por tanto, hermanos, si hacemos la voluntad de Dios nuestro Padre, seremos de

la primera Iglesia, que es espiritual, que fue creada antes que el sol y la luna; pero si

no hacemos la voluntad del Señor, seremos como la escritura que dice: Mi casa ha

sido hecha cueva de ladrones. Por tanto, prefiramos ser de la Iglesia de la vida, para

que seamos salvados. Y no creo que ignoréis que la Iglesia viva es el cuerpo de

Cristo; porque la Escritura dice: Dios hizo al hombre, varón y hembra. El varón es

Cristo y la hembra es la Iglesia. Y los libros y los apóstoles declaran de modo

inequívoco que la Iglesia no sólo existe ahora por primera vez, sino que ha sido desde

el principio: porque era espiritual, como nuestro Jesús era también espiritual, pero fue

manifestada en los últimos días para que Él pueda salvarnos. Ahora bien, siendo la

Iglesia espiritual, fue manifestada en la carne de Cristo, con lo cual nos mostró que, si

alguno de nosotros la guarda en la carne y no la contamina, la recibirá de nuevo en el

Espíritu Santo; porque esta carne es la contrapartida y copia del espíritu. Ningún

hombre que haya contaminado la copia, pues, recibirá el original como porción suya.

Esto es, pues, lo que Él quiere decir, hermanos: Guardad la carne para que podáis

participar del espíritu. Pero si decimos que la carne es la Iglesia y el espíritu es Cristo,

entonces el que haya obrado de modo inexcusable con la carne ha obrado de modo

inexcusable con la Iglesia. Este, pues, no participará del espíritu, que es Cristo. Tan

excelente es la vida y la inmortalidad que esta carne puede recibir como su porción si

el Espíritu Santo va unido a ella. Nadie puede declarar o decir las cosas que el Señor

tiene preparadas para sus elegidos.

XV. Ahora bien, no creo que haya dado ningún consejo despreciable respecto a la

continencia, y todo el que lo ponga por obra no se arrepentirá del mismo, sino que le

salvará a él y a mí, su consejero. Porque es una gran recompensa el convenir a un alma

extraviada y a punto de perecer, para que pueda ser salvada. Porque ésta es la

recompensa que podemos dar a Dios, que nos ha creado, si el que habla y escucha, a

su vez habla y escucha con fe y amor. Por tanto permanezcamos en las cosas que

creemos, en la justicia y la santidad, para que podamos con confianza pedir a Dios que

dice: Cuando aún estás hablando, he aquí Yo estoy contigo. Porque estas palabras son

la garantía de una gran promesa: porque el Señor dice de sí mismo que está más

dispuesto a dar que el que pide a pedir. Viendo, pues, que somos participantes de una

bondad tan grande, no andemos remisos en obtener tantas cosas buenas. Porque así

como es grande el plaçer que proporcionan estas palabras a los que las ejecutan, así

será la condenación que acarrean sobre sí mismos los que han sido desobedientes.

XVI. Por tanto, hermanos, siendo así que la oportunidad que hemos tenido para el

arrepentimiento no ha sido pequeña, puesto que tenemos tiempo para ello,

volvámonos a Dios que nos ha llamado, entretanto que tenemos a Uno que nos reciba.

Porque si nos desprendemos de estos goces y vencemos nuestra alma, rehusando dar

satisfacción a sus concupiscencias, seremos partícipes de la misericordia de Jesús.

Porque sabéis que el día del juicio está acercándose, como un horno encendido, y los

poderes de los cielos se disolverán, y toda la tierra se derretirá como plomo en el

fuego, y entonces se descubrirá el secreto y las obras ocultas de los hombres. El dar

limosna es, pues, una cosa buena, como el arrepentirse del pecado. El ayuno es mejor

que la oración, pero el dar limosna mejor que estos dos. Y el amor cubrirá multitud de

pecados, pero la oración hecha en buena conciencia libra de la muerte.

Bienaventurado el hombre que tenga abundancia de ellas. Porque el dar limosna quita

la carga del pecado.

XVII. Arrepintámonos, pues, de todo corazón, para que ninguno de nosotros perezca

por el camino. Porque si hemos recibido mandamiento de que debemos también

ocuparnos de esto, apartar a los hombre de sus ídolos e instruirlos, ¡cuánto peor es que

un alma que conoce ya a Dios perezca! Por tanto, ayudémonos los unos a los otros, de

modo que podamos guiar al débil hacia arriba, como abrazando lo que es bueno, a fin

de que todos podamos ser salvados; y convirtámonos y amonestémonos unos a otros.

Y no intentemos prestar atención y creer sólo ahora, cuando nos están amonestando

los presbíteros; sino que también, cuando hayamos partido para casa, recordemos los

mandamientos del Señor y no permitamos ser arrastrados por otro camino por nuestros

deseos mundanos; asimismo, vengamos aquí con más frecuencia, y esforcémonos en

progresar en los mandamientos del Señor, para que, unánimes, podamos ser reunidos

para vida. Porque el Señor ha dicho: Vengo para congregar a todas las naciones,

tribus y lenguas. Al decir esto habla del día de su aparición, cuando vendrá a

redimirnos, a cada uno según sus obras. Y los no creyentes verán su gloria y su poder,

y se quedarán asombrados al ver el reino del mundo entregado a Jesús, y dirán: Ay de

nosotros, porque Tú eras, y nosotros no te conocimos y no creímos en Ti; y no

obedecimos a los presbíteros cuando nos hablaban de nuestra salvación. Y su gusano

no morirá, y su fuego no se apagará, y serán hechos un ejemplo para toda carne. Está

hablando del día del juicio, cuando los hombres verán a aquellos que, entre vosotros,

han vivido vidas impías y han puesto por obra falsamente los mandamientos de

Jesucristo. Pero los justos, habiendo obrado bien y sufrido tormentos y aborrecido los

placeres del alma, cuando contemplen a los que han obrado mal y negado a Jesús con

sus palabras y con sus hechos, cuando sean castigados con penosos tormentos en un

fuego inextinguible, darán gloria a Dios, diciendo: Habrá esperanza para aquel que ha

servido a Dios de todo corazón.

XVIII. Por tanto seamos hallados entre los que dan gracias, entre los que han servido

a Dios, y no entre los impíos que son juzgados. Porque yo también, siendo un pecador

extremo y aún no libre de la tentación, sino en medio de las añagazas del diablo,

procuro con diligencia seguir la justicia, para poder prevalecer consiguiendo llegar por

lo menos cerca de ella, en tanto que temo el juicio venidero.

XIX. Por tanto, hermanos y hermanas, después de haber oído al Dios de verdad, os

leo una exhortación a fin de que podáis prestar atención a las cosas que están escritas,

para que podáis salvaros a vosotros mismos y al que lee en medio de vosotros. Porque

os pido como una recompensa, que os arrepintáis de todo corazón y os procuréis la

salvación y la vida. Porque al hacer esto estableceremos un objetivo para todos los

jóvenes que desean esforzarse en la prosecución de la piedad y la bondad de Dios. Y

no nos desanimemos y aflijamos, siendo como somos necios, cuando alguien nos

aconseje que nos volvamos de la injusticia hacia la justicia. Porque a veces, cuando

obramos mal, no nos damos cuenta de ello, por causa de la indecisión e incredulidad

que hay en nuestros pechos, y nuestro entendimiento es enturbiado por nuestras vanas

concupiscencias. Por tanto pongamos en práctica la justicia, para que podamos ser

salvos hasta el fin. Bienaventurados los que obedecen estas ordenanzas. Aunque

tengan que sufrir aflicción durante un tiempo breve en el mundo, recogerán el fruto

inmortal de la resurrección. Por tanto, que no se aflija el que es piadoso si es

desgraciado en los días presentes, pues le esperan tiempos de bienaventuranza.

Volverá a vivir en el cielo con los padres y se regocijará durante toda una eternidad sin

penas.

XX. Y no permitas tampoco que esto turbe tu mente, que vemos que los impíos

poseen riquezas, y los siervos de Dios sufren estrecheces. Tengamos fe, hermanos y

hermanas. Estamos militando en las filas de un Dios vivo; y recibimos entrenamiento

en la vida presente, para que podamos ser coronados en la futura. Ningún justo ha

recogido el fruto rápidamente, sino que ha esperado que le llegue. Porque si Dios

hubiera dado la recompensa de los justos inmediatamente, entonces nuestro

entrenamiento habría sido un pago contante y sonante, no un entrenamiento en la

piedad; porque no habríamos sido justos yendo en pos de lo que es piadoso, sino de las

ganancias. Y por esta causa el juicio divino alcanza al espíritu que no es justo, y lo

llena de cadenas.

Al único Dios invisible, Padre de la verdad, que nos envió al Salvador y Príncipe de la

inmortalidad, por medio del cual Dios también nos hizo manifiesta la verdad y la vida

celestial, a Él sea la gloria por los siglos de los siglos. Amén.

Fuente: Los Padres Apostólicos, por J. B. Lightfoot. Editorial CLIE www.clie.es

EPÍSTOLA DE LA IGLESIA DE ESMIRNA

A LA DE FILOMELIO

(Martirio de Policarpo)

La Iglesia de Dios que reside en Esmirna a la Iglesia de Dios que reside en Filomelio,

y a todas las fraternidades de la santa y universal Iglesia que reside en todo lugar,

misericordia y paz y amor de Dios el Padre y nuestro Señor Jesucristo os sean

multiplicados.

I. Os escribimos, hermanos, un relato de lo que sucedió a los que sufrieron martirio, y

en especial al bienaventurado Policarpo, que puso fin a la persecución, habiendo

puesto sobre ella, por así decirlo, el sello de su martirio. Porque casi todos los sucesos

antes mencionados acaecieron para que el Señor pudiera mostrarnos una vez más un

ejemplo de martirio que es conforme al Evangelio. Porque fue demorándolo para que

pudiera ser entregado, como hizo el Señor, con miras a que nosotros también

pudiéramos ser imitadores suyos, no mirando sólo a lo que nos afecta a nosotros, sino

también a lo que afecta a nuestros prójimos. Porque incumbe al amor verdadero y

firme no sólo desear ser uno salvado, sino también que lo sean los hermanos.

II. Benditos y nobles son, pues, todos los martirios que tienen lugar según la voluntad

de Dios (porque nos corresponde ser muy escrupulosos y asignar a Dios el poder sobre

todas las cosas). Porque, ¿quién podría dejar de admirar su nobleza y resistencia

paciente y lealtad al Señor, siendo así que cuando eran desgarrados por los azotes, de

modo que el interior de su carne quedaba visible incluso hasta las venas y arterias de

dentro, lo soportaban con paciencia, de modo que los mismos que lo contemplaban

tenían compasión y lloraban; en tanto que ellos mismos alcanzaban un grado tal de

valor que ninguno de ellos lanzó un grito o un gemido, mostrándonos con ello a todos

que en aquella hora los mártires de Cristo que eran torturados estaban ausentes de la

carne, o, mejor dicho, que el Señor estaba presente y en comunión con ellos? Y

prestando atención a la gracia de Cristo, despreciaban las torturas del mundo,

comprando al coste de una hora el ser librados de un castigo eterno. Y hallaron que el

fuego de sus inhumanos verdugos era frío: porque tenían puestos los ojos en el hecho

de ser librados del fuego eterno que nunca se apaga; en tanto que los ojos de sus

corazones contemplaban las buenas cosas que están reservadas para aquellos que

soportan con paciencia cosas que no oyó ningún oído o ha visto ojo alguno, y que

nunca han entrado en el corazón del hombre, pero que les fueron mostradas a ellos

porque ya no eran hombres, sino ángeles. Y de la misma manera también los que

fueron condenados a las fieras soportaron castigos espantosos, ya que les hicieron

echar sobre conchas aguzadas y sufrir otras formas de torturas diversas, para que el

diablo pudiera conseguir que se retractaran, de ser posible, por la persistencia del

castigo; pues el diablo intentó muchas añagazas contra ellos.

III. Pero, gracias a Dios, El prevaleció contra todo. Porque el noble Germánico animó

la pusilanimidad de ellos por medio de la constancia que había en él; y luché con las

fieras en una forma destacada. Porque cuando el procónsul deseaba prevalecer sobre él

y le mandó que tuviera compasión de su juventud, él, haciendo uso de violencia,

arrastró a la fiera hacia él, deseando conseguir más rápidamente ser librado de su vida

injusta y arbitraria. De modo que después de esto la multitud, asombrada del valor de

los cristianos amados de Dios y temerosos de Dios, levantó un clamor: «Fuera los

ateos; que vayan a buscar a Policarpo.»

IV. Pero un hombre, que se llamaba Quinto, un frigio llegado recientemente de

Frigia, cuando vio las fieras se acobardó. Fue él que se había forzado a sí mismo y a

otros a presentarse por su propia y libre voluntad. De éste el procónsul, con muchos

ruegos, consiguió que hiciera el juramento y ofreciera incienso. Por esta causa, pues,

hermanos, no alabamos a los que se entregan ellos mismos, puesto que el Evangelio

no nos enseña esto.

V. Ahora bien, el glorioso Policarpo, al principio, cuando lo oyó, lejos de

desanimarse, tenía deseos de permanecer en la ciudad; pero la mayoría le persuadieron

a que se retirara. Así que se retiró a una casa de campo no lejos de la ciudad; y allí se

quedó con unos pocos compañeros, no haciendo otra cosa noche y día que orar por

todos los hombres y por las iglesias por todo el mundo; porque ésta era su costumbre

constante. Y mientras estaba orando tuvo una visión tres días antes de su captura; y

vio que su almohada estaba ardiendo. Y se volvió y dijo a los que estaban con él: «Es

menester que sea quemado vivo.»

VI. Y como los que le estaban buscando persistían, él se fue a otra casa de campo; y

al poco llegaron allí los que le buscaban, y como no le hallaron, echaron mano de dos

muchachos esclavos, uno de los cuales confesó bajo tortura; porque le era imposible

permanecer escondido cuando las mismas personas que le habían delatado eran gente

de su propia casa. Y el capitán de los gendarmes, que resulté precisamente llamarse

Herodes, tenía muchos deseos de llevarle al estadio. (Esto sucedió para que pudiera

cumplir su suerte designada, o sea, el ser hecho participante con Cristo, en tanto que

ellos —los que le traicionaban— sufrían el mismo castigo de Judas.

VII. Así que llevándose al muchacho con ellos, en viernes, hacia la hora de la cena,

los gendarmes y jinetes se dirigieron con sus armas acostumbradas, apresurándose

como contra un ladrón. Y llegando todos ellos tarde al anochecer, hallaron al hombre

echado en cama en un aposento alto de cierta cabaña; y aunque él podría haberse ido a

otro lugar, no quiso, diciendo: Sea hecha la voluntad de Dios. Así que cuando oyó que

venían, se dirigió hacia abajo y conversó con ellos, en tanto que los presentes se

maravillaban de su edad y de su constancia, preguntándose cómo podía haber tanta

ansia para aprehender a un anciano como él. Con lo cual, inmediatamente dio orden de

que se dispusiera una mesa para ellos, para que comieran y bebieran en aquella hora

tanto como desearan. Y les persuadió a concederle una hora para que pudiera orar sin

ser molestado; y cuando ellos consintieron, él se levantó y oró, estando tan lleno de la

gracia de Dios, que durante dos horas no pudo callar, y todos los que le oían estaban

asombrados, y muchos se arrepentían de haber acudido contra un anciano tan

venerable.

VIII. Pero cuando finalmente puso fin a su oración, después de recordar a todos los

que en. un momento u otro habían estado en contacto con él, pequeños y grandes, altos

y bajos, y a toda la Iglesia universal por todo el mundo, llegó la hora de partir, y le

sentaron sobre un asno y le llevaron a la ciudad, y era un gran sábado. Y fue recibido

por Herodes, el capitán de la policía y por su padre Nicetes, los cuales le hicieron bajar

de su montura y subir a su carruaje, y procuraron convencerle, sentándose ellos a su

lado y diciéndole: «~,Qué mal hay en decir César es Señor, y en ofrecerle incienso»,

añadiendo a esto «y con ello salvarte?» Pero él al principio no les dio respuesta. Sin

embargo, cuando ellos persistieron, les dijo: «No voy a hacer lo que me aconsejáis.»

Entonces ellos, viendo que no podían persuadirle, hicieron uso de amenazas y le

hicieron bajar rápidamente, de modo que se hirió en la espinilla cuando bajaba del

carruaje. Y sin volverse tan sólo, siguió su camino al punto y rápidamente, como si

nada le hubiera sucedido, y fue llevado al estadio; y había en el estadio un tumulto tal

que no era posible oír la voz de ninguno al hablar.

IX. Pero cuando Policarpo entró en el estadio le llegó una voz del cielo: «Mantente

firme, Policarpo, y sé un hombre.» Y nadie vio al que hablaba, pero los que son de los

nuestros que estaban presentes oyeron la voz. Y al final, cuando fue traído, hubo un

gran tumulto, porque oyeron que habían capturado a Policarpo. Así pues, cuando lo

presentaron delante del procónsul, éste inquirió si él era el hombre. Y al confesar que

lo era, intentó persuadirle a que se retractara, diciendo: «Ten respeto a tu edad», y

otras cosas apropiadas, como acostumbran decir: «Jura por el genio de César; y

retráctate y di: Fuera los ateos.» Entonces Policarpo, con mirada solemne, contemplé

toda la multitud de paganos impíos que había en el estadio, y les hizo señas con la

mano; y gimiendo y mirando al cielo, dijo: «Fuera los ateos.» Pero cuando el

magistrado insistió y le dijo: «Jura, y te soltaré; insulta a Cristo», Policarpo dijo:

«Durante ochenta y seis años he sido su siervo, y no me ha hecho mal alguno. ¿Cómo

puedo ahora blasfemar de mi Rey que me ha salvado?»

X. Pero cuando el procónsul persistió diciendo: «Jura por el genio del César», él

contestó: «Si supones, en vano, que voy a jurar por el genio del César, como dices, y

haces ver que no sabes quién soy, te lo diré claramente: soy cristiano. Pero si quieres

aprender la doctrina del Cristianismo, señala un día y escúchame.» El procónsul dijo:

«Convence al pueblo.» Pero Policarpo contestó: «En cuanto a ti, he considerado que

eres digno de hablarte; porque se nos ha enseñado a rendir honor como es debido a los

príncipes y autoridades designadas por Dios, salvo que no sea en nuestro perjuicio;

pero en cuanto a éstos, no los considero dignos de que tenga que defenderme delante

de ellos.»

XI. Ante lo cual el procónsul dijo: «Tengo fieras aquí y te echaré a ellas como no te

retractes.» Pero él dijo: «Que las traigan; porque el arrepentirse de lo mejor a lo peor

es un cambio que no nos es permitido; pero es noble el cambiar de lo perverso a lo

justo.» Entonces le dijo: «Haré que ardas con fuego si desprecias las fieras, como no te

arrepientas.» Pero Policarpo dijo: «Tú me amenazas con fuego que arde un rato y

después se apaga; pero no sabes nada del fuego del juicio futuro y del castigo eterno,

que está reservado a los impíos. ¿Por qué te demoras? Haz lo que quieras.»

XII. Diciendo estas y otras cosas, iba llenándose de valor y gozo, y su rostro se

henchía de gracia, de modo que no sólo no se desmayó ante las cosas que le decían,

sino que, al contrario, el procónsul estaba asombrado y envió a su propio heraldo a

proclamar tres veces en medio del estadio: «Policarpo ha confesado que es un

cristiano.» cuando el heraldo hubo proclamado esto, toda la multitud, tanto de gentiles

como de judíos que vivían en Esmirna, clamó con ira incontenible y grandes gritos:

«Éste es el maestro de Asia, el padre de los cristianos, el que derriba nuestros dioses y

enseña a muchos a no sacrificar ni adorar.» Diciendo estas cosas, a grandes gritos

pidieron al asiarca Felipe que soltara un león a Policarpo. Pero él dijo que no podía

hacerlo legalmente, puesto que ya había dado por terminados los juegos. Entonces

ellos decidieron gritar unánimes que Policarpo debía ser quemado vivo. Porque era

menester que se cumpliera la visión que se le había mostrado con respecto a su

almohada, cuando la vio ardiendo mientras oraba, y volviéndose dijo a los fieles que

estaban con él: «Es menester que sea quemado vivo.»

XIII. Estas cosas sucedieron rápidamente, más aprisa de lo que pueden contar las

palabras, y la multitud empezó a recoger en obradores y baños leña y haces, y los

judíos en especial ayudaron, según acostumbran. Pero cuando estuvo listo el montón

de leíia, él mismo se quitó las prendas externas y se soltó la faja, esforzándose también

en quitarse los zapatos, aunque no tenía la costumbre de hacerlo antes, porque todos

los fieles en todo momento se esforzaban por quién tocaría antes su carne. Porque

había sido tratado con todo honor toda su vida, incluso antes de que le salieran canas.

Al punto, los instrumentos que estaban preparados para la hoguera fueron colocados a

su alrededor; y como iban también a clavarle a la estaca, él dijo: «Dejadme como

estoy; puesto que El me ha concedido que pueda resistir el fuego, también me

concederá que pueda permanecer inmóvil en la hoguera, sin tener que ser sujetado por

los clavos.»

XIV. Y ellos no le clavaron, pero le amarraron. Entonces él, colocando las manos

detrás y amarrado a la estaca como un noble cordero del gran rebaño para ser como

una ofrenda, un holocausto preparado y aceptable a Dios, mirando al cielo dijo: «Oh

Señor Dios Todopoderoso, Padre de tu amado y bendito Hijo Jesucristo, por medio del

cual hemos recibido conocimiento de Ti, el Dios de ángeles y poderes, y de toda

creación y de toda la raza de los justos, que viven en tu presencia; te bendigo porque

me has concedido este día y hora para que pueda recibir una porción entre el número

de los mártires en la copa de [tu] Cristo en la resurrección de vida eterna, tanto del

alma como del cuerpo, en la incorruptibilidad del Espíritu Santo. Que pueda ser

recibido con ellos en tu presencia este día, como un sacrificio rico y aceptable, que Tú

has preparado y revelado de antemano, y has realizado, Tú que eres el Dios fiel y

verdadero. Por esta causa, sí, y por todas las cosas, te alabo, y bendigo, y glorifico, por

medio del Sumo Sacerdote eterno y celestial, Jesucristo, tu Hijo amado, por medio del

cual, con El y el Espíritu Santo, sea gloria ahora y [siempre] y por todos los siglos.

Amén.»

XV. Cuando hubo ofrecido el Amén y terminado su oración, el verdugo encendió el

fuego. Y cuando surgió la llama poderosa, todos los que pudimos verlo,

contemplamos un portento, sí, y fuimos preservados para que pudiéramos referir al

resto lo que había sucedido. El fuego, formando la apariencia de una bóveda, como la

vela de un navío llenada por el viento, formé una pared alrededor del cuerpo del

mártir; y estaba allí en medio, no como carne quemándose, sino como [un pan en el

horno o como] oro y plata refinados en un horno. Porque percibimos un olor fragante,

como si desprendiera olor de incienso o de algún bálsamo precioso.

XVI. Así que, finalmente, los impíos, viendo que su cuerpo no podía ser consumido

por el fuego, ordenaron al verdugo que fuera y le apuñalara con una daga. Y cuando lo

hubo hecho, salió [una paloma y] una cantidad de sangre tal que extinguió el fuego; y

toda la multitud se maravillé de que hubiera una diferencia tan grande entre los

incrédulos y los elegidos. En el número de éstos estaba este hombre, el glorioso mártir

Policarpo, que fue un maestro apostólico y profético en nuestros propios días, un

obispo de la santa Iglesia que está en Esmirna. Porque cada palabra que pronunció su

boca se cumplió o bien se cumplirá.

XVII. Pero el Maligno, celoso y envidioso, el adversario de la familia de los justos,

habiendo visto la grandeza de su martirio y lo intachable de su vida desde el principio,

y cómo fue coronado con la corona de la inmortalidad, y hubo ganado un premio que

nadie puede desmentir, se las arregló para que ni aun su pobre cuerpo fuera sacado y

llevado por nosotros, aunque muchos deseaban hacerlo y tocar su carne santa. Así que

hizo salir a Nicetes, el padre de Herodes y hermano de Alce, para rogar al magistrado

que no entregara su cuerpo, según se dijo: «para que no abandonen al crucificado y

empiecen a adorar a este hombre»; lo cual fue hecho por instigación y ruego

apremiante de los judíos, que también vigilaban cuando iban a sacarle del fuego, no

sabiendo que será imposible que nosotros abandonemos en este tiempo al Cristo que

sufrió por la salvación de todo el mundo de los que son salvos —sufriendo por los

pecadores siendo El inocente—, ni adorar a otro. Porque a Él, siendo el Hijo de Dios,

le adoramos, pero a los mártires, como discípulos e imitadores del Señor, los

respetamos y queremos como merecen, por su afecto incomparable hacia su propio

Rey y Maestro. Que nuestra suerte sea también ser hallados copartícipes y

condiscípulos de ellos.

XVIII. El centurión, pues, viendo la oposición levantada por parte de los judíos, le

puso en medio y lo quemó según su costumbre. Y así nosotros, después, recogimos

sus huesos, que son mucho más valiosos que piedras preciosas y que oro refinado, y

los pusimos en un lugar apropiado; donde el Señor nos permitirá congregarnos, según

podamos, en gozo y alegría, y celebrar el aniversario de su martirio para la

conmemoración de todos los que ya han luchado en la contienda y para la enseñanza y

preparación de los que han de hacerlo más adelante.

XIX. Así ha sucedido que el bienaventurado Policarpo, habiendo recibido el martirio

en Esmirna con los de Filadelfia —doce en conjunto—, es recordado de modo especial

más que los otros por todos, de manera que se habla de él incluso entre los paganos en

todas partes; porque mostró no sólo que era un maestro notable, sino también un

mártir distinguido, cuyo martirio todos desean imitar, viendo que fue según el modelo

del Evangelio de Cristo. Habiendo vencido con su sufrimiento al gobernante injusto en

el conflicto y recibido la corona de la inmortalidad, se regocija en la compañía de los

apóstoles y de los justos, y glorifica al Dios y Padre Todopoderoso, y bendice a

nuestro Señor Jesucristo, el salvador de nuestras almas y piloto de nuestros cuerpos y

pastor de la Iglesia universal que se halla por todo el mundo.

XX. En verdad pedisteis que se os mostraran en gran detalle todas las cosas que han

sucedido; pero nosotros, hasta aquí, os hemos mostrado cómo fue en un sumario por

medio de nuestro hermano Marciano. Cuando os hayáis enterado de estas cosas,

enviad la carta también a otros hermanos que están más lejos, para que ellos también

puedan glorificar al Señor, que elige entre sus propios siervos. Ahora, al que es

poderoso para traernos a todos por su gracia y bondad a su reino eterno, por medio de

su Hijo unigénito Jesucristo, sea gloria, honor, poder y grandeza para siempre.

Saludad a todos los santos. Los que están con nosotros os saludan, y Evaresto, que

escribió esta carta, con toda su casa.

XXI. El bienaventurado Policarpo sufrió el martirio el segundo día de la primera

parte del mes Xanticus, el séptimo día antes de las calendas de marzo, en un gran

sábado, a la hora octava. Fue capturado por Herodes, cuando Felipe de Tralles era

sumo sacerdote, en el proconsulado de Statius Quadratus, pero en el reino del Rey

eterno Jesucristo. Al cual sea la gloria, honor, grandeza y trono eterno, de generación

en generación. Amén.

XXII. (1) Que Dios os sea propicio, hermanos, en tanto que andáis en la palabra de

Jesucristo que es según el Evangelio; con quien sea la gloria de Dios para salvación de

sus santos elegidos; así como el bienaventurado Policarpo sufrió el martirio, en cuyas

pisadas sea nuestra suene para ser hallados en el reino de Jesucristo.

(2) Este relato Gayo lo copió de los papeles de Ireneo, un discípulo de Policarpo. Este

mismo vivió también con Ireneo.

(3) Y yo Sócrates los escribí en Corinto de la copia de Gayo. La gracia sea con todos

los hombres.

(4) Y yo Pionio lo escribí de nuevo de la copia antes mencionada, habiéndola buscado

(según el bienaventurado Policarpo me mostró en una revelación, como declararé en la

secuela), recogiéndola y juntándola cuando ya estaba casi desgastada por la edad, para

que el Señor Jesucristo pueda recogerme también a mí con sus elegidos en su reino

celestial; al cual sea la gloria con el Padre y el Espíritu Santo, por los siglos de los

siglos. Amén.

Los tres párrafos precedentes según se hallan en el manuscrito de Moscú

(2) Este relato lo copió Gayo de los papeles de Ireneo. Este vivió con Ireneo, que

había sido un discípulo del santo Policarpo. Porque este Ireneo, estando en Roma al

tiempo del martirio del obispo Policarpo, instruyó a muchos; y hay en circulación

muchos tratados ortodoxos y muy excelentes que son suyos. En éstos hace mención de

Policarpo, diciendo que le había enseñado a él. Y fue capaz de refutar toda herejía y

entregar la regla católica de la Iglesia tal como la había recibido del santo. Menciona

este hecho también: que cuando Marción, según el cual son llamados los marcionitas,

se encontró con el santo Policarpo en una ocasión, y dijo: «Te reconozco, Policarpo»,

él respondió a Marción: «Ciertamente, te reconozco como el primogénito de Satanás.»

La afirmación siguiente se hace también en los escritos de Ireneo: que en el mismo día

y hora en que Policarpo era martirizado en Esmirna, Ireneo, estando en la ciudad de

Roma, oyó una voz como de una trompeta que decía: «Policarpo está sufriendo el

martirio.»

(3) De estos papeles de Ireneo, pues, como ya se ha afirmado, Gayo hizo una copia, y

de la copia de Gayo, Isócrates hizo otra en Corinto.

(4) Y yo Pionio de nuevo escribo la copia de Isócrates, habiéndola buscado en

obediencia a una revelación del santo Policarpo, juntándola, cuando ya estaba casi

desgastada por los años, para que el Señor Jesucristo pueda recogerme también a mí

con sus elegidos en su reino celestial; a quien sea la gloria con el Padre y el Hijo y el

Espíritu Santo para siempre jamás. Amén.

Fuente: Los Padres Apostólicos, por J. B. Lightfoot. Editorial CLIE www.clie.es

DEMOSTRACIÓN DE LA PREDICACIÓN

APOSTÓLICA

(Epideixis)

Irineo de Lión

PRÓLOGO (cc. 1-3)

Irineo escribe a su amigo Marciano y le promete un compendio de la fe cristiana

1. Conozco, querido Marciano, tu empeño en seguir la senda de la piedad el único

camino que lleva al hombre a la vida eterna; me alegro por ello y pido por ti para que,

conservando pura la fe, resultes grato a Dios, tu Creador. ¡Ojalá pudiésemos estar

siempre juntos para ayudarnos mutuamente y aligerar las preocupaciones de la vida

terrena mediante el intercambio continuo de cuestiones provechosas! Dado que en la

actualidad estamos físicamente separados uno del otro, he decidido, dentro de mis

posibilidades, conversar contigo por escrito y exponerte brevemente la predicación de

la verdad para fortalecer tu fe. Lo que te envío es una especie de promemoria sobre los

puntos fundamentales, de tal modo que en pocas páginas puedas encontrar abundante

material teniendo reunidas concisamente las líneas fundamentales del cuerpo de la

verad y con este compendio tengas a mano las pruebas de las realidades divinas.

Pienso que te será útil no sólo para tu salvación sino también para confutar a los que

defienden falsas opiniones y, a quien lo quiera conocer, le podrás exponer con

seguridad nuestra enseñanza en su integridad y pureza. En realidad, para aquéllos que

ven no hay más que un camino ascendente, iluminado por la luz celeste; pero para

aquéllos que no ven, los caminos son muchos, sin iluminación y descendentes. El

primero conduce al reino de los cielos y une al hombre con Dios; los otros llevan a la

muerte y alejan de Dios. Por lo tanto, para ti y para los que desean ardientemente su

salvación, es necesario que caminen en la fe, sin desviarse, con coraje y

determinación, para evitar que, por falta de tenacidad y perseverancia, se entreguen a

los placeres materiales o que, errando el camino, se alejen de la recta dirección.

El conocimiento de la verdad y las buenas obras

2. Y como el hombre es un ser viviente compuesto de alma y cuerpo, así es necesario

y conveniente que exista en virtud de tales dos elementos; y puesto que del uno y del

otro, de los dos, emanan las caídas, la pureza del cuerpo está en abstenerse y rehuir

toda cosa inverecunda y toda acción injusta, y la pureza del alma está en conservar

intacta la fe en Dios, sin agregar ni quitar nada de ella. Porque la piedad se empaña y

pierde su candor cuando se contamina con la impureza del cuerpo; se rompe, se

mancha y se desintegra cuando el error entra en el alma; se mantendrá en su belleza y

en su justa proporción cuando la verdad habita constantemente en el alma y la santidad

en el cuerpo. Pero ¿para qué sirve conocer la verdad de palabra si se profana el cuerpo

y se realizan acciones degradantes? ¿De qué sirve la santidad del cuerpo si la verdad

no anida en el alma? Ambos, pues, se alegran de estar juntos, están aliados y luchan

mano a mano para llevar al hombre a la presencia de Dios. Por esto dice el Espíritu

Santo por medio de David: Dichoso el hombre que no ha caminado en el consejo de

los impíos (Sal 1,1), es decir, en el consejo de los pueblos que no conocen a Dios; de

hecho, impíos son aquellos que no veneran a Aquél que es, por naturaleza, Dios. De

ahí que el Verbo dice a Moisés: Yo soy el que soy (Ex 3,14). De esta forma los que no

veneran a Aquél que verdaderamente es, son impíos. El que no se ha parado en el

camino de los pecadores (Sal 1,1). Y son pecadores los que poseen el conocimiento

de Dios y no guardan sus mandamientos, es decir, los que le desprecian. Que tampoco

se sienta en la cátedra de los cínicos (Sal 1,1). Cínicos son los que con doctrinas

falsas y perversas no sólo se corrompen a sí mismos sino también a los demás. La

cátedra de hecho es el símbolo de la escuela. Así son los herejes: se sientan en la

cátedra de los cínicos y corrompen a los que toman el veneno de sus doctrinas.

La Regla de la fe: fundamento de la verdad y de la salvación

3. Así pues, por temor a cosa semejante, nosotros debemos mantener inalterada la

Regla de la fe, y cumplir los mandamientos de Dios creyendo en Él, temiéndole como

a Señor y amándole como a Padre. Por lo tanto, un comportamiento de este estilo es

una conquista de la fe, pues, como dice Isaías: Si no creéis no comprenderéis (Is 7,9);

la fe nos es concedida por la verdad, pues la fe se fundamenta en la verdad. De hecho

nosotros creemos lo que realmente es y como es; y creyendo lo que realmente es y

como siempre es, mantendremos firme nuestra adhesión. Ahora bien, puesto que la fe

sostiene nuestra salvación, es necesario prestarle mucha atención para lograr una

auténtica inteligencia de la realidad. La fe es la que nos procura todo eso como nos

han transmitido los presbíteros, discípulos de los apóstoles. En primer lugar la fe nos

invita insistentemente a rememorar que hemos recibido el bautismo para el perdón de

los pecados en el nombre de Dios Padre y en el nombre de Jesucristo, Hijo de Dios

encarnado, muerto y resucitado, y en el Espíritu Santo de Dios; que el bautismo es el

sello de la vida eterna, el nuevo nacimiento de Dios, de tal modo que no seamos ya

más hijos de los hombres mortales, sino de Dios eterno e indefectible; que el Eterno e

Indefectible es Dios, por encima de todas las creaturas, y que cada cosa, sea de la

especie que sea, está sometida a Él, y cuanto a Él fue sometido fue por Él creado.

Dios, por lo tanto, no ejerce su poder y soberanía sobre lo que pertenece a otros, sino

sobre lo que le es propio. Y todo es de Dios. En efecto, Dios es omnipotente y todo

proviene de Él.

LA CATEQUESIS APOSTÓLICA (cc. 4-41)

Dios creador de todas las cosas

4. Porque es necesario que las cosas creadas tengan por principio alguna causa grande,

y el principio de todo es Dios; Él no tiene origen en otro, antes por el contrario, todo

fue creado por Él. Es, pues, necesario creer primeramente que hay un Dios, el Padre,

el cual lo creó y organizó el conjunto de los seres e hizo existir lo único que no existía,

y conteniendo el conjunto de los seres es el único incontenible. Ahora bien, en tal

conjunto se halla igualmente este mundo nuestro, y en el mundo, el hombre. También,

pues, este mundo fue creado por Dios.

Dios crea por medio del Verbo y del Espíritu

5. He aquí la demostración [de esta doctrina]: que hay un solo Dios, Padre, increado,

invisible, creador del universo; ni por encima de Él ni después de Él existe otro Dios;

que Dios es racional y por esto todos los seres fueron creados por medio del Verbo; y

Dios es Espíritu, y con el Espíritu lo dispuso todo, según dice el profeta: Por la

palabra del Señor fueron establecidos los cielos, y por obra de su Espíritu todas sus

potencias (Sal 32,6). Ahora bien, ya que el Verbo establece, es decir, crea y otorga la

consistencia a cuanto es, allí donde el Espíritu pone en orden y en forma la múltiple

variedad de las potencias, justa y convenientemente el Verbo es denominado Hijo, y el

Espíritu, Sabiduría de Dios. A este propósito el apóstol Pablo dice: Un solo Dios

Padre, que está por encima de todo, con todo y en todos nosotros (Ef 4,6). Porque

sobre todas las cosas está el Padre, pero con todo está el Verbo, puesto que por su

medio el Padre ha creado el universo; y en todos nosotros está el espíritu que grita

«Abbá» (Padre) y ha plasmado el hombre a semejanza de Dios. Así pues, el Espíritu

muestra al Verbo; a su vez los profetas anunciaron al Hijo de Dios; mas el Verbo lleva

consigo el Espíritu, y así es Él mismo quien comunica a los profetas el mensaje y

eleva al hombre hasta el Padre.

Los tres artículos de la Fe: Padre, Hijo y Espíritu Santo

6. He aquí la Regla de nuestra fe, el fundamento del edificio y la base de nuestra

conducta: Dios Padre, increado, ilimitado, invisible, único Dios, creador del universo.

Éste es el primer y principal artículo. El segundo es: el Verbo de Dios, Hijo de Dios,

Jesucristo nuestro Señor, que se ha aparecido a los profetas según el designio de su

profecía y según la economía dispuesta por el Padre; por medio de Él ha sido creado el

universo. Además al fin de los tiempos para recapitular todas las cosas se hizo hombre

entre los hombres, visible y tangible, para destruir la muerte, para manifestar la vida y

restablecer la comunión entre Dios y el hombre. Y como tercer artículo: el Espíritu

Santo por cuyo poder los profetas han profetizado y los padres han sido instruidos en

lo que concierne a Dios, y los justos han sido guiados por el camino de la justicia, y

que al fin de los tiempos ha sido difundido de un modo nuevo sobre la humanidad, por

toda la tierra, renovando al hombre para Dios.

El bautizmo nuevo nacimiento en Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo

7. Por eso el bautismo, nuestro nuevo nacimiento, tiene lugar por estos tres artículos,

y nos concede renacer a Dios Padre por medio de su Hijo en el Espíritu Santo. Porque

los portadores del Espíritu de Dios son conducidos al Verbo, esto es, al Hijo, que es

quien los acoge y los presenta al Padre, y el Padre les regala la incorruptibilidad. Sin el

Espíritu Santo es pues imposible ver el Verbo de Dios y sin el Hijo nadie puede

acercarse al Padre, porque el Hijo es el conocimiento del padre y el conocimiento del

Hijo se obtiene por medio del Espíritu Santo. Pero el Hijo, según la bondad del Padre,

dispensa como ministro al Espíritu Santo a quien quiere y como el padre quiere.

Dios Padre bondadoso y justo

8. Y si el padre es denominado por el Espíritu Santo, Altísimo, Omnipotente y Señor

de las potencias, es para que lleguemos a conocer a Dios, es decir, el creador del cielo

y de la tierra y de todo el universo, creador de los ángeles y de los hombres y Señor de

todos, por medio del cual todo existe y permanece en vida, misericordioso, compasivo,

tiernísimo, bueno, justo, Dios de todos, de los Judíos, de los Gentiles y de los

creyentes; pero de los creyentes es Dios Padre, pues al fin de los tiempos abrió Él el

testamento de la adopción filial; sin embargo para los Judíos es Señor y legislador

porque cuando aquellos hombres, en los tiempos medios, olvidaron a Dios alejándose

y rebelándose contra Él, los recondujo a la obediencia mediante la ley para que

cayeran en la cuenta que tenían un Señor que es autor, creador y que da el soplo de

vida, al cual debemos prestar culto día y noche; y para los Gentiles es creador,

demiurgo y omnipotente. Para todos, sin excepción, es dador de alimento y manjar,

rey y juez, porque nadie escapará a su juicio, ni judío, ni gentil ni ningún creyente que

haya pecado y ni siquiera un ángel. Aquellos que en el presente se nieguen a creer en

su bondad, experimentarán en el juicio su poder, como dice el santo Apóstol: No

reconociendo que la bondad de Dios te está empujando a la enmienda, antes por el

contrario, con la dureza y la impenitencia de tu corazón te estás almacenando la ira

para el día de la ira cuando se revelará el justo juicio de DIos que pagará a cada uno

según sus obras (Rm 2,4-6). Éste es Aquel que en la Ley es llamado el Dios de

Abrahán, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob, Dios de vivos (Ex 3,6). De este Dios es

indescriptible su trascendencia y magnitud.

Los siete cielos, los dones del Espíritu y el culto angélico

9. Este mundo hállase rodeado de siete cielos, en los cuales habitan innumerables

potencias, ángeles y arcángeles, que aseguran un culto a Dios todopoderoso y creador

del universo. No porque tenga necesidad de ellos, sino para que no estén al menos sin

hacer nada e inútiles y malditos. Por eso es múltiple la presencia interior del Espíritu

de Dios, y el profeta Isaías la enumera en siete formas de ministerio, que han

descansado en el Hijo de Dios, a saber, el Verbo en su venida humana. En efecto, dice:

Sobre él se posará el Espíritu de Dios, Espíritu de sabiduría e inteligencia, Espíritu de

consejo y de fortaleza, [Espíritu de Ciencia] y de piedad; le conquistará el Espíritu

del temor de Dios (Is 11,2-3). El primer cielo, pues, a partir de lo alto, que contiene a

los restantes, es la sabiduría; el segundo es la inteligencia; el tercero es el consejo; el

cuarto, en línea descendente, es la fortaleza; el quinto es la ciencia; el sexto es la

piedad; el séptimo, que corresponde a nuestro firmamento, está repleto del temor de

este Espíritu que ilumina a los cielos. De ahí tomó Moisés el modelo del candelabro de

los siete brazos que arde ininterrumpidamente en el Santuario. De hecho organizó el

culto según este esquema celeste con lo que le había significado el Verbo: Te

ajustarás al modelo que te fue mostrado en la montaña (Ex 25,40).

La glorificación del padre por el Hijo y por el Espíritu Santo

10. Aqueste Dios, es decir el Padre, viene pues glorificado por su Verbo, que es su

Hijo para siempre, y por el Espíritu Santo, que es la Sabiduría del Padre de todos. Y

sus potencias, la del Logos y de la sabiduría, llamadas también Querubines y

Serafines, glorifican a Dios con voz incesante; y cualquier otra creatura que con ellas

está en los cielos da gloria a Dios, Padre de todos. Él con la palabra confirió la

existencia al universo entero; y en este universo hay también ángeles; y a este universo

entero le dio leyes, ordenando que cada cual esté y permanezca en lo suyo, sin salirse

de los límites decretados por Dios, cumpliendo cada uno el trabajo que le asignaron.

Dios plasma al hombre con sus manos

11. Al hombre empero lo plasmó Dios con sus propias manos, tomando el polvo más

puro y más fino de la tierra y mezclándolo en medida justa con su virtud. Dio a aquel

plama su propia fisonomía, de modo que el hombre, aun en lo visible, fuera imagen de

Dios. Porque el hombre fue puesto en la tierra plasmado a imagen de Dios. Y a fin de

que pudiera vivir, sopló Dios en su rostro un hálito vital, de manera que tanto en el

soplo como en la carne plasmada el hombre fuera semejante a Dios. Fue creado por

Dios libre y señor de sí, destinado para ser rey de todos los seres del cosmos. Este

mundo creado, preparado por Dios antes de plasmar al hombre, fue entregado al

hombre como territorio propio con todos los bienes que contenía. En este lugar

trabajaban, cada uno según sus propias funciones, los siervos de aquel Dios que había

creado todoas las cosas; y allí mandaba el regidor y cabeza que había sido constituido

jefe de sus consiervos; y los siervos eran ángeles y el regidor y cabeza era un arcángel.

El paraíso lugar de delicias

12. Habiendo, pues, constituído al hombre dueño de la tierra y de toda cosa que hay

sobre ella, secretamente le constituyó también dueño de aquellos que en ella tienen

oficio de siervos. Sin embargo, éstos, es decir los ángeles, se hallaban en la plenitud

de su posiblidad, mientras que el dueño, esto es, el hombre, era aún pequeño, como

niño, y debía crecer para llegar a la madurez. Y a fin que se alimentara y desarrollara

con gozo y alegría, fuele preparado un sitio mejor que este mundo, superior a él por el

aire, la belleza, la luz, el alimento, las plantas, los frutos, las aguas y todas las demás

cosas necesarias para la vida. Y este lugar tiene por nombre Jardín. El Jardín era tan

bello y agradable que el Verbo de Dios se personaba con frecuencia en él; se paseaba

y entretenía con el hombre prefigurando lo que había de suceder en el futuro, es decir,

que el Verbo de Dios se haría conciudadano del hombre y conversaría y habitaría con

todos los hombres enseñándoles la justicia. Pero el hombre era todavía niño y no tenía

aún pleno uso de razón, de ahí que le fuera fácil al seductor engañarle.

La creación de Eva

13. Entonces Dios hizo comparecer ante la presencia de Adán, que estaba paseando

por el Jardín, a todos los animales y le dió orden de imponerles nombres a cada uno, y

el nombre con que denominó Adán a un ser viviente, tal fue su nombre. Decidió,

asimismo, crear una ayuda al hombre, diciendo: No es bueno que el hombre esté solo,

voy a hacerle el auxiliar que le corresponde (Gn 2,18). Entre todos los vivientes no

fue hallada una ayuda igual, parangonable y similar a Adán. Dios mismo inspiró,

entonces, un éxtasis a Adán y le adormeció. Como el sueño no existía en el Jardín, fue

inspirado sobre Adán por voluntad de Dios, para realizar una obra a partir de otra

obra. Tomó, entonces, una costilla de Adán, llenó de carne el vacío creado, y con la

costilla extraída hizo a la mujer y así la presentó a Adán. Éste, en viéndola, exlamó:

¡Ésta si que es hueso de mis huesos y carne de mi carne. Su nombre será hembra,

porque la han sacado de su hombre! (Gn 2,23).

Adán y Eva en perfecta armonía

14. Y Adán y Eva, pues así se llamaba la mujer, estaban desnudos y no sentían

vergüenza, porque su mentalidad era inocente e infantil y no brotaban en ellos

imaginaciones y pensamientos como los que engendran en el alma la concupiscencia y

la pasión atizados por el mal. De hecho vivían en estado de integridad, conservando su

propia naturaleza, porque lo inspirado en el plasma era un soplo de vida. Ahora bien,

mientras dura y persevera aquel soplo, en su orden y con su vigor, no es posible

entender y concebir cosas abyectas. Por eso no sentían vergüenza al besarse y

abrazarse con la inocencia más infantil.

El mandamiento de Dios

15. Pero para que el hombre no tuviese pensamientos de soberbia y se enorgulleciese,

como si no tuviera amo, por razón de la autoridad que le había sido conferida y de la

libertad de acceso a Dios para que no faltase, y, por complacencia en sí, concibiese

pensamientos de orgullo contra Dios, le fue dada por Dios una ley, a fin de que

reconociera que tenía por Señor al Señor de todo. Y le impuso Dios algunas reglas, de

suerte que, si observaba el mandamiento de Dios, permanecería siempre tal como era,

esto es, inmortal. Pero, si no la observaba, se haría mortal, destinado a disolverse en la

tierra de donde había sido tomado su plasma. Y éste era el mandamiento: De todo

árbol que está en el interior del Jardín, come y aliméntate. Mas del árbol de donde

procede la ciencia del bien y del mal, de ése sólo no comerás, pues el día que comáis

de él moriréis de muerte (Gn 2,16-17).

Satán provoca el pecado, la ruina del hombre

16. El hombre no cumplió el mandato sino que desobedeció a Dios. El ángel lo sedujo,

celoso y envidioso del hombre por los numerosos dones con que Dios le había

colmado. Y al persuadirle la desobediencia al mandato divino, provocó su propia ruina

al mismo tiempo que hacía al hombre pecador. El ángel, convertido así en jefe y guía

del pecado, fue castigado por haber ofendido a Dios, y consiguió al mismo tiempo que

el hombre fuera expulsado del Jardín. Y porque con su intento se rebeló y apostató de

Dios, fue llamado en hebreo Satán, es decir, apóstata, aunque también le dicen diablo.

Dios maldijo además a la serpiente, que había sido disfraz del diablo; maldición que

alcanzó al animal msimo y al ángel escondido en él, Satán. Y al hombre le expulsó de

su presencia, le transfirió y le hizo habitar entonces en el camino que conduce al

Jardín, ya que el Jardín no admite al pecador.

El drama de los hijos de Adán: Caín y Abel

17. Desterrados del Jardín, Adán y su mujer, Eva, padecieron muchas miserias y

vivieron en este mundo llenos de tristeza, fatigas y lamentos. Porque el hombre

trabajaba la tierra bajo los rayos del sol, y la tierra producía espinas y abrojos, castigo

del pecado. Entonces se cumplió el dicho de la Escritura: Adán se unió a su mujer;

ella concibió, dio a luz a Caín y, después, dio a luz a Abel. Mas el ángel rebelde, el

mismo que impulsó al hombre a la desobediencia, que le había hecho pecador y

causado su destierro del Jardín, no contento con el primero, obró un nuevo daño, esta

vez sobre los dos hermanos; porque llenando a Caín de su propio espíritu le hizo

fraticida. Así murió Abel, asesinado por su hermano, como un signo del futuro,

cuando algunos serían perseguidos, atormentados y muertos, y serían los injustos

quienes matarían y perseguirían a los justos. Por esto Dios montó en cólera y maldijo a

Caín y desde entonces todos los descendientes en la línea de su sucesión fueron

semejantes a su progenitor. Dios, después, hizo que Adán tuviese otro hijo en

sustitución del asesinado Abel.

Los Gigantes. La dilatación de la maldad y la disminución de la justicia

18. La maldad, extendiéndose continuamente, alanzó e inundó la raza humana; sólo un

poco de semilla de justicia quedaba en ella. Porque, además, sobre la tierra tenían

lugar uniones ilegítimas: los ángeles fornicaron con las hijas de los hombres, quienes

dieron a luz unos hijos que por su enorme estatura fueron llamados gigantes. Los

ángeles, entonces, dieron a sus esposas como regalo malignas enseñanzas. Les

enseñaron la manera de obtener extractos de flores y plantas, tintes y pinturas, joyas y

cosméticos, los celos y los amores apasionados, la seducción y la coquetería, los

sortilegios de la magia, toda clase de adivinación e idolatría odiados por Dios. Y una

vez desencadenadas tales cosas, el mal se expandió hasta desbordar, y la justicia

disminuyó hasta casi desaparecer.

El diluvio como juicio de Dios

19. Finalmente, cuando vino sobre el mundo el justo juicio de Dios con el diluvio en la

décima generación, contando desde el primer hombre, únicamente Noé fue encontrado

justo y, gracias a su propia justicia, fue salvado con su mujer, sus tres hijos y sus

mujeres, encerrados en el arca con los animales que Dios había ordenado a Noé

introducir en el arca. Cuando la destrucción se cernía sobre toda la tierra, sobre

hombres y seres vivientes, se salvaron solamente los que estaban en el arca. Los tres

hijos de Noé eran Sem, Cam y jafet, y su estirpe volvió a multiplicarse de nuevo.

Éstos son el origen de todos los nacidos después del diluvio.

Las bendiciones y las maldiciones en la familia de Noé

20. De entre los hijos de Noé, uno cayó en maldición, mientras que los dos restantes

recibieron la bendición pos sus obras. Pues el más joven de entre ellos, llamado Cam,

por haberse reído de su padre y haber sido condenado por pecado de impiedad a causa

de ultraje e ignomia para con su padre, atrájose una maldición que le trasmitió a toda

su descendencia. Resultó por ello que toda la raza que le siguió fue maldita y en este

pecado creció y se multiplicó. En cambio Sem y Jafet, sus hermanos, por razón de su

piedad con el padre, obtuvieron una bedición. He aquí los términos de la maldición

lanzada por Noé sobre Cam: Maldito sea el joven Cam. Sea el siervo de su hermanos

(Gn 9,25). Cuando alcanzó la edad adulta, tuvo sobre la tierra un posteridad numerosa

como una floresta, desarrolándose por catorce generaciones de descendientes, hasta

que, tras haber sido condenada, fue sesgada por Dios. De hecho los cananeos, los

jeteos, los fereceos, los jeveos, los amorreos, los jebuseos, los guergeseos, los

sodomitas, los árabes, los habitantes de Fenicia, todos los egipcios y los libios

descienden de Cam y cayeron bajo la maldición, la cual se extendió apliamente sobre

los impíos.

El triunfo de las bendiciones

21. Igual que la maldición siguió su camino, la bedición continuó en la posteridad del

que había sido bendecido, cada uno según su orden. En primer lugar fue bendecido

Sem con estas palabras: Bendito el Señor Dios de Sem. Sea Cam su siervo (Gn 9,26).

De esta bendición resultó que Dios, Señor del universo, llegó a ser para Sem objeto

privilegiado de su piedad; la bendición se desarrolló hasta alcanzar a Abrahán, que, en

la posteridad de Sem, llega a la décima generación según el orden genealógico

descendente. Y es ésta la razón por la que el Padre, Dios del universo, se complace en

ser llamado Dios de Abrahán, Dios de Isaac y Dios de Jacob (Ex 3,6; Mt 22,32; Mc

12,26; Lc 20,37), porque la bendición de Sem llegó hasta Abrahán.

La bendición de Jafet fue formulada del siguiente modo: Que Dios dilate a Jafet y

habite en la casa de Sem, y Cam sea su siervo (Gn 9,27). Esta bendición floreció al

final de este período, cuando el Señor se manifestó a las naciones por su llamamiento

—pues Dios dilató su llamamiento hasta ellas— y a toda la tierra alcanzó su pregón y

sus palabras han llegado hasta los límites del orbe (Sal 18,5). Dilatar significa, pues,

el llamamiento de entre las naciones, a saber, la Iglesia. Y habitar en la casa de Sem

indica la herencia de los patriarcas, por haber recibido en Jesucristo el derecho de

primogenitura. De este modo, según el orden de la bendición, cada uno recibió por

medio de la descendencia el fruto de la bendición.

La Alianza universal

22. Después del diluvio, Dios estableció un pacto de alianza con el mundo entero, en

particular con todos los animales y con los hombres, en virtud del cual no destruiría

jamás con un diluvio lo que reflorece sobre la tierra, y le dio una señal: Cuando el

cielo se cubra de nubes, aparecerá en las nubes un arco, y yo me recordaré de la

alianza y no volveré a destruir con el agua todo lo que rebulle sobre la tierra (Gn

9,14-15). Y cambió de alimento a los hombres, dándoles orden de comer carne, pues a

partir de la primera creatura, Adán, hasta el diluvio, los hombres se alimentaban de

solos granos y frutos de árboles; pero el alimento de la carne no les estaba permitido.

Y como los tres hijos de Noé eran el principio de la raza de los hombres, Dios los

bendijo para que se multiplicaran y creciesen, diciendo: Creced y multiplicaos, llenad

la tierra y dominadla. Os temerán y respetarán todos los animales y todas las aves del

cielo. Os servirán de alimento, lo mismo que los vegetales. Pero no comáis carne con

sangre, que es su vida, porque yo pediré cuentas de vuestra sangre a cualquier animal

y al hombre. Si uno derrama la sangre de un hombre, otro derramará la suya, porque

Dios hizo al hombre a su imagen (Gn 9,1-6). Y la imagen de Dios es el Hijo, a cuya

imagen ha sido hecho el hombre. He aquí por qué, en los últimos tiempos, se ha

manifestado, para dar a entender que la imagen era semejante a Sí. Depués de esta

alianza el género humano se multiplicó y se propagó a partir de la posteridad de los

tres hijos de Noé. Y había, entonces, un solo labio en la tierra, es decir, una sola

lengua.

La torre de Babel

23. Levantadas las tiendas, partieron de Oriente y en su peregrinación llegaron hasta la

extensa llanura de Senaar, donde decidieron edificar una torre. Buscaban con ella

llegar hasta el cielo, pretendiendo, asimismo, dejar su obra como memorial para las

futuras generaciones. Construyeron el edificio con ladrillos cocidos y betún; crecía su

audacia y temeridad y, gracias a su unión en el mismo objetivo y al uso de una sola

lengua, lo que intentaban se realizaba. Pero para que no fuese adelante su obra, Dios

dividió sus lenguas con el fin de que no se entendiesen entre ellos. De esta forma se

dispersaron y ocuparon la tierra en distintos grupos según sus lenguas. De aquí las

diferencias entre los pueblos y la diversidad de lenguas. De hecho tres razas humanas

se adueñaron de la tierra. Una de ellas estaba bajo la pesadilla de la maldición, en

cambio las dos restantes eran bendecidas. La bendición descendió primero sobre Sem,

cuyos descendientes habitaron en Oriente y ocuparon el país de los caldeos.

La alianza con Abrahán

24. Posteriormente, en la décima generación después del diluvio, se encuentra

Abrahán que busca al Dios que le corresponde y que le pertenece por la bendición de

su antepasado [Sem]. Cuando, siguiendo el ardiente deseo de su corazón, peregrinaba

por el mundo preguntándose dónde estaba Dios y comenzó a flaquear y estaba a punto

de desistir en la búsqueda, Dios tuvo piedad de aquel que, solo, le buscaba en silencio.

Y se manifestó a Abrahán, dándose a conocer por medio del Verbo como por un rayo

de sol; le habló desde el cielo y le dijo: Sal de tu tierra, de tu pueblo y de la casa de tu

padre; emigra al país que te indicaré y fija allí tu morada (Gn 12,1). Él se fio de la

voz celeste y, a pesar de tener setenta años y una mujer anciana, con ella abandonó la

Mesopotamia y se llevó consigo a Lot, hijo de su hermano difunto. Cuando llegó a la

tierra que hoy se denomina Judea, habitada entonces por siete pueblos descendientes

de Cam, Dios se le apareció en visión y le dijo: A ti y a tu descendencia en futuras

generaciones te daré esta tierra como posesión perpetua (Gn 12,7; 13,15; 17,8; Hch

7,2-5). Y añade que su descendencia andaría errante por un país extranjero en el que

sería maltratada, afligida y esclavizada a lo largo de 400 años; pero aquélla, en la

cuarta generación, volvería a la tierra prometida a Abrahán, y Dios condenaría al

pueblo que le había esclavizado a su posteridad. Y para que Abrahán conociese la

grandeza y esplendor de su descendencia, Dios le hizo salir de noche y le dirigió estas

palabras: Mira a lo alto, al cielo, y, si puedes, cuenta las estrellas del cielo. Así será tu

descendencia (Gn 15,15). Y Dios viendo la fe y la firme decisión de su espíritu, se lo

testimonió diciendo en la Escritura por medio del Espíritu Santo: Abrahán se fio de

Dios y le fue reputado por justicia (Gn 15,6). Era incircunciso cuando recibió este

testimonio, y para que la grandeza de su fe fuera reconocida con un signo, le dio la

circunsición como sello de la justicia de la fe de la incircuncisión (Rm 4,11). Después

de esto, según la promesa de Dios, de la estéril Sara le nació un hijo, Isaac, que

circuncidó según el pacto que Dios había estipulado con él. De Isaac nació Jacob. De

esta manera la inicial bendición de Sem llegó hasta Abrahán y de Abrahán pasó a

Isaac y De Isaac a Jacob, gracias a la asignación de la herencia hecha por el Espíritu.

Por esto a Dios se le denomina Dios de Abrahán, Dios de Isaac y Dios de Jacob (Ex

3,6; Mt 22,32). Jacob, asu vez, engendró doce hijos, de los cuales tomaron el nombre

las doce tribus de Israel.

El misterio de la Pascua

25. Cuando el hambre afligió a toda la tierra, y solamente Egipto contaba con géneros

alimenticios, Jacob emigró con toda la familia a aquel país. El número total de los

emigrantes ascendía a 75 personas y en 400 años llegaron a ser, según las

predicciones, 660.000. Dado que sufrieron muchas vejaciones y opresiones en una

cruel esclavitud, y gemían y se lamentaban ante Dios, el Dios de sus padres, Abrahán,

Isaac y Jacob, los sacó de Egipto valiéndose de Moisés y de Aarón, después de haber

castigado a los egipcios con 10 plagas, en la última de las cuales mandó un ángel

exterminador para matar a los primogénitos tanto de los hombres como de los

animales. Así salvó a los hijos de Israel, prefigurando de un modo misterioso la pasión

de Cristo en la inmolación de un cordero inmaculado y en su sangre, derramada como

garantía de inmunidad, para rociar las casas de los Hebreos. Este misterio recibe el

nombre de «Pasión», manantial de liberación. Dividido el mar Rojo, condujo —con

toda clase de precauciones— a los hijos de Israel al desierto, mientras que los

egipcios, que se lanzaron en su persecución por el mar, perecieron todos. Éste fue el

juicio de Dios contra los que injustamente habían oprimido a la estirpe de Abrahán.

El Decálogo entregado a Moisés

26. Moisés, en el desierto, recibió de Dios la ley: el Decálogo, grabado en tablas de

piedra por el dedo de Dios— el dedo de Dios es lo que sale del Padre en el Espíritu

Santo—, los preceptos y los derechos que transmitió a los hijos de Israel para que los

guardasen. Por orden de Dios construyó el tabernáculo del testimonio, construcción

visible en la tierra de las realidades espirituales e invisibles del cielo, figura de la

Iglesia y representación profética de las realidades futuras. Allí colocó los vasos, los

altares y el arca en la que introdujo las Tablas. Constituyó sacerdotes a Aarón y sus

hijos, que descendían de Leví, confiriendo el sacerdocio a toda esta estirpe para

ejercer el ministerio cultual en el templo de Dios. Y les dio la ley levítica que fija qué

cualidad y conducta debe adornar a los que permanentemente van a dedicarse al

servicio del culto en el templo de Dios.

La explotación de la Tierra Prometida y la peregrinación por el Desierto

27. Cuando estaban cerca de la Tierra Prometida por Dios a Abrahán y a su

posteridad, Moisés escogió a un hombre de cada tribu y les envió a explorar aquella

tierra, las ciudades y sus habitantes. Entonces fue cuando Dios le reveló el único

Nombre capaz de salvar a los que en Él creyeran. Moisés cambió el nombre a Oseas,

hijo de Navé, uno de los exploradores, y le puso por nombre Jesús. Y Moisés les envió

junto con el Poder de aquel Nombre, persuadido de que los acogería incólumes a su

vuelta, por haber sido conducidos por aquel Nombre. Lo que, en efecto, ocurrió.

Concluida su misión de espionaje y de exploración, regresaron trayendo un racimo de

uvas; pero alguno de los doce exploradores atemorizó y alarmó al pueblo al relatar que

las ciudades eran inmensas y fortificadas y que los hombres, hijos de los Titanes,

tenían una estatura gigantesca y estaban capacitados para defender su tierra. Al recibir

tales noticias, el pueblo lloró, resquebrajándosele la fe en aquel Dios que le fortalecía

y le sometía todo el mundo. Murmuraron del país, como si no fuese bueno y como si

por un país de tal naturaleza no merecía la pena correr riesgo alguno. Pero dos de entre

los doce, Jesús, hijo de Navé, y Caleb, hijo de Jefoné, se rasgaron las vestiduras por el

mal cometido y suplicaron al pueblo que no se abatiese y desanimase porque Dios le

había puesto todo en sus manos y el país era excelente. Mas, como el pueblo no se

convencía y persistía en la incredulidad, Dios desvió y cambió su itinerario para que

se dispersara y le afligió en el desierto. Y contando un año por cada día de los

empleados por el viaje de ida y vuelta por los que habían ido a explorar e inspeccionar

el país, es decir, 40 días, Dios los tuvo cuarenta años en el desierto. Ningún adulto y

en pleno uso de razón fue juzgado digno de entrar en el país por motivo de la

incredulidad, excepto Jesús, hijo de Navé, y Caleb, hijo de Jefoné, que habían hablado

bien de la herencia prometida, y los niños incapaces de distinguir la derecha de la

izquierda. Poco a poco, el pueblo incrédulo llegó al final y, paulatinamente, pereció en

el desierto, justamente castigado por su incredulidad. Los niños crecidos en estos 40

años cubrieron los lugares que habían dejado vacíos los muertos.

El Deuteronomio

28. Transcurridos los 40 años, el pueblo llegó a las cercanías del Jordán y,

reagrupándose, se alineó para la batalla frente a Jericó. Aquí, ante el pueblo reunido,

Moisés evocó la historia pasada recordando las grandes hazañas de Dios hasta el

presente, preparando y disponiendo a aquellos que habían crecido en el desierto a

temer a Dios y a observar los mandamientos. Impuso a éstos una nueva legislación,

añadiéndola a la que había establecido anteriormente. Este nuevo cuerpo legislativo lo

llamó Deuteronomio, es decir Ley segunda, en el que están escritas muchas profecías

referentes a Nuestro Señor Jesucristo, al pueblo, a la vocación de los gentiles y al

Reino.

La distribución de la Tierra

29. Cuando Moisés estaba a punto de acabar sus días, Dios le dijo: Sube al monte y

muere en él, porque no serás tú quien entre con mi pueblo en la Tierra Prometida.

Según la palabra del Señor, murió Moisés y le sucedió Jesús, hijo de Navé. Atravesó

éste el Jordán, condujo al pueblo a la Tierra Prometida y, vencidos y aniquilados los

siete pueblos que la habitaban, la distribuyó entre el pueblo. Allá se encuentra

Jerusalén, donde reinaron David y su hijo Salomón, quien construyó el templo en el

nombre de Dios a imagen del tabernáculo hecho por Moisés como tipo de las

realidades celestes y espirituales.

El envío de profetas

30. Allá a Jerusalén fueron enviados por Dios, por medio del Espíritu Santo, los

profetas que aconsejaban al pueblo y lo convertían al Dios Omnipotente de sus padres;

como heraldos de la revelación de Nuestro Señor Jesucristo, Hijo de Dios, anunciaban

que de la estirpe de David había de florecer Su cuerpo, para que fuese, según la carne,

hijo de David —que era hijo de Abrahán— en virtud de una larga cadena de

generaciones y, según el Espíritu, Hijo de Dios, preexistente con el Padre, engendrado

antes de la fundación del mundo, y aparecido, como hombre, al mundo entero en los

últimos tiempos; Él es el Verbo de Dios que recapitula en sí todas las cosas, las del

cielo y las de la tierra (Ef 1,10).

La desobediencia y la Encarnación

31. Unió, pues, al hombre con Dios y obró la comunión entre Dios y el hombre,

porque no habríamos podido en absoluto obtener participación alguna en la

incorruptibilidad si no hubiera venido [el Verbo] a habitar entre nosotros. Pues si la

incorruptibilidad hubiera permanecido invisible y oculta, no nos hubiera sido de

ninguna utilidad. Hízose, pues, visible a fin de que íntegramente [es decir, en cuerpo y

alma] recibiésemos una participación de esta incorruptibilidad. Y porque, envueltos

todos en la creación originaria de Adán, hemos sido vinculados a la muerte, por causa

de su desobediencia, era conveniente y justo que, por obra de la obediencia de quien

se hizo hombre por nosotros, fueran rotas las [cadenas] de la muerte. Y porque la

muerte reinaba sobre la carne, era preciso que fuera abolida por medio de la carne, y

que el hombre fuera liberado de su opresión. El Verbo se hizo carne (Jn 1,14) para

destruir por medio de la carne el pecado que por obra de la carne había adquirido el

poder, el derecho de propiedad y dominio; y para que no existiese más entre nosotros.

Por esta razón Nuestro Señor tomó una corporeidad idéntica a la de la primera creatura

para luchar en favor de los primogénitos y vencer en Adán a quien en Adán nos había

herido.

Adán y Cristo

32. Ahora bien ¿de dónde proviene la esencia de la primera creatura? De la voluntad y

de la Sabiduría de Dios y de la tierra virgen. Porque Dios aún no había enviado lluvia

a la tierra —dice la Escritura— antes de que el hombre fuese plasmado y antes de que

el hombre estuviese allí para cultivar la tierra (Gn 2,5). De esta tierra, pues, todavía

virgen, Dios tomó barro y plasmó al hombre, principio del género humano. Para dar,

pues, cumplimiento a aqueste hombre, asumió el Señor la misma disposición suya de

corporeidad, que nació de una Virgen por la Voluntad y por la Sabiduría de Dios, para

manifestar también él la identidad de su corporeidad con la de Adán, y para que se

cumpliese lo que en el principio se había escrito: el hombre a imagen y semejanza de

Dios.

Eva y María

33. Y así como por obra de una virgen desobediente fue el hombre herido y

—precipitado— murió, así también, reanimado el hombre por obra de una Virgen, que

obedeció a la Palabra de Dios, recibió él en el hombre nuevamente reavivado, por

medio de la vida, la vida. Pues el Señor vino a buscar la oveja perdida, es decir, el

hombre que se había perdido. De donde no se hizo el Señor otra carne, sino de aquella

misma que traía origen de Adán y de ella conservó la semejanza. Porque era

conveniente y justo que Adán fuese recapitulado en Cristo, a fin de que fuera

abismado y sumergido lo que es mortal en la inmortalidad. Y que Eva fuese

recapitulada en María, a fin de que una Virgen, venida a ser abogada de una virgen

[Eva], deshiciera y destruyera la desobediencia virginal mediante la virginal

obediencia. El pecado cometido a causa del árbol fue anulado por la obediencia

cumplida en el árbol, obediencia a Dios por la cual el Hijo del hombre fue elevado en

el árbol, aboliendo la ciencia del mal y aportando y regalando la ciencia del bien. El

mal es desobedecer a Dios; el bien, en cambio, es obedecer.

La crucifixión cósmica

34. El Verbo, preanunciando por medio del profeta Isaías los acontecimientos futuros

—son profetas porque anuncian lo que va a suceder—, se expresa así: Yo no me rebelo

ni contradigo. He ofrecido mis espaldas a los azotes y mis mejillas a las bofetadas; no

hurtaré mi rostro a la afrenta de los esputos (Is 50,5-6). Así pues, por la obediencia a

que se sometió hasta la muerte, pendiente del madero, destruyó la desobediencia

antigua cometida en el árbol. Y como el Verbo mismo Omnipotente de Dios, en su

condición invisible, está entre nosotros extendido por todo este universo [visible] y

abraza su largura y su anchura y su altura y su hondura —pues por medio del Verbo

de Dios fueron dispuestas y gobernadas aquí todas las cosas—, la crucifixión [visible]

del Hijo de Dios tuvo también lugar en esas [dimensiones, anticipadas invisiblemente]

en la forma de cruz trazada [por Él] en el universo. Al hacerse en efecto visible, debió

de hacer manifiesta la participación de este universo [sensible] en su crucifixión

[invisible], a fin de revelar, merced a su forma visible, su acción [misteriosa y oculta]

sobre lo visible, a saber, cómo es Él quien ilumina la altura —es decir, lo celeste— y

contiene la hondura —las regiones subterráneas— y se extiende a lo largo desde el

Oriente hasta el Ocaso y gobierna como piloto la región Norte y la anchura del

Mdiodía y convoca de todas partes al conocimiento del Padre a los dispersos.

El cumplimiento de la promesa de Abrahán

35. Se realizó así la promesa hecha por Dios a Abrahán según la cual su descendencia

sería como las estrellas del cielo. Cristo cumplió la promesa naciendo de la Virgen, de

la estirpe de Abrahán, y convirtiendo en luminarias del mundo a los creyentes en Él y

justificando a los gentiles con Abrahán por medio de la misma fe. Abrahán creyó al

Señor y le fue reputado por justicia (Gn 15,6). Del mismo modo también nosotros

somos justificados en virtud de la fe en Dios, porque el justo vivirá por la fe. La

promesa de Abrahán no fue hecha por el cumplimiento de la ley sino por medio de la

fe. De hecho Abrahán fue justificado por la fe: la ley no fue establecida para el justo

(1 Tm 1,9). De igual forma también nosotros no somos justificados por la ley sino por

la fe, que ha recibido el testimonio de la ley y los profetas y que nos presenta el Verbo

de Dios.

Cristo, nacido de la Virgen de la descendencia de David

36. Y cumplió lo prometido a David, pues Dios habíasele comprometido a suscitar del

fruto de su seno un Rey eterno, cuyo reino no tendría ocaso. Este Rey es el Cristo,

Hijo de Dios hecho hijo del hombre, es decir, nacido, como fruto, de la Virgen

descendiente de David; y si la promesa fue del fruto de su seno —a saber un pimpollo

de la concepción característica de una mujer, y no del fruto del lomo ni del fruto de los

riñones, lo que es característico del varón,— era para anunciar lo que de singular y

propio había en la producción de este fruto de un seno virginal procedente de David,

que reina en la casa de David, por los siglos, y cuyo reino no conocerá el ocaso.

La Encarnación: destrucción de la muerte y don de la vida

37. En tales condiciones, pues, realizaba magníficamente nuestra salvación, mantenía

las promesas hechas a los patriarcas y abolía la antigua desobediencia. El Hijo de Dios

se hace hijo de David e hijo de Abrahán. Para cumplir las promesas y recapitularlas en

Sí mismo con el fin de restituirnos las vida, el Verbo de Dios se hizo carne por el

ministerio de la Virgen, a fin de desatar la muerte y vivificar al hombre, porque

nosotros estábamos encadenados por el pecado, y destinados a nacer a través del

régimen del pecado y a caer bajo el imperio de la muerte.

Nacimiento, muerte y resurrección de Cristo

38. Dios Padre, por su inmensa misericordia, envió a su Verbo creador, el cual, venido

para salvarnos, estuvo en los mismos lugares, en la misma situación y en los

ambientes donde nosotros hemos perdido la vida. Y rompió las cadenas que nos tenían

prisioneros. Apareció su luz e hizo desaparecer las tinieblas de la prisión y santificó

nuestro nacimiento y abolió la muerte, desligando aquellos mismos lazos en que nos

habían encadenado. Manifestó la resurrección, haciéndose él en persona primogénito

de los muertos; levantó en su persona al hombre caído por tierra, al ser elevado a él a

las alturas del cielo hasta la diestra de la gloria del Padre, como había Dios prometido

por medio del profeta al decir: Levantaré la tienda de David, caída en la tierra (Am

9,11), es decir, el cuerpo que proviene de David. Nuestro Señor Jesucristo cumplió

realmente esto actuando gloriosamente nuestra salvación, a fin de resucitarnos de

veras y presentarnos libres al Padre. Y, si alguien no acepta su nacimiento de una

virgen, ¿cómo va a admitir su resurrección de entre los muertos? Porque nada tiene de

milagroso, extraño e inesperado, que resucite de entre los muertos el que no nació; ni

siquiera podemos hablar de resurrección para el que vino a la existencia sin

nacimiento; el innascible, en efecto, es también el inmortal, y quien no se ha sometido

al nacimiento, tampoco será sujeto a la muerte. Pues quien no tomó principio del

hombre, ¿cómo va a poder recibir su fin?

Cristo primogénito de toda la cración

39. Si, pues, no nació, tampoco murió. Y, si no murió, tampoco resucitó de entre los

muertos. Y, si no resucitó de entre los muertos, no es el vencedor de la Muerte ni el

destructor de su imperio. Y, si no quedó vencida la Muerte, ¿cómo subiremos a la vida

quienes, desde los orígnes de aquí abajo, sucumbimos al imperio de la Muerte? Según

eso los que niegan al hombre la redención y no creen que Dios le resucitará de entre

los muertos, desprecian también la natividad de nuestro Señor, a que por nosotros se

sometió el Verbo de Dios al hacerse carne, a fin de mostrar la resurrección de la carne

y tener la primacía sobre todos en el cielo: como primogénito de la mente del Padre, el

Verbo perfecto dirige todas las cosas en persona y legifera en la tierra; como

primogénito de la Virgen es justo, hombre santo, piadoso, bueno, agradable a Dios,

perfecto en todo, libra del infierno a los que los siguen; como primogénito de los

muertos es origen y señal de la vida de Dios.

La continua llamada del Vebo

40. Así pues el Verbo de Dios ostenta el primado sobre todas las cosas, porque es

verdadero hombre y admirable consejero y Dios fuerte (Is 9,6), que llama de nuevo

[con la resurrección] al hombre a la comunión con Dios para que por medio de la

comunión con Él participemos en la incorruptibilidad. El que es anunciado por Moisés

y por los profetas del Dios altísimo y omnipotente, Padre del universo, origen de todo,

que conversó con Moisés, vino a Judea, engendrado por Dios por medio del Espíritu

Santo, y nacido de la Virgen María, que era de la estirpe de David y de Abrahán,

Jesús, el Ungido de Dios, el que se reveló a sí mismo como el que había sido predicho

por los profetas.

La Iglesia comunica el espíritu de salvación por medio del Bautismo

41. Juan el bautista, el precursor, cuando preparaba y disponía al pueblo para recibir el

Verbo de la vida, hizo saber que éste era el Cristo sobre quien el Espíritu de Dios

había descansado unido con su carne. Los dicípulos y testigos de todas sus buenas

obras, de su enseñanza, de su pasión, de su muerte, de su resurrección, de la ascensión

al cielo después de la resurrección corporal, es decir los apóstoles, con el poder del

Espíritu Santo, enviados por Él por toda la tierra, convocaron a los gentiles, enseñando

a los hombres el camino de la vida para apartarlos de los ídolos, de la fornicación y de

la avaricia, purificando sus almas y sus cuerpos con el bautismo de agua y de Espíritu

Santo, distribuyendo y suministrando a los creyentes este Espíritu Santo que habían

recibido del Señor. Así instituyeron y fundaron esta iglesia. Con la fe, la caridad y la

esperanza confirmaron la llamada a los gentiles que, preanunciada por los los profetas,

les fue dirigida según la misericordia de Dios manifestada con su ministerio,

acogiéndoles en la promesa hecha a los patriarcas, es decir, a a quellos que creyeron y

amaron a Dios; y a los que viven en su santidad, la justicia y la paciencia, el Dios de

todos otorgará, por medio de la resurrección de los muertos, la vida eterna; gracias a

aquel que murió y resucitó, Jesucristo, al cual confió la realeza sobre todos los seres

de la tierra, la autoridad sobre los vivos y los muertos, y el juicio. Los apóstoles, con

la palabra de verdad, exhortaron a los gentiles a guardar su cuerpo sin mancilla en

orden a la resurrección y su alma al abrigo de la corrupción.

LA DEMOSTRACIÓN PROFÉTICA (cc. 42-85)

La obra del Espíritu en los fieles y en los profetas

42. En efecto, así deben comportarse los creyentes por el hecho de que en ellos habita

permanentemente el Espíritu Santo, donado por el Señor en el bautismo y custodiado

por aquel que lo recibe si es que vive en la verad y en la santidad, en la justicia y en la

paciencia. De hecho la resurrección de los creyentes es también obra de este Espíritu

cuando el cuerpo acoge nuevamente al alma, y a una con ella resucita por la fuerza del

Espíritu Santo y es introducido en el reino de Dios. El fruto de la bendición de Jafet es

manifestado por la Iglesia en la llamada a los gentiles que viven en continua

obediencia para poder habitar en la casa de Sem, según la promesa de Dios. Que estas

cosas hubieran de ocurrir, lo predijo el Espíritu Santo por medio de los profetas, a fin

de que cuantos sirven a Dios en la verdad tengan tengan fe firme sobre ellas. En

realidad, todos estos hechos imposibles a la naturaleza humana y, por lo tanto, poco

creíbles a los hombres, Dios, por medio de los profetas, los predijo mucho tiempo

antes —y se realizaron a su tiempo como se había anunciado— para que, por el hecho

de haber sido profetizados, y aún mucho tiempo antes, conociésemos que era Dios el

que desde el principio nos había preanunciado nuestra salvación.

Identdad entre el Verbo y el Hijo de Dios, por medio del cual todo fue hecho

43. A Dios se debe creer todo porque es veraz en todo. Y creer que un hijo existía en

Dios y que existía no sólo antes de su aparición en el mundo sino también antes de que

el mundo fuese creado. Y Moisés fue el primero en profetizarlo cuando escribió en

hebreo: BERESIT BARA ELOVIM BASAN BENOWAM SAMENT'ARES. Y esto

traducido [en armenio] significa: Un Hijo en el principio estableció Dios, luego

estableció el cielo y la tierra. El profeta Jeremías lo testimonió cuando dice: Antes de

la estrella matutina te he engendrado y antes del sol [es] tu nombre, es decir, antes de

la creación del mundo y antes de las estrellas creadas con el mundo. Dice todavía:

Dichoso Aquel que existía antes de ser hombre. Pues para Dios el Hijo fue el principio

antes de la cración del mundo, pero para nosotros no existe más que desde ahora, es

decir, desde cuando se ha manifestado. Antes, pues, no existía para nosotros porque no

lo conocíamos. Por esto su discípulo Juan explicándonos quien es el Hijo de Dios que

estaba junto al Padre antes de que el mundo fuese formado y que por su mediación

todo fue creado, dice: Al principio era el Verbo, y el Verbo estaba en Dios, y el Verbo

era Dios. Él estaba al principio en Dios. Todas las cosas fueron hechas por Él, y sin

Él, no se hizo nada de cuanto ha sido hecho (Jn 1,1-3). De esta forma demuestra

claramente que todas las cosas han sido creadas por medio de este Verbo, el cual

desde el principio estaba con el Padre, es decir, su Hijo.

El Hijo de Dios conversa con Abrahán

44. Dice también Moisés que el Hijo de Dios se acercó a Abrahán para conversar con

él: Y Dios se apareció junto al encinar de Mambré, al mediodía... Y alzando la vista

vio a tres hombres de pie frente a él, se posternó en tierra diciendo: Si realmente he

hallado gracia a tus ojos... (Gn 18,1-3). Y a continuación lo que él dijo al Señor y el

Señor a él. Ahora bien, dos de los tres eran ángeles, pero el tercero era el Hijo de Dios.

Con él también habló Abrahán suplicándole por los habitantes de Sodoma, para que no

fuesen exterminados si al menos se encontraban allí diez justos. Mientras discurrían

así sobre esto, los dos ángeles que bajaron a Sodoma fueron recibidos por Lot. A este

respecto dice la Escritura: El Señor hizo llover azufre y fuego provenientes del Señor,

desde lo alto del cielo, sobre Sodoma y Gomorra (Gn 19,24). Quiere decir que el Hijo,

aquel mismo que conversaba con Abrahán, siendo Señor, había recibido el poder de

castigar a los habitantes de Sodoma del Señor desde lo alto del cielo, del Padre, que es

Señor del Universo. Abrahán, pues, era profeta y vio cuánto había de suceder en el

futuro; a saber, cómo el Hijo de Dios, bajo humanas formas, conversaría con los

hombres, comería con ellos, y luego ejercitaría el oficio de Juez, por el hecho de haber

recibido del Padre, Señor del Universo, la autoridad para castigar a los habitantes de

Sodoma.

Jacob contempla el Verbo

45. Y también Jacob cuando viajó a Mesopotamia, le vio en sueños de pie en lo alto de

la escalera, es decir, en el madero que estaba fijo de la tierra al cielo. Pues por este

madero los que creen en Él ascienden al cielo, porque su pasión es nuestra ascensión.

Todas las visiones de este género significan al Hijo de Dios que conversa con los

hombres y está en medio de ellos. Ciertamente, no es el Padre del Universo, invisible

al mundo y creador de todo, quien dice: El cielo es mi trono, y la tierra el estrado de

mis pies; ¿qué casa vais a edificarme o qué lugar para mi descanso? (Is 66,1-2; Hch

7,49), y, ¿quién sostiene la tierra en un puño y el cielo en la palma de la mano? (Is

40,12); no era ciertamente Él el que estaba de pie en un pequeño espacio y conversaba

con Abrahán, sino el Verbo de Dios que, siempre presente en medio del género

humano, nos daba a conocer anticipadamente lo que había de suceder e instruía a los

hombres sobre las cosas de Dios.

El Hijo de Dios conversa con Moisés

46. Fue Él quien en la zarza ardiente conversó con Moisés y dijo: He visto los

sufrimientos de mi pueblo en Egipto y he bajado para liberarlo (Ex 3,7-8). Él subía y

bajaba para liberar a los oprimidos arrancándonos del poder de los Egipcios, es decir,

de toda clase de idolatría e impiedad; salvándonos del mar Rojo, es decir,

liberándonos de las turbulencias homicidas de los Gentiles y de las aguas amargas de

sus blasfemias. Estos acontecimientos eran continua repetición de lo que a nosotros se

refiere en el sentido que el Verbo de Dios mostraba entonces anticipadamente en tipo

las cosas futuras, mientras ahora nos arranca de veras de la servidumbre cruel de los

Gentiles. Y en el desierto hizo brotar con abundancia un río de agua de una roca. Y la

roca es Él. Y produjo doce fuentes, esto es, la doctrina de los doce apóstoles. Y a los

recalcitrantes e incrédulos los hizo morir y desaparecer en el desierto. Y a los que

creían en Él, hechos niños por la malicia, los introdujo en la herencia de los Padres

que recibió y distribuyó no Moisés sino Jesús; todavía más, nos ha liberado de Amaleq

extendiendo sus manos, y nos condujo e hizo subir al reino del Padre.

La Unción del Verbo

47. El Padre, pues, es Señor y el Hijo es Señor; es Dios el Padre y lo es el Hijo, porque

el que ha nacido de Dios es Dios. Así según la esencia de su ser y de su poder, hay un

solo Dios; pero, al mismo tiempo, en la administración de la economía de nuestra

redención, Dios aparece como Padre y como Hijo. Y dado que el Padre del Universo

es invisible e inaccesible a los seres creados, es por medio del Hijo como los

destinados a acercarse a Dios deben conseguir el acceso al Padre. David, clara y

patentemente, se expresó de este modo a propósito del Padre y del Hijo: Tu trono, oh

Dios, permanece para siempre; tú has amado la justicia y detestado la iniquidad, por

eso Dios te ha ungido con óleo de alegría más que a tus compañeros. Esto significa

que el Hijo, en cuanto Dios, recibe del Padre, es decir, de Dios, el trono de un reino

eterno y el óleo de la unción más que sus compañeros. El óleo de la unción es esl

Espíritu Santo con el que es ungido, y sus compañeros son los profetas, los justos, los

apóstoles y todos los que participan del reino, es decir, sus discípulos.

El primado y realeza de Cristo, Sacerdote eterno

48. Y también dice David: Dice el Señor a mi Señor: siéntate a mi derecha, hasta que

yo haga de tus enemigos el estrado de tus pies. Desde Sión extenderá el Señor un

cetro de poder; ¡domina en medio de tus enemigos! Contigo, al principio, en el día de

tu poder, en el esplendor de los santos, del seno, antes de la aurora, te he engendrado.

El Señor lo ha jurado y no se arrepentirá. Tú eres sacerdote eterno según el orden de

Melquisedec y el Señor está a tu derecha. En el día de su cólera ha quebrantizado a

reyes; juzgará a las naciones, llenará de ruinas, quebrantará las cabezas de muchos

sobre la tierra. En el camino beberá del torrente, por eso levantará la cabeza (Sal

109,1-7). Mediante estas palabras, anunció que vino primero a la existencia, domina

sobre los pueblos, juzga a los hombres y a los reyes, a los que aborrecen ahora y

persiguen su nombre, pues esos son su enmigos. Denominándole sacerdote eterno de

Dios declara la inmortalidad. Cuando dice: En el camino beberá del torrente, por eso

levantará la cabeza, se refería a la exaltación gloriosa, después de su condición

humana, de su humillación y abyección.

El Hijo de Dios rey universal

49. El Profeta Isaías a su vez afirma: Así dice el Señor Dios al Ungido, mi Señor, a

quien yo he tomado de la diestra para que le obedezcan las naciones (Is 45,1; Ps.-

Bern. 12,11). En cuanto a la afirmación de que el Hijo de Dios es llamado Ungido y

rey de las naciones, es decir, de todos los hombres, David repite que Él es y es

llamado Hijo de Dios y rey de todos con estas palabras: El Señor me ha dicho: tú eres

mi Hijo, yo te he engendrado hoy. Pídeme y te daré en herencia las naciones; te daré

en propiedad los confines de la tierra (Sal 2,7-8). Estas palabras no fueron

pronunciadas refiriéndose a David porque no gobernó todas las naciones, ni toda la

tierra, sino solamente a los Judíos. Es, pues, evidente que la promesa hecha al Ungido

de reinar sobre toda la tierra se refiere al Hijo de Dios, al que el mismo David

reconoce como su Señor cuando escribe: Dice el Señor a mi Señor: siéntate a mi

derecha (Sal 109,1), como poco ha hemos referido. En efecto, esto significa que el

Padre conversa con el Hijo, como arriba hemos demostrado a propósito de Isaías que

decía: Así dice el Señor al Ungido mi Señor: obedézcanle las naciones. Idéntica

promesa aparece en ambos profetas: Él será rey; consecuentemente las palabras de

Dios se refieren a una sola y a una misma persona, a saber, a Cristo, Hijo de Dios.

Desde el momento que David dice: El Señor me ha dicho, es preciso afirmar que ni

David ni otro profeta hablan por propia iniciativa, pues no es un hombre quien

profiere las profecías, sino el Espíritu de Dios, el cual, tomando figura y una forma

semejantes a las personas interesadas, hablaba en los profetas y discurría ora en

nombre de Cristo ora en el del Padre.

Testimonio de los profetas sobre la preexistencia de Cristo

50. Oportunamente, pues, Cristo afirma por medio de David que el padre le habla a él,

y por medio de los profetas dice él mismo, a su propia cuenta, las demás cosas, como,

por ejemplo, entre otras en Isaías cuando escribe: Y ahora así habla el Señor, el que

me plasmó para servidor suyo desde el seno materno para hacer que Jacob vuelva a

él, y que Israel se le una. Yo seré glorificado a los ojos del Señor, y mi Dios será mi

fuerza... Él me ha dicho: Gran cosa será para ti ser llamado siervo mío, para levantar

y restablecer las tribus de Jacob y hacer volver a los preservados de Israel; te he

puesto como luz de las gentes para que mi salvación alcance hasta los confines de la

tierra (Is 49,5-6).

El Hijo siervo del Padre

51. Porque aquí, sobre todo, del coloquio del Padre con el Hijo y del hecho que aún

antes de su nacimiento el Padre se hizo visible a los hombres, se deduce la

preexistencia del Hijo de Dios; después, [también se manifiesta] aún antes de nacer, el

que había de ser hombre nacido de hombres, el que Dios mismo había de plasmar del

seno —es decir, que había de nacer del Espíritu de Dios— el que es Señor de todos los

hombres y Salvador de los que creen en Él, de los judíos y de todos los hombres.

«Israel», de hecho, es el nombre del pueblo Judío en lengua hebrea, nombre que le

proviene del patriarca Jacob, que fue el primero en ser llamado «Israel». Y denomina

«Gentiles» a todos los hombres. El Hijo de Dios se llama a Sí propio «siervo del

Padre», a causa de su obediencia al Padre, ya que todo hijo, aun entre los hombres, es

siervo de su padre.

La preexistencia a la luz de la Escritura

52. Que Cristo, Hijo de Dios, existente antes del mundo, estaba con el Padre y junto al

Padre y al mismo tiempo cercano a los hombres y en íntima unión con ellos, rey del

Universo, porque el Padre le ha sometido todas las cosas, y Salvador de aquellos que

creen en Él, tal es el mensaje de semejantes textos de la escritura. Porque no es nuestra

intención ni está, por otra parte, dentro de nuestras posiblidades hacer unas

concordancias de todos los textos bíblicos, pero con la ayuda de los pasos ya citados

podrás comprender también los otros que hablan de la misma manera, mas los

interpretarás a condición de que creas en Cristo y le pidas a Dios sabiduría e

inteligencia para comprender cuanto fue dicho por los profetas.

El signo profético que anuncia al Mesías-Cristo y Jesús-Salvador

53. Que este Cristo, que estaba junto al Padre, por ser el Verbo del Padre, haya debido

encarnarse, hacerse hombre, someterse a la generación y al nacimiento de una Virgen

y vivir entre los hombres, operando asimismo el Padre del Universo su encarnación, es

lo que expresa Isaías: Pues el Señor mismo va a daros una señal; he aquí que una

virgen concebirá y dará a luz a un hijo que llamaréis Emmanuel; comerá mantequilla

y miel y antes de conocer o distinguir el mal, escoge el bien, porque antes que este

niño conozca el bien o el mal, rechazará el mal para escoger el bien (Is 7,14-16).

Indicó que nacería de una Virgen. Significó que sería verdadero hombre por el hecho

de comer y por llamarle «el infante», y hasta por imponerle su nombre. Ya que éste es

un extravío aún del que ha nacido. En hebreo tiene un doble nombre: Mesías-Cristo y

Jesús-Salvador. Estos dos nombres indican las obras que había de realizar. En efecto,

ha recibido el nombre de Cristo, porque el Padre por su medio y teniendo en cuenta su

venida como hombre ha ungido y dispuesto todas las cosas, porque fue ungido por el

Espíritu de Dios su Padre, como afirma refiriéndose a Sí mismo en Isaías: El Espíritu

del Señor está sobre mí, por cuenta que me ha ungido para llevar la buena noticia a

los pobres (Is 61,1). Y el nombre de «Salvador» porque es causa de salvación para

todos los que, desde entonces, fueron liberados por Él de toda enfermedad y de la

muerte; para los que

habían de creer en él después de ellos es también dador de salvación eterna.

Emmanuel: Dios-con-nosotros

54. He aquí el por qué es llamado «Salvador». «Emmanuel» se traduce por «Dios-connosotros», o como expresión de buen deseo formulada por el profeta «Dios esté con

nosotros». De este modo Él es la interpretación y la revelación de la «buena nueva».

Por eso dice: He aquí que una Virgen concebirá y dará a Luz a un hijo (Is 7,14). Y

éste, que es Dios, tiene el destino de estar con nosotros. Y al mismo tiempo,

maravillado por tal acontecimiento, anuncia lo que ha de suceder, es decir, que «Dios

estará con nosotros». Y también, en torno a su nacimiento, el mismo profeta dice en

otra parte: Antes de que engendre la que está en dolores y antes de que lleguen los

dolores de parto, dio a luz un niño (Is 66,7). Así dio a conocer lo inesperado e

inopinado de su nacimiento de la Virgen. El mismo profeta dijo aún: Un hijo nos ha

nacido y un niño nos han dado, y recibió por nombre Admirable Consejero, Dios

fuerte (Is 9,6).

Admirable Consejero

55. Le llama «Admirable Consejero» sea del Padre sea nuestro. Del Padre, lo indica el

hecho de que el Padre hizo con él todas las cosas, según se dice en el primer libro de

Moisés, titulado «Génesis»: Y dijo Dios: hagamos al hombre a imagen nuestra y a

semejanza (Gn 1,26). Aquí visiblemente habla el Padre al Hijo, como a Admirable

Consejero del Padre... . Él es también consejero nuestro; habla y no obliga, como

Dios, aunque sea igualmente como el Padre «Dios fuerte». Nos aconseja renunciar a la

ignorancia y recibir la gnosis, apartarnos del error para encaminar hacia la verdad,

rechazar la corrupción para poseer la incorruptibilidad.

La paz y su dominio no tendrán límites

56. E Isaías dice de nuevo: Querrán haber sido consumidos por el fuego, porque un

niño nos ha nacido, un hijo se nos ha dado; en cuyos hombros estuvo el poder y es

llamado con el nombre del Angel del gran consejo. Y traerá la paz entre los príncipes

y aun paz y salvación para Él. Grande es su dominio y la paz no tendrá límites sobre

el trono de David y su reino, para sostenerlo y consolidarlo con la justicia y el

derecho, desde ahora y por siempre (Is 9,5-7 (LXX)). En estos términos es anunciado

el nacimiento del Hijo de Dios y la eternidad de su reino. Pero las palabras, querrán

haber sido consumidos por el fuego (Is 9,5 (LXX)),están dichas dirigiéndose a quienes

no creen en el Emmanuel e hicieron contra Él todo lo que hicieron. Pues dirán en el

día del juicio: «¡Ojalá hubiésemos sido abrasados antes del nacimiento del Hijo de

Dios que no haber creído en Él luego que nació!». Porque aquellos que han muerto

antes de la manifestación de Cristo tienen esperanza de obtener la salvación en el

Juicio del Resucitado. A esta categoría pertenecen los que temieron a Dios y han

muerto en la justicia y han poseído el Espíritu de Dios, como los patriarcas, los

profetas y los justos. Mas para aquellos que después de la manifestación de Cristo no

han creído en Él será inexorable la vindicación en el juicio. En cuanto a aquello, En

cuyos hombros estuvo el poder (Is 9,6), se designa alegóricamente la cruz, en la que

tenía clavados los brazos; porque la cruz que era y es oprobio para Él —y para

nosotros, a causa de Él— esa misma cruz es, dice, su poder, a saber, el signo de su

realeza. Lo llama Angel del gran consejo de aquel Padre que Él nos ha revelado.

El esperado de las naciones

57. Por todo lo que fue dicho y expuesto con la ayuda de los profetas está claro que el

Hijo de Dios debía nacer, de qué manera había de nacer y que se daría a conocer como

Cristo. Incluso fue predicho en qué país y entre qué hombres debía nacer y darse a

conocer. Así lo dio a entender Moisés en el Génesis: No le faltará un príncipe a Judá,

ni un jefe de su estirpe, hasta que venga aquel a quien le está reservado; y El será el

esperado de las gentes; lavará en el vino su vestimenta y en la sangre de la uva su

manto (Gn 49,10-11). Pero Judá, hijo de Jacob, es el antepasado de los Judíos, de

quien éstos han tomado su nombres. Hasta la venida de Cristo no les faltó ni príncipe,

ni jefe. Pero después de su venida, le fueron quitadas las flechas de la aljaba, el país de

los Judíos fue sometido por los Romanos y no volvió a tener un príncipe o un rey

propio. Ya que había venido aquel a quien esta reservado el reino del cielo; aquel que

lavó su vestimenta en el vino y con sangre de la uva su manto. Su vestimenta igual que

el manto, son quienes creen en Él, a los cuales también Él purificó, con su sangre; y su

sangre dícese sangre de la uva, porque así como no es producto del hombre la sangre

de la uva, sino de Dios que hace que se alegren aquellos que la beben, de igual forma

su cuerpo y su sangre no son obra del hombre sino de Dios. El Señor mismo dio el

signo de la Virgen, es decir, el Emmanuel, nacido de la Virgen y alegra los ánimos de

aquellos que lo beben, es decir, de aquellos que reciben su Espíritu, alegría eterna. Por

eso es también el esperado de las gentes, para aquellos que esperan en Él. También

nosotros esperamos de Él la restauración del reino.

La estrella de Jacob

58. Y Moisés cuando escribe de nuevo: Se levantará una estrella de Jacob y un jefe

surgirá de Israel (Nm 24,17), anuncia explícitamente que la economía de su

encarnación se realizará entre los hebreos y que Aquel que descendiendo del cielo

nacerá de Jacob y de la estirpe judía se ha sometido a esta economía.Porque una

estrella apareció en el cielo y si se llama jefe a un rey es porque éste es el rey de todos

los salvados. Por otra parte esta estrella apareció, cuando su nacimiento, a los Magos,

que habitan en Oriente y por su medio tuvieron conocimiento del nacimiento de

Cristo. Guiados por la estrella vinieron a Judea, hasta que la estrella llegó a Belén,

donde había nacido Cristo, y entrada en la casa donde estaba acostado el niño envuelto

en pañales, se detuvo encima de su cabeza, indicándoles a los Magos al Hijo de Dios,

Cristo.

El vástago de Jesé

59. Y el mismo Isaías dice aún más: Saldrá un vástago del tronco de Jesé y de su raíz

brotará una flor. Sobre Él se posará el Espíritu de Dios, espíritu de sabiduría y de

inteligencia, espíritu de consejo y de fortaleza, espíritu de conocimiento y de piedad.

Lo llenará el espíritu de temor de Dios. No juzgará por sola opinión ni acusará por

solos rumores, sino que juzgará la causa del humilde y tendrá piedad de los humildes

de la tierra. Castigará a la tierra con la palabra de su boca, ejecutará al impío con el

soplo de sus labios. La justicia será cinturón de sus lomos, y la lealtad cinturón de sus

flancos. Pacerá el lobo con el cordero, el leopardo con el cabrito, el novillo y el león

pacerán juntos... El niño meterá la mano en la boca del áspid y en el escondrijo de los

viboreznos y no le harán daño. En aquel día sucederá...; la raíz de Jesé es aquel que

se yergue para ejercer el poder sobre las naciones, y éstas a Él le buscarán; y su

resurrecciónserá gloriosa (Is 11,1-10).Con estas palabras quiere decir que nacerá de

aquella que desciende de David y de Abrahán. Efectivamente, Jesé descendía de

Abrahán y era padre de David. De este modo la Virgen, que concibió a Cristo, era el

vástago. Por esto Moisés hacía sus prodigios ante el Faraón, sirviéndose de un bastón.

Entre los hombres el bastón es signo de poder. Llama flor a su cuerpo, que floreció

bajo la acción del Espíritu, como antes hemos indicado.

Justo juez

60. En cuanto a: No juzgará por sola opinión,ni acusará por solos rumores, sino que

juzgará la causa del humilde y tendrá piedad del humilde de la tierra (Is 11,3-4), da a

entender con mayor firmeza su divinidad. Pues juzgar imparcialmente y sin acepción

de personas, sin honrar al ilustre y otorgando al pobre lo que merece en equidad e

igualdad es conforme a la suprema y celeste justicia de Dios. Dios, en efecto, no se

deja influir por nadie, y sólo compadece al justo. Y el hacer misericordia es propio y

peculiar de aquel Dios que puede asimismo salvar en virtud de su misericordia. Y

herirá la tierra con una palabra y destruirá al impío con la sola palabra (Is 11,4) es

propio de Dios que hace todas las cosas con su Verbo. Cuando dice: La justicia será el

cinturón de sus lomos y la verdad cinturón de sus flancos (Is 11,5), anuncia su forma

externa humana y su verdadera y suprema justicia.

La concordancia y la paz universal

61. En cuanto al entendimiento, la concordia y la paz entre los animales de especies

diferentes y que por naturaleza son contrarios y hostiles unos a otros, enseñan los

Presbíteros que así será en verdad a la venida de Cristo, al tiempo en que debe

personalmente reinar sobre todas las cosas. Pues ya [aquí] en símbolo da a conocer

que los hombres de razas diferentes, pero de costumbres semejantes, se juntarán en la

concordia y la paz, gracias al nombre de Cristo; porque los justos [unidos] a la vez,

que han sido parangonados a los novillos y a los corderos y a los cabritos y a los niños

tiernos, no recibirán daño por parte de ninguno de cuantos, en época anterior, se

habían convertido —hombres y mujeres— a causa de su codicia, por forma y

costumbres, en bestias feroces, hasta el punto que algunos de ellos se asemejaban a

lobos o a leones, y despojaban los bienes de los más débiles y hacían guerra a sus

semejantes; y las mujeres eran como leopardos y víboras, cuando recurriendo a

venenos mortales llegaban a dar muerte a los propios amantes, o arrastrados por su

pasión... Reunidos en un solo nombre, lograrán tener costumbres de justos, por la

gracia de Dios, cambiando su naturaleza salvaje y feroz. Esto es lo que ha ocurrido ya,

pues los que antes eran crudelísimos hasta no retroceder ante ningún acto impío, una

vez instruidos sobre Cristo y creído en Él, han dado fe todo a una y han cambiado

hasta no retroceder ante ningún exceso de justicia. Tanta es la mudanza que la fe en

Cristo, Hijo de Dios, opera entre cuantos en Él creen. Y si dice: Se levantó para

enseñorear sobre los gentiles (Is 11,10), es porque, una vez muerto, resucitará y será

confesado y creído Hijo de Dios, rey. Por eso dice: Y su resurrección será gloriosa (Is

11,10), esto es, magnificencia, porque en el momento en que fue glorificado como

Dios, es cuando resucitó.

La tienda de David y el cuerpo de Cristo

62. Por eso el profeta cuando dice: En aquel día levantaré la tienda de David, caída

en tierra (Am 9,11), afirma claramente que el cuerpo de Cristo, nacido de David,

como hemos dicho, después de la muerte es resucitado de entre los muertos. Llama

tienda a su cuerpo. Y, en efecto, por estas palabras dijo también que Cristo —el cual

según la carne desciende de David— será Hijo de Dios y después de su muerte

resucitará y será hombre por el aspecto externo, pero Dios por el poder será juez del

universo y el único justo y Redentor. Todo ello se encuentra en la Escritura.

Belén: patria de David

63. A su vez el profeta Miqueas indicó también el lugar del nacimiento de Cristo, a

saber en Belén de Judá. Se expresa así: Y tú, Belén de Judá, no eres insignificante

entre los jefes de Judá, pues de tí saldrá un jefe que será pastor de mi pueblo, Israel

(Mi 5,1). Pero Belén es también el pueblo de David, de suerte que Cristo es de la

posteridad de David, no sólo por la Virgen que le dio a luz, sino también por ser

nacido en Belén, patria de David.

Rey para siempre

64. A su vez dice David que Cristo nacerá de su posteridad: Por causa de David, tu

siervo, no apartes el rostro de tu Cristo. El Señor juró a David la verdad y no la

mentira: del fruto de tu seno pondré sobre tu trono, si tus hijos guardan mi alianza y

mis testimonios, objeto de mi pacto con ellos, y el hijo de ellos será hasta la eternidad

(Sal 131,10-12). Mas no hay ninguno, entre los hijos de David, que haya reinado hasta

la eternidad, ni su reino permaneció para siempre, pues ha sido destruido; [indica] en

efecto al rey que ha nacido de David, a saber Cristo. Todos estos testimonios dan a

entender clarísimamente, sobre su descendiente según la carne, tanto el linaje como el

lugar donde iba a nacer. Los hombres no tienen por qué buscar el nacimiento del Hijo

de Dios entre los Gentiles o en cualquier otro lugar, sino en Belén de Judá, entre la

descendencia de Abrahán y David.

La entrada en Jerusalén

65. Cómo hizo su entrada en Jerusalén, la capital de Palestina, donde estaba su

residencia y el Templo de Dios, díjolo Isaías: Decid a la Hija de Sión: he aquí viene a

ti tu rey, dulce, sentado en un asno, sobre un borrico, hijo de asna (Is 62,11). Entró en

Jerusalén sentado sobre un pollino de asna, y la muchedumbre alfombraba el camino

con sus mantos para que pasase por encima. Hija de Sión es el nombre dado a

Jerusalén .

El anuncio de los profetas

66. Los profetas anunciaban entonces que el Hijo de Dios había de nacer, cómo y

dónde había de nacer y quién es Cristo, el único rey eterno. Han predicho también, que

una vez hecho hombre, había de curar a los que curó, de resucitar a los muertos que ha

resucitado, que había de ser odiado, despreciado, torturado, matado y crucificado, tal

como fue odiado, despreciado y matado.

Los milagros de Jesús

67. Trataremos ahora de las curaciones. Dice Isaías: El soportó nuestras dolencias y

aguantó nuestros dolores (Is 53,4; Mt 8,17), es decir, soportará y aguantará. A veces

el Espíritu de Dios narra en los profetas como pasados, acontecimientos que han de

suceder en el futuro. Esto acontece porque en Dios lo que es establecido, determinado

y destinado a existir ya es considerado como existente y el Espíritu se expresa

teniendo en cuenta el tiempo en que se realiza la profecía. En estos términos recuerda

los distintos modos de curaciones: En aquel día oirán los sordos las palabras del

libro; y en las tinieblas y oscuridad verán los ojos de los ciegos (Is 29,18). Y todavía:

Fortaleceos, manos débiles, rodillas vacilantes y débiles; animaos, pusilánimes,

tomad fuerzas, no temáis; mirad, nuestro Dios hace justicia, vendrá a salvarnos.

Entonces se abrirán los ojos de los ciegos y oirán los oídos de los sordos; entonces el

cojo saltará como un ciervo y se soltará la lengua del mudo (Is 35,3-6). Y acerca de la

resurrección de los muertos dice: Así resucitarán los muertos y se levantarán los que

están en los sepulcros (Is 26,19). Cuando esto se cumpla se creerá que es Hijo de

Dios.

La Pasión de Cristo

68. Isaías dice que había de ser despreciado, torturado y finalmente matado: He aquí

que mi Hijo comprenderá: será exaltado y glorificado sobremanera. Como muchos se

espantarán de ti, así sin gloria será tu rostro a los ojos de los hombres; muchos

pueblos se asombrarán y los reyes cerrarán la boca porque contemplarán algo

inenarrable y comprenderán algo inaudito. Señor ¿quién creyó nuestro anuncio? ¿A

quién se reveló el brazo del Señor? Lo hemos narrado ante Él, como a un niño, como

a una raíz en tierra árida; no tenía figura ni gloria. Lo hemos visto sin aspecto y sin

belleza. Su aspecto era despreciable, más abatido que los demás hombres. Hombre de

dolores acostumbrado a sufrimientos; porque volvía su rostro hacia otra parte era

despreciado y tenido a menos. El cargó con nuestros pecados y sufre por amor a

nosotros; lo hemos creído víctima del dolor, de los golpes y torturas. Fue traspasado

por nuestros delitos, maltratado por nuestros pecados. El castigo que nos da la paz

cayó sobre él y sus cicatrices nos curaron (Is 52,13-53, 5). David anunció con estas

palabras sus torturas: Yo fui torturado (Sal 38,9). Sin embargo David nunca fue

torturado sino Cristo cuando ordenaron que fuese crucificado. Una vez más el Verbo

dice en Isaías: Ofrecí la espalda a los golpes y las mejillas a las bofetadas; no me tapé

el rostro ante ultrajes ni salivazos (Is 50,6). El profeta Jeremías repite lo mismo en

estos términos: Presentará la mejilla al que lo hiere y será colmado de oprobios (Lm

3,30). Todo esto lo sufrió Cristo.

La Pasión y su sentencia

69. Isaías continúa así: Merced a sus llagas hemos sido curados todos. Errábamos

como un rebaño, cada uno iba por su camino y el Señor lo consignó por nuestros

pecados (Is 53,5-6.7). Está claro que por voluntad del Padre le han sucedido estas

cosas en favor de nuestra salvación. Y luego prosigue: A pesar de sus padecimientos

no abrió la boca; como oveja fue llevado al matadero; como un cordero ante el

esquilador está sin voz (Is 53,7). De esta forma anuncia que acepta libremente la

muerte. Mas al decir el profeta: En la humillación fue eliminado su juicio (Is 53,8), se

refiere a su humilde aspecto exterior. Según su aspecto sin honra fue pronunciada la

sentencia; y proferida la sentencia conduce a algunos a la salvación, a otros a las penas

de la perdición. Hay efectivamente lo tomado por uno a cuestas, y lo que quitan a otro.

Así es la sentencia: por algunos ha sido sufrida y estos la toman sobre sí mismo como

propia condena; para otros ha sido eliminada y se salvan. Han cargado sobre sí la

sentencia quienes lo crucificaron, y habiéndose portado así no creen en Él; de tal

suerte, la sentencia recibida por ellos los condenará a la perdición entre los tormentos.

La sentencia ha sido eliminada para quienes en Él creen, y no están ya sujetos a ella,

es decir a la sentencia de condenación. La sentencia de condenación, acompañada de

fuego, será de exterminio para los incrédulos, al fin de este mundo.

La generación inenarrable

70. A continuación dice: ¿Quién narrará su nacimiento? (Is 53,8).Esto se dijo para

ponernos en guardia con el fin de que no le tengamos como a un hombre insignificante

y de poca importancia por razón de sus adversarios y de los dolores de su pasión.

Aquel que ha sufrido todo esto cuenta en su haber con un origen inefable. Porque por

nacimiento se entiende su origen, o sea, su Padre inefable e indescriptible. Reconoce,

pues, que este es el origen de Aquel que ha soportado esta pasión y no lo tengas a

menos por la pasión que ha sufrido por ti intencionadamente. Mas, por su origen,

guárdale temor.

La vida a la sombra de su cuerpo

71. Dice en otra parte Jeremías: El Espíritu de nuestro rostro es el Señor Cristo;cómo

fue apresado en sus redes, aquel de quien hemos dicho: A su sombra viviremos entre

las naciones (Lm 4,20). La Escritura dice que Cristo, aun siendo Espíritu de Dios,

debía hacerse hombre sometido al sufrimiento, y revela en cierto modo sorpresa y

sobresalto ante la Pasión que debía sufrir Aquel a cuya sombra hemos dicho que

íbamos a vivir. Sombra significa su cuerpo,pues así como la sombra viene producida

por un cuerpo, así el cuerpo de Cristo fue producido por su Espíritu. Mas la voz

sombra significa asimismo la humillación de su cuerpo y la facilidad de ser

humillado.En efecto, como la sombra de los cuerpos erguidos se proyecta al suelo y es

hollada bajo los pies, así el cuerpo de Cristo, echado a tierra en la Pasión, fue, por así

decirlo, hollado bajo los pies. Llama sombra al cuerpo de Cristo por haber venido a

ser sombra de la gloria del Espíritu que velaba. Con frecuencia, al paso del Señor,

venían colocadas a lo largo de su camino personas afectadas de enfermedades varias;y

todos aquellos a quienes alcanzaba su sombra eran salvos.

La muerte del justo

72. Y el mismo profeta, a propósito de la Pasión de Cristo, dice lo siguiente: He aquí

como el justo ha perecido y nadie hace caso; los hombres justos son quitados de en

medio y nadie se entera, pues el justo es llevado en presencia de la injusticia. Su

sepultura será paz: él ha sido preservado (Is 57,1-4). ¿Qué otro hay perfectamente

justo fuera del Hijo de Dios, que hace del todo justos a quienes en Él creen, los cuales,

a semejanza de Él, son perseguidos y muertos? Cuando dice: Su sepultura será paz,da

a conocer como murió por nuestra salvación, que está en la paz de la salvación; y

[anuncia] que por su muerte quienes antes eran enemigos y adversarios unos de otros,

no bien crean juntos en Él, tendrán paz entre sí, dando y recibiendo señales de amistad

por su común fe en Él. Es exactamente lo que ocurre. Las palabras ha sido preservado

se refieren a la resurrección de entre los muertos, porque después de la sepultura nadie

le vio muerto. Que una vez muerto y resucitado Cristo, debía permanecer inmortal,

dícelo el profeta en estos términos: Pidió la vida y tú le has concedido además la

longevidad por los siglos de los siglos (Sal 21,5). ¿Por qué dijo pidió la vida, cuando

debía morir? En efecto, anuncia su resurreccion de entre los muertos, y que resucitado

de entre los muertos es inmortal. Ya que recibió la vida para resucitar, y la longevidad

por los siglos de los siglos para ser incorruptible.

La muerte (sueño) y resurrección según David

73. Y dice de nuevo David a propósito de la muerte y de la resurrección de Cristo: Yo

me acosté y me dormí; me desperté porque el Señor me acogió (Sal 3,6). David no

decía esto de sí mismo, porque muerto él no resucitó. Sino el Espíritu de Cristo, que

habló también de Él en otros profetas, dice también ahora por medio de David: Yo me

acosté y dormí; me desperté porque el Señor me acogió.Llama sueño a la muerte,

porque resucitó.

Herodes y Pilato

74. Sobre la Pasión de Cristo, David dice: ¿Por qué se agitan los gentiles y los

pueblos planean fracasos? Se alían los reyes de la tierra y los príncipes conspiran

contra el Señor y su Ungido (Sal 2,1-2; Hch 4,24-28). De hecho, Herodes, rey de los

Judíos, y Poncio Pilato, procurador de Claudio César, se reunieron y lo condenaron a

ser crucificado. Porque Herodes temía perder el reinado, como si Él fuese a ser un rey

terreno, y Pilato fue obligado, contra su voluntad, por Herodes y por los judíos que lo

rodeaban, a condenarlo a muerte, por el hecho de que no hacerlo se interpretaría como

ir en contra del César dejando en libertad a un hombre al que se dio el título de Rey.

El anuncio de la Pasión

75. Y, a propósito de la Pasión, dice todavía el mismo profeta: Tú nos has rechazado y

despreciado; has repudiado a tu Ungido; has roto la alianza de mi siervo; has echado

a tierra tu santuario; has derrumbado su cerca; has hecho temblar sus fortalezas;

cuantos pasan de largo la han saqueado; se ha convertido en el oprobio de sus

vecinos; has robustecido la derecha de sus opresores, has alegrado a sus enemigos; le

has torcido la hoja de su espada y no lo has sostenido en el combate; lo has excluído

de la purificación, echando por tierra su trono; le has acortado los días de su tiempo

y lo has cubierto de ignominia (Sal 88,39-46). El profeta afirma abiertamente que

debía sufrir todo esto y que ésta era la voluntad del Padre, puesto que por voluntad del

Padre sufrió la Pasión.

La captura de Jesús

76. Zacarías se expresa así: Alzate, espada, contra mi pastor, contra el hombre, mi

compañero; hiere al pastor y se dispersarán las ovejas del rebaño (Za 13,7; Mt 26,31;

Lc 14,27). Y esto sucedió cuando fue capturado por los Judíos. Entonces todos los

discípulos lo abandonaron por miedo a perecer con Él, porque ellos no creyeron

firmemente en Él hasta que no le vieron resucitado de entre los muertos.

Jesús motivo de reconciliación entre Pilato y Herodes

77. Y se dice también en los doce profetas: Prisionero le presentaron al rey como

tributo(Os 10,6 (LXX)). Poncio Pilato era procurador de Judea y alimentaba entonces

un profundo rencor en contra de Herodes, rey de los Judíos. Precisamente en esta

situación Pilato remitió a Cristo, a quien se lo había enviado, atado a Herodes con el

ruego de que le interrogase para confirmar lo que quería hacer con Él. De este modo

Cristo se convirtió en un buen pretexto para reconciliarse con el rey.

La bajada a los infiernos

78. Y en Jeremías, ve con qué términos se expresa para dar a conocer su muerte y su

descenso a los infiernos: Y el Señor, el Santo de Israel, acordóse de sus muertos, de

los que estaban ya dormidos en el polvo de la tierra, y descendió a ellos para llevarles

el Evangelio de su salvación y salvarles. Aquí se revelan también las razones de su

muerte, porque su descenso a los infiernos era para la salvación de los difuntos.

Profecías sobre la Cruz

79. Y de nuevo en torno a su cruz Isaías dice: Extendí las manos todo el día hacia un

pueblo indócil y rebelde (Is 65,2). Así prefiguraba la cruz. Y todavía más claramente

David: Perros de caza me rodearon, una multitud de malvados me ha cercado; me

han taladrado mis manos y mis pies (Sal 21,17). Y nuevamente: Mi corazón se hizo

como cera líquida en medio de mis entrañas; han descoyuntado mis huesos (Sal

21,15). Y sigue diciendo: Perdona a mi alma la espada y enclava mis carnes, pues

una muchedumbre de malvados se levantó contra mí. En estos pasajes, muestra e

indica en modo luminoso su crucifixión. Moisés dice la misma cosa a su pueblo: Y tu

vida colgará delante de tus ojos, y temerás día y noche, y no creerás en tu vida (Dt

28,66).

Profecías sobre los vestidos

80. Nuevamente dijo David: Ellos me miraron fijamente. Se dividieron mi vestido y

echaron a suertes mi túnica (Sal 21,19). En efecto, cuando le crucificaron, repartieron

los soldados sus vestidos según su costumbre; el vestido se lo dividieron luego de

haberlo desgarrado; mas en cuanto a la túnica, como estaba tejida desde arriba y sin

costura, la echaron a suertes para ver quién se la llevaba (Jn 19,23-24).

Judas, la venta de Cristo y la compra del campo a un alfarero

81. El profeta Jeremías añade: Tomaron las treinta monedas de plata, el precio de uno

que fue tasado según la tasa de los hijos de Israel, y pagaron con ellas el Campo del

Alfarero, como me lo había mandado el Señor (Mt 27,9). En efecto, Judas, uno de los

discípulos de Jesús, habiéndose comprometido con los Judíos y habiendo sellado con

ellos un pacto —de hecho sabía que le querían matar— y porque había sido

reprendido por Él, aceptó los treinta denarios del país y le entregó a Cristo. A

continuación, movido por los remordimientos de lo que había hecho, tiró el dinero a

los pies de los jefes de los Judíos y se ahorcó. Pero éstos no consideraron conveniente

devolver el dinero al Tesoro, porque era precio de sangre, y con él compraron el

campo perteneciente a un alfarero para enterrar allí a los extranjeros.

Profecía sobre el vinagre mezclado con hiel

82. Y una vez crucificado, al pedir de beber, le dieron vinagre mezclado con hiel. Y

esto mismo lo había dicho David: Me dieron por alimento hiel, y en mi sed me dieron

a beber vinagre (Sal 69,22; Mt 27,34; Jn 19,28).

La Ascensión

83. He aquí lo que dice David de la Ascensión al cielo, después de la resurrección de

entre los muertos: Los carros de Dios a decenas de millares, y millares los cocheros.

El Señor está entre ellos, en Sión, en el Santuario; subió a lo alto, cautivó al

cautiverio; ha recibido y entregado dones a los hombres (Sal 67,18-19). Por cautivar

entiende la destrucción de poder de los ángeles rebeldes. Dio a conocer el lugar donde

habría de subir de la tierra al cielo al decir: El Señor en Sión subió a lo alto (Sal

67,18). En efecto, en el monte de los Olivos, frente a Jerusalén, después de resucitado

de entre los muertos, reunió a sus discípulos y habiéndoles recordado lo concerniente

al reino de los cielos, fue levantado ante sus ojos y vieron ellos cómo lo acogían,

abiertos, los cielos.

El triunfo del Rey de la gloria

84. La misma cosa dice nuevamente David: Alzad, oh príncipes, vuestras puertas;

levantaos, puertas eternas, y entrará el rey de la gloria (Sal 23,7). Las puertas eternas

son, efectivamente, los cielos. Mas como el Verbo decendió invisible para los seres

creados, no fue reconocido, a su descenso, por ellos. Pero como se había encarnado, se

hizo visible cuando ascendió al cielo. Al verle los principados de los ángeles

inferiores, gritaron a los que estaban en el firmamento: Alzad vuestras puertas; alzaos,

puertas eternas, para que entre el rey de la gloria. Éstos, asombrados, se preguntaban:

¿Quién es éste?, y los que le habían visto, atestiguan por segunda vez: El Señor

poderoso y fuerte es el rey de la gloria (Sal 23,10).

El Juicio

85. Resucitado y subido al cielo, aguarda a la diestra del Padre el momento por Él

fijado para juzgar a todos sus enemigos que a Él habían de ser sometidos. Los

enemigos son todos los que fueron hallados en rebelión: ángeles, arcángeles,

principados, tronos, que menoprecian la Verdad. David afirma aún: Dijo el Señor a mi

Señor: Siéntate a mi derecha, hasta que ponga a tus enemigos a tus pies (Sal 109,1).

Aún más, David dice que subió al lugar de donde había bajado: Él sube de los últimos

confines del cielo y su reposo alcanza el otro extremo del cielo. Señala después el

juicio al decir: Ninguno se sustraerá a su ardor (Sal 18,7).

LA BUENA NOTICIA (cc. 86-97)

El testimonio de los Apóstoles

86. Ahora bien, si los profetas han vaticinado que el Hijo de Dios debía manifestarse

sobre la tierra y han predicho el lugar, la manera y la forma de su manifestación sobre

la tierra, y si en el Señor se han cumplido todas estas predicciones, nuestra fe en Él

está bien fundada, es auténtica la tradición de la predicación, es decir, el testimonio de

los Apóstoles. Éstos, enviados por el Señor, han predicado por el mundo entero que el

Hijo de Dios había venido para sufrir la Pasión, la había soportado para destruir la

muerte y dar vida al cuerpo, y que dando fin a la hostilidad hacia Dios, es decir, a la

iniquidad, hemos de obtener su paz cumpliendo lo que es de su agrado. Así nos ha

sido dado a conocer por los profetas cuando dicen: ¡Qué hermosos son los pies de los

mensajeros que anuncian la buena nueva de la paz, que pregonan la alegre noticia

del bien! (Is 52,7; Rm 10,15). Isaías dice que estos mensajeros vendrían de Judea y de

Jerusalén para anunciarnos la palabra de Dios, que para nosotros es también ley: Pues

de Sión saldrá la ley y de Jerusalén la palabra del Señor (Is 2,3). David afirma que

habían de predicar por toda la tierra: A toda la tierra alcanza su pregón y hasta los

límites del orbe su palabra (Sal 18,5).

El primado del amor

87. Pero no es con la locuacidad de la ley como se salva el género humano sino con la

brevedad y precisión de la fe y de la caridad. Isaías dice: Una palabra concisa y breve

en la justicia, porque Dios enviará una palabra concisa, con eficacia, sobre toda la

tierra (Is 10,23 (LXX); Rm 9,28). De ahí que Pablo afirme: El amor es la plenitud de

la ley (Rm 13,10).Pues el que ama a Dios cumple la ley. Cuando le preguntaron al

Señor: ¿Qué mandamiento es el primero de todos?, respondió: Amarás al Señor tu

Dios con todo tu corazón, con toda tu fuerza; y el segundo es similar a éste: Amarás

al prójimo como a ti mismo. De estos dos mandamientos penden la ley y los profetas

(Mc 12,30; Mt 22,37). Así pues, con la fe en Él ha crecido nuestro amor por Dios y

por el prójimo, haciéndonos piadosos, justos y buenos. Es por esto por lo que ha

enviado con eficacia una palabra concisa sobre la tierra, en el mundo.

Salvados por un hombre-Dios

88. Y que después de la Ascensión había de ser elevado sobre todas las creaturas y que

nadie había de ser parangonado o comparado a Él, lo dice Isaías: ¿Quién es juzgado?

Que comparezca. ¿Quién es justificado? Que se acerque al Hijo del Señor. Ay de

vosotros que os consumís como un vestido y la polilla os roerá. El hombre será

humillado y abatido. Sólo el Señor será exaltado con aquellos que serán enaltecidos

(Is 50,8.10.9; 2,17). Isaías afirma que los que le sirvieron a Dios serán, al final,

salvados por medio de su nombre: Los que me sirven recibirán un nombre nuevo que

será bendito en toda la tierra y ellos bendecirán al Dios verdadero (Is 65,15-16). Esta

bendición debía Él realizarla personalmente y Él mismo debía salvarnos por su propia

sangre, según lo dio a conocer Isaías cuando dijo: No un intercesor ni un ángel, sino el

Señor en persona los salvó, porque los ama y tiene cuidado de ellos. Él mismo los

redimió (Is 63,9).

El Espíritu sobre la faz de la Tierra

89. A los que fueron así liberados [Dios] no quiere llevarlos de nuevo a la legislación

de Moisés —pues la ley se cumplió en Cristo—, sino salvarlos mediante la fe y el

amor hacia el Hijo de Dios en la renovación de la Palabra, como lo dio a entender

Isaías cuando exclamó: No recordéis lo de antaño, no penséis en lo antiguo; mirad

que renuevo a quien va a germinar ahora, y vosotros le conoceréis. Abriré un camino

en el desierto, y en la región árida ríos para dar de beber a mi nación y a mi pueblo

elegido, que adquirí para contar mis hazañas (Is 43,18-20). Desierto y yermo era

antes la vocación de los gentiles, pues el Verbo no había pasado entre ellos, ni les

había dado a beber el Espíritu Santo. El [Verbo] dispuso el nuevo camino de la piedad

y de la justicia, e hizo brotar ríos en abundancia, diseminando el Espíritu Santo sobre

la tierra, según había prometido mediante los profetas, que extendería al fin [en los

últimos tiempos] el Espíritu sobre la faz de la tierra.

La novedad del Espíritu

90. Nuestra vocación, pues, acontece en la novedad del Espíritu y no en la letra vieja,

como profetizó Isaías: Mirad que llegan días, dice el Señor, en que yo con la casa de

Israel y la casa de Judá haré [una alianza nueva no como] la alianza que hice con sus

padres cuando los llevé de la mano para sacarlos de Egipto, pues ellos quebrantaron

la alianza y yo me desinteresé de ellos, dice el Señor. Porque ésta será la alianza que

yo haré con la casa de Israel después de aquellos días, dice el Señor: pondré mi ley en

sus mentes y además la escribiré en sus corazones. Yo seré su Dios y ellos serán mi

pueblo. No tendrán que enseñarse unos a otros, entre conciudadanos y hermanos

diciendo: ¡Conoced al Señor!, porque todos me conocerán, desde el más pequeño al

más grande; porque les perdonaré sus maldades y no me acordaré más de sus

pecados.

La apertura de la nueva Alianza (= N.T.)

91. Y estas promesas habían de ser una herencia en el tiempo de la vocación de los

gentiles, para quienes fue también inaugurada la nueva Alianza; así lo recuerda Isaías

en estos términos: Dice el Dios de Israel: En aquel día el hombre pondrá su

esperanza en su Creadora y sus ojos contemplarán al Santo de Israel; y ya no

pondrán su esperanza en los altares de los ídolos, ni en las obras de sus manos, que

fabricaron sus dedos (Is 17,6-8). Manifiestamente estas palabras están dirigidas a

aquellos que abandonan a los ídolos y creen en Dios, nuestro Creador, gracias al Santo

de Israel. El Santo de Israel es Cristo. Él se manifestó a los hombres y en Él tenemos

fija nuestra mirada. Y ya no ponemos nuestra esperanza en los altares ni en las obras

de nuestras manos.

Manifestado a los que no le buscaban

92. Y que debía manifestarse en medio de nosotros —porque el Hijo de Dios se haría

hijo del hombre— y que nosotros habíamos de encontrar al que desconocíamos, lo

afirma el mismo Verbo en Isaías: Me he manifestado a los que no me buscaban; he

sido hallado por los que no preguntaban por mi. Dije: Aquí estoy ante un pueblo que

no había invocado mi nombre (Is 65,1; Rm10,20).

Profecías sobre el pueblo de Dios

93. Que este pueblo estaba llamado a ser un pueblo santo, lo vaticinó Oseas, uno de

los doce profetas: Al no-pueblo-mío lo llamaré pueblo mío y a la no-amada será

amada. Donde se diga no-mi-pueblo, allí se llamarán hijos del Dios viviente (Os 2,25;

1,9; Rm 9,25,26). También Juan Bautista vuelve a decir lo mismo: Dios puede hacer

surgir de estas piedras hijos de Abrahán (Mt 3,9). En efecto, después de habernos

arrancado por la fe del culto a las piedras, nuestros corazones ven a Dios y se hacen

hijos de Abrahán, el cual fue justificado por la fe (Rm 3,28; 4,3; Ga 3,6; St 2,23). Por

esto dice Dios por boca del profeta Ezequiel: Y les daré otro corazón y pondré en ellos

un espíritu nuevo; quitaré de su cuerpo su corazón de piedra y les daré un corazon de

carne para que sigan mis mandamientos y observen y practiquen mis preceptos. Ellos

serán mi pueblo y yo seré su Dios. (Ez 11,19-20; 36,26-27).

La Iglesia y la Sinagoga

94. De ahí que por la nueva llamada se realiza un cambio de corazones entre los

gentiles por medio del Verbo de Dios que se encarnó y puso su tienda en medio de los

hombres, como dice Juan, su discípulo: Y su Verbo se hizo carne y habité entre

nosotros (Jn 1,14). Por lo tanto la Iglesia engendra un gran número de frutos, es decir,

de salvados, porque ya no es un intercesor —Moisés— ni un mensajero —Elías—

quienes nos salvan sino el Señor en persona, que da más hijos a la Iglesia que a la

Sinagoga del pasado, como predijo Isaías con estos términos: Regocíjate, estéril, que

no dabas a luz —y estéril es la Iglesia que antes no había dado hijo alguno a Dios—

grita y dama, tú que no has tenido los dolores porque los hijos de la abandonada son

más numerosos que los hijos de la que tenía marido (Is 54,1; Ga 4,27). Y la antigua

Sinagoga tenía por marido la Ley.

La incorporación de los Gentiles

95. Moisés dice en el Deuteronomio que los Gentiles estarán a la cabeza y el pueblo

incrédulo a la zaga. Y poco después: Habéis provocado mi celo con vuestros nodioses, me habéis irritado con vuestros ídolos; yo provocaré vuestro celo con uno que

no es pueblo y os irritaré con un pueblo insensato (Dt 32,21). Pues han abandonado al

Dios verdadero, adoraron a falsos dioses, mataron a los profetas de Dios y

profetizaron por medio de Baal, que era un ídolo de los Cananeos; rechazaron a]

verdadero Hijo de Dios al escoger a Barrabás, un bandido detenido por flagrante

homicidio, al abjurar del rey eterno y reconocer como rey al César que es perecedero.

Por esto Dios decidió entregar su heredad a los estultos Gentiles y a aquellos que no

eran ciudadanos de la ciudad de Dios y desconocían quién es Dios. Ahora bien, dado

que por esta llamada se nos ha dado la vida y Dios ha restaurado en nosotros la fe de

Abrahán en Él, no debemos volver atrás, es decir, a la antigua legislación. Porque

hemos acogido al Señor de la ley, el Hijo de Dios, y por medio de la fe en Él

aprendemos a amar a Dios con todo el corazón y al prójimo como a nosotros mismos.

Pues el amor a Dios excluye todo pecado y el amor al prójimo no causa mal a nadie.

La superación de la Ley

96. Por lo tanto no necesitamos de la ley como pedagogo; he aquí que nosotros

hablamos con el Padre y estamos en su presencia convertidos en niños sin malicia y

afincados en la justicia y honestidad. La Ley, en efecto, no afirmará más: no cometer

adulterio a aquel que ni siquiera ha deseado la mujer de otro; o no matar a aquel que

ha erradicado de sí la ira y la enemistad; o no desear el campo de tu vecino, su buey o

su asno a los que no tienen ambición por las cosas terrenas sino que acopian

provisiones para el cielo; ni siquiera ojo por ojo, diente por diente a quien no tiene

enemigos y a todos trata como prójimo y por eso no levanta la mano para vengarse; no

exigirá los diezmos de quien ha consagrado a Dios todos sus bienes y ha dejado padre,

madre y toda su familia para seguir al Verbo de Dios . Ya no mandará guardar un día

de descanso al que todos los días observa el sábado, es decir, al que rinde culto a Dios

en el templo de Dios que es el cuerpo del hombre y practica siempre la justicia.

Prefiero misericordia, dice, al sacrificio, el conocimiento de Dios a los holocaustos.

Pero el impío que inmola un ternero es como si matase a un perro, y cuando ofrece

flor de harina es como si ofreciese sangre de cerdo (Is 66,3). Y todo el que invocare el

nombre del Señor se salvará (Hch 2,21; Rm 10,13; Jl 2,32 (Vulg.)), y ningún otro

nombre se nos ha dado bajo el cielo por el cual los hombres se salven (Hch 4,12) si

no es el nombre de Dios, Jesucristo, Hijo de Dios, al que obedecen todos los

demonios, los espíritus malvados y todas las potencias rebeldes.

La salvación en Jesucristo

97. Por la invocación del nombre de Jesucristo, crucificado bajo Poncio Pilato,

Satanás fue alejado definitivamente de entre los hombres. Allí donde haya alguien que

creyendo en Él y haciendo su voluntad le recuerde e invoque, Jesús se hace presente y

atiende las súplicas de quien le invoca con corazón puro. De este modo, habiendo

obtenido la salvación, nosotros permanecemos en constante acción de gracias a Dios,

nuestro Salvador, el que por su magna e insondable Sabiduría, nos salva y proclama la

salvación desde lo alto de los cielos, salvación que es la venida visible de Nuestro

Señor, es decir, su vida humana, salvación que por nuestras propias posibilidades no

podíamos conseguir. Pero lo que es imposible para los hombres es posible para Dios

(Lc 18,27).A este respecto Jeremías dice: ¿Quién subió al cielo y se apoderó de ella y

la hizo descender de las nubes? ¿Quién atravesó los mares y la descubrió y la trajo

con preferencia al oro más puro? No hay quien haya encontrado su camino ni quien

conozca su sendero. Pero el que sabe todas las cosas, la conoce con su sabiduría, el

que cimentó la tierra para siempre y la pobló de animales cuadrúpedos, el que manda

a la luz y ésta se expande, el que la llama y ella le obedece temblando; los astros se

levantan para sus vigilias y se complacen. Él los llama y contestan: Henos aquí; y

lucen alegremente en honor del que los hizo. Este es nuestro Dios; ningún otro cuenta

a su lado para nada. Él descubrió todos los caminos con su sabiduría y se lo

comunicó a Jacob, su siervo, y a Israel, su amado. Y después de esto se hizo ver en la

tierra y converso con los hombres. Éste es el libro de los mandamientos de Dios y de

la Ley perdurable, para siempre. Los que la guardan alcanzarán la vida; los que la

abandonan morirán. Llama Jacob e Israel al Hijo de Dios que ha recibido del Padre

dominio sobre nuestra vida y, después de haber recibido la vida, hace que descienda

sobre nosotros, que estábamos alejados de Él, cuando se manifestó sobre la tierra y

converso con los hombres mezclando y uniendo el Espíritu de Dios Padre con el

cuerpo plasmado por Dios para que el hombre fuese a imagen y semejanza de Dios.

CONCLUSIÓN (cc. 98-100)

A modo de conclusión

98. Ésta es, mi querido amigo, la predicación de la verdad y la imagen de nuestra

salvación: así es el camino de la vida que los profetas han anunciado, el que Cristo ha

instituido, que los Apóstoles han consignado y que la Iglesia transmite a sus hijos a

través de toda la tierra. Debe ser custodiado con mimo y con voluntad decidida para

agradar a Dios con las buenas obras y con un modo sano de pensar.

Las desviaciones de los herejes

99. Por lo tanto, que ninguno piense que existe otro Dios Padre distinto de nuestro

Creador, como lo imaginan los herejes, que desprecian al Dios verdadero y hacen un

ídolo del Dios inexistente, creándose un padre por encima de nuestro Creador y tienen

para sí el haber descubierto algo más grande que la verdad. En realidad todos estos son

impíos y blasfeman contra su Creador y Padre como ya hemos demostrado en la

Exposición y Refutación de la falsa gnosis. Otros, todavía desprecian la venida del

Hijo de Dios y la economía de su encarnación trasmitida por los Apóstoles y

vaticinada por los profetas para la restauración de la humanidad, como concisamente

hemos demostrado. También a estas personas hay que contarlas entre los incrédulos.

Otros todavía no acogen los dones del Espíritu Santo y rechazan el carisma profético,

por cuyo rocío el hombre produce frutos de vida divina. De estos dice Isaías: Serán

como un terebinto sin hojas y como un jardín sin agua (Is 1.30). Estos no son de

utilidad alguna para Dios, pues no producen frutos.

Hay que mantenerse lejos del error

100. En lo referente a los tres artículos de nuestro bautismo, el error motivó muchas

digresiones lejanas de la verdad. Porque o desprecian al Padre, o no acogen al Hijo

hablando en contra de la economía de la encarnación, o rechazan al Espíritu, es decir,

desechan la profecía. Debemos defendernos de esta clase de personas, evitar sus

caminos si de verdad queremos agradar a Dios y obtener la salvación.

Demostración de la predicación apostólica de San Ireneo. Gloria a toda la Santa

Trinidad, Dios único, Padre, Hijo y Espíritu Santo, providencia universal,

eternamente. Amén. Tened un recuerdo en el Señor del divino y beatísimo Señor

Arzobispo Juan, propietario de este libro, hermano del rey santo. Y acordaos también

de mí, pobre copista.

 

Fuente: Colección Fuentes Patrísticas, volumen 2, por Eugenio Romero Pose.

Editorial Ciudad Nueva www.ciudadnueva.com

EPÍSTOLAS DE IGNACIO

1 A LOS EFESIOS

Ignacio, llamado también Teóforo, a la (iglesia) que ha sido bendecida en abundancia

por la plenitud de Dios el Padre, que había sido preordenada para los siglos futuros

para una gloria permanente e inmutable, unida y elegida en una verdadera pasión, por

la voluntad del Padre y de Jesucristo nuestro Dios; a la iglesia que está en Efeso [de

Asia], digna de toda felicitación: saludos abundantes en Cristo Jesús y en (su) gozo

intachable.

I. He recibido con albricias, a Dios [vuestro] bien amado nombre, que lleváis por

derecho natural, [con mente recta y virtuosa], por fe y amor en Cristo Jesús nuestro

Salvador: siendo imitadores de Dios, y habiendo sido encendidos vuestros corazones

en la sangre de Dios, habéis cumplido perfectamente la obra que os era apropiada; por

cuanto oísteis que yo había emprendido el camino desde Siria, en cadenas, por amor

del Nombre y esperanza comunes, y esperaba, por medio de vuestras oraciones, luchar

con éxito con las fieras en Roma, para que, habiéndolo conseguido, pudiera tener el

poder de ser un discípulo, vosotros sentisteis ansia de visitarme; siendo así que en el

nombre de Dios os he recibido a todos vosotros en la persona de Onésimo, cuyo amor

sobrepasa toda expresión y que es además vuestro obispo [en la carne], y ruego a Dios

que lo améis según Jesucristo y que todos podáis ser como él; porque bendito sea

Aquel que os ha concedido en conformidad con vuestros merecimientos el tener un

obispo semejante.

II. Pero, en cuanto a mi consiervo Burrhus, que por la voluntad de Dios es vuestro

diácono bendecido en todas las cosas, ruego que pueda permanecer conmigo para

vuestro honor y el de vuestro obispo. Sí, y Crocus también, que es digno de Dios y de

vosotros, a quien he recibido como una muestra del amor que me tenéis, me ha

aliviado en toda clase de maneras —y así quiera el Padre de Jesucristo vivificarle—

junto con Onésimo y Burrhus y Euplus y Fronto, en los cuales os vi a todos vosotros

con los ojos del amor. Es por tanto apropiado que vosotros, en todas formas,

glorifiquéis a Jesucristo que os ha glorificado; para que estando perfectamente unidos

en una sumisión, sometiéndoos a vuestro obispo y presbítero, podáis ser santificados

en todas las cosas.

III. No os estoy dando órdenes, como si yo fuera alguien que pudiera hacerlo. Porque

aun cuando estoy en cadenas por amor del Nombre, no he sido hecho perfecto todavía

en Jesucristo. [Porque] ahora estoy empezando a ser un discípulo; y os hablo como a

mis condiscípulos. Porque yo debería ser entrenado por vosotros para la contienda en

fe, exhortación, persistencia y longanimidad. Pero como el amor no me permite que

quede en silencio con respecto a vosotros, por tanto me atreví a exhortaros, para que

corráis en armonía con la mente de Dios; pues Jesucristo, nuestra vida inseparable, es

también la mente del Padre, así como los obispos establecidos hasta los extremos de la

tierra están en la mente de Jesucristo.

IV. Por lo tanto es apropiado que andéis en armonía con la mente del obispo; lo cual

ya lo hacéis. Porque vuestro honorable presbiterio, que es digno de Dios, está a tono

con el obispo, como si fueran las cuerdas de una lira. Por tanto, en vuestro amor

concorde y armonioso se canta a Jesucristo. Y vosotros, cada uno, formáis un coro,

para que estando en armonía y concordes, y tomando la nota clave de Dios, podáis

cantar al unísono con una sola voz por medio de Jesucristo al Padre, para que Él pueda

oíros y, reconocer por vuestras buenas obras que sois miembros de su Hijo. Por tanto

os es provechoso estar en unidad intachable, a fin de que podáis ser partícipes de Dios

siempre.

V. Porque si en un período tan breve tuve tal trato con vuestro obispo, que no fue a la

manera de los hombres sino en el Espíritu, cuánto más os felicito de que estéis

íntimamente unidos a él como la Iglesia lo está con Jesucristo y como Jesucristo lo

está con el Padre, para que todas las cosas puedan estar armonizadas en unidad. Que

nadie se engañe. Si alguno no está dentro del límite del altar, carece de pan [de Dios].

Porque si la oración de uno y otro tiene una fuerza tan grande, ¡cuánto más la del

obispo y la de toda la Iglesia! Por lo tanto, todo el que no acude a la congregación, con

ello muestra su orgullo y se ha separado él mismo; porque está escrito: Dios resiste a

los soberbios. Por tanto tengamos cuidado en no resistir al obispo, para que con

nuestra sumisión podamos entregarnos nosotros mismos a Dios.

VI. Y en proporción al hecho de que un hombre vea que su obispo permanece en

silencio, debe reverenciarle aún más. Porque a todo aquel a quien el Amo de la casa

envía para ser mayordomo de ella, debe recibírsele como si fuera el que le envió.

Simplemente, pues, deberíamos considerar al obispo como al Señor mismo. Ahora

bien, Onésimo, de su propia iniciativa os alaba en gran manera por vuestra conducta

ordenada en Dios, porque todos vivís en conformidad con la verdad, y no hay herejía

alguna que halle albergue entre vosotros; es más, ni aun escucháis a nadie si habla de

otras cosas excepto lo que se refiere a Jesucristo en verdad.

VII. Porque algunos son propensos a engaño malicioso sobre el Nombre, y lo

propagan y hacen ciertas cosas indignas de Dios. A éstos tenéis que evitarlos como si

fueran fieras; porque son perros rabiosos, que muerden a escondidas; contra los cuales

deberíais estar en guardia, porque son difíciles de sanar. Sólo hay un médico, de la

carne y del espíritu, engendrado y no engendrado, Dios en el hombre, verdadera Vida

en la muerte, hijo de María e Hijo de Dios, primero pasible y luego impasible:

Jesucristo nuestro Señor.

VIII. Que nadie os engañe, pues, y en realidad no estáis engañados, siendo así que

pertenecéis totalmente a Dios. Porque cuando no tenéis deseo carnal establecido en

vosotros con poder para atormentaros, entonces vivís verdaderamente según Dios. Yo

me entrego a vosotros, y me dedico como una ofrenda para vuestra iglesia, efesios,

que es famosa por todos los siglos. Los que son de la carne no pueden hacer las cosas

del Espíritu, ni tampoco pueden los que son del Espíritu hacer las cosas de la carne;

del mismo modo que la fe no puede hacer las cosas de la infidelidad, ni la infidelidad

las cosas de la fe. Es más, incluso las cosas que hacéis según la carne son espirituales;

porque hacéis todas las cosas en Jesucristo.

IX. Pero me he enterado que ciertas personas pasaron entre vosotros de lejos,

trayendo mala doctrina; a las cuales no permitisteis que sembraran semilla en

vosotros, porque os tapasteis los oídos, para no tener que recibir la simiente que ellos

sembraban; por cuanto vosotros sois piedras de un templo, preparadas de antemano

para un edificio de Dios el Padre, siendo elevadas hacia lo alto por medio del motor

(instrumento) de Jesucristo, que es la Cruz, y usando como cuerda el Espíritu Santo;

en tanto que la fe es vuestro cabrestante, y el amor es el camino que lleva a Dios. Así

pues, todos sois compaiieros en el camino, llevando a vuestro Dios y vuestro

santuario, vuestro Cristo y vuestras cosas santas, adornados de pies a cabeza en los

mandamientos de Jesucristo. Y a mí también, tomando parte en la festividad, se me

permite por carta estar en compañía de vosotros y regocijarme con vosotros, para que

no pongáis vuestro amor en nada que sea según la vida de los hombres, sino sólo en

Dios.

X. Y orad sin cesar por el resto de la humanidad (los que tienen en sí esperanza de

arrepentimiento) para que puedan hallar a Dios. Por tanto, dejad que tomen lecciones

por lo menos de vuestras obras. Contra sus estallidos de ira sed mansos; contra sus

palabras altaneras sed humildes; contra sus vilipendios presentad vuestras oraciones;

contra sus errores permanccedfirmes en la fe; contra sus furores sed dulces. Y no

sintáis celo de imitarles desquitándoos. Mostremos que somos sus hermanos con

nuestra mansedumbre; pero seamos celosos en ser imitadores del Señor, emulándonos

unos a otros por ser cada uno el que sufre la mayor injusticia, el que es más

defraudado, el que es más destituido, para que no quede ni una brizna del diablo entre

vosotros, sino que en toda pureza y templanza permanezcáis en Jesucristo con vuestra

carne y con vuestro espíritu.

XI. Estos son los últimos tiempos. Por tanto seamos reverentes; temamos la

longanimidad de Dios, para que no resulte en condenación contra nosotros. Porque o

bien temamos la ira que ha de venir o amemos la gracia que está presente ahora —lo

uno o lo otro—; siempre y cuando seamos hallados en Cristo Jesús como nuestra vida

verdadera. Que nada relumbre ante vuestros ojos, aparte de Aquel en quien llevo mis

cadenas, mis perlas espirituales, en las cuales quisiera levantarme de nuevo por medio

de vuestras oraciones, de las cuales sea suerte poder participar siempre, para que

pueda ser hallado en la compañía de los cristianos de Efeso, que han sido siempre

unánimes con los apóstoles por medio del poder de Jesucristo.

XII. Sé quién soy y a quiénes escribo. He sido condenado, pero he recibido

misericordia; estoy en peligro, pero soy fortalecido y afianzado. Vosotros sois la ruta

de aquellos que están en camino para morir en Dios. Estáis asociados en los misterios

con Pablo, que fue santificado, que obtuvo un buen nombre, que es digno de todo

parabién; en cuyas pisadas de buena gana quisiera estar andando, cuando llegue a

Dios; el cual en cada carta hizo mención de vosotros en Cristo Jesús.

XIII. Sed, pues, diligentes en congregaros con más frecuencia para dar gracias a Dios

y para su gloria. Porque cuando os congregáis con frecuencia, los poderes de Satanás

son abatidos; y sus asechanzas acaban en nada frente a la concordia de vuestra fe. No

hay nada mejor que la paz, en la cual toda lucha entre las cosas del cielo y las de la

tierra queda abolida.

XIV. Ninguna de estas cosas está escondida de vuestra vista si sois perfectos en

vuestra fe y amor hacia Jesucristo, porque ellas son el comienzo y fin de la vida —la

fe es el comienzo y el amor el fin—, y las dos halladas en unidad son (de) Dios, en

tanto que todas las demás cosas siguen en pos de ellas hacia la verdadera nobleza

(vida santa). Ninguno que profesa tener fe peca, y ninguno que tiene amor aborrece. El

árbol es manifestado por su fruto; así también los que profesan ser de Cristo se

manifiestan por medio de sus acciones. Porque la Obra no es una cuestión de profesar

ahora, sino que se ve cuando uno es hallado (continuando) en el poder de la fe hasta el

fin.

XV. Es mejor guardar silencio y ser, que hablar y no ser. Es bueno enseñar, si el que

habla lo practica. Ahora bien, hay un maestro que habló y lo que dijo sucedió; sí, e

incluso las cosas que hizo en silencio son dignas del Padre. El que posee la palabra de

Jesús es capaz de prestar atención a su silencio, para que pueda ser hecho perfecto;

para que por medio de su palabra pueda actuar y por medio de su silencio pueda ser

conocido. No hay nada escondido del Señor, sino que incluso nuestros secretos están

cerca de Él. Hagamos todas las cosas considerando que El vive en nosotros, para que

podamos ser sus templos, y Él mismo pueda estar en nosotros como nuestro Dios. Esto

es así, y será manifestado a nuestra vista por el amor que debidamente le tenemos a Él.

XVI. No nos engañemos, hermanos. Los que corrompen las casas (familias) no van

a heredar el reino de Dios. Así pues, si a los que hacen estas cosas según la carne se

les da muerte, cuánto más si un hombre, con mala doctrina, corrompe la fe de Dios por

la cual Jesucristo fue crucificado. Este hombre, habiéndose corrompido a sí mismo, irá

al fuego que nunca se apaga; y lo mismo irán los que le escuchan y hacen caso de él.

XVII. Por esta causa recibió el Señor ungüento sobre su cabeza, para que pueda

soplar (instilar) incorrupción a la Iglesia. No seáis ungidos con el mal olor de la

enseñanza del príncipe de este mundo, para que no se os lleve cautivos y os robe la

vida que está puesta ante vosotros. Y ¿por qué no andamos prudentemente, recibiendo

el conocimiento de Dios, que es en Jesucristo? ¿Por qué perecer en nuestra locura, no

haciendo caso del don de gracia que el Señor ha enviado verdaderamente?

XVIII. Mi espíritu es cual un desecho por razón de la Cruz, que es una piedra de

tropiezo para los que no creen, pero para nosotros salvación y vida eterna. ¿Dónde

está el sabio? ¿Dónde está el que disputa? ¿En qué se glorían los que son llamados

prudentes?, Porque nuestro Dios, Jesús el Cristo, fue concebido en la matriz de María

según una dispensación de la simiente de David, pero también del Espíritu Santo; y

nació y fue bautizado para que por su pasión pudiera purificar el agua.

XIX. Y escondidos del príncipe de este mundo fueron la virginidad de María y el que

diera a luz, y asimismo la muerte del Señor —tres misterios que deben ser

proclamados—, que fueron obrados en el silencio de Dios. ¿En qué forma fueron

manifestados a las edades? Brilló una estrella en el cielo por encima de todas las

demás estrellas; y su luz era inefable, y su novedad causaba asombro; y todas las

demás constelaciones con el sol y la luna formaron un coro alrededor de la estrella;

pero la estrella brilló más que todas ellas; y hubo perplejidad sobre la procedencia de

esta extraña aparición que era tan distinta de las otras. A partir de entonces toda

hechicería y todo encanto quedó disuelto, la ignorancia de la maldad se desvaneció, el

reino antiguo fue derribado cuando Dios apareció en la semejanza de hombre en

novedad de vida eterna; y lo que había sido perfeccionado en los consejos de Dios

empezó a tener efecto. Por lo que todas las cosas fueron perturbadas, porque se echó

mano de la abolición de la muerte.

XX. Si Jesucristo me considerara digno por medio de vuestra oración, y fuera la

voluntad divina, en un segundo tratado, que intento escribiros, os mostraré más acerca

de la dispensación de la cual he empezado a hablar, con referencia al nuevo hombre

Jesucristo, que consiste en fe hacia Él y en amor hacia Él, en su pasión y resurrección,

especialmente si el Señor me revelara algo. Congregaos en común, cada uno de

vosotros por su parte, hombre por hombre, en gracia, en una fe y en Jesucristo, el cual

según la carne fue del linaje de David, que es el Hijo del Hombre y el Hijo de Dios,

con miras a que podáis obedecer al obispo y al presbiterio sin distracción de mente;

partiendo el pan, que es la medicina de la inmortalidad y el antídoto para que no

tengamos que morir, sino vivir para siempre en Jesucristo.

XXI. siento gran afecto hacia vosotros y por los que enviasteis a Esmirna para el

honor de Dios; por lo cual también os escribo con agradecimiento al Señor, y teniendo

amor a Policarpo lo tengo también a vosotros. Recordadme, tal como yo deseo que

Jesucristo os recuerde. Orad por la iglesia que está en Siria, desde donde soy llevado

preso a Roma —yo que soy el último de los fieles allí; aunque fui considerado digno

de ser hallado para el honor de Dios—. Pasadlo bien en Dios el Padre y en Jesucristo

nuestra esperanza común.

2 A LOS MAGNESIANOS

Ignacio, llamado también Teóforo, a la (iglesia) que ha sido bendecida por la gracia de

Dios el Padre en Cristo Jesús nuestro Salvador, en quien saludo a la iglesia que está en

Magnesia junto al Meandro, y le envío abundantes salutaciones en Dios el Padre y en

Jesucristo.

I. Cuando me enteré del superabundante buen orden de vuestro amor en los caminos

de Dios, me alegré y decidí comunicarme con vosotros en la fe de Jesucristo. Porque

siendo contado digno de llevan un nombre piadoso, en estas cadenas que estoy

llevando, canto la alabanza de las iglesias; y ruego que pueda haber en ellas unión de

la carne y del espíritu que es de Jesucristo, nuestra vida siempre segura: una unión de

fe y de amor preferible a todas las cosas, y —lo que es más que todas ellas— una

unión con Jesús y con el Padre; en el cual, si sufrimos con paciencia todas las

asechanzas del príncipe de este mundo y escapamos de ellas, llegaremos a Dios.

II. Por cuanto, pues, me fue permitido el veros en la persona de Damas vuestro

piadoso obispo y vuestros dignos presbíteros Bassus y Apolonio y mi consiervo el

diácono Socio, en quien de buena gana me gozo, porque está sometido al obispo como

a la gracia de Dios y al presbiterio como a la ley de Jesucristo.

III. Sí, y os corresponde a vosotros también no tomaros libertades por la juventud de

vuestro obispo, sino, según el poder de Dios el Padre, rendirle toda reverencia, tal

como he sabido que los santos presbíteros tampoco se han aprovechado de la evidente

condición de su juventud, sino que le han tenido deferencia como prudente en Dios;

no ya a él, sino al Padre de Jesucristo, a saber, el Obispo de todos. Por tanto, por el

honor de Aquel que os ha deseado, es apropiado que seáis obedientes sin hipocresía.

Porque un hombre no engaña a este obispo que es visible, sino que intenta engañar al

otro que es invisible; y en este caso debe contar no con carne sino con Dios, que

conoce las cosas escondidas.

IV. Por tanto, es apropiado que no sólo seamos llamados cristianos, sino que lo

seamos; tal como algunos tienen el nombre del obispo en sus labios, pero en todo

obran aparte del mismo. Estos me parece que no tienen una buena conciencia, por

cuanto no se congregan debidamente según el mandamiento.

V. Siendo así que todas las cosas tienen un final, y estas dos —vida y muerte— están

delante de nosotros, y cada uno debe ir a su propio lugar, puesto que sólo hay dos

monedas, la una de Dios y la otra del mundo, y cada una tiene su propia estampa

acuñada en ella, los no creyentes la marca del mundo, pero los fieles en amor la marca

de Dios el Padre por medio de Jesucristo, si bien a menos que aceptemos libremente

morir en su pasión por medio de El, su vida no está en nosotros.

VI. Siendo así, pues, que en las personas antes mencionadas yo os contemplé a todos

vosotros en fe y os abracé, os aconsejo que seáis celosos para hacer todas las cosas en

buena armonía, el obispo presidiendo a la semejanza de Dios y los presbíteros según la

semejanza del concilio de los apóstoles, con los diáconos también que me son muy

caros, habiéndoles sido confiado el diaconado de Jesucristo, que estaba con el Padre

antes que los mundos y apareció al fin del tiempo. Por tanto, esforzaos en alcanzar

conformidad con Dios y tened reverencia los unos hacia los otros; y que ninguno mire

a su prójimo según la carne, sino que os améis los unos a los otros siempre en

Jesucristo. Que no haya nada entre vosotros que tenga poder para dividiros, sino

permaneced unidos con el obispo y con los que presiden sobre vosotros como un

ejemplo y una lección de incorruptibilidad.

VII. Por tanto, tal como el Señor no hizo nada sin el Padre, [estando unido con Él],

sea por sí mismo o por medio de los apóstoles, no hagáis nada vosotros, tampoco, sin

el obispo y los presbíteros. Y no intentéis pensar que nada sea bueno para vosotros

aparte de los demás: sino que haya una oración en común, una suplicación, una mente,

una esperanza, un amor y un gozo intachable, que es Jesucristo, pues no hay nada que

sea mejor que El. Apresuraos a congregaros, como en un solo templo, Dios; como ante

un altar, Jesucristo, que vino de un Padre y está con un Padre y ha partido a un Padre.

VIII. No os dejéis seducir por doctrinas extrañas ni por fábulas anticuadas que son

sin provecho. Porque si incluso en el día de hoy vivimos según la manera del

Judaísmo, confesamos que no hemos recibido la gracia; porque los profetas divinos

vivían según Cristo Jesús. Por esta causa también fueron perseguidos, siendo

inspirados por su gracia a fin de que los que son desobedientes puedan ser plenamente

persuadidos de que hay un solo Dios que se manifestó a través de Jesucristo su Hijo,

que es su Verbo que procede del silencio, el cual en todas las cosas agradó a Aquel

que le había enviado.

IX. Así pues, silos que habían andado en prácticas antiguas alcanzaron una nueva

esperanza, sin observar ya los sábados, sino moldeando sus vidas según el día del

Señor, en el cual nuestra vida ha brotado por medio de Él y por medio de su muerte

que algunos niegan —un misterio por el cual nosotros obtuvimos la fe, y por esta

causa reSistimos con paciencia, para que podamos ser hallados discípulos de

Jesucristo, nuestro solo maestro-, si es así, ¿cómo podremos vivir aparte de Él, siendo

así que incluso los profetas, siendo sus discípulos, estaban esperándole como su

maestro por medio del Espíritu? Y por esta causa Aquel a quien justamente esperaban,

cuando vino, los levantó de los muertos.

X. Por tanto, no seamos insensibles a su bondad. Porque si Él nos imitara según

nuestros hechos, estaríamos perdidos. Por esta causa, siendo así que hemos pasado a

ser sus discípulos, aprendamos a vivir como conviene al Cristianismo. Porque todo el

que es llamado según un nombre diferente de éste, no es de Dios. Por tanto, poned a

un lado la levadura vil que se había corrompido y agriado y echad mano de la nueva

levadura, que es Jesucristo. Sed salados en Él, que ninguno entre vosotros se pudra,

puesto que seréis probados en vuestro sabor. Es absurdo hablar de Jesucristo y al

mismo tiempo practicar el Judaísmo. Porque el Cristianismo no creyo (se unió) en el

Judaísmo, sino el Judaísmo en el Cristianismo, en el cual toda lengua que creyó fue

reunida a Dios.

XI. Ahora bien, digo estas cosas, queridos, no porque haya tenido noticias de que

alguno entre vosotros las piense, sino que, como siendo menos que cualquiera de

vosotros, quisiera que estuvierais en guardia en todo tiempo, para que no caigáis en los

lazos de la doctrina yana; sino estad plenamente persuadidos respecto al nacimiento y

la pasión y la resurrección, que tuvieron lugar en el tiempo en que Poncio Pilato era

gobernador; porque estas cosas fueron hechas verdadera y ciertamente por Jesucristo

nuestra esperanza; de cuya esperanza ninguno de vosotros se desvíe.

XII. Dejadme que me regocije a causa de vosotros en todas las cosas, si soy digno de

ello. Porque aunque me hallo en prisiones, con todo no soy comparable a ninguno de

vosotros que estáis en libertad, Sé que no sois engreídos; porque tenéis a Jesucristo en

vosotros. Y, cuando os alabo, sé que por ello sentís más modestia; como está escrito:

El justo se acusa a sí mismo.

XIII. Que vuestra diligencia sea, pues, confirmada en las ordenanzas del Señor y de

los apóstoles, para que podáis prosperar en todas las cosas que hagáis en la carne y

en el espíritu, por la fe y por el amor, en el Hijo y Padre en el Espíritu, en el comienzo

y en el fin, con vuestro reverenciado obispo y con la guirnalda espiritual bien trenzada

de vuestro presbiterio, y con los diáconos que andan según Dios. Sed obedientes al

obispo y los unos a los otros, como Jesucristo lo era al Padre [según la carne], y como

los apóstoles lo eran a Cristo y al Padre, para que pueda haber unión de la carne y el

espíritu.

XIV. Sabiendo que estáis llenos de Dios, os he exhortado brevemente. Recordadme

en vuestras oraciones, para que yo pueda llegar a Dios; y recordad también a la iglesia

que está en Siria, de la cual no soy digno de ser llamado miembro. Porque tengo

necesidad de vuestra oración unida y vuestro amor en Dios, para que se le conceda a la

iglesia que está en Siria el ser reavivada por el rocío de vuestra ferviente suplicación.

XV. Los efesios de Esmirna os saludan, desde donde os estoy escribiendo. Están aquí

conmigo para la gloria de Dios, como tambien estáis vosotros; y me han confortado en

todas las cosas, junto con Policarpo, obispo de los esmirneanos. Sí, y todas las otras

iglesias os saludan en el honor de Jesucristo. Pasadlo bien en piadosa concordia, y

poseed un espíritu firme, que es Jesucristo.

3 A LOS TRALLIANOS

Ignacio, llamado también Teóforo, a la que es amada por Dios el Padre de Jesucristo;

a la santa iglesia que está en Tralles de Asia, elegida y digna de Dios, teniendo paz en

la carne y el espíritu por medio de la pasión de Jesucristo, que es nuestra esperanza

por medio de nuestra resurrección en Él; iglesia a la cual yo saludo también en la

plenitud divina según la forma apostólica, y le deseo abundantes parabienes.

I. He sabido que tenéis una mente intachable y sois firmes en la paciencia, no como

hábito, sino por naturaleza, según me ha informado Polibio vuestro obispo, el cual por

la voluntad de Dios y de Jesucristo me visitó en Esmirna; y así me regocijé mucho en

mis prisiones en Jesucristo, que en él pude contemplar la multitud de todos vosotros.

Por tanto, habiendo recibido vuestra piadosa benevolencia de sus manos, di gloria,

pues he visto que sois imitadores de Dios, tal como me habían dicho.

II. Porque cuando sois obedientes al obispo como a Jesucristo, es evidente para mí

que estáis viviendo no según los hombres sino según Jesucristo, el cual murió por

nosotros, para que creyendo en su muerte podamos escapar de la muerte. Es necesario,

por tanto, como acostumbráis hacer, que no hagáis nada sin el obispo, sino que seáis

obedientes también al presbiterio, como los apóstoles de Jesucristo nuestra esperanza;

porque si vivimos en El, también seremos hallados en Él. Y, del mismo modo, los que

son diáconos de los misterios de Jesucristo deben complacer a todos los hombres en

todas las formas. Porque no son diáconos de carne y bebida sino siervos de la Iglesia

de Dios. Es propio, pues, que se mantengan libres de culpa como si fuera fuego.

III. De la misma manera, que todos respeten a los diáconos como a Jesucristo, tal

como deben respetar al obispo como tipo que es del Padre y a los presbíteros como

concilio de Dios y como colegio de los apóstoles. Aparte de ellos no hay ni aun el

nombre de iglesia. Y estoy persuadido que pensáis de esta forma en lo que respecta a

estas cuestiones; porque he recibido la muestra de vuestro amor, y la tengo conmigo,

en la persona de vuestro obispo, cuyo comportamiento es una gran lección, cuya

mansedumbre es poder; un hombre a quien creo que incluso los impíos prestan

reverencia. Siendo así que os amo, os trato con blandura, aunque es posible que

escriba de modo más estricto en su favor; pero no creí que tuviera competencia para

hacerlo, y que, siendo un reo, os dé órdenes como si fuera un apóstol.

IV. Tengo muchos pensamientos profundos en Dios; pero procuro tener mesura, no

sea que perezca a causa de mi jactancia. Porque ahora debería tener más miedo y no

prestar atención a los que quisieran que me enorgulleciera; porque los que me halagan

son para mi como un azote. Porque aunque deseo sufrir, con todo no sé seguro si soy

digno de ello: porque la envidia del diablo verdaderamente muchos no la ven, pero

contra mí está librando una guerra encarnizada. Así pues, ansío ser manso, con lo cual

el príncipe de este mundo es reducido a la nada.

V. ¿No soy capaz de escribiros de cosas celestiales? Pero temo que pudiera causaros

daño siendo vosotros aún niños. Así que tened paciencia conmigo, para que no os

atragantéis no siendo aún capaces de ingerirlas. Porque yo mismo también, a pesar de

que estoy en cadenas y puedo comprender cosas celestiales y las formaciones de los

ángeles y las revistas de los príncipes, cosas visibles y cosas invisibles, yo mismo, no

por esta razon soy un discípulo. Porque carecemos de muchas cosas, para que no nos

falte Dios.

VI. Os exhorto, pues —aunque no yo, sino el amor de Jesucristo-, que toméis sólo el

alimento cristiano, y os abstengáis de forraje extraño, que es herejía; porque estos

hombres incluso mezclan veneno con Jesucristo, imponiéndose a los otros con la

pretensión de honradez y sinceridad, como personas que administran una porción letal

con vino y miel, para que uno no lo reconozca, y no tema, y beba la muerte con un

deleite fatal.

VII. Estad, pues, en guardia contra estos hombres. Y será así ciertamente si no os

envanecéis y si sois inseparables de [Dios] Jesucristo y del obispo y de las ordenanzas

de los apóstoles. El que está dentro del santuario es limpio; el que está fuera del

santuario no es limpio; esto es, el que hace algo sin el obispo y el presbiterio y los

diáconos, este hombre no tiene limpia la conciencia.

VIII. No es, realmente, que haya sabido de alguna cosa así entre vosotros, pero estoy

velando sobre vosotros siempre, como amados míos, porque veo con antelación los

lazos del diablo. Por tanto armaos de mansedumbre y cubríos de la fe que es la carne

del Señor, y el amor que es la sangre de Jesucristo. Que ninguno tenga inquina o

rencor alguno contra su prójimo. No deis ocasión a los gentiles, para que no ocurra

que por algunos necios la multitud de los píos sea blasfemada; porque Ay de aquel por

cuya vanidad mi nombre es blasfemado delante de algunos.

IX. Sed sordos, pues, cuando alguno os hable aparte de Jesucristo, que era de la raza

de David, que era el Hijo de María, que verdaderamente nació y comió y bebió y fue

ciertamente perseguido bajo Poncio Pilato, fue verdaderamente crucificado y murió a

la vista de los que hay en el cielo y los que hay en la tierra y los que hay debajo de la

tierra; el cual, además, verdaderamente resucitó de los muertos, habiéndolo resucitado

su Padre, el cual, de la misma manera nos levantará a nosotros los que hemos creído

en El —su Padre, digo, nos resucitará—, en Cristo Jesús, aparte del cual no tenemos

verdadera vida.

X. Pero si fuera como ciertas personas que no son creyentes, sino impías, y dicen que

Él sufrió sólo en apariencia, siendo ellos mismos mera apariencia, ¿por qué, pues,

estoy yo en cadenas? Y ¿por qué también deseo enfrentarme con las fieras? Si es así,

muero en vano. Verdaderamente estoy mintiendo contra el Señor.

XI. Evitad, pues, estos viles retoños que producen un fruto mortal, que si uno lo

prueba, al punto muere. Porque estos hombres no son plantados por el Padre; porque si

lo fueran, se vería que son ramas de la cruz, y su fruto imperecedero —la cruz por la

cual El, por medio de su pasión, nos invita, siendo sus miembros—. Ahora bien, no es

posible hallar una cabeza sin miembros, siendo así que Dios promete unión, y esta

unión es Él mismo.

XII. Os saludo desde Esmirna, junto con las iglesias de Dios que están presentes

conmigo; hombres que me han confortado en todas formas, tanto en la carne como en

el espíritu. Mis cadenas, que llevo por amor a Jesucristo, os exhortan suplicando que

yo pueda llegar a Dios; permaneced en vuestra concordia y en oración los unos con los

otros. Porque os conviene a cada uno de vosotros, y de modo más especial a los

presbíteros, el alegrar el alma de vuestro obispo en el honor del Padre [y en el honor]

de Jesucristo y de los apóstoles. Ruego que me prestéis atención en amor, para que no

sea yo testimonio contra vosotros por haberos escrito estas cosas. Y rogad, también,

vosotros por mí, que tengo necesidad de vuestro amor en la misericordia de Dios, para

que me sea concedida la suerte que ansío alcanzar, a fin de que no sea hallado

reprobado.

XIII. El amor de los esmirneanos y los efesios os saluda. Recordad en vuestras

oraciones a la iglesia que está en Siria; de la cual [además] no soy digno de ser

llamado miembro, siendo el último de ellos. Pasadlo bien en Jesucristo, sometiéndoos

al obispo como al mandamiento, y del mismo modo al presbiterio; y cada uno de

vosotros ame al otro con corazón indiviso. Mi espíritu es ofrecido por vosotros, no

sólo ahora, sino también cuando llegue a Dios. Porque todavía estoy en peligro; pero

el Padre es fiel en Jesucristo para satisfacer mi petición y la vuestra. Que podamos ser

hallados intachables en Él.

 4 A LOS ROMANOS

Ignacio, que es llamado también Teóforo, a aquella que ha hallado misericordia en la

benevolencia del Padre Altísimo y de Jesucristo su único Hijo; a la iglesia que es

amada e iluminada por medio de la voluntad de Aquel que quiso todas las cosas que

son, por la fe y el amor a Jesucristo nuestro Dios; a la que tiene la presidencia en el

territorio de la región de los romanos, siendo digna de Dios, digna de honor, digna de

parabienes, digna de alabanza, digna de éxito, digna en pureza, y teniendo la

presidencia del amor, andando en la ley de Cristo y llevando el nombre del Padre;

iglesia a la cual yo saludo en el nombre de Jesucristo el Hijo del Padre; a los que en la

carne y en el espíritu están unidos a cada uno de sus mandamientos, siendo llenos de

la gracia de Dios sin fluctuación, y limpiados de toda mancha extraña; salutaciones

abundantes en Jesucristo nuestro Dios en su intachabilidad.

I. Por cuanto como respuesta de mi oración a Dios me ha sido concedido ver vuestros

rostros piadosos, de modo que he obtenido aún más de lo que había pedido; porque

llevando cadenas en Cristo Jesús espero saludaros, si es la divina voluntad que sea

contado digno de llegar hasta el fin; porque el comienzo ciertamente esta bien

ordenado, si es que alcanzo la meta, para que pueda recibir mi herencia sin obstáculo.

Porque temo vuestro mismo amor, que no me cause daño; porque a vosotros os es fácil

hacer lo que queréis, pero para mí es difícil alcanzar a Dios, a menos que seáis

clementes conmigo.

II. Porque no quisiera que procurarais agradar a los hombres, sino a Dios, como en

realidad le agradáis. Porque no voy a tener una oportunidad como ésta para llegar a

Dios, ni vosotros, si permanecéis en silencio, podéis obtener crédito por ninguna obra

más noble. Porque si permanecéis en silencio y me dejáis solo, soy una palabra de

Dios; pero si deseáis mi carne, entonces nuevamente seré un mero grito (tendré que

correr mi carrera). [Es más], no me concedáis otra cosa que el que sea derramado

como una libación a Dios en tanto que hay el altar preparado; para que formando

vosotros un coro en amor, podáis cantar al Padre en Jesucristo, porque Dios ha

concedido que (yo) el obispo de Siria se halle en el Occidente, habiéndolo llamado

desde el Oriente. Es bueno para mí emprender la marcha desde el mundo hacia Dios,

para que pueda elevarme a Él.

III. Nunca habéis recibido a nadie de mala gana; fuisteis los instructores de otros. Y

mi deseo es que las lecciones que impartís como maestros las confirméis. Rogad, sólo,

que yo tenga poder por dentro y por fuera, de modo que no sólo pueda decirlo, sino

también desearlo; que pueda no sólo ser llamado cristiano, sino que lo sea de veras.

Porque si resulto serlo, entonces puedo ser tenido como tal, y considerado fiel, cuando

ya no sea visible al mundo. Nada visible es bueno. Porque Dios nuestro Dios

Jesucristo, estando en el Padre, es el que es más fácilmente manifestado. La obra no es

ya de persuasión, sino que el Cristianismo es una cosa de poder, siempre que sea

aborrecido por el mundo.

IV. Escribo a todas las iglesias, y hago saber a todos que de mi propio libre albedrío

muero por Dios, a menos que vosotros me lo estorbéis. Os exhorto, pues, que no uséis

de una bondad fuera de sazón. Dejadme que sea entregado a las fieras puesto que por

ellas puedo llegar a Dios. Soy el trigo de Dios, y soy molido por las dentelladas de las

fieras, para que pueda ser hallado pan puro [de Cristo]. Antes atraed a las fieras, para

que puedan ser mi sepulcro, y que no deje parte alguna de mi cuerpo detrás, y así,

cuando pase a dormir, no seré una carga para nadie. Entonces seré verdaderamente un

discípulo de Jesucristo, cuando el mundo ya no pueda ver mi cuerpo. Rogad al Señor

por mí, para que por medio de estos instrumentos pueda ser hallado un sacrificio para

Dios. No os mando nada, cosa que hicieron Pedro y Pablo. Ellos eran apóstoles, yo

soy un reo; ellos eran libres, pero yo soy un esclavo en este mismo momento. Con

todo, cuando sufra, entonces seré un hombre libre de Jesucristo, y seré levantado libre

en Él. Ahora estoy aprendiendo en mis cadenas a descartar toda clase de deseo.

V. Desde Siria hasta Roma he venido luchando con las fieras, por tierra y por mar, de

día y de noche, viniendo atado entre diez leopardos, o sea, una compañía de soldados,

los cuales, cuanto más amablemente se les trata, peor se comportan. Sin embargo, con

sus maltratos paso a ser de modo más completo un discípulo; pese a todo, no por ello

soy justificado. Que pueda tener el gozo de las fieras que han sido preparadas para mí;

y oro para que pueda hallarlas pronto; es más, voy a atraerlas para que puedan

devorarme presto, no como han hecho con algunos, a los que han rehusado tocar por

temor. Así, si es que por sí mismas no están dispuestas cuando yo lo estoy, yo mismo

voy a forzarlas. Tened paciencia conmigo. Sé lo que me conviene. Ahora estoy

empezando a ser un discípulo. Que ninguna de las cosas visibles e invisibles sientan

envidia de mí por alcanzar a Jesucristo. Que vengan el fuego, y la cruz, y los

encuentros con las fieras [dentelladas y magullamientos], huesos dislocados,

miembros cercenados, el cuerpo entero triturado, vengan las torturas crueles del diablo

a asaltarme. Siempre y cuando pueda llegar a Jesucristo.

VI. Los confines más alejados del universo no me servirán de nada, ni tampoco los

reinos de este mundo. Es bueno para mí el morir por Jesucristo, más bien que reinar

sobre los extremos más alejados de la tierra. A Aquél busco, que murió en lugar

nuestro; a Aquél deseo, que se levantó de nuevo [por amor a nosotros]. Los dolores de

un nuevo nacimiento son sobre mí. Tened paciencia conmigo, hermanos. No me

impidáis el vivir; no deseéis mi muerte. No concedáis al mundo a uno que desea ser de

Dios, ni le seduzcáis con cosas materiales. Permitidme recibir la luz pura. Cuando

llegue allí, entonces seré un hombre. Permitidme ser un imitador de la pasión de mi

Dios. Si alguno le tiene a Él consigo, que entienda lo que deseo, y que sienta lo mismo

que yo, porque conoce las cosas que me están estrechando.

VII. El príncipe de este mundo de buena gana me despedazaría y corrompería mi

mente que mira a Dios. Que ninguno de vosotros que estéis cerca, pues, le ayude. Al

contrario, poneos de mi lado, esto es, del lado de Dios. No habléis de Jesucristo y a

pesar de ello deseéis el mundo. Que no haya envidia en vosotros. Aun cuando yo

mismo, cuando esté con vosotros, os ruegue, no me obedezcáis; sino más bien haced

caso de las cosas que os he escrito. [Porque] os estoy escribiendo en plena vida,

deseando, con todo, la muerte. Mis deseos personales han sido crucificados, y no hay

fuego de anhelo material alguno en mí, sino sólo agua viva +que habla+ dentro de mí,

diciéndome: Ven al Padre. No tengo deleite en el alimento de la corrupción o en los

deleites de esta vida. Deseo el pan de Dios, que es la carne de Cristo, que era del linaje

de David; y por bebida deseo su sangre, que es amor incorruptible.

VIII. Ya no deseo vivir según la manera de los hombres; y así será si vosotros lo

deseáis. Deseadlo, pues, y que vosotros también seáis deseados (y así vuestros deseos

serán cumplidos). En una breve carta os lo ruego; creedme. Y Jesucristo os hará

manifiestas estas cosas (para que sepáis) que yo digo la verdad —Jesucristo, la boca

infalible por la que el Padre ha hablado [verdaderamente]—. Rogad por mí, para que

pueda llegar [por medio del Espíritu Santo]. No os escribo según la carne, sino según

la mente de Dios. Si sufro, habrá sido vuestro (buen) deseo; si soy rechazado, habrá

sido vuestro aborrecimiento.

IX. Recordad en vuestras oraciones a la iglesia que está en Siria, que tiene a Dios

como su pastor en lugar mío. Jesucristo sólo será su obispo —El y vuestro amor—.

Pero en cuanto a mí, me avergüenzo de ser llamado uno de ellos; porque ni soy digno,

siendo como soy el último de todos ellos y nacido fuera de sazón; pero he hallado

misericordia para que sea alguien si es que llego a Dios. Mi espíritu os saluda, y el

amor de las iglesias que me han recibido en el nombre de Jesucristo, no como mero

transeúnte: porque incluso aquellas iglesias que no se hallan en mi ruta según la carne

vinieron a verme de ciudad en ciudad.

X. Ahora os escribo estas cosas desde Esmirna por mano de los efesios, que son

dignos de todo parabién. Y Crocus también, un nombre que me es muy querido, está

conmigo, y muchos otros también.

Por lo que se refiere a los que fueron antes que yo de Siria a Roma para la gloria de

Dios, creo que ya habéis recibido instrucciones; hacedles saber que estoy cerca;

porque ellos son todos dignos de Dios y de vosotros, y es bueno que renovéis su vigor

en todas las cosas. Estas cosas os escribo el día 9º antes de las calendas de septiembre.

Pasadlo bien hasta el fin en la paciente espera de Jesucristo.

 5 A LOS FILADELFIANOS

Ignacio, llamado también Teóforo, a la iglesia de Dios el Padre y de Jesucristo, que

está en Filadelfia de Asia, que ha hallado misericordia y está firmemente afianzada en

la concordia de Dios y se regocija en la pasión de nuestro Señor y en su resurrección

sin vacilar, estando plenamente provista de toda misericordia; iglesia a la cual saludo

en la sangre de Jesucristo, que es gozo eterno y permanente; más especialmente si son

unánimes con el obispo y los presbíteros que están con él, y con los diáconos que han

sido nombrados en conformidad con la mente de Jesucristo, a los cuales Él de su

propia voluntad ha confirmado y afianzado en su Santo Espíritu.

I. He hallado que este obispo vuestro ostenta el ministerio que pertenece al bienestar

común, no por sí mismo o por medio de hombres, ni para vanagloria, sino en el amor

de Dios y el Padre y el Señor Jesucristo. Estoy maravillado de su longanimidad; cuyo

silencio es más poderoso que el hablar de los otros. Porque está en consonancia y

armonía con los mandamientos como una lira con sus cuerdas. Por lo cual mi alma

bendice su mente piadosa, porque he visto que es virtuoso y perfecto —incluso su

temperamento calmado y sereno, viviendo en toda tolerancia de piedad—.

II. Como hijos, pues, [de la luz] de la verdad, evitad las divisiones y las doctrinas

falsas; y allí donde está el pastor, seguidle como ovejas. Porque muchos lobos

engañosos con deleites fatales se llevan cautivos a los que corren en la carrera de

Dios; pero, cuando estéis unidos, no hallarán oportunidades.

III. Absteneos de las plantas nocivas, que no son cultivadas por Jesucristo, porque no

son plantadas por el Padre. No que haya hallado divisiones entre vosotros, pero sí

filtración. Porque todos los que son de Dios y de Jesucristo están con los obispos; y

todos los que se arrepientan y entren en la unidad de la Iglesia, éstos también serán de

Dios, para que puedan vivir según Jesucristo. No os dejéis engañar, hermanos míos. Si

alguno sigue a otro que hace un cisma, no heredará el reino de Dios. Si alguno anda

en doctrina extraña, no tiene comunión con la pasión.

IV. Sed cuidadosos, pues, observando una eucanstía (porque hay una carne de nuestro

Señor Jesucristo y una copa en unión en su sangre; hay un altar, y hay un obispo, junto

con el presbiterio y los diáconos mis consiervos), para que todo lo que hagáis sea

según Dios.

V. Hermanos míos, mi corazón rebosa de amor hacia vosotros; y regocijándome

sobremanera velo por vuestra seguridad; con todo, no soy yo, sino Jesucristo; y el

llevar sus cadenas aún me produce más temor, por cuanto aún no he sido

perfeccionado. Pero vuestras oraciones me harán perfecto [hacia Dios], refugiándome

en el Evangelio como la carne de Jesús, y en los apóstoles como el presbiterio de la

Iglesia. Sí, y amamos a los profetas también, porque nos señalaron el Evangelio en su

predicación y ponían su esperanza en Él y le aguardaban; y teniendo fe en Él fueron

salvados en la unidad de Jesucristo, siendo dignos de todo amor y admiración como

hombres santos, aprobados por Jesucristo y contados juntos en el Evangelio de nuestra

esperanza común.

VI. Pero si alguno propone el Judaísmo entre vosotros no le escuchéis, porque es

mejor escuchar el Cristianismo de uno que es circuncidado que escuchar el Judaísmo

de uno que es incircunciso. Pero si tanto el uno como el otro no os hablan de

Jesucristo, yo los tengo como lápidas de cementerio y tumbas de muertos, en las

cuales están escritos sólo los nombres de los hombres. Evitad, pues, las artes malvadas

y las intrigas del príncipe de este mundo, no suceda que seáis destruidos con sus

ardides y os debilitéis en vuestro amor. Sino congregaos en asamblea con un corazón

indiviso. Y doy gracias a mi Dios que tengo buena conciencia de mis tratos con

vosotros, y nadie puede jactarse, sea en secreto o en público, de que yo haya impuesto

carga para ninguno, sea en cosas pequeñas o grandes. Sí, y ruego a Dios, para todos

aquellos a quienes haya hablado, que no transformen mis palabras en testimonio en

contra de ellos mismos.

VII. Porque aun cuando ciertas personas han deseado engañarme según la carne, con

todo, el espíritu no es engañado, siendo de Dios; porque sabe de dónde viene y adónde

va, y escudriña las cosas escondidas. Porque, cuando estuve entre vosotros, clamé,

hablé en voz alta, con la voz propia de Dios: Prestad atención al obispo y al presbiterio

y a los diáconos. Pese a ello, había algunos que sospechaban que yo decía esto porque

conocía de antemano la división de algunas personas. Pero Aquel por quien estoy

atado me es testigo de que no lo supe por medio de carne de hombre; fue la

predicación del Espíritu que hablaba de esta forma: No hagáis nada sin el obispo;

mantened vuestra carne como un templo de Dios; amad la unión; evitad las divisiones;

sed imitadores de Jesucristo como Él mismo lo era de su Padre.

VIII. Yo hice, pues, mi parte, como un hombre amante de la unión. Pero allí donde

hay división e ira, allí no reside Dios. Ahora bien, el Señor perdona a todos los

hombres cuando se arrepienten, si al arrepentirse regresan a la unidad de Dios y al

concilio del obispo. Tengo fe en la gracia de Jesucristo, que os librará de toda atadura;

y os ruego que no hagáis nada en espíritu de facción, sino según la enseñanza de

Cristo. Porque he oído a ciertas personas que decían: Si no lo encuentro en las

escrituras fundacionales (antiguas), no creo que esté en el Evangelio. Y cuando les

dije: Está escrito, me contestaron: Esto hay que probarlo. Pero, para mí, mi escritura

fundacional es Jesucristo, la carta inviolable de su cruz, y su muerte, y su resurrección,

y la fe por medio de Él; en la cual deseo ser justificado por medio de vuestras

oraciones.

IX. Los sacerdotes también eran buenos, pero mejor es el Sumo Sacerdote al cual se

encomienda el lugar santísimo; porque sólo a El son encomendadas las cosas

escondidas de Dios; siendo Él mismo la puerta del Padre, por la cual entraron

Abraham e Isaac y Jacob, y los profetas y los apóstoles y toda la Iglesia; y todas estas

cosas se combinan en la unidad de Dios. Pero el Evangelio tiene una preeminencia

singular en el advenimiento del Salvador, a saber, nuestro Señor Jesucristo, y su

pasión y resurrección. Porque los amados profetas en su predicación le señalaban a Él;

pero el Evangelio es el cumplimiento y perfección de la inmortalidad. Todas las cosas

juntas son buenas si creéis por medio del amor.

X. Siendo así que, en respuesta a vuestra oración y a la tierna simpatía que tenéis en

Jesucristo, se me ha dicho que la iglesia que está en Antioquía de Siria tiene paz, os

corresponde, como iglesia de Dios, el designar a un diácono que vaya allí como

embajador de Dios, para que pueda darles el parabién cuando se congreguen y puedan

glorificar el Nombre. Bienaventurado en Jesucristo es el que será considerado digno

de este servicio; y vosotros seréis glorificados. Ahora, pues, si lo deseáis, no os será

imposible hacer esto por el nombre de Dios; tal como las iglesias que están más cerca

han enviado obispos, y otras presbíteros y diáconos.

XI. Pero, por lo que se refiere a Filón, el diácono de Cilicia, un hombre de buen

nombre, que ahora también me sirve a mí en el nombre de Dios, junto con Rhaius

Agathopus, uno de los elegidos que me sigue desde Siria, que se ha despedido de esta

vida presente; éstos dan testimonio en favor vuestro —y yo mismo doy gracias a Dios

por causa de vosotros, porque los recibisteis, como confío que el Señor os recibirá a

vosotros—. Pero que los que los han tratado con desprecio sean redimidos

(perdonados) por la gracia de Jesucristo. El amor de los hermanos que están en Troas

os saluda; desde donde yo también os escribo por mano de Burrhus, que fue enviado

conmigo por los efesios y los esmirneanos como marca de honor. El Señor los

honrará, a saber, Jesucristo, en quien está puesta su esperanza en la carne, el alma y el

espíritu, por la fe, el amor y la concordia. Pasadlo bien en Cristo Jesús, nuestra común

esperanza.

 6 A LOS ESMIRNEANOS

Ignacio, llamado también Teóforo, a la iglesia de Dios el Padre y de Jesucristo el

Amado, que ha sido dotada misericordiosamente de toda gracia, y llena de fe y amor y

no careciendo de ninguna gracia, reverente y ostentando santos tesoros; a la iglesia

que está en Esmirna, en Asia, en un espíritu intachable y en la palabra de Dios,

abundantes salutaciones.

I. Doy gloria a Jesucristo el Dios que os concede tal sabiduría; porque he percibido

que estáis afianzados en fe inamovible, como si estuvierais clavados a la cruz del

Señor Jesucristo, en carne y en espíritu, y firmemente arraigados en amor en la sangre

de Cristo, plenamente persuadidos por lo que se refiere a nuestro Señor que Él es

verdaderamente del linaje de David según la carne, pero Hijo de Dios por la voluntad

y poder divinos, verdaderamente nacido de una virgen y bautizado por Juan para que

se cumpliera en El toda justicia, verdaderamente clavado en cruz en la carne por amor

a nosotros bajo Poncio Pilato y Herodes el Tetrarca (del cual somos fruto, esto es, su

más bienaventurada pasión); para que Él pueda alzar un estandarte para todas las

edades por medio de su resurrección, para sus santos y sus fieles, tanto si son judíos

como gentiles, en el cuerpo único de su Iglesia.

II. Porque Él sufrió todas estas cosas por nosotros [para que pudiéramos ser salvos]; y

sufrió verdaderamente, del mismo modo que resucitó verdaderamente; no como

algunos que no son creyentes dicen que sufrió en apariencia, y que ellos mismos son

mera apariencia. Y según sus opiniones así les sucederá, porque son sin cuerpo y

como los demonios.

III. Porque sé y creo que El estaba en la carne incluso después de la resurrección; y

cuando El se presentó a Pedro y su compañía, les dijo: Poned las manos sobre mí y

palpadme, y ved que no soy un demonio sin cuerpo. Y al punto ellos le tocaron, y

creyeron, habiéndose unido a su carne y su sangre. Por lo cual ellos despreciaron la

muerte, es más, fueron hallados superiores a la muerte. Y después de su resurrección

Él comió y bebió con ellos como uno que está en la carne, aunque espiritualmente

estaba unido con el Padre.

IV. Pero os amonesto de estas cosas, queridos, sabiendo que pensáis lo mismo que

yo. No obstante, estoy velando siempre sobre vosotros para protegeros de las fieras en

forma humana —hombres a quienes no sólo no deberíais recibir, sino, si fuera posible,

ni tan sólo tener tratos [con ellos]; sólo orar por ellos, por si acaso se pueden

arrepentir—. Esto, verdaderamente, es difícil, pero Jesucristo, nuestra verdadera vida,

tiene poder para hacerlo. Porque si estas cosas fueron hechas por nuestro Señor sólo

en apariencia, entonces yo también soy un preso en apariencia. Y ¿por qué, pues, me

he entregado a mí mismo a la muerte, al fuego, a la espada, a las fieras? Pero cerca de

la espada, cerca de Dios; en compañía de las fieras, en compañía de Dios. Sólo que sea

en el nombre de Jesucristo, de modo que podamos sufrir juntamente con Él. Sufro

todas las cosas puesto que Él me capacita para ello, el cual es el Hombre perfecto.

V. Pero ciertas personas, por ignorancia, le niegan, o más bien han sido negadas por

Él, siendo abogados de muerte en vez de serlo de la verdad; y ellos no han sido

persuadidos por las profecías ni por la ley de Moisés, ni aun en esta misma hora por el

Evangelio, ni por los sufrimientos de cada uno de nosotros; porque ellos piensan

también lo mismo con respecto a nosotros. Porque, ¿qué beneficio me produce [a mí]

si un hombre me alaba pero blasfema de mi Señor, no confesando que Él estaba en la

carne? Pero el que no lo afirma, con ello le niega por completo y él mismo es portador

de un cadáver. Pero sus nombres, siendo incrédulos, no considero apropiado

registrarlos por escrito; es más, lejos esté de mí el recordarlos, hasta que se arrepientan

y regresen a la pasión, que es nuestra resurreción.

VI. Que ninguno os engañe. Incluso a los seres celestiales y a los ángeles gloriosos y

a los gobernantes visibles e invisibles, si no creen en la sangre de Cristo [que es Dios],

les aguarda también el juicio. El que recibe, que reciba. Que los cargos no envanezcan

a ninguno, porque la fe y el amor lo son todo en todos, y nada tiene preferencia antes

que ellos. Pero observad bien a los que sostienen doctrina extraña respecto a la gracia

de Jesucristo que vino a vosotros, que éstos son contrarios a la mente de Dios. No les

importa el amor, ni la viuda, ni el huérfano, ni el afligido, ni el preso, ni el hambriento

o el sediento. Se abstienen de la eucaristía (acción de gracias) y de la oración, porque

ellos no admiten que la eucaristía sea la carne de nuestro Salvador Jesucristo, cuya

carne sufrió por nuestros pecados, y a quien el Padre resucitó por su bondad.

VII. Así pues, los que contradicen el buen don de Dios perecen por ponerlo en duda.

Pero sería conveniente que tuvieran amor, para que también pudieran resucitar. Es,

pues, apropiado, que os abstengáis de los tales, y no les habléis en privado o en

público; sino que prestéis atención a los profetas, y especialmente al Evangelio, en el

cual se nos muestra la pasión y es realizada la resurrección.

VIII. [Pero] evitad las divisiones, como el comienzo de los males. Seguid todos a

vuestro obispo, como Jesucristo siguió al Padre, y al presbiterio como los apóstoles; y

respetad a los diáconos, como el mandamiento de Dios. Que nadie haga nada

perteneciente a la Iglesia al margen del obispo. Considerad como eucaristía válida la

que tiene lugar bajo el obispo o bajo uno a quien él la haya encomendado. Allí donde

aparezca el obispo, allí debe estar el pueblo; tal como allí donde está Jesús, allí está la

iglesia universal. No es legítimo, aparte del obispo, ni bautizar ni celebrar una fiesta

de amor; pero todo lo que él aprueba, esto es agradable también a Dios; que todo lo

que hagáis sea seguro y válido.

IX. Es razonable, pues, que velemos y seamos sobrios, en tanto que tengamos

[todavía] tiempo para arrepentimos y volvernos a Dios. Es bueno reconocer a Dios y

al obispo. El que honra al obispo es honrado por Dios; el que hace algo sin el

conocimiento del obispo rinde servicio al diablo. Que todas las cosas, pues, abunden

para vosotros en gracia, porque sois dignos. Vosotros fuisteis para mí un refrigerio en

todas las cosas; que Jesucristo lo sea para vosotros. En mi ausencia y en mi presencia

me amasteis. Que Dios os recompense; por amor al cual sufro todas las cosas, para

que pueda alcanzarle.

X. Hicisteis bien en recibir a Filón y a Rhaius Agathopus, que me siguieron en la

causa de Dios como ministros de [Cristo] Dios; los cuales también dan gracias al

Señor por vosotros, porque les disteis refrigerio en toda forma. No se perderá nada

para vosotros. Mi espíritu os es devoto, y también mis ataduras, que no despreciasteis

ni os avergonzasteis de ellas. Ni tampoco Él, que es la fidelidad perfecta, se

avergonzará de vosotros, a saber, Jesucristo.

XI. Vuestra oración llegó a la iglesia que está en Antioquía de Siria; de donde,

viniendo como preso en lazos de piedad, saludo a todos los hombres, aunque yo no

soy digno de pertenecer a ella, siendo el último de ellos. Por la voluntad divina esto

me fue concedido, no que yo contribuyera a ello, sino por la gracia de Dios, que ruego

pueda serme dada de modo perfecto, para que por medio de vuestras oraciones pueda

llegar a Dios. Por tanto, para que vuestra obra pueda ser perfeccionada tanto en la

tierra como en el cielo, es conveniente que vuestra iglesia designe, para el honor de

Dios, un embajador de Dios que vaya hasta Siria y les dé el parabién porque están en

paz, y han recobrado la estatura que les es propia, y se les ha restaurado a la dimensión

adecuada. Me parece apropiado, pues, que enviéis a alguno de los vuestros con una

carta, para que pueda unirse a ellos dando gloria por la calma que les ha llegado, por la

gracia de Dios, y porque han llegado a un asilo de paz por medio de vuestras

oraciones. Siendo así que sois perfectos, que vuestros consejos sean también

perfectos; porque si deseáis hacer bien, Dios está dispuesto a conceder los medios.

XII. El amor de los hermanos que están en Troas os saluda; de donde también os

escribo por la mano de Burrhus, a quien enviasteis vosotros a mí juntamente con los

efesios vuestros hermanos. Burrhus ha sido para mí un refrigerio en todas formas.

Quisiera que todos le imitaran, porque es un ejemplo del ministerio de Dios. La gracia

divina le recompense en todas las cosas. Os saluda. Saludo a vuestro piadoso obispo y

a vuestro venerable presbiterio [y] a mis consiervos los diáconos, y a todos y cada uno

y en un cuerpo, en el nombre de Jesucristo, y en su carne y sangre, en su pasión y

resurrección, que fue a la vez carnal y espiritual, en la unidad de Dios y de vosotros.

Gracias a vosotros, misericordia, paz, paciencia, siempre.

XIII. Saludo a las casas de mis hermanos con sus esposas e hijos, y a las vírgenes

que son llamadas viudas. Os doy la despedida en el poder del Padre. Filón, que está

conmigo, os saluda. Saludo a la casa de Gavia, y ruego que esté firme en la fe y el

amor tanto de la carne como del espíritu. Saludo a Alce, un nombre que me es

querido, y a Daphnus el incomparable, y a Eutecnus, y a todos por su nombre. Pasadlo

bien en la gracia de Dios.

 7 A POLICARPO

Ignacio, llamado también Teóforo, a Policarpo, que es obispo de la iglesia de Esmirna,

o más bien que tiene por su obispo a Dios el Padre y a Jesucristo, saludos en

abundancia.

I. Dando la bienvenida a tu mente piadosa que está afianzada como si fuera en una

roca inconmovible, doy gloria sobremanera de que me haya sido concedido ver tu faz

intachable, por la cual tengo gran gozo en Dios. Te exhorto por la gracia de la cual

estás revestido que sigas adelante en tu curso y en exhortar a todos los hombres para

que puedan ser salvos. Reivindica tu cargo con toda diligencia de carne y de espíritu.

Procura que haya unión, pues no hay nada mejor que ella. Soporta a todos, como el

Señor te soporta. Toléralo todo con amor, tal como haces. Entrégate a oraciones

incesantes. Pide mayor sabiduría de la que ya tienes. Sé vigilante, y evita que tu

espíritu se adormile. Habla a cada hombre según la manera de Dios. Sobrelleva las

dolencias de todos, como un atleta perfecto. Allí donde hay más labor, hay mucha

ganancia.

II. Si amas a los entendidos, esto no es nada que haya que agradecérsete. Más bien

somete a los más impertinentes por medio de la mansedumbre. No todas las heridas

son sanadas por el mismo ungüento. Suaviza los dolores agudos con fomentos. Sé

prudente como la serpiente en todas las cosas e inocente siempre como la paloma. Por

esto estás hecho de carne y espíritu, para que puedas desempeñar bien las cosas que

aparecen ante tus ojos; y en cuanto a las cosas invisibles, ruega que te sean reveladas,

para que no carezcas de nada, sino que puedas abundar en todo don espiritual. Los

tiempos te lo requieren, como los pilotos requieren vientos, o un marino zarandeado

por la tormenta (busca) un asilo, para poder llegar a Dios. Sé sobrio, como atleta de

Dios. El premio es la incorrupción y la vida eterna, con respecto a la cual ya estás

persuadido. En todas las cosas te soy afecto, yo y mis cadenas, que tú estimaste.

III. No te desmayes por los que parecen ser dignos de crédito y, pese a todo, enseñan

doctrina extraña. Mantente firme como un yunque cuando lo golpean. A un gran atleta

le corresponde recibir golpes y triunfar. Pero por amor de Dios hemos de soportar

todas las cosas, para que El nos soporte a nosotros. Sé, pues, más diligente de lo que

eres. Marca las estaciones. Espera en Aquel que está por encima de toda estación, el

Eterno, el Invisible, que se hizo visible por amor a nosotros, el Impalpable, el

Impasible, que sufrió por amor a nosotros, que sufrió en todas formas por amor a

nosotros.

IV. Que no se descuide a las viudas. Después del Señor sé tú su protector. Que no se

haga nada sin tu consentimiento; ni hagas nada tú sin el consentimiento de Dios, como

no lo haces. Mantente firme. Que se celebren reuniones con más frecuencia. Dirígete a

todos por su nombre. No desprecies a los esclavos, sean hombres o mujeres. Pero no

permitas que éstos se engrían, sino que sirvan más fielmente para la gloria de Dios,

para que puedan obtener una libertad mejor de Dios. Que no deseen ser puestos en

libertad a expensas del pueblo, para que no. sean hallados esclavos de su (propia)

codicia.

V. Evita las malas artes, o más bien evita incluso la conversación o plática sobre ellas.

Di a mis hermanas que amen al Señor y estén contentas con sus maridos en la carne y

en el espíritu. De la misma manera encargo a mis hermanos en el nombre de Jesucristo

que amen a sus esposas, como el Señor amó a la Iglesia. Si alguno puede permanecer

en castidad para honrar la carne del Señor, que lo haga sin jactarse. Si se jacta, está

perdido; y si llega a ser conocido más que el obispo, está contaminado. Es apropiado

que todos los hombres y mujeres, también, cuando se casan, se unan con el

consentimiento del obispo, para que el matrimonio sea según el Señor y no según

concupiscencia. Que todas las cosas se hagan en honor de Dios.

VI. Prestad atención al obispo, para que Dios también os ténga en cuenta. Yo soy

afecto a los que están sometidos al obispo, a los presbíteros y a los diáconos. Que me

sea concedido el tener mi porción con ellos en la presencia de Dios. Laborad juntos los

unos con los otros, luchad juntos, corred juntos, sufrid juntos, reposad juntos,

levantaos juntos, como mayordomos y asesores y ministros de Dios. Agradad al

Capitán en cuyo ejército servís, del cual también habéis de recibir la paga. Que

ninguno sea hallado desertor. Que vuestro bautismo permanezca en vosotros como

vuestro escudo; vuestra fe como vuestro yelmo; vuestro amor como vuestra lanza;

vuestra paciencia como la armadura del cuerpo. Que vuestras obras sean vuestras

garantías, para que podáis recibir los haberes que se os deben. Por tanto, sed pacientes

unos con otros en mansedumbre, como Dios con vosotros. Que siempre pueda tener

gozo de vosotros.

VII. Siendo así que la iglesia que está en Antioquía de Siria tiene paz, según se me ha

informado, por medio de vuestras oraciones, ello ha sido una gran consolación para

mí, puesto que Dios ha eliminado mi preocupación; si es posible, que a través del

sufrimiento pueda llegar a Dios, para que sea tenido como discípulo, mediante vuestra

intercesión. Te conviene, muy bienaventurado Policarpo, convocar un concilio

piadoso y elegir a alguno entre vosotros, a quien tú quieras y que sea celoso también, y

que sea digno de llevar el nombre de correo de Dios —para que se le nombre, digo, y

que vaya a Siria y glorifique vuestro celoso amor para la gloria de Dios—. Un

cristiano no tiene autoridad sobre sí mismo, sino que da su tiempo a Dios. Esta es la

obra de Dios, y la vuestra también, cuando la terminéis; porque confío en la gracia

divina que estáis dispuestos a hacer un acto benéfico que es apropiado para Dios.

Conociendo el fervor de tu sinceridad, te he exhortado en una carta breve.

VIII. Como no he podido escribir a todas las iglesias debido a que parto súbitamente

de Troas para Neápolis, según manda la voluntad divina, escribirás tú a las iglesias

nombradas delante, como uno que conoce el propósito de Dios, con miras a que ellos

hagan también lo mismo: que los que puedan, envíen mensajeros, y el resto canas por

las personas enviadas por ti, para que puedan ser glorificados por un acto que siempre

sera recordado; porque esto es digno de ti.

Saludo a todos por nombre, en especial a la esposa de Epitropo, con toda su casa y sus

hijos. Saludo a Attalus, amado mío. Saludo también al que será designado para ir a

Siria. La gracia será con él siempre, y con Policarpo que le envía. Mis mejores deseos

siempre en nuestro Dios Jesucristo, en quien permanecéis en la unidad y supervisión

de Dios. Saludo a Alce, un nombre muy querido para mí. Pasadlo bien en el Señor.

Fuente: Los Padres Apostólicos, por J. B. Lightfoot. Editorial CLIE www.clie.es

EPÍSTOLA A LOS FILIPENSES

Policarpo de Esmirna

Policarpo y los presbíteros que están con él a la Iglesia de Dios que reside en Filipos;

misericordia a vosotros y paz del Dios Todopoderoso y Jesucristo nuestro Salvador os

sea multiplicada.

I. Me gocé en gran manera con vosotros en nuestro Señor Jesucristo, por el hecho de

que recibisteis a los seguidores del verdadero Amor y los escoltasteis en su camino,

como os correspondía hacer —hombres puestos en santas cadenas que son las

diademas de los que son verdaderamente escogidos por Dios y nuestro Señor— y que

la firme raíz de vuestra fe, cuya fama llega a los tiempos primitivos, permanece aún

ahora y lleva fruto para nuestro Señor Jesucristo, que sufrió para hacer frente incluso a

la muerte por nuestros pecados, a quien Dios levantó, habiendo soltado de los dolores

del Hades, a quien amáis sin haberle visto, con gozo inefable y glorioso; en cuyo gozo

muchos desean entrar; por cuanto vosotros sabéis que es por gracia que somos salvos,

no por obras, sino por la voluntad de Dios por medio de Jesucristo.

II. Por lo cual ceñid vuestros lomos y servid a Dios con temor y verdad, abandonando

las parlerías vanas y vacías y el error de muchos, porque habéis creído en Aquel que

levantó a nuestros Señor Jesucristo de los muertos y le dio gloria y un trono a su

diestra; al cual fueron sometidas todas las cosas en el cielo y en la tierra; al cual toda

criatura que tiene aliento sirve; que viene como juez de los vivos y los muertos; cuya

sangre Dios requerirá de todos los que le son desobedientes. Ahora bien, el que le

levantó a Él de los muertos nos levantará también a nosotros; si hacemos su voluntad

y andamos en sus mandamientos y amamos las cosas que El amó, absteniéndonos de

toda injusticia, codicia, amor al dinero, hablar con malicia, falso testimonio; no

devolviendo mal por mal o burlas por burlas, o golpe por golpe, o maldición por

maldición; sino recordando las palabras que dijo el Señor cuando enseiió: No juzguéis,

para que no seáis juzgados. Perdonad, y seréis perdonados. Tened misericordia, para

que podáis recibir misericordia. Con la medida que medís, se os medirá a vosotros; y

también: Bienaventurados los pobres y los que son perseguidos por causa de la

justicia, porque de ellos es el reino de Dios.

III. Estas cosas os escribo, hermanos, con respecto a la justicia, no porque yo me

impusiera esta carga, sino porque vosotros me invitasteis. Porque ni yo, ni hombre

alguno, puede seguir la sabiduría del bienaventurado y glorioso Pablo, el cual, cuando

estuvo entre vosotros, enseñó cara a cara a los hombres de aquel día la palabra de

verdad con cuidado y certeza; y cuando estuvo ausente, os escribió una carta, en la

cual, si la escudriñáis con diligencia, podréis ser edificados en la fe que se os ha dado,

la cual es la madre de todos nosotros, en tanto que la esperanza sigue en pos y el amor

va delante —amor hacia Dios y Cristo y hacia nuestro prójimo—. Porque si un

hombre se ocupa de ello, ha cumplido los mandamientos de la justicia; porque el que

ama está lejos de todo pecado.

IV. Pero el amor al dinero es el comienzo de todos los males. Sabiendo, pues, que no

trajimos nada a este mundo ni tampoco nos llevaremos nada de él, aprestémonos con

la armadura de la justicia, y enseñémonos primero a andar en el mandamiento del

Señor; y luego nuestras esposas también, a andar en la fe que les ha sido dada y en

amor y pureza, apreciando a sus propios esposos en toda verdad y amando a todos los

hombres igualmente en toda castidad, y criando a sus hijos en el temor de Dios.

Nuestras viudas deben ser sobrias en lo que se refiere a la fe del Señor, haciendo

intercesión sin cesar por todos los hombres, absteniéndose de toda calumnia, de hablar

con malicia, dar falso testimonio, amar el dinero y toda cosa mala, sabiendo que son el

altar de Dios, y que todos los sacrificios son inspeccionados cuidadosamente, y nada

escapa de Él, ni sus pensamientos ni las intenciones o alguna de las cosas secretas del

corazon.

V. Sabiendo, pues, que de Dios nadie se mofa, deberíamos andar dignamente en su

mandamiento y su gloria. De igual manera los diáconos deben ser intachables en la

presencia de su justicia, como diáconos de Dios y Cristo y no de hombres; no

calumniadores, ni con doblez de palabra, ni amantes del dinero, templados en todas las

cosas, compasivos, diligentes, andando en conformidad con la verdad del Señor que se

hizo ministro (diácono) de todos. Porque si le agradamos en este mundo presente,

recibiremos también el mundo futuro, según Él nos prometió que nos levantaría de los

muertos, y que si nos conducimos dignamente de Él, también reinaremos con Él si en

verdad tenemos fe. De la misma manera también los jóvenes deben ser intachables en

todas las cosas, cuidando de la pureza ante todo y apartándose de toda clase de mal.

Porque es bueno refrenarse de las concupiscencias del mundo, porque toda

concupiscencia batalla contra el Espíritu, y ni los fornicarios, ni los afeminados, ni

los que se contaminan entre sí con hombres heredarán el reino de Dios, ni los que

hacen cosas impropias. Por lo tanto es justo abstenerse de todas estas cosas,

sometiéndoos a los presbíteros y diáconos como a Dios y a Cristo. Las vfrgenes deben

andar en una conciencia inmaculada y pura.

VI. Y los presbíteros también deben ser compasivos, misericordiosos hacia los

hombres, haciendo volver a las ovejas que se han extraviado, visitando a todos los

enfermos, sin descuidar una viuda o un huérfano o un pobre: sino procurando hacer

siempre lo que es honroso a la vista de Dios y de los hombres, absteniéndose de toda

ira, acepción de personas, juicios injustos, apartándose de todo amor al dinero, no

prontos a creer nada en contra de un hombre, sin enjuiciar precipitadamente, sabiendo

que todos somos deudores de pecado. Si, pues, rogamos al Señor que nos perdone,

nosotros deberíamos también perdonar: porque estamos delante de los ojos de nuestros

Señor y Dios, y todos hemos de presentarnos ante el trono del juicio de Cristo, y cada

uno tendrá que dar cuenta de sí. Por tanto, sirvámosle de tal modo con temor y toda

reverencia, como Él mismo dio mandamiento y los apóstoles que os predicaron el

Evangelio y los profetas que proclamaron con antelación la venida de nuestro Señor;

siendo celosos en cuanto a lo que es bueno, absteniéndoos de ofensas y de los falsos

hermanos y de los que llevan el nombre del Señor hipócritamente, que hacen

descarriar a los necios.

VII. Porque todo el que no confiesa que Jesucristo ha venido en la carne, es

anticristo; y todo el que no confiesa el testimonio de la cruz, es del diablo; y todo el

que tergiversa las palabras del Señor para sus propios deseos carnales y dice que no

hay resurrección ni juicio, este hombre es el primogénito de Satanás. Por lo tanto,

abandonemos las acciones vanas de muchos y sus falsas enseñanzas, y volvamos a la

palabra que nos ha sido entregada desde el principio, siendo sobrios en la oración y

constantes en los ayunos, rogando al Dios omnisciente, con suplicaciones, que no nos

deje caer en la tentación, según dijo el Señor: El espíritu a la verdad está dispuesto,

pero la carne es débil.

VIII. Por tanto, mantengámonos sin cesar firmes en nuestra esperanza y en las arras

de nuestra justicia, que es Jesucristo, el cual tomó nuestros pecados en su propio

cuerpo sobre el madero, y no pecó, ni fue hallado engaño en su boca, sino que por

amor a nosotros sufrió todas las cosas, para que pudiéramos vivir en Él. Por tanto

seamos imitadores de su resistencia en los sufrimientos; y si sufrimos por amor a su

nombre, glorifiquémosle. Porque Él nos dio este ejemplo en su propia persona, y

nosotros lo hemos creído.

IX. Por tanto, os exhorto a todos a ser obedientes a la palabra de justicia y a

soportarlo todo, según visteis con vuestros propios ojos en los bienaventurados

Ignacio, Zósimo y Rufo, sí, y en los otros también que han venido a vosotros, así

como en el mismo Pablo y en el resto de los apóstoles; estando persuadidos de que

todos éstos no corrieron en vano, sino en fe y justicia, y que están en su lugar debido

en la presencia del Señor, con el cual han sufrido también. Porque no amaron al

mundo presente, sino a Aquel que murió por amor a nosotros y fue resucitado por

Dios para nosotros.

X. Estad firmes, pues, en estas cosas y seguid el ejemplo del Señor, manteniéndoos

firmes en la fe e inconmovibles, amad la fraternidad, y tened afecto los unos a los

otros, adheridos a la verdad, previniéndoos los unos a los otros en la mansedumbre del

Señor, sin despreciar a nadie. Cuando podáis hacer bien, no lo demoréis, porque la

compasión libra de la muerte. Estad sometidos los unos a los otros, y que vuestros

tratos con los gentiles sean intachables, para que de vuestras buenas obras podáis

recibir alabanza y a la vez que el Señor no sea blasfemado en vosotros. Porque ¡ay de

aquel a causa del cual es blasfemado el nombre del Señor! Por tanto, enseñad

sobriedad a todos los hombres, y andad vosotros en ella.

XI. Sentí gran pena a causa de Valens, el cual en otro tiempo era presbítero entre

vosotros, a causa de su ignorancia respecto al cargo que le fue conferido. Os advierto,

pues, que os abstengáis de la codicia y que seáis puros y fieles. Absteneos de todo

mal. Pero el que no puede gobemarse en estas cosas, ¿cómo puede hacerlas cumplir a

otros? Si un hombre no se abstiene de la codicia será corrompido por la idolatría y será

juzgado como uno de los gentiles que no conocen el juicio del Señor. ¡Cómo! ¿No

sabéis que los santos juzgarán al mundo, según enseña Pablo? Pero no he hallado cosa

semejante en vosotros, ni la he oído, entre aquellos con quienes trabajó el

bienaventurado Pablo, que fuisteis sus cartas al principio (alabados al principio de su

carta). Porque él se gloriaba de vosotros en todas las iglesias que eran las únicas que

en aquel tiempo conocían a Dios; porque nosotros no le conocíamos todavía. Por

tanto, tengo muchísima pena a causa de él y de su esposa, a los cuales el Señor quiera

conceder verdadero arrepentimiento. Por lo tanto, sed vosotros también sobrios, y no

los tengáis como enemigos, sino restauradles como miembros débiles y descarriados,

para que pueda ser salvo todo el cuerpo de vosotros. Porque al hacerlo os edificáis los

unos a los otros.

XII. Porque estoy persuadido de que estáis bien versados en los escritos santos, y

nada está escondido de vosotros. Pero a mí esto no me ha sido concedido. Sólo que,

según dicen estas escrituras: Enojaos y no pequéis, y Que el sol no se ponga sobre

vuestro enojo. Bienaventurado es el que recuerda esto; y confío que es así con

vosotros. Ahora bien, que el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, y el mismo

Sumo Sacerdote eterno, el [Hijo] de Dios Jesucristo, os edifique en fe y en verdad, y

en toda mansedumbre y a evitar todo enojo, y en resistencia, y en longanimidad, y en

soportar con paciencia y en pureza; y que Él os conceda la suerte y parte de sus santos,

y a nosotros con vosotros, y todos los que están bajo el cielo, que creerán en nuestro

Señor y Dios Jesucristo y en su Padre que lo levantó de los muertos. Orad en favor de

todos los santos. Orad también por los reyes y potentados y príncipes, y por los que os

persiguen y aborrecen, y por los enemigos de la cruz, que vuestro fruto pueda ser

manifiesto entre todos los hombres, para que podáis ser perfeccionados en Él.

XIII. Me escribisteis, y también Ignacio, pidiéndome que si alguno fuera a Siria

llevara consigo las cartas vuestras. Y esto es lo que haré si tengo una buena

oportunidad, sea yo mismo o aquel a quien enviaré como embajador en vuestro

nombre también. Las cartas de Ignacio que él me envió, y tantas otras cartas como hay

en posesión nuestra, os las enviamos, según nos encargasteis; y van incluidas con esta

carta; de ellas vais a recibir gran beneficio. Porque hay en ellas fe y resistencia y toda

clase de edificación, que pertenece a nuestro Señor. Además, respecto al mismo

Ignacio y a los que estaban con él, si es que tenéis noticias fidedignas, dádnoslas a

conocer.

XIV. Os escribo estas cosas por medio de Crescens, a quien os encomendé

recientemente y ahora os encomiendo: porque ha andado de modo intachable entre

nosotros; y creemos que también ha hecho lo mismo con respecto a vosotros. Pasadlo

bien en el Señor Jesucristo en gracia, vosotros y todos los vuestros. Amén.

Fuente: Los Padres Apostólicos, por J. B. Lightfoot. Editorial CLIE www.clie.es

EL PASTOR DE HERMAS

Visión Primera

[1]I. El amo que me crió me vendió a una tal Roda en Roma. Al cabo de muchos años

la encontré de nuevo, y empecé a amarla como a una hermana. Después de cieno

tiempo la vi bañándose en el río Tíber; y le di la mano, y la saqué del río. Y, al ver su

hermosura, razoné en mi corazón, diciendo: «Cuán feliz sería si tuviera una esposa así,

en hermosura y en carácter.» Y reflexioné meramente sobre esto, y nada más. Después

de cieno tiempo, cuando estaba dirigiéndome a Cumas, y glorificando las criaturas de

Dios por su grandeza y esplendor y poder, mientras andaba me quedé dormido. Y el

Espíritu cayó sobre mí y se me llevó por un terreno sin caminos, por el cual no podía

pasar nadie: porque el lugar era muy abrupto, y quebrado por hendiduras a causa de

las aguas. Así pues, cuando hube cruzado el río, llegué a un país llano, y me arrodillé,

y empecé a orar al Señor y a confesar mis pecados. Entonces, mientras oraba, se abrió

el cielo vi a la señora, a quien había deseado, saludándome desde el cielo, diciendo:

«Buenos días, Hermas». Y, mirándóla, le dije: «Señora, ¿qué haces aquí?» Entonces

ella me contestó: «Se me ha traído aquí para que te redarguyera de tus pecados delante

del Señor. » Le dije: «¿Es acerca de ti que me acusas?» «No», dijo ella, «pero oye

estas palabras que te diré. Dios, que reside en los cielos, y creó de la nada las cosas

que son, y aun las aumentó y multiplicó por amor a su santa Iglesia, está enojado

contigo, porque pecaste contra mí.» Yo le contesté y dije: «¿Pequé contra ti? ¿En qué

forma? ¿Te dije alguna vez alguna palabra inconveniente? ¿No te consideré siempre

como si fueras una diosa? ¿No te respeté siempre como una hermana? ¿Cómo pudiste

acusarme falsamente, señora, de tal villanía e impureza?» Riendo, ella me dijo: «El

deseo hacia el mal entró en tu corazón. Es más, ¿no crees que es un acto malo para un

justo si el mal deseo entra en su corazón? Es verdaderamente un pecado, y un pecado

grande», dijo ella; «porque el justo tiene sólo propósitos justos. En tanto que sus

propósitos son rectos, pues, su reputación se mantiene firme en el cielo, y halla al

Señor fácilmente propicio en todo lo que hace. Pero los que albergan malos propósitos

en sus corazones, se acarrean la muene y la cautividad, especialmente los que

reclaman para sí mismos este mundo presente, y se jactan de sus riquezas, y no se

adhieren a las cosas buenas que han de venir. Sus almas lo lamentarán, siendo así que

no tienen esperanza, sino que se han abandonado a sí mismos y su vida. Pero ora a

Dios, y Él sanará tus pecados, y los de toda tu casa, y de todos los santos.»

[2] II. Tan pronto como hubo dicho estas palabras se cerraron los cielos; y yo fui

presa de horror y de pena. Entonces dije dentro de mí: «Si este pecado es consignado

contra mí, ¿cómo puedo ser salvo? ¿O cómo voy a propiciar a Dios por mis pecados

que son patentes y burdos? ¿O con qué palabras voy a rogar al Señor que me sea

propicio?» En tanto que consideraba y ponderaba estas cosas en mi corazón, vi delante

de mí una gran silla blanca de lana como la nieve; y allí vino una señora anciana en

vestido resplandeciente, con un libro en las manos, y se sentó sola, y me saludó:

«Buenos días, Hermas.» Entonces yo, apenado y llorando, dije: «Buenos días,

señora.» Y ella me dijo: «¿Por qué estás tan abatido, Hermas, tú que eres paciente y

bien templado, y siempre estás sonriendo? ¿Por qué estás tan caído en tu mirada y

distante de la alegría?» Y le dije: «A causa de una de las palabras de una dama

excelente contra la cual he pecado.» Entonces ella dijo: «¡En modo alguno sea así en

un siervo de Dios! Sin embargo, el pensamiento entró en tu corazón respecto a ella. En

los siervos de Dios una intención así acarrea pecado. Porque es un propósito malo e

insano, en un espíritu devoto que ya ha sido aprobado, el desear algo malo, y

especialmente si es Hermas el templado, que se abstiene de todo mal deseo y está

lleno de toda simplicidad y de gran inocencia.

[3] III. »Con todo, no es por esto que Dios está enojado contigo, sino con miras a que

puedas convenir a tu familia, que ha obrado mal contra el Señor y contra vosotros sus

padres. Pero por apego a tus hijos tú no les amonestaste, sino que toleraste que se

corrompieran de un modo espantoso. Por tanto, el Señor está enojado contigo. Pero Él

quiere curar todos tus pecados pasados, que han sido cometidos en tu familia, jorque a

causa de sus pecados e iniquidades tú has sido corrompido por las cosas de este

mundo. Pera la gran misericordia del Señor tuvo piedad de ti y de tu familia, y te

corroborará, y te afianzará en su gloria. Sólo que no seas descuidado, sino que cobres

ánimo y robustezcas a tu familia. Porque como el herrero trabajando a martillazos

triunfa en la tarea que quiere, así también el recto discurso repetido diariamente vence

todo mal. No dejes, pues, de reprender a tus hijos; porque sé que si se arrepienten de

todo corazón, serán inscritos en los libros de vida con los santos.» Después que

hubieron cesado estas palabras suyas, me dijo: «¿Quieres escucharme mientras leo?»

Entonces le dije: «Sí, señora.» Ella me dijo: «Está atento, y escucha las glorias de

Dios.» Yo escuché con atención y con asombro lo que no tuve poder de recordar;

porque todas las palabras eran terribles, que ningún hombre puede resistir. Sin

embargo, recordé las últimas palabras, porque eran apropiadas para nosotros y suaves.

«He aquí, el Dios de los ejércitos, que con su poder grande e invisible y con su gran

sabiduría creó el mundo, y con su glorioso propósito revistió su creación de

hermosura, y con su palabra estableció los cielos, y fundó la tierra sobre las aguas, y

con su propia sabiduría y providencia formó su santa Iglesia, a la cual Él también

bendijo; he aquí, quita los cielos y los montes y las colinas y los mares, y todas las

cosas serán allanadas para sus elegidos, para que Él pueda cumplirles la promesa que

había hecho con gran gloria y regocijo, siempre y cuando ellos guarden las ordenanzas

de Dios, que han recibido con gran fe.»

[4] IV. Cuando hubo terminado de leer y se levantó de su silla, se acercaron cuatro

jóvenes, y se llevaron la silla, y partieron hacia Oriente. Entonces ella me dijo que me

acercara y me tocó el pecho, y me dijo: «¿Te gustó lo que te leí?» Y yo le dije:

«Señora, estas últimas palabras me agradaron, pero las primeras eran difíciles y

duras.» Entonces ella me habló y me dijo: «Estas últimas palabras son para los justos,

pero las primeras eran para los paganos y rebeldes.» En tanto que ella me estaba

hablando, aparecieron dos hombres y se la llevaron, tomándola por los brazos, y

partieron hacia el punto adonde había ido la silla, hacia Oriente. Y ella sonrió al partir

y, mientras se marchaba, me dijo: «Pónate como un hombre, Hermas.»

Visión Segunda

[5] I. Yo iba camino a Cumas, en la misma estación como el año anterior, y recordaba

mi visión del año anterior mientras andaba; y de nuevo me tomó un Espíritu, y se me

llevó al mismo lugar del año anterior. Cuando llegué al lugar, caí de rodillas y empecé

a orar al Señor, y a glorificar su nombre, porque me había tenido por digno, y me

había dado a conocer mis pecados anteriores. Pero después que me hube levantado de

orar, vi delante de mí a la señora anciana, a quien había visto el año anterior, andando

y leyendo un librito. Y ella me dijo: «¿Puedes transmitir estas cosas a los elegidos de

Dios?» Y yo le contesté: «Señora, no puedo recordar tanto; pero dame el librito, para

que lo copie.» «Tómalo», me dijo, «y asegúrate de devolvérmelo.» Yo lo tomé, y me

retiré a ciesto lugar en el campo y lo copié letra por letra; porque no podía descifrar las

sílabas. Cuando hube terminado las letras del libro, súbitamente me arrancaron el libro

de la mano; pero no pude vér quién lo había hecho.

[6] II. Y después de quince días, cuando hube ayunado y rogado al Señor

fervientemente, me fue revelado el conocimiento del escrito. Y esto es lo que estaba

escrito: «Hermas, tu simiente ha pecado contra Dios, y han blasfemado del Señor, y

han traicionado a sus padres a causa de sus grandes maldades, sí, han conseguido el

nombre de traidores de los padres, y, con todo, no sacaron provecho de su traición; y

aun añadieron a sus pecados actos inexcusables y maldades excesivas; así que la

medida de sus transgresiones fue colmada. Pero da a conocer estas palabras a todos tus

hijos, y tu esposa será como tu hermana; porque ella tampoco se ha refrenado en el

uso de la lengua, con la cual obra mal. Después que tú les hayas dado a conocer todas

estas palabras, que el Señor me mandó que te revelara, entonces todos los pecados que

ellos han cometido con anterioridad les serán perdonados; sí, y también a todos los

santos que han pecado hasta el día de hoy, si se arrepienten de todo corazón, y quitan

la doblez de ánimo de su corazón. Porque el Señor juró por su propia gloria, con

respecto a sus elegidos: que si, ahora que se ha puesto este día como límite, se comete

pecado, después no habrá para ellos salvación; porque el arrepentimiento para los

justos tiene un fin; los días del arrepentimiento se han cumplido para todos los santos;

en tanto que para los gentiles hay arrepentimiento hasta el último día. Por

consiguiente, tú dirás a los gobernantes de la Iglesia, que enderecen sus caminos en

justicia, para que puedan recibir en pleno las promesas con gloria abundante. Los que

obráis justicia, pues, estad firmes, y no seáis de doble ánimo, para que podáis ser

admitidos con los santos ángeles. Bienaventurados seáis, pues, cuantos sufráis con

paciencia la gran tribulación que viene, y cuantos noiiiieguen su vida. Porque el Señor

juró con respecto. a, su Hijo, que todos los que nieguen a su Señor serán rechazados

de su vida, incluso los que ahora están a punto de negarle en los días venideros; pero a

los que le negaron antes de ahora, a ellos les fue concedida misericordia por causa de

su gran bondad.

[7] III. »Pero, Hermas, no guardes ya rencor contra tus hijos, ni permitas que tu

hermana haga lo que quiera, para que puedan ser purificados de sus pecados

anteriores. Porque ellos serán castigados con castigo justo, a menos que les guardes

rencor tú mismo. El guardar un rencor es causa de muerte. Pero tú, Hermas, has

pasado por grandes tribulaciones tú mismo, por causa de las transgresiones de tu

familia, debido a que no te cuidaste de ellos. Porque tú les descuidaste, y te mezclaste

a ellos con tus propias actividades malas. Pero en esto consiste tu salvación: en que no

te apanes del Dios vivo, y en tu sencillez y tu gran continencia. Estas te han salvado si

permaneces en ellas; y salvan a todos los que hacen tales cosas, y andan en inocencia

y simplicidad. Estas prevalecen sobre toda maldad y persisten hasta la vida eterna.

Bienaventurados todos los que obran justicia. Nunca serán destruidos. Pero tú dirás a

Máximo: "He aquí viene tribulación (sobre ti) si tú crees apropiado negarme por

segunda vez. El Señor está cerca de todos los que se vuelven a Él, como está escrito

en Eldad y Modat, que profetizaron al pueblo en el desierto"»

[8] IV. Luego, hermanos, un joven de extraordinaria hermosura en su forma me hizo

una revelación en mi sueño, y me dijo: «¿Quién crees que es la señora anciana, de la

cual recibiste el libro?» Y yo dije: «La Sibila». «Te equivocas», me dijo, «no lo es».

«¿Quién es, pues?», le dije. «La Iglesiá», dijo él. Yo le dije: «¿Por qué, pues, es de

avanzada edad?» «Porque», me contestó, «ella fue creada antes que todas las cosas;

ésta es la causa de su edad; y por amor a ella fue formado el mundo.» Y después vi

una visión en mi casa. Vino la anciana y me preguntó si ya había dado el libro a los

ancianos. Yo le dije que no se lo había dado. «Has hecho bien», me contestó, «porque

tengo algunas palabras que añadir. Cuando habré terminado todas las palabras, será

dado a conocer, mediante ti, a todos los elegidos. Por tanto, tú escribirás dos libritos, y

enviarás uno a Clemente, y uno a Grapte. Y Clemente lo enviará a las ciudades

extranjeras, porque éste es su deber; en tanto que Grapte lo enseñará a las viudas y

huérfanos. Pero tú leerás (el libro) a esta ciudad junto con los ancianos que presiden

sobre la Iglesia.»

Visión Tercera

[9] I. La tercera visión que vi, hermanos, fue como sigue: Después de ayunar con

frecuencia, y rogar al Señor que me declarara la revelación que El había prometido

mostrarme por boca de la señora anciana, aquella misma noche vi a la señora anciana,

y ella me dijo: «Siendo así que eres tan insistente y estás ansioso de conocer todas las

cosas, ven al campo donde resides, y hacia la hora quinta apareceré ante ti, y te

mostraré lo que debes ver.» Yo le pregunté, diciendo: «Señora, ¿a qué parte del

campo?» «Adonde quieras», me dijo. Yo seleccioné un lugar retirado y hermoso; pero,

antes de hablarle y mencionarle el lugar, ella me dijo: «Iré allí donde tú quieras.» Fui,

pues, hermanos, al campo, y conté las horas, y llegué al lugar que yo había designado

para que ella viniera, y vi un sofá de marfil colocado allí, y sobre el sofá había un

cojín de lino, y sobre el cojín una cobertura de lino fino.

Cuando vi estas cosas tan ordenadas, y que no habla nadie allí, me asombré, y me puse

a temblar, y se me erizó el pelo; y un acceso de temor cayó sobre mí, porque estaba

solo. Cuando me recobré, y recordé la gloria de Dios, y me animé, me arrodillé y

confesé mis pecados al Señor una vez más, como había hecho en la ocasión anterior.

Entonces vinieron seis jóvenes, los mismos que había visto antes, y se quedaron de pie

junto a mí, y me escucharon atentamente mientras oraba y confesaba mis pecados al

Señor. Y ella me tocó y me dijo: «Hermas, termina ya de rogar constantemente por tus

pecados; ruega también pidiendo justicia, para que puedas dar parte de ella a tu

familia.» Entonces me levantó con la mano y me llevó al sofá, y dijo a los jóvenes:

«Id, y edifica». Y después que los jóvenes se hubieron retirado y nos quedamos solos,

ella me dijo: «Siéntate aquí.» Y yo le dije: «Señora, que se sienten los ancianos

primero.» «Haz lo que te mando», dijo ella, «siéntate». Entonces, cuando yo quería

sentarme en el lado derecho, ella no me lo permitió, sino que me hizo una seña con la

mano de que me sentara en el lado izquierdo. Como yo estaba entonces pensando en

ello y estaba triste, porque ella no me habla permitido sentarme en el lado derecho, me

dijo ella: «¿Estás triste, Hermas? El lugar de la derecha es para otros, los que han

agradado ya a Dios y han sufrido por su Nombre. Pero a ti te falta mucho para poder

sentarte con ellos; pero así como permaneces en tu sencillez, continúa en ella, y te

sentarás con ellos, tú y todos aquellos que han hecho sus obras y han sufrido lo que

ellos sufrieron. »

[10] II. «¿Qué es lo que sufrieron?», pregunté yo. «Escucha», dijo ella: «Azotes,

cárceles, grandes tribulaciones, cruces, fieras, por amor al Nombre. Por tanto, a ellos

pertenece el lado derecho de la Santidad -a ellos, y a los que sufrirán por el Nombre-.

Pero para el resto hay el lado izquierdo. No obstante, para unos y otros, para los que se

sientan a la derecha como para los que se sientan a la izquierda, hay los mismos dones,

y las mismas promesas, sólo que ellos se sientan a la derecha y tienen cierta gloria. Tú,

verdaderamente, deseas sentarte a la derecha con ellos, pero tienes muchos defectos;

con todo, serás purificado de estos defectos tuyos; sí, y todos los que no son de ánimo

indeciso, serán purificados de todos sus pecados en este día.»

Cuando hubo dicho esto, ella deseaba partir; pero, cayendo a sus pies, yo le rogué por

el Señor que me mostrara la visión que me había prometido. Entonces ella me tomó de

nuevo por la mano, y me levantó, y me hizo sentar en el sofá en el lado izquierdo, en

tanto que ella se sentaba en el derecho. Y levantando una especie de vara reluciente,

me dijo: «¿Ves algo muy grande?» Y yo le dije: «Señora, no veo nada.» Ella me dijo:

«Mira, ¿no ves enfrente de ti una gran torre que es edificada sobre las aguas, de

piedras cuadradas relucientes?» Y la torre era edificada cuadrada por los seis jóvenes

que habían venido con ella. Y muchísimos otros traían piedras, y algunos de ellos de

lo profundo del mar y otros de la tierra, y las iban entregando a los seis jóvenes. Y

éstos las tomaban y edificaban. Las piedras que eran arrastradas del abismo las

colocaban, en cada caso, tal como eran, en el edificio, porque ya se les había dado

forma; y encajaban en sus junturas con las otras piedras; y se adherían tan juntas la

una a la otra que no se podía ver la juntura; y el edificio de la torre daba la impresión

como si fuera edificado de una sola piedra. Pero, en cuanto a las otras piedras que eran

traídas de tierra firme, algunas las echaban a un lado, otras las ponían en el edificio, y

otras las hacían pedazos y las lanzaban lejos de la torre. Había también muchas

piedras echadas alrededor de la torre, y no las usaban para el edificio; porque algunas

tenían moho, otras estaban resquebrajadas, otras eran demasiado pequeñas, y otras

eran blancas y redondas y no encajaban en el edificio. Y vi otras piedras echadas a

distancia de la torre, y caían en el camino y, con todo, no se quedaban en el camino,

sino que iban a parar a un lugar donde no había camino; y otras caían en el fuego y

ardían allí; y otras caían cerca de las aguas y, pese a todo, no podían rodar dentro del

agua, aunque deseaban rodar y llegar al agua.

[11] III. Cuando ella me hubo mostrado estas cosas, quería irse con prisa. Yo le dije:

«Señora, ¿qué ventaja tengo en haber visto estas cosas, si no sé lo que significan?»

Ella me contestó y me dijo: «Tú eres muy curioso, al desear conocer todo lo que se

refiere a la torre.» «Sí, señora», le dije, «para que pueda anunciarlo a mis hermanos, y

que ellos [puedan gozarse más y] cuando oigan [estas cosas] puedan conocer al Señor

en gran gloria.» Entonces me dijo: «Muchos (las) oirán; pero cuando oigan, algunos

estarán contentos y otros llorarán. Sin embargo, incluso estos últimos, si oyen y se

arrepienten, también estarán contentos. Oye, pues, las parábolas de la torre; porque te

revelaré todas estas cosas. Y no me molestes más sobre la revelación; porque estas

revelaciones tienen un término, siendo así que ya han sido completadas. No obstante,

no cesarás de pedirme revelaciones; porque eres muy atrevido.

»La torre, que ves que se está edificando, soy yo misma, la Iglesia, a quien viste antes

y ves ahora. Pregunta, pues, lo que quieras respecto a la torre, y te lo revelaré, para

que puedas gozarte con los santos.» Yo le digo: «Señora, como me consideraste digno,

una vez por todas, de revelarme todas estas cosas, revélamelas.» Entonces ella me

dijo: «Todo lo que se te pueda revelar, se te revelará. Sólo que tu corazón esté con

Dios, y no haya dudas en tu mente sobre las cosas que veas.» Le pregunté: «¿Por qué

es edificada la torre sobre las aguas, señora?» «Ya te lo dije antes», dijo ella, «y

verdaderamente tú inquieres diligentemente. Así que por tus preguntas descubrirás la

verdad. Oye, pues, por qué la torre es edificada sobre las aguas: es porque vuestra vida

es salvada y será salvada por el agua. Pero la torre ha sido fundada por la palabra del

Todopoderoso y el Nombre glorioso, y es fortalecida por el poder invisible del Señor.»

[12] IV. Yo le contesté y le dije: «Señora, esto es grande y maravilloso. Pero los seis

jóvenes que edifican, ¿quiénes son, señora?»

«Estos son los santos ángeles de Dios, que fueron creados antes que cosa alguna; a

ellos el Señor entregó toda su creación para que la aumentaran y edificaran, y para ser

señores de toda la creación. Por sus manos, pues, es realizada la edificación de la

torre.». «Y ¿quiénes son los otros que acarrean las piedras?» «Son también ángeles de

Dios; pero estos seis son superiores a ellos. El edificio de la torre, pues, será

terminado, y todos juntos se regocijarán en el corazón (cuando estén) alrededor de la

torre, y glorificarán a Dios que la edificación de la torre haya sido realizada.» Yo

inquirí de ella, diciendo: «Señora, me gustaría saber con respecto al fin de las piedras

y su poder, de qué clase son.» Ella me contestó y dijo: «No es que tú entre todos los

hombres seas especialmente digno de que te sea revelado; porque hay otros antes que

tú, y mejores que tú, a los cuales deberían haber sido reveladas estas visiones. Pero

para que sea glorificado el nombre de Dios, se te ha revelado y se te revelará, por

causa de los de ánimo indeciso, que preguntan en sus corazones si estas cosas son así

o no. Diles, pues, que estas cosas son verdaderas, y que no hay nada apane de la

verdad, sino que todas son firmes, y válidas, y establecidas sobre un fundamento

seguro.

[13] V. »Oye ahora respecto a las piedras que entran en el edificio. Las piedras que

son cuadradas y blancas, y que encajan en sus junturas, éstas son los apóstoles y

obispos y maestros y diáconos que andan según la santidad de Dios, y ejercen su

oficio de obispo, de maestro y diácono en pureza y santidad para los elegidos de Dios,

algunos de los cuales ya duermen y otros están vivos todavía. Y, debido a que siempre

están de acuerdo entre sí, tuvieron paz entre sí y se escucharon el uno al otro. Por

tanto, sus junturas encajan en el edificio de la torre.» «Pero hay las que son sacadas de

la profundidad del mar, y colocadas en el edificio y que encajan en sus junturas con

las otras piedras que ya estaban colocadas; éstos, ¿quiénes son?» «Estos son los que

han sufrido por el nombre del Señor.» «Pero las otras piedras que son traídas de tierra

seca, me gustaría saber quiénes son éstos, señora.» Ella contestó: «Los que entran en

el edificio, y todavía no están labrados, a éstos el Señor ha aprobado porque

anduvieron en la rectitud del Señor y ejecutaron rectamente sus mandamientos.» «Pero

los que van siendo traídos y colocados en el edificio, ¿quiénes son?» «Son jóvenes en

la fe, y fieles; pero fueron advertidos por los ángeles que obren bien, porque en ellos

fue hallada maldad.» «Pero los que fueron desechados y puestos a un lado, ¿quiénes

son?» «Estos han pecado, y desean arrepentirse, por tanto no son lanzados a gran

distancia de la torre, porque serán útiles para la edificación si se arrepienten. Los que

se arrepienten, pues, silo hacen, serán fuertes en la fe si se arrepienten ahora en tanto

que se construye la torre. Este privilegio lo tienen solamente los que se hallan cerca de

la torre.

[14] VI. »Pero, ¿quisieras saber acerca de los que son hechos pedazos y lanzados

fuera de la torre? Estos son los hijos del libertinaje. Estos recibieron la fe

hipócritamente, y no hubo maldad que no se hallara en ellos. Por tanto, no tienen

salvación, porque no son útiles para edificar, por razón de su maldad. Por tanto son

desmenuzados y tirados por causa de la ira del Señor, porque le provocaron a ira. En

cuanto al resto de las piedras que tú has visto echadas en gran número y que no entran

en el edificio, de ellas, las que son mohosas son las que conocieron la verdad, pero no

permanecieron en ella ni se mantuvieron adheridos a los santos. Por lo tanto, son

inservibles.»

«Pero las que están resquebrajadas, ¿quiénes son?» «Estos son los que tienen discordia

en su corazón el uno respecto al otro, y no hay paz entre ellos; tienen una apariencia

de paz, pero cuando se separan el uno del otro, los malos pensamientos permanecen en

sus corazones. Éstas son las rajas que tienen las piedras. Pero las que están cortadas y

son más pequeñas, éstos han creído, y tienen su mayor parte en justicia, pero hay en

ellos partes de iniquidad; por tanto, son demasiado pequeñas, y no son perfectas.»

«Pero, ¿quiénes son, señora, las piedras blancas y redondas que no encajaron en el

edificio?» Ella me contestó: «¿Hasta cuándo vas a seguir siendo necio y obtuso, y lo

preguntarás todo, y no entenderás nada? Éstos son los que tienen fe, pero también

tienen las riquezas de este mundo. Cuando viene la tribulación, niegan a su Señor por

razón de sus riquezas y sus negocios.» Y yo contesté y le dije: «¿Cuándo serán, pues,

útiles en el edificio?» Ella me contestó: «Cuando les sean quitadas las riquezas que

hacen descarriar sus almas, entonces serán útiles a Dios. Porque tal como la piedra

redonda, a menos que sea cortada y pierda alguna parte de sí misma, no puede ser

cuadrada, del mismo modo los que son ricos en este mundo, a menos que sus riquezas

les sean quitadas, no pueden ser útiles al Señor. Aprende primero de ti mismo. Cuando

tenías riquezas no eras útil; pero ahora eres útil y provechoso para vida. Sé útil a Dios,

porque tú mismo también eres sacado de las mismas piedras.

[15] VII. »Pero las otras piedras que viste echadas lejos de la torre y que caen en el

camino y van a parar fuera del camino a las regiones en que no hay camino, éstos son

los que han creído, pero por razón de su corazón indeciso han abandonado el

verdadero camino. De esta manera, ellos, pensando que pueden hallar un camino

mejor, se extravían y son gravemente afligidos, cuando andan por las regiones en que

no hay camino. Pero los que caen en el fuego y son quemados, éstos son los que

finalmente se rebelaron contra el Dios vivo, y ya no entró más en sus corazones el

arrepentirse, por causa de sus deseos atrevidos y de las maldades que han obrado. Pero

los otros, que caen cerca de las aguas y, con todo, no pueden rodar al agua, ¿quieres

saber cuáles son? Estos son los que han oído la palabra y quisieran ser bautizados en el

nombre del Señor. Luego, cuando recapacitan sobre la pureza requerida por la verdad,

cambian de opinión y vuelven a sus malos deseos.» Así terminó ella la explicación de

la torre. Siendo yo importuno todavía, le pregunté aún si para todas aquellas piedras

que fueron rechazadas y no encajaban en el edificio de la torre había arrepentimiento y

un lugar en esta torre. «Pueden arrepentirse», me dijo, «pero no pueden encajar en esta

torre. Serán encajados en otro lugar mucho más humilde, pero no hasta que hayan

sufrido tormentos por esta razón y hayan cumplido los días de sus pecados. Y serán

sacados por esta razón, porque participaron en la Palabra justa; y entonces serán

aliviados de sus tormentos si se arrepienten de los actos malos que han cometido; pero

si éstos no les llegan al corazón, no son salvos a causa de la dureza de sus corazones.»

[16] VIII. Cuando cesé de preguntarle sobre todas estas cosas, pues, ella me dijo:

«¿Quisieras ver otra cosa?» Teniendo deseos de contemplarla, me gocé en gran

manera de poder verla. Ella me miró, y sonrió, y me dijo: «¿Ves a siete mujeres

alrededor de la torre?» «Las veo, señora», le dije. «Esta torre es sostenida por ellas,

según orden del Señor. Oye ahora sus ocupaciones. La primera, la mujer de las manos

fuertes, se llama Fe, por medio de la cual son salvados los elegidos de Dios. Y la

segunda, la que está ceñida y tiene el aspecto enérgico de un hombre, se llama

Continencia; es la hija de la Fe. Todo el que la sigue, pues, será feliz en su vida,

porque se abstendrá de todo acto malo, creyendo que, si se abstiene de todo mal deseo,

heredará la vida eterna.» «Y las otras, señora, ¿quiénes son?» «Son hijas la una de la

otra. El nombre de la primera es Sencillez; el de la siguiente, Conocimiento; la

próxima es Inocencia; la otra, Reverencia; la siguiente, Amor. Cuando tú, pues, hagas

todas las obras de su madre, podrás vivir.» «Me gustaría saber, señora», le dije, «qué

poder tiene cada una de ellas.» «Escucha, pues», dijo ella, «los poderes que tienen.

Sus poderes son dominados cada una por la otra, y se siguen una a otra en el orden en

que nacieron. De Fe nace Continencia; de Continencia, Simplicidad; de Simplicidad,

Inocencia; de Inocencia, Reverencia; de Reverencia, Conocimiento; de Conocimiento,

Amor. Sus obras, pues, son puras y reverentes y divinas. Todo aquel que sirva a estas

mujeres, y tenga poder para dominar sus obras, tendrá su morada en la torre con los

santos de Dios.» Entonces le pregunté, con respecto a las sazones, si la consumación

es ya ahora. Pero ella gritó en alta voz: «Necio, ¿no ves que la torre va siendo

construida? Cuando la torre haya sido edificada, habrá llegado el fin; pero será

edificada rápidamente. No me hagas más preguntas: este recordatorio es suficiente

para ti y para los santos, y es la renovación de vuestros espíritus. Pero no te fue

revelado sólo a ti, sino para que puedas mostrar estas cosas a todos. Después de tres

días -porque tú has de entender primero, y te encargo, Hermas, con las palabras que

voy a decirte- (a ti te encargo) di todas estas cosas a los oídos de los santos, para que

las oigan y las hagan y puedan ser purificados de sus maldades, y tú mismo con ellos.

[17] IX. »Oídme, hijos míos. Os crié en mucha simplicidad e inocencia y reverencia,

por medio de la misericordia del Señor, que instiló justicia en vosotros, para que

pudierais ser justificados y santificados de toda maldad y perversidad. Ahora pues,

oídme y haya paz entre vosotros, y tened consideración el uno al otro, y ayudaos el

uno al otro, y no participéis de lo creado por Dios a solas en la abundancia, sino

también compartid con los que están en necesidad. Porque algunos, a causa de sus

excesos en la comida, acarrean debilidad a la carne, y dañan su carne, mientras que la

carne de los que no tienen nada que comer es dañada por no tener suficiente nutrición,

y su cuerpo es echado a perder. Este exclusivismo, pues, es perjudicial para vosotros

los que tenéis y no compartís con los que tienen necesidad. Advenid el juicio que

viene. Así pues, los que tenéis más que suficiente, buscad a los hambrientos, en tanto

que la torre no está terminada; porque una vez que la torre haya sido terminada,

desearéis hacer bien y no hallaréis oportunidad de hacerlo. Mirad, pues, los que os

alegráis en vuestra riqueza, que los que están en necesidad no giman, y su gemido se

eleve al Señor, y vosotros con vuestra [abundancia de] cosas buenas halléis cerrada la

puerta de la torre. Ahora, pues, os digo a vosotros los que gobernáis la Iglesia y que

ocupáis sus asientos principales, no seáis como los charlatanes. Los charlatanes,

verdaderamente, llevan sus drogas en cajas, pero vosotros lleváis vuestra droga y

vuestro veneno en el corazón. Estáis endurecidos, y no queréis limpiar vuestros

corazones, y mezclar vuestra sabiduría en un corazón limpio, para que podáis

conseguir misericordia del Gran Rey. Mirad, pues, hijos, que estas divisiones no os

priven de vuestra vida. ¿Cómo es posible que queráis instruir a los elegidos del Señor,

en tanto que vosotros no tenéis instrucción? Instruíos unos a otros, pues, y tened paz

entre vosotros, que yo también pueda estar contento delante del Padre, y dar cuenta de

todos vosotros a vuestro Señor.»

[18] X. Así pues, cuando ella hubo cesado de hablarme, los seis jóvenes que

edificaban vinieron y se la llevaron a la torre, y otros cuatro levantaron el sofá y se lo

llevaron también a la torre. No les vila cara a éstos, porque la tenían vuelta al otro

lado. Y cuando ella se iba, yo le pedí que me revelara qué significaban las tres formas

en que ella se me había aparecido. Ella me contestó y dijo: «Con respecto a estas cosas

has de preguntar a otro, para que puedan serte reveladas.» Pues yo la vi, hermanos, en

mi primera visión del año pasado, como una mujer muy anciana y sentada en una silla.

En la segunda visión su rostro era juvenil, pero su carne y su cabello eran añosos, y

me hablaba estando de pie; y ella estaba más contenta que antes. Pero en la tercera

visión era del todo joven y de extraordinaria hermosura, y sólo su cabello se veía de

edad; y estaba contenta en gran manera y sentada sobre un sofá. Y yo estaba muy

deseoso de saber la revelación de estas cosas. Y veo a la anciana en una visión de la

noche, diciéndome: «Toda pregunta requiere humildad. Ayuna, pues, y recibirás del

Señor lo que has pedido.» Así que ayuné un día; y aquella noche se me apareció un

joven y me dijo: «Siendo así que insistes pidiendo revelaciones, vigila que con tu

mucho preguntar no dañes tu carne. Bástente estas revelaciones. ¿No puedes ver otras

revelaciones más poderosas que las que has visto?» Y yo le dije en respuesta: «Señor,

sólo pregunto una cosa, con respecto a las tres formas de la anciana: que me sea

concedida una revelación completa.» El me dijo como respuesta: «¿Hasta cuándo

serás sin entendimiento? Es tu ánimo indeciso que hace que no tengas entendimiento,

y que tu corazón no esté puesto hacia el Señor.» Yo le contesté y le dije de nuevo: «De

ti, Señor, sabré las cosas con más precisión.»

[19] XI. «Escucha», me dijo, «con referencia a las tres formas sobre las cuales

preguntas. En la primera visión, ¿por qué no se te apareció como una anciana y

sentada en una silla? Porque tu espíritu era añoso, y ya decaído, y no tenía poder por

razón de tus debilidades y actos de indecisión. Porque como un anciano, no teniendo

ya esperanza de renovar su juventud, no espera nada sino caer dormido, así vosotros

también, siendo debilitados con las cosas de este mundo, os entregáis a lamentaciones,

y no echáis vuestros cuidados sobre el Señor, sino que vuestro espíritu está

quebrantado, y sois achacosos con vuestras aflicciones.» «¿Por qué, pues, estaba

sentada en una silla, quisiera saber, Señor?» «Porque toda persona débil se sienta en

una silla por causa de su debilidad, para que sea sostenida la debilidad de su cuerpo.

Así que tú tienes el simbolismo de la primera visión.

[20] XII. »Pero en la segunda visión la viste de pie, y con el rostro más juvenil y más

alegre que antes; pero su carne y su cabello eran añosos. Escucha esta parábola

también», me dijo. «Imagfnate a un anciano que ha perdido toda esperanza de sí

mismo, por razón de su debilidad y su pobreza, y no espera nada más que su último

día en la vida. De repente le dejan una herencia. Oye las noticias, se levanta y, lleno de

gozo, se viste con energia, y ya no está echado, sino de pie, y su espíritu, que estaba

quebrantado hace un momento por razón de sus circunstancias anteriores, es renovado

otra vez, y ya no está sentado, sino que se siente animoso; así también era contigo,

cuando oíste la revelación que el Señor te reveló. Porque Él tuvo compasión de ti, y

renovó tus ánimos, y puso a un lado tus dolencias, y te vino fuerza, y fuiste hecho

poderoso en la fe, yel Señor se regocijó en verte fortalecido. Y, por tanto, El te mostró

la edificación de la torre; si, y también otras cosas te mostrará si de todo corazón

tenéis paz entre vosotros.

[21] XIII. »Pero en la tercera visión la viste más joven y hermosa y alegre, y su

forma hermosa. Porque tal como uno que está lamentándose, al recibir buenas

noticias, inmediatamente olvida sus penas anteriores y no admite nada sino las noticias

que ha oído, y es fortalecido por ellas en lo que es bueno, y su espíritu es renovado por

razón del gozo que ha recibido, del mismo modo también vosotros habéis recibido una

renovación de vuestros espíritus al ver estas cosas buenas. Y si la viste sentada en un

sofá, la posición es firme; porque el sofá tiene cuatro patas y se mantiene firme;

porque el mundo también es sostenido por medio de cuatro elementos. Así pues, los

que se han arrepentido plenamente serán jóvenes de nuevo, y afianzados firmemente,

siendo así que se han arrepentido de todo su corazón. Ahí tienes la revelación entera y

completa. No pidas más revelaciones; pero si aún te falta algo, te será revelado.»

Visión Cuarta

[22] I. La cuarta visión la vi, hermanos, veinte días después de la anterior que había

tenido, y era un tipo de la tribulación inminente. Yo andaba por la Vía de la

Campania, hacia el campo. Desde la carretera (al lugar adonde iba) hay unos diez

estadios; el terreno es fácil de andar. Iba solo, y rogaba al Señor que completara las

revelaciones y las visiones que me había mostrado por medio de su santa Iglesia, para

que Él me fortaleciera a mí mismo y diera arrepentimiento a sus siervos que han

tropezado, para que su Nombre grande y glorioso pueda ser glorificado, pues me había

considerado digno de mostrarme sus maravillas. Y mientras le daba gloria y acción de

gracias, me contestó como si fuera el sonido de una voz: «No dudes en tu mente,

Hermas.» Empecé a preguntarme y decirme: «¿Cómo puedo dudar en mi mente siendo

así que he sido tan firmemente afianzado por el Señor y he visto cosas gloriosas?» Y

seguí un poco adelante, hermanos, y he aquí, vi una nube de polvo que se levantaba

hacia el cielo, y empecé a decirme: «¿Es posible que sea ganado que se acerca, y

levanten una nube de polvo?», porque estaba.a un estadio de distancia. Cuando la nube

de polvo se fue haciendo cada vez mayor, sospeché que se trataba de algo

sobrenatural. Entonces el sol brilló un poco, y he aquí, vi una gran bestia como un

monstruo marino, y de su boca salían langostas de fuego. Y la bestia tenía unos cien

pies de longitud, y su cabeza era como si fuera de arcilla. Y empecé a llorar y a rogar

al Señor que me rescatara de ella. Y recordé la palabra que había oído: «No tengas

dudas en tu mente, Hermas.» Así que, hermanos, habiéndome revestido de la fe del

Señor y recordado las obras poderosas que Él me había enseñado, cobré ánimos y me

dirigí hacia la bestia. Ahora bien, la bestia se acercaba con tal furia que podría haber

dejado en ruinas una ciudad. Llegué cerca de ella, y aunque el monstruo era enorme,

se tendió en el suelo, y meramente sacó la lengua y no se movió en lo más mínimo

hasta que yo hube pasado por su lado. Y la bestia tenía en su cabeza cuatro colores:

negro, luego color de fuego y sangre, luego oro, luego blanco.

[23] II. Así pues, una vez hube pasado la bestia y avanzado unos treinta pasos, he

aquí, vino hacia mí una virgen ataviada como si saliera de la cámara nupcial, toda

blanca y con sandalias blancas, velada hasta la frente, y la cobertura de su cabeza era

un turbante, y su cabello era blanco. Sabía por visiones anteriores que era la Iglesia, y

me alegré algo. Ella me saludó y me dijo: «Buenos días, buen hombre»; yo la saludé a

mi vez: «Buenos días, señora.» Ella me contestó y me dijo: «¿No has encontrado

nada?» Yo le dije: «Señora, una bestia enorme, que podría haber destruido pueblos

enteros; pero, por el poder del Señor y por su gran misericordia, escapé de ella.» «Tú

escapaste de ella, cieno», dijo ella, «porque pusiste en Dios todos tus cuidados, y

abriste tu corazón al Señor, creyendo que puedes ser salvado sólo por medio de su

Nombre grande y glorioso. Por tanto, el Señor envió a su ángel, que está sobre las

bestias, cuyo nombre es Segri, y le cerró la boca para que no pudiera causarte daño.

Tú has escapado de una gran tribulación por causa de tu fe, y porque, aunque viste una

bestia tan inmensa, no dudaste en tu mente. Ve, pues, y declara a los elegidos del

Señor sus obras poderosas, y diles que esta bestia es un tipo de la gran tribulación que

ha de venir. Por tanto, si os preparáis de antemano, y os arrepentís (y os volvéis) al

Señor de todo corazón, podréis escapar de ella si vuestro corazón es hecho puro y sin

mácula y si durante el resto de los días de vuestra vida servís al Señor de modo

intachable. Echa tus cuidados sobre el Señor y Él se hará cargo de ellos. Confiad en el

Señor, hombres de poco ánimo, porque El puede hacer todas las cosas, sí, puede

apanar su ira de vosotros, y también enviar sus plagas sobre vosotros los que sois de

ánimo indeciso. Ay de aquellos que oyen estas palabras y son desobedientes; sería

mejor para ellos que no hubieran nacido.»

[24] III. Le pregunté con respecto a los cuatro colores que la bestia tenía sobre la

cabeza. Entonces ella me contestó y me dijo: «Otra vez eres curioso sobre estas

cosas.» «Sí, señora», le dije, «hazme saber qué son estas cosas.» «Escucha», me dijo;

«el negro es este mundo en el cual vivís; y el fuego y el color del fuego y la sangre

muestran que este mundo perecerá a sangre y fuego; y el dorado son los que han

escapado de este mundo. Porque así como el oro es probado por el fuego y es hecho

útil, así también vosotros [que habitáis en él] sois probados. Los que permanecen y

pasan por el fuego serán purificados por él. Porque como el oro pierde su escoria, así

vosotros también vais a desprenderos de toda aflicción y tribulación, y seréis

purificados, y seréis útiles para la edificación de la torre. Pero la parte blanca es la

edad venidera, en la cual residirán los elegidos de Dios; porque los elegidos de Dios

serán sin mancha y puros para la vida eterna. Por lo tanto, no ceses de hablar a los

oídos de los santos. Ahora tenéis el simbolismo también de la tribulación que se

avecina potente. Pero si estáis dispuestos, no será nada. Recordad las cosas que han

sido escritas de antemano.» Con estas palabras partió, y no vi en qué dirección había

partido; porque se hizo un ruido; y me volví atemorizado, pensando que la bestia venía

hacia mí.

Visión Quinta

[25] Mientras oraba en la casa y estaba sentado en el sofá, entró un hombre de rostro

glorioso, vestido como un pastor, envuelto en una piel blanca, y con su zurrón al

hombro y un cayado en la mano. Y me saludó, y yo le devolví el saludo. E

inmediatamente se sentó a mi lado y me dijo: «Me ha enviado el ángel más santo, para

que viva contigo el resto de los días de tu vida.» Yo pensé que había venido a tentarme

y le dije: «¿Por qué?, ¿quién eres? Porque sé», le dije, «a quién he sido confiado.» Él

me dijo: «¿No me reconoces?» «No», le contesté. «Yo», me dijo, «soy el pastor a

quien has sido confiado.» En tanto que me estaba hablando, su forma cambió, y le

reconocí como el mismo a quien había sido confiado; e inmediatamente quedé

confundido, y el temor se apoderó de mí, y quedé anonadado por la aflicción de

haberle contestado de modo tan malvado e insensato. Pero él me contestó y dijo: «No

te quedes azorado, sino sé confirmado en los mandamientos que estoy a punto de

darte. Porque yo he sido enviado», dijo, «para mostrarte de nuevo las cosas que viste

antes, en especial las que sean convenientes para ti. Ante todo, escribe mis

mandamientos y mis parábolas; y las otras cosas las escribirás según te mostraré. Y

me dijo: La razón por la que te mando que escribas primero los mandamientos y las

parábolas es que puedas leerlas sobre la marcha, y así puedas guardarlas.» Así que

escribí los mandamientos y las parábolas, tal como me mandó. Por tanto, si, cuando

las oís, las guardáis y andáis en ellas, y las hacéis con el corazón puro, recibiréis del

Señor todas las cosas que Él ha prometido; pero si, cuando las oís, no os arrepentís,

sino que añadís todavía a vuestros pecados, recibiréis del Señor lo opuesto. Todas

estas cosas me mandó que escribiera el pastor, el ángel del arrepentimiento.

Primer Mandato

[26] «Ante todo, cree que Dios es uno, y que Él creó todas las cosas y las puso en

orden, y trajo todas las cosas de la no existencia al ser, que comprende,todas las cosas

siendo Él solo incomprensible. Cree en Él, pues, y témele, y en este temor ejerce

dominio sobre ti mismo. Guarda estas cosas, y te verás libre de toda maldad, y serás

revestido de toda excelencia y justicia, y vivirás para Dios si guardas este

mandamiento.»

Segundo Mandato

[27] Y me dijo: «Mantén la simplicidad y la inocencia, y serás como un niño pequeño,

que no conoce la maldad que destruye la vida de los hombres. Ante todo, no digas mal

de ningún hombre, ni tengas placer en escuchar a un calumniador. De otro modo, tú

que escuchas serás también responsable del pecado de aquel que habla mal, si crees la

calumnia que oyes; porque, al creerla, tú también tendrás algo que decir contra tu

hermano. Así que serás responsable del pecado del que dice el mal. La calumnia es

mala; es un demonio inquieto, que nunca está en paz, sino que siempre se halla entre

divisiones. Abstente, pues, de ella, y tendrás paz en todo tiempo con todos los

hombres. Pero revístete de reverencia, en la cual no hay tropiezo, sino que todas las

cosas son suaves y alegres. Haz lo que es bueno, y de todas tus labores, que Dios te da,

da a todos los que están en necesidad generosamente, sin hacer preguntas sobre a

quién has de dar y a quién no has de dar. Da a todos, porque Dios desea que todos

reciban de su abundancia. Los que reciben, pues, tendrán que dar cuenta a Dios de por

qué lo han recibido y a qué fin; porque los que reciben en necesidad no serán

juzgados, pero los que reciben con pretextos simulados recibirán el castigo. Así pues,

el que da es inocente; porque como recibe del Señor el servicio a ejecutar, lo ha

ejecutado en sinceridad, sin hacer distinción entre a quién da y a quién no da. Esta

ministración, pues, cuando es ejecutada sinceramente, pasa a ser gloriosa a la vista de

Dios. El que ministra así sinceramente, pues, vivirá para Dios. Por tanto, guarda este

mandamiento que te he dado: que tu propio arrepentimiento y el de tu casa puedan ser

hallados sinceros, y [tu] corazón puro y sin mancha.»

Tercer Mandato

[28] De nuevo dijo: «Ama la verdad, y que no salga de tu boca otra cosa que la

verdad, que el espíritu que Dios hizo residir en esta tu carne pueda ser hallado veraz a

la vista de todos los hombres; y así el Señor, que reside en ti, será glorificado; porque

el Señor es fiel en toda palabra, y en Él no hay falsedad. Por tanto, los que dicen

mentiras niegan al Señor, y pasan a ser ladrones del Señor, porque no le entregan a Él

el depósito que han recibido. Porque ellos recibieron de Él un espíritu libre de

mentiras. Si devuelven un espíritu mentiroso, han faltado al mandamiento del Señor y

han pasado a ser ladrones.» Cuando oí estas cosas, lloré amargamente. Pero, viéndome

llorar, dijo: «¿Por qué lloras?» «Señor», le contesté, «porque no sé si puedo ser salvo.»

«¿Por qué?», me dijo. «Señor», contesté, «porque nunca en mi vida he dicho una

palabra de verdad, sino que siempre he vivido engañosamente con todos los hombres y

he cubierto mi falsedad como verdad delante de todos los hombres; y nadie me ha

contradicho nunca, sino que se ha puesto confianza en mi palabra. Señor, ¿cómo, pues,

puedo vivir siendo así que he hecho estas cosas?» Él me contestó: «Tu suposición es

cierta y verdadera, porque te corresponde como siervo de Dios andar en la verdad, y el

Espíritu de verdad no puede tener complicidad con el mal, ni afligir al Espíritu que es

santo y verdadero.» Y le dije: «Nunca, Señor, oí claramente palabras semejantes.» Y

me contestó: «Ahora, pues, las oyes. Guárdalas, para que las falsedades anteriores que

dijiste en tus asuntos y negocios puedan por sí mismas pasar a ser creíbles, ahora que

éstas son halladas verdaderas; porque también pueden pasar aquéllas a ser dignas de

confianza. Si guardas estas cosas y, en adelante, no dices otra cosa que la verdad,

podrás alcanzar la vida para ti mismo. Y todo el que oiga este mandamiento y se

abstenga de falsedad —este hábito tan pernicioso— vivirá para Dios.»

Cuarto Mandato

[29] I. «Te encargo», me dijo, «que guardes la pureza, y no permitas que entre en tu

corazón ningún pensamiento con referencia a la mujer de otro, o referente a

fornicación, u otros actos malos semejantes; porque al hacerlo cometes un gran

pecado. Pero recuerda siempre a tu propia esposa, y no irás descaminado nunca.

Porque si este deseo entra en tu corazón, irás descaminado, y si entra otro alguno tan

malo como éste, cometes pecado. Porque este deseo en un siervo de Dios es un gran

pecado; y si un hombre hace esta maldad, obra muerte para sí mismo. Mira bien, pues.

Abstente de este deseo; porque allí donde reside la santidad, la licencia no debe entrar

en el corazón de un hombre justo.» Y le dije: «Señor, ¿me permites hacer algunas

preguntas más?» «Pregunta», me contestó. Y yo le dije: «Señor, si un hombre que

tiene una esposa que confía en el Señor la descubre en adulterio, ¿comete pecado el

marido que vive con ella?» «En tanto que esté en la ignorancia», me dijo, «no peca;

pero si el marido sabe que ella peca, y la esposa no se arrepiente, sino que continúa en

la fornicación, y el marido vive con ella, él se hace responsable del pecado de ella y es

un cómplice en su adulterio.» Y le dije: «¿Qué es, pues, lo que ha de hacer el marido

si la esposa sigue en este caso?» «Que se divorcie de ella», dijo él, «y que el marido

viva solo; pero si después de divorciarse de su esposa se casa con otra, él también

comete adulterio». «Así pues, Señor», le dije, «si después qve la esposa es divorciada

se arrepiente y desea regresar a su propio marido, ¿no ha de ser recibida?» «Sin duda

ha de serlo», me dijo; «si el marido no la recibe, peca y acarrea gran pecado sobre sí;

es más, el que ha pecado y se arrepiente debe ser recibido, pero no varias veces,

porque sólo hay un arrepentimiento para los siervos de Dios. Por amor a su

arrepentimiento, pues, el marido no debe casarse con otra. Esta es la manera de obrar

que se manda al esposo y a la esposa. No sólo», dijo él, «es adulterio si un hombre

contamina su carne, sino que todo el que hace cosas como los paganos comete

adulterio. Por consiguiente, si hechos así los sigue haciendo un hombre y no se

arrepiente, mantente aparte de él y no vivas con él. De otro modo, tú también eres

partícipe de su pecado. Por esta causa, se os manda que permanezcáis solos, sea el

marido o la esposa; porque en estos casos es posible el arrepentimiento. Yo», me dijo,

«no doy oportunidad para que la cosa se quede así, sino con miras a que el pecador no

peque más. Pero, con respecto al pecado anterior, hay Uno que puede dar curación: El

es el que tiene autoridad sobre todas las cosas.»

[30] II. Y le pregunté de nuevo, y dije: «Siendo así que el Señor me tuvo por digno de

que permanecieras siempre conmigo, permíteme todavía decir unas pocas palabras,

puesto que no entiendo nada, y mi corazón se ha vuelto más denso por mis actos

anteriores. Hazme entender, porque soy muy necio, y no capto absolutamente nada.»

El me contestó, diciéndome: «Yo presido sobre el arrepentimiento y doy comprensión

a todos los que se arrepienten. Es más, ¿no crees», me dijo, «que este mismo acto es

comprensión? El arrepentirse es una gran comprensión», dijo él. «Porque el hombre

que ha pecado comprende que ha hecho lo malo delante del Señor, y el hecho que ha

cometido entra en su corazón y se arrepiente y ya no obra mal, sino que hace bien en

abundancia, y humilla su propia alma, y la atormenta porque ha pecado. Ves, pues,

que el arrepentimiento es una gran comprensión.» «Es por esto, pues, Señor», le dije,

«que lo pregunto todo minuciosamente de ti; primero, porque soy un pecador;

segundo, porque no sé qué obras he de hacer para poder vivir, porque mis pecados son

muchos y varios.» «Tú vivirás», me dijo, «si guardas mis mandamientos y andas en

ellos; y todo el que oye estos mandamientos y los guarda, vivirá ante Dios.»

[31] III. Y le dije: «Todavía voy a hacer otra pregunta, Señor.» «Di», me contestó.

«He oído, Señor», le dije, «de ciertos maestros, que no hay otro arrepentimiento aparte

del que tuvo lugar cuando descendimos ab agua y obtuvimos remisión de nuestros

pecados anteriores.» El me contestó: «Has oído bien; porque es así. Porque el que ha

recibido remisión de pecados ya no debe pecar más, sino vivir en pureza. Pero como

tú inquieres sobre todas las cosas con exactitud, te declararé esto también, para que no

tengan excusa los que crean, a partir de ahora, en el Señor, o los que ya hayan creído.

Pues los que ya han creído, o van a creer en adelante, no tienen arrepentimiento para

los pecados, sino que tienen sólo remisión de sus pecados anteriores. A los que Dios

llamó, pues, antes de estos días, el Señor les designó arrepentimiento. Porque el Señor,

discerniendo los corazones y sabiendo de antemano todas las cosas, conoció la

debilidad de los hombres y las múltiples añagazas del diablo, en qué forma él

procurará engañar a los siervos de Dios, y se portará con ellos perversamente. El

Señor, pues, siendo compasivo, tuvo piedad de la obra de sus manos y designó esta

(oportunidad para) arrepentirse, y a mí me dio la autoridad sobre este arrepentimiento.

Pero te digo», me añadió, «si después de este llamamiento grande y santo, alguno,

siendo tentado por el diablo, comete pecado, sólo tiene una (oportunidad de)

arrepentirse. Pero si peca nuevamente y se arrepiente, el arrepentimiento no le

aprovechará para nada; porque vivirá con dificultad.» Yo le dije: «He sido vivificado

cuando he oído estas cosas de modo tan preciso. Porque sé que, si no añado a mis

pecados, seré salvo.» «Serás salvo», me dijo, «tú y todos cuantos hagan todas estas

cosas.»

[32] IV. Y le pregunté de nuevo, diciendo: «Señor, como has tenido paciencia

conmigo hasta aquí, declárame esta otra cuestión también.» «Di», me contestó. «Si

una esposa», le dije, «o supongamos un marido, muere, y el otro se casa, ¿comete

pecado el que se casa?» «No peca», me dijo; «pero si se queda sin casar, se reviste de

un honor mucho mayor y de gran gloria delante del Señor; con todo, si se casa, no

peca. Preserva, pues, la pureza y la santidad, y vivirás ante Dios. Todas estas cosas,

pues, que te digo ahora y te diré después, guárdalas desde ahora en adelante, desde el

día en que me fuiste encomendado, y yo viviré en tu casa. Pero, para tus

transgresiones anteriores habrá remisión si guardas mis mandamientos. Sí, y todos

tendrán remisión si guardan estos mandamientos y andan en esta pureza.»

Quinto Mandato

[33] I. «Sé paciente y entendido», dijo, «y tendrás dominio sobre todo lo malo, y

obrarás toda justicia. Porque si eres sufrido, el Espíritu Santo que habita en ti será

puro, no siendo oscurecido por ningún espíritu malo, sino que residiendo en un gran

aposento se regocijará y alegrará con el vaso en que reside, y servirá a Dios con

mucha alegría, teniendo prosperidad. Pero si sobreviene irascibilidad, al punto el

Espíritu Saiito, siendo delicado, es puesto en estrechez, no teniendo [el] lugar

despejado, y procura retirarse del lugar porque es ahogado por el mal espíritu, y no

tiene espacio para ministrar para el Señor como desea, ya que es contaminado por el

temperamento irascible. Porque el Señor mora en la longanimidad, pero el diablo en la

irascibilidad. Así pues, que los dos espíritus habiten juntos es inconveniente, y malo

para el hombre en el cual residen. Porque si tomas un poco de ajenjo y lo viertes en un

tarro de miel, ¿no se echa a perder toda la miel, y esto por una cantidad muy pequeña

de ajenjo? Porque destruye la dulzura de la miel, y ya no tiene el mismo atractivo para

el que lo posee, porque se ha vuelto amarga y ya es inservible. Pero si no se pone el

ajenjo en la miel, la miel es dulce y es útil para su dueño. Ves [pues] que la

longanimidad es muy dulce, más aún que la dulzura de la miel, y es útil al Señor, y El

reside en ella. Pero la irascibilidad es amarga e inútil. Si el temperamento irascible se

mezcla, pues, con la paciencia, la paciencia es contaminada y la intercesión del

hombre ya no es útil a Dios.» «Quisiera conocer, Señor», le dije, «la obra del

temperamento irascible, para que pueda guardarme de él.» «Sí, verdaderamente», me

contestó; «si tú no te guardas de él —tú y tu familia— has perdido toda esperanza.

Pero guárdate de él; porque yo estoy contigo. Sí, y todos los hombres deben

mantenerse alejados de él, todos los que de todo corazón se han arrepentido. Porque

yo estoy con ellos y los preservaré; porque todos fueron justificados por el ángel

santísimo.

[34] II. »Oye ahora», me dijo, «cuán mala es la obra de la irascibilidad, y en qué

forma subvierte a los siervos de Dios por sí misma, y cómo les lleva a extraviarse de la

justicia. Pero no descarría a aquellos que están plenamente en la fe, ni puede obrar

sobre ellos, porque el poder del Señor está con ellos; pero a los que están vacíos y son

de ánimo indeciso les hace descarriar. Porque cuando ve a estos hombres en

prosperidad se insinúa en el corazón del hombre, y sin ningún otro motivo, el hombre

o la mujer es agraviada a causa de las cosas seculares, sea sobre comidas o alguna

cosa trivial, o algún amigo, o sobre dar o recibir, o sobre cuestiones de este estilo.

Porque todas estas cosas son necias y vanas y sin sentido e inconvenientes para los

siervos de Dios. Pero la paciencia es grande y fuerte, y tiene un poder vigoroso y

grande, y es próspera en gran crecimiento, alegre, gozosa y libre de cuidado,

glorificando al Señor en toda sazón, no teniendo amargura en sí, permaneciendo

siempre tranquila y dulce. Esta paciencia, pues, reside en aquellos cuya fe es perfecta.

Pero el temperamento irascible es en primer lugar necio, voluble e insensato; luego, de

la necedad se engendra rencor; del rencor, enojo; del enojo, ira; de la ira, despecho;

entonces el despecho es un compuesto de todos estos elementos viles y pasa a ser un

pecado grande e incurable. Porque cuando todos estos espíritus residen en un vaso en

que reside también el Espíritu Santo, este vaso no puede contenerlos, sino que rebosa.

El espíritu delicado, pues, no estando acostumbrado a residir con un espíritu malo, ni

con aspereza, se aparta del hombre de esta clase, y procura residir en tranquilidad y

calma. Entonces, cuando se ha apartado de aquel hombre en el cual reside, este

hombre se queda vacío del espíritu justo, y a partir de entonces, siendo lleno de malos

espíritus, es inestable en todas sus acciones, siendo arrastrado de acá para allá por los

espíritus malos, y se ve del todo cegado y privado de sus buenas intenciones. Esto,

pues, ha sucedido a todas las personas de temperamento irascible. Abstente, así, del

temperamento irascible, el peor de los espíritus malos. Pero revístete de paciencia, y

resiste la irascibilidad y la aspereza, y te hallarás en compañía de la santidad que es

amada por el Señor. Procura, por tanto, no descuidar nunca este mandamiento; porque

si dominas este mandamiento, podrás asimismo guardar los restantes mandamientos

que estoy a punto de darte. Mantente firme en ellos dotado de poder; y que todos estén

dotados de poder, todos cuantos deseen andar en ellos.»

Sexto Mandato

[35] I. «Te encargué», me dijo, «en mi primer mandamiento que guardes la fe y el

temor y la templanza.» «Sí, señor», le dije. «Pero ahora», insistió, «quiero mostrarte

sus poderes también, para que puedas comprender cuál es el poder y efecto de cada

una de ellas. Porque sus efectos son dobles y hacen referencia tanto a lo justo como a

lo injusto. Por consiguiente, tú confía en la justicia, pero no confíes en la injusticia;

porque el camino de la justicia es estrecho, pero el camino de la injusticia es torcido.

Pero anda en el camino estrecho [y llano] y deja el torcido. Porque el camino torcido

no tiene veredas claras, sino lugares sin camino marcado, tiene piedras en que

tropezar, y es áspero y lleno de espinos. Así pues, es perjudicial para los que andan en

él. Pero los que andan en el camino recto, andan en terreno llano y sin tropezar:

porque no es ni áspero ni tiene espinos. Ves, pues, que es más conveniente andar en

este camino.» «Estoy contento, señor», le dije, «de andar en este camino.» «Tú

andarás, sí», dijo, «y todo el que se vuelva al Señor de todo corazón andará en él.»

[36] II. «Oye ahora», me dijo, «con respecto a la fe. Hay dos ángeles en cada hombre:

uno de justicia y otro de maldad.» «Señor», le dije, «¿cómo voy, pues, a conocer sus

actividades si los ángeles moran en mí?» «Escucha», me contestó, «y entiende sus

obras. El ángel de justicia es delicado y tímido, manso y sosegado. Por lo tanto,

cuando éste entra en tu corazón, inmediatamente habla contigo de justicia, de pureza,

santidad, contento, de todo acto justo y toda virtud gloriosa. Cuando todas estas cosas

entran en tu corazón, sabe que el ángel de justicia está contigo. [Estas, pues, son las

obras del ángel de justicia.] Confía en él, pues, y en sus obras. Ahora, ve las obras del

ángel de maldad también. Ante todo, es iracundo y rencoroso e insensato, y sus obras

son malas y nocivas para los siervos de Dios. Siempre que éste entra en tu corazón,

conócele por las palabras.» «No sé cómo voy a discernirle, Señor», le contesté.

«Escucha», dijo él. «Cuando te viene un acceso de irascibilidad o rencor, sabe que él

está en ti. Luego, cuando te acucia el deseo de muchos negocios y el de muchas y

costosas comilonas y borracheras y de varias lujurias que son impropias, y el deseo de

mujeres, y la codicia y la altanería y la jactancia, y de todas las cosas semejantes a

éstas; cuando estas cosas, pues, entran en tu corazón, sabe que el ángel de maldad está

contigo. Tú, pues, reconociendo sus obras, mantente apanado de él, y no confíes en él

en nada, porque sus obras son malas e impropias de los siervos de Dios. Aquí, pues,

tienes las obras de los dos ángeles. Entiéndelas, y confía en el ángel de justicia. Pero

del ángel de maldad mantente apanado, porque su enseñanza es mala en todo sentido;

porque aunque uno sea un hombre de fe, si el deseo de este ángel entra en su corazón,

este hombre, o esta mujer, ha de cometer algún pecado. Y si además un hombre o una

mujer es en extremo malo, y las obras del ángel de justicia entran en el corazón de este

hombre, por necesidad ha de hacer algo bueno. Ves, pues», dijo, «que es bueno seguir

al ángel de justicia y despedirse del ángel de maldad. Este mandamiento declara lo que

hace referencia a la fe, para que puedas confiar en las obras del ángel de justicia y,

haciéndolas, puedas vivir para Dios. Pero cree que las obras del ángel de maldad son

difíciles; así que, al no hacerlas, vivirás ante Dios.»

Séptimo Mandato

[37] «Teme al Señor», me dijo, «y guarda sus mandamientos. Así que guardando los

mandamientos de Dios serás poderoso en toda obra, y tus actos serán incomparables.

Porque en tanto que temas al Señor, harás todas las cosas bien. Este es el temor con el

cual deberías temer y ser salvo. Pero no temas al diablo; pues si temes al Señor, te

enseñorearás del diablo, porque no hay poder en él. [Porque] de aquel en quien no hay

poder, tampoco hay temor; pero a aquel cuyo poder es glorioso, a éste hay que temer.

Porque todo aquel que tiene poder es temido, en tanto que el que no tiene poder es

despreciado por todos. Pero teme las obras del diablo, porque son malas. Cuando tú

temas al Señor, temerás las obras del diablo y no las harás, sino que te abstendrás de

ellas. El temor es, pues, de dos clases. Si deseas hacer lo malo, teme al Señor, y no lo

hagas. Pero si deseas hacer lo bueno, teme al Señor y hazlo. Por tanto, el temor del

Señor es poderoso y grande y glorioso. Teme al Señor, pues, y vivirás para El; sí, y

todos los que guardan sus mandamientos y le temen, vivirán para Dios.» «¿Por qué,

Señor», le pregunté, «has dicho con respecto a los que guardan sus mandamientos:

"Vivirán para Dios"?» «Porque», me dijo, «toda criatura teme al Señor, pero no todos

guardan sus mandamientos. Así pues, los que le temen y guardan sus mandamientos,

tienen vida ante Dios; pero los que no guardan sus mandamientos no tienen vida en

sí.»

Octavo Mandato

[38] «Te dije», prosiguió, «que las criaturas de Dios tienen dos aspectos; porque la

templanza también los tiene. Porque en algunas cosas es justo ser templado, pero en

otras no lo es.» «Dame a conocer, señor», le dije, «en que cosas es recto ser templado

y en qué cosas no lo es.» «Escucha», me dijo: «Sé templado respecto a lo que es malo,

y no lo hagas; pero no seas templado respecto a lo que es bueno, sino hazlo. Porque si

eres templado para lo que es bueno, de modo que no lo haces, cometes un gran

pecado; pero si eres templado respecto a lo que es malo, de modo que no lo ejecutas,

haces una gran justicia. Sé templado, por consiguiente, absteniéndote de toda maldad, y

haz lo que es bueno.» «¿Qué clases de maldad, Señor», le dije, «son aquellas de que

hemos de abstenernos siendo templados?» «Oye», me dijo; «del adulterio y la

fornicación, del libertinaje y la embriaguez, de la lujuria perversa, de las muchas

viandas y lujos de los ricos, del jactarse y la altivez y el orgullo, de la falsedad y

hablar mal y la hipocresía, la malicia y toda blasfemia. Estas obras son las más

perversas de todas en la vida de los hombres. De estas obras, pues, el siervo de Dios

debe abstenerse, siendo templado; porque el que no es templado de modo que no se

abstiene de ellas, tampoco vive para Dios. Escucha, pues, lo que ocurre a éstos.»

«¡Cómo!», dije, «¿hay otros actos malos todavía, Señor?» «Sí», me dijo, «hay muchos

ante los cuales el siervo de Dios ha de ser templado y abstenerse: hurtos, falsedades,

privaciones, falsos testimonios, avaricia, malos deseos, engaño, vanagloria, jactancia,

y todas las cosas que son semejantes. ¿No crees que estas cosas son malas, sí, muy

malas», [dijo Él], «para los siervos de Dios? En todas estas cosas el que sirve a Dios

debe ejercer templanza y abstenerse de ellas. Sé, pues, templado, y abstente de todas

estas cosas, para que puedas vivir para Dios y ser contado entre los que ejercen

dominio propio en ellas. Estas son, por tanto, las cosas de las cuales debes abstenerte.

Ahora escucha», dijo, «las cosas en que no deberías ejercer abstención, sino hacerlas.

No ejerzas abstención en lo que es bueno, sino hazlo.» «Señor», le dije, «muéstrame el

poder de las cosas buenas también, para que pueda andar en ellas, y servirlas, para que

haciéndolas me sea posible ser salvo.» «Oye también», me dijo, «las cosas buenas que

debes hacer, de las cuales no tienes que abstenerte. Primero están la fe, el temor del

Señor, el amor, la concordia, las palabras de justicia, verdad, paciencia; no hay nada

mejor que estas cosas en la vida de los hombres. Si un hombre las guarda, y no se

abstiene de ellas, es bienaventurado en esta vida. Oye ahora las otras que se sigue de

ellas: ministrar a las viudas, visitar a los huérfanos y necesitados, rescatar a los siervos

de Dios en sus aflicciones, ser hospitalario (porque en la hospitalidad se ejerce la

benevolencia una y otra vez), no resistir a otros, ser tranquilo, mostrarse más sumiso

que todos los demás, reverenciar a los ancianos, practicar la justicia, observar el

sentimiento fraternal, soportar las ofensas, ser paciente, no guardar rencor, exhortar a

los que están enfermos del alma, no echar a los que han tropezado en la fe, sino

convertirlos y darles ánimo, reprender a los pecadores, no oprimir a los deudores e

indigentes, y otras acciones semejantes. ¿Te parecen buenas?», me preguntó. «¿Cómo,

Señor! ¿Puede haberlas mejores», le contesté. «Entonces anda con ellas», me dijo, «y

no te abstengas de ellas, y vivirás para Dios. Guarda este mandamiento, pues. Si obras

bien y no te abstienes de hacerlo, vivirás para Dios; sí, y todos los que obren así

vivirán para Dios. Y de nuevo, si no obras mal, sino que te abstienes de él, vivirás para

Dios; sí, y vivirán para Dios todos los que guardan estos mandamientos y andan en

ellos.»

Noveno Mandato

[39] Y él me dijo: «Aparta de ti todo ánimo indeciso y no dudes en absoluto de si has

de hacer suplicar a Dios, diciéndote a ti mismo: "¿Cómo puedo pedir una cosa del

Señor y recibirla siendo así que he cometido tantos pecados contra Él?" No razones de

esta manera, sino vuélvete al Señor de todo corazón, y no le pidas nada vacilando, y

conocerás su gran compasión, pues Él, sin duda, no te abandonará, sino que cumplirá

la petición de tu alma. Porque Dios no es como los hombres que guardan rencores,

sino que El mismo es sin malicia y tiene compasión de sus criaturas. Limpia, pues, tu

corazón de todas las vanidades de esta vida, y de las cosas mencionadas antes; y pide

al Señor, para que recibas todas las cosas, y no se te negará ninguna de todas tus

peticiones si no pides al Señor las cosas vacilando. Pero si fluctúas en tu corazón no

recibirás ninguna de tus peticiones. Porque los que vacilan respecto a Dios son los de

ánimo indeciso, y éstos nunca obtienen sus peticiones. Pero los que están llenos en la

fe, hacen todas sus peticiones confiando en el Señor, y reciben porque piden sin

vacilación, sin dudar; porque todo hombre de ánimo indeciso, si no se arrepiente,

difícilmente se salvará. Purifica, pues, tu corazón de toda duda en tu ánimo, y ten fe,

porque es fuerte, y confía en Dios para que recibas todas las peticiones que haces; y si

después de pedir algo al Señor recibes tu petición con alguna demora, no vaciles en tu

ánimo porque no has recibido la petición de tu alma al instante. Porque es por razón de

alguna tentación o alguna transgresión de la que tú no sabes nada que no recibes la

petición sino con demora. Por tanto, no ceses en hacer la petición de tu alma, y la

recibirás. Pero si te cansas, y dudas cuando pides, cúlpate a ti mismo y no a Aquel que

te lo da. Resuelve esta indecisión; porque es mala y sin sentido, y desarraiga a muchos

de la fe, sí, incluso a hombres fieles y fuertes. Porque verdaderamente esta duda en el

ánimo es hija del diablo y causa gran daño a los siervos de Dios. Por tanto, desprecia

estas dudas del ánimo y domínalas en todo, revistiéndote de fe, que es fuerte y

poderosa. Puesto que la fe promete todas las cosas, realiza todas las cosas; pero el

ánimo indeciso, que no tiene confianza en sí mismo, falla en todas las obras que hace.

Ves, pues», dijo, «que la fe viene de arriba, del Señor, y tiene gran poder; pero el

ánimo vacilante es un espíritu terreno del diablo, y no tiene poder. Por tanto, sirve a la

fe que tiene poder, y mantente lejos del ánimo vacilante, y vivirás para Dios; sí, y

todos los que piensan igual vivirán para Dios.»

Décimo Mandato

[40] I. «Ahuyenta de ti la tristeza», me dijo, «porque es la hermana del ánimo indeciso

y el temperamento irascible.» «¿Cómo, Señor», le dije, «es hermana de éstos? Porque

el temperamento irascible me parecer ser una cosa; el ánimo vacilante, otra; la pena,

otra.» «Eres un necio», me contestó, «[y] no te das cuenta que la tristeza es peor que

todos los espíritus, y muy fatal para los siervos de Dios, y más que todos los espíritus

destruye al hombre, y apaga al Espíritu Santo, y por otro lado lo salva.» «Yo, Señor»,

le dije, «no tengo entendimiento, y no comprendo estas parábolas. Porque ¿cómo

puede destruir y salvar?, esto no lo comprendo.» «Escucha», me dijo: «Los que nunca

han investigado respecto a la verdad, ni inquirido respecto a la divinidad, sino

meramente creído, y se han mezclado en negocios y riquezas y amigos paganos y

muchas otras cosas de este mundo; cuantos, digo, se dedican a estas cosas, no

comprenden las parábolas de la deidad; porque han sido entenebrecidos por sus

acciones, y se han corrompido y hecho infructuosos. Como las viñas buenas, que

cuando se las abandona y descuida se vuelven infructuosas por las zarzas y hierbas de

todas clases, lo mismo los hombres que, después de haber creído, caen en estas

muchas ocupaciones que hemos mencionado antes, pierden su entendimiento y no

comprenden nada en absoluto con respecto a la justicia; porque si oyen acerca de la

deidad y la verdad, su mente está absorta en sus ocupaciones, y no perciben nada en

absoluto. Pero si tienen el temor de Dios, e investigan con respecto a la deidad y a la

verdad, y dirigen su corazón hacia el Señor, perciben y entienden todo lo que se les

dice más rápidamente, porque el temor del Señor está en ellos; porque donde reside el

Señor, allí también hay gran entendimiento. Adhiérete, pues, al Señor, y comprenderás

y advertirás todas las cosas.

[41] II. »Escucha ahora, hombre sin sentido», me dijo, «en qué forma la tristeza

oprime al Espíritu Santo y le apaga, y en qué forma salva. Cuando el hombre de ánimo

indeciso emprende alguna acción, y fracasa en ella debido a su ánimo indeciso, la

tristeza entra en el hombre, y contrista al Espíritu Santo y lo apaga. Luego, cuando el

temple irascible se adhiere al hombre con respecto a algún asunto, y está muy

contrariado, de nuevo la tristeza entra en el corazón del hombre que estaba contrariado

y es compungido por el ácto que ha cometido, y se arrepiente de haber obrado mal.

Esta tristeza, pues, parece traer salvación, porque se arrepiente de haber hecho el mal.

Así pues, las operaciones entristecen al Espíritu, primero, el ánimo indeciso entristece

al Espíritu, porque no consigue el asunto que quiere, y el temple irascible también,

puesto que hizo algo malo. Por consiguiente, los dos contristan al Espíritu: el ánimo

indeciso y el temple irascible. Ahuyenta de ti, pues, tu tristeza, y no aflijas al Espíritu

Santo que mora en ti, para que no suceda que interceda a Dios [contra ti] y se aparte

de ti. Porque el Espíritu de Dios, que fue dado a esta carne, no soporta la tristeza ni el

ser constreñido.

[42] III. »Por tanto, revístete de alegría y buen ánimo, que siempre tiene favor delante

de Dios, y le es aceptable, y regocíjate en ellos. Porque todo hombre animoso obra

bien, y piensa bien, y desprecia la tristeza; pero el hombre triste está siempre

cometiendo pecado. En primer lugar comete pecado, porque contrista al Espíritu

Santo, que fue dado al hombre siendo un espíritu animoso; y en segundo lugar, al

contristar al Espíritu Santo, pone por obra iniquidad, ya que ni intercede ante Dios ni

le confiesa. Porque la intercesión de un hombre triste nunca tiene poder para ascender

al altar de Dios.» «¿Por qué», pregunté yo, «la intercesión del que está triste no

asciende al altar?» Me contestó: «Porque la tristeza está situada en su corazón. Por

ello, la tristeza mezclada con la intercesión no permite que la intercesión ascienda pura

al altar. Porque como el vinagre cuando se mezcla con vino en el mismo (vaso) no

tiene el mismo sabor agradable, del mismo modo la tristeza mezclada con el Espíritu

Santo no produce la misma intercesión (que produciría el Espíritu Santo solo). Por

consiguiente, purifícate de tu malvada tristeza, y vivirás para Dios; si, y todos viven

para Dios, los que echan de sí la tristeza y se revisten de buen ánimo y alegría.»

Undécimo Mandato

[43] Y me mostró a unos hombres sentados en un sofá, y a otro hombre sentado en

una silla. Y me dijo: «¿Ves a éstos que están sentados en el sofá?» «Los veo, Señor»,

le dije. «Estos», me contestó, «dan fruto, pero el que está sentado en la silla es un falso

profeta que destruye la mente de los siervos de Dios —es decir, los de ánimo

vacilante, no de los fieles—. Estos de ánimo indeciso, por tanto, van a él como un

adivinador e inquieren de él lo que les sucederá. Y él, el falso profeta, no teniendo

poder de un Espíritu divino en sí, habla con ellos en concordancia con sus preguntas [y

en concordancia con las concupiscencias de su maldad], y llena sus almas según ellos

desean que sean llenadas. Porque, siendo vacío él mismo, da respuestas vacías a los

inquiridores vacíos; porque a toda pregunta que se le haga, responde en conformidad

con lo vacío del hombre. Pero dice también algunas palabras de verdad; porque el

diablo le llena de su propio espíritu, por si acaso le es posible abatir a algunos de los

justos. Así pues, todos los que son fuertes en la fe del Señor, revestidos de la verdad,

no se unen a estos espíritus, sino que se mantienen a distancia de ellos; pero cuantos

son de ánimo vacilante y cambian su opinión con frecuencia, practican la adivinación

como los gentiles y acarrean sobre sí mismos mayor pecado con sus idolatrías. Porque

el que consulta a un profeta falso sobre alguna cosas, es un idólatra y está exento de la

verdad y de sentido. Porque a ningún Espíritu dado por Dios hay necesidad de

consultarle, sino que, teniendo el poder de la deidad, dice todas las cosas de sí mismo,

porque es de arriba, a saber, del poder del Espíritu divino. Pero el espíritu que es

consultado, y habla en conformidad con los deseos de los hombres, es terreno y

voluble, no teniendo poder; y no habla en absoluto, a menos que sea consultado.»

«¿Cómo, pues, señor», le dije, «sabrá un hombre quién es un profeta y quién es un

profeta falso?» «Escucha», me contestó, «respecto a estos dos profetas; y, como te

diré, así pondrás a prueba al profeta y al falso profeta. Por medio de su vida pon a

prueba al hombre que tiene el Espíritu divino. En primer lugar, el que tiene el Espíritu

[divino], que es de arriba, es manso y tranquilo y humilde, y se abstiene de toda

maldad y vano deseo de este mundo presente, y se considera inferior a todos los

hombres, y no da respuesta a ningún hombre cuando inquiere de él, ni habla en secreto

(porque tampoco habla el Espíritu Santo cuando un hombre quiere que lo haga), sino

que este hombre habla cuando Dios quiere que lo haga. Así pues, cuando el hombre

que tiene el Espíritu divino acude a una asamblea de hombres justos, que tienen fe en

el Espíritu divino, y se hace intercesión a Dios en favor de la congregación de estos

hombres, entonces el ángel del espíritu profético que está con el hombre llena al

hombre, y éste, siendo lleno del Espíritu Santo, habla a la multitud, según quiere el

Señor. De esta manera, pues, el Espíritu de la deidad será manifestado. Esta, por tanto,

es la grandeza del poder que corresponde al Espíritu de la divinidad que es del Señor.»

«Oye ahora», me dijo, «respecto al espíritu terreno y vano, que no tiene poder, sino

que es necio. En primer lugar, este hombre que parece tener un espíritu, se exalta a sí

mismo, y desea ocupar un lugar principal, e inmediatamente es imprudente y

desvergonzado y charlatán y habla familiarizado en -muchas cosas lujuriosas y

muchos otros engaños, y recibe dinero por su actividad profética, y si no lo recibe, no

profetiza. Ahora bien, ¿puede un Espíritu divino recibir dinero y profetizar? No es

posible que un profeta de Dios haga esto, sino que el espíritu de estos profetas es

terreno. En segundo lugar, nunca se acerca a una asamblea de justos; sino que los

evita, y se junta con los de ánimo indeciso y vacíos, y profetiza para ellos en los

rincones, y los engaña, diciéndoles toda clase de cosas en vaciedad, para gratificar sus

deseos; porque también son vacíos aquellos a los que contesta. Porque el vaso vacío es

colocado junto con el vacío, y no se rompe, sino que están de acuerdo el uno con el

otro. Pero cuando este hombre entra en una asamblea llena de justos, que tienen un

Espíritu de la divinidad, y ellos hacen intercesión, este hombre es vacío, y el espíritu

terreno huye de él con temor, y el hombre se queda mudo y se queda desconcertado,

sin poder decir una sola palabra. Porque si colocas vino o aceite en una alacena, y

pones una vasija vacía entre ellos, y luego deseas vaciar la alacena, la vasija que

habías colocado allí vacía la vas a sacar vacía. Del mismo modo, también, los profetas

vacíos, siempre que se ponen en contacto con los espíritus de los justos, después

quedan igual que antes. Te he mostrado la vida de las dos clases de profetas. Por lo

tanto, pon a prueba, por su vida y sus obras, al hombre que dice que es movido por el

Espíritu. Así pues, confía en el Espíritu que viene de Dios y tiene poder; pero en el

espíritu terreno y vacío no pongas confianza alguna; porque en él no hay poder, puesto

que viene del diablo. Escucha [pues] la parábola que te diré. Toma una piedra y échala

hacia arriba al cielo, ve si puedes alcanzarlo; o también, lanza un chorro de agua hacia

el cielo, y mira si puedes penetrar en el cielo.» Y le dije: «Señor, ¿cómo pueden

hacerse estas cosas? Porque las dos cosas que has mencionado están más allá de

nuestro poder.» «Bien, pues», me dijo, «del mismo modo que estas cosas están más

allá de nuestro poder, igualmente los espíritus terrenos no tienen poder y son débiles.

Ahora toma el poder que viene de arriba. El granizo es una piedrecita pequeña y, con

todo, cuando cae sobre la cabeza de un hombre, ¡cuánto dolor causa! O, también, toma

una gota que cae del tejado al suelo y hace un hueco en la piedra. Ves, por

consiguiente, que las cosas pequeñas de arriba caen sobre la tierra con gran poder. De

la misma manera, el Espíritu divino, viniendo de arriba, es poderoso. Confía, pues, en

este Espíritu, pero mantente lejos del otro.»

Duodécimo Mandato

[44] I. Y me dijo: «Aparta de ti todo mal deseo, y revístete del deseo que es bueno y

santo; porque revestido de este deseo podrás aborrecer el mal deseo, y le pondrás brida

y lo dirigirás según quieras. Porque el mal deseo es salvaje, y sólo se domestica con

dificultad; porque es terrible, y por su tosquedad es muy costoso a los hombres; más

especialmente, si un siervo de Dios se enmaraña en él y no tiene entendimiento, le es

en extremo costoso. Además, es costoso a los hombres que no están revestidos del

buen deseo, sino que están enzarzados en esta vida. A estos hombres, por tanto, los

entrega a la muerte.» «Oh Señor», dije yo, «ide qué clase son las obras del mal deseo,

que entrega al hombre a la muerte? Dame a conocer estas obras para que pueda

mantenerme alejado de ellas.» «Escucha», [dijo él], «a través de qué obras el mal

deseo acarrea muerte a los siervos de Dios.

[45] II. »Ante todo, el deseo de la esposa o marido de otro, y de los extremos de

riqueza, y de muchos lujos innecesarios, y de bebidas y otros excesos, muchos y

necios. Porque todo lujo es necio y vano para los siervos de Dios. Estos deseos, pues,

son malos, y causan la muerte a los siervos de Dios. Porque este mal deseo es un hijo

del diablo. Por lo tanto, tenéis que absteneros de los malos deseos, para que,

absteniéndoos, podáis vivir para Dios. Pero todos los que son dominados por ellos, y

no los resisten, son puestos a muerte del todo; porque estos deseos son mortales. Pero

tú revístete del deseo de justicia, y habiéndote armado con el temor del Señor,

resístelos. Porque el temor de Dios reside en el buen deseo. Si el mal deseo te ve

armado con el temor de Dios y resistiéndole, se irá lejos de ti y no le verás más, pues

teme tus armas. Por tanto, tú, cuando seas recompensado con la corona de victoria

sobre él, ven al deseo de justicia, y entrégale el premio del vencedor que has recibido,

y sírvele, según ha deseado. Si tú sirves al buen deseo, y estás sometido a él, tendrás

poder para dominar al mal deseo, y someterle, según quieras.»

[46] III. «Me gustaría saber, Señor», le dije, «en qué formas debería servir al buen

deseo». «Escucha», me dijo; «practica la justicia y la virtud, la verdad y el temor del

Señor, la fe y la mansedumbre, y otros actos buenos así. Practicándolos, serás

agradable como siervo de Dios, y vivirás para El; sí, y todo el que sirve al buen deseo

vivirá para Dios.»

Así completó él los doce mandamientos, y me dijo: «Tú tienes estos mandamientos;

anda en ellos, y exhorta a los que te escuchan a que se arrepientan y sean puros

durante el resto de los días de su vida. Cumple este ministerio que te encargo, con toda

diligencia, hasta el fin, y habrás hecho mucho. Porque hallarás favor entre aquellos

que están a punto de arrepentirse, y obedecerán tus palabras. Porque estaré contigo, y

yo les constreñiré a que te obedezcan.»

Y yo le dije: «Señor, estos mandamientos son grandes y hermosos y gloriosos, y

pueden alegrar el corazón del hombre que es capaz de observarlos. Pero no sé si estos

mandamientos pueden ser guardados por un hombre, porque son muy difíciles.» El me

contestó y me dijo: «Si te propones guardarlos, los guardarás fácilmente, y no serán

difíciles; pero si entran alguna vez en tu corazón que no pueden ser guardados por el

hombre, no los guardarás. Pero ahora te digo: si no los guardas, sino que los

descuidas, no tendrás salvación, ni tus hijos ni tu casa, puesto que ya has pronunciado

juicio contra ti que estos mandamientos no pueden ser guardados por el hombre. »

[47] IV. Y me dijo estas cosas muy enojado, de modo que yo estaba consternado, y

en extremo espantado; porque su aspecto cambió, de modo que un hombre no podía

soportar su ira. Y cuando vio que yo estaba perturbado y confundido, empezó a hablar

de modo más amable [y jovial], y me dijo: «Necio, vacío de entendimiento y de ánimo

indeciso, ¿no te das cuenta de la gloria de Dios, lo grande y poderosa y maravillosa

que es, que ha creado el mundo por amor al hombre, y le ha sometido su creación, y le

ha dado toda autoridad para que se enseñoree de todas las cosas debajo del cielo? Si,

pues», [dijo],«el hombre es señor de todas las criaturas de Dios y domina todas las

cosas, ¿no puede también dominar estos mandamientos? Sí», dijo él, «el hombre que

tiene al Señor en su corazón puede dominar [todas las cosas y] todos estos

mandamientos. Pero los que tienen al Señor en sus labios, en tanto que su corazón está

endurecido y lejos del Señor, para ellos estos mandamientos son duros e inaccesibles.

Por tanto, vosotros los que sois vacíos y volubles en la fe, poned a vuestro Señor en

vuestro corazón, y os daréis cuenta que no hay nada más fácil que estos

mandamientos, ni más dulce ni más agradable. Convertíos los que andáis según los

mandamientos del diablo, (los mandamientos del cual son) difíciles y amargos y

extremosos y disolutos; y no temáis al diablo, porque no hay poder en él contra

vosotros. Porque yo estaré con vosotros, yo, el ángel del arrepentimiento, que tiene

dominio sobre él. El diablo sólo tiene temor, pero este temor no es fuerza. No le

temáis, pues, y huirá de vosotros.»

[48] V. Y yo le dije: «Señor, escúchame unas pocas palabras.» «Di lo que quieras»,

me contestó. «Señor», le dije, «el hombre está ansioso de guardar los mandamientos

de Dios, y no hay uno solo que no pida al Señor que le corrobore en sus

mandamientos, y sea sometido a ellos; pero el diablo es duro y se enseñorea de ellos.»

«No puede enseñorearse de los siervos de Dios», dijo él, «cuando ponen su esperanza

en El de todo su corazon. El diablo puede luchar con ellos, pero no puede vencerlos.

Así pues, si le resistís, será vencido, y huirá de vosotros avergonzado. Pero todos

cuantos sean por completo vacíos», dijo él, «que teman al diablo como si tuviera

poder. Cuando un hombre ha llenado suficiente número de jarras de buen vino, y entre

estas jarras hay unas pocas que han quedado vacías, él se llega a las jarras, y no

examina las llenas, porque sabe que están llenas; sino que examina las vacías,

temiendo que se hayan vuelto agrias. Porque las jarras vacías pronto se vuelven agrias,

y echan a perder el sabor del vino. Así también el diablo viene a todos los siervos de

Dios para tentarles. Todos los que tienen una fe completa, se le oponen con poder, y él

los deja, no teniendo punto por el cual pueda entrar en ellos. Así que va a los otros que

están vacíos y, hallando un lugar, entra en ellos, y además hace lo que quiere en ellos,

y pasan a ser sus esclavos sumisos.

[49] VI. »Pero yo, el ángel del arrepentimiento, os digo: No temáis al diablo; porque

yo fui enviado para estar con vosotros los que os arrepentís de todo corazón, y para

confirmaros en la fe. Creed, pues, en Dios, vosotros los que por razón de vuestros

pecados habéis desesperado de vuestra vida, y estáis añadiendo a vuestros pecados, y

haciendo que se hunda vuestra vida; porque si os volvéis al Señor de todo corazón, y

obráis justicia los días que os quedan de vida, y le servís rectamente según su

voluntad, Él os sanará de vuestros pecados anteriores y tendréis poder para dominar

las obras del diablo. Pero no hagáis ningún caso de las amenazas del diablo; porque

sus tendones son impotentes, como los de un muerto. Oídme, pues, y temed a Aquel

que puede hacer todas las cosas para salvar y para destruir, y observad estos

mandamientos y viviréis para Dios.» Y yo le dije: «Señor, ahora me siento fortalecido

en todas las ordenanzas del Señor, porque tú estás conmigo; y sé que tú vas a aplastar

todo el poder del diablo, y nos enseñorearemos de él y prevaleceremos sobre todas sus

obras. Y espero, Señor, que ahora seré capaz de guardar estos mandamientos que tú

has mandado, capacitado por el Señor.» «Los guardarás», me dijo, «si tu corazón es

puro ante el Señor, sí, y los guardarán todos cuantos purifiquen sus corazones de los

deseos vanos de este mundo y vivan para Dios.»

Parábolas que me explicó

[Parábola primera]

[50] Me dijo: «Sabéis que vosotros los siervos de Dios estáis viviendo en un país

extranjero; porque vuestra ciudad está muy lejos de esta ciudad. Así pues, si conocéis

vuestra ciudad, en la cual viviréis, ¿por qué os procuráis campos aquí, y hacéis

costosas preparaciones, y acumuláis edificios y habitaciones que son superfluos? Por

tanto, el que prepara estas cosas para esta ciudad no tiene intención de regresar a su

propia ciudad. ¡Oh hombre necio, de ánimo indeciso y desgraciado!, ¿no ves que todas

estas cosas son extrañas, y están bajo el poder de otro? Porque el señor de esta ciudad

dirá: "No quiero que éste resida en mi ciudad; vete de esta ciudad, porque no te

conformas a mis leyes." Tú, pues, que tienes campos y moradas y muchas otras

posesiones, cuando serás echado por él, ¿qué harás con tu campo y tu casa y todas las

otras cosas que has preparado para ti? Porque el señor de este país te dice con justicia:

"O bien te conformas a mis leyes, o abandonas mi país." ¿Qué harás, pues, tú que estás

bajo la ley de tu propia ciudad? ¿Por amor a tus campos y el resto de tus posesiones

repudiarás tu ley y andarás conforme a la de esta ciudad? Vigila que no te sea

inconveniente el repudiar tu ley; porque si quieres regresar de nuevo a tu propia

ciudad, con toda seguridad no serás recibido [porque has repudiado la ley de tu

ciudad], y se te excluirá de ella. Vigila, pues; como residente en una tierra extraña no

prepares más para ti, como no sea lo estrictamente necesario y suficiente, y está

preparado para que, cuando el señor de esta ciudad desee echarte por tu oposición a su

ley, puedas partir de esta ciudad e ir a tu propia ciudad, y usar tu propia ley

gozosamente, libre de toda ofensa. Procura, pues, que sirvas a Dios y le tengas en tu

corazón; haz las obras de Dios teniendo en cuenta sus mandamientos y las promesas

que Él ha hecho, y cree en Él que Él las realizará si guardas sus mandamientos. Por

tanto, en vez de campos, compra almas que estén en tribulación, como puede cada

cual, y visita a las viudas y los huérfanos, y no lo descuides; y gasta tus riquezas y

todos tus recursos, que has recibido de Dios, en campos y casas de esta clase. Porque

para este fin os ha enriquecido el Señor, para que podáis ejecutar estos servicios suyos.

Es mucho mejor comprax campos [y posesiones] y casas de esta clase, que hallarás en

tu propia ciudad cuando vayas a residir a ella. Este dispendio abuñdante es hermoso y

gozoso y no trae tristeza ni temor, sino gozo. El gasto del pagano, pues, no lo

practiques; porque no es conveniente para los siervos de Dios. Sino practica tu propio

dispendio en el cual puedes gozarte; y no corrompas, ni toques lo que es de otro, ni lo

desees; porque es malo desear las posesiones de otro. Pero ejecuta tu propia tarea y

serás salvo.»

Otra Parábola [segunda]

[51] Mientras andaba por el campo noté un olmo y una vid, y estando distinguiéndolos

a los dos y a sus frutos, el pastor se me apareció y me dijo: «¿Qué estás meditando

dentro de ti?» «Estoy pensando, [señor]», le dije, «sobre el olmo y la vid, que son en

extremo apropiados el uno al otro.» «Estos dos árboles», me dijo, «son designados

como un (ejemplo) para los siervos de Dios.» «Quisiera saber [señor]», le dije, «el

ejemplo contenido en estos árboles de los cuales estás hablando.» «Mira», me dijo, «el

olmo y la vid.» «Los veo, señor», le dije. «Esta vid», dijo él, «da fruto, pero el olmo es

de un tronco que no produce fruto. Con todo, esta vid, a menos que se encarame por el

olmo, no puede llevar mucho fruto cuando se arrastra por el suelo; y el fruto que

produce entonces es malo, porque no está suspendida del olmo. Cuando la vid se

adhiere al olmo, pues, da fruto de sí y desde el olmo. Ves, pues, que el olmo también

da [mucho] fruto, no menos que la vid, sino más aún.» «¿Cuánto más, señor?»,

pregunté yo. «Porque», dijo él, «la vid, cuando cuelga del olmo, da fruto en

abundancia y en buena condición; pero cuando se arrastra por el suelo, da poco fruto y

éste se pudre. Esta parábola, por lo tanto, es aplicable a los siervos de Dios, a los

pobres y a los ricos por un igual.» «¿Cómo?, señor», le pregunté; «dímelo».

«Escucha», contestó; «el rico tiene mucha riqueza pero en las cosas del Señor es

pobre, pues las riquezas le distraen y su confesión e intercesión al Señor es muy

escasa; y aun cuando da, es poco y débil, y no tiene poder de arriba. Así pues, cuando

el rico va al pobre y le ayuda en sus necesidades, creyendo que por lo que hace al

pobre recibirá recompensa de Dios —porque el pobre es rico en intercesión [y

confesión], y su intercesión tiene gran poder con Dios—, el rico, pues, suple todas las

cosas al pobre sin titubear. Pero el pobre, siendo provisto por el rico, hace intercesión

por él, dando gracias a Dios por el (rico) que le ha dado a él. Y el otro es todavía más

celoso de ayudar al pobre, para que pueda seguir viviendo; porque sabe que la

intercesión del pobre es aceptable y rica delante de Dios. Los dos, pues, cumplen su

obra; el pobre haciendo intercesión, en que es rico [y que él recibe del Señor]; y la

devuelve, otra vez, al Señor que se la proporciona. El rico, también, de igual manera

provee al pobre, sin vacilar, las riquezas que ha recibido del Señor. Y esta obra es

grande y aceptable a Dios, porque (el rico) entiende (el objeto) de sus riquezas, y

provee para el pobre de los tesoros del Señor, y realiza el servicio del Señor

rectamente. A la vista de los hombres, pues, el olmo parece no llevar fruto, y no saben

ni perciben que si viene una sequía, el olmo, teniendo agua, nutrirá a la vid, y la vid,

teniendo provisión constante de agua, dará doble cantidad de fruto, tanto para sí como

para el olmo. De la misma manera el pobre, al interceder ante el Señor por el rico,

afianza sus riquezas, y también el rico, supliendo las necesidades del pobre, afianza su

alma. Así pues, los dos participan en la obra justa. Por tanto, el que hace estas cosas

no será abandonado por Dios, sino que será inscrito en los libros de los vivos.

Bienaventurados son los ricos que entienden también que son enriquecidos por el

Señor. Porque los que piensan así podrán hacer una buena obra.»

Otra Parábola [tercera]

[52] Y me mostró muchos árboles que no tenían hojas, sino que me parecía a mí como

si estuvieran secos; porque todos parecían lo mismo. Y él me dijo: «¿Ves estos

árboles?» «Los veo, señor», le dije; «todos son iguales, y están secos.» El me contestó

y me dijo: «Estos árboles que ves son los que residen en este mundo.» «¿Por qué es

así, señor», le pregunté, «que es como si estuvieran secos, y todos igual?» «Porque en

este mundo, ni el justo es distinguible ni el pecador; todos son iguales. Porque este

mundo es invierno para el justo, y no son distinguibles, pues residen con los

pecadores. Porque así como en el invierno los árboles, habiendo perdido sus hojas, son

semejantes, y no se puede distinguir cuáles están secos y cuáles están vivos, así

también en este mundo, ni el justo ni los pecadores son distinguibles, sino que todos

son iguales.»

Otra Parábola [cuarta]

[53] Y me volvió a mostrar muchos árboles, algunos que estaban brotando, otros

secos, y me dijo: «¿Ves estos árboles?» «Los veo, señor», le contesté; «algunos están

brotando y otros están secos.» «Estos árboles», me contestó, «que están brotando son

los justos, que residirán en el mundo venidero; porque el mundo venidero es verano

para los justos, pero invierno para los pecadores. Así, cuando la misericordia del Señor

resplandezca, entonces los que sirven a Dios serán manifestados; sí, y todos los

hombres serán manifestados. Porque como en verano los frutos de cada árbol son

manifestados, y son reconocidos y se distingue de qué clase son, así también los frutos

de los justos serán manifestados, y todos [incluso el más pequeño] se verá que

florecen en el otro mundo. Pero los gentiles y los pecadores, tal como viste los árboles

que estaban secos, así se hallarán también, secos y sin fruto, en el otro mundo, y serán

quemados como combustible, y serán puestos de manifiesto, porque su conducta

cuando vivían había sido mala. Porque los pecadores serán quemados, porque pecaron

y no se arrepintieron; y los gentiles serán quemados, porque no conocieron al que les

había creado. Da, pues, fruto, para que en el verano pueda ser conocido tu fruto. Pero

abs-tente del exceso de negocios, y nunca caerás en pecado alguno. Porque los que

están ocupados en exceso, pecan mucho también, siendo distraídos de sus

ocupaciones, y en modo alguno sirven a su propio Señor. ¿Cómo es posible», preguntó

él, «que un hombre tal pueda pedir algo del Señor y recibirlo, siendo así que no sirve

al Señor? [Porque] los que le sirven, éstos recibirán sus peticiones, pero los que no

sirven al Señor, éstos no recibirán nada. Pero si alguno se ocupa de una sola acción, es

capaz de servir al Señor; porque su mente no es desviada de (seguir) al Señor, sino que

le sirve, porque guarda su mente pura. Por consiguiente, si haces estas cosas, podrás

dar fruto para el mundo venidero; sí, y todo el que hace estas cosas dará fruto.»

Otra Parábola [quinta]

[54] I. Mientras estaba ayunando y sentado en cierta montaña, y dando gracias al

Señor por todo lo que Él había hecho por mí, vi al pastor sentado junto a mí, que me

decía: «¿Por qué vienes aquí tan temprano por la mañana?» «Señor», le contesté,

«porque estoy guardando "una temporada"» Y me preguntó: «¿Qué es "una

temporada"?» «Estoy ayunando, señor», le contesté. «¿Y qué es este ayuno», dijo él,

[que estás observando]?» «El que estoy acostumbrado a observar, señor», dije yo; «así

ayuno.» Y me contestó: «No sabes cómo ayunar ante el Señor, ni es ayuno este ayuno

sin provecho ni valor que estas haciendo ante Él.» «¿Por qué, señor», pregunté yo,

«dices esto?» «Te digo», me contestó, «que esto que observas no es un ayuno; pero yo

te enseñaré que es un ayuno completo y aceptable al Señor. Escucha», dijo; «Dios no

desea un ayuno tan vano; porque al ayunar así ante Dios no haces nada por la justicia.

Pero observa [ante Dios] un ayuno así: no hagas maldad en tu vida, y sirve al Señor de

puro corazón; observa sus mandamientos y anda en sus ordenanzas, y que ningún mal

deseo se levante en tu corazón; sino cree en Dios. Entonces, si haces estas cosas y le

temes y te abstienes de todo mal, vivirás para Dios; y si haces estas cosas, guardarás

un gran ayuno, un ayuno aceptable a Dios.

[55] II. »Escucha la parábola que te contaré con relación al ayuno. Cierto hombre

tenía una hacienda, muchos esclavos, y una porción de su hacienda la había plantado

de viñas; y escogiendo a cierto esclavo que era de confianza y agradable (y) tenido en

honor, llamándole, le dijo: "Toma esta viña [que yo he plantado] y ponle una valla

alrededor [hasta que yo venga], pero no hagas nada más a la viña. Ahora bien, guarda

este mi mandamiento, y serás libre en mi casa." Entonces el amo de los siervos se fue

a viajar al extranjero. Cuando se hubo ido, el siervo puso una valla, alrededor de la

viña; y habiendo terminado de poner el vallado a la viña notó que estaba llena de

malas hierbas. Así que razonó dentro de sí: "Esta orden de mi señor ya la he cumplido.

Ahora voy a cavar esta viña, y estará más limpia cuando termine; y cuando no tenga

malas hierbas rendirá más fruto, porque no será ahogada por las malas hierbas." Así

que cayó la viña, y todas las raíces que había en la viña fueron arrancadas. Y la viña se

veía limpia y floreciente cuando no tenía raíces que la ahogaban. Después de cieno

tiempo el amo del siervo [y de la finca] regresó y fue a ver la viña. Y viendo la viña

con su vallado alrededor, y [todas] las malas hierbas arrancadas, y las vides

floreciendo, se regocijó [muchísimo] por lo que el siervo había hecho. Así que llamó a

su querido hijo, que era su heredero, y los amigos que eran sus consejeros, y les dijo lo

que él había mandado a su siervo, y cuánto había encontrado. Y ellos se regocijaron

con el siervo por el testimonio que su amo había dado de él. Y el amo les dijo: "Yo

prometí a este siervo la libertad si él guardaba los mandamientos que le había

mandado; pero él guardó mis mandamientos e hizo una buena obra, además, a la viña,

y me agradó muchísimo. Por esta obra que ha hecho, pues, deseo hacerle coheredero

con mi hijo, porque, cuando tuvo esta buena idea, no la descuidó, sino que la

cumplió." El hijo del amo estuvo de acuerdo con este propósito de su padre, que el

siervo debía ser hecho coheredero con el hijo. Después de algunos días, su amo hizo

una fiesta, y le envió muchos manjares exquisitos de la fiesta. Pero cuando el siervo

recibió [los manjares que le enviaba el amo], tomó lo que era suficiente para él y

distribuyó el resto entre sus consiervos. Y sus consiervos, cuando hubieron recibido

los manjares, se regocijaron, y empezaron a orar por él, para que pudiera hallar mayor

favor ante el amo, porque los había tratado con largueza. Su amo oyó todas estas cosas

que tuvieron lugar, y de nuevo se regocijó sobremanera de su acto. Así, el amo llamó

de nuevo a sus amigos y a su hijo, y les anunció lo que el siervo había hecho con

respecto a los manjares que había recibido; y ellos aprobaron todavía más su decisión,

que su siervo debía ser hecho coheredero con su hijo.»

[56] III. Yo le dije: «Señor, no comprendo estas parábolas, ni puedo captarlas, a

menos que me las expliques.» «Te lo explicaré todo», me dijo; «y te mostraré todas las

cosas que te diga. Guarda los mandamientos del Señor, y serás agradable a Dios, y

serás contado entre el número de los que guardan sus mandamientos. Pero si haces

algo bueno aparte del mandamiento de Dios, ganarás para ti una gloria más excelente,

y serás más glorioso a la vista de Dios que si no lo hubieras hecho. Así pues, si

mientras guardas los mandamientos de Dios añades estos servicios también, te

regocijarás si los observas en conformidad con mi mandamiento.» Yo le dije: «Señor,

todo lo que me mandaste lo guardaré; porque sé que tú estás conmigo.» «Yo estaré

contigo», me dijo él, «porque tú tienes tanto celo por hacer lo bueno; sí, y yo estaré

con todos los que tienen un celo semejante. Este ayuno», dijo él, «si se guardan los

mandamientos del Señor, es bueno. Esta es, pues, la manera en que has de guardar este

ayuno [que estás a punto de observar]. Ante todo, guárdate de toda mala palabra y de

todo mal deseo, y purifica tu corazón de todas las vanidades de este mundo. Si guardas

estas cosas, este ayuno será perfecto para ti. Y así harás. Habiendo cumplido lo que

está escrito, en el día en que ayunes no probarás sino pan y agua; y contarás el importe

de lo que habrías gastado en la comida aquel día, y lo darás a una viuda o a un

huérfano, o a uno que tenga necesidad, y así pondrás en humildad tu alma, para que el

que ha recibido de tu humildad pueda satisfacer su propia alma, y pueda orar por ti al

Señor. Así pues, si cumples así tu ayuno, según te ha mandado, tu sacrificio será

aceptable a la vista de Dios, y este ayuno será registrado; y el servicio realizado así es

hermoso y gozoso y aceptable al Señor. Estas cosas observarás, tú y tus hijos y toda tu

casa; y, observándolas, serás bendecido; sí, y todos los que lo oigan y lo vean serán

bendecidos, y todas las cosas que pidan al Señor las recibirán.»

[57] IV. Le rogué mucho que me explicara la parábola de la hacienda y del amo, y de

la viña, y del siervo que puso vallado a la viña, [y del vallado], y de las malas hierbas

que había arrancado de la viña, y del hijo, y de los amigos los consejeros. Porque me

di cuenta que todas estas cosas eran una parábola. Pero él me contestó y dijo: «Eres

excesivamente importuno con tus preguntas. No deberías», [dijo él], «hacer ninguna

pregunta en absoluto; porque si es justo que se te explique una cosa, se te explicará.»

Y le dije: «Señor, todas las cosas que me muestres y no me las expliques las habré

visto en vano.» Pero de nuevo me contestó, diciendo: «Todo el que es un siervo de

Dios, y tiene a su Señor en su corazón, pide entendimiento de Él y lo recibe, e

interpreta cada parábola, y las palabras que el Señor dice en parábola le son dadas a

conocer. Pero todos aquellos que son lentos y débiles en la intercesión, éstos vacilan

en preguntar al Señor. Pero el Señor es abundante en compasión, y da a los que le

piden sin cesar. Pero tú, que has sido vigorizado por el santo ángel, y has recibido

estos (poderes de) intercesión, y no eres descuidado, ¿por qué, pues, no pides

entendimiento al Señor, y lo obtienes de Él?» Yo le dije: «Señor, yo que te tengo a ti

conmigo (sólo) tengo que preguntarte a ti e inquirir de ti; porque tú me muestras todas

las cosas, y me hablas; pero si yo las hubiera de ver u ofr aparte de ti, habría pedido al

Señor que me fueran mostradas.»

[58] V. «Ya te dije hace un momento», continuó, «que tú eres poco escrupuloso e

importuno al inquirir sobre las interpretaciones de las parábolas. Pero como eres tan

obstinado, voy a interpretarte la parábola de la hacienda y todo lo que la acompaña,

para que puedas darla a conocer a todos. Oye, ahora, y entiende. La hacienda es este

mundo, y el señor de la hacienda es el que creó todas las cosas, y las ordenó, y las dotó

de su poder, y el siervo es el Hijo de Dios, y las vides son este pueblo a quien Él

mismo plantó; y las vallas son los [santos] ángeles del Señor que guardan juntos a su

pueblo; y las malas hierbas, que son arrancadas de la viña, son las transgresiones de

los siervos de Dios; y los manjares que Él envió de la fiesta son los mandamientos que

Él dio a su pueblo por medio de su Hijo; y los amigos y consejeros son los santos

ángeles que fueron creados primero; y la ausencia del amo es el tiempo que queda

hasta su venida.» Yo le dije: «Señor, grandes y maravillosas son todas las cosas, y

todas las cosas son gloriosas; ¿había alguna probabilidad, pues, de que yo pudiera

haberlas captado?» «No, ni ningún otro hombre, aunque estuviera lleno de

entendimiento, podría haberlas captado.» «Con todo, señor», insistí, «explícame lo

que estoy a punto de inquirir de ti.» «Sigue», me dijo, «si deseas algo.» «¿Por qué,

[Señor]», dije yo, «es el Hijo de Dios representado en esta parábola en la forma de un

siervo?»

[59] VI. «Escucha», me contestó; «el Hijo de Dios no está representado en la forma

de un siervo, sino que está representado en gran poder y señorío.» «¿Cómo, señor?»,

dije yo; «no lo comprendo.» «Porque», dijo él, «Dios plantó la viña, esto es, creó al

pueblo y lo entregó a su Hijo. Y el Hijo colocó a los ángeles a cargo de ellos, para que

velaran sobre ellos; y el Hijo mismo limpió sus pecados, trabajando mucho y

soportando muchas labores; porque cavar sin trabajar o esforzarse. Habiendo, pues, Él

limpiado a su pueblo, les mostró los caminos de vida, dándoles la ley que Él recibió de

su Padre. Ves, pues», me dijo, «que Él es el mismo Señor del pueblo, habiendo

recibido todo el poder de su Padre. Pero escucha en qué forma el señor tomó a su hijo

y sus gloriosos ángeles como consejeros respecto a la herencia del siervo. Dios hizo

que el Espíritu Santo preexistente, que creó toda la creación, morara en carne que Él

deseó. Esta carne, pues, en que reside el Espíritu Santo, fue sometida al Espíritu,

andando honorablemente en santidad y pureza, sin contaminar en modo alguno al

Espíritu. Cuando hubo vivido, pues, honorablemente en castidad, y trabajado con el

Espíritu, y hubo cooperado con él en todo, comportándose él mismo osada y

valerosamente, Él lo escogió como colaborador con el Espíritu Santo; porque el curso

de esta carne agradó [al Señor], siendo así que, poseyendo el Espíritu Santo, no fue

contaminado en la tierra. Por tanto, tomó a su Hijo como consejero y a los gloriosos

ángeles también, para que esta carne, además, habiendo servido al Espíritu

intachablemente, pudiera tener algún lugar de residencia, y no pareciera que había

perdido la recompensa por su servicio; porque toda carne que es hallada sin

contaminación ni mancha, en que reside el Espíritu Santo, recibirá una recompensa.

Ahora tienes la interpretación de esta parábola también.»

[60] VII. «Estoy muy contento, señor», le dije, «de ofr esta interpretación.» «Escucha

ahora», dijo él. «Guarda esta tu carne pura e incontaminada, para que el Espíritu que

reside en ella pueda dar testimonio de ella, y tu carne pueda ser justificada. Procura

que nunca entre en tu corazón que esta carne tuya es perecedera, y con ello abuses de

ella en alguna contaminación. [Porque] si tú contaminas tu carne, contaminarás al

Espíritu Santo también; pero si contaminas + la carne +, no vivirás.» «Pero, señor»,

dije yo, «si ha habido alguna ignorancia en tiempos pasados, antes de haber oído estas

palabras, ¿cómo será salvado un hombre que ha contaminado su carne?» «Sólo Dios

tiene poder de sanar los antiguos hechos de ignorancia», dijo él, «porque toda

autoridad es suya. [Pero ahora guárdate, y el Señor Todopoderoso, que está lleno de

compasión, dará curación para los antiguos hechos de ignorancia] si a partir de ahora

no contaminas tu carne ni el Espíritu; porque ambos comparten en común, y el uno no

puede ser contaminado sin el otro. Por tanto, mantente puro, y vivirás para Dios.»

Sexta Parábola

[61] I. Estando sentado en mi casa, y glorificando a Dios por todas las cosas que había

visto; y considerando, respecto a los mandamientos, que eran hermosos y poderosos y

gozosos y gloriosos y capaces de salvar el alma de un hombre, dije para mí:

"Bienaventurado seré si ando en estos mandamientos; sí, y todo el que ande en ellos

será bienaventurado". Mientras decía estas cosas dentro de mí, súbitamente vi que él

estaba sentado junto a mí, y me decía lo siguiente: «¿Por qué eres de ánimo indeciso

con respecto a los mandamientos que yo te he mandado? Son hermosos. No dudes en

absoluto; pero revístete de la fe del Señor, y andarás en ellos. Porque yo voy a

corroborarte en ellos. Estos mandamientos son apropiados para los que intentan

arrepentirse; porque si no andan en ellos, su arrepentimiento es vano. Los que os

arrepentís, pues, arrojad de vosotros las maldades de este mundo que os oprimen; y,

revistiéndoos de toda excelencia de justicia, podréis observar estos mandamientos y no

añadir más a vuestros pecados. Si no añadís, pues, ningún otro pecado, os apartaréis de

vuestros pecados anteriores. Andad, pues, en estos mandamientos míos, y viviréis para

Dios. Estas cosas ya te las he dicho [todas].» Y después que él me hubo dicho estas

cosas, me dijo: «Vayamos al campo, y te mostraré los pastores de las ovejas.»

«Vayamos, señor», le contesté. Y fuimos a cierta llanura, y él me mostró a un joven,

un pastor, vestido con un leve manto de color de azafrán; y estaba apacentando un

gran número de ovejas, y estas ovejas se veía que estaban bien alimentadas y eran muy

retozonas, y estaban contentas y daban saltos de un lado a otro; y el mismo pastor

estaba muy contento acerca de su rebaño; y la misma mirada del pastor era alegre en

extremo; y corría por entre las ovejas.

[62] II. Y me dijo: «¿Ves este pastor?» «Le veo, señor», le contesté. «Éste es el ángel

de la indulgencia propia y del engaño», me dijo. «Destruye las almas de los siervos de

Dios, y las pervierte de la verdad, descarriándolas con malos deseos, en los cuales

perecen. Porque se olvidan de los mandamientos del Dios vivo, y andan en engaños

vanos y actos de complacencia propia, y son destruidos por este ángel, algunos de

ellos a muerte, y otros a corrupción.» Y yo le dije: «Señor, no comprendo lo que esto

significa: "a muerte" y "a corrupción".» «Escucha», me dijo; «las ovejas que viste

contentas y juguetonas, son las que se han apartado de Dios por completo, y se han

entregado a sus propios deleites y deseos de este mundo. En ellas, pues, no hay

arrepentimiento para vida. Porque el Nombre de Dios es blasfemado entre ellas. La

vida de estas personas es muerte. Pero las ovejas que viste que no están dando saltos,

sino que están paciendo en un lugar, éstas son las que se han entregado a actos de

autoindulgencia y engaño, pero no han pronunciado ninguna blasfemia contra el

Señor. Estas, pues, han sido corrompidas de la verdad. En éstas hay esperanza de

arrepentimiento, por el cual pueden vivir. La corrupción, por tanto, tiene esperanza de

una renovación posible, pero la muerte tiene destrucción eterna.» Y seguimos un poco

más adelante, y me mostró un gran pastor, como un hombre tosco en apariencia, con

una gran piel de cabra, blanca, echada sobre su cuerpo; y tenía una especie de zurrón

sobre los hombros, y un cayado muy duro, con nudos en él, y un gran látigo. Y su

mirada era muy agria, de modo que tuve miedo de él a causa de su mirada. Este pastor,

entonces, fue recibiendo del pastor joven aquellas ovejas juguetonas y bien

alimentadas, pero que no saltaban, y las ponía en cierto lugar que era muy abrupto y

cubierto de espinos y zarzas, de modo que las ovejas no podían desenredarse de los

espinos y zarzas, sino que [se enmarañaban entre los espinos y zarzas. Y así estas

ovejas] pacían enmarañadas en los espinos y zarzas, y su estado era en extremo

desgraciado, pues él las azotaba; y las hacía avanzar de un lado a otro, sin darles

descanso, y en conjunto aquellas ovejas lo pasaban muy mal.

[63] III. Cuando las vi tan maltratadas por el látigo y desgraciadas, me dio pena su

situación, porque eran atormentadas y no tenían reposo alguno. Y dije al pastor que

estaba hablando conmigo: «Señor, ¿quién es este pastor, que es [tan] cruel y severo, y

no tiene la menor compasión de estas ovejas?» «Este», me dijo, «es el ángel del

castigo, y es uno de los ángeles justos, y preside sobre el castigo. Así que recibe a los

que se apartan de Dios y van en pos de sus concupiscencias y engaños en esta vida, y

los castiga, según merecen, con castigos espantosos y variados.» «Me gustaría saber

de qué clase son estos castigos diversos, señor», le dije. «Escucha», me respondió;

«las diversas torturas y castigos son torturas que pertenecen a la vida presente; porque

algunos son castigados con pérdidas, y otros con necesidades, y otros con

enfermedades variadas, y otros con [toda clase] de turbaciones, y otros con insultos de

personas dignas y con sufrimiento en muchos otros aspectos. Porque muchos,

viéndose perturbados en sus planes, ponen mano en muchas cosas, y nada les

prospera. Y entonces ellos dicen que no prosperan en sus actos, y no entra en sus

corazones que han cometido malas acciones, sino que echan la culpa al Señor. Cuando

son afligidos, pues, con toda clase de aflicción, entonces me los entregan a mí para

recibir buena instrucción, y son corroborados en la fe del Señor, y sirven al Señor con

un corazón puro el resto de los días de su vida. Y cuando se arrepienten, las malas

obras que han hecho se levantan en sus corazones, y entonces glorifican a Dios,

diciendo que Él es un Juez justo, y que sufren justamente cada uno según sus actos. Y

sirven al Señor a partir de entonces con un corazón puro, y prosperan en sus actos,

recibiendo del Señor todas las cosas que piden; y entonces glorifican al Señor porque

les ha entregado a mí y ya no sufren ningún mal.»

[64] IV. Y yo le digo: «Señor, declárame más sobre esta cuestión.» «~,Qué es lo que

quieres saber?», me preguntó. «Señor, dime silos que viven en la autoindulgencia y

son engañados sufren tormentos durante el mismo período de tiempo en que han

vivido en la autoindulgencia y son engañados.» El me contestó: «Sufren tormentos

durante el mismo período de tiempo.» Y le dije yo: «Entonces, señor, sufren tormentos

muy leves; porque los que viven así en autoindulgencia y se olvidan de Dios deberían

ser atormentados a razón de siete por uno.» Él me dijo: «Tú eres un necio, y no

comprendes el poder del tormento.» «Es verdad», le respondí, «porque si lo hubiera

comprendido, no te habría pedido que me lo declararas.» «Escucha», me dijo: «el

poder de los dos, [de la autoindulgencia y del tormento]. El tiempo de la

autoindulgencia y el engaño es una hora. Pero una hora de tormento tiene el poder de.

treinta días. Si uno vive en la autoindulgencia y es engañado durante un día, y es

atormentado un día, el día de tormento es equivalente a todo un año. Porque un

hombre es atormentado durante tantos años como días ha vivido en la autoindulgencia.

Ves, pues», me dijo «que el tiempo de la autoindulgencia y el engaño es muy corto,

pero el tiempo del castigo y el tormento es largo.»

[65] V. «Señor», le dije, «como no comprendo del todo lo que hace referencia al

tiempo del engaño y la auto indulgencia y tormento, muéstramelo más claramente.» Él

me respondió y me dijo: «La necedad está pegada a ti; porque no quieres limpiar tu

corazón y servir a Dios. Vigila», [me dijo], «que el tiempo no se cumpla y seas

hallado en tu necedad. Escucha, pues», [me dijo], «según quieres, para poder

comprender esto. El que vive en la autoindulgencia y es engañado durante un día, y

hace lo que quiere, está revestido de mucha locura y no comprende lo que está

haciendo; porque el día de mañana olvida lo que hizo el día anterior. Porque la

autoindulgencia y el engaño, por razón de su locura, no tienen recuerdos con los

cuales revestirse; pero cuando el castigo y el tormento están unidos al hombre durante

un solo día, este hombre es castigado y atormentado durante todo un año; porque el

castigo y el tormento tienen recuerdos prolongados. Así que, siendo atormentado y

castigado durante todo un año, el hombre recuerda largo tiempo su autoindulgencia y

engaño, y se da cuenta de que es a causa de ellas que está sufriendo estos males. Todo

hombre que vive en la autoindulgencia y es engañado, pues, es atormentado de esta

manera porque, aunque posee la vida, se ha entregado a sí mismo a la muerte.» «¿Qué

clase de autoindulgencia es perjudicial, señor?» «Toda acción que hace con placer es

autoindulgencia para el hombre», me contestó; «para el hombre irascible, cuando da

rienda suelta a su pasión, es autoindulgencia; y el adúltero y el borracho y el

calumniador y el mentiroso y el avaro y el defraudador y el que hace cosas semejantes

a éstas, da las riendas a su pasión peculiar, por lo que es autoindulgente en su acción.

Todos estos hábitos de autoindulgencia son perjudiciales para los siervos de Dios; a

causa de estos engaños sufren, pues, los que son castigados y atormentados. Pero hay

hábitos de autoindulgencia, también, que salvan a los hombres; porque muchos son

autoindulgentes en hacer bien, siendo arrastrados por el placer que les produce. Esta

autoindulgencia, por consiguiente, es conveniente para los siervos de Dios, y trae vida

a un hombre de esta disposición; pero las autoindulgencias perjudiciales antes

mencionadas producen a los hombres tormentos y castigos; y si continúan en ellas y

no se arrepienten, les acarrean la muerte.»

Séptima Parábola

[66] Después de unos días le vi en la misma llanura donde había visto también a los

pastores, y me dijo: «¿Qué buscas?» «Señor», le contesté, «estoy aquí para que

mandes al pastor que castiga que salga de mi casa; porque me aflige mucho.» «Te es

necesario», me dijo, «ser afligido; porque así lo ha ordenado respecto a ti el ángel

glonoso, porque quiere que seas probado.» «¿Por qué?, ¿qué he hecho que sea tan

malo, señor», le dije, «que deba ser entregado a este ángel?» «Escucha», me dijo:

«Tus pecados son muchos; con todo, no son tantos que hayas de ser entregado a este

ángel; pero tu casa ha cometido grandes iniquidades y pecados, y el ángel glorioso

está enojado por estos actos, y por esta causa ha mandado que seas afligido durante

cierto tiempo, para que ellos puedan también arrepentirse y ser limpiados de todo

deseo de este mundo. Por consiguiente, cuando ellos se arrepientan y sean limpiados,

entonces el ángel del castigo partirá.» Y yo le dije: «Señor, si ellos han perpetrado

estos actos por los que el ángel glorioso está enojado, ¿qué he hecho yo?» «Ellos no

pueden ser afligidos de otra manera», dijo él, «a menos que tú, la cabeza de [toda] la

casa, seas afligido; porque si tú eres afligido, ellos también por necesidad serán

afligidos; pero si tú eres próspero, ellos no pueden sufrir aflicción alguna.» «Pero,

mira, señor», le dije, «ellos se han arrepentido de todo corazón.» «Me doy perfecta

cuenta», contestó él, «que ellos se han arrepentido de todo corazón; ahora bien, ¿crees

tú que los pecados de los que se arrepienten son perdonados inmediatamente? No lo

son en modo alguno; sino que la persona que se arrepiente ha de torturar a su propia

alma, y ha de ser del todo humilde en cada una de sus acciones, y afligido con toda

clase de aflicción; y si soporta las aflicciones que le vienen, sin duda el que creó todas

las cosas y las dotó de poder será movido a compasión y concederá algún remedio. Y

esto (hará Dios) si en alguna forma ve el corazón del penitente puro de todo mal. Pero

es conveniente que tú y toda tu casa seáis afligidos ahora. Pero, ¿por qué platicar tanto

contigo? Tú has de ser afligido como ordena el ángel del Señor, el que te entrega a mí;

y por esto da gracias al Señor, que te ha considerado digno de que yo te revele de

antemano la aflicción, para que sabiéndolo con antelación la soportes con entereza.»

Yo le dije: «Señor, sé tú conmigo, y podré soportar toda aflicción [fácilmente].» «Yo

estaré contigo», me dijo; «y pediré al ángel que castiga que te aflija más levemente;

pero tú serás afligido durante un tiempo corto, y serás restaurado de nuevo a tu casa.

Sólo sigue siendo humilde y sirve al Señor con el corazón puro, tú y tus hijos y tu

casa, y anda en mis mandamientos que te ordeno, y de este modo será posible que tu

arrepentimiento sea fuerte y puro. Y si guardas estos mandamientos con tu casa, será

apartada de ti toda aflicción; sí, y la aflicción será apartada de todo aquel que anda en

estos mis mandamientos.

Octava Parábola

[67] I. Y me mostró un [gran] sauce, que hacía sombra a llanuras y montañas, y bajo

la sombra del sauce se habían congregado los que son llamados por el nombre del

Señor. Y junto al sauce había de pie un ángel del Señor, glorioso y muy alto, que tenía

una gran hoz, y estaba cortando ramas del sauce, y dándolas a la gente que se

resguardaba debajo del sauce; y les daba varas pequeñas de un codo de longitud. Y

después que todos hubieron tomado las varas, el ángel puso a un lado la hoz, y el árbol

estaba sano, tal como yo lo había visto al principio. Entonces me maravillé dentro de

ml y dije: «¿Cómo es posible que el árbol esté sano, después que le han cortado tantas

ramas». El pastor me dijo: «No te asombres que el árbol permanezca sano después que

se le han cortado tantas ramas?» sino espera hasta que veas todas las cosas, y se te

mostrará lo que es.» El ángel que dio las varas a la gente les mandó que se las

devolvieran; y tal como cada uno de ellos las había recibido, así también fue

citándolos, y cada uno le devolvió la vara. Pero el ángel del Señor las tomaba y las

examinaba. De algunos recibía varas secas y como comidas por larvas; el ángel les

ordenaba a los que entregaban varas así que se pusieran a un lado. Y otros las

entregaban medio marchitas; éstos también eran puestos aparte. Y Otros entregaban

varas medio secas y con grietas; éstos eran puestos también aparte. Y otros entregaban

sus varas verdes y con grietas; éstos también se quedaban aparte. Y otros entregaban

sus varas medio secas y medio verdes; éstos también quedaban aparte. Y otros

entregaban las varas dos tercios verdes y la otra tercera parte seca; éstos se quedaban

aparte. Y otros entregaban varas con dos panes secas y la tercera verde; éstos también

se quedaban aparte. Y otros entregaban sus varas casi todas verdes, pero una pequeña

porción seca en el extremo; pero había grietas en ellas; éstos también se quedaban

aparte. Y en las de otros había una pequeña parte verde, pero el resto de la vara estaba

seca; éstos también estaban aparte. Y otros venían trayendo sus varas verdes, tal como

las habían recibido del ángel; y la mayor parte de la multitud entregaba sus varas en

este estado; y el ángel se regocijaba en gran manera en éstos; éstos también estaban

aparte. Y otros entregaban sus varas verdes y con retoños; éstos también eran puestos

aparte; y ante éstos también el ángel se regocijaba grandemente. Y otros entregaban

sus varas verdes y con retoños; y los retoños tenían lo que parecía una especie de

fruto. Y éstos estaban contentos en extremo de que sus varas estuvieran en este estado.

Y sobre éstos el ángel se gozaba, y el pastor estaba muy contento con ellos.

[68] II. Y el ángel del Señor ordenó que trajeran coronas. Y trajeron coronas, hechas

como si fuera de ramas de palmera; y coronaba a los hombres que habían entregado

las varas que tenían retoños y algo de fruto, y los enviaba a la torre. Y los otros eran

también enviados a la torre, a saber, los que habían traído las varas verdes y con

retoños, pero los retoños no tenían fruto; y ponía un sello sobre ellos. Y todos los que

iban a la torre tenían el mismo vestido, blanco como la nieve. Y los que habían

entregado sus varas verdes tal como las habían recibido fueron despedidos, y se les dio

un vestido [blanco] y sellos. Después que el ángel hubo terminado estas cosas, dijo al

pastor: «Me voy; pero a éstos los enviarás a sus (lugares dentro) de los muros, según

lo que cada uno merezca; pero examina las varas cuidadosamente, y envíalos. Mas sé

muy cuidadoso al examinarlas. Asegúrate que ninguno escape de ti», le dijo. «Con

todo, si alguno se escapa, yo le probaré en el altar.» Cuando hubo dicho esto al pastor

se marchó. Y después que el ángel hubo partido, el pastor me dijo: «Tomemos las

varas de todos y plantémoslas, para ver si algunas de ellas pueden vivir.» Y, yo le dije:

«Señor, estas cosas secas, ¿pueden vivir?» Él me contestó y dijo: «Este árbol es un

sauce, y esta clase de árboles se aferra a la vida. Si se plantan las varas y tienen un

poco de humedad, muchas de ellas viven. Y después procuremos poner algo de agua

sobre ellas. Si alguna de ellas puede vivir, yo me gozaré de ello; pero si no vive, por lo

menos no habré sido negligente.» Así que el pastor me mandó que los llamara, a cada

uno según estaba colocado. Y ellos vinieron, fila tras fila, y entregaron sus varas al

pastor. Y el pastor tomó las varas y las plantó en hileras, y después de haberlas

plantado vertió mucha agua sobre ellas, de modo que no se podían ver las varas por el

agua. Y después que hubo regado las varas, me dijo: «Vayámonos ahora, y dentro de

unos pocos días regresemos e inspeccionemos todas las varas; porque el que ha creado

este árbol quiere que vivan todo os que han recibido varas de este árbol. Y yo mismo

espero que estas pequeñas varas, después de haber recibido humedad y haber sido

regadas, vivan la mayor parte de ellas.»

[69] III. Y yo le dije: «Señor, infórmame de qué es este árbol. Porque estoy perplejo

por su causa, porque aunque se le cortaron tantas ramas, el árbol está sano, y no parece

que se le haya cortado ninguna; por tanto, estoy perplejo por ello.» «Escucha», me

dijo; «este gran árbol que hace sombra sobre llanuras y montañas y toda la tierra es la

ley de Dios, que fue dada a todo el mundo; y esta ley es el Hijo de Dios predicado a

todos los extremos de la tierra. Pero el pueblo que está bajo la sombra son los que han

oído la predicación y han creído en Él; pero el ángel grande y glorioso es Miguel, que

tiene poder sobre esta gente y es su capitán. Porque es él el que pone la ley en los

corazones de los creyentes; por tanto, él mismo inspecciona a aquellos a quienes la ha

dado, por ver si la han observado. Pero, tú ves las varas de cada uno; porque las varas

son la ley. Tú ves muchas de estas varas por completo echadas a perder; y notarás a

todos los que no han observado la ley, y verás el lugar (destino) de cada uno en

particular.» Yo le dije: «Señor, ¿por qué envió a algunos a la torre y dejó a otros para

ti?» El me dijo: «Todos los que transgredieron la ley que han recibido de él, a éstos los

ha dejado bajo mi autoridad, para que se arrepientan; pero a cuantos ya han satisfecho

la ley y la han observado, a éstos los tiene bajo su propia autoridad.» «¿Quiénes son,

pues, señor», le dije, «los que han sido coronados y entrado en la torre?» [«Todos los

que han luchado con el diablo y le han vencido en la lucha», me dijo, «éstos son

coronados]: éstos son los que han sufrido por la ley. Pero los otros, que también

entregaron sus varas verdes y con retoños, aunque no con fruto, son los que fueron

perseguidos por la ley pero no sufrieron ni tampoco negaron la ley. Mas los que las

entregaron verdes, tal como las habían recibido, son hom bres sobrios y rectos, que

anduvieron del todo en un corazón puro y han guardado los mandamientos del Señor.

Pero todo lo demás lo sabrás cuando examine estas varas que he plantado y regado.»

[70] IV. Y después de varios días llegamos al lugar, y el pastor se sentó en el lugar

del ángel, en tanto que yo estaba de pie a su lado. Y él me dijo: «Cíñete con una ropa

de lino crudo, y ayúdame. » Así que me ceñí con una ropa limpia de lino crudo hecha

de material tosco. Y cuando me vio ceñido y dispuesto a servirle, me dijo: «Llama a

los hombres cuyas varas han sido plantadas, según la fila en que cada un presentó su

vara.» Y yo salí a la llanura y los llamé a todos; y ellos estaban de pie según sus filas.

Y él les dijo: «Que cada uno arranque su propia vara, y me la traiga.» Y los primeros

que la entregaron fueron los que habían tenido las varas secas y agrietadas, y seguían

igual: secas y agrietadas. El les ordenó que se quedaran aparte. Luego las entregaron

los que las tenían secas pero no agrietadas; y algunos entregaron varas verdes, y otros

secas y como roídas por larvas. A los que le dieron varas verdes él les ordenó que se

quedaran aparte; pero a los que se las dieron secas y agrietadas les ordenó que se

unieran a los primeros. Entonces las entregaron los que tenían las varas medio secas y

con grietas; y muchos de ellos las entregaban verdes y sin grietas; y muchos las

entregaban verdes y con retoños y fruto en los retoños, como los que habían ido a la

torre coronados; y algunos de ellos las entregaban secas y roídas, y algunos secas y no

roídas, y algunos tal como eran, medio secas y con grietas. El les ordenó que se

pusieran a un lado, algunos en sus propias filas y otros aparte de ellas.

[71] V. Entonces las entregaron los que tenían sus varas verdes pero con grietas.

Estos las entregaron todos verdes, y se quedaron en su propia compañía. Y el pastor se

regocijó sobre éstos, porque estaban todos cambiados y habían eliminado las grietas.

Y las entregaron también los que tenían la mitad verde y la otra mitad seca. Las varas

de algunos fueron halladas verdes del todo, las de algunos medio secas, las de y

roídas, y las de algunos verdes y con retoños. Estos fueron todos enviados cada uno a

su compañía. Luego las entregaron los que tenían dos partes verdes y la otra seca;

muchos de ellos las entregaban verdes, y muchos medio secas, y otros secas y roídas.

Todos éstos se quedaron en su propia compañía. Luego las entregaron los que tenían

dos partes secas y la tercera parte verde. Muchos de ellos las entregaban medio secas,

algunos secas y roídas, y otros medio secas y con grietas, y unos pocos verdes. Todos

éstos se quedaron en su propia compañía. Luego las entregaron los que habían tenido

sus varas verdes pero con una pequeña porción [seca] y con grietas. De éstos, algunos

las entregaron verdes, otros verdes y con retoños. Estos también fueron enviados a su

propia compañía. Entonces las entregaron los que tenían una pequeña parte verde y las

otras partes secas. Las varas de éstos fueron halladas en su mayor parte verdes y con

retoños y fruto en los retoños, y otras del todo verdes. Ante estas varas el pastor se

regocijó [sobremanera] porque fueron halladas así. Y éstos fueron enviados a su

propia compañía.

[72] VI. Cuando [el pastor] hubo examinado las varas de todos, me dijo: «Ya te dije

que este árbol es tenaz en mantenerse vivo. ¿Ves», me dijo, «como muchos se

arrepintieron y fueron salvados?» «Lo veo, señor», le contesté. Y él me dijo: «Es para

que tú puedas ver la abundante compasión del Señor, cuán grande es y gloriosa, y Él

ha dado (su) Espíritu a los que eran dignos de arrepentimiento.» «¿Por qué, pues,

señor», le pregunté, «no se arrepintieron todos?» «A aquellos cuyo corazón Él vio que

estaba a punto de volverse puro y de servirle a Él de todo corazón, Él les dio

arrepentimiento; pero a aquellos en los que vio astucia y maldad, que intentaban

arrepentirse en hipocresía, a éstos no les dio arrepentimiento, para que no profanaran

de nuevo su nombre.» Y yo le dije: «Señor, ahora muéstráme, con referencia a los que

han entregado sus varas, qué clase de hombre era cada uno de ellos, y su morada, para

que cuando oigan esto los que han creído y recibido el sello y lo han roto y no lo han

guardado entero, puedan entender lo que están haciendo, y arrepentirse, recibiendo de

ti un sello, y puedan glorificar al Señor, que tuvo compasión de ellos y te envió a ti

para renovar su espíritu.» «Escucha», me dijo: «Aquellos cuyas varas fueron halladas

secas y comidas de larvas, éstos son los renegados y traidores de la Iglesia, que han

blasfemado al Señor en sus pecados, y todavía más, se avergonzaron del Nombre del

Señor, que fue invocado sobre ellos. Estos, pues, perecerán del todo para Dios. Pero tú

ves también que ninguno de ellos se arrepintió, aunque oyeron las palabras que les

dijiste, que yo te había mandado. De hombres de esta clase ha partido la vida. Pero los

que entregaron (varas) verdes y sin marchitar, éstos están también cerca de ellos;

porque eran hipócritas, y trajeron doctrinas extrañas, y pervirtieron a los siervos de

Dios, especialmente a los que no habían pecado, no permitiéndoles que se

arrepintieran, sino persuadiéndoles con sus doctrinas insensatas. Éstos, pues, tienen

esperanza de arrepentirse. Pero ves que muchos de ellos verdaderamente se han

arrepentido desde que tú les hablaste de mis mandamientos; sí, y (otros) todavía se

arrepentirán. Y todos los que no se arrepientan, habrán perdido la vida; pero cuantos

de ellos se arrepintieron se volvieron buenos; y su morada fue colocada dentro de los

primeros muros, y alguno de ellos, incluso, ascendió dentro de la torre. Ves, pues»,

[me dijo], «que el arrepentimiento de los pecados trae vida, pero el no arrepentirse trae

muerte.

[73] VII. »Pero, en cuanto a los que entregaron (varas) medio secas y con gnetas en

ellas, oye respecto a los mismos. Aquellos cuyas varas estaban medio marchitas del

todo, eran los indecisos; porque ni viven ni están muertos. Pero los que las tienen

medio secas y con grietas, éstos son los indecisos y calumniadores, y nunca están en

paz entre sí, sino que siempre causan disensiones. Con todo, incluso éstos», [dijo él],

«reciben arrepentimiento. Ves, [me dijo], que algunos de ellos se han arrepentido; y

todavía hay», me dijo, «esperanza de arrepentimiento entre ellos. Y todos los que de

ellos», me dijo, «se han arrepentido, tienen su residencia dentro de la torre; pero todos

los que se han arrepentido tardíamente morarán dentro de los muros; y los que no se

arrepintieron, sino que continuaron en sus actos, morirán de muerte. Pero los que han

entregado sus varas verdes y con grietas, éstos fueron hallados fieles y buenos en todo

tiempo, [pero] tienen cierta emulación los unos de los otros para obtener el primer

lugar y gloria de alguna clase; pero todos ellos son necios al mostrar (rivalidad) el uno

del otro por los primeros lugares. Pese a todo, éstos también, cuando oyeron mis

mandamientos, siendo buenos, se purificaron a si mismos y se arrepintieron

rápidamente. Tienen, por tanto, su habitación dentro de la torre. Pero si alguno vuelve

otra vez a la disensión, será echado fuera de la torre y perderá su vida. La vida es para

todos los que guardan los mandamientos del Señor. Pero en los mandamientos no hay

nada sobre los primeros lugares, ni sobre gloria de alguna clase, sino sobre paciencia y

humildad en el hombre. En estos hombres, pues, hay la vida del Señor, pero en el

sedicioso y libertino hay muerte.

[74] VIII. »Pero los que entregaron sus varas medio verdes y medio secas, éstos son

los que están mezclados en negocios y no se unen a los santos. Por lo tanto, la mitad

de ellos vive, pero la otra mitad está muerta. Muchos de ellos cuando oyeron mi

mandamiento se arrepintieron. Todos los que se arrepintieron tienen su morada dentro

de la torre. Pero algunos de ellos están puestos aparte. Estos, pues, no tienen

arrepentimiento; porque a causa de sus negocios blasfemaron al Señor y le negaron.

Así que perdieron su vida por la maldad que cometieron. Pero muchos de ellos eran de

ánimo indeciso. Estos todavía tienen oportunidad para el arrepentimiento; si se

arrepienten rápidamente, su morada será dentro de la torre; y si tardan en arrepentirse,

morarán dentro de los muros; pero si no se arrepienten, ellos también habrán perdido

la vida. Pero los que han entregado varas dos partes verdes y la tercera seca, éstos son

los que han negado con negaciones múltiples. Muchos de ellos se han arrepentido,

pues, y han partido hacia el interior de la torre; pero muchos se rebelaron del todo

contra Dios; éstos perdieron finalmente la vida. Y algunos de ellos eran de ánimo

indeciso y causaban disensiones. Para éstos, por tanto, hay arrepentimiento si se

arrepienten rápidamente y no siguen en sus placeres; pero si siguen en sus acciones,

éstos también se procurarán ellos mismos la muerte.

[75] IX. »Pero los que han entregado sus varas dos tercios secas y un tercio verde,

éstos son los que han sido creyentes, pero se hicieron ricos y tuvieron renombre entre

los gentiles. Se revistieron de gran orgullo y se volvieron arrogantes, y abandonaron la

verdad y no se juntaron con los justos, sino que vivieron del todo a la manera de los

gentiles, y su camino les pareció más placentero a ellos; pese a todo no se apartaron de

Dios, sino que continuaron en la fe, aunque no hicieron las obras de la fe. Muchos de

ellos, por consiguiente, se arrepintieron y tuvieron su habitación dentro de la torre.

Pero otros, al final, viviendo con los gentiles y siendo corrompidos por las opiniones

vanas de los gentiles, se apartaron de Dios e hicieron las obras de los gentiles. Estos,

pues, son nombrados con los gentiles. Pero otros entre ellos eran de ánimo indeciso,

no esperando ser salvos por razón de algunos actos que habían cometido; y otros eran

indecisos y hacían divisiones entre ellos. Para los que eran indecisos a causa de sus

hechos hay todavía arrepentimiento; mas, su arrepentimiento debería ser rápido, para

que su morada pueda ser dentro de la torre; pero para los que no se arrepienten, sino

que siguen en sus pasiones, la muerte está cerca.

[76] X. »Mas los que entregaron sus varas verdes, pero con el extremo seco y con

grietas, son los que fueron hallados en todo tiempo buenos y fieles y gloriosos a la

vista de Dios, pero pecaron en un grado leve por causa de deseos triviales y porque

tenían algo los unos contra los otros. Pero, cuando oyeron mis palabras la mayor parte

se arrepintió rápidamente, y su morada fue asignada dentro de la torre. Pero algunos

de ellos eran indecisos, y algunos, siendo indecisos, causaron una mayor disensión. En

éstos, por lo tanto, hay todavía esperanza de arrepentimiento, porque fueron hallados

buenos; y apenas habrá alguno de ellos que muera. Pero los que entregaron sus varas

secas, pero con una pequeña porción verde, éstos son los que creyeron pero

practicaron las obras de injusticia. Con todo, no se separaron nunca de Dios, sino que

llevaron el nombre alegremente, y alegremente recibieron en sus casas a los siervos de

Dios. Así que, al oír de este arrepentimiento, se arrepintieron sin vacilar, y practicaron

toda excelencia y justicia. Y algunos de ellos, incluso, sufrieron persecución

voluntariamente, sabiendo los hechos que hacían. Todos éstos, por tanto, tendrán su

morada en la torre.»

[77] XI. Y después que hubo completado la interpretación de todas las varas, me dijo:

«Ve y di a todos los hombres que se arrepientan, y vivirán para Dios; porque el Señor

en su compasión me envió a dar arrepentimiento a todos, aunque algunos no lo

merecen por sus actos; pero, siendo el Señor paciente, quiere que sean llamados por

medio de su Hijo para que sean salvos.» Y le dije: «Señor, espero que todos los que

oigan estas palabras se arrepentirán; porque estoy persuadido de que cada uno, cuando

conozca plenamente sus propios actos y tema a Dios, se arrepentirá.» El me respondió

diciéndome: «Todos cuantos», [dijo él], «se [arrepientan] de todo corazón [y] se

limpien de todas las malas acciones antes mencionadas, y no añadan ningún peéado

más a los anteriores, recibirán curación del Señor para sus pecados anteflore a menos

que sean de ánimo indeciso con respecto a estos mandamientos, y vivirán para Dios.

[Pero cuantos añadan a sus pecados», me dijo, «y anden en las concupiscencias de este

mundo, se condenarán a sí mismos a muerte.] Pero tú anda en mis mandamientos, y

vive [para Dios; sí, y cuantos anden en ellos y obren rectamente, vivirán para Dios.]»

Habiéndome mostrado todas estas cosas [y habiéndomelas dicho] me dijo: «Mira, te

declararé el resto dentro de unos días.»

Novena Parábola

[78] I. Después de haber escrito los mandamientos y parábolas del pastor, el ángel del

arrepentimiento vino a mí y me dijo: «Deseo mostrarte todas las cosas que el Espíritu

Santo, que habló contigo en la forma de la Iglesia, te mostró. Porque este Espíritu es el

Hijo de Dios. Porque cuando tú eras más débil en la carne, no te fue declarado a través

de un ángel; pero cuando fuiste capacitado por el Espíritu, y te hiciste fuerte en tu

fortaleza de modo que pudiste incluso ver un ángel, entonces te fue manifestada de

modo claro, a través de la Iglesia, la edificación de la torre. En forma justa y apropiada

has visto todas las cosas, (instruido) como si fuera por una virgen; pero ahora ves

(siendo instruido) por un ángel, aunque es por el mismo Espíritu; pese a ello, has de

aprenderlo todo con más exactitud de mí. Porque para esto también fui designado por

el ángel glorioso para permanecer en tu casa, para que pudieras ver todas las cosas con

poder, sin sentirte aterrado en nada, no como antes.» Y él me llevó a Arcadia, a cierta

montaña redondeada, y me puso en la cumbre de la montaña, y me mostró una gran

llanura, y alrededor de la llanura doce montañas, las cuales tenían cada una un aspecto

diferente. La primera era negra como hollín; la segunda, desnuda, sin vegetación; la

tercera, llena de espinos y zarzas; la cuarta tenía la vegetación medio mustia, la parte

superior de la hierba era verde, pero la parte cercana a las raíces, seca, y parte de la

hierba se había marchitado, siempre que el sol la había quemado; la quinta montaña

tenía hierba verde y era áspera; la sexta montaña estaba llena de barrancos por todas

partes, algunos pequeños y otros grandes, y en las hendiduras había vegetación, pero

la hierba no era muy lozana, sino más bien marchita; la séptima montaña tenía

vegetación sonriente, y toda la montaña estaba en condición próspera, y había ganado

y aves de todas clases que se alimentaban en esta montaña; y cuanto más ganado y

aves alimentaba, más florecía la hierba de esta montaña. La octava montaña estaba

llena de fuentes, y toda clase de criaturas del Señor bebían en las fuentes de esta

montaña. La novena montaña no tenía agua alguna y era por completo un desierto; y

tenía fieras y reptiles mortíferos, que destruían a la humanidad. La décima montaña

tenía árboles muy grandes y mucha umbría, y bajo la sombra había ovejas echadas y

paciendo y reposando. La montaña undécima tenía una gran espesura de bosques por

todas partes, y los árboles de la misma eran muy productivos, cubiertos de varias

clases de frutos, de modo que uno al verlos deseaba comer estos frutos. La duodécima

montaña era del todo blanca y su aspecto era alegre; y la montaña era en extremo

hermosa de por si.

[79] II. Y en la mitad de la llanura me mostró una gran roca blanca, que se levantaba

sobre la llanura. La roca era más elevada que las montañas, y tenía cuatro lados, de

modo que podía contener a todo el mundo. Ahora bien, esta roca era antigua y tenía

una puerta excavada en ella; pero la puerta me pareció haber sido excavada muy

recientemente. Y la puerta brillaba más que el resplandor del sol., de modo que me

maravillé del brillo de la puerta. Y alrededor de la puerta había doce vírgenes. Las

cuatro que estaban en los extremos me parecieron más gloriosas (que el resto); pero

las otras también eran gloriosas; y (las cuatro) estaban de pie en las cuatro partes de la

puerta, y había vírgenes, en parejas, entre ellas. E iban vestidas de túnicas de lino y

ceñidas de manera apropiada, teniendo el hombro derecho libre, como si intentaran

llevar alguna carga. Así estaban preparadas, porque eran muy animosas y alegres.

Después que vi estas cosas, me maravillé de la grandeza y la gloria de lo que estaba

viendo. Y de nuevo me quedé perplejo con respecto a las vfrgenes, que, aunque fueran

delicadas, estaban de pie como hombres, como si intentaran llevar todo el cielo. Y el

pastor me dijo: «¿Por qué te haces preguntas y estás perplejo, y te pones triste? Porque

las cosas que no puedes comprender no te las propongas, si eres prudente; pero ruega

al Señor, para que puedas recibir entendimiento para comprenderlas. Lo que hay

detrás de ti tú no puedes verlo, pero lo que hay delante de ti lo contemplas. Las cosas

que no puedes ver, por tanto, déjalas, y no te preocupes de ellas; pero las cosas que

puedes ver, éstas domínalas, y no tengas curiosidad sobre el resto; pero voy a

explicarte todas las cosas que te mostraré. Observa, pues, lo que queda.»

[80] III. Y vi seis hombres que venían, altos y gloriosos y de aspecto semejante, y

éstos llamaron a una gran multitud de hombres. Y los otros que habían venido también

eran altos y hermosos y poderosos. Y los seis hombres les ordenaron que edificaran

una torre sobre la puerta. Y hacían un gran ruido estos hombres que habían venido

para edificar la torre, cuando corrían de un lado a otro alrededor de la puerta. Porque

las vírgenes que había junto a la puerta dijeron a los hombres que se apresuraran a

edificar la torre. Y las vírgenes tendieron las manos como para recibir algo de los

hombres. Y los seis hombres ordenaron que subieran piedras de cierto hoyo profundo,

que habían de servir para la edificación de la torre. Y subieron diez piedras cuadradas

y pulimentadas, [no] labradas de una cantera. Y los seis hombres llamaron a las

vfrgenes, y les ordenaron que llevaran todas las piedras que habían de entrar en la

edificación de la torre, y que las pasaran por la puerta y las entregaran a los hombres

que estaban a punto de edificar la torre. Y las vírgenes se cargaron las primeras diez

piedras que habían aparecido de lo profundo del hoyo, y las transportaron entre todas,

piedra por piedra.

[81] IV. Y tal como estaban juntas alrededor de la puerta, en este orden las llevaron;

las que parecían ser bastante fuertes se habían inclinado a los ángulos de la piedra, en

tanto que las otras se inclinaban a los lados de la piedra. Y así acarrearon todas las

piedras. Y las trasladaron a través de la puerta, tal como se les había ordenado, y las

entregaron a los hombres para la torre; y éstos tomaron las piedras y edificaron. Y la

edificación de la torre era sobre la gran roca y sobre la puerta. Estas diez piedras

fueron entonces juntadas, y cubrían toda la roca. Y éstas formaron un fundamento para

el edificio de la torre. Y [la roca y] la puerta sostenían toda la torre. Y después de las

diez piedras subieron de la profundidad otras veinticinco piedras, y éstas fueron

encajadas en el edificio de la torre, siendo acarreadas por las vírgenes, como las

anteriores. Y después de éstas subieron treinta y cinco piedras. Y éstas, asimismo,

fueron encajadas en la torre. Y después de éstas vinieron otras cuarenta piedras, y

éstas fueron puestas todas en el edificio de la torre. Así que se pusieron cuatro hileras

en los fundamentos de la torre. Y (las piedras) dejaron de subir de la profundidad, y

los edificadores también cesaron un rato. Y entonces los seis hombres ordenaron a la

multitud de gente que trajera piedras de las montañas para la edificación de la torre.

Fueron traídas, pues, de todas las montañas, de varios colores, labradas por los

hombres, y entregadas a las vírgenes; y las vírgenes las acarreaban a través de la

puerta y las entregaban para la edificación de la torre. Y cuando las distintas piedras

fueron colocadas en el edificio, se hicieron semejantes todas y blancas, y perdieron sus

muchos colores. Pero algunas piedras fueron entregadas por los hombres para el

edificio, y éstas no se volvieron brillantes; sino que tal como eran colocadas, así

permanecían; porque no eran entregadas por las vírgenes ni habían sido acarreadas a

través de la puerta. Estas piedras, pues, eran disformes y desagradables a la vista en el

edificio de la torre. Entonces los seis hombres vieron que las piedras eran impropias

en el edificio, y ordenaron que fueran quitadas y fueran llevadas (abajo) a su lugar

propio, de donde habían sido traídas. Y dijeron a los hombres que estaban trayendo

piedras: «Absteneos del todo de entregar piedras para la edificación; pero colocadlas

junto a la torre, para que las vfrgenes las acarreen a través de la puerta y las entreguen

a los que edifican. Porque», [dijeron ellos], «si no son acarreadas a través de la puerta

por las manos de estas vírgenes no pueden cambiar su color. No trabajéis, pues»,

[dijeron], «en vano.»

[82] V. Y el edificio quedó terminado en aquel día; con todo, la torre no quedó

terminada por completo, porque había de ser elevada [todavía] un poco más; y hubo

una interrupción en la edificación. Y los seis hombres ordenaron a los edificadores que

se retiraran un rato [todos ellos] y descansaran; pero a las vírgenes no les ordenaron

que se retiraran de la torre. Y yo pensé que las vírgenes se habían quedado para

guardar la torre. Y después que todos se hubieron retirado [y descansado], yo le dije al

pastor: «Señor, ¿por qué no ha sido completada la edificación de la torre?» «La torre»,

me contestó, «no puede ser completamente terminada hasta que su Señor venga y

ponga a prueba este edificio, con el fin de que, si hay algunas piedras que se

desmenuzan, las pueda cambiar porque la torre es edificada según su voluntad.»

«Quisiera saber, señor», le dije, «qué es el edificio de esta torre, y respecto a la roca y

la puerta, y las montañas, y las vírgenes, y las piedras que vinieron de lo profundo y

no fueron labradas, sino que fueron usadas tal como estaban en la edificación; y

porqué fueron colocadas primero diez piedras en los fundamentos, luego veinticinco,

luego treinta y cinco, luego cuarenta; y respecto a las piedras que han entrado en la

edificación y fueron quitadas otra vez y devueltas a su lugar; con respecto a todas

estas cosas da descanso a mi alma, señor, y explícamelas.» Y me dijo: «Si no eres

dominado por una curiosidad yana, conocerás todas estas cosas. Porque después de

unos pocos días vendremos aquí, y verás lo que a continuación ocurrirá a esta torre y

entenderás todas las parábolas con exactitud.» Y después de unos días volvimos al

lugar en que nos habíamos sentado, y él me dijo: «Vayamos a la torre, porque el

propietario de la torre viene para inspeccionarla.» Y fuimos a la torre y no había nadie

allí cerca, excepto las vírgenes. Y el pastor preguntó a las vírgenes si el amo de la

torre había llegado. Y ellas le dijeron que llegaría pronto para inspeccionar el edificio.

[83] VI. Y he aquí, después de poco vi un despliegue de muchos hombres que venían,

y en medio un hombre de una estatura tal que sobrepujaba la torre. Y los seis hombres

que habían dirigido la edificación andaban con él a su derecha y a su izquierda, y

todos los que habían trabajado en la edificación estaban con él, y muchos otros

gloriosos ayudantes alrededor. Y las vírgenes que vigilaban la torre se adelantaron y le

besaron, y empezaron a caminar a su lado alrededor de la torre. Y este hombre

inspeccionó el edificio tan cuidadosamente, que palpó cada una de las piedras, y

empuñaba una vara en la mano, con la cual golpeaba cada una de las piedras que

estaba colocada en el edificio. Y cuando golpeaba, algunas de las piedras se volvían

negras como hollín, otras mohosas, otras se resquebrajaban, otras se rompían, otras no

se volvían ni blancas ni negras, otras deformes y no encajaban con las otras piedras, y

otras mostraban muchas manchas; éstos eran los aspectos diversos de las piedras que

se veía eran impropias para el edificio. Así que ordenó que todas ellas fueran quitadas

de la torre, y fueran colocadas junto a la torre, y fueran traídas otras piedras y

colocadas en lugar de aquéllas. Y los edificadores le preguntaron de qué montaña

deseaba que fueran traídas las piedras y puestas en su lugar. Y él no quiso que fueran

traídas de las montañas, sino que mandó que fueran traídas de cierta llanura que había

muy cerca. Y cavaron en la llanura, y se hallaron piedras allí brillantes y cuadradas,

pero algunas de ellas eran demasiado redondeadas. Y todas las piedras que había por

todas panes en aquella llanura fueron traídas, y fueron acarreadas a través de la puerta

por las vírgenes. Y las piedras cuadradas fueron labradas y puestas en el lugar de las

que habían sido quitadas; pero las redondeadas no fueron colocadas en el edificio,

porque era difícil darles forma, y el trabajo en ellas era lento. Así que fueron

colocadas al lado de la torre, como si se intentara darles forma y colocarlas en el

edificio; porque eran muy brillantes.

[84] VII. Así que, habiendo realizado estas cosas, el hombre glorioso que era el señor

de toda la torre llamó al pastor hacia sí, y le entregó todas las piedras que había

puestas al lado de la torre, y que fueron quitadas del edificio, y le dijo: «Limpia estas

piedras cuidadosamente, y ponlas en el edificio de esta torre; se entiende las que

puedan encajar con el resto; pero las que no puedan encajar, échalas lejos de la torre.»

Habiendo dado estas órdenes al pastor, se marchó de la torre con todos los que habían

venido con él. Y las vírgenes estaban alrededor de la torre observándole. Yo le dije al

pastor: «¿Cómo pueden estas piedras entrar otra vez en el edificio de la torre, siendo

así que han sido desaprobadas?» Él me contestó: «¿Ves estas piedras?» «Las veo,

señor», le dije. «Yo mismo daré forma a la mayor parte de estas piedras y las pondré

en el edificio, y encajarán con las piedras restantes.» «¿Cómo es posible», le dije,

«cuando sean recortadas con el cincel, que encajen en el mismo espacio?» El me dijo

como respuesta: «Todas las que sean halladas pequeñas, serán puestas en medio del

edificio; pero las que sean mayores, serán colocadas cerca del exterior, y se enlazarán

con las otras.» Con estas palabras me dijo: «Vayámonos, y después de dos días

volvamos y limpiemos estas piedras y pongámoslas en el edificio; porque todas las

cosas alrededor de la torre han de ser limpiadas, no sea que el señor venga súbitamente

y halle los alrededores de la torre sucios y se enoje, y resulte que estas piedras no

entren en la edificiación de la torre y yo sea tenido por descuidado a los ojos de mi

señor.»

Y después de dos días fuimos a la torre, y él me dijo: «Inspeccionemos todas las

piedras, y veamos cuáles pueden servir para la edificación.» Yo le dije: «Señor,

inspeccionémoslas.»

[85] VIII. Y así, empezando, primero inspeccionamos las piedras negras; y tal como

habían sido descartadas del edificio, así las hallamos. Y el pastor ordenó que fueran

quitadas de la torre y fueran puestas a un lado. Luego inspeccionó las que eran

mohosas, y las tomó y moldeó muchas de ellas, y ordenó a las vírgenes que las

tomaran y las pusieran en el edificio. Y las vírgenes las tomaron y las colocaron en el

edificio de la torre en una posición media. Pero para las restantes ordenó que fueran

colocadas con las negras, porque éstas también eran negras. Luego empezó a

inspeccionar las que tenían rajas; y de éstas moldeó algunas, y ordenó que fueran

llevadas por las manos de las vírgenes para el edificio. Y fueron colocadas hacia fuera,

porque se vio que eran sanas. Pero el resto no pudo ser moldeado debido al número de

rajas. Por esta razón, pues, fueron echadas fuera del edificio de la torre. Luego siguió

inspeccionando (las piedras) de tamaño reducido, y muchas de ellas estaban negras, y

algunas tenían grandes rajas; y ordenó que éstas también fueran colocadas con las que

habían sido descartadas. Pero las que quedaban, él las limpió y les dio forma, y ordenó

que fueran colocadas en el edificio. Así que las vírgenes las tomaron y las encajaron

en medio del edificio de la torre; porque eran algo débiles. Luego empezó a

inspeccionar las que eran medio blancas y medio negras, y muchas de ellas (ahora)

eran del todo negras; y ordenó que éstas fueran llevadas con las que habían sido

descartadas antes. +Pero todas las restantes fueron [halladas blancas, y fueron]

llevadas por las vírgenes; porque siendo blancas fueron encajadas por las mismas

[vírgenes] en el edificio.+ Pero fueron colocadas hacia fuera, porque estaban sanas, de

modo que podían unirse a las que habían sido colocadas en medio; porque ni una sola

de ellas era demasiado pequeña. Entonces empezó a inspeccionar las duras y

deformes; y unas pocas fueron descartadas, debido a que no se podían moldear,

porque eran demasiado duras. Pero moldeó las restantes, les dio forma [y fueron

llevadas por las vírgenes], y fueron encajadas en medio del edificio de la torre, porque

eran algo débiles. Luego siguió inspeccionando las que tenían manchas, y algunas de

éstas se habían vuelto negras y fueron echadas con el resto; pero las restantes eran

brillantes y sanas, y fueron encajadas por las vírgenes en el edificio; pero fueron

colocadas hacia fuera debido a su fuerza.

[86] IX. Entonces fue a inspeccionar las piedras blancas y redondas, y me dijo:

«¿Qué haremos con estas piedras?» «¿Cómo puedo saberlo yo, señor?», le respondí.

[Y él me dijo]: «j,No te das cuenta de nada con respecto a las mismas?» Y le dije:

«Señor, no entiendo en este arte, ni soy cantero, ni puedo decir nada.» «¿No ves», me

dijo, «que son muy redondas, y si quiero hacerlas cuadradas es necesario quitar de

ellas mucho con el cincel? Con todo, algunas tienen que ser colocadas por necesidad

en el edificio.» «Señor», dije, «si ha de ser así, ¿por qué te desazonas, y por qué no

escoges para el edificio las que quieras y las encajas en él?» El escogió de entre las

grandes y brillantes algunas y las picó; y las vírgenes las tomaron y las encajaron en

las panes exteriores del edificio. Pero las restantes que habían quedado se las llevaron

y las pusieron en la llanura de donde habían sido traídas; éstas no fueron echadas, sin

embargo, porque», dijo él, «queda todavía parte de la torre para ser construida. Y el

señor de la torre desea muchísimo que estas piedras sean encajadas en el edificio,

porque son muy brillantes.» Así que fueron llamadas doce mujeres, de muy hermosa

figura, vestidas de negro, [ceñidas y con los hombros desnudos], con el pelo colgando.

Y estas mujeres, pensé yo, tenían un aspecto arisco. Y el pastor ordenó que tomaran

las piedras que habían sido desechadas del edificio, y las llevaran a las mismas

montañas de las cuales habían sido traídas; y ellas las tomaron con alegría, y se

llevaron todas las piedras y las pusieron en el lugar de donde habían sido sacadas. Y

después que habían sido quitadas todas las piedras, y no quedaba una sola alrededor de

la torre, el pastor me dijo: «Demos la vuelta a la torre y veamos que no haya defecto

en ella.» Y yo di la vuelta con él. Y cuando el pastor vio que la torre era muy hermosa

en la edificación, se puso en extremo contento; porque la torre estaba tan bien

edificada que, cuando yo la vi, deseé con ansia la edificación de la misma; porque

estaba edificada como si fuera de una sola piedra, encajada toda junta. Y la obra de

piedra parecía como si hubiera sido excavada de la roca; porque me parecía como si

fuera todo una sola piedra.

[87] X. Y cuando andaba con él yo estaba contento al ver una vista tan airosa. Y el

pastor me dijo: «Ve y trae yeso y arcilla fina, para que pueda rellenar las formas de las

piedras que han sido tomadas y puestas en el edificio; porque toda la torre alrededor

ha de ser lisa.» E hice lo que me mandó, y se lo traje. «Ayúdame», me dijo, «y la obra

será realizada rápidamente.» Así que él llenó las formas de las piedras que habían

entrado en el edificio, y ordenó que los alrededores de la torre fueran barridos y

limpiados. Y las vírgenes tomaron escobas y barrieron, y quitaron todos los escombros

alrededor de la torre, y rociaron con agua, y el terreno alrededor de la torre quedó

alegre y muy hermoso. El pastor me dijo: «Todo ha quedado limpio ahora. Si el señor

viene a inspeccionar la torre, no tiene nada de qué acusarnos.» Diciendo esto, quería

marcharse. Pero yo eché mano de su zurrón y le conjuré por el Señor que me explicara

[todo] lo qüe me había mostrado. El me dijo: «Estoy ocupado durante un rato; luego te

lo explicaré todo. Espérame aquí hasta que vuelva.» Yo le dije: «Señor, cuando esté

solo aquí, ¿qué es lo que tengo que hacer?» «Tú no estás solo», me contestó, «porque

estas vírgenes están aquí contigo.» «Encomiéndame, pues, a ellas», le dije. El pastor

las llamó y les dijo: «Os encomiendo a este hombre hasta que vuelva», y se marchó.

Así que yo quedé solo con las vírgenes; y ellas estaban muy alegres, y amablemente

dispuestas hacia mí, especialmente las cuatro que eran más gloriosas en apariencia.

[88] XI. Las vírgenes me dijeron: «Hoy el pastor no viene aquí.» «¿Qué haré yo,

pues?», dije. «Espérale», dijeron, «hasta el anochecer; y si viene, él hablará contigo;

pero si no viene, te quedarás aquí con nosotras hasta que venga.» Yo les dije: «Le

esperaré hasta el anochecer, y si no viene, me marcharé a casa y regresaré temprano

por la mañana.» Pero ellas contestaron y me dijeron: «Él te encomendó a nosotras, y

no puedes marcharte de nosotras.» «¿Dónde me quedaré, pues?» «Tú pasarás la noche

con nosotras», dijeron, «como un hermano, no como un marido; porque tú eres nuestro

hermano, y a partir de ahora nosotras moraremos contigo; porque te amamos

entrañablemente.» Pero yo tenía vergüenza de quedarme con ellas. Y la que parecía

ser la principal empezó a besarme y abrazarme; y las otras, viendo que ella me

abrazaba, empezaron también a besarme, y me llevaban alrededor de la torre y

jugaban conmigo. Y yo me había vuelto como si fuera un joven, y comencé yo mismo

a jugar con ellas. Porque algunas de ellas empezaron a danzar, [otras a dar saltos],

otras a cantar. Pero yo me quedé en silencio y andaba con ellas alrededor de la torre, y

estaba contento con ellas. No obstante, cuando llegó la noche, deseaba irme a casa;

pero ellas no me dejaron, sino que me detuvieron. Y yo pasé la noche con ellas, y

dormí al lado de la torre. Porque las vírgenes esparcieron sus túnicas de lino sobre el

suelo, y me hicieron echar en medio de ellas, y ellas no hacían otra cosa que orar; y yo

oraba con ellas sin cesar, y no menos que ellas. Y las vírgenes se regocijaban de que

yo orara. Y yo estuve con las vírgenes allí hasta la mañana a la segunda hora.

Entonces vino el pastor y dijo a las vírgenes: «¿Le habéis hecho algún daño?»

«Pregúntaselo», dijeron. Y yo le dije: «Señor, estuve contento de estar con ellas.»

«¿Qué comiste para cenar?», me preguntó. «Cené, señor, las palabras del Señor

durante toda la noche», le dije. «¿Te trataron bien?», preguntó él. «Sí, señor»,

contesté. «Ahora», dijo él, «¿qué es lo que quieres oír primero?» «En el orden en que

me lo has mostrado, señor, desde el principio», le dije; «te ruego, señor, que me lo

expliques exactamente en el orden en que te lo preguntaré.» «Según tu deseo, así te lo

interpretaré», me dijo, «y no te esconderé nada a ti.»

[89] XII. «Primero, señor», le dije, «explícame esto. La roca y la puerta, ¿qué son?»

«Esta roca», me contestó, «y la puerta, son el Hijo de Dios.» «Señor», le dije, «¿cómo

es que la roca es antigua pero la puerta reciente?» «Escucha», me dijo, «y entiende,

hombre insensato. El Hijo de Dios es más antiguo que toda su creación, de modo que

fue el consejero del Padre en la obra de su creación. Por tanto, también El es antiguo.»

«Pero la puerta, ¿por qué es reciente, señor?», le pregunté. «Porque», dijo él, «El fue

manifestado en los últimos días de la consumación; por tanto, la puerta es hecha

recientemente, para que los que son salvos puedan entrar por ella en el reino de Dios.

¿Viste», me dijo, «que las piedras que pasaron por la puerta han entrado en la

edificación de la torre, pero las que no pasaron por ella fueron echadas otra vez a su

lugar?» «Lo vi, señor», dije yo. «Así, pues», dijo él, «nadie entrará en el reino de Dios

a menos que haya recibido el nombre de su Hijo. Porque si tú quieres entrar en una

ciudad, y esta ciudad está amurallada por completo y sólo tiene una puerta, ¿puedes

entrar en esta ciudad como no sea por medio de la puerta que tiene?» «Señor, ¿cómo

sería posible hacerlo de otra manera», le pregunté yo. «Así pues, si no puedes entrar

en la ciudad excepto a través de la puerta que tiene, lo mismo», dijo él, «ninguno

puede entrar en el reino de Dios excepto en el nombre de su Hijo que es amado por Él.

¿Viste», me dijo, «la multitud que está edificando la torre?» «La vi, señor», le

contesté. «Estos», dijo él, «son todos ángeles gloriosos. De éstos, pues, está rodeado

por todas panes el Señor. Pero la puerta es el Hijo de Dios; sólo hay esta entrada al

Señor. Nadie puede entrar hasta Él de otra manera que por medio de su Hijo. ¿Viste»,

me dijo, «los seis hombres, y el hombre glorioso y poderoso en medio de ellos, que

andaba alrededor de la torre y rechazaba las piedras del edificio?» «Le vi, señor», le

dije. «El hombre glorioso», dijo él, «es el hijo de Dios, y los seis son los gloriosos

ángeles que le guardan a su derecha y a su izquierda. De estos gloriosos ángeles ni uno

entrará ante Dios aparte de Él; todo el que no recibe su nombre, no entrará en el reino

de Dios.»

[90] XIII. «Pero la torre», dije yo, «¿qué es?» «La torre», contestó él, «¡cómo!, es la

Iglesia.» «Y estas vírgenes, ¿quiénes son?» Y me dijo: «Son los espíritus santos; y

ningún hombre puede hallarse en el reino de Dios a menos que éstos le revistan con su

vestido; porque si tú recibes sólo el nombre, pero no recibes el vestido de ellos, no te

sirve de nada. Porque estas vírgenes son poderes del Hijo de Dios. [Por lo tanto] si tú

llevas el Nombre, y no llevas su poder, llevarás el Nombre sin ningún resultado. Y las

piedras», dijo él, «que viste que eran echadas, éstas llevaban el Nombre, pero no

estaban vestidas con el vestido de las vírgenes.» «¿De qué clase, señor», pregunté yo,

«es su vestido?» «Los mismos nombres», dijo él, «son su vestido. Todo el que lleva el

nombre del Hijo de Dios, debería llevar los nombres de éstos también; porque incluso

el Hijo mismo lleva los nombres de estas vírgenes. Todas las piedras que viste que

entraban en el edificio de la torre», me dijo, «siendo dadas por sus manos y esperando

para la edificación, han sido revestidas del poder de estas vírgenes. Por esta causa tú

ves la torre hecha de una sola piedra con la roca. Así también los que han creído en el

Señor por medio de su Hijo y están revestidos de estos espíritus, pasarán a ser un

espíritu y un cuerpo, y sus vestidos son todos de un color. Pero estas personas que

llevan los nombres de las vírgenes tienen su morada en la torre.» «Las piedras que son

echadas, pues», dije yo, «¿por qué fueron echadas? Porque pasaron por la puerta y

fueron colocadas en el edificio de la torre por manos de las vírgenes.» «Como todas

estas cosas te interesan», dijo él, «e inquieres con diligencia, escucha lo que se refiere

a las piedras que han sido echadas. Todas éstas», [dijo él], «recibieron el nombre del

Hijo de Dios, y recibieron también el poder de estas vírgenes. Cuando recibieron,

pues, estos espíritus, fueron fortalecidas, y estaban con los siervos de Dios, y tenían un

espíritu y un cuerpo [y un vestido]; porque eran de un mismo pensar, y obraban

justicia. Después de cierto tiempo, pues, fueron persuadidas por las mujeres que viste

vestidas en ropa negra, y tenían los hombros desnudos y el pelo suelto, y eran de

hermosa figura. Cuando las vieron las desearon, y se revistieron de su poder, pero se

despojaron del poder de las vírgenes. Estos, por tanto, fueron echados de la casa de

Dios y entregados a estas (mujeres). Pero los que no fueron engañados por la

hermosura de estas mujeres permanecieron en la casa de Dios. Aquí tienes la

interpretación de las que fueron descartadas», dijo él.

[91] XIV. «¿Qué pasa, pues, señor», dije yo, «si estos hombres, siendo lo que son, se

arrepienten y se desprenden de su deseo hacia estas mujeres, y regresan a las vírgenes,

y andan en su poder y en sus obras? ¿No entrarán en la casa de Dios?» «Entrarán»,

dijo él, «si se desprenden de las obras de estas mujeres y vuelven a tomar el poder de

las vírgenes y andar en sus obras. Porque ésta es la razón por la que hubo una

interrupción en la edificación, para que si éstos se arrepienten, puedan entrar en el

edificio de la torre; pero si no se arrepienten, entonces otros ocuparán su lugar, y ellos

serán expulsados finalmente.» Por todas estas cosas yo di gracias al Señor, porque Él

tuvo compasión de todos los que invocan su nombre, y nos envió al ángel del

arrepentimiento a los que habíamos pecado contra Él, y reavivó nuestro espiritu, y

cuando ya estábamos echados a perder y no teníamos esperanza de vida, restauró

nuestra vida.» «Ahora, señor», dije yo, «muéstrame por qué la torre no está edificada

sobre el suelo, sino sobre la roca y sobre la puerta.» «Porque careces de sentido», dijo

él, «y eres sin entendimiento [haces esta pregunta].» «Me veo obligado, señor», dije

yo, «a preguntarte todas las cosas a ti porque yo soy totalmente incapaz de comprender

nada en absoluto; porque todas estas cosas son grandes y gloriosas y difíciles de

entender para los hombres.» «Escucha», continúo él. «El nombre del Hijo de Dios es

grande e incomprensible, y sostiene a todo el mundo. Así pues, si toda la creación es

sostenida por el Hijo [de Dios], ¿qué piensas tú de los que son llamados por Él, y

llevan el nombre del Hijo de Dios y andan conforme a sus mandamientos? ¿Ves tú en

qué manera Él sostiene a los hombres? Los que llevan su nombre de todo corazón. Él

mismo, pues, es su fundamento, y Él los sustenta alegremente, porque ellos no están

avergonzados de llevar su nombre.»

[92] XV. «Declárame, señor», le dije, «los nombres de las vírgenes y de las mujeres

vestidas de ropas negras.» «Escucha», respondió él, «los nombres de las vírgenes más

poderosas, las que se hallaban situadas en los extremos. La primera es Fe; la segunda,

Continencia; la tercera, Poder; y la cuarta, Paciencia. Pero las otras estacionadas entre

ellas tienen por nombres: Simplicidad, Inocencia, Pureza, Alegría, Verdad,

Entendimiento, Concordia, Amor. El que lleva estos nombres y el nombre del Hijo de

Dios podrá entrar en el reino de Dios. Escucha», me dijo, «también los nombres de las

mujeres que llevan las ropas negras. De ellas hay también cuatro que son más

poderosas que el resto: la primera es Incredulidad; la segunda, Intemperancia; la

tercera, Desobediencia; la cuarta, Mentira; y las que siguen son llamadas Tristeza,

Maldad, Lascivia, Irascibilidad, Falsedad, Locura, Calumnia, Rencor. El siervo de

Dios que lleva estos nombres verá el reino de Dios, pero no entrará en él.» «Pero las

piedras, señor», dije yo, «que vinieron de lo profundo y fueron encajadas en el

edificio, ¿quiénes son?» «Las primeras», dijo él, «a saber, las diez, que fueron

colocadas en los fundamentos, son la primera generación; las veinticinco son la

segunda generación de los justos; las treinta y cinco son los profetas de Dios y sus

ministros; las cuarenta son los apóstoles y maestros de la predicación del Hijo de

Dios.» «¿Por qué, pues, señor», pregunté yo, «entregaron las vírgenes también estas

piedras para la edificación de la torre y las llevaron a través de la puerta?» «Porque

estas primeras», contestó él, «llevaban estos espíritus, y nunca se separaron los unos

de los otros, ni los espíritus de los hombres ni los hombres de los espíritus, sino que

los espíritus permanecieron con ellos hasta que durmieron; y si ellos no hubieran

tenido estos espíritus con ellos, no habrían sido hallados útiles para la edificación de

esta torre.»

[93] XVI. «Muéstrame algo más aún, señor», le dije. «¿Qué deseas saber además»,

me dijo. «¿Por qué, señor», le pregunté «salieron las piedras de lo profundo, y por qué

fueron colocadas en el edificio aunque traían estos espíritus?» «Les era necesario que

se levantaran a través del agua, para que pudieran recibir vida; porque de otro modo

no habrían podido entrar en el reino de Dios, a menos que hubieran puesto a un lado lo

mortal de su vida [previa]. Lo mismo, pues, los que durmieron recibieron el sello del

Hijo de Dios y entraron en el reino de Dios. Porque antes que un hombre lleve el

nombre [del Hijo de] Dios, es muerto; pero cuando ha recibido el sello, deja a un lado

la mortalidad y asume otra vez la vida. El sello, pues, es el agua; así que descienden en

el agua muertos y salen vivos. Así que, también a ellos fue predicado este sello, y

ellos se beneficiaron de él para poder entrar en el reino de Dios.» «¿Por qué, señor», le

pregunté, «salieron las cuarenta piedras también de lo profundo, aunque ya habían

recibido el sello?» «Porque éstas», dijo él, «los apóstoles y los maestros que

predicaron el nombre del Hijo de Dios, después que hubieron dormido en el poder y la

fe del Hijo de Dios, predicaron también a los que habían quedado dormidos antes que

ellos, y ellos mismos les dieron el sello de la predicación. Por tanto, descendieron con

ellos en el agua y salieron de nuevo. Pero éstos descendieron vivos [y de nuevo

salieron vivos]; en tanto que los otros que habían dormido antes que ellos

descendieron muertos y salieron vivos. Así que por medio de ellos fueron vivificados

y llegaron al pleno conocimiento del nombre del Hijo de Dios. Por esta causa también

subieron con ellos, y fueron encajados con ellos en el edificio de la torre y fueron

edificados con ellos, sin que se les diera nueva forma; porque ellos durmieron en

justicia y gran pureza. Sólo que no tenían este sello. Tú tienes, pues, la interpretación

de estas cosas también.» «Las tengo, señor», le dije.

[94] XVII. «Ahora pues, señor, explícame respecto a las montañas. ¿Por qué son sus

formas distintas la una de la otra, y son varias?» «Escucha», me dijo. «Estas doce

montañas son [doce] tribus que habitan todo el mundo. A estas (tribus), pues, fue

predicado el Hijo de Dios por los apóstoles.» «Pero explícame, señor, por qué son

varias —estas montañas— y cada una tiene un aspecto diferente.» «Escucha», me

respondió. «Estas doce tribus que habitan todo el mundo son doce naciones; y son

diversas en entendimiento y en mente. Siendo diversas, pues, según viste, estas

montañas, también lo son las variedades de la mente de estas naciones, y su

entendimiento. Y yo te mostraré la conducta de cada una.» «Primero, señor», le dije,

«muéstrame esto: por qué las montañas, siendo tan distintas, pese a todo, cuando sus

piedras fueron puestas en el edificio, se volvieron brillantes y de un color como el de

las piedras que habían ascendido de lo profundo.» «Porque», me dijo, «todas las

naciones que habitan bajo el cielo, cuando oyeron y creyeron, fueron llamadas por el

nombre único de [el Hijo de] Dios. Así que, habiendo recibido el sello, tenían un

entendimiento y una mente, y pasó a ser suya una fe y [un] amor, y llevaron los

espíritus de las vírgenes junto con el Nombre; por lo tanto, el edificio de la torre pasó

a ser de un color brillante como el sol. Pero después que estuvieron juntas y se

hicieron un cuerpo, algunas de ellas se contaminaron, y fueron echadas de la sociedad

de los justos, y pasaron de nuevo a ser igual que eran antes, o aún peor.»

[95] XVIII. «Señor», le pregunté, «¿cómo se hicieron peor después de haber

conocido plenamente a Dios?» «El que no conoce a Dios», respondió él, «y comete

maldad, tiene cierto castigo por su maldad; pero el que conoce a Dios plenamente ya

no debería cometer más maldad, sino hacer lo bueno. Así pues, si el que debería obrar

bien comete maldad, ¿no parece cometer una maldad mayor que el que no conoce a

Dios? Por tanto, los que no habían conocido a Dios y cometen maldad son condenados

a muerte, pero los que han conocido a Dios y visto sus obras poderosas, y, con todo,

cometen maldad, recibirán un castigo doble y morirán eternamente. De esta forma,

pues, será purificada la Iglesia de Dios. Y así como tú viste las piedras quitadas de la

torre y entregadas a los espíritus malos, ellos también serán echados fuera; y habrá un

cuerpo de ellos que son purificados, tal como la torre, después de haber sido

purificada, pasó a ser como si fuera una sola piedra. Así será la Iglesia de Dios

también después de haber sido purificada, y los malvados e hipócritas y blasfemos e

indecisos y los que cometen varias clases de maldad hayan sido echados fuera.

Cuando éstos hayan sido echados fuera, la Iglesia de Dios será un cuerpo, un

entendimiento, una mente, una fe, un amor. Y entonces el Hijo de Dios se regocijará y

se gozará en ellos, porque Él ha vuelto a recibir a su pueblo puro.» «Grandes y

gloriosas son, señor, todas estas cosas. Una vez más, señor», [le dije], «muéstrame la

fuerza y las acciones de cada una de las montañas, para que cada alma que confía en el

Señor, cuando lo oiga, pueda glorificar su nombre grande, maravilloso y glorioso.»

«Escucha», me dijo, «la variedad de las montañas y de las doce naciones.

[96] XIX. »De la primera montaña, que era negra, los que han creído son como

sigue: rebeldes y blasfemos contra el Señor, y traidores de los siervos de Dios. Para

éstos no hay arrepentimiento, sino que hay muerte. Por esta causa son también negros;

porque su raza es rebelde. Y de la segunda montaña, la desolada, los que han creído

son así: hipócritas y maestros de maldad. Y éstos, pues, son como los primeros en no

tener el fruto de la justicia. Porque, tal como su montaña es sin fruto, del mismo modo

estos hombres tienen un nombre, verdaderamente, pero están vacíos de fe, y no hay

fruto de verdad en ellos. A éstos, por tanto, se les ofrece arrepentimiento si se

arrepienten presto; pero si lo demoran, morirán con los anteriores.» «¿Por qué, señor»,

pregunté yo, «es posible el arrepentimiento para ellos, pero no lo es para los

anteriores? Porque sus actos son casi los mismos.» «Por esto», me dijo, «les es

ofrecido arrepentimiento a éstos, porque no han blasfemado de su Señor ni han

traicionado a los siervos de Dios; pese a todo, por afán de lucro actúan de modo

hipócrita, y se enseñan el uno al otro [según] los deseos de los pecadores. No obstante,

éstos recibirán cierto castigo; con todo, hay arrepentimiento ordenado para ellos,

porque no han sido blasfemos o traidores.

[97] XX. »Y de la tercera montaña, la que tiene espinos y zarzas, los que han creído

son así: algunos de ellos son ricos, y otros están enzarzados en muchos asuntos de

negocios. Las zarzas son los ricos, y los espinos son los que están mezclados en varios

asuntos de negocios. Estos [pues, que están mezclados en muchos y varios asuntos de

negocios] no se juntan con los siervos de Dios, sino que se descarrían, siendo

ahogados por sus asuntos; por su parte, los ricos no están dispuestos a unirse a los

siervos de Dios, no sea que se les pueda pedir algo. Estos hombres, pues, difícilmente

entrarán en el reino de Dios. Porque tal como es difícil andar entre espinos con los

pies descalzos, también es difícil que estos hombres entren en el reino de Dios. Pero

para todos éstos es posible el arrepentimiento, aunque ha de ser rápido, para que lo

que omitieron hacer en días pasados, puedan ahora compensarlo y hacer algo bueno.

Si se arrepienten, pues, y hacen algo bueno, vivirán para Dios; pero si continúan en

sus actos, serán entregados a aquellas mujeres, las cuales les darán muerte.

[98] XXI. »Y con respecto a la cuarta montaña, la que tenía mucha vegetación, la

parte superior de la hierba era verde y la parte hacia las raíces seca, y alguna había

sido secada por el sol, los que han creído son así: los indecisos y los que tienen al

Señor en sus labios pero no lo tienen en su corazón. Por tanto, sus fundamentos son

secos y sin poder, y sólo viven sus palabras, pero sus obras son muertas. Estos

hombres no son ni vivos ni muertos. Son, por consiguiente, como los indecisos;

porque el indeciso no es ni verde ni seco; porque ellos no están vivos ni muertos.

Porque como su hierba se secó cuando vio el sol, así también el hombre indeciso,

cuando oye que se acerca tribulación, por su cobardía adora a los ídolos y se

avergüenza del nombre de su Señor. Éstos no están ni vivos ni muertos. Pese a todo,

éstos también, si se arrepienten presto, podrán vivir; pero si no se arrepienten, han sido

entregados ya a las mujeres que les quitan la vida.

[99] XXII. »Y de la quinta montaña, la que tenía la hierba verde y era abrupta, los

que han creído son así: son fieles, pero lentos para aprender y obstinados, y procuran

agradarse a sí mismos, deseando saber todas las cosas y, con todo, no saben nada en

absoluto. A causa de su obstinación, el entendimiento se mantuvo alejado de ellos, y

entró en ellos una insensatez sin sentido; y se alaban a sí mismos como si tuvieran

entendimiento, y desean ser maestros que se han nombrado a sí mismos, aunque

carezcan de sentido. Debido, pues, a este orgullo del corazón de muchos, aunque se

exaltan a sí mismos, han sido vaciados; porque la obstinación y la yana confianza son

un demonio poderoso. De éstos, pues, muchos fueron echados, pero algunos se

arrepintieron y creyeron y se sometieron a los que tenían entendimiento, habiéndose

dado cuenta de su propia insensatez. Con todo, y para el resto que pertenece a esta

clase, se les ofrçce arrepentimiento; porque ellos no se hicieron malos, sino más bien

insensatos y sin entendimiento. Si éstos, por tanto, se arrepienten, vivirán para Dios;

pero si no se arrepienten, tendrán su morada con las mujeres que obran mal contra

ellos.

[100] XXIII. »Pero los que han creído de la sexta montaña, que tiene barrancos

grandes y pequeños, y en las hendiduras la hierba se ha secado, son así: los que se

hallan en las hendiduras pequeñas, éstos son los que tienen algo el uno contra el otro,

y por sus murmuraciones se han secado en la fe; pero muchos de éstos se arrepienten.

Sí, y el resto de ellos se arrepentirá cuando oigan mis mandamientos; porque sus

murmuraciones son pequeñas y se arrepentirán pronto. Pero los que se hallan en las

grandes hendiduras, éstos persisten en sus murmuraciones y guardan rencores,

manteniendo la ira el uno contra el otro. Estos, pues, fueron quitados inmediatamente

de la torre y rechazados de su edificación. Estas personas, pues, con dificultad vivirán.

Si Dios y nuestro Señor, que gobierna sobre todas las cosas y tiene autoridad sobre

toda su creación, no guarda rencor contra los que confiesan sus pecados, sino que es

misericordioso, ¿debe el hombre, que es mortal y lleno de pecado, guardar rencor

contra otro hombre, como si pudiera destruirle o salvarle? Os digo yo el —ángel del

arrepentimiento— a cuantos sostenéis esta herejía, apartadla de vosotros y arrepentíos,

y el Señor curará vuestros pecados anteriores si os purificáis de este demonio; pero si

no, seréis entregados a él para que os dé muerte.

[101] XXIV. »Y de la séptima montaña, en la cual había hierba verde y sonriente, y

toda la montaña prosperaba, y había ganado de todas clases y las aves del cielo se

alimentaban de la hierba de esta montaña, y la hierba verde de la cual se alimentaban

crecía aún más lozana, los que creyeron son así: son simples e inocentes y benditos, no

teniendo nada los unos contra los otros, sino regocijándose siempre en los siervos de

Dios, y revestidos del santo Espíritu de estas vfrgenes, y teniendo compasión siempre

de todo hombre, y de sus propias labores suplen la necesidad de todos sin reproches y

sin recelos. El Señor, pues, viendo su simplicidad y su humildad, hizo que abundaran

en las labores de sus manos, y les ha concedido favor sobre ellos en todas sus

acciones. Pero os digo a los que sois como los tales —yo, el ángel del

arrepentimiento—, permaneced hasta el fin como sois, y vuestra simiente nunca será

borrada. Porque el Señor os ha puesto a prueba, y os ha contado entre su número, y

toda vuestra simiente morará con el Hijo de Dios; porque recibisteis de su Espíritu.

[102] XXV. »Y de la octava montaña, la que tenía muchas fuentes, y todas las

criaturas del Señor bebían de las fuentes, los que creyeron son así: apóstoles y

maestros, que predican a todo el mundo, y que enseñan la palabra del Señor en

sobriedad y pureza, y no retienen parte alguna por mal deseo, sino que anduvieron

siempre en rectitud y verdad, y también recibieron el Espíritu Santo. Estos, por tanto,

tendrán entrada con los ángeles.

[103] XXVI. »Y de la novena montaña, que estaba desierta, que tenía [los] reptiles y

las fieras que destruyen a los hombres, los que creyeron son así: los que tienen las

manchas son diáconos que ejercieron mal su oficio, y saquearon la sustancia de viudas

y huérfanos, e hicieron ganancia para sí con las ministraciones que habían recibido

para ejecutar. Estos, pues, si permanecen en el mismo mal deseo, son muertos y no

hay esperanza de vida para ellos; pero si se vuelven y cumplen sus ministraciones con

pureza les será posible vivir. Pero los que están mohosos, éstos son los que han

negado al Señor y no se han vuelto a Él, sino que se han vuelto estériles y desérticos,

porque no se juntan con los siervos de Dios, sino que viven en soledad, éstos

destruyen sus propias almas. Porque como la vid dejada a solas en un seto, si se la

descuida es destruida y echada a perder por las malas hierbas, y con el tiempo se

vuelve silvestre y ya no es útil para su dueño, así también los hombres de esta clase se

han entregado al abatimiento y se vuelven inútiles para su Señor, haciéndose

silvestres. A éstos, pues, les llega el arrepentimiento, a menos que hayan negado en su

corazón; y yo no sé si uno que ha negado en su corazón es posible que viva. Y esto no

lo digo con referencia a estos días, que un hombre después de haber negado haya de

recibir arrepentimiento; porque es imposible que sea salvo el que ahora intente negar a

su Señor; pero para los que le han negado hace mucho tiempo, el arrepentimiento

parece posible. Si un hombre se arrepiente, por tanto, que lo haga rápidamente antes

que la torre sea completada; pues si no, será destruido por las mujeres y le darán

muerte. Y las piedras de tamaño reducido, éstos son los traidores y los murmuradores;

y las fieras que viste en la montaña son éstos. Porque como las fieras con su veneno

envenenan y matan a un hombre, así también las palabras de estos hombres envenenan

y matan a un hombre. Estos, pues, están mutilados en su fe, a causa de lo que se han

hecho a sí mismos; pero algunos de ellos se arrepintieron y fueron salvos; y el resto

que son de esta clase pueden ser salvos si se arrepienten; pero si no se arrepienten,

hallarán la muerte en las manos de aquellas mujeres, por cuyo poder son poseídos.

[104] XXVII. »Y de la décima montaña, en que había árboles que cobijaban a

ciertas ovejas, los que creyeron son así: obispos, personas hospitalarias, que reciben

alegremente en sus casas en todo tiempo a los siervos de Dios sin hipocresía. [Estos

obispos] en todo tiempo sin cesar dieron albergue a los necesitados y a las viudas en

sus ministraciones, y se condujeron con pureza en todo momento. A [todos] éstos,

pues, les dará asilo el Señor para siempre. Los que han hecho estas cosas, por

consiguiente, son gloriosos a la vista de Dios, y su lugar es ahora con los ángeles si

siguen hasta el fin sirviendo al Señor.

[105] XXVIII. »Y de la undécima montaña, en que había árboles llenos de fruto,

adornados con varias clases de frutos, los que creyeron son así: sufrieron por el

Nombre [del Hijo de Dios], y también sufrieron dispuestos de todo corazón, y

entregaron sus vidas.» «¿Por qué, pues, señor», pregunté yo, «tienen todos los árboles

frutos, pero algunos de estos frutos son más hermosos que otros?» «Escucha», me

dijo: «todos cuantos han sufrido por amor al Nombre son gloriosos a la vista de Dios,

y los pecados de ellos fueron quitados porque sufrieron por el nombre del Hijo de

Dios. Ahora escucha por qué sus frutos son diversos y algunos sobrepujan a otros.

Todos cuantos fueron torturados y no negaron», dijo él, «cuando fueron puestos

delante del magistrado, sino que sufrieron dispuestos, éstos son los más gloriosos a la

vista del Señor; su fruto es el que sobrepasa. Pero todos los que se acobardaron, y se

perdieron en la incertidumbre, y consideraron en sus corazones si debían negar o

confesar, y pese a todo sufrieron, sus frutos son menores, porque este designio entró

en su corazón; porque este designio es malo, que un siervo niegue a su propio señor.

Procurad, pues, los que albergáis esta idea, que este designio no permanezca en

vuestros corazones y, con todo, muráis para el Señor. Pero, el que sufre por amor al

Nombre debería glorificar a Dios, porque Dios te considera digno de que lleves este

nombre, y que todos tus pecados sean sanados. Consideraos, pues, bienaventurados; sí,

pensad, más bien, que habéis hecho una gran obra si alguno de vosotros sufre por

amor a Dios. El Señor os concede vida, y no la echáis de ver; porque vuestros pecados

os hunden, y si no hubierais sufrido por el Nombre [del Señor] habríais muerto para

Dios por razón de vuestros pecados. Estas cosas os digo a los que vaciláis con respecto

a la negación o la confesión. Confiesa que tienes al Señor, para que Él no te niegue, no

sea que, denegándole, seas entregado a la cárcel. Si los gentiles castigan a sus

esclavos, si uno de ellos niega a su señor, ¿qué pensáis que os hará el Señor que tiene

autoridad sobre todas las cosas? ¡Fuera estos designios de vuestros corazones, para

que podáis vivir para siempre en Dios!

[106] XXIX. »Y de la montaña duodécima, que era blanca, los que creyeron eran

así: eran como verdaderos recién nacidos, en cuyo corazón no hay astucia alguna, ni

han aprendido lo que es maldad, sino que permanecen siendo niños para siempre.

Estos, pues, moran, sin duda, en el reino de Dios, porque no contaminaron los

mandamientos de Dios en nada, sino que siguen siendo niños todos los días de su vida

en su mentalidad. Cuantos de vosotros, por tanto, continuéis así», dijo él, «siendo

como niños que no tienen malicia, seréis más gloriosos [aún] que los que han sido

mencionados antes; porque los niños son gloriosos a la vista de Dios, y se hallan

primero ante su vista. Bienaventurados sois, pues, cuantos habéis ahuyentado la

maldad de vosotros yos habéis revestido de inocencia; viviréis para Dios más que

todos los demás.»

Y después que hubo terminado las parábolas de las montañas, le dije: «Señor,

explícame ahora respecto a las piedras que fueron sacadas de la llanura y colocadas en

el edificio en lugar de las piedras que habían sido quitadas de la torre, y respecto a las

(piedras) redondas que fueron colocadas en el edificio, y respecto a las que son

todavía redondas.»

[107] XXX. «Oye también», me dijo, «con respecto a todas estas cosas. Las piedras

que fueron traídas de la llanura y colocadas en el edificio de la torre en lugar de las

que fueron rechazadas, son las raíces de esta montaña blanca. Cuando los que

creyeron de esta montaña fueron hallados todos sinceros, el señor de la torre ordenó

que estos de la raíz de esta montaña fueran puestos en el edificio de la torre. Porque

sabía que si estas piedras entraran en el edificio [de la torre] permanecerían brillantes

y ni una de ellas se volvería negra. Pero si hubiera añadido (piedras) de otras

montañas, se habría visto obligado a visitar la torre de nuevo y purificarla. Así pues,

todos éstos han sido hallados blancos, que han creído y que creerán; porque son de la

misma clase. ¡Bienaventurada es esta clase, porque es inocente! Oye ahora, asimismo,

respecto a las piedras redondas y brillantes. Todas éstas son de esta montaña blanca.

Ahora oye por qué fueron halladas redondas. Sus riquezas las han oscurecido y

ofuscado un poco de la verdad; pese a todo, nunca se han apartado de Dios ni ha salido

ningún mal de su boca, sino toda equidad y virtud que viene de la verdad. Por lo tanto,

cuando el Señor percibió su mente, +que ellos podían favorecer la verdad+ y al mismo

tiempo permanecer buenos, Él mandó que les fuera quitada parte de sus posesiones,

aunque no que se las quitaran del todo, de modo que pudieran hacer algún bien con lo

que les había quedado, y pudieran vivir para Dios, porque vienen de una clase buena.

Así pues, han sido recortadas un poco y colocadas en el edificio de esta torre.

[108] XXXI. »Pero las otras (piedras), que han permanecido redondas y no han sido

encajadas en el edificio porque no han recibido todavía el sello, han sido vueltas a su

propio lugar, porque fueron halladas muy redondas. Porque hay que separarlas de este

mundo y de las vanidades de sus posesiones, y entonces van a encajar en el reino de

Dios. Porque es necesario que entren en el reino de Dios; porque el Señor ha

bendecido a esta clase inocente. De esta clase, pues, ninguno perecerá. Sí, incluso si

alguno de ellos, habiendo sido tentado por el demonio más malvado, haya cometido

alguna falta, retornará rápidamente a su Señor. A todos os digo que sois

bienaventurados —yo, el ángel del arrepentimiento—, que sois sinceros e inocentes

como niños, porque vuestra parte es buena y honrosa a la vista de Dios. Además, os

mando a todos, cualesquiera que recibáis este sello, manteneos sin doblez, no guardéis

rencor, y no sigáis en vuestra maldad ni en el recuerdo de las ofensas de amargura;

sino tened un solo espíritu, y sanad estas malas divisiones y quitadlas de entre

vosotros, para que el dueño de los rebaños pueda regocijarse respecto a vosotros.

Porque él se gozará si halla todas las cosas bien. Pero si halla alguna parte del rebaño

desparramada, ¡ay de los pastores! Porque si resulta que los mismos pastores están

esparcidos, ¿cómo van a responder de los rebaños? ¿Dirán que fueron hostigados por

el rebaño? Nadie los creería. Porque es algo increíble que un pastor sea herido por su

rebaño, y aún será castigado más a causa de su falsedad. Y yo soy el pastor, y me

corresponde estrictamente rendir cuentas de vosotros.

[109] XXXII. »Enmendaos, pues, en tanto que la torre está en curso de edificación.

El Señor mora con los hombres que aman la paz; porque El ama la paz; pero de los

contenciosos y de los que son dados a la maldad, manteneos lejos. Restaurad, pues, a

El íntegro vuestro espíritu tal como lo recibisteis. Porque supongamos que has dado a

un lavandero un vestido entero, y deseas recibirlo de nuevo entero, pero el lavandero

te lo devuelve rasgado, ¿vas a aceptarlo? ¿No vas al punto a indignarte, y le llenarás

de reproches, diciendo: "El vestido que te di estaba entero; por qué lo has rasgado y lo

has hecho inútil? Como ves, a causa del desgarro que has hecho en él ya no puede ser

usado." ¿No dirás, pues, todo esto a un lavandero a causa del desgarro que ha hecho en

tu vestido? Por tanto, si tú te enojas tanto a causa de tu vestido, y te quejas porque no

lo recibiste entero, ¿qué crees que te hará el Señor a ti, El, que te dio el espíritu entero,

y tú lo has dejado absolutamente inútil, de modo que no puede servir para nada a su

Señor? Porque su utilidad se volvió inutilidad cuando tú lo echaste a perder. ¿No va,

pues, el Señor de este espíritu a castigarte [a ti con la muerte] por este hecho?»

«Ciertamente», le dije, «a todos aquellos a quienes Él halla persistiendo en la malicia,

Él los castigará.» «No pisotees su misericordia», dijo él, «sino glorifícale, porque Él es

tan paciente con tus pecados, y no es como tú. Practica, pues, el arrepentimiento que

es apropiado para ti.

[110] XXXIII. »Todas estas cosas que he escrito antes yo, el pastor, el ángel del

arrepentimiento, las he declarado y dicho a los siervos de Dios. Así pues, creeréis y

escucharéis mis palabras, y andaréis en ellas, y enmendaréis vuestros caminos y

podréis vivir. Pero si seguís en la maldad y en albergar malicia, ninguno de esta clase

vivirá para Dios. Todas las cosas que yo había de decir (ahora) te las he dicho a ti.» El

pastor me dijo: «¿Me has hecho todas tus preguntas?» Y yo le contesté: «Sí, señor.»

«¿Por qué, pues, no me has preguntado respecto a la forma de las piedras colocadas en

el edificio cuando llenamos sus formas?» Y le dije: «Señor, me olvidé.» «Oye ahora»,

me dijo, «respecto a ellas. Estas son los que han oído mis mandamientos, y han

practicado arrepentimiento con todo su corazón. Por ello, cuando el Señor vio que su

arrepentimiento era bueno y puro, y que podían continuar en él, ordenó que sus

pecados anteriores fueran borrados. Sus formas, pues, eran sus pecados anteriores, y

han sido borrados con cincel para que no puedan aparecer más.»

Décima Parábola

[111] I. Después de haber escrito este libro por completo, el ángel que me había

puesto en manos del pastor vino a la casa en que yo estaba, y se sentó en un sofá, y el

pastor estaba de pie a su mano derecha. Entonces me llamó y me habló de esta

manera: «Te he puesto en las manos de este pastor», me dijo, «a ti y a tu casa, para

que puedas ser protegido por él.» «Cierto, señor», le contesté. Y él me dijo: «Así pues,

si deseas ser protegido de toda molestia y toda crueldad, tener éxito también en toda

buena obra y palabra, y todo el poder de la justicia, anda en sus mandamientos, que te

he dado, y podrás dominar toda maldad. Porque si guardas sus mandamientos, se te

someterá todo mal deseo y dulzura de este mundo; además, te acompañará el éxito en

toda buena empresa. Abraza su seriedad y moderación, y proclama a todos los

hombres que él es tenido en gran honor y dignidad por el Señor, y es un gobernante de

gran autoridad y poderoso en su cargo. A él solo, en todo el mundo, se le ha asignado

autoridad sobre el arrepentimiento. ¿Te parece, pues, que es poderoso? Con todo, tú

desprecias la seriedad y moderación que él usa hacia ti.»

[112] II. Yo le dije: «Pregúntale, señor, a él mismo, si desde el momento en que él

llegó a mi casa he hecho algo impropio con lo cual le haya ofendido.» «Yo ya sé», me

contestó él, «que no has hecho nada impropio ni estás a punto de hacerlo. Y por ello te

digo estas cosas, para que perseveres. Porque él me ha presentado un buen informe

acerca de ti. Tú, pues, dirás estas palabras a otros, para que aquellos que también

practican o practicarán el arrepentimiento puedan ser del mismo sentir que tú; y él

pueda darme un buen informe de ellos a mí y al Señor.» «Yo también, señor», le dije,

«declaro a todo hombre las poderosas obras del Señor; porque espero que todos los

que han pecado en el pasado, si oyen estas cosas, se arrepentirán con gozo y

recobrarán la vida.» «Sigue, pues», me dijo él, «en tu ministerio, y complétalo hasta el

fin. Porque todo el que cumple sus mandamientos tendrá vida; sí, este hombre (tendrá)

gran honor ante el Señor. Pero todos los que no guardan sus mandamientos huyen de

su propia vida, y se oponen a Él, y no siguen sus mandamientos, sino que se entregan

ellos mismos a la muerte; y cada uno de ellos pasa a ser culpable de su propia sangre.

Pero a ti te digo que obedezcas estos mandamientos, y tendrás remedio para tus

pecados.

[113] III. »Además, te he enviado a estas vfrgenes para que puedan morar contigo;

porque he visto que son propicias hacia ti. Tenlas, pues, como ayudadoras, para que

seas más capaz de guardar sus mandamientos; porque es imposible guardar estos

mandamientos sin la ayuda de estas vfrgenes. Veo también que están contentas de

estar contigo. Pero te encargo que no se aparten en absoluto de tu casa. Sólo que

purifiques tu casa; porque en una casa limpia ellas residen contentas. Porque son

limpias y castas y diligentes, y todas son favorecidas por el Señor. Por tanto, si hallan

tu casa pura, permanecerán contigo; pero si ocurre la más leve contaminación,

abandonarán tu casa al instante. Porque estas vírgenes no toleran la contaminación en

forma alguna.» Y yo le dije: «Señor, espero que les seré agradable, de modo que

puedan residir contentas en mi casa para siempre; y tal como aquel a quien tú me

encomendaste reside en mi casa para siempre, del mismo modo ellas no se quejarán.»

Y él dijo al pastor: «Veo que desea vivir como siervo de Dios, y que guardará estos

mandamientos y dará a estas vfrgenes una habitación limpia.» Con estas palabras, una

vez más me encomendó al pastor, y llamó a las vírgenes, y les dijo: «Por cuanto veo

que estáis contentas de residir en la casa de este hombre, os lo encomiendo, a él y a su

casa, para que no os apartéis en absoluto de su casa.» Y ellas escucharon estas

palabras con alegría.

[114] IV. Entonces el ángel me dijo a mí: «Pórtate como un hombre en este servicio;

declara a todos las poderosas obras del Señor, y tendrás favor en este ministerio. Todo

el que anda en sus mandamientos, pues, vivirá y será feliz en su vida; pero todo el que

los descuida, no vivirá y será desgraciado en su vida. Encarga a todos los hombres que

pueden obrar rectamente que no cesen en la práctica de las buenas obras; porque es

útil para ellos. Digo, además, que todo hombre debe ser rescatado de la desgracia;

porque el que tiene necesidad, y sufre desgracias en su vida diaria, está en gran

tormento y necesidad. Así pues, todo el que rescata de la penuria una vida de esta

clase, obtiene un gran gozo para sí mismo. Porque el que es hostigado por la desgracia

de esta clase es afligido y torturado con igual tormento que el que está en cadenas.

Porque muchos hombres, a causa de calamidades de esta clase, como ya no lo pueden

resistir más, recurren a la violencia contra ellos mismos. Por tanto, el que conoce la

calamidad de un hombre de esta clase y no lo rescata, comete un gran pecado, y se

hace culpable de la sangre del mismo. Haced, pues, buenas obras todos los que hayáis

recibido (beneficios) del Señor, no sea que, demorándoos en hacerlas, sea completada

entretanto la edificación de la torre. Porque es a causa de vosotros que ha sido

interrumpida la obra de edificación. A menos que os apresuréis a obrar bien, la torre

será completada entretanto, y vosotros os quedaréis fuera.»

Cuando hubo terminado de hablar conmigo, se levantó del sofá y se marchó,

llevándose consigo al pastor y a las vírgenes. Me dijo, sin embargo, que enviaría al

pastor y a las vírgenes de nuevo a mi casa.

Fuente: Los Padres Apostólicos, por J. B. Lightfoot. Editorial CLIE www.clie.es

FRAGMENTOS DE PAPÍAS

(Citas en la literatura cristiana primitiva)

I. Eusebio, Cronicón (Syncell 655, 14) por Olymp. 220

Ireneo y otros registraron que Juan el Teólogo y apóstol sobrevivió hasta los tiempos

de Trajano; después de aquel tiempo, Papías de Hierápolis y Policarpo, obispo de

Esmirna, que fueron oyentes suyos, llegaron a ser bien conocidos.

II. Eusebio, Hist. Ecl. iii. 36, 1. 2

En este tiempo floreció en Asia Policarpo, un discípulo de los apóstoles, que había

recibido el obispado de la iglesia de Esmirna de manos de testigos y ministros del

Señor. En este tiempo se distinguió Papías, que era él mismo también obispo de la

diócesis de Hierápolis.

III. Eusebio, Hist. Ecl. iii. 39

Existen cinco libros de Papías, que tienen el título de Exposiciones de los Oráculos del

Señor. De éstos Ireneo hace también mención como los únicos libros que escribió, con

las siguientes palabras: «Estas cosas testificó Papías, que fue oidor de Juan y

compañero de Policarpo, un hombre digno antiguo, al escribir en el cuarto desus

libros. Porque hay cinco libros compuestos por él. Hasta aquí Ireneo.

Con todo, Papías mismo, en el prefacio de sus discursos, no declara, por cieno, que él

mismo fuera oyente y testigo de vista de los santos apóstoles, pero muestra, por el

lenguaje que usa, que recibió las materias de la fe de los que fueron amigos de ellos.

Pero yo no tendré escrúpulos también en citaros un lugar (de origen), junto con

mis interpretaciones, de todo lo que he aprendido cuidadosamente y recordado

cuidadosamente en el pasado de los ancianos, garantizándoos su verdad. Porque,

al revés de muchos, no tuve placer en los que tienen mucho que decir, sino en los

que enseñan la verdad; no en los querefieren mandamientos extraños, sino en

aquellos (que dan testimonio de) los que dio el Señor para la fe, y se derivan de la

misma verdad. Y también, siempre que venía una persona (cerca de mí) que

había sido seguidor de los ancianos, inquiría de él sobre los discursos de los

ancianos: lo que había dicho Andrés, o Pedro, o Felipe, o Tomás, o Jacobo, o

Juan, o Mateo, o algún otro de los discípulos del Señor, o lo que dicen Aristión y

el anciano (presbítero) Juan, discípulos del Señor. Porque no creía poder sacar

tanto provecho del contenido de libros como de las expresiones de una voz viva y

permanente.

Aquí vale la pena observar que él enumera dos veces el nombre de Juan. Primero lo

menciona en conexión con Pedro y Jacobo y Mateo y el resto de los apóstoles,

evidentemente indicando al Evangelista, pero el otro Juan lo menciona después de un

intervalo y lo pone con otros fuera del número de los apóstoles, colocando a Aristión

delante de él, y llamándole de modo bien claro un «anciano». Así que por ello resulta

bien evidente que es verdadera la afirmación de los que dicen que había dos personas

de este nombre en Asia, y que había dos tumbas en Efeso, cada una de las cuales hasta

el día de hoy es llamada (la tumba) de Juan. Y es importante notar esto; porque es

probable que fuera el segundo, si uno no quiere admitir que fuera el primero, que vio

la Revelación que es atribuida al nombre de Juan. Y Papías, del cual estamos hablando

ahora, confiesa que él ha recibido las palabras de los apóstoles de aquellos que los

habían seguido, pero dice que él mismo era un oyente de Aristión y el anciano Juan.

En todo caso, los menciona frecuentemente por su nombre, y además registra sus

tradiciones en sus escritos. Basta de estos puntos que espero no han sido aducidos sin

provecho.

Vale la pena, no obstante, añadir a las palabras de Papías que se dan en los otros

párrafos suyos transcritos antes, en que él da testimonio de algunos otros sucesos

maravillosos semejantes, que le habrían llegado por tradición. Ya se ha dicho que

Felipe el apóstol residía en Hierápolis con sus hijas, y debe ser notado aquí que

Papías, su contemporáneo, refiere que él había oído una historia maravillosa de las

hijas de Felipe. Porque él refiere que en su tiempo se levantó un hombre de los

muertos, y también da otra historia maravillosa sobre Justo, que tenía por sobrenombre

Barsabás, y que éste había bebido un veneno mortal, y, con todo, por la gracia del

Señor, no sufrió daño alguno. De este Justo, el libro de Hechos consigna que después

de la ascensión del Salvador los santos apóstoles le designaron con Matías, y oraron

pidiendo una elección (recta), en lugar del traidor Judas, que completara su número. El

pasaje es más o menos como sigue: «Y presentaron a dos, José, llamado Barsabás,

por sobrenombre Justo, y Matías; y oraron y dijeron.» Este mismo escrito ha

registrado otras noticias que le habrían llegado por tradición oral, ciertas parábolas

extrañas del Salvador y enseñanzas suyas, y algunas otras afirmaciones de un carácter

más bien mítico. Entre las cuales él dice que habrá un período de unos diez mil años

después de la resurrección, y que el reino de Cristo será establecido en forma material

sobre esta tierra. Estas ideas supongo él las obtuvo por un malentendido de los relatos

apostólicos, no dándose cuenta de que las cosas registradas allí en figuras se decían

místicamente. Porque, evidentemente, era un hombre de capacidad muy humilde,

como se puede juzgar de sus propias afirmaciones; pese a todo, se debe a él el que

tantos padres de la iglesia después de él hayan adoptado una opinión semejante,

instando en apoyo de la misma la antigüedad del hombre, como por ejemplo Ireneo y

todos los que han declarado que sostenían ideas semejantes. Papías también da en su

propia obra otros relatos de las palabras del Señor sobre la autoridad de Aristión, que

ha sido mencionado antes, y tradiciones del anciano Juan. A éstos remitimos al

curioso, y para nuestro propósito actual añadiremos meramente a sus palabras, que han

sido citadas antes, una tradición que él refiere en las siguientes palabras, respecto a

Marcos, el que escribió el Evangelio:

Y el anciano dijo esto también: Marcos, habiendo pasado a ser el intérprete de

Pedro, escribió exactamente todo lo que recordaba, sin embargo no registrándolo

en el orden que había sido hecho por Cristo. Porque él ni oyó al Señor ni le

siguió; pero después, como he dicho, (ayudó) a Pedro, el cual adaptó sus

instrucciones a las necesidades (de sus oyentes), pero no tenía intención de dar un

relato conexo de las palabras del Señor. Así que Marcos no hizo distinción

cuando escribió algunas cosas tal como las recordaba; porque en lo que tenía

interés, era en no omitir nada de lo que había oído, y en no consignar ninguna

afirmación falsa en ello.

Éste es, pues, el relato que da Papías respecto a Marcos. Pero, con respecto a Mateo,

hace la siguiente afirmación:

Así que entonces Mateo compuso las palabras en lengua hebrea, y cada uno las

interpretó como pudo.

El mismo escritor empleó testimonios procedentes de la primera Epístola de Juan, y

también de la de Pedro. Y ha referido otra historia sobre una mujer acusada de muchos

pecados delante del Señor, que se halla en el Evangelio según los Hebreos.

IV. Pericope Adulterae; ver Westcott y Hort: The New Testament in the Original

Greek, 1. p. 241, II. pp. 82 ss. 91; Lightfoot: Essays on Supernatural Religion, p.

203 ss.

Y se fueron cada uno a su propia casa; pero Jesús se fue al monte de los Olivos. Y

temprano por la mañana Él volvió al templo, [y todo el pueblo se allegó a Él; y Él

se sentó, y les enseñaba]. Y los escribas y los fariseos traen una mujer

sorprendida en adulterio; y habiéndola puesto en medio, le dicen: Maestro, esta

mujer ha sido sorprendida en adulterio, en el mismo acto. Ahora bien, en la ley

de Moisés [se nos] manda que apedreemos a las tales; tú, pues, ¿qué dices? [Y

esto lo decían para tentarle, para tener de qué acusarle.] Pero Jesús se inclinó, y

con el dedo escribía en el sueJo. Pero cuando ellos siguieron preguntando [le], Él

se levantó y [les] dijo: El que esté sin pecado entre vosotros, le eche la primera

piedra. Y de nuevo se inclinó, y escribía en el suelo. Y ellos, cuando lo oyeron, se

fueron uno a uno, empezando por los más ancianos; y Él se quedó solo, y la mujer

allí donde estaba, en medio. Y Jesús se levantó, y le dijo: Mujer, ¿dónde están?

¿Ninguno te condena? Y ella dijo: Ninguno, Señor. Y Jesús le dijo: Ni yo te

condeno; sigue tu camino; a partir de ahora no peques mas.

V. Felipe de Side (?), Hist. de Cristo

Papías, obispo de Hierápolis, que fue un discípulo de Juan el Teólogo y un compañero

de Policarpo, escribió cinco libros de Palabras del Señor, en los cuales da una lista de

los apóstoles, y, después de Pedro y Juan, Felipe y Tomás y Mateo, incluye entre los

discípulos del Señor a Aristión y a un segundo Juan, a quien llamaba también «el

anciano». [Dice] que algunos creen que este Juan es el autor de las dos Epístolas

cortas y católicas, que son publicadas en el nombre de Juan; y da como razón el que

los (padres) primitivos sólo aceptaran la primera epístola. Algunos también han

considerado equivocadamente al Apocalipsis como suyo (esto es, del anciano Juan).

Papías también está equivocado sobre el Milenio, y a partir de él Ireneo también.

Papías, en su segundo libro, dice que los judíos dieron muerte a Juan el Teólogo y a

Jacobo su hermano. El mencionado Papías afirmó, bajo la autoridad de las hijas de

Felipe, que Barsabás, que es también llamado el Justo, cuando le desafiaron a hacerlo

algunos no creyentes, bebió veneno de serpiente en el nombre del Señor, y fue

protegido de todo mal. Hace también otras afirmaciones maravillosas, y en particular

sobre la madre de Manaím que resucitó de los muertos. En cuanto a los que fueron

levantados de los muertos por Cristo, (afirma él) que ellos sobrevivieron hasta el

tiempo de Adriano.

VI. Georgius Hamartolus, Cronicón

Después de Domiciano reinó Nerva un año, el cual mandó llamar a Juan de la isla

(esto es, Patmos) y le permitió que residiera en Éfeso. En este tiempo él era el único

superviviente de los doce apóstoles, y después de esciribir su Evangelio recibió el

honor del martirio. Porque Papías, obispo de Hierápolis, que fue un testigo presencial

suyo, en el segundo libro de las Palabras del Señor dice que fue muerto por los judíos,

y con ello, evidentemente, cumplió, junto con su hermano, la profecía de Cristo con

respecto a ellos, y su propia confesión y empeño respecto a él. Porque cuando el Señor

les dijo: ¿Podéis beber de la copa que yo bebo?, y ellos asintieron al punto, él dijo: Mi

copa beberéis, y del bautismo que soy bautizado seréis bautizados. Y es natural que

sea así, porque es imposible que Dios mienta. Esto también afirma el sabio Orígenes

en su interpretación del Evangelio de san Mateo, que Juan fue martirizado, declarando

que él había sabido el hecho por los sucesores de los apóstoles. Y verdaderamente el

bien informado Eusebio también, en su Historia Eclesiástica, dice: «Tomás recibió por

suerte Partia, pero Juan, Asia, donde fijó su residencia, y murió en Efeso.»

VII. Jerónimo, de vir. illust. 18

Papías, un oyente de Juan, (y) obsipo de Hierápolis en Asia, escribió sólo cinco libros,

que él tituló Una Exposición de los Discursos del Señor. En los cuales, cuando afirma

en su prefacio que no está siguiendo afirmaciones promiscuas, sino que tiene a los

apóstoles como sus autoridades, dice:

Yo acostumbraba inquirir lo que habían dicho Andrés, o Felipe, o Tomás, o

Jacobo, o Juan, o Mateo, o cualquier otro de los discípulos del Señor, y lo que

están diciendo Aristión y el anciano Juan, los discípulos del Señor. Porque los

libros para leer no me aprovechan tanto como la viva voz resonando claramente

en el día de hoy en (la persona de) sus autores.

De lo cual se ve claro que en su lista de nombres hay un Juan que es contado entre los

apóstoles, y otro, el anciano Juan, a quien enumera después de Aristión. Hemos

mencionado este hecho a causa de la afirmación que hicimos antes, que hemos

registrado bajo la autoridad de muchos, que las dos últimas epístolas de Juan no son

(la obra) del apóstol, sino del anciano. Este (Papías) se dice que propagó la tradición

judía de un Milenio, y que fue seguido por Ireneo, Apolinario y los otros, que dicen

que después de la resurrección el Señor reinará en la carne con los santos.

VIII. Jerónimo, ad Lucinium Epist. 71(28), c. 5

Además, me ha llegado un falso rumor según el cual los libros de Josefo y los escritos

de Papías y Policarpo han sido traducidos por mí; pero yo no tengo tiempo libre ni

fuerza para traducir obras así a otra lengua con la elegancia correspondiente.

IX. Jerónimo, ad Theodoram Epist. 75 (29), c. 3

Ireneo, un discípulo de Papías que fue oyente de Juan el Evangelista, refiere.

X. Andrés de Cesarea, Prefacio al Apocalipsis

Sin embargo, con respecto a la inspiración del libro (esto es, el Apocalipsis),

consideramos superfluo escribir de modo extenso; puesto que el bienaventurado

Gregorio (quiero decir el Teólogo) y Cirilo, y hombres de una generación pasada, así

como Papías, Ireneo, Metodio e Hipólito, dan testimonio de su autenticidad.

XI. Andrés de Cesarea, in Apocalypsin, c. 34, serm. 12

Pero Papías dice, palabra por palabra (le cito):

A algunos de ellos, claramente a los ángeles que eran santos al principio, El les

dio dominio también sobre la ordenación del universo, y El los comisionó a que

ejercieran su dominio bien.

Y dice luego:

Pero sucedió que su ordenación no sirvió de nada; porque el gran dragón, la

antigua serpiente, que es llamada también Satanás y el diablo, fue echado, sí, fue

echado a la tierra, él y sus ángeles.

XII. Anastasio de Sinaí, Contempl. Anagog. in Hexaëm, 1.

Teniendo su comienzo en Papías el grande, de Hierápolis, el discípulo del apóstol que

reclinó su cabeza sobre el pecho de Cristo, y de Clemente, Panteno el sacerdote de los

alejandrinos, y Amonio el gran erudito, estos antiguos y primeros expositores que

están de acuerdo entre sí en entender toda la obra de los seis días (como refiriéndose) a

Cristo y a su Iglesia.

XIII. Anastasio de Sinaí, Contempl. Anag. in Hexaëm, vii

Así pues, los expositores más antiguos de las iglesias, quiero decir Filón el filósofo, y

contemporáneo de los apóstoles, y el famoso Papías de Hierápolis, el discípulo de

Juan el Evangelista.., y sus asociados, interpretaron los dichos sobre el Paraíso

espiritualmente, y los refirieron a la Iglesia de Cristo.

XIV. Iirineo, Haer., v. 33. 3, 4

La bendición así predicha pertenece indudablemente a los tiempos del Reino, cuando

los justos se levantarán de los muertos y reinarán, cuando también la creación

renovada y liberada de servidumbre producirá una gran abundancia de alimento de

todas clases, del rocío del cielo y la gordura de la tierra; como los ancianos, que

vieron a Juan el discípulo del Señor, refieren que oyeron de él que el Señor

acostumbraba enseñar respecto a aquellos tiempos y decir:

Vendrán días en que crecerán vides, cada una de las cuales tendrá diez mil

brotes, y cada brote diez mil ramas, y cada rama diez mil ramitas, y en cada

ramita diez mil racimos, y en cada racimo diez mil granos, y cada racimo, una

vez prensado, producirá veinticinco medidas de vino. Y cuando alguno de los

santos habrá tomado en la mano uno de estos racimos, otro gritará: Yo soy un

racimo mejor; tómame, bendice al Señor a través de mí. Del mismo modo, un

grano de trigo producirá diez mil espigas, y cada espiga tendrá diez mil granos, y

cada grano diez libras de harina fina, brillante y limpia, y los otros frutos,

semillas y hierbas producirán proporciones similares, y todos los animales,

usando estos frutos que son productos del suelo, se volverán pacíficos y

armoniosos, obedientes al hombre en toda sujeción.

De estas cosas Papías, que fue un oyente de Juan y un compañero de Policarpo,

hombre respetado, dio testimonio por escrito en el cuarto de sus libros, porque

compuso cinco. Y añadió, diciendo:

Pero estas cosas son creíbles a los que creen. Y cuando Judas el traidor no creyó,

y preguntó: ¿Cómo van a ser realizadas estas cosas por el Señor?, refiere que el

Señor le dijo: Lo verán los que lleguen a estos (tiempos).

XV. Máximo el Confesor, Schol. in libr. Dionys. Areopag. de eccl. hierarch., c. 2

Los que practican la inocencia y sinceridad hacia Dios acostumbraban ser llamados

niños, como también muestra Papías en el primer libro de las Exposiciones del Señor,

y Clemente de Alejandría en el Pedagogo.

XVI. Máximo el Confesor, Schol. in libr. Dionys. Areopag. de eccl. hierarch., c. 7

Dice esto, él, indicando veladamente, supongo, a Pa pías de Hierápolis en Asia, el cual

fue un obispo en aquel tiempo y floreció en los días del santo Evangelista Juan.

Porque este Papías, en el cuarto libro de sus Exposiciones Dominicales, menciona

viandas como fuentes de deleites en la resurrección... E Ireneo de Lyon dice lo mismo

en su quinto libro contra las herejías, y presenta en apoyo de sus afirmaciones al antes

mencionado Papías.

XVII. Focio, Bibliotheca 232, sobre Stefanus Gobarus

Ni tampoco (sigue Stefanus) a Papías, el obispo y mártir de Hierápolis, ni a Ireneo, el

santo obispo de Lyon, cuando dicen que el reino del cielo consistirá en el disfrutar de

ciertos alimentos materiales.

XVIII. Compilado de Cramer, Catena ad Acta SS. Apost. (1838) p. 12 ss., y otras

fuentes

Apolinario. «Judas no murió ahorcado, sino que vivió, pues fue cortada la cuerda antes

que quedara asfixiado. Y los Hechos de los Apóstoles muestran esto, que cayó de

cabeza y se abrió por la mitad, y salieron todas sus entrañas. Este hecho lo refiere

más claramente Papías, el discípulo de Juan, en el cuarto (libro) de su Exposición de

las Palabras del Señor, como sigue:

Judas anduvo por este mundo como un ejemplo terrible de impiedad; su carne

hinchada hasta tal extremo que, donde un carro podía pasar sin estrechez, él no

podía pasar, ni aun la masa de su cabeza meramente. Dicen que sus párpados se

hincharon hasta el punto que no podía ver la luz en absoluto, en tanto que sus

ojos no eran visibles ni aun para un médico que mirara con un instrumento;

tanto se habían hundido en la superficie... »

(*) Sus partes vergonzosas dicen que aparecían más repugnantes y mayores que

que cuanto hay de indecoroso y que echaba por ellas de todo su cuerpo pus y

gusanos para escarnio sobre los propios excrementos. Y después de muchos

tormentos y castigos, murió -dicen- en un lugar de su propiedad, que quedó

desuierto y depoblado hasta el presente a causa del mal olor. Es más, hasta el día

de hoy no se puede pasar cerca de aquel lugar si no se tapa las narices con las

manos. Tan enorme fue la putrefacción que se derramó de su carne sobre la

tierra.

XIX. Un manuscrito Vaticano del siglo nueve

Aquí comienza el argumento del Evangelio según Juan. El Evangelio de Juan fue dado

a conocer y entregado a las Iglesias por Juan, en tanto que permaneció en el cuerpo;

como ha referido (un tal) Papías por nombre, de Hierápolis, un discípulo amado de

Juan, en sus cinco libros exotéricos (léase exegéticos); pero él escribió correctamente

el Evangelio que le dictó Juan.

(*) Pero Marción , hereje, habiendo sido reprobado por él, por sentir de modo

contrario, fue rechazado por Juan. Aquel, empero, le había traído escritos o cartas de

los hermanos que estaban en el Ponto.

XX. Catena, Patr. Graec. in S. Joan, publicado por B. Corder

Porque el último de éstos, Juan, por sobrenombre el Hijo del Trueno, cuando llegó a

una edad muy avanzada, como nos han dicho Ireneo y Eusebio y una sucesión de

historiadores dignos de confianza, hacia el tiempo en que surgían terribles herejías,

dictó el Evangelio a su propio discípulo, el virtuoso Papías de Hierápolis, para rellenar

lo que faltaba en los que antes que él habían proclamado la palabra a las naciones por

toda la tierra.

Fuente principal: Los Padres Apostólicos, por J. B. Lightfoot. Editorial CLIE

www.clie.es

(*) = Fuente complementaria: Padres Apostólicos, por Daniel Ruiz Bueno. BAC