Ignacio, llamado también Teóforo, a la (iglesia) que ha sido bendecida por la gracia de Dios el Padre en Cristo Jesús nuestro Salvador, en quien saludo a la iglesia que está en Magnesia junto al Meandro, y le envío abundantes salutaciones en Dios el Padre y en Jesucristo.
I. Cuando me enteré del superabundante buen orden de vuestro
amor en los caminos de Dios, me alegré y decidí comunicarme con vosotros en la
fe de Jesucristo. Porque siendo contado digno de llevan un nombre piadoso, en
estas cadenas que estoy llevando, canto la alabanza de las iglesias; y ruego
que pueda haber en ellas unión de la carne y del espíritu que es de Jesucristo,
nuestra vida siempre segura: una unión de fe y de amor preferible a todas las
cosas, y —lo que es más que todas ellas— una unión con Jesús y con el Padre; en
el cual, si sufrimos con paciencia todas las asechanzas del príncipe de este
mundo y escapamos de ellas, llegaremos a Dios.
II. Por cuanto, pues, me fue permitido el veros en la
persona de Damas vuestro piadoso obispo y vuestros dignos presbíteros Bassus y
Apolonio y mi consiervo el diácono Socio, en quien de buena gana me gozo,
porque está sometido al obispo como a la gracia de Dios y al presbiterio como a
la ley de Jesucristo.
III. Sí, y os corresponde a vosotros también no tomaros
libertades por la juventud de vuestro obispo, sino, según el poder de Dios el
Padre, rendirle toda reverencia, tal como he sabido que los santos presbíteros
tampoco se han aprovechado de la evidente condición de su juventud, sino que le
han tenido deferencia como prudente en Dios; no ya a él, sino al Padre de
Jesucristo, a saber, el Obispo de todos. Por tanto, por el honor de Aquel que
os ha deseado, es apropiado que seáis obedientes sin hipocresía. Porque un
hombre no engaña a este obispo que es visible, sino que intenta engañar al otro
que es invisible; y en este caso debe contar no con carne sino con Dios, que
conoce las cosas escondidas.
IV. Por tanto, es apropiado que no sólo seamos llamados
cristianos, sino que lo seamos; tal como algunos tienen el nombre del obispo en
sus labios, pero en todo obran aparte del mismo. Estos me parece que no tienen
una buena conciencia, por cuanto no se congregan debidamente según el
mandamiento.
V. Siendo así que todas las cosas tienen un final, y estas
dos —vida y muerte— están delante de nosotros, y cada uno debe ir a su propio
lugar, puesto que sólo hay dos monedas, la una de Dios y la otra del mundo, y
cada una tiene su propia estampa acuñada en ella, los no creyentes la marca del
mundo, pero los fieles en amor la marca de Dios el Padre por medio de
Jesucristo, si bien a menos que aceptemos libremente morir en su pasión por
medio de El, su vida no está en nosotros.
VI. Siendo así, pues, que en las personas antes mencionadas
yo os contemplé a todos vosotros en fe y os abracé, os aconsejo que seáis
celosos para hacer todas las cosas en buena armonía, el obispo presidiendo a la
semejanza de Dios y los presbíteros según la semejanza del concilio de los
apóstoles, con los diáconos también que me son muy caros, habiéndoles sido
confiado el diaconado de Jesucristo, que estaba con el Padre antes que los
mundos y apareció al fin del tiempo. Por tanto, esforzaos en alcanzar
conformidad con Dios y tened reverencia los unos hacia los otros; y que ninguno
mire a su prójimo según la carne, sino que os améis los unos a los otros
siempre en Jesucristo. Que no haya nada entre vosotros que tenga poder para
dividiros, sino permaneced unidos con el obispo y con los que presiden sobre
vosotros como un ejemplo y una lección de incorruptibilidad.
VII. Por tanto, tal como el Señor no hizo nada sin el Padre,
[estando unido con Él], sea por sí mismo o por medio de los apóstoles, no
hagáis nada vosotros, tampoco, sin el obispo y los presbíteros. Y no intentéis
pensar que nada sea bueno para vosotros aparte de los demás: sino que haya una
oración en común, una suplicación, una mente, una esperanza, un amor y un gozo
intachable, que es Jesucristo, pues no hay nada que sea mejor que El.
Apresuraos a congregaros, como en un solo templo, Dios; como ante un altar,
Jesucristo, que vino de un Padre y está con un Padre y ha partido a un Padre.
VIII. No os dejéis seducir por doctrinas extrañas ni por
fábulas anticuadas que son sin provecho. Porque si incluso en el día de hoy
vivimos según la manera del Judaísmo, confesamos que no hemos recibido la
gracia; porque los profetas divinos vivían según Cristo Jesús. Por esta causa
también fueron perseguidos, siendo inspirados por su gracia a fin de que los
que son desobedientes puedan ser plenamente persuadidos de que hay un solo Dios
que se manifestó a través de Jesucristo su Hijo, que es su Verbo que procede
del silencio, el cual en todas las cosas agradó a Aquel que le había enviado.
IX. Así pues, silos que habían andado en prácticas antiguas alcanzaron
una nueva esperanza, sin observar ya los sábados, sino moldeando sus vidas
según el día del Señor, en el cual nuestra vida ha brotado por medio de Él y
por medio de su muerte que algunos niegan —un misterio por el cual nosotros
obtuvimos la fe, y por esta causa reSistimos con paciencia, para que podamos
ser hallados discípulos de Jesucristo, nuestro solo maestro-, si es así, ¿cómo
podremos vivir aparte de Él, siendo así que incluso los profetas, siendo sus
discípulos, estaban esperándole como su maestro por medio del Espíritu? Y por
esta causa Aquel a quien justamente esperaban, cuando vino, los levantó de los
muertos.
X. Por tanto, no seamos insensibles a su bondad. Porque si
Él nos imitara según nuestros hechos, estaríamos perdidos. Por esta causa,
siendo así que hemos pasado a ser sus discípulos, aprendamos a vivir como
conviene al Cristianismo. Porque todo el que es llamado según un nombre
diferente de éste, no es de Dios. Por tanto, poned a un lado la levadura vil
que se había corrompido y agriado y echad mano de la nueva levadura, que es
Jesucristo. Sed salados en Él, que ninguno entre vosotros se pudra, puesto que
seréis probados en vuestro sabor. Es absurdo hablar de Jesucristo y al mismo
tiempo practicar el Judaísmo. Porque el Cristianismo no creyo (se unió) en el
Judaísmo, sino el Judaísmo en el Cristianismo, en el cual toda lengua que creyó
fue reunida a Dios.
XI. Ahora bien, digo estas cosas, queridos, no porque haya
tenido noticias de que alguno entre vosotros las piense, sino que, como siendo
menos que cualquiera de vosotros, quisiera que estuvierais en guardia en todo
tiempo, para que no caigáis en los lazos de la doctrina yana; sino estad
plenamente persuadidos respecto al nacimiento y la pasión y la resurrección,
que tuvieron lugar en el tiempo en que Poncio Pilato era gobernador; porque
estas cosas fueron hechas verdadera y ciertamente por Jesucristo nuestra
esperanza; de cuya esperanza ninguno de vosotros se desvíe.
XII. Dejadme que me regocije a causa de vosotros en todas
las cosas, si soy digno de ello. Porque aunque me hallo en prisiones, con todo
no soy comparable a ninguno de vosotros que estáis en libertad, Sé que no sois
engreídos; porque tenéis a Jesucristo en vosotros. Y, cuando os alabo, sé que
por ello sentís más modestia; como está escrito: El justo se acusa a sí mismo.
XIII. Que vuestra diligencia sea, pues, confirmada en las
ordenanzas del Señor y de los apóstoles, para que podáis prosperar en todas las
cosas que hagáis en la carne y en el espíritu, por la fe y por el amor, en el
Hijo y Padre en el Espíritu, en el comienzo y en el fin, con vuestro
reverenciado obispo y con la guirnalda espiritual bien trenzada de vuestro
presbiterio, y con los diáconos que andan según Dios. Sed obedientes al obispo
y los unos a los otros, como Jesucristo lo era al Padre [según la carne], y
como los apóstoles lo eran a Cristo y al Padre, para que pueda haber unión de
la carne y el espíritu.
XIV. Sabiendo que estáis llenos de Dios, os he exhortado
brevemente. Recordadme en vuestras oraciones, para que yo pueda llegar a Dios;
y recordad también a la iglesia que está en Siria, de la cual no soy digno de
ser llamado miembro. Porque tengo necesidad de vuestra oración unida y vuestro
amor en Dios, para que se le conceda a la iglesia que está en Siria el ser
reavivada por el rocío de vuestra ferviente suplicación.
XV. Los efesios de Esmirna os saludan, desde donde os estoy
escribiendo. Están aquí conmigo para la gloria de Dios, como tambien estáis
vosotros; y me han confortado en todas las cosas, junto con Policarpo, obispo
de los esmirneanos. Sí, y todas las otras iglesias os saludan en el honor de
Jesucristo. Pasadlo bien en piadosa concordia, y poseed un espíritu firme, que
es Jesucristo.