IV MACABEOS - (apócrifo pseudoepigráfico)
1 Como me dispongo a esclarecer una cuestión sumamente
filosófica —si la razón piadosa es dueña absoluta de las pasiones—, os aconsejo
que prestéis la máxima atención al razonamiento.
2 El asunto, en efecto, no sólo debe conocerlo todo el
mundo, sino que, además, incluye un elogio de la mayor virtud. Me refiero a la
prudencia.
3 De hecho, la razón parece dominar las pasiones adversas a
la templanza, como la glotonería y el deseo,
4 al igual que las que impiden la justicia, como la
malevolencia, y también las que obstaculizan la fortaleza, como la cólera, el
dolor y el temor.
5 Pero alguien, en un intento de ridiculizar la cuestión,
podría preguntar cómo, si la razón domina las pasiones, no es dueña del olvido
y la ignorancia.
6 En realidad, la razón no es dueña de sus propias pasiones,
sino de las opuestas a la justicia, la fortaleza, la templanza y la prudencia,
y de éstas no tanto para suprimirlas cuanto para no ceder ante ellas.
7 Yo podría demostraros, con numerosos ejemplos tomados de
aquí y de allá, que la razón piadosa es dueña absoluta de las pasiones.
8 Pero lo demostraré mucho mejor con el ejemplo de la
fortaleza de ánimo de quienes murieron por la virtud: Eleazar, los siete
hermanos y su madre.
9 Todos ellos, al desdeñar los dolores, incluso hasta la
muerte, demostraron que la razón domina las pasiones.
10 Me propongo, pues, elogiar por sus virtudes a los hombres
que en este día murieron con su madre en defensa de la nobleza de espíritu.
Además, los celebraré por los honores que merecieron.
11 Admirados, a causa de su fortaleza y perseverancia, no
sólo por los hombres en general, sino por sus mismos verdugos, promovieron el
derrocamiento de la tiranía en nuestra nación al vencer al tirano con su
perseverancia, de modo que nuestra patria fue purificada por ellos.
12 Ahora paso a hablar de esto, una vez que he expuesto el
argumento general según tengo por costumbre, y luego procederé a narrar su
historia, dando gloria al Dios que todo lo sabe.
13 Veamos si la razón es dueña absoluta de las pasiones.
14 Para ello examinaremos qué es la razón y la pasión,
cuántas formas de pasión existen y si la razón las domina todas.
15 Razón es el entendimiento que elige con criterio correcto
la vida de sabiduría,
16 y sabiduría es el conocimiento de las cosas divinas y
humanas y de sus causas:
17 es la educación en la ley, por la que aprendemos, con la
debida dignidad, las cosas divinas y, para nuestra utilidad, las humanas.
18 Manifestaciones de la sabiduría son la prudencia, la
justicia, la fortaleza y la templanza.
19 Pero la más importante de todas es la prudencia, pues a
través de ella la razón domina las pasiones.
20 Entre éstas hay dos, el placer y el dolor, que tienen un
gran alcance; ambas están enraizadas en la naturaleza humana, tanto en el
cuerpo como en el alma.
21 En torno al placer y al dolor, las pasiones tienen
numerosas secuelas.
22 Así, al placer lo precede el deseo y lo sigue la
satisfacción;
23 al dolor lo precede el miedo y lo sigue la preocupación.
24 Por su parte, la cólera, si se tienen en cuenta los
propios sentimientos, es una pasión común al dolor y al placer.
25 En el placer se da también la mala disposición moral, que
es, de todas las pasiones, la que mayor número de formas presenta:
26 se manifiesta en el alma como orgullo, ambición, vanidad,
rivalidad y envidia;
27 en el cuerpo, como gula, glotonería y voracidad.
28 Por ser el placer y el dolor como dos árboles que crecen
en el cuerpo y en el alma, son muchos los retoños de estas pasiones,
29 y la razón, como labrador universal, limpiando cada uno
de ellos, podando, sujetando, regando y haciendo que el agua llegue a todas
partes, domestica los brotes de las inclinaciones y pasiones.
30 Así, la razón es guía de las virtudes y dueña absoluta de
las pasiones. Observad, en primer lugar, cómo la razón es dueña absoluta de las
pasiones gracias a la función refrenante de la templanza.
31 Porque la templanza domina los deseos.
32 Unos deseos son psíquicos y otros físicos, pero unos y
otros son dominados de hecho por la razón.
33 Cuando apetecemos manjares prohibidos, ¿por qué
rechazamos los placeres que derivan de ellos? ¿No es porque la razón puede
dominar los apetitos? Yo así lo creo.
34 Según esto, cuando nos apetecen animales acuáticos, aves
y cuadrúpedos, nos abstenemos, gracias al imperio de la razón, de todo tipo de
alimentos prohibidos por la ley.
35 Las tendencias de los apetitos, doblegadas por la mente
sensata, acaban siendo vencidas, y todas las inclinaciones del cuerpo son
refrenadas por la razón.
2
1 ¿Qué hay de sorprendente en el hecho de reprimir las
apetencias del alma a disfrutar de la belleza?
2 Por eso alabamos al virtuoso José: porque venció la
concupiscencia con su raciocinio.
3 A pesar de su juventud y de poseer plena capacidad para la
unión carnal, reprimió con la razón el aguijón de las pasiones.
4 Pero la razón vence el impulso no sólo del deseo carnal,
sino de cualquier otro deseo.
5 La ley dice: «No desearás la mujer de tu prójimo ni los
bienes ajenos».
6 Y si la ley nos manda no desear, tenemos ahí una prueba
decisiva de que la razón puede vencer los deseos como también las pasiones que
se oponen a la justicia.
7 ¿Cómo alguien inclinado naturalmente a la gula, la
glotonería y el vicio de beber puede ser inducido a cambiar sino porque la
razón es dueña de las pasiones?
8 De hecho, tan pronto como uno ordena su vida de acuerdo
con la ley, si es avaro, violenta su manera de ser, prestando sin interés a los
necesitados y cancelando las deudas cada siete años;
9 y si es tacaño, termina vencido por la ley a través de la
razón, de modo que se abstiene de espigar sus rastrojos y de rebuscar en sus
viñas. También en cuanto a lo demás se puede ver que la razón es dueña de las
pasiones.
10 La ley, en efecto, supera el cariño a los padres cuando no
se renuncia a la virtud por causa de ellos,
11 está por encima del amor que se tiene a la esposa cuando
se la corrige si ella contraviene a la ley,
12 modera el amor a los hijos cuando se los castiga por su
maldad
13 y regula el trato con los amigos cuando se censuran sus
fechorías.
14 Y no consideréis paradójico el hecho de que la razón sea
capaz de vencer la enemistad por medio de la ley cuando uno se abstiene de
talar los árboles de sus enemigos, cuando evita que roben la propiedad de sus
adversarios o ayuda a levantar lo que se habla caído.
15 Es claro también que el dominio de la razón se extiende a
las pasiones más fuertes: la ambición, la vanidad, el orgullo, la ostentación y
la envidia.
16 La mente sensata rechaza todas esas malas disposiciones
del alma, como también la cólera, pues también manda sobre ésta.
17 Cuando Moisés se encolerizó contra Datán y Abirón, no se
dejó arrastrar por la cólera, sino que la dominó gracias a la razón.
18 Porque la mente sensata, como he dicho, es capaz de ganar
la batalla frente a las pasiones, moderando unas y extirpando otras.
19 ¿Por qué, si no, nuestro sapientísimo padre Jacob
recrimina a las casas de Simeón y de Leví por haber dado muerte sin razón a la
tribu de los siquemitas, y dice: «¡Maldita sea su cólera!»?
20 Si la razón no pudiera dominar la cólera, no habría
hablado así.
21 Cuando Dios creó al hombre, le implantó las pasiones e
inclinaciones;
22 al mismo tiempo puso la razón como en un trono, para que
fuera, a través de los sentidos, una guía sagrada por encima de todo,
23 y le dio una ley gracias a la cual el hombre que se rija
por ella reinará sobre un reino sensato, justo, bueno y valiente.
24 De todos modos, alguien podría preguntar cómo, si la
razón domina las pasiones, no es dueña del olvido y la ignorancia.
3
1 La cuestión es sumamente ridícula, pues la razón no es
dueña de sus propias pasiones, sino de las opuestas [a la justicia, la
fortaleza, la templanza y la prudencia, y de éstas no tanto para suprimirlas
cuanto para no ceder ante ellas].
2 Así, ninguno de vosotros puede arrancar un deseo, pero la
razón puede evitarle ser esclavizado por él.
3 Ninguno de vosotros puede arrancar del alma la cólera,
pero la razón puede calmarla.
4 Ninguno de vosotros puede arrancar una mala disposición,
pero la razón puede ayudar en la lucha para no dejarse arrastrar por ella.
5 Porque la razón no extirpa las pasiones, sino que se opone
a ellas.
6 La sed del rey David puede servir de ejemplo para aclarar
este punto.
7 David había luchado un día entero contra los enemigos y
había matado a muchos de ellos con ayuda de los soldados de nuestro pueblo.
8 Al caer la tarde, muerto de sed y cansancio, fue a la
tienda real, en torno a la cual estaba acampado el ejército entero de nuestros
antepasados.
9 Todos los demás estaban cenando.
10 El rey se hallaba sediento en extremo; pero, aunque había
fuentes en abundancia, no podía apagar en ellas su sed.
11 Le inflamaba cada vez más y le consumía hasta locura un
deseo irracional de beber el agua que estaba en poder de los enemigos.
12 Como sus guardias personales criticaran el deseo del rey,
dos soldados jóvenes y fuertes, al enterarse de tal deseo, se vistieron la
armadura, tomaron un recipiente y escalaron las empalizadas de los enemigos.
13 Se deslizaron sin ser descubiertos por los centinelas de
las puertas y buscaron por todo el campamento enemigo.
14 Una vez que con su audacia hallaron la fuente, llevaron
de ella agua para el rey.
15 Pero él, aunque se consumía de sed, pensó que aquel
líquido, comparable a sangre, era un terrible peligro para su alma.
16 Por ello, anteponiendo la razón al deseo, derramó el agua
en ofrenda a Dios.
17 En realidad, la mente sensata puede triunfar sobre las
pasiones, extinguir las llamas del deseo,
18 sobreponerse a los dolores corporales por fuertes que
sean y, gracias a la nobleza de la razón, rechazar la dictadura de las
pasiones.
19 La ocasión nos invita ya a exponer la historia de la
razón sensata.
20 Nuestros padres gozaban de una gran paz gracias a su
observancia de la ley y se hallaban en una situación próspera, hasta el punto
de que Seleuco Nicanor, el rey de Asia, les había concedido una suma de dinero
para el servicio del templo y les había reconocido su constitución.
21 Pero entonces algunos, perturbando la concordia general,
nos llevaron a toda suerte de calamidades.
4
1 Un tal Simón estaba enemistado políticamente con Onías,
sumo sacerdote vitalicio, hombre noble y honrado. Pese a haberlo calumniado de
todas las maneras posibles, no logró desacreditarlo ante el pueblo. De ahí que huyera
con el propósito de traicionar a la patria.
2 Así llegó hasta Apolonio, gobernador de Siria, Fenicia y
Cilicia, y le dijo:
3 —Fiel a los asuntos del rey, vengo a revelarte que en los
tesoros de Jerusalén hay muchos millones de dinero privado que nada tienen que
ver con el templo, sino que pertenecen al rey Seleuco.
4 Apolonio, tras informarse del asunto, alabó a Simón por su
lealtad al rey y corrió a la corte de Seleuco para manifestarle lo del tesoro.
5 Una vez autorizado para tratar la cuestión, marchó
rápidamente a nuestra patria con el maldito Simón y un gran ejército.
6 Dijo que estaba allí por mandato del rey para llevarse del
tesoro el dinero particular.
7 Nuestro pueblo se indignó ante tal discurso y protestó
enérgicamente por considerar indignante que quienes habían confiado su capital
al tesoro del templo se vieran privados de él. El hecho es que le impidieron el
paso en la medida de lo posible.
8 Pero Apolonio, con amenazas, llegó hasta el templo.
9 En su interior, los sacerdotes, junto con las mujeres y
los niños, suplicaban a Dios que protegiera el lugar que iba a ser profanado.
10 Pero cuando Apolonio se dirigía con un ejército armado
para apoderarse del dinero, aparecieron del cielo ángeles montados a caballo,
con armas resplandecientes, y les infundieron un gran temor y temblor.
11 Apolonio cayó medio muerto en el atrio de los gentiles:
alzaba las manos al cielo y suplicaba con lágrimas a los hebreos que rezaran
por él y propiciaran al ejército celestial.
12 Confesó que había pecado y que merecía incluso la muerte,
y prometió que, si salía con vida, celebraría ante todos los hombres la
grandeza del lugar sagrado.
13 Movido por estas palabras, el sumo sacerdote Onías,
aunque más escrupuloso en otros casos, intercedió por él, no fuera a pensar el
rey Seleuco que Apolonio había muerto por una conspiración humana y no por la
justicia divina.
14 Liberado así en contra de toda esperanza, Apolonio marchó
para contar al rey lo que le había acontecido.
15 A la muerte del rey Seleuco, le sucedió en el poder su
hijo, Antíoco Epífanes, hombre terriblemente orgulloso.
16 Destituyó a Onías del sumo sacerdocio y nombró sumo
sacerdote a su hermano Jasón,
17 quien se había comprometido a darle, si le concedía el
cargo, tres mil seiscientos sesenta talentos anuales.
18 Así, Antíoco entregó a Jasón el sumo sacerdocio y las
riendas del gobierno del pueblo.
19 Éste introdujo un nuevo modo de vida en el pueblo y
cambió la constitución en contra de todas las leyes.
20 No sólo construyó un gimnasio en la parte alta de nuestra
ciudad, sino que suprimió el culto del templo.
21 La divina justicia, irritada, movió a Antíoco a luchar
contra ellos.
22 Estaba él en guerra contra Tolomeo en Egipto cuando se
enteró de que se había difundido el rumor de su muerte y los habitantes de
Jerusalén se habían alegrado sobremanera. Entonces marchó rápidamente contra
ellos.
23 Saqueó la ciudad y luego promulgó un decreto condenando a
muerte a quienes parecieran conducirse de acuerdo con la ley de sus
antepasados.
24 Pero, lejos de suprimir con sus decretos la observancia
de la ley por parte del pueblo, vio que sus amenazas y castigos eran inútiles,
25 hasta el punto de que algunas mujeres que habían
circuncidado a sus hijos se arrojaban al vacío junto con las criaturas,
conscientes de que ésa era la suerte que les esperaba.
26 Dado que sus decretos eran despreciados por el pueblo, él
mismo obligaba con tormentos a cada ciudadano a comer alimentos impuros y
abjurar del judaísmo.
5
1 El tirano Antíoco estaba celebrando una reunión con sus consejeros
en cierto lugar elevado, y sus tropas, armadas, se hallaban en derredor de él.
2 Entonces mandó a los de su guardia que llevaran a los
hebreos de uno en uno y les obligaran a comer carne de cerdo y de víctimas
ofrecidas a los ídolos,
3 de modo que quienes se negaran a comer alimentos impuros
murieran en el tormento de la rueda.
4 Ya habían sido llevados muchos, cuando fue conducido ante
Antíoco un hebreo, primero de la multitud, de nombre Eleazar, de familia
sacerdotal, experto en el conocimiento de la ley, avanzado en años y conocido
por su filosofía entre muchos de los que rodeaban al tirano.
5 Al verlo, Antíoco le dijo:
6 —Mira, anciano: antes de aplicarte ningún tormento, te
aconsejo que comas carne de cerdo y salves tu vida.
7 En realidad respeto tu edad y tus canas, aunque no me
pareces filósofo, puesto que tanto tiempo has observado la ley de los judíos.
8 ¿Por qué te repugna comer la gustosísima carne de este
animal con que la naturaleza nos obsequia?
9 Francamente, es absurdo no disfrutar de los placeres
inocentes, e injusto rechazar los dones de la naturaleza.
10 Creo que cometerías una gran insensatez si, en tus
desvaríos sobre la verdad, llegaras a despreciarme para tu propio castigo.
11 ¿Es que no vas a despertar de tu pretenciosa filosofía?
¿No vas a terminar con tus divagaciones y, adoptando una actitud digna de tu
edad, decidirte por la filosofía de lo práctico?
12 ¿Te rendirás a mí amistoso consejo y tendrás compasión de
tu propia vejez?
13 Piensa que, si hay alguna Potencia atenta a vuestra
religión, te perdonaría cualquier transgresión cometida bajo la violencia.
14 Mientras el tirano le instigaba de este modo a comer la
carne prohibida por la ley, Eleazar pidió la palabra.
15 Autorizado para hablar, pronunció el siguiente discurso:
16 —Nosotros, Antíoco, estamos convencidos de que nos
regimos por una ley divina y estimamos que no existe necesidad más apremiante
que la obediencia a nuestra ley.
17 Por eso creemos que es indigno transgredirla en cualquier
caso.
18 Y aunque nuestra ley, como tú supones, no respondiera a
la verdad, si nosotros la creemos divina por otra razón, no podemos tampoco
renunciar a nuestro criterio sobre la piedad.
19 No pienses, pues, que el comer algo impuro constituye una
falta pequeña:
20 tan importante es quebrantar la ley en lo grande como en
lo pequeño,
21 porque en ambos casos es igualmente despreciada.
22 Tú te burlas de nuestra filosofía, como si por culpa de
ella viviéramos en contra del recto uso de la razón.
23 No; a nosotros nos inculca la templanza, para que
venzamos todos los placeres y deseos; nos ejercita en la fortaleza, para que
soportemos el dolor con facilidad;
24 nos educa en la justicia, para que en todas nuestras
disposiciones de ánimo actuemos con equidad; nos instruye en la piedad, para que
adoremos profundamente al único Dios que existe.
25 Por eso no comemos nada impuro: porque la ley ha sido
establecida por Dios y sabemos que el Creador del mundo, al dar la ley, tiene
en cuenta nuestra naturaleza.
26 Nos ha mandado comer lo que es conveniente para nuestras
almas y nos ha prohibido comer ciertos alimentos, porque son inconvenientes.
27 Es un abuso que nos fuerces no sólo a transgredir la ley,
sino a comer de tal manera que puedas burlarte cuando comamos lo que tanto
aborrecemos.
28 Pero conmigo no vas a tener el placer de esa burla:
29 no violaré los sagrados juramentos que mis antepasados
hicieron de guardar la ley,
30 ni aunque me sacaras los ojos y me abrasaras las
entrañas.
31 No soy tan viejo ni tan poco hombre como para no poder rejuvenecer
mi razón por medio de la piedad.
32 Prepara, pues, las ruedas del tormento y atiza el fuego
con más intensidad.
33 No me compadeceré de mi vejez hasta el punto de
quebrantar la ley de mis padres.
34 ¡No te traicionaré, ley educadora! ¡No huiré de ti, amada
fortaleza!
35 ¡No te deshonraré, razón amante de la sabiduría! ¡No te
negaré, venerable sacerdocio y ciencia de la ley!
36 ¡No mancharás, boca mía, mi venerable ancianidad ni toda
una vida consagrada a la ley!
37 Mis antepasados me recibirán puro, sin temor a tus
coacciones de muerte.
38 Reserva tu tiranía para los impíos, que en mis
convicciones sobre la piedad no vas a dominar ni con palabras ni con obras.
6
1 Tras esta respuesta de Eleazar a las exhortaciones del
tirano, los guardias lo arrastraron cruelmente al lugar de los tormentos.
2 Comenzaron por desnudar al anciano, el cual quedó
engalanado con la hermosura de la piedad.
3 Le ataron luego los brazos por uno y otro lado y lo
azotaron con látigos,
4 mientras un heraldo gritaba ante él: —¡Obedece las órdenes
del rey!
5 Pero Eleazar, magnánimo y noble como realmente era, no
cambió de actitud, como si fuera torturado en sueños.
6 Con los ojos clavados en el cielo, el anciano fue
desgarrado en sus carnes con los látigos.
7 Bañado en sangre, con los costados convertidos en una
llaga, cuando su cuerpo ya no pudo soportar los dolores, cayó al suelo; pero su
razón permanecía firme e inquebrantable.
8 Cada vez que caía, uno de los sayones se lanzaba sobre él
y le daba patadas en los costados para que se levantase.
9 El anciano se sobrepuso a los dolores, despreció la
violencia, aguantó las vejaciones
10 y, batiéndose como un bravo atleta, venció a sus
verdugos.
11 Con el rostro bañado en sudor y jadeando intensamente, su
nobleza de espíritu suscitó la admiración de los mismos que lo atormentaban.
12 Así, compadecidos de su ancianidad,
13 emocionados por su actitud y admirados de su fortaleza,
algunos cortesanos del rey se le acercaron y le dijeron:
14 —Eleazar, ¿por qué te destruyes absurdamente con estos
sufrimientos?
15 Vamos a traerte alimentos cocidos. Tú simulas probar el
cerdo y así te salvas.
16 Pero Eleazar, como si ese consejo hubiera aumentado su
tortura, exclamó:
17 —No somos tan necios los hijos de Abrahán como para
representar, por flaqueza de espíritu, una comedia indigna de nosotros.
18 Sería absurdo que, tras haber vivido hasta la vejez para
la verdad y haber conservado fielmente la reputación en esto, ahora cambiáramos
de actitud
19 y nos convirtiéramos en un modelo de impiedad para los
jóvenes, hasta el punto de animarlos a comer carne impura.
20 Sería vergonzoso que viviéramos un poco más a costa de
que todos se burlasen por nuestro apocamiento
21 y, despreciados por el tirano como faltos de hombría,
dejásemos de defender nuestra ley divina hasta la muerte.
22 ¡Ánimo, hijos de Abrahán!, morid noblemente por la
piedad.
23 Y vosotros, esbirros del tirano, ¿a qué aguardáis?
24 Al verlo tan arrogante frente a los tormentos y tan
inmutable ante la piedad de la gente, lo condujeron al fuego.
25 Lo arrojaron allá, quemándolo con refinados instrumentos
de tortura, y le vertieron un líquido fétido en las fosas nasales.
26 Pero él, abrasado ya hasta los huesos y a punto de morir,
elevó los ojos a Dios y dijo:
27 —Tú sabes, Dios, que habría podido salvarme, pero muero
en estos tormentos de fuego a causa de la ley.
28 Ten misericordia de tu pueblo y acepta nuestra muerte
como satisfacción por ellos.
29 Haz que mi sangre los purifique y recibe mi alma como
rescate por ellos.
30 Con estas palabras, el santo varón murió noblemente en
medio de los tormentos. Por causa de la ley resistió con la razón hasta las
últimas torturas.
31 Está, pues, fuera de discusión que la razón piadosa es
dueña de las pasiones.
32 Si las pasiones hubieran dominado a la razón, nos
habríamos rendido ante el testimonio de su superioridad.
33 Ahora bien, como la razón venció a las pasiones, le
atribuimos lógicamente el poder de dominarlas.
34 Y es justo reconocer que la superioridad está de parte de
la razón, puesto que domina los dolores que proceden de fuera.
35 Sería ridículo (...). Y no sólo demuestro la superioridad
de la razón sobre los dolores, sino también sobre los placeres, ante los cuales
tampoco se rinde.
7
1 Como excelente piloto, la razón de nuestro padre Eleazar guió
la nave de la piedad por el mar de las pasiones.
2 Aunque zarandeado por las amenazas del tirano y sacudido
por el enorme oleaje de las torturas,
3 no desvió en ningún momento el timón de la piedad hasta
tocar el puerto de la inmortal victoria.
4 Nunca una ciudad, por fortificada que estuviera con
múltiples artefactos, resistió tanto como aquel santo, que, torturado en su
alma bendita con golpes, ultrajes y fuego, venció a los asaltantes por medio de
la razón piadosa, que lo cubría como un escudo.
5 Porque nuestro padre Eleazar, manteniendo su pensamiento
firme como la roca que se asoma al mar, rompió las embravecidas olas de las
pasiones.
6 ¡Oh sacerdote digno de tu sacerdocio! No mancillaste tus
santos dientes ni ensuciaste con carne impura tu vientre, que se alimentó de
temor de Dios y pureza.
7 ¡Oh confesor de la ley y filósofo de la vida divina!
8 Eso es lo que deberían hacer quienes tienen por oficio
servir a la ley: defenderla hasta la muerte con el escudo de su propia sangre y
su noble sudor contra las pasiones.
9 Tú, padre, con tu perseverancia gloriosa ratificaste
nuestra fidelidad a la ley; con tus dignas palabras no desmentiste nuestras
santas costumbres; con tus hechos corroboraste las palabras de filosofía.
10 ¡Oh anciano más fuerte que los tormentos! ¡Noble viejo
más vigoroso que el fuego! ¡Rey máximo sobre las pasiones, Eleazar!
11 Así como nuestro padre Aarón, armado con el incensario,
corrió a través de la multitud y venció al ángel de fuego,
12 así también Eleazar, descendiente de Aarón, permaneció
firme en su razón al ser consumido por el fuego.
13 Pero lo más admirable es que, anciano como era, con los
tendones de su cuerpo ya debilitados, flojos los músculos y agotados los
nervios, se rejuveneció
14 en su espíritu por medio de la razón: con una razón digna
de Isaac redujo a impotencia la tortura de múltiples cabezas.
15 ¡Oh bendita ancianidad, venerable canicie, vida
consagrada a la ley, que el sello indiscutible de la muerte llevó a plena
realización!
16 No cabe duda de que, si un anciano despreció los
tormentos hasta la muerte por causa de la piedad, la razón piadosa es capaz de
dominar las pasiones.
17 Pero alguien podría decir que no todos son dueños de las
pasiones, pues no todos poseen una razón sensata.
18 Sin embargo, quienes se centran de todo corazón en la
piedad son los únicos que pueden vencer las pasiones de la carne,
19 seguros de que en Dios no mueren, como no murieron
nuestros patriarcas Abrahán, Isaac y Jacob, sino que viven en Dios.
20 Luego no es contradictorio que algunos aparezcan
dominados por las pasiones debido a la debilidad de su razón.
21 ¿Qué filósofo, en efecto, que siga con absoluta fidelidad
la norma de la filosofía, que crea en Dios
22 y considere una bendición sobreponerse a todo dolor por
causa de la virtud, no vencerá sus pasiones por causa de la piedad?
23 Sólo el hombre sabio es señor de sus pasiones.
8
1 Así se explica que algunos jóvenes, dedicados a la
filosofía de la piedad, superaran las más tremendas torturas.
2 El tirano, evidentemente vencido en su primer intento, al
no poder obligar al anciano a comer alimentos impuros, ordenó con brutal cólera
que le presentaran algunos jóvenes hebreos: si comían alimento impuro,
quedarían inmediatamente en libertad; pero si se resistían, serían sometidos a
tormentos aún más crueles.
3 Siguiendo la orden del tirano, le llevaron siete jóvenes
en compañía de su anciana madre, todos ellos hermosos, sencillos, nobles y
agradables en todos los aspectos.
4 Cuando el tirano los vio formando una especie de coro en
torno a su madre, los miró con complacencia e, impresionado por su distinción y
nobleza, les sonrió, los llamó a su lado y les dijo:
5 —Jóvenes, admiro con benevolencia la belleza de cada uno
de vosotros y siento aprecio por un grupo tan amplio de hermanos. Por ello os
aconsejo que no cometáis la misma locura que el anciano recién torturado. Os
invito, por el contrario, a que aceptéis gozar de mi amistad.
6 En mi mano está castigar a los que rechazan mis órdenes
como también favorecer a los que se muestran leales.
7 Estad seguros de que ocuparéis cargos de responsabilidad
en mi gobierno si renunciáis a la ley ancestral de vuestra constitución.
8 Adoptad el modo de vida griego, cambiad de costumbres y
disfrutad de vuestra juventud;
9 porque si me encolerizáis con vuestra desobediencia, me
obligaréis a aplicaros terribles castigos y a terminar con cada uno de vosotros
mediante torturas.
10 Tened piedad de vosotros mismos. Ved que yo, enemigo de
vuestra nación, me compadezco de vuestra juventud y belleza.
11 ¿No os dais cuenta de que, si me desobedecéis, vuestra
suerte será morir torturados?
12 Dicho esto, mandó que presentaran los instrumentos de
tortura para ver si, por miedo, los persuadía a comer alimentos impuros.
13 Los guardias presentaron ruedas, artilugios para
desarticular miembros, dislocar articulaciones y machacar huesos, grilletes,
calderas, sartenes, empulgueras, manos de hierro, cuñas y atizadores. Entonces
el tirano tomó palabra y dijo:
14 —¡Rendíos, muchachos! La justicia que adoráis os
perdonará una transgresión cometida por fuerza.
15 Pero ellos, tras oír las seductoras palabras y ver los
horribles instrumentos, no sólo no tuvieron miedo, sino que se opusieron con
argumentos al tirano y derrotaron su tiranía con la recta razón.
16 Y ahora reflexionemos. Si algunos de ellos hubieran sido
pusilánimes y cobardes, ¿qué argumentos habrían utilizado? Probablemente éstos:
17 —¡Desgraciados e insensatos de nosotros! ¿Vamos a
desobedecer a un rey que nos invita y nos trata con deferencia?
18 ¿Por qué cifrar nuestra alegría en vanas ilusiones y
empeñarnos en una desobediencia que nos llevará a la muerte?
19 ¿No nos conviene, hermanos, tener miedo a los tormentos,
ponderar las amenazas de las torturas y abandonar esta vanidad y jactancia
fatal?
20 Tengamos piedad de nuestra juventud, compadezcamos la
ancianidad de nuestra madre.
21 Pensemos que, si desobedecemos, moriremos.
22 La justicia divina nos perdonará que nos rindamos a la
coacción del rey.
23 ¿Por qué sustraernos al placer de la vida y privarnos de
la dulzura del mundo?
24 No luchemos contra el destino ni nos vanagloriemos de ser
torturados.
25 Ni la misma ley nos obliga a morir contra nuestra
voluntad, asustados por los instrumentos de tortura.
26 ¿Por qué nos invade este espíritu de contradicción y nos
complacemos en esta fatal obstinación, cuando podemos vivir en paz obedeciendo
al rey?
27 Sin embargo, los jóvenes, a punto de ser torturados, no
dijeron ni pensaron nada parecido:
28 despreciaban las pasiones y dominaban el dolor.
29 Por eso, tan pronto como el tirano cesó de aconsejarles
que comieran alimentos impuros, todos, animados por un mismo espíritu, dijeron
a coro:
9
1 —¿A qué esperas, tirano? Preferimos morir a quebrantar los
preceptos de nuestros padres.
2 Nos avergonzaríamos ante nuestros antepasados si no
obedeciéramos la ley y el consejo de Moisés.
3 Tú, tirano, nos aconsejas quebrantar la ley. Puesto que
nos odias, no nos compadezcas más que nosotros mismos.
4 Creemos que más cruel que la muerte es tu piedad, pues nos
ofreces la salvación a cambio de transgredir la ley.
5 Nos quieres asustar amenazándonos con una muerte en medio
de torturas, como si nada hubieses aprendido de Eleazar hace unos momentos.
6 Si los ancianos del pueblo hebreo mueren por la piedad
sobreponiéndose a los tormentos, con mayor razón moriremos nosotros los
jóvenes, que despreciamos tus violentas torturas, sobre las que también triunfó
el anciano maestro.
7 ¡Adelante, tirano! Pero no pienses que al quitarnos la
vida por causa de la piedad, nos haces daño con tus tormentos.
8 Porque nosotros, gracias a este sufrimiento y a nuestra
perseverancia, lograremos el premio de la virtud y estaremos junto a Dios, por
quien sufrimos.
9 Tú, en cambio, por culpa de nuestro asesinato, sufrirás de
manos de la justicia divina el adecuado castigo eterno.
10 Ante estas palabras, el tirano, además de enojarse por su
desobediencia, se encolerizó por su ingratitud.
11 Entonces, a una orden del tirano, los verdugos tomaron al
mayor de los hermanos, le rasgaron la túnica y le ataron las manos y los brazos
por uno y otro lado con cuerdas.
12 Cuando se cansaron de golpearle con los látigos sin
conseguir nada, lo colocaron sobre la rueda.
13 Tendido en ella, el noble joven fue descoyuntado.
14 Y cuando ya tenía deshechos todos sus miembros, hizo esta
acusación:
15 —¡Tirano abominable, enemigo de la justicia celestial,
hombre inhumano! Me torturas no porque yo sea un criminal o un impío, sino
porque defiendo la ley de Dios.
16 Los guardias le dijeron: —Consiente en comer y te librarás
de las torturas.
17 Pero él replicó: —¡Miserables esbirros! Vuestra rueda no
es suficientemente fuerte para estrangular mi razón. Cortadme los miembros,
quemadme la carne, dislocadme las articulaciones:
18 en medio de todos esos tormentos os demostraré que los
hijos de los hebreos son los únicos invencibles a causa de la virtud.
19 Mientras decía esto, colocaron fuego debajo de él, lo
avivaron y tensaron la rueda.
20 Toda la rueda se teñía de sangre, el montón de brasas se
apagaba con la sangre que caía, la carne arrancada rodeaba los ejes del
instrumento de suplicio.
21 Pero aquel joven magnánimo, digno hijo de Abrahán, con su
cuerpo ya casi consumido, no se quejó;
22 por el contrario, como si el fuego lo transformara en un
ser incorruptible, soportó noblemente los tormentos.
23 Al fin dijo: —Seguid mi ejemplo, hermanos. No desertéis
de mi lucha ni abjuréis de nuestra valerosa fraternidad. Librad una santa y
noble batalla en aras de la piedad.
24 Así, la justa providencia que guió a nuestros padres será
propicia para nuestro pueblo y castigará al maldito tirano.
25 Con estas palabras, el santo joven entregó su espíritu.
26 Mientras todos admiraban su fortaleza de espíritu, los
guardias tomaron al segundo de los hermanos. Se enfundaron las manos de hierro
y lo sujetaron con agudos garfios a los instrumentos de tortura y a los
grilletes.
27 Antes de martirizarlo, le preguntaron si estaba dispuesto
a comer. Al oír su noble resolución,
28 aquellas fieras felinas lo arañaron con las manos de
hierro desde la nuca hasta el mentón y le arrancaron toda la carne y la piel de
la cabeza. Pero él soportó con entereza el dolor y dijo:
29 —¡Qué agradable es toda forma de morir a causa de nuestra
ancestral piedad! E increpó al tirano:
30 —¿No crees tú, el más cruel entre los tiranos, que estás
padeciendo un tormento mayor que el mío al ver cómo tu arrogante y tiránico
propósito es vencido por nuestra resistencia a causa de la piedad?
31 Yo soporto el dolor con los placeres que procura la
virtud,
32 mientras que tú te atormentas con la jactancia de tu
impiedad. No escaparás, tirano abominable, a la justicia de la cólera divina.
10
1 Una vez que éste alcanzó la gloriosa muerte, tomaron al
tercero de los hermanos. Muchos le recomendaban insistentemente que probara la
carne para salvarse.
2 Pero él exclamó: —¿No sabéis que a mí y a los que han
muerto nos engendró el mismo padre, nos dio a luz la misma madre y fuimos
educados en las mismas creencias?
3 No reniego de nuestro noble vínculo de fraternidad.
4 [. . .] Así, pues, si tenéis algún instrumento de tortura,
aplicadlo a mi cuerpo, que mi alma, aunque quisierais, no la tocaríais.
5 Ellos, irritados en extremo por la franqueza del joven, le
dislocaron las manos y los pies con instrumentos preparados al efecto, le
desencajaron y descoyuntaron los miembros.
6 Además, le rompieron los dedos, los brazos, las piernas y
los codos.
7 Incapaces de estrangular su espíritu, le arrancaron la
piel junto con las puntas de los dedos, le arrancaron el cuero cabelludo
8 y, acto seguido, lo llevaron a la rueda. Sobre ella, con
las vértebras desencajadas, vio sus carnes desgarradas y los goterones de
sangre que salían de sus entrañas.
9 Y a punto de morir dijo:
10 —Nosotros, abominable tirano, sufrimos esto por una
disciplina y una virtud que son cosa de Dios,
11 pero tú sufrirás tormentos sin fin por tu impiedad y tu
crimen.
12 Muerto éste con la misma dignidad que sus hermanos,
tomaron al cuarto y le dijeron:
13 —No cometas la misma insensatez que tus hermanos. Obedece
al rey y te salvarás.
14 Pero él les respondió: —No podréis aplicarme un fuego tan
abrasador que sea capaz de acobardarme.
15 ¡Por la bendita muerte de mis hermanos, por el castigo
eterno del tirano y por la vida gloriosa de los justos, que no negaré nuestra
noble fraternidad!
16 Inventa suplicios, tirano, y con ellos te convencerás de
que soy hermano de los que acabas de martirizar.
17 Oyendo esto, Antíoco, sanguinario, asesino y abominable
como era, ordenó que le cortaran la lengua.
18 Pero él dijo: —Aunque me prives del órgano de la palabra,
Dios escucha también a los mudos.
19 Mira, tengo la lengua preparada. Córtala. Pero no
suprimirás con ello la lengua de nuestra razón.
20 Por Dios nos dejamos cortar alegremente los miembros del
cuerpo.
21 Pero al punto Dios te perseguirá a ti, pues cortas una
lengua que le canta himnos de alabanza.
11
1 Cuando este hermano murió sometido a torturas, saltó el
quinto y dijo:
2 —No pienso suplicarte, tirano, ante el suplicio por causa
de la virtud.
3 Por el contrario, he venido voluntariamente para que me
mates y así aumentes, con mayores delitos, el castigo que debes pagar a la
justicia celestial.
4 ¡Enemigo de la virtud y de los hombres! ¿Por qué razón nos
maltratas de esta manera?
5 ¿Quizá porque adoramos al Creador de todas las cosas y vivimos
de acuerdo con su virtuosa ley?
6 Eso es digno de premios y no de tormentos,
7 [. . .] suponiendo que sientas aspiraciones humanas y
tengas esperanza de salvación ante Dios.
8 [. . .] Pero resulta que eres enemigo de Dios y haces la
guerra a los que lo adoran.
9 Mientras así hablaba, los guardias lo ataron y lo
condujeron a los grilletes,
10 lo sujetaron a ellos por las rodillas, se las fijaron con
abrazaderas de hierro, lo retorcieron por la cintura sobre la cuña rodante y,
cuando estaba totalmente curvado sobre la rueda como un escorpión, le
descoyuntaron los miembros.
11 En tal situación, sin poder apenas respirar y con el
cuerpo torturado,
12 exclamó: —Sin querer, tirano, nos haces un gran favor al
permitirnos mostrar con estos horribles tormentos nuestra fidelidad a la ley.
13 Muerto éste, tomaron al sexto joven. Cuando el tirano le
preguntó si quería comer para salvarse, respondió:
14 Soy menor que mis hermanos en edad, pero no en criterio.
15 Nacimos y hemos sido educados con un mismo designio, y también
hemos de morir por una misma causa.
16 Por tanto, si estás dispuesto a torturar a quienes no
comen alimentos impuros, tortúrame.
17 Dicho esto, lo llevaron a la rueda.
18 Una vez tendido cuidadosamente sobre ella, le
desencajaron las vértebras y le pusieron fuego por debajo,
19 le aplicaron clavos ardientes a la espalda y,
traspasándole los costados, le quemaban también las entrañas.
20 Pero él, en medio de los tormentos, dijo: —¡Oh santo
combate! A él hemos sido convocados tantos hermanos para competir en los
tormentos por causa de la piedad, pero no hemos sido derrotados.
21 ¡Sábete, tirano, que la ciencia de la piedad es
invencible!
22 Armado de virtud, también yo moriré con mis hermanos.
23 Y tendrás en mí otro gran vengador contra ti, inventor de
torturas y enemigo de los que son piadosos de verdad.
24 Seis jóvenes hemos derrotado tu tiranía.
25 ¿No es, en efecto, una derrota tu incapacidad para
cambiar nuestro modo de pensar y obligarnos a comer alimento impuro?
26 Tu fuego nos resulta frío, tus grilletes indoloros, tu
violencia impotente.
27 Nuestros guardianes nos protegen no ante un tirano, sino
ante la ley divina. Por eso es invencible nuestra razón.
12
1 Cuando éste, arrojado en una caldera, murió con la muerte
de los bienaventurados, se presentó el séptimo, el más joven de todos.
2 El tirano, aunque terriblemente molesto por los reproches
de los hermanos, tuvo compasión de él, y, al verlo ya atado, mandó que se
acercara y trató de convencerlo diciéndole:
3 —Has visto cómo ha terminado la insensatez de tus
hermanos: por su desobediencia han muerto entre tormentos.
4 También tú, si desobedeces, serás torturado como un
miserable y morirás antes de tiempo.
5 En cambio, si obedeces, serás amigo mío y estarás al
frente de los asuntos del reino.
6 Tras darle este consejo, hizo traer a la madre del niño
para ver si, por compasión hacia sí misma tras la pérdida de tantos hijos,
animaba al superviviente a obedecer y salvarse.
7 Su madre le exhortó en hebreo, como diremos enseguida,
8 y él gritó: —¡Soltadme! Quiero hablar al rey y a todos los
amigos que lo acompañan.
9 Encantados con la petición del niño, lo desataron
inmediatamente.
10 Pero él corrió hasta el brasero y dijo:
11 —¡Tirano sacrílego, el más impío de todos los malvados!
¿No comprendes que, mientras recibes de Dios los bienes y la realeza, asesinas
a sus siervos y torturas a quienes practican la piedad?
12 Por ello la justicia divina te entregará a un fuego más
ardiente y eterno y a unos tormentos que no te abandonarán en toda la
eternidad.
13 ¿No comprendes, bestia salvaje, que tú, hombre al fin,
cortas la lengua a unos hombres sensibles como tú, hechos de los mismos
elementos, y los martirizas y torturas de esa manera?
14 Pero los que murieron noblemente cumplieron su piedad
para con Dios, mientras que tú lamentarás amargamente haber matado sin causa a
los que luchan por la virtud.
15 Por eso —concluyó— estoy dispuesto a morir.
16 No renegaré del testimonio que han dado mis hermanos.
17 Pido al Dios de mis padres que sea propicio a mi pueblo.
18 Y a ti te castigará en esta vida y después de muerto.
19 Tras expresar estos propósitos, se arrojó al brasero y
así expiró.
13
1 Si los siete hermanos despreciaron las torturas hasta la
muerte, hay que reconocer sin reservas que la razón piadosa es dueña absoluta
de las pasiones.
2 Si hubieran cedido a las pasiones y comido alimentos
impuros, podríamos decir que fueron vencidos por ellas.
3 Pero no fue así, sino que vencieron las pasiones gracias a
la razón, la cual tiene un gran valor a los ojos de Dios.
4 Y no hay que olvidar la supremacía de la reflexión, pues
prevalecieron sobre las pasiones y los padecimientos.
5 ¿Cómo no reconocer el dominio de la recta razón sobre las
pasiones en quienes no retrocedieron ante los dolores producidos por el fuego?
6 Así como las torres construidas en los rompeolas rechazan
los asaltos del mar y ofrecen refugio tranquilo a quienes entran en el puerto,
7 así también la recta razón de estos jóvenes, como séptuple
torre, protegió el puerto de la piedad y venció la intemperancia de las
pasiones.
8 Ellos, formando un coro santo de piedad, se animaban
diciendo:
9 —¡Hermanos, muramos fraternalmente por la ley! ¡Imitemos a
los tres jóvenes de Siria, que despreciaron un horno semejante!
10 ¡No seamos cobardes ante la prueba de nuestra piedad!
11 Y uno decía: —¡Ánimo, hermano! Otro exclamaba: —¡Resiste
con nobleza!
12 Otro insistía: —Recordad vuestro linaje: cómo Isaac
accedió a ser sacrificado por la mano de su padre a causa de la piedad.
13 Todos ellos, al ver cada uno la serenidad y el gran valor
de los otros, se decían entre sí:
—Consagrémonos de todo corazón al Dios que nos ha dado las
almas y entreguemos nuestros cuerpos en defensa de la ley.
14 No temamos al que cree matarnos,
15 pues es grande el combate y el peligro del alma que
aguarda en el tormento eterno a quienes quebrantan el mandato de Dios.
16 Armémonos con el dominio de las pasiones que nos concede
la razón divina.
17 Si así padecemos, nos recibirán Abrahán, Isaac y Jacob, y
nos alabarán todos nuestros antepasados.
18 Y cada vez que se llevaban a uno de los hermanos, los
supervivientes decían: —¡No nos deshonres, hermano! ¡No traiciones a los que ya
han muerto!
19 No desconocéis cómo es el amor fraterno: la divina y
omnisciente providencia lo repartió a los hijos a través de los padres y se lo
infundió a través del seno materno,
20 donde cada hermano mora un tiempo igual, se forma en ese
mismo tiempo, se alimenta de la misma sangre y se anima con la misma alma;
21 viene luego al mundo tras pasar un mismo tiempo y se
amamanta de la misma fuente. Por eso se crean lazos fraternales en las almas de
los pequeños.
22 Después se unen más estrechamente por el trato común y la
convivencia de cada día, por la misma educación y por nuestra práctica de la
ley de Dios.
23 Entre los siete hermanos, este fuerte sentimiento del
amor fraterno se había hecho aún más fuerte.
24 Educados en la misma ley, ejercitados en las mismas
virtudes y formados conjuntamente en una vida de justicia, se amaban mucho más.
25 Su celo común por la nobleza y la bondad aumentaba su
mutua concordia,
26 pues la razón junto con la piedad intensificaba su amor
fraterno.
27 No obstante, aunque la naturaleza, la convivencia y la
práctica de la virtud habían incrementado su amor fraterno, los supervivientes
soportaban a causa de la piedad el ver a sus hermanos maltratados y torturados
hasta la muerte.
14
1 Incluso los animaban a la tortura, de modo que no sólo
despreciaron los padecimientos, sino que superaron las pasiones del amor
fraterno.
2 ¡Oh razones que superan a los reyes en realeza y a los
hombres libres en libertad!
3 ¡Oh santa y armoniosa sinfonía que los siete hermanos
interpretaron por causa de la piedad!
4 Ninguno de los siete jóvenes se acobardó ni vaciló ante la
muerte,
5 sino que todos se apresuraron a morir en las torturas como
si recorrieran el camino que lleva a la inmortalidad.
6 Al igual que las manos y los pies se mueven de acuerdo con
las órdenes del alma, así aquellos santos jóvenes, como impulsados por el alma
inmortal de la piedad, estuvieron de acuerdo en afrontar la muerte por su
causa.
7 ¡Oh santa septena de hermanos en armonía! Así como los
siete días de la creación del mundo giraban en torno a la hebdómada,
8 así también los jóvenes danzaban en coro en torno a la
piedad, olvidando el temor a los tormentos.
9 Nosotros nos estremecemos ahora al escuchar la tribulación
de aquellos jóvenes que no sólo vieron y oyeron la inminente amenaza, sino que
la padecieron y resistieron con fortaleza los dolores causados por el fuego.
10 ¿Hay algo más doloroso que esto? La viva y rápida
potencia del fuego destruye al punto los cuerpos.
11 No os sorprendáis de que la razón venciera en estos
hombres a las torturas, pues también el temple de una mujer despreció los más
diversos padecimientos.
12 En efecto, la madre de los siete jóvenes sufrió las
torturas infligidas a cada uno de sus siete hijos.
13 Ved cuántas formas adopta la ternura de una madre: hace
girar todo en torno al amor por el fruto de sus entrañas.
14 También los animales irracionales sienten hacia sus crías
un amor y apego semejante al de los hombres.
15 Así, entre las aves, las más pacíficas protegen a sus
crías haciendo los nidos bajo los aleros de las casas;
16 y las que hacen los nidos e incuban en las cimas de las
montañas, en los acantilados de las rocas o en las oquedades de los árboles,
impiden el paso a cualquier intruso.
17 Y si no logran impedírselo, vuelan en torno al nido con
dolorida ternura, llamando a las crías con su propio lenguaje y les prestan la
ayuda que les es posible.
18 Pero ¿qué necesidad tenemos de probar el amor de los
animales irracionales hacia sus crías?
19 Las mismas abejas, cuando llega el tiempo de hacer la
cera, ahuyentan a los intrusos y atacan, como con un arma de hierro, a los que
se acercan a sus crías, a las que defienden hasta la muerte.
20 En cuanto a la madre de aquellos jóvenes cuya alma era
semejante a la de Abrahán, el amor filial no la llevó a cambiar de intención.
15
1 ¡Oh razón, dueña de los afectos maternales! ¡Oh piedad,
más preciosa para aquella madre que sus propios hijos!
2 La madre, al tener que elegir entre la piedad y la
momentánea salvación de sus siete hijos según las promesas del tirano,
3 prefirió la piedad, que salva para la vida eterna según
las promesas de Dios.
4 ¿Cómo podría yo describir la pasión del amor de los padres
hacia los hijos? Nosotros imprimimos en el tierno ser del niño una maravillosa
imagen de nuestro cuerpo y de nuestra alma, sobre todo las madres, pues su
unión con los hijos es mayor que la de los padres.
5 Cuanto más sensible es el alma de una madre y mayor número
de hijos ha tenido, tanto mayor es su amor hacia ellos.
6 Pero, entre todas las madres, la de los siete hijos fue la
más amante. Aunque enraizó su cariño hacia ellos en siete embarazos
7 y se vio forzada a amarlos por los muchos dolores de cada
uno de los partos,
8 menospreció, por causa del temor de Dios, la salvación
momentánea de sus hijos.
9 Añadamos que su amor era todavía más profundo debido a la
nobleza y bondad de sus hijos y a la obediencia de los mismos a la ley.
10 Eran, en efecto, justos, comedidos, valientes,
magnánimos, amantes los unos de los otros y cariñosos con su madre, hasta el
punto de obedecerla en la observancia de los preceptos hasta la muerte.
11 Sin embargo, aunque eran tantos los motivos que
inclinaban a esta madre a dejarse llevar de su amor a los hijos, en ningún
momento lograron los más diversos tormentos cambiar su modo de pensar.
12 Por el contrario, la madre animaba a cada uno de los
hijos y a todos juntos a arrostrar la muerte por causa de la piedad.
13 ¡Oh naturaleza santa, amor paterno, afectuosa paternidad
educativa, cariño indefectible de las madres!
14 Aquella madre, viendo atormentar y quemar a un hijo tras
otro, permaneció inconmovible por causa de la piedad.
15 Vio cómo la carne de sus hijos se consumía por el fuego,
cómo los dedos de sus pies y de sus manos se esparcían por el suelo y la carne
de la cabeza les caía hasta la barbilla como si fuera una máscara.
16 ¡Oh madre, probada hoy por sufrimientos más amargos que
los dolores de tus partos!
17 ¡Oh única mujer, que has concebido la piedad perfecta!
18 No te hizo cambiar el primogénito al exhalar su espíritu,
ni el segundo al contemplarte, desdichada, en medio de los tormentos con ojos
de piedad, ni el tercero al entregar su alma.
19 Y no lloraste al ver cómo cada uno, en medio de las
torturas, miraba con orgullo su propio suplicio y pronosticaba la muerte con su
aliento jadeante.
20 No derramaste una lágrima al ver cómo a tus hijos, uno
tras otro, les quemaban las carnes, les cortaban las manos, les desollaban la
cabeza, y cómo se amontonaban sus cadáveres y la gente acudía atraída por sus
tormentos.
21 Ni las melodías de las sirenas ni los seductores cantos
de los cisnes atraen tanto como la voz de unos hijos que llaman a su madre en
medio de los tormentos.
22 ¡Con cuán grandes tormentos fue atormentada la madre al
ser torturados sus hijos con ruedas y hierros candentes!
23 Pero, en medio de las pasiones, la razón piadosa
fortaleció su corazón y le hizo olvidar de momento su amor de madre.
24 Aunque vio la destrucción de sus siete hijos entre
múltiples torturas, la noble madre las despreció todas a causa de su fe en
Dios.
25 En su alma, como en un tribunal, veía terribles
consejeros: la naturaleza, el parentesco, el amor maternal y la tortura de los
hijos.
26 Pero aquella madre, como si en el caso de sus hijos
dispusiera de dos votos, uno de muerte y otro de indulto,
27 no eligió la salvación de sus hijos por un breve tiempo,
28 sino que, como hija de Abrahán, tuvo presente la
fortaleza de aquel hombre temeroso de Dios.
29 ¡Oh madre de nuestro pueblo, valedora de la ley,
defensora de la piedad, vencedora de tu batalla interior!
30 ¡Oh mujer más noble que los hombres en fortaleza y más
viril que los varones en resistencia!
31 Así como el arca de Noé, llevando el mundo por carga,
resistió en el diluvio universal los embates de las olas,
32 así tú, guardiana de la ley, zarandeada por el oleaje de
las pasiones y agitada por el huracán de las torturas de tus hijos, soportaste
con nobleza las tempestades en favor de la piedad.
16
1 Ahora bien, si una mujer, además de entrada en años y
siete veces madre, resistió el espectáculo de unos hijos torturados hasta la
muerte, habrá que concluir que la razón piadosa es dueña absoluta de las
pasiones.
2 Queda, pues, demostrado que no sólo los hombres superaron
las pasiones, sino que también una mujer menospreció las mayores torturas.
3 Ni la fiereza de los leones de Daniel ni la voracidad del
horno de Misael eran tan fuertes como el ardor del amor maternal en aquella
mujer al ver a sus siete hijos torturados.
4 Pero la madre sofocó tantas y tan grandes pasiones gracias
a la razón unida a la piedad.
5 Y ahora reflexionad. Si aquella mujer hubiera tenido un
alma débil, a pesar de ser madre se habría lamentado por ellos y habría hablado
en estos términos:
6 —¡Triste de mí y mil veces desdichada, que siete hijos
traje al mundo y no soy madre de ninguno!
7 ¡Inútiles fueron mis siete embarazos, de nada sirvieron
mis siete ciclos de diez meses, estériles resultaron mis cuidados, para nada
valió que yo amamantara!
8 En vano, hijos, soporté por vosotros los muchos dolores de
parto y las graves dificultades de la educación.
9 Hijos míos, unos solteros y otros casados en balde: no
veré a vuestros hijos ni tendré la dicha de ser llamada abuela.
10 ¡Ay de mí! Con tantos hijos y tan hermosos, estoy viuda y
sola en mi llanto.
11 Cuando muera, no habrá un hijo que me entierre.
12 Pero la santa y piadosa madre no se quejó con ese lamento
por ninguno de ellos, ni intentó apartar a ninguno de la muerte, ni se afligió
cuando murieron.
13 Al contrario, como si su espíritu fuera de diamante y
estuviera dando a luz a sus hijos para la eternidad, les suplicaba y exhortaba
a morir por causa de la piedad.
14 ¡Oh madre, soldado de Dios por la piedad! Aunque anciana
y mujer, con tu fortaleza derrotaste al tirano y en tus hechos y palabras te
revelaste más fuerte que un hombre.
15 Cuando fuiste apresada con tus hijos, permaneciste firme
viendo cómo torturaban a Eleazar y dijiste a tus hijos en lengua hebrea:
16 —Hijos míos, el combate es noble. A él habéis sido
convocados para dar testimonio de nuestro pueblo. Luchad con ánimo por la ley
de nuestros padres.
17 Sería una vergüenza que ese anciano soportara los dolores
por causa de la piedad y que vosotros, jóvenes como sois, retrocedierais ante
las torturas.
18 Recordad que, si por Dios vinisteis al mundo y gozáis de
la vida,
19 por Dios debéis soportar cualquier dolor.
20 También por él nuestro padre Abrahán se apresuró a
sacrificar a su hijo Isaac, padre de nuestra nación, y éste no se asustó al ver
avanzar hacia sí la mano de su padre.
21 El justo Daniel fue arrojado a los leones; Ananías,
Azarías y Misael fueron precipitados en un horno de fuego. Y todos lo
soportaron por Dios.
22 Así que vosotros, que tenéis la misma fe en Dios, no os
turbéis.
23 Sería absurdo que, conociendo la piedad, no afrontarais
los dolores.
24 La madre de los siete exhortaba con estas palabras a cada
uno de los hijos y los animaba a morir antes de quebrantar el precepto de Dios.
25 Ellos mismos estaban convencidos de que quienes mueren
por Dios viven para Dios, como Abrahán, Isaac, Jacob y todos los patriarcas.
17
1 Cuentan algunos guardias que, cuando se disponían a
sujetar a la mujer para darle muerte, ella misma se lanzó al fuego para que
nadie tocara su cuerpo.
2 ¡Oh madre! Con tus siete hijos derrotaste el poder del
tirano, anulaste sus malvados designios y demostraste hasta donde llega la
nobleza de la fe.
3 Tú, apoyada firmemente sobre tus hijos como un techo sobre
sus columnas, resististe sin vacilar la sacudida de los tormentos.
4 ¡Ánimo, madre piadosa, pues tienes en Dios la esperanza
firme de tu perseverancia!
5 La luna con los astros bajo el cielo no tiene tanta
majestad como tú: con tu luz iluminaste a tus siete hijos, iguales que
estrellas, el camino de la piedad; apareciste preclara ante Dios y te
afianzaste en el cielo junto a ellos.
6 Es claro que tu descendencia procedía de nuestro padre
Abrahán.
7 Si pudiéramos pintar la historia de tu piedad como en un
cuadro, ¿no se estremecerían los espectadores al ver a una madre de siete hijos
resistiendo, por causa de la piedad, los más variados tormentos hasta la
muerte?
8 Y sobre el sepulcro convendría grabar las siguientes
palabras como memorial para nuestro pueblo:
9 «Aquí yacen un anciano sacerdote, una mujer cargada de
años y siete jóvenes, víctimas de la violencia de un tirano que pretendió
destruir la nación judía.
10 Ellos vengaron a nuestro pueblo con la mirada puesta en
Dios y resistiendo las torturas hasta la muerte».
11 Realmente libraron un combate divino.
12 El premio lo fijaba la virtud tomando como criterio la
perseverancia. El galardón era la incorruptibilidad en una vida perdurable.
13 Eleazar inició el certamen; entró luego en liza la madre
de los siete hijos; los hermanos lucharon.
14 El tirano era su adversario; el mundo y la humanidad, sus
espectadores.
15 Y venció la piedad, la cual coronó a sus atletas.
16 ¿Quiénes no admiraron a estos atletas de la ley divina?
¿Quiénes no se sorprendieron?
17 El mismo tirano y todo el consejo quedaron maravillados
de su perseverancia,
18 gracias a la cual están ahora junto al trono divino y
viven la bienaventurada eternidad.
19 Dice Moisés: «Todos los santos están bajo tus manos».
20 Y ellos, que se santificaron por causa de Dios, no sólo
fueron honrados con tal honor, sino también con el de lograr que los enemigos
no dominaran a nuestro pueblo,
21 que el tirano fuera castigado y nuestra patria
purificada: sirvieron de rescate por los pecados de nuestro pueblo.
22 Por la sangre de aquellos justos y por su muerte
propiciatoria, la divina providencia salvó al antes malvado Israel.
23 El tirano Antíoco, al ver la intrepidez de su virtud y su
perseverancia en los tormentos, mandó pregonar tal actitud, para que sirviera
de modelo a sus soldados.
24 Así consiguió que éstos se mostraran valerosos e
intrépidos en la batalla y el asedio, de modo que despojó y venció a todos sus
enemigos.
18
1 ¡Israelitas, vosotros que descendéis de la familia de Abrahán,
obedeced esta ley y observad en todo la piedad!
2 Sabéis que la razón piadosa es dueña de las pasiones y de
los sufrimientos tanto internos como externos.
3 Por eso aquéllos, al ofrecer sus cuerpos a los
sufrimientos por causa de la piedad, no sólo consiguieron la admiración de los
hombres, sino que fueron considerados dignos de una herencia divina.
4 Gracias a ellos, la nación recobró la paz: restablecieron
la observancia de la ley en nuestra patria y obligaron a los enemigos a
capitular.
5 El tirano Antíoco recibió su merecido en la tierra y el
castigo después de la muerte. Cuando fracasó en su intento de doblegar a los
habitantes de Jerusalén para que vivieran como extranjeros y abandonaran las
costumbres de sus antepasados, dejó la ciudad y emprendió una campaña militar
contra los persas.
6 Esto es lo que la madre de los siete jóvenes, aquella
mujer justa, dijo a sus hijos:
7 —Yo fui una joven pura, no traspasé el umbral de la casa
paterna, guardé mi cuerpo de mujer.
8 No hubo seductor del desierto, corruptor en el campo, que
me mancillara; ni seductor del engaño, serpiente, que ultrajara la pureza de mi
virginidad.
9 Viví con mi marido el tiempo de mi plenitud. Cuando estos
hijos estaban crecidos, murió su padre. ¡Feliz él, pues vivió con la bendición
de los hijos y no sufrió el dolor de su pérdida!
10 Cuando aún estaba con nosotros, os enseñó la ley y los
profetas.
11 Nos leía la historia de Abel, asesinado por Caín; la de
Isaac, ofrecido en holocausto; la de José, encarcelado.
12 Nos hablaba del celoso Pinjás; os enseñaba la historia de
Ananías, Azarías y Misael en el fuego.
13 Alababa a Daniel, arrojado al foso de los leones, y lo
declaraba bienaventurado.
14 Os recordaba el pasaje de Isaías, que dice: «Aunque
camines por el fuego, la llama no te quemará».
15 Nos cantaba el himno del salmista David: «Muchas son las
tribulaciones de los justos».
16 Nos citaba aquel proverbio de Salomón: «Es un árbol de
vida para todos los que cumplen su voluntad».
17 Insistía en las palabras de Ezequiel: «¿Revivirán estos
huesos secos?».
18 No olvidaba el canto de Moisés que dice:
19 «Haré morir y daré vida. Esa es vuestra vida y la
duración de vuestros días».
20 Cruel, y a la vez no cruel, fue aquel día: cuando el
cruel tirano de los griegos apagó fuego con fuego en sus horribles braseros y,
arrastrado por su brutal furor, hizo pasar de los grilletes a los tormentos a
los siete hijos de la hija de Abrahán;
21 cuando les perforó las niñas de los ojos, les cortó la
lengua y les dio muerte entre múltiples tormentos.
22 Por eso la justicia divina persigue y perseguirá al
maldito,
23 mientras que los hijos de Abrahán, junto con su
victoriosa madre, están reunidos en el coro de sus padres, pues han recibido de
Dios almas puras e inmortales.
24 A él sea la gloria por los siglos de los siglos. Amén.