Libro de los Macabeos
Los libros de los MACABEOS son dos escritos independientes,
que relatan las luchas del
Pueblo judío contra la dinastía de los Seléucidas, en
defensa de su autonomía política y su
libertad religiosa. El título de los mismos proviene del
sobrenombre “Macabeo”, aplicado
primero a Judas -el principal protagonista de aquella lucha-
y extendido luego a sus hermanos
e incluso a sus partidarios. Según algunos, este sobrenombre
deriva de una palabra hebrea que
significa “martillo”, y aludiría a los tremendos golpes que
Judas asestaba a sus enemigos;
otros piensan, en cambio, que signifca “designado por Dios”.
Para comprender los hechos relatados en estos Libros, es
necesario tener en cuenta el
contexto histórico que dio origen a la rebelión de los
Macabeos. En el siglo IV a. C., el
Próximo Oriente experimenta una enorme transformación
política y cultural. Alejandro Magno,
el joven rey de Macedonia, se asegura el dominio sobre toda
Grecia y luego se lanza a la
conquista del Imperio persa. Cuando una muerte prematura lo
sorprende en Babilonia, en el
323 a. C., él deja tras de sí el más vasto Imperio conocido
hasta entonces. Con sus conquistas
comienza la época llamada “helenística”, cuya principal
característica es la difusión de la
cultura y la lengua griegas en toda la cuenca del
Mediterráneo.
Pero el Imperio de Alejandro no tarda en desmembrarse. Dos
de sus generales se reparten el
Próximo Oriente: Tolomeo, hijo de Lagos, se adueña de Egipto
y funda la dinastía de los
“Lágidas”; Seleuco se convierte en el soberano de Siria e
inicia la dinastía de los
“Seléucidas”. A raíz de esta división, Palestina se
encuentra una vez más entre dos fuegos.
Durante un siglo predominan los Lágidas en Egipto, que se
muestran respetuosos de las
costumbres nacionales. Pero en el 199 a. C., Antíoco III de
Siria derrota al ejército egipcio y
Palestina cae en poder de los Seléucidas. A partir de este
momento, la dominación comenzará a
desbordar el ámbito político, para extenderse al terreno
cultural y religioso.
La opresión del Pueblo judío entra en su etapa más crítica
con el advenimiento de Antíoco IV,
que se hace llamar Epífanes, es decir, “manifestación
divina” (175-164 a. C.). Este rey no se
contenta con profanar y saquear el Templo de Jerusalén, sino
que también hace edificar en la
Ciudad santa una fortaleza, donde instala un destacamento de
guardia permanente. Luego
promueve un vasto proceso de helenización de las costumbres
y prácticas religiosas locales. Así
queda proscrita la Ley de Moisés y se la suplanta por la
legislación del Estado. Esta política de
Antíoco encuentra colaboradores entre los judíos de las
clases pudientes, incluso entre los
sacerdotes. Muchos, en cambio, prefieren afrontar la
persecución y la muerte antes que renegar
de su fe, con la esperanza puesta en el Dios de Israel. Otro
grupo, finalmente, se inspira en el
recuerdo de los antiguos héroes nacionales y elige el camino
de la resistencia armada. A este
grupo pertenecen el sacerdote Matatías y sus hijos, y ellos
emprenden la guerra de liberación
narrada en estos Libros.
PRIMER LIBRO DE LOS MACABEOS
Este Libro, compuesto hacia el año 100 a. C., refiere los
acontecimientos que van desde la
ascensión al trono de Antíoco IV Epífanes, en el año 175 a.
C., hasta la muerte de Simón, el
último sobreviviente de los hermanos Macabeos, en el 134 a.
C. El autor es desconocido, pero
sin duda se trata de un judío de Jerusalén, muy buen
conocedor de Palestina, que escribió su
obra con el fin de exaltar a los héroes de la lucha por la
independencia. Los Macabeos son
presentados como los nuevos “Jueces” de Israel, suscitados
por Dios para liberar a su Pueblo y
restaurar la teocracia.
La precisión y vivacidad de ciertos relatos parecen indicar
que el autor recogió el testimonio
directo de algunos combatientes. Pero él también tuvo acceso
a los archivos del Templo de
Jerusalén, donde se conservaban los anales de los sumos
sacerdotes y otros textos oficiales
citados en el libro. Además de estas fuentes, utilizó un
documento de la corte seléucida, que le
permitió reconstruir la cronología de los hechos. Sobre esta
base compuso un relato de gran
valor histórico, empleando los recursos literarios propios
de la época helenística. Por eso, a
menudo exagera las cifras de los enemigos, para exaltar las
hazañas de los judíos. También pone
en boca de los héroes elocuentes discursos, que destacan la
enseñanza fundamental extraída de
las victorias de los Macabeos: la fe en el Señor y la
fidelidad a la Ley son una fuerza más
poderosa que un gran ejército.
Con el decurso del tiempo, la lucha religiosa de los
Macabeos fue cediendo a las intrigas
políticas y a las ambiciones de poder. Llevado por el
entusiasmo del triunfo y de la
independencia reconquistada, el autor pasa por alto este
aspecto y aun corre el riesgo de
identificar el designio de Dios con las guerras de una
nación. Eso no impide que nos presente
una historia profundamente humana, donde campean la
intransigencia de la fe y la pasión por la
libertad.
LA PROSCRIPCIÓN DEL JUDAÍSMO Y EL COMIENZO DE LA GUERRA
SANTA
(167-166 a. C.)
Un rápido bosquejo histórico describe la situación
político-religiosa que desencadenó la
rebelión de los Macabeos. En una época en que todas las
religiones paganas tendían a
fundirse en un vago sincretismo, Antíoco IV Epífanes decide
eliminar los particularismos
dentro de su reino. Con este fin, promueve una especie de
“revolución cultural”, destinada
a imponer las costumbres y prácticas religiosas del
Helenismo.
En abierta oposición contra esta política totalitaria, los
sectores más intransigentes del
Pueblo judío reafirman la originalidad de su fe monoteísta y
rechazan toda forma de
compromiso con el paganismo. Muchos pagan con la vida su
fidelidad a la Ley, pero el
sacerdote Matatías convoca a la guerra santa y se refugia en
las montañas, con sus cinco
hijos y un grupo de judíos fieles. Así encabeza un
levantamiento popular, que luego será
continuado por sus hijos. El “testamento” de Matatías (2.
49-64) define claramente el
sentido de esta resistencia armada.
Alejandro Magno y sus sucesores
1 1 Alejandro de Macedonia, hijo de Filipo, partió del país
de Quitím, y después de derrotar a
Darío, rey de los persas y los medos, reinó en lugar de él,
en primer lugar sobre la Hélade. 2
Libró muchas batallas, conquistó plazas fuertes y dio muerte
a reyes de la tierra. 3 Avanzó hasta
los confines del mundo y saqueó una multitud de naciones. La
tierra enmudeció en su presencia
y por eso su corazón se ensoberbeció y se llenó de orgullo.
4 Reunió un ejército poderosísimo, y
sometió provincias, naciones y dinastías, que le pagaron
tributo. 5 Después cayó enfermo y,
comprendiendo que iba a morir, 6 convocó a sus generales, a
los nobles que se habían educado
con él desde su juventud y, antes de su muerte, repartió
entre ellos su reino. 7 Alejandro murió
después de reinar doce años, 8 y sus generales se hicieron
cargo del gobierno, cada uno en su
propia región. 9 Apenas murió, todos se ciñeron la corona, y
sus hijos los sucedieron durante
muchos años, llenando la tierra de calamidades.
Antíoco IV Epífanes y la helenización de Palestina
10 De ellos surgió un vástago perverso, Antíoco Epífanes,
hijo del rey Antíoco, que había
estado en Roma como rehén y subió al trono el año ciento
treinta y siete del Imperio griego. 11
Fue entonces cuando apareció en Israel un grupo de renegados
que sedujeron a muchos,
diciendo: “Hagamos una alianza con las naciones vecinas,
porque desde que nos separamos de
ellas, nos han sobrevenido muchos males”. 12 Esta propuesta
fue bien recibida, 13 y algunos del
pueblo fueron en seguida a ver al rey y este les dio
autorización para seguir las costumbres de
los paganos. 14 Ellos construyeron un gimnasio en Jerusalén
al estilo de los paganos, 15
disimularon la marca de la circuncisión y, renegando de la
santa alianza, se unieron a los
paganos y se entregaron a toda clase de maldades.
La victoria de Antíoco IV en Egipto
16 Cuando Antíoco se sintió seguro de su poder, proyectó
apoderarse también de Egipto, para
gobernar sobre ambos reinos. 17 Entonces entró en Egipto con
un poderoso ejército, con carros,
elefantes, caballería y una gran flota. 18 Allí atacó a
Tolomeo, rey de Egipto. Este retrocedió
ante él y huyó, dejando muchos muertos. 19 Antíoco ocupó las
ciudades fortificadas de Egipto y
saqueó todo el país. 20 Después de derrotar a Egipto,
emprendió el camino de regreso, el año
ciento cuarenta y tres, y subió contra Israel, llegando a
Jerusalén con un poderoso ejército.
La profanación del Templo de Jerusalén
21 Antíoco penetró arrogantemente en el Santuario y se llevó
el altar de oro, el candelabro con
todas sus lámparas, 22 la mesa de los panes de la ofrenda,
los vasos para las libaciones, las
copas, los incensarios de oro, el cortinado y las coronas, y
arrancó todo el decorado de oro que
recubría la fachada del Templo. 23 Tomó también la plata, el
oro, los objetos de valor y todos
los tesoros que encontró escondidos. 24 Cargó con todo eso y
regresó a su país, después de
haber causado una gran masacre y de haberse jactado
insolentemente.
25 Una gran consternación se extendió por todo Israel.
26 Gimieron los jefes y los ancianos,
languidecieron las jóvenes y los jóvenes,
la belleza de las mujeres se marchitó.
27 El recién casado entonó
un canto fúnebre;
sentada en el lecho nupcial,
la esposa estuvo de
duelo.
28 Tembló la tierra por sus habitantes,
y toda la casa de Jacob
se cubrió de
vergüenza.
La ocupación de Jerusalén
29 Dos años después, el rey envió a las ciudades de Judá un
recaudador de impuestos, que se
presentó en Jerusalén con un poderoso ejército. 30 Él les
habló amistosamente, pero con la
intención de engañarlos, y después que se ganó su confianza,
atacó sorpresivamente a la ciudad
y le asestó un terrible golpe, causando numerosas víctimas
entre los israelitas. 31 Luego saqueó
la ciudad, la incendió, y arrasó sus casas y la muralla que
la rodeaba. 32 Sus hombres tomaron
prisioneros a las mujeres y a los niños y se adueñaron del
ganado. 33 Después, levantaron en
torno a la Ciudad de David una muralla alta y resistente,
protegida por torres poderosas, y la
convirtieron en su Ciudadela. 34 Allí establecieron un grupo
de gente impía, sin fe y sin ley, que
se fortificó en ese lugar. 35 Lo proveyeron de armas y
víveres, y depositaron allí el botín que
habían reunido en el saqueo de Jerusalén. Así se
convirtieron en una permanente amenaza.
36 Esto llegó a ser una asechanza
para el Santuario,
una cruel y constante hostilidad
para Israel.
37 Derramaron sangre inocente
alrededor del Templo
y profanaron el Lugar santo.
38 A causa de ellos, huyeron
los habitantes de
Jerusalén
y la Ciudad se convirtió
en una colonia de
extranjeros:
se volvió extraña
para los que nacieron
en ella
y sus propios hijos la abandonaron.
39 Su Santuario quedó devastado
como un desierto,
sus fiestas se transformaron en duelo,
sus sábados en motivo de burla
y su honor en desprecio.
40 Tan grande fue su vergüenza
como lo había sido su gloria,
y su grandeza dio paso a la aflicción.
El decreto de Antíoco IV
41 El rey promulgó un decreto en todo su reino, ordenando
que todos formaran un solo pueblo
42 y renunciaran a sus propias costumbres. Todas las
naciones se sometieron a la orden del rey
43 y muchos israelitas aceptaron el culto oficial,
ofrecieron sacrificios a los ídolos y profanaron
el sábado. 44 Además, el rey envió mensajeros a Jerusalén y
a las ciudades de Judá, con la
orden escrita de que adoptaran las costumbres extrañas al
país: 45 los holocaustos, los
sacrificios y las libaciones debían suprimirse en el
Santuario; los sábados y los días festivos
debían ser profanados; 46 el Santuario y las cosas santas
debían ser mancillados; 47 debían
erigirse altares, recintos sagrados y templos a los ídolos,
sacrificando cerdos y otros animales
impuros; 48 los niños no debían ser circuncidados y todos
debían hacerse abominables a sí
mismos con toda clase de impurezas y profanaciones, 49
olvidando así la Ley y cambiando
todas las prácticas. 50 El que no obrara conforme a la orden
del rey, debía morir. 51 En estos
términos escribió a todo su reino. Además nombró inspectores
sobre todo el pueblo, y ordenó a
las ciudades de Judá que ofrecieran sacrificios en cada una
de ellas.
La ejecución del decreto y la persecución religiosa
52 Mucha gente del pueblo, todos los que abandonaban la Ley,
se unieron a ellos y causaron
un gran daño al país, 53 obligando a Israel a esconderse en
toda clase de refugios. 54 El día
quince del mes de Quisleu, en el año ciento cuarenta y
cinco, el rey hizo erigir sobre el altar de
los holocaustos la Abominación de la desolación. También
construyeron altares en todos las
ciudades de Judá. 55 En las puertas de las casas y en las
plazas se quemaba incienso. 56 Se
destruían y arrojaban al fuego los libros de la Ley que se
encontraban, 57 y al que se lo
descubría con un libro de la Alianza en su poder, o al que
observaba los preceptos de la Ley, se
lo condenaba a muerte en virtud del decreto real. 58
Valiéndose de su fuerza, se ensañaban
continuamente contra los israelitas sorprendidos en
contravención en las diversas ciudades. 59
El veinticinco de cada mes, se ofrecían sacrificios en el
ara que se alzaba sobre el altar de los
holocaustos. 60 A las mujeres que habían circuncidado a sus
hijos se las mataba, conforme al
decreto, 61 con sus criaturas colgadas al cuello. La misma
suerte corrían sus familiares y todos
los que habían intervenido en la circuncisión.
62 Sin embargo, muchos israelitas se mantuvieron firmes y
tuvieron el valor de no comer
alimentos impuros; 63 prefirieron la muerte antes que
mancharse con esos alimentos y
quebrantar la santa alianza, y por eso murieron. 64 Y una
gran ira se descargó sobre Israel.
Matatías y sus hijos
2 1 En esos días, Matatías, hijo de Juan, hijo de Simeón,
sacerdote del linaje de Joarib, salió de
Jerusalén y fue a establecerse en Modín. 2 Tenía cinco
hijos: Juan, por sobrenombre Gadí; 3
Simón, llamado Tasí; 4 Judas, llamado Macabeo; 5 Eleazar,
llamado Avarán; y Jonatán,
llamado Afús.
Lamentación de Matatías sobre Jerusalén
6 Al ver las impiedades que se cometían en Judá y en
Jerusalén, 7 Matatías exclamó: “¡Ay de
mí! ¿Para esto he nacido? ¿Para ver la ruina de mi pueblo y
la destrucción de la Ciudad santa?
¿Para quedarme sentado en ella, mientras es entregada al
poder del enemigo y el Santuario está
en manos de extranjeros?
8 Su Templo ha quedado
como un hombre
envilecido,
9 los objetos que eran su gloria
fueron llevados como
botín,
sus niños masacrados en las plazas,
sus jóvenes pasados al filo
de la espada enemiga.
10 ¿Qué pueblo no ha heredado
su realeza,
apoderándose de sus despojos?
11 Ella ha sido privada
de todo su esplendor
y de libre se ha convertido en esclava.
12 Y ahí está nuestro Santuario,
nuestro honor y nuestro orgullo,
convertido en un desiertoy profanado por los paganos.
13 ¿Vale la pena seguir viviendo así?”.
14 Matatías y sus hijos rasgaron sus vestiduras, se pusieron
un sayal y se lamentaron
amargamente.
La rebelión de Matatías
15 Entre tanto, los delegados del rey, encargados de imponer
la apostasía, llegaron a la ciudad
de Modín para exigir que se ofrecieran los sacrificios. 16
Se presentaron muchos israelitas, pero
Matatías y sus hijos se agruparon aparte. 17 Entonces los
enviados del rey fueron a decirle: “Tú
eres un jefe ilustre y gozas de autoridad en esta ciudad,
respaldado por hijos y hermanos. 18 Sé
el primero en acercarte a ejecutar la orden del rey, como lo
han hecho todas las naciones, y
también los hombres de Judá y los que han quedado en
Jerusalén. Así tú y tus hijos, serán
contados entre los Amigos del rey y gratificados con plata,
oro y numerosos regalos”. 19
Matatías respondió en alta voz: “Aunque todas las naciones
que están bajo el dominio del rey
obedezcan y abandonen el culto de sus antepasados para
someterse a sus órdenes, 20 yo, mis
hijos y mis hermanos nos mantendremos fieles a la Alianza de
nuestros padres. 21 El Cielo nos
libre de abandonar la Ley y los preceptos. 22 Nosotros no
acataremos las ordenes del rey
desviándonos de nuestro culto, ni a la derecha ni a la
izquierda”.
23 Cuando acabó de pronunciar estas palabras, un judío se
adelantó a la vista de todos para
ofrecer un sacrificio sobre el altar de Modín, conforme al
decreto del rey. 24 Al ver esto,
Matatías se enardeció de celo y se estremecieron sus
entrañas; y dejándose llevar por una justa
indignación, se abalanzó y lo degolló sobre el altar. 25 Ahí
mismo mató al delegado real que
obligaba a ofrecer los sacrificios y destruyó el altar. 26
Así manifestó su celo por la Ley, como
lo había hecho Pinjás con Zimrí, hijo de Salú.
27 Luego comenzó a gritar por la ciudad con todas sus
fuerzas: “Todo el que sienta celo por la
Ley y quiera mantenerse fiel a la Alianza, que me siga”. 28
Y abandonando todo lo que poseían
en la ciudad, él y sus hijos huyeron a las montañas.
Los judíos masacrados en el desierto
29 Entonces muchos judíos, amantes de la justicia y el
derecho, se retiraron al desierto para
establecerse allí 30 con sus mujeres, sus hijos y sus
ganados, porque la desgracia se había
desencadenado sobre ellos. 31 Los funcionarios del rey y la
guarnición que residía en Jerusalén,
en la Ciudad de David, recibieron la denuncia de que algunos
hombres, conculcando la orden
del rey, habían ido a ocultarse en los escondites del
desierto. 32 Un fuerte contingente salió a
perseguirlos y logró alcanzarlos. Los cercaron y se
dispusieron para atacarlos. Era un día
sábado, 33 y les dijeron: “¡Es hora de acabar con esto!
¡Salgan, cumplan la orden del rey y
salvarán sus vidas!”. 34 Ellos respondieron: “No saldremos,
ni obedeceremos la orden real,
profanando así el sábado”. 35 Inmediatamente los atacaron,
36 pero ellos no se defendieron, ni
siquiera arrojándoles piedras o cerrando la entrada de sus
refugios. 37 “Muramos todos, decían,
manteniendo nuestra integridad. El cielo y la tierra son
testigos de que ustedes nos hacen
perecer injustamente”. 38 Así fueron atacados en pleno
sábado, y perecieron los hombres con
sus mujeres, sus hijos y el ganado. Eran en total unas mil
personas.
La organización de la resistencia
39 Al enterarse de lo ocurrido, Matatías y sus amigos se
lamentaron amargamente por las
víctimas, 40 pero dijeron: “Si todos nos comportamos como
nuestros hermanos y no peleamos
contra esta gente en defensa de nuestras vidas y de nuestras
costumbres, muy pronto nos
exterminarán de la tierra”. 41 Y aquel mismo día resolvieron
lo siguiente: “Hagamos frente a
todo el que venga a atacarnos en día sábado, para no morir
como nuestros hermanos en sus
refugios”.
42 Entonces se les unió el grupo de los asideos, hombres
valientes en Israel, todos ellos
sinceramente fieles a la Ley. 43 También se les unieron y
les prestaron su ayuda todos los que
querían escapar de la opresión. 44 Así formaron una fuerza
armada que comenzó a descargar su
ira contra los pecadores y su furor contra los impíos. Los
demás tuvieron que salvarse, huyendo
a las naciones extranjeras. 45 Matatías y sus adeptos
recorrieron el país, destruyendo altares, 46
y circuncidando por la fuerza a los niños incircuncisos que hallaron
en el territorio de Israel. 47
Persiguieron a los arrogantes, y la campaña dio buenos
resultados. 48 De esa manera
defendieron la Ley contra los paganos y sus reyes, y no
permitieron que prevalecieran los
malvados.
El testamento y la muerte de Matatías
49 Cuando la vida de Matatías llegaba a su fin, este dijo a
sus hijos:
“Ahora reinan la insolencia y el ultraje,
es tiempo de perturbación
y de furor
desencadenado.
50 Por lo tanto, hijos míos,
ardan de celo por la
Ley,
dando la vida por la Alianza
de nuestros padres.
51 Recuerden las obras
que realizaron nuestros padres en su tiempo:
así alcanzarán una inmensa gloria
y una fama
imperecedera.
52 ¿Acaso Abraham no fue hallado fiel
en la prueba
y por eso Dios lo contó entre los justos?
53 José, en el momento de la angustia,
observó la Ley,
y así llegó a ser señor de Egipto.
54 Pinjás, nuestro padre,
por su ardiente celo,
recibió la alianza de un sacerdocio eterno.
55 Josué, por haber cumplido
la palabra de Dios,
llegó a ser juez en Israel.
56 Caleb, por haber dado testimonio
ante la asamblea,
recibió una herencia en el país.
57 David, por su piedad,
heredó un trono real para siempre.
58 Elías, por su ardiente celo por la Ley,
fue arrebatado al cielo.
59 Ananías, Azarías y Misael,por haber confiado en Dios,
fueron salvados de la llama.
60 Daniel, por su integridad,
fue librado de las fauces de los leones.
61 Adviertan, entonces, que a lo largo
de las generaciones
los que esperan en él
no sucumben jamás.
62 No teman las amenazas
de un hombre pecador,
porque su gloria acabará en podredumbre y gusanos;
63 hoy es exaltado y mañana desaparece,
porque habrá vuelto al polvo
de donde vino
y sus proyectos quedarán frustrados.
64 Por eso, hijos míos, sean valientes,
y manténganse firmes en el cumplimiento de la Ley,
ya que gracias a ella serán colmados de gloria.
65 Ahí tienen a Simeón, su hermano. Yo sé que es hombre
sensato: escúchenlo siempre, y hará
las veces de padre. 66 Judas Macabeo ha sido valiente desde
su juventud: que él sea el jefe del
ejército y dirija la guerra contra los extranjeros. 67
Ustedes, por su parte, reúnan a todos los que
practican la Ley y reivindiquen a nuestro pueblo. 68
Devuelvan a los paganos el mal que ellos
les han hecho y observen los preceptos de la Ley”.
69 Después los bendijo y fue a reunirse con sus padres. 70
Matatías murió el año ciento
cuarenta y seis y fue sepultado en Modín, en el sepulcro de
sus padres. Todo Israel hizo un gran
duelo por él.
LA GUERRA DE LIBERACIÓN BAJO JUDAS MACABEO
(166-160 a. C.)
Al morir su padre, en el 166 a.C., Judas Macabeo se pone al
frente de las improvisadas
tropas judías. A ejemplo de Josué y de los grandes jefes
guerreros de Israel, él organiza la
resistencia e imprime un impulso irresistible a la lucha por
la independencia nacional
considerada como único medio para alcanzar la libertada
religiosa. Sus victorias sobre los
generales de Antíoco IV Epífanes le abren el camino hacia
Jerusalén, donde entra después
de tres años de guerras continuas. Allí purifica el Templo y
celebra solemnemente la fiesta
de su Dedicación.
Después de la muerte de Antíoco IV, Judas Macabeo emprende
varias campañas por los
países vecinos, para liberar a los judíos fieles a la Ley y
castigar a sus perseguidores. Los
sucesores de Antíoco realizan nuevos esfuerzos por contener
la insurreción, pero fracasan
en su intento. Cuando Judas comenzaba a consolidar sus
posiciones mediante las
negociaciones diplomáticas, las intrigas de sus propios
compatriotas lo obligan a reanudar
la lucha y él muere gloriosamente en el campo de batalla.
Elogio de Judas Macabeo
3 1 El sucesor de Matatías fue su hijo Judas, llamado
Macabeo. 2 Todos sus hermanos y los que
habían seguido a su padre le prestaron apoyo y combatieron
con entusiasmo por Israel.
3 Él extendió la gloria de su pueblo
y se revistió de la coraza como un héroe;
se ciñó sus armas de guerray libró batallas,
protegiendo al ejército con su espada.
4 Fue como un león por sus hazañas,
como un cachorro que ruge
ante su presa.
5 Persiguió implacablemente a los impíos
y entregó a las llamas a los perturbadores de su pueblo.
6 Los impíos se acobardaron ante él,
temblaron todos los que hacían el mal,
y gracias a él se logró la salvación.
7 Puso en aprieto a muchos reyes,
alegró a Jacob con sus proezas,
y su memoria será eternamente bendecida.
8 Recorrió las ciudades de Judá,
exterminó de ellas a los impíos
y apartó de Israel la ira de Dios.
9 Su fama llegó hasta los confines
de la tierra,
y congregó a los que estaban
a punto de perecer.
Las primeras victorias de Judas Macabeo
10 Apolonio reunió muchos paganos y un numeroso contingente
de Samaría para hacer la
guerra contra Israel. 11 Al enterarse de esto, Judas salió a
su encuentro, lo derrotó y lo mató.
Muchos sucumbieron y los demás se dieron a al fuga. 12
Cuando recogieron el botín, Judas se
quedó con la espada de Apolonio, y desde entonces siempre
combatió con ella.
13 Serón, el capitán del ejército de Siria, al saber que
Judas había agrupado alrededor de él un
contingente de hombres adictos y dispuestos a combatir, 14
pensó: “Voy a hacerme famoso y a
cubrirme de gloria en todo el reino, atacando a Judas y a
sus secuaces, que intentan despreciar la
orden del rey”. 15 Entonces reanudó la lucha y con él subió
un poderoso ejército de impíos para
ayudarlo a vengarse de los israelitas. 16 Cuando se acercó a
la subida de Betjorón, Judas le salió
al encuentro con unos pocos hombres. 17 Estos, al ver el
ejército que se les venía encima,
dijeron a Judas: “¿Cómo, siendo tan pocos, podremos combatir
con una multitud tan poderosa?
Además, estamos extenuados porque hoy no hemos comido nada
en todo el día”. 18 Judas les
respondió: “Es fácil que una multitud caiga en manos de unos
pocos, y al Cielo le da lo mismo
salvar con muchos que con pocos. 19 Porque la victoria en el
combate no depende de la
cantidad de las tropas, sino de la fuerza que viene del
Cielo. 20 Ellos nos atacan, llenos de
insolencia y de impiedad, para exterminarnos a nosotros, a
nuestras mujeres y a nuestros hijos, y
para apoderarse de nuestros despojos. 21 Nosotros, en
cambio, luchamos por nuestra vida y por
nuestras costumbres. 22 El Cielo los aplastará delante de
nosotros: ¡no les tengan miedo!”. 23
Apenas terminó de hablar, se lanzó sorpresivamente sobre el
enemigo, y Serón fue aplastado
con todo su ejército. 24 Después los persiguieron por la
pendiente de Betjorón hasta la llanura:
allí murieron unos ochocientos hombres, y los demás huyeron
al país de los filisteos.
25 Así Judas y sus hermanos comenzaron a ser temidos, y el
pánico se extendió por las
naciones vecinas. 26 Su fama llegó a oídos del rey, y por
todas partes se comentaban las batallas
de Judas.
Los preparativos bélicos de Antíoco IV
27 Al enterarse de esto, el rey Antíoco se enfureció y mandó
reunir todas las fuerzas de su
reino, un ejército poderosísimo. 28 Abrió su tesoro y pagó a
las tropas el sueldo de un año,
ordenándoles que estuvieran preparadas para cualquier
eventualidad. 29 Entonces advirtió que
se le había acabado el dinero del tesoro y que los tributos
de la región eran escasos, debido a las
disensiones y calamidades que él había provocado en el país,
al suprimir las costumbres
vigentes desde tiempo inmemorial. 30 Por eso temió que no le
alcanzara, como otras veces, para
los gastos y los regalos que antes solía hacer
espléndidamente, superando a los reyes que lo
habían precedido. 31 Sumamente preocupado a causa de esto,
resolvió ir a Persia para recoger
los tributos de aquellas provincias y reunir así mucho
dinero.
La regencia de Lisias
32 Mientras tanto, dejó a cargo del gobierno, desde el río
Éufrates hasta la frontera de Egipto,
a Lisias, miembro de la nobleza y de estirpe real. 33 Le
confió la educación de su hijo Antíoco
hasta su vuelta 34 y puso a su disposición la mitad de sus
tropas y los elefantes, ordenándole
todo lo que debía hacer, especialmente lo relativo a los
habitantes de Judea y de Jerusalén: 35 él
debía enviar un ejército para destruir y aplastar la fuerza
de Israel, y lo que aún quedaba de
Jerusalén hasta borrar su recuerdo. 36 Luego debía
establecer extranjeros en todo su territorio y
repartir entre ellos sus tierras. 37 El rey, por su parte,
tomó consigo la otra mitad del ejército y
partió de Antioquía, capital de su reino, el año ciento
cuarenta y siete. Después de atravesar el
río Éufrates, recorrió las provincias de la meseta.
La invasión de Judea
38 Lisias eligió a Tolomeo, hijo de Dorimeno, a Nicanor y a
Gorgias, personas influyentes
entre los Amigos del rey, 39 y los envió con cuarenta mil
soldados y siete mil jinetes, para que
invadieran el territorio de Judá y lo arrasaran, como lo
había ordenado el rey. 40 Ellos partieron
con todo su ejército y acamparon cerca de Emaús, en la
llanura. 41 Al enterarse de su llegada,
los mercaderes de la región se presentaron en el campamento
con mucha plata y oro, y provistos
también de cadenas para llevar como esclavos a los
israelitas. A ellos se sumó un contingente de
Siria y del país de los filisteos.
La reacción de Judas Macabeo
42 Judas y sus hermanos vieron que se habían agravado los
males y que el ejército estaba
acampado dentro de su territorio. También se enteraron de la
consigna real de destruir al pueblo
hasta aniquilarlo. 43 Entonces se dijeron unos a otros:
“Libremos a nuestro pueblo de la ruina y
luchemos por él y por el Santuario”. 44 Luego se convocó a
la asamblea para prepararse a
combatir, para orar y pedir piedad y misericordia.
45 Jerusalén estaba deshabitada
como un desierto,
ninguno de sus hijos entraba ni salía.
El Santuario había sido pisoteado,
los extranjeros ocupaban la Ciudadela,
convertida en albergue de los paganos.
Había desaparecido la alegría de Jacob,
y ya no se oía la flauta ni la cítara.
La reunión de los judíos en Mispá
46 Una vez reunidos, fueron a Mispá, frente a Jerusalén,
porque antiguamente Israel había
tenido allí un lugar de oración. 47 Aquel día ayunaron, se
vistieron con un sayal, esparcieron
ceniza sobre sus cabezas y rasgaron sus vestiduras. 48
Abrieron el libro de la Ley para descubrir
en él lo que los paganos consultaban a sus ídolos. 49
Trajeron las vestiduras sacerdotales, las
primicias y los diezmos, hicieron comparecer a los nazireos
que habían cumplido el tiempo de
su voto, 50 y levantaron su voz hacia el Cielo, diciendo:
“¿Qué haremos con estos? ¿A dónde
los llevaremos? 51 Tu Santuario ha sido pisoteado y
profanado, tus sacerdotes están de duelo y
humillados, 52 y ahí están los paganos, aliados contra
nosotros para exterminarnos. Tú conoces
lo que traman contra nosotros. 53 ¿Cómo podremos hacerles
frente, si tú no vienes en nuestra
ayuda?”. 54 Luego, hicieron sonar las trompetas y lanzaron
grandes alaridos.
La organización del ejército judío
55 Inmediatamente, Judas puso oficiales al frente del
ejército: jefes de mil, de cien, de
cincuenta y de diez hombres. 56 A los que estaban
construyendo su casa, a los que acababan de
casarse o de plantar una viña y a los que tenían miedo, les
ordenó que volvieran cada uno a su
casa, conforme a la Ley. 57 Luego avanzó con el ejército y
acampó al sur de Emaús. Judas les
dijo: 58 “Cíñanse las armas, compórtense valerosamente y
estén preparados mañana al
amanecer para atacar a esos paganos que se han aliado contra
nosotros a fin de destruirnos y
destruir nuestro Santuario. 59 Porque es preferible para
nosotros morir en el combate que ver las
desgracias de nuestra nación y del Santuario. 60 ¡Se
cumplirá lo que el Cielo disponga!”.
El triunfo de los israelitas en Emaús
4 1 Gorgias tomó cinco mil hombres y mil jinetes elegidos, y
el ejército partió durante la noche
2 para atacar el campamento de los judíos y derrotarlos
sorpresivamente. La gente de la
Ciudadela los guiaba. 3 Cuando Judas se enteró de esto,
salió con sus soldados para derrotar al
ejército real que estaba en Emaús, 4 mientras el resto de
las tropas estaban dispersas fuera del
campamento. 5 Gorgias llegó de noche al campamento de Judas
y al no encontrar a nadie, los
estuvo buscando por las montañas, pensando que habían huido.
6 Al rayar el alba, Judas
apareció en la llanura con tres mil hombres, pero estos no
disponían de las armaduras ni de las
espadas que hubieran deseado. 7 Ellos veían, en cambio, que
el campamento de los paganos era
poderoso y estaba bien fortificado, rodeado de la caballería
y con hombres adiestrados para la
guerra.
8 Judas dijo a sus hombres: “No teman a esa muchedumbre ni
se asusten por sus ataques. 9
Recuerden cómo se salvaron nuestros padres en el Mar Rojo,
cuando el Faraón los perseguía
con un ejército. 10 Invoquemos ahora al Cielo para que tenga
piedad de nosotros y se acuerde
de la alianza que hizo con nuestros padres, derrotando hoy a
este ejército delante de nosotros. 11
Así reconocerán todas las naciones que hay Alguien que
libera y salva a Israel”.
12 Los extranjeros alzaron los ojos y, al ver que los judíos
venían contra ellos, 13 salieron del
campamento a presentar batalla. Los hombres de Judas
hicieron sonar la trompeta 14 y entraron
en combate. Los paganos fueron derrotados y huyeron hacia la
llanura, 15 y los que habían
quedado rezagados cayeron al filo de la espada. Los demás
fueron perseguidos hasta Gázara y
hasta las llanuras de Idumea, Azoto y Iamnia. Los que
murieron fueron alrededor de tres mil
hombres.
16 Cuando Judas y su ejército dejaron de perseguirlos, 17
Judas dijo al pueblo: “No tengan
avidez por el botín, porque nos espera otra batalla. 18
Gorgias y su ejército están cerca de
nosotros en la montaña: hagan frente a nuestros enemigos y
combatan contra ellos; después
podrán apoderarse libremente del botín”. 19 Apenas Judas
terminó de hablar, se asomó por las
montañas un destacamento enemigo. 20 Ellos vieron que los
suyos habían huido y que el
campamento había sido incendiado, porque el humo que se
divisaba ponía de manifiesto lo que
había sucedido. 21 Ante tal espectáculo se llenaron de
espanto, y como vieron en la llanura al
ejército de Judas, dispuesto a librar batalla, 22 huyeron
todos al país de los filisteos. 23 Judas
volvió entonces al campamento para saquearlo, y recogieron
gran cantidad de oro y plata, telas
de púrpura violeta y de púrpura marina, y muchas otras
riquezas. 24 De regreso cantaban y
bendecían al Cielo:
“Porque es bueno,
porque es eterno su amor”.
25 Israel obtuvo aquel día una gran victoria.
26 Los extranjeros que habían podido escapar se fueron a
anunciar a Lisias todo lo que había
sucedido. 27 Esta noticia lo dejó consternado y abatido,
porque a Israel no le había sucedido lo
que él deseaba y las cosas no habían salido como el rey se
lo había ordenado.
Primera campaña y derrota de Lisias
28 Al año siguiente, Lisias reunió sesenta mil hombres
elegidos y cinco mil jinetes para
combatir contra los judíos. 29 Cuando llegaron a Idumea y
acamparon en Betsur, Judas les salió
al encuentro con diez mil hombres, 30 y al ver aquel
poderoso ejército, hizo esta oración:
“Bendito seas, Salvador de Israel, que aplastaste la soberbia
del gigante por la mano de tu
servidor David y entregaste el ejército de los filisteos en
manos de Jonatán, hijo de Saúl, y de su
escudero. 31 Entrega así este ejército en manos de tu pueblo
Israel. Que ellos se sientan
avergonzados de sus tropas y de su caballería. 32 Infúndeles
miedo, quiebra la audacia que les
da su fuerza y que se conmuevan por su derrota. 33
Derríbalos con la espada de los que te aman,
para que te canten himnos de alabanza todos los que conocen
tu Nombre”.
34 Cuando se enfrentaron los dos ejércitos, cayeron en el
combate unos cinco mil hombres de
Lisias. 35 Al ver la derrota sufrida por sus tropas y la
intrepidez de los soldados de Judas, que
estaban resueltos a vivir o a morir heroicamente, Lisias volvió
a Antioquía, donde reclutó
mercenarios con la intención de regresar a Judea con fuerzas
más numerosas.
Purificación del Templo y Dedicación del altar
36 Judas y sus hermanos dijeron: “Nuestros enemigos han sido
aplastados; subamos a purificar
el Santuario y a celebrar su dedicación”. 37 Entonces se
reunió todo el ejército y subieron al
monte Sión. 38 Cuando vieron el Santuario desolado, el altar
profanado, las puertas
completamente quemadas, las malezas crecidas en los atrios
como en un bosque o en una
montaña, y las salas destruidas, 39 rasgaron sus vestiduras,
hicieron un gran duelo, se cubrieron
la cabeza con ceniza 40 y cayeron con el rostro en tierra.
Luego, a una señal dada por las
trompetas, alzaron sus gritos al cielo. 41 Judas ordenó a
unos hombres que combatieran a los
que estaban en la Ciudadela hasta terminar la purificación
del Santuario. 42 Después eligió
sacerdotes irreprochables, fieles a la Ley, 43 que
purificaron el Santuario y llevaron las piedras
contaminadas a un lugar impuro.
44 Luego deliberaron sobre lo que debía hacerse con el altar
de los holocaustos que había sido
profanado. 45 Tuvieron la feliz idea de demolerlo para que
no fuera un motivo de oprobio, ya
que los paganos lo habían contaminado. Lo demolieron, 46 y
depositaron sus piedras sobre la
montaña del Templo, en un lugar conveniente, hasta que
surgiera un profeta y resolviera lo que
había que hacer con ellas. 47 Después recogieron piedras sin
tallar, como lo prescribe la Ley, y
erigieron un nuevo altar, igual que el anterior. 48 También
repararon el Santuario y el interior
del Templo, y consagraron los atrios. 49 Hicieron nuevos
objetos sagrados y colocaron dentro
del Templo el candelabro, el altar de los perfumes y la
mesa. 50 Quemaron incienso sobre el
altar, y encendieron las lámparas del candelabro que
comenzaron a brillar en el Templo. 51
Además, pusieron los panes sobre la mesa, colgaron las
cortinas y concluyeron la obra que
habían emprendido.
52 El día veinticinco del noveno mes, llamado Quisleu, del
año ciento cuarenta y ocho, se
levantaron al despuntar el alba 53 y ofrecieron un
sacrificio conforme a la Ley, sobre el nuevo
altar de los holocaustos que habían erigido. 54 Este fue
dedicado con cantos, cítaras, arpas y
címbalos, justamente en el mismo mes y en el mismo día en
que los paganos lo habían
profanado. 55 Todo el pueblo cayó con el rostro en tierra y
adoraron y bendijeron al Cielo que
les había dado la victoria. 56 Durante ocho días celebraron
la dedicación del altar, ofreciendo
con alegría holocaustos y sacrificios de comunión y de
acción de gracias. 57 Adornaron la
fachada del Templo con coronas de oro y pequeños escudos,
restauraron las entradas y las salas,
y les pusieron puertas. 58 En todo el pueblo reinó una
inmensa alegría, y así quedó borrado el
ultraje infligido por los paganos.
Institución de la fiestade la Dedicación y otras medidas
59 Judas, de acuerdo con sus hermanos y con toda la asamblea
de Israel, determinó que cada
año, a su debido tiempo y durante ocho días a contar del
veinticinco del mes de Quisleu, se
celebrara con júbilo y regocijo el aniversario de la
dedicación del altar.
60 En aquel tiempo, levantaron alrededor del monte Sión
altas murallas y torres poderosas,
para que los extranjeros no vinieran otra vez y lo
pisotearan como lo habían hecho antes. 61
Además, Judas puso en él una guarnición para que lo
defendiera, y fortificó a Betsur, a fin de
que el pueblo tuviera una fortaleza frente a Idumea.
La expedición contra los idumeosy los amonitas
5 1 Cuando las naciones vecinas supieron que había sido
reconstruido el altar y restaurado como
antes el Santuario, se irritaron profundamente 2 y
decidieron acabar con los descendientes de
Jacob que vivían entre ellos. Por eso comenzaron a matar y
exterminar a mucha gente del
pueblo.
3 Judas hizo la guerra contra los descendientes de Esaú que
habitaban en Idumea, en la región
de Acrabatena, porque tenían asediados a los israelitas. Les
infligió una gran derrota,
sometiéndolos y apoderándose de sus despojos. 4 Luego se
acordó de la maldad de los
descendientes de Beán, que eran una trampa y un obstáculo
para el pueblo por las emboscadas
que le tendían en los caminos. 5 Los obligó a encerrarse en
sus torres, los asedió y los consagró
al exterminio total, prendiendo fuego a esas torres con
todos los que estaban dentro. 6 Luego
atacó a los amonitas, y allí encontró un fuerte ejército y
una población numerosa cuyo jefe era
Timoteo. 7 Después de muchos combates, los desbarató y los
deshizo. 8 También ocupó Iazer y
sus poblados, y regresó a Judea.
Preliminares de las campañas contra Galilea y Galaad
9 Los pueblos de Galaad se coaligaron contra los israelitas
que vivían en su territorio, para
exterminarlos. Pero ellos se refugiaron en la fortaleza de
Datemá, 10 desde donde enviaron una
carta a Judas y a sus hermanos, diciéndoles: “Los pueblos
que nos rodean se coaligaron para
exterminarnos; 11 ahora se preparan para venir a tomar la
fortaleza donde nos hemos refugiado,
y Timoteo está al frente de su ejército. 12 Ven en seguida a
librarnos de sus manos, porque
muchos de entre nosotros ya han caído; 13 todos nuestros
hermanos que vivían en el país de
Tobías han sido matados, sus mujeres y sus hijos fueron
llevados cautivos y sus bienes han sido
robados. Allí han muerto unos mil hombres”. 14 Cuando
todavía estaban leyendo la carta,
llegaron otros mensajeros de Galilea, con las vestiduras
rasgadas, trayendo esta noticia: 15 “Los
habitantes de Tolemaida, de Tiro, de Sidón y de toda la
Galilea de los extranjeros se han
coaligado para acabar con nosotros”. 16 Apenas Judas y el
pueblo oyeron estas noticias,
reunieron una gran asamblea para deliberar sobre lo que
debían hacer en favor de sus hermanos
que se encontraban en un aprieto, amenazados por sus
enemigos. 17 Judas dijo a su hermano
Simón: “Elige algunos hombres y ve a librar a tus hermanos
de Galilea; mi hermano Jonatán y
yo iremos a la región de Galaad”. 18 Dejó para defender a
Judea a José, hijo de Zacarías, y a
Azarías, jefe del pueblo, con el resto del ejército, 19
dándoles esta orden: “Tomen el mando de
estas tropas, pero no entren en batalla con los paganos
hasta que nosotros volvamos”. 20 Se le
asignaron tres mil hombres a Simón para la campaña de
Galilea y ocho mil a Judas para la de
Galaad.
La expedición de Simón contra Galilea
21 Simón partió para Galilea y luego de librar muchos
combates con los paganos, los derrotó,
los obligó a huir 22 y los persiguió hasta las puertas de Tolemaida.
Allí sucumbieron unos tres
mil hombres y Judas se apoderó del botín. 23 Luego tomó
consigo a los judíos de Galilea y de
Arbatá, con sus mujeres, sus hijos y todos sus bienes, y en
medio de una gran alegría los llevó a
Judea.
La expedición de Judas Macabeo contra Galaad
24 Judas Macabeo y su hermano Jonatán, por su parte,
atravesaron el Jordán y caminaron tres
días por el desierto. 25 Allí se encontraron con los
nabateos, que los recibieron amistosamente y
los pusieron al tanto de lo que les ocurría a sus hermanos
de la región de Galaad: 26 muchos de
ellos se encontraban prisioneros en Bosorá y Bosor, en
Alemá, Casfó, Maqued y Carnain, que
eran ciudades fuertes e importantes; 27 también había
prisioneros en las demás ciudades de
Galaad, y sus enemigos tomaban posiciones para atacar las
fortalezas al día siguiente, a fin de
apoderarse de ellos y exterminarlos a todos de una sola vez.
28 Inmediatamente, Judas dio vuelta con su ejército y se
dirigió por el desierto hacia Bosorá,
ocupó la ciudad y después de pasar al filo de la espada a
todos los varones, la saqueó por
completo y la incendió. 29 Partió de allí por la noche y
avanzó hasta la fortaleza. 30 Al llegar el
día, los judíos divisaron una muchedumbre innumerable que
levantaba escaleras y empalizadas
para tomar la fortaleza y había pasado a la ofensiva. 31 Al
ver que el ataque ya había
comenzado y que el griterío de la ciudad y el sonido de las
trompetas subía hasta el cielo, 32
Judas dijo a sus hombres: “¡Luchen hoy por nuestros
hermanos!”. 33 Luego los ordenó en tres
columnas y los hizo avanzar por detrás del enemigo, tocando
las trompetas y orando a gritos. 34
Las tropas de Timoteo, apenas se enteraron que era el
Macabeo, huyeron ante él. Judas les
infligió una gran derrota, y ese día dejaron tendidos unos
ocho mil hombres. 35 Luego se volvió
contra Alemá; la atacó, la ocupó y, después de matar a todos
los varones, la saqueó y la
incendió. 36 Partiendo de allí, se apoderó de Casfó, Maqued,
Bosor y de las demás ciudades de
Galaad.
Victoria definitiva de Judas Macabeo en Galaad
37 Después de estos acontecimientos, Timoteo reunió un nuevo
ejército y acampó frente a
Rafón, al otro lado del torrente. 38 Judas mandó a explorar
el campamento y le dieron este
informe: “Todas las naciones vecinas se han unido a Timoteo
y forman un ejército muy
numeroso. 39 Además, tienen como auxiliares a mercenarios
árabes. Ahora están acampados al
otro lado del torrente, preparados para atacarte”. Entonces
Judas salió a su encuentro, 40 y
mientras él se acercaba al torrente con su ejército, Timoteo
dijo a sus capitanes: “Si él lo pasa
primero y viene sobre nosotros, no podremos resistir, y nos
vencerá seguramente; 41 pero si se
atemoriza y acampa al otro lado del río, lo atravesaremos
nosotros, caeremos sobre él y lo
venceremos”.
42 Cuando Judas llegó al borde del torrente, ubicó a los
escribas del pueblo a la orilla y les dio
esta orden: “No dejen que ningún hombre quede en el campamento,
sino que todos vayan al
combate”. 43 Él fue el primero en cruzar el río en dirección
al enemigo, y toda su gente lo
siguió. Todos los paganos quedaron derrotados ante ellos,
arrojaron sus armas y corrieron a
refugiarse en el templo de Carnain. 44 Pero los judíos se
apoderaron de la ciudad y quemaron el
templo con todos los que había adentro. Carnain fue sometida
y ya nadie pudo resistir a Judas.
El regreso de Judas Macabeo a Jerusalén
45 Judas reunió a todos los israelitas de la región de
Galaad, del más pequeño al más grande,
con sus mujeres, sus hijos y sus equipajes, para llevarlos
al país de Judá: era una inmensa
muchedumbre. 46 Llegaron a Efrón, ciudad importante y muy
fortificada, que estaba sobre el
camino, por la que tenían que pasar necesariamente, ya que
no era posible desviarse ni a la
derecha ni a la izquierda. 47 Pero los habitantes de la
ciudad les negaron el paso y bloquearon
las entradas con piedras. 48 Judas les envió un mensaje en
son de paz, diciéndoles:
“Permítannos pasar por el territorio de ustedes, para ir a
nuestro país; nadie les hará ningún mal,
sólo queremos pasar”. Como ellos se negaron a abrirle, 49
Judas hizo anunciar en el
campamento que cada uno tomara posición donde se encontraba.
50 Los soldados ocuparon sus
posiciones, y Judas atacó la ciudad todo aquel día y toda la
noche, hasta que cayó en sus manos.
51 Hizo pasar al filo de la espada a todos los varones,
arrasó la ciudad, la saqueó y la atravesó
por encima de los cadáveres. 52 Después pasaron el Jordán en
dirección a la gran llanura que
está frente a Betsán. 53 Durante todo el trayecto, Judas fue
recogiendo a los rezagados y
animando al pueblo hasta llegar a la tierra de Judá. 54
Todos subieron al monte Sión con júbilo
y alegría, y ofrecieron holocaustos por haber regresado
sanos y salvos sin perder a ninguno de
los suyos.
La derrota de José y Azarías en Iamnia
55 Cuando Judas y Jonatán estaban en el país de Galaad, y su
hermano Simón en Galilea,
frente Tolemaida, 56 José, hijo de Zacarías, y Azarías,
jefes del ejército, al oír las proezas y
combates que aquellos habían llevado a cabo, 57 dijeron:
“Hagámonos célebres también
nosotros, luchando contra los paganos que nos rodean”. 58
Entonces ordenaron a las tropas que
estaban bajo su mando que avanzaran sobre Iamnia. 59 Gorgias
salió de la ciudad con su
ejército para luchar contra ellos. 60 José y Azarías fueron
derrotados y perseguidos hasta la
frontera de Judea. Aquel día cayeron alrededor de dos mil
israelitas. 61 Este fue un grave
desastre para el pueblo por no haber obedecido a Judas y a
sus hermanos, creyéndose capaces de
grandes hazañas. 62 Pero ellos no pertenecían a la estirpe
de aquellos hombres a quienes estaba
confiada la salvación de Israel.
Otros triunfos de Judas Macabeo en Idumea y Filistea
63 El valiente Judas y sus hermanos alcanzaron gran
celebridad en todo Israel y en todas las
naciones donde se oía hablar de ellos. 64 La gente se
agolpaba a su alrededor para aclamarlos.
65 Judas salió con sus hermanos para hacer la guerra a los
descendientes de Esaú, en la región
meridional. Se apoderó de Hebrón y de sus poblados, destruyó
sus fortificaciones e incendió las
torres de su alrededor. 66 Luego partió en dirección al país
de los filisteos y atravesó Marisá. 67
Aquel día, algunos sacerdotes que querían mostrar su
valentía, cayeron en el combate por salir a
luchar imprudentemente. 68 En seguida Judas se desvió hacia
Azoto, en territorio filisteo: allí
derribó sus altares, incendió las estatuas de sus dioses, saqueó
sus ciudades, y finalmente,
regresó al país de Judea.
La derrota de Antíoco IV en Persia
6 1 Mientras tanto, el rey Antíoco recorría las provincias
de la meseta. Allí se enteró de que en
Persia había una ciudad llamada Elimaida, célebre por sus
riquezas, su plata y su oro. 2 Ella
tenía un templo muy rico, donde se guardaban armaduras de
oro, corazas y armas dejadas allí
por Alejandro, hijo de Filipo y rey de Macedonia, el primero
que reinó sobre los griegos. 3
Antíoco se dirigió a esa ciudad para apoderarse de ella y
saquearla, pero no lo consiguió, porque
los habitantes de la ciudad, al conocer sus planes, 4 le
opusieron resistencia. Él tuvo que huir y
se retiró de allí muy amargado para volver a Babilonia.
5 Cuando todavía estaba en Persia, le anunciaron que la
expedición contra el país de Judá
había fracasado. 6 Le comunicaron que Lisias había ido al
frente de un poderoso ejército, pero
había tenido que retroceder ante los judíos, y que éstos
habían acrecentado su poder, gracias a
las armas y al cuantioso botín tomado a los ejércitos
vencidos. 7 Además, habían destruido la
Abominación que él había erigido sobre el altar de Jerusalén
y habían rodeado el Santuario de
altas murallas como antes, haciendo lo mismo con Betsur, que
era una de las ciudades del rey.
La muerte de Antíoco IV Epífanes y el advenimiento de
Antíoco V
8 Al oír tales noticias, el rey quedó consternado, presa de
una violenta agitación, y cayó en
cama enfermo de tristeza, porque las cosas no le habían
salido como él deseaba. 9 Así pasó
muchos días, sin poder librarse de su melancolía, hasta que
sintió que se iba a morir. 10
Entonces hizo venir a todos sus amigos y les dijo: “No puedo
conciliar el sueño y me siento
desfallecer. 11 Yo me pregunto cómo he llegado al estado de
aflicción y de amargura en que
ahora me encuentro, yo que era generoso y amado mientras
ejercía el poder. 12 Pero ahora caigo
en la cuenta de los males que causé en Jerusalén, cuando
robé los objetos de plata y oro que
había allí y mandé exterminar sin motivo a los habitantes de
Judá. 13 Reconozco que por eso me
suceden todos estos males y muero de pesadumbre en tierra
extranjera”.
14 Luego, llamó a Filipo, uno de sus Amigos, y lo puso al
frente de todo su reino. 15 Le
entregó su diadema, su manto y su anillo, encargándole que
dirigiera a su hijo Antíoco y lo
educara para que fuera rey. 16 El rey Antíoco murió en aquel
lugar, el año ciento cuarenta y
nueve. 17 Cuando Lisias se enteró de la muerte del rey, puso
en el trono a su hijo Antíoco, que
él había educado desde niño, dándole el sobrenombre de
Eupátor.
El sitio de la Ciudadela de Jerusalén
18 La gente de la Ciudadela tenía confinados a los
israelitas alrededor del Santuario, y no
perdía ocasión de hacerles mal y de apoyar a los paganos. 19
Judas resolvió acabar con ellos y
convocó a todo el ejército para sitiarlos. 20 El año ciento
cincuenta, se reunieron todos y sitiaron
la Ciudadela, construyendo torres de asalto y empalizadas.
21 Pero varios de los sitiados
rompieron el cerco y se les unieron algunos renegados de
Israel, 22 que acudieron al rey para
decirle: “¿Hasta cuándo vas a estar sin hacernos justicia y
sin vengar a nuestros hermanos? 23
Nosotros aceptamos de buen grado servir a tu padre, cumplir
sus ordenes y obedecer sus
decretos. 24 Por eso, nuestros compatriotas han sitiado la
Ciudadela y nos tratan como extraños.
Más aún, han matado a los nuestros que caían en sus manos y
han confiscado nuestros bienes.
25 Y no sólo han levantado su mano contra nosotros, sino
también sobre todos los países
limítrofes. 26 Ahora mismo tienen sitiada la Ciudadela de
Jerusalén para apoderarse de ella y
han fortificado el Santuario y la ciudad de Betsur. 27 Si no
te adelantas rápidamente, harán
cosas mayores todavía y ya no podrás detenerlos”.
La campaña de Antíoco V y de Lisias
28 El rey, al oír esto, se enfureció y convocó a todos sus
Amigos, a los capitanes del ejército y
a los comandantes de caballería. 29 Además, le llegaron
tropas mercenarias de otros reinos y de
las islas del mar. 30 El número de sus fuerzas era de cien
mil soldados, veinte mil jinetes y
treinta y dos elefantes adiestrados para la guerra. 31
Entraron por Idumea y acamparon cerca de
Betsur, atacándola durante mucho tiempo con máquinas de
guerra. Pero los sitiados, en una
salida sorpresiva, se las quemaron y combatieron
valerosamente.
La batalla de Betzacaría
32 Entonces Judas levantó el sitio de la Ciudadela y acampó
en Betzacaría, frente al
campamento del rey. 33 A la mañana siguiente, el rey se
levantó de madrugada y condujo
apresuradamente al ejército por el camino de Betzacaría. Las
tropas se dispusieron para el
ataque y se tocaron las trompetas. 34 A los elefantes les
mostraron mosto de uva y de moras
para excitarlos al combate. 35 Los animales estaban
repartidos entre los batallones. Al lado de
cada elefante se alineaban mil hombres con cota de malla y
cascos de bronce, además de
quinientos jinetes escogidos. 36 Estos estaban pendientes de
los movimientos del animal, de
manera que adonde iba él, iban también ellos, sin apartarse
de su lado. 37 Cada elefante llevaba
encima, sujeta con cinchas, una sólida torre de madera que
servía de defensa, y en cada una de
ellas iban tres guerreros que combatían desde allí, además
del conductor. 38 En cuanto al resto
de la caballería, el rey la ubicó a un lado y a otro, sobre
los dos flancos del ejército, con la
misión de hostigar al enemigo y cubrir a los batallones.
39 Cuando el sol brilló sobre el oro y el bronce de los
escudos, sus reflejos iluminaron las
montañas que relucían como antorchas. 40 Una parte del
ejército real se había alineado en lo
alto de la montaña, y la otra en el valle. Todos avanzaban
con paso seguro y en perfecto orden.
41 Los israelitas se estremecían al oír el rumor de aquella
multitud, el ruido de su marcha y el
estrépito de sus armas, porque era un ejército inmenso y
poderoso. 42 Entonces Judas se
adelantó con sus tropas para entrar en batalla, y cayeron
seiscientos hombres del ejército real. 43
Mientras tanto, Eleazar, llamado Avarán, vio a un elefante
pertrechado con una cota real, que
sobresalía entre todos los demás, y pensó que en él iba el
rey. 44 Entonces sacrificó su propia
vida para salvar a su pueblo y adquirir una fama
imperecedera. 45 Corrió resueltamente hacia él,
a través del batallón, matando a derecha e izquierda. Así se
abrió paso a un lado y a otro 46 y se
deslizó por debajo del elefante, clavándole su espada. Al
desplomarse por tierra el animal, cayó
sobre él y lo mató. 47 Pero los judíos, al ver el poderío
del rey y el empuje de sus tropas,
emprendieron la retirada.
La toma de Betsur y el sitio de Jerusalén
48 El ejército real subió a Jerusalén, al encuentro de los
judíos, y el rey acampó frente a Judea
y al monte Sión. 49 Él hizo la paz con los habitantes de
Betsur, que abandonaron la ciudad por
carecer de víveres para resistir el asedio, ya que aquel era
un año sabático para la tierra. 50 El
rey ocupó Betsur y dejó allí una guarnición para su defensa.
51 Durante mucho tiempo estuvo
sitiando el Santuario. Levantó contra él ballestas y torres
de asalto, lanzallamas y catapultas,
lanza flechas y hondas. 52 Los sitiados, por su parte,
construyeron armas similares para el
contraataque, y así resistieron mucho tiempo. 53 Pero, al
fin, se agotaron los víveres
almacenados, porque era el séptimo año y, además, porque los
refugiados en Judea,
provenientes de las naciones, habían consumido las últimas
reservas. 54 Así no quedaron en el
Santuario más que unos pocos hombres, porque se hacía sentir
el hambre. Los demás se
dispersaron, cada uno por su lado.
Concesión de la libertad religiosa a los judíos
55 Mientras tanto, Lisias se enteró de que Filipo –a quien
el rey Antíoco había encargado antes
de morir que educara a su hijo Antíoco, para que fuera rey–
56 había vuelto de Persia y de
Media con las tropas que acompañaron al rey, y trataba de
tomar el poder. 57 Por eso pensó que
era necesario partir en seguida y dijo al rey, a los
capitanes del ejército y a los soldados: “Cada
día estamos peor y escasean los víveres; el lugar que
asediamos está bien fortificado y nos urgen
los asuntos del reino. 58 Tendamos la mano a estos hombres,
y hagamos la paz con ellos y con
toda su nación. 59 Dejemos que vivan según sus costumbres
tradicionales, ya que ellos se han
irritado y han hecho todas estas cosas, porque nosotros
hemos tratado de abolirlas”. 60 El rey y
los capitanes aprobaron la propuesta, y el rey mandó ofrecer
la paz a los sitiados. Estos la
aceptaron, 61 y el rey y los capitanes se comprometieron con
un juramento. 62 Con esta garantía
salieron de la fortaleza y el rey subió al monte Sión. Pero
al ver las fortificaciones de aquel
lugar, violó el juramento que había hecho y ordenó destruir
la muralla que lo rodeaba. 63 Luego
partió rápidamente y volvió a Antioquía, donde encontró a
Filipo dueño ya de la ciudad: lo
atacó y ocupó la ciudad por la fuerza.
La ocupación del trono por Demetrio I
7 1 El año ciento cincuenta y uno, Demetrio, hijo de Seleuco,
salió de Roma y llegó con unos
pocos hombres a una ciudad marítima, donde se proclamó rey.
2 Cuando se disponía a entrar en
el palacio de sus padres, el ejército apresó a Antíoco y a
Lisias para hacerlos comparecer ante él.
3 Apenas se enteró, dijo: “No quiero ni verles la cara”. 4
Entonces el ejército los mató y
Demetrio ocupó su trono real.
Las intrigas de Álcimo ante Demetrio I
5 Todos los israelitas renegados e impíos acudieron a él,
guiados por Álcimo, que
ambicionaba el sumo sacerdocio. 6 Ellos acusaron al pueblo
delante del rey, diciendo: “Judas y
sus hermanos han eliminado a todos tus adictos y a nosotros
nos han expulsado de nuestro país.
7 Por eso, manda ahora a una persona de tu confianza, para
que vea los estragos que nos han
causado a nosotros y a todo el territorio del rey, y los
castigue a ellos y a todos los que los
apoyan”.
Las represalias de Báquides y de Álcimo contra los
israelitas
8 El rey eligió a Báquides, uno de sus Amigos, que gobernaba
la región occidental del
Éufrates; este era un personaje importante en la corte y
leal al rey. 9 Lo envió junto con el impío
Álcimo, a quien confirió el sumo sacerdocio, y le dio la
orden de tomar represalias contra los
israelitas. 10 Ellos partieron con un ejército numeroso y,
al llegar al territorio de Judá, enviaron
mensajeros a Judas y a sus hermanos con falsas propuestas de
paz. 11 Pero estos, viendo que
habían venido con un ejército tan numeroso, no dieron
crédito a sus palabras. 12 Sin embargo,
un grupo de escribas se reunió con Álcimo y Báquides,
tratando de encontrar una solución
satisfactoria. 13 Entre los israelitas, los asideos eran los
primeros en pedir la paz, 14 porque
decían: “El que ha venido con el ejército es un sacerdote de
la familia de Aarón: él no nos va a
traicionar”.
15 Báquides les habló amistosamente y les aseguró bajo
juramento: “No vamos a hacerles
ningún mal, ni a ustedes ni a sus amigos”. 16 Ellos le
creyeron, pero él hizo apresar y ejecutar a
sesenta de ellos en un solo día, conforme a la palabra que
estaba escrita: 17 “Desparramaron
los cadáveres y la sangre de tus fieles alrededor de
Jerusalén y nadie les daba sepultura”. 18 A
causa de esto, cundió el pánico en toda la población, y
decían: “No hay en ellos verdad ni
justicia, porque han violado el compromiso y el juramento
que habían hecho”.
19 Después, Báquides partió de Jerusalén, acampó en Betzet y
mandó apresar a muchos que se
habían puesto de su parte y a algunos del pueblo; los
degolló y los arrojó en la gran cisterna. 20
Luego puso la provincia en manos de Álcimo, dejando un
destacamento a su disposición, y
regresó adonde estaba el rey.
La reacción de Judas Macabeo contra Álcimo
21 Álcimo luchó por mantenerse en el sumo sacerdocio, 22 y
se unieron a él todos los que
perturbaban al pueblo: así se hicieron dueños de Judá y
causaron un daño tremendo a Israel. 23
Judas, al ver que Álcimo y sus secuaces hacían a los
israelitas más daño que los paganos, 24
salió a recorrer todo el territorio de Judea para vengarse
de los desertores y no dejarlo circular
por la región. 25 Cuando Álcimo vio que Judas y sus
partidarios se fortalecían y que él no podía
resistirles, acudió al rey y los acusó de graves delitos.
La expedición y la derrota de Nicanor
26 El rey envió entonces a Nicanor, uno de sus generales más
distinguidos y enemigo
acérrimo de Israel, con la orden expresa de exterminar al
pueblo. 27 Nicanor llegó a Jerusalén
con un gran ejército, y envió a Judas y sus hermanos un
falso mensaje de paz, diciéndoles: 28
“No nos hagamos la guerra; iré a entrevistarlos en son del
paz con una pequeña escolta”. 29
Cuando se presentó ante Judas, ambos se saludaron
amistosamente, pero los enemigos estaban
preparados para secuestrar a Judas. 30 Este, al darse cuenta
de que Nicanor había venido con
pérfidas intenciones, tuvo miedo de él y no quiso verlo más.
31 Entonces Nicanor comprendió
que sus planes habían sido descubiertos y salió a combatir
contra Judas cerca de Cafarsalamá.
32 Allí cayeron unos quinientos hombres del ejército de
Nicanor, y los demás huyeron a la
Ciudad de David.
Amenazas de Nicanor contra el Templo
33 Después de esto, Nicanor subió al monte Sión. Algunos
sacerdotes y ancianos del pueblo
salieron del Santuario para saludarlo amistosamente y
mostrarle el holocausto que se ofrecía por
el rey. 34 Pero él se burló de ellos con desprecio, los
ultrajó y les habló insolentemente. 35
Después, juró muy enojado: “Si no me entregan ahora mismo a
Judas y a su ejército, cuando
vuelva victorioso, prenderé‚ fuego a esta Casa”. Y salió
enfurecido. 36 Los sacerdotes entraron
al Santuario, y de pie ante el altar y el Templo, exclamaron
llorando: 37 “Tú has elegido esta
Casa, que es llamada con tu Nombre, a fin de que fuera una
casa de oración y de súplica para tu
pueblo. 38 Dales su merecido a este hombre y a su ejército,
y que caigan al filo de la espada.
Acuérdate de sus blasfemias y no les des tregua”.
Nueva derrota y muerte de Nicanor
39 Nicanor partió de Jerusalén y acampó en Betjorón, donde
se le unió un contingente de
Siria. 40 Judas, por su parte, acampó en Adasa con tres mil
hombres, e hizo esta oración: 41
“Cuando los enviados del rey blasfemaron, apareció tu Ángel
y exterminó a ciento ochenta y
cinco mil de ellos. 42 Así también, destruye hoy ante
nosotros a este ejército, para que los
demás reconozcan que su jefe blasfemó contra tu Santuario, y
júzgalo conforme a su maldad”.
43 El día trece del mes de Adar, los ejércitos entraron en
combate y el de Nicanor fue
desbaratado. El primero en caer fue el mismo Nicanor, 44 y
cuando sus soldados vieron que
había caído, tiraron las armas y huyeron. 45 Los israelitas
los persiguieron durante todo un día,
desde Adasa hasta las proximidades de Gázara, tocando detrás
de ellos las trompetas de alarma.
46 De todas las poblaciones judías de los alrededores salía
gente que los fue envolviendo, hasta
obligarlos a volverse unos contra otros. 47 Así cayeron
todos al filo de la espada, y no quedó ni
uno solo. Los judíos se apoderaron de los despojos y del
botín, y cortaron la cabeza de Nicanor
y su mano derecha, que él había levantado con prepotencia.
Luego las llevaron y las colgaron a
la entrada de Jerusalén. 48 El pueblo se llenó de alegría;
todos celebraron ese día como una gran
fiesta 49 y determinaron conmemorar cada año aquel día,
trece de Adar. 50 Y el país de Judá
gozó de paz durante algún tiempo.
El poderío de Roma y elogio de los romanos
8 1 Entre tanto, la fama de los romanos llegó a oídos de
Judas: supo que eran guerreros
valerosos, se mostraban benévolos con todos sus aliados y
entablaban amistad con todos los que
acudían a ellos; sobre todo, se enteró de que eran guerreros
valerosos. 2 Le habían contado, en
efecto, sus campañas y las proezas que habían realizado
entre los galos, dominándolos y
sometiéndolos a tributo, 3 como así también todo lo que
habían hecho en la región de España,
para adueñarse de las minas de plata y de oro que hay allí,
4 y cómo gracias a su habilidad y
constancia, se habían apoderado de todo el territorio, a
pesar de ser un lugar muy distante.
Asimismo, a los reyes que habían venido a combatirlos desde
los confines de la tierra, los
habían derrotado, aplastándolos completamente, mientras que
los restantes les pagaban tributo
cada año. 5 Ellos habían derrotado y sometido a Filipo y a
Perseo, reyes de Quitím, y a cuantos
se les opusieron. 6 También habían vencido a Antíoco el
Grande, rey de Asia, que les había
hecho la guerra con ciento veinte elefantes, con caballos,
carros y un ejército muy numeroso: 7
lo tomaron prisionero y le impusieron, a él y a sus
sucesores, un fuerte tributo, además de la
entrega de rehenes y la cesión 8 de sus mejores provincias
–la región de la India, Media y
Lidia– que luego entregaron al rey Eumenes. 9 Los de Grecia
habían pensado ir a exterminarlos,
10 pero los romanos, al enterarse, habían enviado contra
ellos a un solo general para
combatirlos: así mataron a muchos de ellos, llevaron
prisioneros a sus mujeres y sus niños,
saquearon sus bienes, sometieron al país, arrasaron sus
fortalezas y les impusieron su dominio
hasta el día de hoy. 11 También destruyeron y sometieron a
los demás reinos y a las islas que
alguna vez les opusieron resistencia.
12 En cambio, mantuvieron su amistad con sus aliados y con
todos los que buscaron su apoyo.
Tienen bajo su dominio a los reyes vecinos y lejanos y son
temidos por todos los que oyen en
hablar de ellos. 13 Sólo reinan los que ellos quieren ayudar
a reinar, y deponen a los que
quieren. Están en el apogeo de su poder. 14 Sin embargo,
ninguno de ellos se ciñe la corona ni
se reviste de púrpura para engrandecerse. 15 Antes bien, han
creado un Senado, donde cada día
sesionan trescientos veinte senadores, que deliberan
constantemente sobre los asuntos del
pueblo, a fin de asegurar el orden público. 16 Cada año confían
a un solo hombre el poder y el
dominio sobre toda la nación, y todos le obedecen, sin que
haya entre ellos envidias ni celos.
La alianza de los judíos con los romanos
17 Judas eligió a Eupólemo, hijo de Juan, hijo de Hacós, y a
Jasón, hijo de Eleazar, y los envió
a Roma para concertar un pacto de amistad, 18 con el fin de
librarse del yugo, porque veían que
los griegos tenían esclavizado a Israel. 19 Ellos partieron
para Roma y, después de un
larguísimo viaje, se presentaron ante el Senado y dijeron:
20 “Judas, llamado Macabeo, sus
hermanos y el Pueblo judío nos han enviado para concertar
con ustedes un pacto de paz y para
que nos inscriban en el número de sus aliados y amigos”. 21
La propuesta agradó a los romanos.
22 Y esta es la copia del documento que grabaron en planchas
de bronce y enviaron a Jerusalén
como memorial de paz y de alianza:
23 “¡Que los romanos y la nación de los judíos tengan
felicidad en el mar y en la tierra para
siempre! ¡Lejos de ellos la espada y el enemigo! 24 Si una
guerra amenaza primero a Roma, o a
cualquiera de sus aliados, en cualquier parte de sus
dominios, 25 la nación de los judíos luchará
a su lado de todo corazón según se lo exijan las
circunstancias. 26 Los enemigos no recibirán
trigo, ni armas, ni dinero, ni naves. Así lo ha establecido
Roma. Observarán sus compromisos
sin ninguna compensación. 27 De la misma manera, si una
guerra amenaza primero a la nación
de los judíos, los romanos lucharán a su lado, con toda el
alma según se lo exijan las
circunstancias. 28 Sus agresores no recibirán trigo, ni
armas, ni dinero, ni naves. Así lo ha
establecido Roma. Observarán sus compromisos con lealtad”.
29 Estas son las cláusulas que los romanos estipularon con
el Pueblo judío.
30 “Si posteriormente unos y otros deciden añadir o quitar
algo, lo harán de común acuerdo, y
lo que añadan o quiten tendrá fuerza obligatoria”.
31 “Con relación a los males que el rey Demetrio ha causado
a los judíos, ya le hemos escrito
lo siguiente: ‘¿Por qué has hecho sentir pesadamente tu yugo
sobre los judíos, nuestros amigos
y aliados? 32 Si vuelven a quejarse de ti, nosotros les
haremos justicia y te haremos la guerra
por mar y por tierra’”.
La batalla de Berzet y la muerte de Judas Macabeo
9 1 Cuando Demetrio se enteró de que Nicanor y su ejército
habían sucumbido en el combate,
envió por segunda vez al país de Judá a Báquides y Álcimo,
con el ala derecha de su ejército. 2
Estos tomaron el camino de Guilgal y sitiaron a Mesalot en
el territorio de Arbela; se
apoderaron de ella y mataron a mucha gente. 3 El primer mes
del año ciento cincuenta y dos
acamparon frente a Jerusalén, 4 de donde partieron con
veinte mil hombres y dos mil jinetes en
dirección a Berzet. 5 Judas tenía puesto su campamento en
Elasá y había con él tres mil
hombres elegidos. 6 Pero al ver la multitud de los enemigos,
se atemorizaron y muchos
desertaron del campamento, de manera que no quedaron más que
ochocientos hombres. 7 Judas
advirtió que su ejército se había desbandado, precisamente
cuando la batalla era inminente y
quedó descorazonado, porque no había tiempo de volverlos a
reunir. 8 A pesar de su desaliento,
dijo a los que habían quedado: “Ataquemos lo mismo a
nuestros enemigos: tal vez podamos
hacerles frente”. 9 Pero ellos trataban de disuadirlo,
diciéndole: “¡Imposible! Salvemos primero
nuestras vidas; después volveremos con nuestros hermanos
para continuar luchando, ya que
ahora somos muy pocos”. 10 Judas les respondió: “¡Eso nunca!
No podemos huir ante ellos. Si
es que ha llegado nuestra hora, muramos valientemente por
nuestros hermanos, sin que nuestra
gloria sufra menoscabo”.
11 El ejército enemigo salió del campamento y se aprestó
para enfrentarlos. La caballería se
había dividido en dos escuadrones; en primera línea,
avanzaban los más aguerridos, precedidos
por los arqueros y los honderos. 12 Báquides estaba en el
ala derecha. Las tropas avanzaron por
ambos lados, al sonido de las trompetas. 13 Los hombres de
Judas también tocaron las
trompetas y la tierra tembló por el estruendo de los
ejércitos. La lucha se inició al amanecer y
duró hasta la tarde.
14 Judas vio que Báquides y el grueso de su ejército estaban
a la derecha. Entonces los
israelitas más decididos se unieron a él 15 y derrotaron el
ala derecha, persiguiéndola hasta las
últimas estribaciones de la montaña. 16 Pero los del ala
izquierda, al ver derrotada el ala
derecha, se volvieron contra Judas y los suyos, tomándolos
por la espalda. 17 La lucha se hizo
más encarnizada, y hubo muchas víctimas de uno y otro bando.
18 También cayó Judas y los
demás huyeron.
Los funerales de Judas Macabeo
19 Jonatán y Simón tomaron a su hermano Judas y lo
sepultaron en el sepulcro de sus padres
en Modín. 20 Todo Israel lloró e hizo un gran duelo por él,
y muchos días repitieron esta
lamentación: 21 “¡Cómo ha caído el héroe que salvaba a
Israel!”. 22 El resto de las acciones de
Judas, de sus guerras, de las proezas que realizó y de sus
títulos de gloria no ha sido escrito,
porque fueron innumerables.
JONATÁN, JEFE DE LOS JUDÍOS Y SUMO SACERDOTE
(160-142 a. C.)
La muerte de Judas Macabeo infligió un duro golpe a sus
partidarios y acrecentó el
poderío de los judíos helenizantes. Pero estos últimos, en
lugar de aprovechar la ocasión
para unificar el país, multiplicaron las persecuciones y las
venganzas contra sus
adversarios. La reacción no se hizo esperar y, una vez más,
estos se replegaron hacia el
desierto de Judá, dispuestos a continuar la lucha religiosa.
Al frente de ellos estaba
Jonatán, el menor de los cinco hermanos Macabeos.
Jonatán no poseía la grandeza heroica ni la fe ardiente de
su hermano Judas. Pero su
actuación se vio favorecida por las disensiones entre los
pretendientes al trono de Siria que
le permitieron concluir con ellos una serie de acuerdos
ventajosos. Así él pudo dilatar
progresivamente el territorio sometido a su control y
gobernar a Israel con un amplio
margen de autonomía, hasta el momento de su trágico fin.
Resurgimiento del partido helenista
23 Después de la muerte de Judas, reaparecieron los
renegados en todo el territorio de Israel y
se envalentonaron los impíos. 24 En aquellos días, el hambre
asoló el país y la gente se puso de
parte de ellos. 25 Báquides eligió a unos hombres impíos y
los hizo dueños del país. 26 Ellos
buscaban a los amigos de Judas, siguiéndoles las pistas, y
se los llevaban a Báquides, que los
castigaba y escarnecía. 27 Esta fue una gran tribulación
para Israel, como no se había visto
desde que dejaron de manifestarse los profetas.
Jonatán, jefe de la resistencia
28 Entonces todos los amigos de Judas se reunieron y dijeron
a Jonatán: 29 “Desde la muerte
de tu hermano Judas no tenemos un hombre como él, capaz de
enfrentar a nuestros enemigos, a
Báquides y a los que odian a nuestra nación. 30 Por eso, hoy
te elegimos a ti para que ocupes el
lugar de tu hermano, y seas nuestro jefe y nuestro guía en
la lucha que sostenemos”. 31 En ese
momento Jonatán tomó el mando como sucesor de su hermano
Judas.
La huida de Jonatán y sus partidarios al desierto
32 Cuando Báquides lo supo, trató de matarlo. 33 Pero
Jonatán, su hermano Simón y todos sus
partidarios, al enterarse de esto, huyeron al desierto de
Técoa y acamparon junto a las aguas de
la cisterna de Asfar. 34 Báquides se enteró el día sábado, y
atravesó el Jordán con todo su
ejército.
La muerte de Juan y la represalia contra los jambritas
35 Jonatán envió a su hermano Juan, el encargado de conducir
la caravana, a pedir
autorización a los nabateos, sus amigos, para dejarles en
depósito su equipaje, que era muy
grande. 36 Pero los jambritas, que habitaban en Madabá,
capturaron a Juan con todo lo que
llevaba, y se fueron con el botín. 37 Poco tiempo después,
Jonatán y su hermano Simón se
enteraron de que los jambritas celebraban una gran boda y
traían de Nabatá, con mucha pompa,
a la novia, hija de uno de los grandes magnates de Canaán.
38 Entonces se acordaron del
sangriento fin de su hermano Juan y fueron a esconderse en un
repliegue de la montaña. 39 Al
alzar los ojos, divisaron una numerosa caravana que avanzaba
en medio de un gran tumulto, y
vieron que el novio iba a su encuentro, acompañado de sus
amigos y hermanos, al son de
tambores e instrumentos musicales y con mucha gente armada.
40 Inmediatamente, salieron de
su escondite, se precipitaron sobre ellos y los masacraron,
dejando muchas víctimas. Mientras
los sobrevivientes huían a la montaña, ello se apoderaron de
todo el botín. 41 Así la boda
terminó en duelo y la música en lamentaciones. 42 De esta
manera vengaron la sangre de su
hermano y volvieron a las regiones pantanosas del Jordán.
El combate del Jordán
43 Cuando Báquides se enteró, fue un día sábado a las
riberas del Jordán con un ejército
numeroso. 44 Entonces Jonatán arengó a sus hombres,
diciendo: “¡Ánimo! Luchemos por
defender nuestras vidas, porque ahora no estamos como antes.
45 El enemigo nos asedia por
delante y por detrás, de un lado están las aguas del Jordán
y del otro, los pantanos y las malezas;
no hay escapatoria posible. 46 Clamen al Cielo, para que nos
salve de nuestros enemigos”. 47
Una vez iniciado el combate, Jonatán extendió su brazo para
descargar un golpe sobre Báquides,
pero este lo esquivó, echándose atrás. 48 Entonces Jonatán y
los suyos se tiraron al Jordán y lo
atravesaron a nado, pero sus enemigos no los persiguieron.
49 Aquel día murieron unos mil
hombres del ejército de Báquides.
La construcción de plazas fuertes en Judea
50 Al volver a Jerusalén, Báquides comenzó a fortificar
algunas ciudades en Judea: las
fortalezas de Jericó, Emaús, Betjorón, Betel, Tamnatá,
Faratón y Tefón, protegiéndolas con altas
murallas, puertas y cerrojos. 51 En cada una de ellas puso
una guarnición para hostigar a Israel.
52 También fortificó la ciudad de Betsur, Guéser y la
Ciudadela, dejando en ellas tropas y
depósitos de víveres. 53 Después tomó como rehenes a los
hijos de las principales familias del
país y los puso bajo custodia en la Ciudadela de Jerusalén.
La muerte de Álcimo y la retirada de Báquides
54 En el segundo mes del año ciento cincuenta y tres, Álcimo
mandó derribar las murallas de
la parte interior del Santuario, destruyendo así la obra de
los profetas. Pero al comenzar la
demolición, 55 sufrió un ataque y la obra se detuvo. Él
perdió el habla y la boca le quedó
paralizada, de manera que no pudo hablar más ni dar ninguna
orden en lo referente a su casa. 56
Álcimo murió en esa época en medio de grandes tormentos. 57
Al ver que Álcimo había muerto,
Báquides regresó adonde estaba el rey, y así Judá quedó en
paz durante dos años.
Nueva campaña de Báquides
58 Todos los renegados se confabularon diciendo: “Jonatán y
los suyos viven tranquilos y
confiados. Hagamos volver a Báquides, para que los arreste a
todos en una sola noche”. 59 Ellos
fueron a comunicarle su plan, 60 y Báquides partió con un
gran ejército. Mientras tanto, envió
instrucciones secretas a todos sus aliados de Judea para que
se apoderaran de Jonatán y de sus
amigos, pero aquellos no pudieron hacerlo porque sus planes
fueron descubiertos. 61 En
represalia, Jonatán y sus amigos apresaron a unos cincuenta
hombres entre los cabecillas de la
conspiración, y los mataron.
62 Jonatán y Simón se retiraron con sus compañeros a
Betbasí, en el desierto, y la fortificaron,
restaurando sus ruinas. 63 Al saber esto, Báquides reunió a
toda su gente y convocó a sus
partidarios de Judea. 64 Luego acampó frente a Betbasí y la
atacó durante varios días,
emplazando máquinas de guerra.
La victoria de Jonatán
65 Pero Jonatán, dejando en la ciudad a su hermano Simón,
hizo una incursión por el país con
algunos hombres. 66 Derrotó a Odomerá y a sus hermanos, y
también a los hijos de Fasirón en
sus propios campamentos. Una vez asestados estos primeros
golpes, volvieron con más fuerzas.
67 Simón y los suyos salieron de la ciudad e incendiaron las
máquinas de guerra. 68 Lucharon
contra Báquides y lo derrotaron, dejándolo muy abatido
porque sus planes y su campaña habían
fracasado. 69 Por eso se enfureció contra los renegados que
le habían aconsejado regresar al
país y mandó ejecutar a muchos de ellos. Después decidió
volver a su país.
El tratado de paz entre Báquides y Jonatán
70 Al enterarse de esto, Jonatán envió mensajeros a Báquides
para concertar con él la paz y
para que les devolviera los prisioneros. 71 Báquides aceptó
la propuesta y le juró no hacerle
ningún daño durante toda su vida; 72 le devolvió los
prisioneros capturados anteriormente en
Judá y regresó a su país. Y nunca más volvió al territorio
de Judea.
73 Hubo así paz en Israel y Jonatán se estableció en Micmás,
donde comenzó a gobernar al
pueblo y a exterminar a los impíos de en medio de Israel.
Concesiones de Demetrio I a Jonatán
10 1 El año ciento sesenta, Alejan-dro, hijo de Antíoco, por
sobrenombre Epífanes, desembarcó
y ocupó Tolemaida, donde fue bien recibido y comenzó a
reinar. 2 Enterado de esto, el rey
Demetrio reclutó un ejército muy numeroso y salió a su
encuentro para combatirlo. 3 Además,
Demetrio envió a Jonatán una carta amistosa, dándole mayores
poderes, 4 haciéndose esta
reflexión: “Anticipémonos a negociar la paz con él antes que
él la haga con Alejandro en
detrimento nuestro, 5 acordándose de los males que le
causamos a él, a sus hermanos y a su
nación”. 6 Demetrio le dio autorización para reclutar
tropas, fabricar armamentos y ser su
aliado. También ordenó que le entregaran los rehenes
detenidos en la Ciudadela.
El establecimiento de Jonatán en Jerusalén
7 Jonatán fue a Jerusalén y leyó la carta en presencia de
todo el pueblo y de los que ocupaban
la Ciudadela. 8 Estos últimos quedaron muy atemorizados
cuando supieron que el rey lo había
autorizado para reclutar tropas, y 9 los de la Ciudadela
entregaron los rehenes a Jonatán, el cual
los devolvió a sus familias. 10 Jonatán fijó su residencia
en Jerusalén y comenzó a reconstruir y
restaurar la ciudad. 11 Ordenó a los constructores que
reconstruyeran las murallas y que
rodearan el monte Sión con un muro de piedras talladas, y
así lo hicieron.
12 Los extranjeros que ocupaban las fortalezas levantadas
por Báquides, huyeron, 13
abandonando cada uno su puesto para regresar a su país. 14
Sólo en Betsur quedaron algunos de
los que habían renegado de la Ley y de los mandamientos,
porque esa era una ciudad de refugio.
Jonatán investido por Alejandro como Sumo Sacerdote
15 El rey Alejandro se enteró de los ofrecimientos que
Demetrio había hecho a Jonatán.
También le contaron las guerras y las proezas que él y sus
hermanos habían realizado y las
contrariedades que habían soportado. 16 Entonces exclamó:
“¿Podremos hallar otro hombre
como este? ¡Hagámoslo ahora mismo nuestro amigo y nuestro
aliado!”. 17 Y en seguida le
envió una carta redactada en los siguientes términos: 18 “El
rey Alejandro saluda a su hermano
Jonatán. 19 Hemos oído que eres un guerrero valiente y digno
de nuestra amistad. 20 Por eso te
nombramos hoy Sumo Sacerdote de tu nación y te concedemos el
titulo de Amigo del rey para
que apoyes nuestra causa y nos asegures tu amistad”. Al mismo
tiempo, le enviaba una capa de
púrpura y una corona de oro.
21 Jonatán se revistió de los ornamentos sagrados el séptimo
mes del año ciento sesenta, en la
fiesta de las Chozas; reclutó tropas y fabricó una gran
cantidad de armas.
La carta de Demetrio I a Jonatán
22 Apenas supo esto, Demetrio se disgustó mucho y dijo: 23
“¿Qué hemos hecho? Alejandro
se nos ha adelantado, ganándose la amistad y el apoyo de los
judíos. 24 También yo voy a
escribirles en términos persuasivos, ofreciéndoles
dignidades y regalos, para que se
comprometan a ayudarme”. 25 Y les escribió en estos
términos: 26 “El rey Demetrio saluda a la
nación de los judíos. Nos hemos enterado con satisfacción de
que ustedes han observado los
pactos hechos con nosotros y han perseverado en nuestra
amistad, sin pasarse al enemigo. 27
Continúen guardándonos la misma fidelidad y nosotros los
recompensaremos a cambio de la
colaboración que nos prestan. 28 Los eximiremos de muchas
obligaciones y les haremos
regalos.
29 Ya desde ahora, los libero a ustedes, y eximo a todos los
judíos, de las contribuciones, del
impuesto a la sal y de la entrega de las coronas de oro. 30
Renuncio también, a partir de hoy y
para siempre, a percibir el tercio de los granos y la mitad
de los frutos de los árboles que me
corresponden, tanto de Judá como de los tres distritos
anexos de Samaría y Galilea.
31 Jerusalén, con su territorio, sus diezmos y derechos,
será sagrada y estará exenta de
impuestos. 32 Renuncio asimismo a toda autoridad sobre la
Ciudadela de Jerusalén y se la cedo
al Sumo Sacerdote, a fin de que establezca en ella a todos
los hombres que él mismo elija para
su defensa.
33 A todo judío llevado cautivo de Judá a cualquier parte de
mi reino, le concedo la libertad
gratuitamente, y ninguno estará obligado a pagar impuestos,
ni siquiera los del ganado.
34 Todas las fiestas, los sábados, los novilunios y los días
fijados para las solemnidades –con
los tres días que preceden y siguen a cada fiesta– serán
días de inmunidad y exención para todos
los judíos residentes en mi reino: 35 nadie tendrá derecho a
demandar o inquietar a ninguno de
ellos por ningún motivo.
36 En los ejércitos del rey se alistarán hasta treinta mil
judíos que percibirán el mismo sueldo
que las demás tropas del rey. 37 Algunos de ellos serán
apostados en las principales fortalezas
del rey y otros ocuparán cargos de confianza en el reino.
Sus jefes y oficiales serán elegidos
entre ellos y todos podrán vivir conforme a sus leyes, tal
como lo ha dispuesto el rey para el país
de Judá.
38 Los tres distritos de la provincia de Samaría,
incorporados a Judea, quedarán anexados
definitivamente a ella y considerados como parte suya, de
manera que dependan de un solo jefe
y no estén sometidos a otra autoridad que la del Sumo
Sacerdote.
39 Doy como presente al Templo de Jerusalén la ciudad de
Tolemaida y sus alrededores, para
cubrir las expensas del Santuario. 40 Por mi parte, daré
cada año quince mil siclos de plata, que
se tomarán de los ingresos del rey en los lugares
apropiados. 41 Toda la cantidad que los
agentes del fisco han dejado de pagar, como se hacía en los
años precedentes, será entregada
desde ahora para las obras del Templo. 42 Además, los cinco
mil siclos de plata que se solían
recaudar cada año de los ingresos del Santuario quedarán
condonados en beneficio de los
sacerdotes que ejercen el culto. 43 Todos aquellos que por
una deuda al Tesoro real o por
cualquier otra causa se refugien en el Templo de Jerusalén o
en alguna de sus dependencias,
quedarán absueltos, ellos con las posesiones que tengan en
mi reino.
44 Los gastos para las obras de construcción y reparación
del Santuario, correrán por cuenta
del rey. 45 También estarán a cargo del rey la construcción
de las murallas de Jerusalén y la
fortificación de su recinto, lo mismo que la reconstrucción
de las murallas en las ciudades de
Judea”.
Rechazo de la propuesta de Demetrio I
46 Cuando Jonatán y el pueblo oyeron estas palabras, no les
dieron crédito ni las aceptaron,
porque se acordaban del enorme daño que Demetrio había
causado a Israel y de la opresión a
que los había sometido. 47 Entonces se decidieron por
Alejandro porque, a su parecer, les hacía
mejores propuestas de paz, y fueron siempre sus aliados.
La muerte de Demetrio I
48 El rey Alejandro reunió un gran ejército y tomó
posiciones contra Demetrio. 49 Ambos
reyes entablaron batalla, y el ejército de Alejandro
emprendió la retirada. Demetrio los persiguió
y se impuso sobre ellos. 50 Y aunque combatió encarnizadamente
hasta la puesta del sol,
Demetrio sucumbió aquel día.
La alianza de Alejandro con Tolomeo VI
51 Alejandro mandó una embajada a Tolomeo, rey de Egipto,
con este mensaje. 52 “Yo he
vuelto a mi reino, y me he sentado en el trono de mis
padres, adueñándome del poder. Después
de derrotar a Demetrio, he tomado posesión de mi país, 53
porque combatí con él, lo derroté, a
él y a su ejército, y ocupé su trono real. 54 Establezcamos
ahora vínculos de amistad entre
nosotros: dame a tu hija por esposa, y yo seré tu yerno, y a
ti y a ella les haré regalos dignos de
ti”.
55 El rey Tolomeo respondió en estos términos: “¡Feliz el
día en que regresaste al país de tus
padres, para sentarte en su trono real! 56 Voy a cumplir
ahora mismo lo que tú has escrito. Ven
hasta Tolemaida para que nos entrevistemos, y yo seré tu
suegro como tú lo has dicho”.
57 Tolomeo partió de Egipto con su hija Cleopatra y llegó a
Tolemaida, el año ciento sesenta y
dos. 58 El rey Alejandro fue a su encuentro, y Tolomeo le
entregó a su hija Cleopatra,
celebrándose la boda en Tolemaida con la magnificencia
propia de los reyes.
Jonatán constituido gobernador de Judea
59 Luego Alejandro escribió a Jonatán para que fuera a
entrevistarse con él. 60 Este fue a
Tolemaida con gran pompa; allí se entrevistó con los dos
reyes y los obsequió con plata y oro,
ofreciendo además numerosos presentes a sus Amigos. De esa
manera se ganó el favor de ellos.
61 Entonces un grupo de prevaricadores, la gente más
indeseable de Israel, se confabularon
contra él y lo acusaron ante el rey. Pero este, en lugar de
hacerles caso, 62 ordenó que quitaran a
Jonatán la ropa que tenía puesta y lo vistieran de púrpura.
Así lo hicieron. 63 El rey lo hizo
sentar a su lado y dijo a sus dignatarios: “Recorran con él
la ciudad y proclamen que nadie se
atreva a levantar ninguna acusación contra él ni a
molestarlo por ningún motivo”.
64 Apenas sus detractores vieron los honores que le
tributaban, los términos de la proclama y
la púrpura con que estaba revestido, se dieron a la fuga. 65
El rey lo honró inscribiéndolo entre
sus principales Amigos, y lo constituyó general y
gobernador. 66 Así Jonatán regresó a
Jerusalén en paz y lleno de alegría.
El desafío de Apolonio a Jonatán
67 El año ciento sesenta y cinco, Demetrio, hijo de
Demetrio, llegó al país de sus padres,
procedente de Creta, 68 y Alejandro, muy contrariado por
esta noticia regresó a Antioquía. 69
Demetrio designó general a Apolonio, el gobernador de la
Celesiria, y este reclutó un numeroso
ejército y acampó en Iamnia, enviando a decir al Sumo
Sacerdote Jonatán:
70 “Tú eres el único que te rebelas contra nosotros, y a
causa de ti, yo soy objeto de burla y de
desprecio. ¿Por qué usas de tu autoridad contra nosotros en
las montañas? 71 Si realmente
confías en tus tropas, baja ahora a medirte con nosotros en
la llanura, porque yo cuento con las
tropas de las ciudades. 72 Averigua, y sabrás quién soy yo y
quiénes son los que nos ayudan:
ellos dicen que ustedes no pueden resistirnos, ya que dos
veces fueron derrotados tus padres en
su propio país. 73 Ahora no podrás enfrentar a la caballería
y a un ejército tan grande en esta
llanura, donde no hay una piedra, ni una roca, ni un sitio
donde refugiarse”.
La derrota de Apolonio
74 Cuando Jonatán escuchó el mensaje de Apolonio, se turbó
profundamente. Entonces eligió
a diez mil hombres y salió de Jerusalén. Su hermano Simón se
unió a él para ayudarlo. 75 Luego
acampó frente a Jope, pero los habitantes de la ciudad le
cerraron las puertas porque allí había
una guarnición de Apolonio. Apenas comenzó el ataque, 76 los
habitantes de la ciudad,
aterrorizados, le abrieron las puertas, y así Jonatán se
adueñó de Jope. 77 Al enterarse de esto,
Apolonio puso en pie de guerra tres mil jinetes y una
numerosa infantería, y partió en dirección
a Azoto, como si fuera de paso; pero al mismo tiempo se iba
adentrando en la llanura, confiado
en su numerosa caballería.
78 Jonatán lo persiguió en dirección a Azoto, y los dos
ejércitos entablaron batalla. 79
Apolonio había dejado mil jinetes ocultos a espaldas de
ellos. 80 Pero Jonatán se dio cuenta de
que estaban emboscados detrás de él. Los enemigos rodearon a
su ejército, arrojándole flechas
durante todo el día. 81 Las tropas se mantuvieron firmes,
como lo había ordenado Jonatán,
mientras que los caballos de los enemigos se cansaron. 82
Entonces Simón hizo avanzar sus
escuadrones y atacó a la infantería, porque la caballería
estaba extenuada: así los derrotó y los
obligó a huir. 83 La caballería se desbandó por la llanura,
y los fugitivos huyeron a Azoto y
entraron en la Casa de Dagón, el templo de su ídolo, para
ponerse a salvo. 84 Jonatán incendió a
Azoto y a las ciudades vecinas y se apoderó del botín.
También incendió el templo de Dagón,
con todos los que se habían refugiado en él. 85 Los que
perecieron por la espada o por el fuego
fueron unos ocho mil hombres. 86 Luego Jonatán partió de
allí y acampó frente a Ascalón,
cuyos habitantes salieron a recibirlo con grandes honores.
87 Después regresó con su gente a
Jerusalén, llevando consigo un gran botín. 88 Cuando el rey
Alejandro se enteró de todo esto,
concedió nuevos honores a Jonatán: 89 le envió un prendedor
de oro, como se acostumbra
conceder a los parientes de los reyes, y le dio en propiedad
Acarón con todo su territorio.
La campaña de Tolomeo VI contra Alejandro
11 1 El rey de Egipto reunió un ejército tan numeroso como
la arena que hay a orillas del mar y
una gran flota, porque pretendía apoderarse con astucia del
reino de Alejandro y unirlo al suyo.
2 Entonces se dirigió a Siria con pretextos pacíficos, y los
habitantes de las ciudades le abrían
las puertas y salían a su encuentro, porque Alejandro había
dado orden de recibirlo, ya que era
su suegro. 3 A medida que Tolomeo entraba en las ciudades,
dejaba una guarnición en cada una
de ellas. 4 Cuando estuvo cerca de Azoto le mostraron el
templo de Dagón incendiado, la ciudad
y sus alrededores en ruinas, los cadáveres esparcidos y los
restos calcinados de los que habían
sido quemados en la batalla, porque los habían amontonado
por donde iba a pasar el rey. 5
Entonces contaron al rey todo lo que había hecho Jonatán,
esperando que lo desaprobara, pero el
rey guardó silencio. 6 Jonatán, por su parte, fue a
encontrarse con el rey en Jope con gran
pompa: ambos se saludaron y pasaron la noche allí. 7 Después
Jonatán acompañó al rey hasta el
río llamado Eléuteros, y de allí regresó a Jerusalén. 8 El
rey Tolomeo se adueñó de las ciudades
del litoral hasta Seleucia Marítima. Mientras tanto,
maquinaba sus planes contra Alejandro.
La alianza de Tolomeo VI con Demetrio II
9 A tal efecto, Tolomeo mandó una embajada al rey Demetrio,
con este mensaje: “Hagamos
una alianza entre nosotros. Yo te daré a mi hija, la que
ahora tiene Alejandro, y tú serás rey en el
reino de tu padre. 10 Estoy arrepentido de habérsela
entregado, ya que él trató de asesinarme”.
11 En realidad, le hacía estos cargos porque ambicionaba su
reino. 12 Entonces quitó su hija a
Alejandro y se la dio a Demetrio: así rompió con Alejandro y
se puso en evidencia su
enemistad. 13 Después entró en Antioquía y se ciñó la corona
de Asia, poniendo así sobre su
frente dos coronas, la de Egipto y la de Asia.
La muerte de Alejandro y de Tolomeo VI
14 En ese momento el rey Alejandro se encontraba en Cilicia,
porque la gente de aquella
región se había rebelado. 15 Apenas se enteró, salió a
combatirlo, pero Tolomeo se movilizó
con un poderoso ejército y lo derrotó. 16 Alejandro huyó a
Arabia en busca de refugio, y el rey
Tolomeo quedó dueño de la situación. 17 El árabe Zabdiel le
cortó la cabeza a Alejandro y se la
envió a Tolomeo. 18 Pero tres días después murió también
Tolomeo, y los habitantes de las
plazas fuertes mataron a los egipcios acantonados en ellas.
19 Demetrio comenzó a reinar el año
ciento sesenta y siete.
Las relaciones de Jonatán con Demetrio II
20 En ese tiempo, Jonatán reunió a los habitantes de Judea
para atacar la Ciudadela de
Jerusalén y con ese fin levantó numerosas máquinas de
guerra. 21 Algunos renegados, enemigos
de su propia nación, acudieron al rey y le anunciaron que
Jonatán tenía sitiada a la Ciudadela.
22 Esta noticia lo enfureció y en seguida se puso en marcha
y fue a Tolemaida. Al mismo
tiempo, escribió a Jonatán, ordenándole suspender el asedio
e ir lo antes posible a Tolemaida
para entrevistarse con él.
23 Cuando Jonatán se enteró de esto, ordenó continuar el
asedio y decidió enfrentar él mismo
el peligro: eligió un grupo de ancianos y sacerdotes de
Israel, 24 y fue a Tolemaida a
entrevistarse con el rey, llevando consigo plata, oro,
vestiduras y muchos otros regalos. De esta
manera, se ganó el favor del rey. 25 Algunos renegados de su
nación lo acusaron, 26 pero el rey
lo trató como lo habían hecho sus predecesores y lo honró en
presencia de todos sus Amigos. 27
Lo confirmó en el sumo sacerdocio y en todos los altos
cargos que había tenido antes, y le dio
un lugar preeminente entre sus principales Amigos. 28
Jonatán pidió al rey que eximiera de
impuestos a Judea y a los tres distritos de Samaría,
prometiéndole en cambio trescientos
talentos. 29 El rey lo aprobó y extendió a Jonatán un
documento acerca de lo conversado, en los
siguientes términos:
Nuevo documento de Demetrio II en favor de los judíos
30 “El rey Demetrio saluda a su hermano Jonatán y al Pueblo
judío. 31 A título de
información, les adjuntamos una copia de la carta que hemos
escrito acerca de ustedes a nuestro
pariente Lástenes. 32 El rey Demetrio saluda a su padre
Lástenes. 33 Por sus buenos
sentimientos hacia nosotros, hemos decidido favorecer al
Pueblo judío, que es Amigo nuestro y
respeta nuestros derechos. 34 Les confirmamos los límites
territoriales de Judea, con los tres
distritos de Aferema, Lida y Ramataim. Estos, con todas sus
adyacencias, fueron separados de
Samaría y anexados a Judea, para beneficio de los que
ofrecen sacrificios en Jerusalén, en
compensación por los impuestos reales que el rey percibía de
ellos cada año, sobre los productos
de la tierra y los frutos de los árboles. 35 En lo que
respecta a nuestros otros derechos –los
diezmos, los impuestos que nos corresponden de las salinas,
y las coronas de oro– a partir de
ahora, los declaramos exentos de toda obligación. 36 Ninguna
de estas concesiones será
derogada de ahora en adelante. 37 Manden hacer una copia de
este documento, para entregarla a
Jonatán y exponerla en la Montaña santa, en lugar bien
visible”.
Intrigas de Trifón contra Demetrio II
38 El rey Demetrio vio que todo el país estaba en calma bajo
su mando y que no encontraba
ninguna resistencia. Entonces licenció a su ejército,
enviando a cada uno a su casa, excepto a los
extranjeros que había reclutado en las islas de las
naciones. Por este motivo, se atrajo la
hostilidad de todas las tropas de sus antepasados. 39
Trifón, antiguo partidario de Alejandro, al
ver que todas esas tropas protestaban contra Demetrio, fue a
ver al árabe Imalcué, preceptor de
Antíoco, el hijo de Alejandro. 40 Lo presionó para que se lo
entregara, a fin de que reinara en
lugar de su padre; lo puso al corriente de todo lo que había
hecho Demetrio y del odio que le
tenían sus tropas, y permaneció allí mucho tiempo.
La ayuda de Jonatán a Demetrio II
41 Entre tanto, Jonatán pidió al rey Demetrio que retirara
las guarniciones de la Ciudadela de
Jerusalén y de las plazas fuertes, porque hostigaban
continuamente a Israel. 42 Demetrio mandó
decir a Jonatán: “No sólo haré por ti y por tu nación lo que
me pides, sino que te colmaré de
honores a ti y a tu nación apenas se me presente la ocasión
favorable. 43 Pero ahora harías bien
en enviarme algunos hombres en mi auxilio, porque todas mis
tropas han desertado”. 44 Jonatán
le envió a Antioquía tres mil soldados aguerridos, y cuando
se presentaron al rey, este se alegró
de su llegada.
Rebelión del pueblo contra Demetrio II
45 Pero los habitantes de la ciudad, unos ciento veinte mil
hombres, se amotinaron en las
calles con la intención de matar al rey. 46 Este se refugió
en su palacio, mientras la gente
ocupaba las calles y comenzaba el ataque. 47 Entonces el rey
pidió auxilio a los judíos, y ellos
se agruparon todos juntos alrededor de él. Luego se
dispersaron por la ciudad, y ese día mataron
a unas cien mil personas. 48 Después incendiaron la ciudad y
recogieron ese mismo día un
cuantioso botín, salvando así al rey. 49 Cuando la gente vio
que los judíos dominaban
completamente la ciudad, se desanimaron y comenzaron a
suplicar al rey: 50 “¡Hagamos las
paces! ¡Que esos judíos dejen de atacarnos a nosotros y a la
ciudad!”. 51 Y deponiendo las
armas, hicieron la paz. Los judíos se cubrieron de gloria
delante del rey y de todos sus vasallos,
y regresaron a Jerusalén con un abundante botín.
52 Así el rey Demetrio se afianzó en su trono real, y el
país quedó pacificado bajo su mando.
53 Pero luego faltó a sus promesas y se distanció de
Jonatán, no correspondiendo a los servicios
que le había prestado y ocasionándole grandes sufrimientos.
Derrota de Demetrio II y coronación de Antíoco VI
54 Después de un tiempo, regresó Trifón, acompañado de Antíoco,
que todavía era muy joven,
y este ocupó el trono, ciñéndose la corona. 55 Todas las
tropas dadas de baja por Demetrio se
pusieron de su parte y lucharon contra Demetrio, lo
derrotaron y lo obligaron a huir. 56 Trifón
se apoderó de los elefantes y ocupó Antioquía.
Las relaciones amistosas de Antíoco VI con Jonatán
57 Entonces el joven Antíoco escribió a Jonatán, en estos
términos: “Te confirmo en el sumo
sacerdocio, te pongo al frente de los cuatro distritos y
quiero que te cuentes entre los Amigos del
rey”. 58 Al mismo tiempo, le envió una vajilla de oro y un
juego completo de mesa,
autorizándolo a beber en copas de oro, a vestirse de púrpura
y a llevar un prendedor de oro. 59
A su hermano Simón lo designó comandante desde la Escalera
de Tiro hasta la frontera de
Egipto.
Nuevas campañas de Jonatán
60 Jonatán salió a hacer un recorrido por la región y las
ciudades de este lado del Éufrates,
donde se le incorporaron todas las tropas sirias como
aliados de guerra. Cuando llegó a Ascalón,
sus habitantes salieron a recibirlo con muchos honores. 61
De allí pasó a Gaza, pero los
habitantes le cerraron las puertas. Entonces sitió la ciudad
y saqueó e incendió sus alrededores.
62 Los habitantes de Gaza fueron a pedirle clemencia y
Jonatán hizo las paces con ellos, pero
tomó como rehenes a los hijos de los jefes y los envió a
Jerusalén. Luego atravesó el país en
dirección a Damasco.
Triunfo de Jonatán sobre los generales de Demetrio II
63 Jonatán se enteró de que los generales de Demetrio se
encontraban cerca de Quedes de
Galilea con un ejército numeroso, para hacerlo desistir de
su proyecto. 64 Entonces dejó en el
país a su hermano Simón y salió al encuentro de ellos. 65
Simón acampó frente a Betsur, la
atacó durante muchos días y la sitió. 66 Sus habitantes le
hicieron una propuesta de paz y él la
aceptó, pero los obligó a evacuar la ciudad, y se apoderó de
ella, poniendo allí una guarnición.
67 Jonatán y su ejército acamparon junto al algo de
Genesaret y, muy de madrugada, llegaron a
la llanura de Asor. 68 El ejército extranjero les salió al
encuentro en la llanura, dejando algunos
hombres emboscados en las montañas. Mientras el ejército
avanzaba de frente, 69 los que
estaban emboscados salieron de sus puestos y entraron en
combate. 70 Los hombres de Jonatán
huyeron y no quedó ni uno solo, a excepción de Matatías,
hijo de Absalón, y de Judas, hijo de
Calfí, generales del ejército. 71 Jonatán rasgó sus
vestiduras, se cubrió de polvo la cabeza y oró.
72 Luego reanudó el combate, derrotó al enemigo y lo puso en
fuga. 73 Al ver esto, los hombres
de Jonatán que huían se unieron de nuevo a él, persiguieron
juntos al enemigo hasta su
campamento en Quedes, y acamparon allí. 74 Aquel día cayeron
unos tres mil hombres del
ejército extranjero. Después Jonatán regresó a Jerusalén.
Embajadas de Jonatán a Roma y Esparta
12 1 Jonatán, al ver que las circunstancias le eran
favorable, eligió a unos cuantos hombres y los
envió a Roma para confirmar y renovar la amistad con los
romanos. 2 También envió cartas a
los espartanos y a otros lugares en el mismo sentido. 3
Cuando los judíos llegaron a Roma y se
presentaron ante el Senado, dijeron: “El Sumo Sacerdote
Jonatán y la nación de los judíos nos
han enviado para que ustedes renueven con ellos la amistad y
el pacto, tal como quedó
establecido anteriormente”.
4 El Senado les dio un salvoconducto para los distintos
países, a fin de que les permitieran
llegar sanos y salvos al país de Judá.
5 Esta es la copia de la carta que Jonatán escribió a los
espartanos: 6 “Jonatán, Sumo
Sacerdote, el consejo de la nación, los sacerdotes y todo el
Pueblo judío saludan a sus hermanos
de Esparta. 7 Ya en tiempos pasados, Areios, que reinaba
entre ustedes, envió una carta al Sumo
Sacerdote Onías en la que le decía que ustedes son hermanos
nuestros, como lo atestigua la
copia adjunta. 8 Onías recibió al embajador con todos los
honores, y aceptó la carta que hablaba
claramente de pacto y amistad. 9 Ahora nosotros, aunque no
tenemos necesidad de estas cosas,
porque encontramos el consuelo en los Libros santos que
están en nuestras manos, 10 nos
hemos permitido enviarles embajadores para renovar la
fraterna amistad que nos liga con
ustedes, a fin de no comportarnos como extraños, ya que ha
pasado mucho tiempo desde que
nos escribieron.
11 En todo momento nos acordamos de ustedes, particularmente
en las fiestas y en otros días
apropiados, cuando ofrecemos los sacrificios y hacemos
oración, ya que es justo y conveniente
acordarse de los hermanos. 12 Nos alegramos mucho de la
gloria de ustedes. 13 Nosotros, en
cambio, nos hemos visto envueltos en muchas tribulaciones y
guerras, y hemos sido atacados
por los reyes vecinos. 14 Pero no hemos querido molestarlos,
ni a ustedes ni a nuestros otros
aliados y amigos, con motivo de estas guerras, 15 porque
contamos con el auxilio del Cielo que
nos asiste constantemente. Así fuimos liberados de nuestros
enemigos y ellos quedaron
humillados.
16 Ahora hemos elegido a Numenio, hijo de Antíoco, y a
Antípatro, hijo de Jasón, y los hemos
enviado a los romanos para renovar con ellos nuestro antiguo
pacto de amistad. 17 Además, les
ordenamos que fueran a saludarlos a ustedes y les entregaran
la carta con la que queremos
renovarles nuestra fraternidad. 18 Tengan ahora la bondad de
respondernos”.
19 Esta es la copia de la carta que había sido enviada a
Onías: 20 “Areios, rey de los
espartanos, saluda a Onías, Sumo Sacerdote. 21 En un
documento que trata de los espartanos y
los judíos, consta que son hermanos y que pertenecen a la
raza de Abraham. 22 Ahora que
sabemos esto, hagan el favor de escribirnos para ver cómo
están. 23 Nosotros, por nuestra parte,
les escribimos: El ganado y todos los bienes de ustedes son
nuestros, y los nuestros son de
ustedes. En consecuencia, ordenamos que se les envíe un
mensaje para comunicarles esto”.
Campañas de Jonatán en Celesiria y de Simón en Filistea
24 Jonatán tuvo noticias de que los generales de Demetrio
habían regresado con un ejército
más numeroso que el anterior, para combatir contra él. 25
Partió entonces de Jerusalén y fue a
enfrentarlos en la región de Jamat, sin dejarles tiempo a
que invadieran sus dominios. 26 Envió
espías al campamento enemigo y estos, al regresar, le
anunciaron que los sirios se estaban
preparando para atacarlos durante la noche. 27 Al ponerse el
sol, Jonatán ordenó a sus hombres
que velaran toda la noche con las armas en la mano, listos
para entrar en combate, y estableció
puestos de avanzada alrededor del campamento. 28 Cuando los
enemigos supieron que Jonatán
y sus hombres estaban preparados para el combate, sintieron
un gran temor y encendieron
fogatas en su campamento. 29 Pero Jonatán y los suyos, como
veían arder las hogueras, no se
dieron cuenta de su partida hasta el amanecer. 30 Jonatán
los persiguió, pero no pudo
alcanzarlos, porque ya habían pasado el río Eléutero. 31
Entonces Jonatán se volvió contra los
árabes llamados sabadeos, los derrotó y se apoderó del
botín. 32 Luego reanudó la marcha hacia
Damasco y recorrió toda la región.
33 Simón, por su parte, hizo una expedición hasta Ascalón y
las fortalezas vecinas. Se volvió
luego hacia Jope y la tomó, 34 porque se había enterado de
que sus habitantes querían entregar
la plaza fuerte a los hombres de Demetrio. Por eso dejó en
ella una guarnición para defenderla.
Fortificaciones de Jonatán en Judea
35 A su regreso, Jonatán reunió en asamblea a los ancianos
del pueblo y decidió con ellos
construir fortalezas en Judea. 36 También resolvió elevar
las murallas de Jerusalén y levantar un
gran muro entre la Ciudadela y el resto de la ciudad, a fin
de separarlas, de manera que la
Ciudadela quedara aislada y sus habitantes no pudieran
comprar ni vender. 37 Se reunieron
entonces para reconstruir la ciudad, porque se había caído
la parte de la muralla que da al
torrente oriental, y también se restauró la parte llamada
Cafenatá. 38 Simón, por su lado,
reconstruyó Adidá en la Sefelá, la fortificó y la aseguró
con puertas y cerrojos.
La caída de Jonatán en manos de Trifón
39 Mientras tanto, Trifón aspiraba a reinar sobre Asia y a
ceñirse la corona, eliminando al rey
Antíoco. 40 Temiendo que Jonatán se lo impidiera y le
hiciera la guerra, buscaba la manera de
detenerlo para deshacerse de él. Entonces se puso en marcha
y llegó a Betsán.
41 Jonatán salió a su encuentro con cuarenta mil hombres
elegidos para la guerra y también
llegó a Betsán. 42 Trifón, al ver que se presentaba con un
ejército tan numeroso, no se atrevió a
enfrentarlo. 43 Lo recibió con grandes honores, lo recomendó
a todos sus Amigos, le hizo
regalos y ordenó a sus Amigos y a sus tropas que lo
obedecieran como a él mismo. 44 Luego
dijo a Jonatán: “¿Por qué has fatigado a toda esta gente
sino hay guerra entre nosotros? 45
Mándalos ahora mismo a sus casas, quédate con una pequeña
escolta y ven conmigo a
Tolemaida. Yo te la entregaré con las otras plazas fuertes,
el resto de las tropas y todos los
funcionarios. Enseguida emprenderé el regreso, porque para
eso he venido”. 46 Jonatán confió
en él e hizo lo que Trifón le había dicho: licenció las
tropas, que se retiraron al país de Judea, 47
y no se reservó más que tres mil soldados, dejando a dos mil
en Galilea y haciéndose acompañar
por los otros mil. 48 Pero apenas entró Jonatán en
Tolemaida, sus habitantes cerraron las
puertas, lo apresaron y pasaron al filo de la espada a todos
los que habían entrado con él.
49 Luego Trifón envió tropas y caballería a Galilea y a la
Gran Llanura para acabar con todos
los partidarios de Jonatán. 50 Pero estos, al darse cuenta
que Jonatán había sido apresado y que
había perecido con todos sus acompañantes, se animaron uno a
otros y avanzaron en filas bien
compactas, resueltos a luchar. 51 Sus perseguidores, viendo
que estaban resueltos a jugarse la
vida, emprendieron la retirada.
52 Así pudieron regresar sanos y salvos al país de Judá,
donde lloraron a Jonatán y a sus
compañeros, en medio de un gran temor. Hubo un gran duelo en
Israel, 53 y todos los pueblos
vecinos trataban de exterminarlos, porque decían: “Ya no
tienen jefe ni nadie que los ayude.
Ataquémolos ahora mismo, y borremos su recuerdo de entre los
hombres”.
SIMÓN, SUMO SACERDOTE Y ETNARCA DE LOS JUDÍOS (142-134 a.
C.)
Mientras el reino seléucida se debatía en un laberinto de
conflictos internos, Simón, el
último sobreviviente de los hermanos Macabeos, continuó la
política de su hermano
Jonatán, que se había fijado como meta la reconstitución del
Estado judío. Bajo el gobierno
de Simón, comienza para Israel una era de progresiva
independencia y de relativa
tranquilidad. Él reconquista la Ciudadela de Jerusalén, que
desde hacía veinticinco años
constituía una amenaza permanente para la Ciudad santa y el
Templo. También mantiene
relaciones diplomáticas con los sirios, romanos y
espartanos, y logra que estos reconozcan
su autoridad. Finalmente, en una solemne asamblea del
pueblo, Simón es proclamado jefe
político y religioso de la nación.
Pero también él, como su hermano Jonatán, es asesinado.
Después de la muerte de Simón,
el poder queda en mano de su hijo Juan. De esta manera, los
descendientes de Matatías
fundan la dinastía de los Asmoneos, que gobiernan a Israel
hasta la conquista romana.
Simón, sucesor de Jonatán
13 1 Simón supo que Trifón había reunido un gran ejército
para invadir y devastar a Judea. 2
Viendo que el pueblo era presa del pánico, subió a
Jerusalén, reunió a sus habitantes 3 y los
exhortó, diciéndoles: “Ustedes saben muy bien todo lo que
yo, mis hermanos y la familia de mi
padre hemos hecho por las leyes y el Santuario, y las
guerras y tribulaciones que hemos
soportado. 4 A causa de esto, todos mis hermanos han muerto
por Israel y he quedado yo solo. 5
¡Pero lejos de mí tratar de ponerme a salvo en los momentos
de peligro, ya que no valgo más
que mis hermanos! 6 Al contrario, vengaré a mi nación, al
Santuario, a las mujeres y a los hijos
de ustedes, porque todos los pueblos, por el odio que nos
tienen, se han unido para
exterminarnos”. 7 Al oír estas palabras, se enardeció el
espíritu del pueblo 8 y todos le
respondieron a una sola voz: “Tú eres nuestro jefe, en lugar
de Judas y de tu hermano Jonatán: 9
dirige nuestra guerra, y nosotros haremos todo lo que nos
mandes”. 10 Luego reunió a todos los
hombres aptos para la guerra, se apresuró a terminar los
muros de Jerusalén y fortificó todo su
contorno. 11 En seguida envió a Jonatán, hijo de Absalón, a
Jope, con un buen número de
hombres, y este expulsó a sus habitantes y se estableció en
ella.
Retirada de Trifón frente a Simón y muerte de Jonatán
12 Trifón partió de Tolemaida al frente de un gran ejército
para invadir el país de Judá,
llevando prisionero consigo a Jonatán. 13 Entonces Simón
acampó en Adidá, frente a la llanura.
14 Al enterarse Trifón de que Simón había sucedido en el
mando a su hermano Jonatán y que
estaba preparado para combatir con él, le envió mensajeros
para decirle: 15 “Tenemos en
nuestro poder a tu hermano Jonatán por las deudas contraídas
con el tesoro real en el desempeño
de su cargo. 16 Envíanos cien talentos de plata y a dos de
sus hijos como rehenes, no sea que
una vez puesto en libertad se vuelva contra nosotros. Sólo
así lo soltaremos”. 17 Simón, aunque
se dio cuenta del engaño, mandó traer el dinero y a los
niños, a fin de no provocar una fuerte
oposición de parte del pueblo, 18 que de lo contrario
hubiera dicho: “Por no haberle enviado el
dinero y a los niños, ha muerto Jonatán”. 19 Entonces envió
a los niños, junto con los cien
talentos, pero Trifón faltó a su palabra y no liberó a
Jonatán. 20 Después de esto, se puso en
marcha para invadir el país y devastarlo. Dio un rodeo por
el camino de Adorá, mientras Simón
y su ejército le seguían los pasos por todas las partes
donde iba. 21 Al mismo tiempo, los de la
Ciudadela enviaban mensajeros a Trifón, instándolo a que
viniera por el desierto y les hiciera
llegar víveres. 22 Trifón dispuso toda su caballería para
ir, pero aquella noche cayó tanta nieve
que no pudo avanzar. Por eso partió y se fue a Galaad. 23 En
las cercanías de Bascamá, hizo
matar a Jonatán, que fue enterrado allí mismo. 24 Luego
Trifón dio la vuelta y volvió a su país.
La sepultura de Jonatán en Modín
25 Simón mandó recoger los restos de su hermano Jonatán y
les dio sepultura en Modín, la
ciudad de sus padres. 26 Todo Israel hizo un gran duelo por
él y lo lloraron durante muchos
días. 27 Simón construyó sobre el sepulcro de su padre y de
sus hermanos un mausoleo bien
alto, de manera que pudiera verse, cubriéndolo por detrás y
por delante con piedras pulidas. 28
Levantó siete pirámides, una frente a otra, dedicadas a su
padre, a su madre y a sus cuatro
hermanos. 29 Las adornó, rodeándolas de grande columnas y
sobre estas colocó escudos con
armas, en recuerdo eterno. Junto a las armas, hizo esculpir
unas naves, para que las vieran los
que navegan por el mar. 30 Este es el mausoleo que construyó
en Modín y que existe hasta el
día de hoy.
Acuerdo entre Simón y Demetrio II
31 Trifón, que actuaba insidiosamente con el joven rey
Antíoco, terminó por matarlo. 32
Ocupó su trono y se ciñó la corona de Asia, causando grandes
estragos en el país. 33 Simón, por
su parte, reparó las fortalezas de Judea, las rodeó de altas
torres y de grandes murallas con
puertas y cerrojos, y almacenó víveres en ellas. 34 Después
eligió a algunos hombres y los envió
al rey Demetrio, para que este concediera al país una
remisión de impuestos, ya que Trifón no
había hecho más que cometer depredaciones. 35 El rey
Demetrio accedió a su demanda, y le
escribió esta carta: 36 “El rey Demetrio saluda a Simón,
Sumo Sacerdote y amigo de reyes, a los
ancianos y a la nación de los judíos. 37 Hemos recibido la
corona de oro y el ramo de palma que
ustedes nos enviaron y estamos dispuestos a otorgarles una
paz completa y a ordenar a los
funcionarios que les concedan la exención de las deudas. 38
Todo lo que hemos decretado en
favor de ustedes mantendrá su vigencia, y quedarán en poder
de ustedes las fortalezas que han
construido. 39 Les indultamos los errores y delitos
cometidos hasta el día de hoy y renunciamos
a la corona que nos deben. Si se percibía algún otro
impuesto de Jerusalén, ya no será exigido.
40 Si alguno de ustedes es apto para enrolarse en nuestro
séquito, podrá inscribirse. Y que haya
paz entre nosotros”.
41 El año ciento setenta Israel fue liberado del yugo de las
naciones. 42 A partir de entonces,
el pueblo comenzó a escribir en los documentos y contratos:
“Año primero de Simón, Sumo
Sacerdote insigne y general en jefe de los Judíos”.
Gázara conquistada por Simón
43 En aquellos días Simón acampó frente a Gázara y la sitió
con sus tropas. Fabricó una torre
móvil de asalto y la acercó a la ciudad; así embistió uno de
los baluartes y lo tomó. 44 Los que
estaban en la torre saltaron al interior de la ciudad y se
produjo entre la gente una gran
conmoción. 45 Los habitantes de la ciudad, con sus mujeres y
sus niños, subieron a la muralla,
rasgándose las vestiduras y pidiendo a gritos a Simón que
les concediera la paz. 46 “No nos
trates, le decían, según nuestras maldades, sino según tu
misericordia”. 47 Entonces Simón se
reconcilió con ellos y dejó de atacarlos, pero los expulsó
de la ciudad y purificó las casas donde
había ídolos. Así entró en la ciudad, entonando himnos y
bendiciones. 48 Después de limpiarla
de toda impureza, estableció en ella gente que practicaba la
Ley, la fortificó y se construyó una
residencia.
La victoria de Simón sobre la Ciudadela de Jerusalén
49 Los que ocupaban la Ciudadela de Jerusalén, como no
podían ir y venir por la región para
comprar y vender, se vieron acosados por el hambre, y muchos
de ellos murieron de inanición.
50 Entonces clamaron a Simón, pidiéndole la paz. Él se la
concedió, pero los expulsó de allí y
purificó la Ciudadela de toda contaminación. 51 Los judíos
entraron en ella el día veintitrés del
segundo mes del año ciento setenta y uno, con vítores y
palmas, al son de arpas, címbalos y
cítaras, y entonando himnos y cantos, porque un gran enemigo
había sido exterminado de Israel.
52 Simón dispuso que este día se celebrara cada año
jubilosamente. Luego fortificó la montaña
del Templo a lo largo de la Ciudadela y se estableció allí
con los suyos. 53 Y al ver que su hijo
Juan era ya un hombre, lo nombró general de todas las
tropas. Juan vivía en Gázara.
Demetrio II, prisionero de los persas
14 1 El año ciento setenta y dos el rey Demetrio reunió sus
tropas y se dirigió a Media, a fin de
obtener ayuda para combatir a Trifón. 2 Arsaces, rey de
Persia y Media, al saber que Demetrio
había penetrado en su territorio, envió a uno de sus
generales para capturarlo vivo. 3 Este partió
y derrotó al ejército de Demetrio; lo tomó prisionero y lo
llevó ante Arsaces, el cual lo hizo
encarcelar.
Elogio de Simón
4 Mientras vivió Simón, el país de Judá gozó de paz.
Él procuró el bienestar de la nación;
su autoridad y su magnificencia
fueron siempre aceptadas por todos.
5 Añadió a sus muchas accionesgloriosas,
la conquista de Jope como puerto,
y abrió una salida hacia las islas del mar.
6 Extendió las fronteras de su nación
y tuvo el país en sus manos.
7 Repartió numerosos cautivos;
conquistó Gázara, Betsur y la Ciudadela,
y las purificó de toda impureza,
sin encontrar ninguna resistencia.
8 Se cultivaba la tierra en paz,
el suelo producía sus cosechas
y los árboles de la llanura sus frutos.
9 Los ancianos se sentaban en las plazas,
todos comentaban el bienestar reinante,
y los jóvenes iban vestidos
con vistosos uniformes militares.
10 Abasteció de víveres a las ciudades
y las dotó de medios para su defensa,
de manera que el renombre de su gloria
llegó hasta los confines de la tierra.
11 Restableció la paz en su nación,
con gran regocijo de Israel:
12 cada uno se sentó bajo su parra
y su higuera
sin que nadie los inquietara.
13 Los enemigos desaparecieron del país
y en aquellos días fueron derrotados
los reyes.
14 Amparó a los humildes de su pueblo,
observó fielmente la Ley
y eliminó a los impíos y a los malvados.
15 Dio nuevo esplendor al Templo
y lo enriqueció con muchos vasos
sagrados.
Renovación de la amistad con Esparta y Roma
16 Cuando se supo en Roma y en Esparta que Jonatán había
muerto, lo sintieron mucho. 17
Pero al enterarse que su hermano Simón lo había sucedido
como Sumo Sacerdote y había
asumido el gobierno del país y de sus ciudades, 18 le
escribieron en planchas de bronce para
renovar con él el pacto de amistad que habían establecido
con sus hermanos Judas y Jonatán. 19
El texto fue leído en Jerusalén delante de la asamblea.
20 Esta es la copia de la carta enviada para los espartanos:
“Los magistrados y la ciudad de los
espartanos saludan al Sumo Sacerdote Simón, a los ancianos,
a los sacerdotes y al resto del
Pueblo judío, nuestros hermanos. 21 Los embajadores enviados
a nuestro pueblo nos han
informado acerca de la gloria y el prestigio de ustedes. Por
eso nos hemos alegrado de su
venida. 22 Hemos registrado sus declaraciones en las actas
del pueblo en los siguiente términos:
Numenio, hijo de Antíoco, y Antípatros, hijo de Jasón,
embajadores de los judíos, se han
presentado para renovar su amistad con nosotros. 23 Fue del
agrado del pueblo recibirlos con
todos los honores y depositar la copia de sus discursos en
los archivos públicos, para que sirva
de recuerdo al pueblo espartano. Se ha sacado una copia de
esto para el Sumo Sacerdote
Simón”.
24 Después, Simón envió a Roma a Numenio con un gran escudo
de oro que pesaba mil
minas, para confirmar el pacto con ellos.
Decreto de la asamblea en honor de Simón
25 Al enterarse de estas cosas, el pueblo dijo: “¿Cómo
expresaremos nuestro reconocimiento a
Simón y a sus hijos? 26 Porque tanto él como sus hermanos y
toda la familia de su padre han
combatido con firmeza y expulsado a los enemigos de Israel,
y le han asegurado la libertad”.
Entonces hicieron grabar una inscripción en planchas de
bronce y las fijaron sobre unas
columnas en el monte Sión. 27 Esta es la copia de la
inscripción:
“El día dieciocho del
mes de Elul del año ciento setenta y dos –el tercero de Simón, Sumo
Sacerdote insigne– en Asaramel, 28 en la gran asamblea de
los sacerdotes, del pueblo, de los
príncipes de la nación y de los ancianos del país, se nos ha
notificado lo siguiente:
29 En los incesantes combates librados en nuestro país,
Simón, hijo de Matatías, descendiente
de la familia de Joarib, y sus hermanos, afrontaron el
peligro y se opusieron a los enemigos de
su patria, a fin de preservar su Santuario y su Ley: así
cubrieron de gloria su nación.
30 Jonatán unificó a su nación y llegó a ser Sumo Sacerdote,
hasta que fue a reunirse con sus
padres. 31 Cuando los enemigos quisieron invadir el país
para devastarlo y levantar su mano
contra el Santuario, 32 surgió Simón y combatió por su
pueblo. Él invirtió gran parte de su
fortuna en equipar a los soldados de su nación y pagarles el
sueldo; 33 fortificó las ciudades de
Judea y la ciudad fronteriza de Betsur, donde antes estaba
el arsenal enemigo, y estableció allí
una guarnición judía. 34 También fortificó a Jope, en la
orilla del mar, y a Gázara en la frontera
de Azoto, donde antes habitaban los enemigos, y estableció
en ella una población judía,
proveyéndola de todo lo necesario para su mantenimiento.
35 El pueblo, al ver la lealtad de Simón y cómo se
interesaba por la gloria de su nación, lo
constituyó su jefe y Sumo Sacerdote por todos los servicios
que había prestado, por la justicia y
la fidelidad que manifestó hacia su nación y por haber
buscado de todas las formas posibles la
exaltación de su pueblo.
36 En su tiempo y bajo su conducción, se logró expulsar a
los extranjeros del país, en especial,
a los que se encontraban en la Ciudad de David, en
Jerusalén. Allí habían construido una
Ciudadela, de la que salían para profanar los alrededores
del Santuario causando graves ultrajes
a su santidad. 37 Simón puso en ella soldados judíos, la
fortificó para seguridad del país y de la
ciudad, y elevó los muros de Jerusalén.
38 Por estos motivos, el rey Demetrio lo confirmó en el sumo
sacerdocio 39 y lo hizo uno de
sus Amigos, colmándolo de grandes honores. 40 Él se había
enterado, en efecto, que los
romanos llamaban a los judíos amigos, aliados y hermanos, y
que habían recibido con todos los
honores a los embajadores de Simón. 41 Supo también que los
judíos y los sacerdotes habían
decidido que Simón fuera su jefe y Sumo Sacerdote vitalicio,
hasta que surgiera un profeta
digno de fe; 42 que fuera asimismo su comandante, que se
ocupara del Lugar santo y designara
por sí mismo a los encargados de los trabajos, de la
administración del país, de los asuntos
militares y de las plazas fuertes; 43 que cuidara de las
cosas santas y fuera obedecido por todos;
que todos los documentos del país se redactaran en su nombre
y que se vistiera de púrpura y
llevara insignias de oro.
44 A nadie del pueblo ni de los sacerdotes le estará
permitido violar estas disposiciones,
contradecir sus ordenes, celebrar asambleas en el país sin
su autorización, vestir de púrpura o
llevar un prendedor de oro. 45 Todo el que obre
contrariamente a estas decisiones, o viole
alguna de ellas, será pasible de sanción.
46 El pueblo entero estuvo de acuerdo en conceder a Simón el
derecho de obrar conforme a
estas disposiciones. 47 Simón aceptó, y consintió en ejercer
el sumo sacerdocio, en ser
comandante y etnarca del Pueblo judío y de los sacerdotes, y
en ponerse al frente de ellos”.
48 Se decidió que este documento fuera grabado en planchas
de bronce, que estas fueran
colocadas cerca del Santuario, en un lugar visible, 49 y que
se guardaran copias en el Tesoro del
Templo a disposición de Simón y de sus hijos.
Carta de Antíoco VII, reconociendo los títulos de Simón
15 1 Antíoco, hijo del rey Demetrio, envió desde las islas
del mar una carta a Simón, sacerdote
y etnarca de los judíos, y a toda la nación, 2 redactada en
los siguientes términos:
“El rey Antíoco saluda a Simón, Sumo Sacerdote y etnarca, y
a la nación de los judíos. 3
Puesto que gente indeseable ha usurpado el trono de mis
padres, yo estoy dispuesto a hacer
valer mis derechos sobre el reino, a fin de restablecerlo
como estaba antes. A tal efecto, he
reclutado un ejército numeroso y equipado barcos de guerra,
4 con la intención de desembarcar
en el país para perseguir a los que lo han arruinado y han
devastado muchas ciudades de mi
reino. 5 Por eso, ahora ratifico todas las exenciones de
tributos que te concedieron mis
predecesores, y las otras dispensas de contribuciones que
ellos te otorgaron. 6 Te autorizo,
además, a acuñar moneda propia, de curso legal en tu país. 7
Jerusalén y el Santuario serán
libres. Las armas que has fabricado y las fortalezas que has
construido y ocupas, quedarán en tu
poder. 8 A partir de este momento, se te condona todo lo que
adeudas al tesoro real y todo lo
que adeudarás en el futuro. 9 Y cuando hayamos reconquistado
nuestro reino, te colmaremos a
ti, a tu pueblo y al Santuario de tales honores, que tu
gloria será conocida en toda la tierra”.
Campaña de Antíoco VII contra Trifón
10 El año ciento setenta y cuatro Antíoco partió para el
país de sus padres; todas las tropas se
pusieron de su parte, de manera que sólo unos pocos quedaron
con Trifón. 11 Antíoco lo
persiguió y Trifón se refugió en Dora, a orillas del mar, 12
porque veía que había caído en
desgracia y que las tropas lo habían abandonado. 13 Antíoco
acampó frente a Dora con ciento
veinte mil soldados de infantería y ocho mil jinetes. 14
Luego sitió la ciudad, mientras la
escuadra se aproximaba por el mar. De esa manera bloqueó la
ciudad por tierra y por mar, sin
dejar que nadie entrara o saliera.
Promulgación de la alianza con los romanos
15 Mientras tanto, Numenio y su comitiva regresaron de Roma
con cartas para los reyes de los
diversos países, en las que se decía:
16 “Lucio, cónsul de los romanos, saluda al rey Tolomeo. 17
Los embajadores judíos,
enviados por el Sumo Sacerdote Simón y por el Pueblo judío,
se han presentado a nosotros
como amigos y aliados, para renovar el antiguo pacto de
amistad, 18 trayéndonos un escudo de
oro de mil minas. 19 En consecuencia, nos ha parecido bien
escribir a los reyes de los diversos
países que no les hagan ningún daño ni los ataquen, ni a
ellos ni a sus ciudades ni a su país, y
que no presten apoyo a sus enemigos. 20 También hemos
decidido aceptar de ellos el escudo. 21
Por lo tanto, si se encuentra entre ustedes algún hombre
indeseable que haya huido del país de
los judíos, entréguenlo al Sumo Sacerdote Simón, para que lo
castigue de acuerdo con su ley”.
22 Cartas iguales fueron remitidas al rey Demetrio, a Atalo,
a Ariarates, a Arsaces 23 y a todos
los países, a saber: Sámpsamo, Esparta, Delos, Mindos,
Sición, Caria, Samos, Panfilia, Licia,
Halicarnaso, Rodas, Fasélida, Cos, Side, Arados, Gortina,
Cnido, Chipre y Cirene. 24
Redactaron, además, una copia de esta carta para el Sumo
Sacerdote Simón.
Los reclamos de Antíoco VII a Simón
25 Mientras tanto, el rey Antíoco continuaba el sitio de
Dora, acampando en los suburbios de
la ciudad, lanzando incesantemente sus tropas contra ella y
construyendo máquinas de guerra.
Tenía bloqueado a Trifón y nadie podía entrar ni salir. 26
Simón le envió dos mil hombres
elegidos para ayudarlo en la lucha, además de plata, oro y
abundante material. 27 Pero él no
quiso aceptar el envío; más aún, anuló las concesiones que
le había hecho antes y se mostró
hostil con él. 28 Además, le envió a Atenobio, uno de sus
Amigos, para transmitirle el siguiente
mensaje: “Ustedes ocupan Jope, Gázara y la Ciudadela de
Jerusalén, que son ciudades de mi
reino. 29 Han devastado su territorio, causando graves daños
al país, y se han adueñado de
muchos lugares de mi reino. 30 Devuélvanme ahora mismo las
ciudades que han tomado y los
impuestos de los lugares ocupados fuera de las fronteras de
Judea. 31 De lo contrario, paguen en
compensación quinientos talentos de plata, y otros
quinientos talentos como indemnización por
los daños causados y por los tributos de las ciudades. Si
no, iremos a atacarlos”.
32 Cuando Atenobio, el Amigo del rey, llegó a Jerusalén
quedó asombrado al ver la
magnificencia de Simón, su aparador con vajilla de oro y
plata y toda la fastuosidad que lo
rodeaba. Entonces le transmitió el mensaje del rey, 33 y
Simón respondió: “Nosotros no nos
hemos apoderado de tierras ajenas ni nos hemos apropiado de
los bienes de otros, sino de la
herencia de nuestros padres. Nuestros enemigos la retuvieron
injustamente en un momento
dado, 34 pero nosotros, al presentarse la ocasión favorable
la hemos recuperado. 35 En cuanto a
Jope y a Gázara, las ciudades que tú reclamas, eran ellas
precisamente las que causaban graves
daños al pueblo y asolaban el país. A pesar de todo, te
daremos por ellas cien talentos”.
Atenobio no le respondió nada, 36 sino que regresó muy
indignado y transmitió la respuesta al
rey, informándolo acerca de la magnificencia de Simón y de
todo lo que había visto. Y el rey se
enojó muchísimo.
Incursiones de Cendebeo en Judea
37 A todo esto, Trifón había huido a Ortosia en un barco. 38
El rey designó a Cendebeo
comandante en jefe de la zona marítima y le entregó tropas
de infantería y caballería. 39 Le
mandó acampar frente a Judea, reconstruir Cedrón, reforzar
sus puertas y hacer la guerra al
pueblo, mientras el rey trataba de alcanzar a Trifón. 40
Cuando Cendebeo llegó a Iamnia,
comenzó a hostigar al pueblo, haciendo incursiones por
Judea, tomando prisioneros y dando
muerte a gente del pueblo. 41 También reconstruyó Cedrón, y
puso en ella tropas de caballería e
infantería para incursionar por los caminos de Judea, como
el rey se lo había ordenado.
Victoria de los hijos de Simón sobre Cendebeo
16 1 Juan subió desde Gázara a contar a su padre Simón lo
que estaba haciendo Cendebeo. 2
Simón llamó entonces a sus dos hijos mayores, Judas y Juan,
y les dijo: “Yo, mis hermanos y la
familia de mi padre hemos combatido a los enemigos de Israel
desde nuestra juventud hasta el
día de hoy, y gracias a nosotros se logró más de una vez la
liberación de Israel. 3 Pero ahora
estoy viejo, mientras que ustedes, por la misericordia del
Cielo, están en la mejor edad. Ocupen
mi puesto y el de mi hermano, salgan a combatir por nuestra
nación y que la ayuda del Cielo
esté con ustedes”. 4 Después seleccionó veinte mil combatientes
y jinetes del país, y estos
partieron para atacar a Cendebeo. Pasaron la noche en Modín
5 y, al amanecer, se levantaron y
avanzaron hacia la llanura. De pronto divisaron un numeroso
ejército, compuesto de soldados y
jinetes, que venía a su encuentro. Entre ellos se interponía
un torrente. 6 Juan tomó posiciones
con sus tropas frente al enemigo y, advirtiendo que sus
hombres tenían miedo de pasar el
torrente, lo pasó él primero. Al verlo, todos los demás lo
siguieron. 7 Él había dividido su
ejército en dos cuerpos, poniendo la caballería en medio de
la infantería, porque la caballería del
enemigo era muy numerosa. 8 En seguida tocaron las
trompetas, y Cendebeo fue derrotado con
todo su ejército. Muchos de ellos murieron y los restantes
huyeron en dirección a la fortaleza. 9
Entonces fue herido Judas, el hermano de Juan. Este los
persiguió hasta que Cendebeo entró en
Cedrón, la fortaleza que había reconstruido. 10 Algunos
huyeron también a las torres de los
campos de Azoto. Juan las incendió, y murieron unos dos mil
enemigos. Luego Juan regresó a
Judea sano y salvo.
Muerte de Simón y sucesión de Juan
11 Tolomeo, hijo de Abubos, había sido designado comandante
de la llanura de Jericó y poseía
mucha plata y oro 12 por ser yerno del Sumo Sacerdote. 13 Su
corazón se ensoberbeció tanto
que aspiró a adueñarse del país, y por eso maquinaba
pérfidamente la manera de eliminar a
Simón y a sus hijos. 14 Una vez, mientras Simón
inspeccionaba las ciudades del país y se
ocupaba de su administración, bajó a Jericó, con sus hijos
Matatías y Judas. Era en el undécimo
mes, el mes de Sabat, del año ciento setenta y siete. 15 El
hijo de Abubos los recibió
dolosamente en la pequeña fortaleza llamada Doc, que él
había hecho construir. Allí les sirvió
un gran banquete, a la vez que les preparaba una emboscada.
16 Cuando Simón y sus hijos
estuvieron ebrios, Tolomeo y sus hombres se levantaron,
empuñaron sus armas, se precipitaron
sobre Simón en la sala del banquete y lo mataron, junto con
sus dos hijos y algunos de sus
servidores. 17 Así cometió una grave traición, devolviendo
mal por bien.
18 Luego Tolomeo escribió un informe al rey acerca de lo
sucedido, pidiéndole que le enviara
tropas en su auxilio y que le cediera las ciudades y el
país. 19 Además, mandó otros emisarios a
Gázara con el encargo de matar a Juan y envió cartas a los
oficiales del ejército, invitándolos a
reunirse con él para obsequiarles oro, plata y otros
regalos. 20 Finalmente, envió algunos
hombres para que ocuparan Jerusalén y la montaña del Templo.
21 Pero alguien se adelantó y
anunció a Juan en Gázara que su padre y sus hermanos habían
muerto, y añadió: “Ha enviado
gente para matarte también a ti”. 22 Esta noticia lo dejó
consternado. Entonces mandó arrestar a
los hombres que venían a matarlo y los hizo ejecutar, porque
sabía que pretendían asesinarlo.
Conclusión
23 El resto de las acciones de Juan, sus guerras y las
hazañas que llevó a cabo, las murallas
que construyó, sus hechos y sus gestas, 24 todo esto está escrito
en los Anales de su pontificado,
a partir del día en que sucedió a su padre como Sumo
Sacerdote.
1 1. “Quitím”: este nombre, que al comienzo designaba a la
isla de Chipre, pasó a designar más
tarde a todas las islas y costas del mar Egeo. “La Hélade”
es Grecia con sus colonias
diseminadas en la costa oriental de Asia Menor.
10. La indicación cronológica corresponde a la era de los
Seléucidas. que comenzaron a reinar
en Siria el 312 a.C. “Antíoco Epífanes” reinó entre los años
175 y 164 a.C.
16. Esta campaña de Antíoco IV tuvo lugar en el 169 a. C.
54. La indicación cronológica corresponde al mes de
diciembre del 167 a.C. “La Abominación
de la desolación”: ver nota Dn. 9. 27.
2 18. El título de “Amigo del rey” era una distinción
honorífica, que confería ciertas
prerrogativas en la corte del monarca.
42. “Asideos” es la transcripción de una palabra hebrea que
significa “fieles” o “piadosos”. De
este grupo surgirá más tarde la secta de los fariseos.
52. Ver Gn. 15. 6; Ecli. 44. 20.
53. Ver Gn. 41. 37-43.
54. Ver Núm. 25. 13; Ecli. 45. 24.
56. Ver Núm. 14. 24; Ecli. 46. 9.
57. Ver 2 Sam. 7. 1-17; Ecli. 47. 11.
58. Ver 2 Rey. 2. 11; Ecli. 48. 9.
59. Ver Dn. 3.
60. Ver Dn. 6.
70. El año 146 corresponde al 166 a. C.
3 10. La campaña de “Apolonio”, y la de “Serón”, que se
menciona más adelante (v. 13),
tuvieron lugar en la primavera y el verano del 166 a. C.
33. Este “Antíoco” ocupará más tarde el trono con el nombre
de Antioco V Eupátor y será
asesinado en el 161 a.C., después de dos años de reinado (7.
1-4).
37. La indicación cronológica corresponde al 165 a.C.
4 15. “Gázara” es el nombre arameo de Guézer, situada a unos
35 kilómetros al noroeste de
Jerusalén. La “Idumea” comprendia una parte del antiguo
reino de Edóm, al sur de Judea.
24. Sal. 106. 1. Ver nota Jer. 33. 11.
28. “Al año siguiente”, es decir, a comienzos del 164 a. C.
54. La dedicación del altar se celebr6 en el tercer
aniverario de la profanación del Templo (1.
54), es decir, hacia el 14 de diciembre del 164 a.C.
59. Ver 2 Mac. 1. 9; 2. 16; 10. 1-8.
5 4. “Beán” es probablemente el nombre de una tribu árabe.
13. “El país de Tobías”: región situada al este del Jordán y
gobernada por la familia judía de
los Tobíadas.
23. “Arbatá” es probablemente la zona comprendida entre
Galilea y Samaría.
25. Los “nabateos” eran una tribu semita, que conquistaron
una parte del territorio de Edóm.
Desde Petra, su capital, controlaban las rutas de las
caravanas que se desplazaban entre el Golfo
Pérsico, Arabia y el Mar Rojo.
54. Acerca de este regreso, ver 2 Mac. 12. 31.
66. “Marisá”: ciudad helenística situada a unos 20
kilómetros al norte de Hebrón. En Jos. 15.
44 se la llama Maresá.
6 16. “Antíoco” murió en septiembre u octubre del 164 a.C.
17. El título “Eupátor” significa “hijo de padre noble”.
33. “Betzacaría” se encontraba a unos 20 kilómetros al
sudeste de Jerusalén.
49. “Año sabático”: ver Lev. 25. 1-7.
7 1. La indicación cronológica corresponde al 161 a.C.
17. Sal. 79. 2-3.
41. Ver 2 Rey. 19. 35; Is. 37. 36; 2 Mac. 8. 19.
43. Esta batalla tuvo lugar en marzo del 160 a.C.
8 1. Los “romanos” favorecían las rebeliones internas en los
territorios aún no sometidos a su
Imperio, con el fin de conquistarlos más fácilmente.
9 21. Ver 2 Sam. 1. 27.
54. “La obra de los profetas”: alusión a los esfuerzos de
los profetas Ageo y Zacarías para
promover la reconstrucción del Templo, a la vuelta del
exilio.
66. “Odomerá” y “Fasirón” eran tribus árabes, aliadas de
Báquides.
10 1. “El año ciento sesenta”, es decir, entre el 153 y el
152 a.C.
57. La partida de “Tolomeo” tuvo lugar en el otoño del 150
a.C.
67. Esta fecha corresponde al 147 a.C.
69. En la época helenística, se daba el nombre de
“Celesiria” a la parte sur del reino de los
Seléucidas.
11 8. “Seleucia” era el puerto de Antioquía, en la
desembocadura del río Orontes (Hech. 13. 4).
54. Se trata de la coronación de Antíoco VI, que reinó solo
dos meses en el 144 a.C.
12 1. Ver 8. 17-32.
21. Este parentesco ficticio entre judíos y espartanos estaba
fundado sin duda en ciertas
afinidades entre los dos pueblos. Los espartanos eran
famosos por su vida austera y por la
legislación de Licurgo, comparable en algunos aspectos a la
Ley de Moisés. La leyenda pudo
haber surgido en Egipto, que mantenía estrecho contacto con
los espartanos y donde había una
numerosa comunidad judía.
13 41. La tradición judía sitúa este acontecimiento el 27 de
mayo del 142 a. C.
51. La fecha corresponde al 4 de junio del 141 a. C.
14 1. Esta campaña de Demetrio II tuvo lugar entre el 141 y
el 140 a. C.
18. Sin duda, fue Simón el que solicitó la renovación de
esta alianza, en el momento de asumir
el poder (142 a. C.). Ver 8. 17-32.
27. “Asaramel” es probablemente la transcripción de una
expresión hebrea, que significa
“Atrio del Pueblo de Dios”. El texto esta fechado en
septiembre del 140 a. C.
41. Ver 4. 46.
15 1. “Desde las islas”: alusión a la isla de Rodas, donde
se encontraba Antíoco VII Sidetes
(138-129) cuando su hermano Demetrio II fue tomado
prisionero (14. 1-3).
10. La llegada de Antíoco VII tuvo lugar en el 139 a.C.
16 14. “Sabat”, en hebreo “Sebat” (Zac. 1. 7), es el
undécimo mes del año en el calendario
israelita. La fecha aquí indicada corresponde a
enero-febrero del 134 a.C.