Ignacio, llamado también Teóforo, a Policarpo, que es obispo de la iglesia de Esmirna, o más bien que tiene por su obispo a Dios el Padre y a Jesucristo, saludos en abundancia.
I. Dando la bienvenida a tu mente piadosa que está afianzada
como si fuera en una roca inconmovible, doy gloria sobremanera de que me haya
sido concedido ver tu faz intachable, por la cual tengo gran gozo en Dios. Te
exhorto por la gracia de la cual estás revestido que sigas adelante en tu curso
y en exhortar a todos los hombres para que puedan ser salvos. Reivindica tu
cargo con toda diligencia de carne y de espíritu. Procura que haya unión, pues
no hay nada mejor que ella. Soporta a todos, como el Señor te soporta. Toléralo
todo con amor, tal como haces. Entrégate a oraciones incesantes. Pide mayor
sabiduría de la que ya tienes. Sé vigilante, y evita que tu espíritu se
adormile. Habla a cada hombre según la manera de Dios. Sobrelleva las dolencias
de todos, como un atleta perfecto. Allí donde hay más labor, hay mucha ganancia.
II. Si amas a los entendidos, esto no es nada que haya que
agradecérsete. Más bien somete a los más impertinentes por medio de la
mansedumbre. No todas las heridas son sanadas por el mismo ungüento. Suaviza
los dolores agudos con fomentos. Sé prudente como la serpiente en todas las
cosas e inocente siempre como la paloma. Por esto estás hecho de carne y
espíritu, para que puedas desempeñar bien las cosas que aparecen ante tus ojos;
y en cuanto a las cosas invisibles, ruega que te sean reveladas, para que no
carezcas de nada, sino que puedas abundar en todo don espiritual. Los tiempos
te lo requieren, como los pilotos requieren vientos, o un marino zarandeado por
la tormenta (busca) un asilo, para poder llegar a Dios. Sé sobrio, como atleta
de Dios. El premio es la incorrupción y la vida eterna, con respecto a la cual
ya estás persuadido. En todas las cosas te soy afecto, yo y mis cadenas, que tú
estimaste.
III. No te desmayes por los que parecen ser dignos de
crédito y, pese a todo, enseñan doctrina extraña. Mantente firme como un yunque
cuando lo golpean. A un gran atleta le corresponde recibir golpes y triunfar.
Pero por amor de Dios hemos de soportar todas las cosas, para que El nos
soporte a nosotros. Sé, pues, más diligente de lo que eres. Marca las
estaciones. Espera en Aquel que está por encima de toda estación, el Eterno, el
Invisible, que se hizo visible por amor a nosotros, el Impalpable, el
Impasible, que sufrió por amor a nosotros, que sufrió en todas formas por amor
a nosotros.
IV. Que no se descuide a las viudas. Después del Señor sé tú
su protector. Que no se haga nada sin tu consentimiento; ni hagas nada tú sin
el consentimiento de Dios, como no lo haces. Mantente firme. Que se celebren
reuniones con más frecuencia. Dirígete a todos por su nombre. No desprecies a
los esclavos, sean hombres o mujeres. Pero no permitas que éstos se engrían,
sino que sirvan más fielmente para la gloria de Dios, para que puedan obtener
una libertad mejor de Dios. Que no deseen ser puestos en libertad a expensas
del pueblo, para que no. sean hallados esclavos de su (propia) codicia.
V. Evita las malas artes, o más bien evita incluso la
conversación o plática sobre ellas. Di a mis hermanas que amen al Señor y estén
contentas con sus maridos en la carne y en el espíritu. De la misma manera
encargo a mis hermanos en el nombre de Jesucristo que amen a sus esposas, como
el Señor amó a la Iglesia. Si alguno puede permanecer en castidad para honrar
la carne del Señor, que lo haga sin jactarse. Si se jacta, está perdido; y si
llega a ser conocido más que el obispo, está contaminado. Es apropiado que
todos los hombres y mujeres, también, cuando se casan, se unan con el
consentimiento del obispo, para que el matrimonio sea según el Señor y no según
concupiscencia. Que todas las cosas se hagan en honor de Dios.
VI. Prestad atención al obispo, para que Dios también os
ténga en cuenta. Yo soy afecto a los que están sometidos al obispo, a los
presbíteros y a los diáconos. Que me sea concedido el tener mi porción con
ellos en la presencia de Dios. Laborad juntos los unos con los otros, luchad
juntos, corred juntos, sufrid juntos, reposad juntos, levantaos juntos, como
mayordomos y asesores y ministros de Dios. Agradad al Capitán en cuyo ejército
servís, del cual también habéis de recibir la paga. Que ninguno sea hallado
desertor. Que vuestro bautismo permanezca en vosotros como vuestro escudo;
vuestra fe como vuestro yelmo; vuestro amor como vuestra lanza; vuestra
paciencia como la armadura del cuerpo. Que vuestras obras sean vuestras
garantías, para que podáis recibir los haberes que se os deben. Por tanto, sed
pacientes unos con otros en mansedumbre, como Dios con vosotros. Que siempre
pueda tener gozo de vosotros.
VII. Siendo así que la iglesia que está en Antioquía de Siria
tiene paz, según se me ha informado, por medio de vuestras oraciones, ello ha
sido una gran consolación para mí, puesto que Dios ha eliminado mi
preocupación; si es posible, que a través del sufrimiento pueda llegar a Dios,
para que sea tenido como discípulo, mediante vuestra intercesión. Te conviene,
muy bienaventurado Policarpo, convocar un concilio piadoso y elegir a alguno
entre vosotros, a quien tú quieras y que sea celoso también, y que sea digno de
llevar el nombre de correo de Dios —para que se le nombre, digo, y que vaya a
Siria y glorifique vuestro celoso amor para la gloria de Dios—. Un cristiano no
tiene autoridad sobre sí mismo, sino que da su tiempo a Dios. Esta es la obra
de Dios, y la vuestra también, cuando la terminéis; porque confío en la gracia
divina que estáis dispuestos a hacer un acto benéfico que es apropiado para
Dios. Conociendo el fervor de tu sinceridad, te he exhortado en una carta
breve.
VIII. Como no he podido escribir a todas las iglesias debido
a que parto súbitamente de Troas para Neápolis, según manda la voluntad divina,
escribirás tú a las iglesias nombradas delante, como uno que conoce el
propósito de Dios, con miras a que ellos hagan también lo mismo: que los que
puedan, envíen mensajeros, y el resto canas por las personas enviadas por ti,
para que puedan ser glorificados por un acto que siempre sera recordado; porque
esto es digno de ti.
Saludo a todos por nombre, en especial a la esposa de
Epitropo, con toda su casa y sus hijos. Saludo a Attalus, amado mío. Saludo también
al que será designado para ir a Siria. La gracia será con él siempre, y con
Policarpo que le envía. Mis mejores deseos siempre en nuestro Dios Jesucristo,
en quien permanecéis en la unidad y supervisión de Dios. Saludo a Alce, un
nombre muy querido para mí. Pasadlo bien en el Señor.