EL PASTOR DE HERMAS
Visión Primera
[1] I. El amo que me crió me vendió a una tal Roda en Roma.
Al cabo de muchos años la
encontré de nuevo, y empecé a amarla como a una hermana.
Después de cieno tiempo la vi
bañándose en el río Tíber; y le di la mano, y la saqué del
río. Y, al ver su hermosura, razoné
en mi corazón, diciendo: «Cuán feliz sería si tuviera una
esposa así, en hermosura y en
carácter.» Y reflexioné meramente sobre esto, y nada más.
Después de cieno tiempo,
cuando estaba dirigiéndome a Cumas, y glorificando las
criaturas de Dios por su grandeza y
esplendor y poder, mientras andaba me quedé dormido. Y el
Espíritu cayó sobre mí y se me
llevó por un terreno sin caminos, por el cual no podía pasar
nadie: porque el lugar era muy
abrupto, y quebrado por hendiduras a causa de las aguas. Así
pues, cuando hube cruzado el
río, llegué a un país llano, y me arrodillé, y empecé a orar
al Señor y a confesar mis
pecados. Entonces, mientras oraba, se abrió el cielo vi a la
señora, a quien había deseado,
saludándome desde el cielo, diciendo: «Buenos días, Hermas».
Y, mirándóla, le dije:
«Señora, ¿qué haces aquí?» Entonces ella me contestó: «Se me
ha traído aquí para que te
redarguyera de tus pecados delante del Señor. » Le dije:
«¿Es acerca de ti que me acusas?»
«No», dijo ella, «pero oye estas palabras que te diré. Dios,
que reside en los cielos, y creó
de la nada las cosas que son, y aun las aumentó y multiplicó
por amor a su santa Iglesia,
está enojado contigo, porque pecaste contra mí.» Yo le
contesté y dije: «¿Pequé contra ti?
¿En qué forma? ¿Te dije alguna vez alguna palabra
inconveniente? ¿No te consideré
siempre como si fueras una diosa? ¿No te respeté siempre
como una hermana? ¿Cómo
pudiste acusarme falsamente, señora, de tal villanía e
impureza?» Riendo, ella me dijo: «El
deseo hacia el mal entró en tu corazón. Es más, ¿no crees
que es un acto malo para un justo
si el mal deseo entra en su corazón? Es verdaderamente un
pecado, y un pecado grande»,
dijo ella; «porque el justo tiene sólo propósitos justos. En
tanto que sus propósitos son
rectos, pues, su reputación se mantiene firme en el cielo, y
halla al Señor fácilmente
propicio en todo lo que hace. Pero los que albergan malos
propósitos en sus corazones, se
acarrean la muene y la cautividad, especialmente los que
reclaman para sí mismos este
mundo presente, y se jactan de sus riquezas, y no se
adhieren a las cosas buenas que han de
venir. Sus almas lo lamentarán, siendo así que no tienen
esperanza, sino que se han
abandonado a sí mismos y su vida. Pero ora a Dios, y Él
sanará tus pecados, y los de toda tu
casa, y de todos los santos.»
[2] II. Tan pronto como hubo dicho estas palabras se
cerraron los cielos; y yo fui presa de
horror y de pena. Entonces dije dentro de mí: «Si este
pecado es consignado contra mí,
¿cómo puedo ser salvo? ¿O cómo voy a propiciar a Dios por
mis pecados que son patentes
y burdos? ¿O con qué palabras voy a rogar al Señor que me
sea propicio?» En tanto que
consideraba y ponderaba estas cosas en mi corazón, vi
delante de mí una gran silla blanca
de lana como la nieve; y allí vino una señora anciana en
vestido resplandeciente, con un
libro en las manos, y se sentó sola, y me saludó: «Buenos
días, Hermas.» Entonces yo,
apenado y llorando, dije: «Buenos días, señora.» Y ella me
dijo: «¿Por qué estás tan
abatido, Hermas, tú que eres paciente y bien templado, y
siempre estás sonriendo? ¿Por qué
estás tan caído en tu mirada y distante de la alegría?» Y le
dije: «A causa de una de las
palabras de una dama excelente contra la cual he pecado.»
Entonces ella dijo: «¡En modo
alguno sea así en un siervo de Dios! Sin embargo, el
pensamiento entró en tu corazón
respecto a ella. En los siervos de Dios una intención así
acarrea pecado. Porque es un
propósito malo e insano, en un espíritu devoto que ya ha
sido aprobado, el desear algo
malo, y especialmente si es Hermas el templado, que se
abstiene de todo mal deseo y está
lleno de toda simplicidad y de gran inocencia.
[3] III. »Con todo, no es por esto que Dios está enojado
contigo, sino con miras a que
puedas convenir a tu familia, que ha obrado mal contra el
Señor y contra vosotros sus
padres. Pero por apego a tus hijos tú no les amonestaste,
sino que toleraste que se
corrompieran de un modo espantoso. Por tanto, el Señor está
enojado contigo. Pero Él
quiere curar todos tus pecados pasados, que han sido
cometidos en tu familia, jorque a
causa de sus pecados e iniquidades tú has sido corrompido
por las cosas de este mundo.
Pera la gran misericordia del Señor tuvo piedad de ti y de
tu familia, y te corroborará, y te
afianzará en su gloria. Sólo que no seas descuidado, sino
que cobres ánimo y robustezcas a
tu familia. Porque como el herrero trabajando a martillazos
triunfa en la tarea que quiere,
así también el recto discurso repetido diariamente vence
todo mal. No dejes, pues, de
reprender a tus hijos; porque sé que si se arrepienten de
todo corazón, serán inscritos en los
libros de vida con los santos.» Después que hubieron cesado
estas palabras suyas, me dijo:
«¿Quieres escucharme mientras leo?» Entonces le dije: «Sí,
señora.» Ella me dijo: «Está
atento, y escucha las glorias de Dios.» Yo escuché con
atención y con asombro lo que no
tuve poder de recordar; porque todas las palabras eran
terribles, que ningún hombre puede
resistir. Sin embargo, recordé las últimas palabras, porque
eran apropiadas para nosotros y
suaves. «He aquí, el Dios de los ejércitos, que con su poder
grande e invisible y con su gran
sabiduría creó el mundo, y con su glorioso propósito
revistió su creación de hermosura, y
con su palabra estableció los cielos, y fundó la tierra
sobre las aguas, y con su propia
sabiduría y providencia formó su santa Iglesia, a la cual Él
también bendijo; he aquí, quita
los cielos y los montes y las colinas y los mares, y todas
las cosas serán allanadas para sus
elegidos, para que Él pueda cumplirles la promesa que había
hecho con gran gloria y
regocijo, siempre y cuando ellos guarden las ordenanzas de
Dios, que han recibido con gran
fe.»
[4] IV. Cuando hubo terminado de leer y se levantó de su
silla, se acercaron cuatro jóvenes,
y se llevaron la silla, y partieron hacia Oriente. Entonces
ella me dijo que me acercara y me
tocó el pecho, y me dijo: «¿Te gustó lo que te leí?» Y yo le
dije: «Señora, estas últimas
palabras me agradaron, pero las primeras eran difíciles y
duras.» Entonces ella me habló y
me dijo: «Estas últimas palabras son para los justos, pero
las primeras eran para los paganos
y rebeldes.» En tanto que ella me estaba hablando,
aparecieron dos hombres y se la
llevaron, tomándola por los brazos, y partieron hacia el
punto adonde había ido la silla,
hacia Oriente. Y ella sonrió al partir y, mientras se
marchaba, me dijo: «Pónate como un
hombre, Hermas.»
Visión Segunda
[5] I. Yo iba camino a Cumas, en la misma estación como el
año anterior, y recordaba mi
visión del año anterior mientras andaba; y de nuevo me tomó
un Espíritu, y se me llevó al
mismo lugar del año anterior. Cuando llegué al lugar, caí de
rodillas y empecé a orar al
Señor, y a glorificar su nombre, porque me había tenido por
digno, y me había dado a
conocer mis pecados anteriores. Pero después que me hube
levantado de orar, vi delante de
mí a la señora anciana, a quien había visto el año anterior,
andando y leyendo un librito. Y
ella me dijo: «¿Puedes transmitir estas cosas a los elegidos
de Dios?» Y yo le contesté:
«Señora, no puedo recordar tanto; pero dame el librito, para
que lo copie.» «Tómalo», me
dijo, «y asegúrate de devolvérmelo.» Yo lo tomé, y me retiré
a ciesto lugar en el campo y lo
copié letra por letra; porque no podía descifrar las
sílabas. Cuando hube terminado las letras
del libro, súbitamente me arrancaron el libro de la mano;
pero no pude vér quién lo había
hecho.
[6] II. Y después de quince días, cuando hube ayunado y
rogado al Señor fervientemente,
me fue revelado el conocimiento del escrito. Y esto es lo
que estaba escrito: «Hermas, tu
simiente ha pecado contra Dios, y han blasfemado del Señor,
y han traicionado a sus padres
a causa de sus grandes maldades, sí, han conseguido el
nombre de traidores de los padres,
y, con todo, no sacaron provecho de su traición; y aun
añadieron a sus pecados actos
inexcusables y maldades excesivas; así que la medida de sus
transgresiones fue colmada.
Pero da a conocer estas palabras a todos tus hijos, y tu
esposa será como tu hermana;
porque ella tampoco se ha refrenado en el uso de la lengua,
con la cual obra mal. Después
que tú les hayas dado a conocer todas estas palabras, que el
Señor me mandó que te
revelara, entonces todos los pecados que ellos han cometido
con anterioridad les serán
perdonados; sí, y también a todos los santos que han pecado
hasta el día de hoy, si se
arrepienten de todo corazón, y quitan la doblez de ánimo de
su corazón. Porque el Señor
juró por su propia gloria, con respecto a sus elegidos: que
si, ahora que se ha puesto este día
como límite, se comete pecado, después no habrá para ellos
salvación; porque el
arrepentimiento para los justos tiene un fin; los días del
arrepentimiento se han cumplido
para todos los santos; en tanto que para los gentiles hay
arrepentimiento hasta el último día.
Por consiguiente, tú dirás a los gobernantes de la Iglesia,
que enderecen sus caminos en
justicia, para que puedan recibir en pleno las promesas con
gloria abundante. Los que
obráis justicia, pues, estad firmes, y no seáis de doble
ánimo, para que podáis ser admitidos
con los santos ángeles. Bienaventurados seáis, pues, cuantos
sufráis con paciencia la gran
tribulación que viene, y cuantos noiiiieguen su vida. Porque
el Señor juró con respecto. a,
su Hijo, que todos los que nieguen a su Señor serán
rechazados de su vida, incluso los que
ahora están a punto de negarle en los días venideros; pero a
los que le negaron antes de
ahora, a ellos les fue concedida misericordia por causa de
su gran bondad.
[7] III. »Pero, Hermas, no guardes ya rencor contra tus
hijos, ni permitas que tu hermana
haga lo que quiera, para que puedan ser purificados de sus
pecados anteriores. Porque ellos
serán castigados con castigo justo, a menos que les guardes
rencor tú mismo. El guardar un
rencor es causa de muerte. Pero tú, Hermas, has pasado por
grandes tribulaciones tú mismo,
por causa de las transgresiones de tu familia, debido a que
no te cuidaste de ellos. Porque tú
les descuidaste, y te mezclaste a ellos con tus propias
actividades malas. Pero en esto
consiste tu salvación: en que no te apanes del Dios vivo, y
en tu sencillez y tu gran
continencia. Estas te han salvado si permaneces en ellas; y
salvan a todos los que hacen
tales cosas, y andan en inocencia y simplicidad. Estas
prevalecen sobre toda maldad y
persisten hasta la vida eterna. Bienaventurados todos los
que obran justicia. Nunca serán
destruidos. Pero tú dirás a Máximo: "He aquí viene
tribulación (sobre ti) si tú crees
apropiado negarme por segunda vez. El Señor está cerca de
todos los que se vuelven a
Él, como está escrito en Eldad y Modat, que profetizaron al
pueblo en el desierto"»
[8] IV. Luego, hermanos, un joven de extraordinaria
hermosura en su forma me hizo una
revelación en mi sueño, y me dijo: «¿Quién crees que es la
señora anciana, de la cual
recibiste el libro?» Y yo dije: «La Sibila». «Te equivocas»,
me dijo, «no lo es». «¿Quién es,
pues?», le dije. «La Iglesiá», dijo él. Yo le dije: «¿Por
qué, pues, es de avanzada edad?»
«Porque», me contestó, «ella fue creada antes que todas las
cosas; ésta es la causa de su
edad; y por amor a ella fue formado el mundo.» Y después vi
una visión en mi casa. Vino
la anciana y me preguntó si ya había dado el libro a los
ancianos. Yo le dije que no se lo
había dado. «Has hecho bien», me contestó, «porque tengo
algunas palabras que añadir.
Cuando habré terminado todas las palabras, será dado a
conocer, mediante ti, a todos los
elegidos. Por tanto, tú escribirás dos libritos, y enviarás
uno a Clemente, y uno a Grapte. Y
Clemente lo enviará a las ciudades extranjeras, porque éste
es su deber; en tanto que Grapte
lo enseñará a las viudas y huérfanos. Pero tú leerás (el
libro) a esta ciudad junto con los
ancianos que presiden sobre la Iglesia.»
Visión Tercera
[9] I. La tercera visión que vi, hermanos, fue como sigue:
Después de ayunar con
frecuencia, y rogar al Señor que me declarara la revelación
que El había prometido
mostrarme por boca de la señora anciana, aquella misma noche
vi a la señora anciana, y ella
me dijo: «Siendo así que eres tan insistente y estás ansioso
de conocer todas las cosas, ven
al campo donde resides, y hacia la hora quinta apareceré
ante ti, y te mostraré lo que debes
ver.» Yo le pregunté, diciendo: «Señora, ¿a qué parte del
campo?» «Adonde quieras», me
dijo. Yo seleccioné un lugar retirado y hermoso; pero, antes
de hablarle y mencionarle el
lugar, ella me dijo: «Iré allí donde tú quieras.» Fui, pues,
hermanos, al campo, y conté las
horas, y llegué al lugar que yo había designado para que
ella viniera, y vi un sofá de marfil
colocado allí, y sobre el sofá había un cojín de lino, y
sobre el cojín una cobertura de lino
fino.
Cuando vi estas cosas tan ordenadas, y que no habla nadie
allí, me asombré, y me puse a
temblar, y se me erizó el pelo; y un acceso de temor cayó
sobre mí, porque estaba solo.
Cuando me recobré, y recordé la gloria de Dios, y me animé,
me arrodillé y confesé mis
pecados al Señor una vez más, como había hecho en la ocasión
anterior.
Entonces vinieron seis jóvenes, los mismos que había visto
antes, y se quedaron de pie
junto a mí, y me escucharon atentamente mientras oraba y
confesaba mis pecados al Señor.
Y ella me tocó y me dijo: «Hermas, termina ya de rogar
constantemente por tus pecados;
ruega también pidiendo justicia, para que puedas dar parte
de ella a tu familia.» Entonces
me levantó con la mano y me llevó al sofá, y dijo a los
jóvenes: «Id, y edifica». Y después
que los jóvenes se hubieron retirado y nos quedamos solos,
ella me dijo: «Siéntate aquí.» Y
yo le dije: «Señora, que se sienten los ancianos primero.»
«Haz lo que te mando», dijo ella,
«siéntate». Entonces, cuando yo quería sentarme en el lado
derecho, ella no me lo permitió,
sino que me hizo una seña con la mano de que me sentara en
el lado izquierdo. Como yo
estaba entonces pensando en ello y estaba triste, porque
ella no me habla permitido
sentarme en el lado derecho, me dijo ella: «¿Estás triste,
Hermas? El lugar de la derecha es
para otros, los que han agradado ya a Dios y han sufrido por
su Nombre. Pero a ti te falta
mucho para poder sentarte con ellos; pero así como
permaneces en tu sencillez, continúa en
ella, y te sentarás con ellos, tú y todos aquellos que han
hecho sus obras y han sufrido lo
que ellos sufrieron. »
[10] II. «¿Qué es lo que sufrieron?», pregunté yo.
«Escucha», dijo ella: «Azotes, cárceles,
grandes tribulaciones, cruces, fieras, por amor al Nombre.
Por tanto, a ellos pertenece el
lado derecho de la Santidad -a ellos, y a los que sufrirán
por el Nombre-. Pero para el resto
hay el lado izquierdo. No obstante, para unos y otros, para
los que se sientan a la derecha
como para los que se sientan a la izquierda, hay los mismos
dones, y las mismas promesas,
sólo que ellos se sientan a la derecha y tienen cierta
gloria. Tú, verdaderamente, deseas
sentarte a la derecha con ellos, pero tienes muchos
defectos; con todo, serás purificado de
estos defectos tuyos; sí, y todos los que no son de ánimo
indeciso, serán purificados de
todos sus pecados en este día.»
Cuando hubo dicho esto, ella deseaba partir; pero, cayendo a
sus pies, yo le rogué por el
Señor que me mostrara la visión que me había prometido.
Entonces ella me tomó de nuevo
por la mano, y me levantó, y me hizo sentar en el sofá en el
lado izquierdo, en tanto que
ella se sentaba en el derecho. Y levantando una especie de
vara reluciente, me dijo: «¿Ves
algo muy grande?» Y yo le dije: «Señora, no veo nada.» Ella
me dijo: «Mira, ¿no ves
enfrente de ti una gran torre que es edificada sobre las
aguas, de piedras cuadradas
relucientes?» Y la torre era edificada cuadrada por los seis
jóvenes que habían venido con
ella. Y muchísimos otros traían piedras, y algunos de ellos
de lo profundo del mar y otros
de la tierra, y las iban entregando a los seis jóvenes. Y
éstos las tomaban y edificaban. Las
piedras que eran arrastradas del abismo las colocaban, en
cada caso, tal como eran, en el
edificio, porque ya se les había dado forma; y encajaban en
sus junturas con las otras
piedras; y se adherían tan juntas la una a la otra que no se
podía ver la juntura; y el edificio
de la torre daba la impresión como si fuera edificado de una
sola piedra. Pero, en cuanto a
las otras piedras que eran traídas de tierra firme, algunas
las echaban a un lado, otras las
ponían en el edificio, y otras las hacían pedazos y las
lanzaban lejos de la torre. Había
también muchas piedras echadas alrededor de la torre, y no
las usaban para el edificio;
porque algunas tenían moho, otras estaban resquebrajadas,
otras eran demasiado pequeñas,
y otras eran blancas y redondas y no encajaban en el
edificio. Y vi otras piedras echadas a
distancia de la torre, y caían en el camino y, con todo, no
se quedaban en el camino, sino
que iban a parar a un lugar donde no había camino; y otras
caían en el fuego y ardían allí; y
otras caían cerca de las aguas y, pese a todo, no podían
rodar dentro del agua, aunque
deseaban rodar y llegar al agua.
[11] III. Cuando ella me hubo mostrado estas cosas, quería
irse con prisa. Yo le dije:
«Señora, ¿qué ventaja tengo en haber visto estas cosas, si
no sé lo que significan?» Ella me
contestó y me dijo: «Tú eres muy curioso, al desear conocer
todo lo que se refiere a la
torre.» «Sí, señora», le dije, «para que pueda anunciarlo a
mis hermanos, y que ellos
[puedan gozarse más y] cuando oigan [estas cosas] puedan
conocer al Señor en gran
gloria.» Entonces me dijo: «Muchos (las) oirán; pero cuando
oigan, algunos estarán
contentos y otros llorarán. Sin embargo, incluso estos
últimos, si oyen y se arrepienten,
también estarán contentos. Oye, pues, las parábolas de la
torre; porque te revelaré todas
estas cosas. Y no me molestes más sobre la revelación;
porque estas revelaciones tienen un
término, siendo así que ya han sido completadas. No
obstante, no cesarás de pedirme
revelaciones; porque eres muy atrevido.
»La torre, que ves que se está edificando, soy yo misma, la
Iglesia, a quien viste antes y ves
ahora. Pregunta, pues, lo que quieras respecto a la torre, y
te lo revelaré, para que puedas
gozarte con los santos.» Yo le digo: «Señora, como me
consideraste digno, una vez por
todas, de revelarme todas estas cosas, revélamelas.»
Entonces ella me dijo: «Todo lo que se
te pueda revelar, se te revelará. Sólo que tu corazón esté
con Dios, y no haya dudas en tu
mente sobre las cosas que veas.» Le pregunté: «¿Por qué es
edificada la torre sobre las
aguas, señora?» «Ya te lo dije antes», dijo ella, «y
verdaderamente tú inquieres
diligentemente. Así que por tus preguntas descubrirás la
verdad. Oye, pues, por qué la torre
es edificada sobre las aguas: es porque vuestra vida es
salvada y será salvada por el agua.
Pero la torre ha sido fundada por la palabra del
Todopoderoso y el Nombre glorioso, y es
fortalecida por el poder invisible del Señor.»
[12] IV. Yo le contesté y le dije: «Señora, esto es grande y
maravilloso. Pero los seis
jóvenes que edifican, ¿quiénes son, señora?»
«Estos son los santos ángeles de Dios, que fueron creados
antes que cosa alguna; a ellos el
Señor entregó toda su creación para que la aumentaran y
edificaran, y para ser señores de
toda la creación. Por sus manos, pues, es realizada la
edificación de la torre.». «Y ¿quiénes
son los otros que acarrean las piedras?» «Son también
ángeles de Dios; pero estos seis son
superiores a ellos. El edificio de la torre, pues, será
terminado, y todos juntos se regocijarán
en el corazón (cuando estén) alrededor de la torre, y
glorificarán a Dios que la edificación
de la torre haya sido realizada.» Yo inquirí de ella,
diciendo: «Señora, me gustaría saber
con respecto al fin de las piedras y su poder, de qué clase
son.» Ella me contestó y dijo:
«No es que tú entre todos los hombres seas especialmente
digno de que te sea revelado;
porque hay otros antes que tú, y mejores que tú, a los
cuales deberían haber sido reveladas
estas visiones. Pero para que sea glorificado el nombre de
Dios, se te ha revelado y se te
revelará, por causa de los de ánimo indeciso, que preguntan
en sus corazones si estas cosas
son así o no. Diles, pues, que estas cosas son verdaderas, y
que no hay nada apane de la
verdad, sino que todas son firmes, y válidas, y establecidas
sobre un fundamento seguro.
[13] V. »Oye ahora respecto a las piedras que entran en el
edificio. Las piedras que son
cuadradas y blancas, y que encajan en sus junturas, éstas
son los apóstoles y obispos y
maestros y diáconos que andan según la santidad de Dios, y
ejercen su oficio de obispo, de
maestro y diácono en pureza y santidad para los elegidos de
Dios, algunos de los cuales ya
duermen y otros están vivos todavía. Y, debido a que siempre
están de acuerdo entre sí,
tuvieron paz entre sí y se escucharon el uno al otro. Por
tanto, sus junturas encajan en el
edificio de la torre.» «Pero hay las que son sacadas de la
profundidad del mar, y colocadas
en el edificio y que encajan en sus junturas con las otras
piedras que ya estaban colocadas;
éstos, ¿quiénes son?» «Estos son los que han sufrido por el
nombre del Señor.» «Pero las
otras piedras que son traídas de tierra seca, me gustaría
saber quiénes son éstos, señora.»
Ella contestó: «Los que entran en el edificio, y todavía no
están labrados, a éstos el Señor
ha aprobado porque anduvieron en la rectitud del Señor y
ejecutaron rectamente sus
mandamientos.» «Pero los que van siendo traídos y colocados
en el edificio, ¿quiénes
son?» «Son jóvenes en la fe, y fieles; pero fueron
advertidos por los ángeles que obren bien,
porque en ellos fue hallada maldad.» «Pero los que fueron
desechados y puestos a un lado,
¿quiénes son?» «Estos han pecado, y desean arrepentirse, por
tanto no son lanzados a gran
distancia de la torre, porque serán útiles para la
edificación si se arrepienten. Los que se
arrepienten, pues, silo hacen, serán fuertes en la fe si se
arrepienten ahora en tanto que se
construye la torre. Este privilegio lo tienen solamente los
que se hallan cerca de la torre.
[14] VI. »Pero, ¿quisieras saber acerca de los que son
hechos pedazos y lanzados fuera de
la torre? Estos son los hijos del libertinaje. Estos
recibieron la fe hipócritamente, y no hubo
maldad que no se hallara en ellos. Por tanto, no tienen
salvación, porque no son útiles para
edificar, por razón de su maldad. Por tanto son desmenuzados
y tirados por causa de la ira
del Señor, porque le provocaron a ira. En cuanto al resto de
las piedras que tú has visto
echadas en gran número y que no entran en el edificio, de
ellas, las que son mohosas son las
que conocieron la verdad, pero no permanecieron en ella ni
se mantuvieron adheridos a los
santos. Por lo tanto, son inservibles.»
«Pero las que están resquebrajadas, ¿quiénes son?» «Estos
son los que tienen discordia en
su corazón el uno respecto al otro, y no hay paz entre
ellos; tienen una apariencia de paz,
pero cuando se separan el uno del otro, los malos
pensamientos permanecen en sus
corazones. Éstas son las rajas que tienen las piedras. Pero
las que están cortadas y son más
pequeñas, éstos han creído, y tienen su mayor parte en
justicia, pero hay en ellos partes de
iniquidad; por tanto, son demasiado pequeñas, y no son
perfectas.»
«Pero, ¿quiénes son, señora, las piedras blancas y redondas
que no encajaron en el
edificio?» Ella me contestó: «¿Hasta cuándo vas a seguir
siendo necio y obtuso, y lo
preguntarás todo, y no entenderás nada? Éstos son los que
tienen fe, pero también tienen las
riquezas de este mundo. Cuando viene la tribulación, niegan
a su Señor por razón de sus
riquezas y sus negocios.» Y yo contesté y le dije: «¿Cuándo
serán, pues, útiles en el
edificio?» Ella me contestó: «Cuando les sean quitadas las
riquezas que hacen descarriar
sus almas, entonces serán útiles a Dios. Porque tal como la
piedra redonda, a menos que sea
cortada y pierda alguna parte de sí misma, no puede ser
cuadrada, del mismo modo los que
son ricos en este mundo, a menos que sus riquezas les sean
quitadas, no pueden ser útiles al
Señor. Aprende primero de ti mismo. Cuando tenías riquezas
no eras útil; pero ahora eres
útil y provechoso para vida. Sé útil a Dios, porque tú mismo
también eres sacado de las
mismas piedras.
[15] VII. »Pero las otras piedras que viste echadas lejos de
la torre y que caen en el camino
y van a parar fuera del camino a las regiones en que no hay
camino, éstos son los que han
creído, pero por razón de su corazón indeciso han abandonado
el verdadero camino. De esta
manera, ellos, pensando que pueden hallar un camino mejor,
se extravían y son gravemente
afligidos, cuando andan por las regiones en que no hay
camino. Pero los que caen en el
fuego y son quemados, éstos son los que finalmente se
rebelaron contra el Dios vivo, y ya
no entró más en sus corazones el arrepentirse, por causa de
sus deseos atrevidos y de las
maldades que han obrado. Pero los otros, que caen cerca de
las aguas y, con todo, no
pueden rodar al agua, ¿quieres saber cuáles son? Estos son
los que han oído la palabra y
quisieran ser bautizados en el nombre del Señor. Luego,
cuando recapacitan sobre la pureza
requerida por la verdad, cambian de opinión y vuelven a sus
malos deseos.» Así terminó
ella la explicación de la torre. Siendo yo importuno
todavía, le pregunté aún si para todas
aquellas piedras que fueron rechazadas y no encajaban en el
edificio de la torre había
arrepentimiento y un lugar en esta torre. «Pueden
arrepentirse», me dijo, «pero no pueden
encajar en esta torre. Serán encajados en otro lugar mucho
más humilde, pero no hasta que
hayan sufrido tormentos por esta razón y hayan cumplido los
días de sus pecados. Y serán
sacados por esta razón, porque participaron en la Palabra
justa; y entonces serán aliviados
de sus tormentos si se arrepienten de los actos malos que
han cometido; pero si éstos no les
llegan al corazón, no son salvos a causa de la dureza de sus
corazones.»
[16] VIII. Cuando cesé de preguntarle sobre todas estas
cosas, pues, ella me dijo:
«¿Quisieras ver otra cosa?» Teniendo deseos de contemplarla,
me gocé en gran manera de
poder verla. Ella me miró, y sonrió, y me dijo: «¿Ves a
siete mujeres alrededor de la torre?»
«Las veo, señora», le dije. «Esta torre es sostenida por
ellas, según orden del Señor. Oye
ahora sus ocupaciones. La primera, la mujer de las manos
fuertes, se llama Fe, por medio
de la cual son salvados los elegidos de Dios. Y la segunda,
la que está ceñida y tiene el
aspecto enérgico de un hombre, se llama Continencia; es la
hija de la Fe. Todo el que la
sigue, pues, será feliz en su vida, porque se abstendrá de
todo acto malo, creyendo que, si se
abstiene de todo mal deseo, heredará la vida eterna.» «Y las
otras, señora, ¿quiénes son?»
«Son hijas la una de la otra. El nombre de la primera es
Sencillez; el de la siguiente,
Conocimiento; la próxima es Inocencia; la otra, Reverencia;
la siguiente, Amor. Cuando tú,
pues, hagas todas las obras de su madre, podrás vivir.» «Me
gustaría saber, señora», le dije,
«qué poder tiene cada una de ellas.» «Escucha, pues», dijo
ella, «los poderes que tienen.
Sus poderes son dominados cada una por la otra, y se siguen
una a otra en el orden en que
nacieron. De Fe nace Continencia; de Continencia,
Simplicidad; de Simplicidad, Inocencia;
de Inocencia, Reverencia; de Reverencia, Conocimiento; de
Conocimiento, Amor. Sus
obras, pues, son puras y reverentes y divinas. Todo aquel
que sirva a estas mujeres, y tenga
poder para dominar sus obras, tendrá su morada en la torre
con los santos de Dios.»
Entonces le pregunté, con respecto a las sazones, si la
consumación es ya ahora. Pero ella
gritó en alta voz: «Necio, ¿no ves que la torre va siendo
construida? Cuando la torre haya
sido edificada, habrá llegado el fin; pero será edificada
rápidamente. No me hagas más
preguntas: este recordatorio es suficiente para ti y para
los santos, y es la renovación de
vuestros espíritus. Pero no te fue revelado sólo a ti, sino
para que puedas mostrar estas
cosas a todos. Después de tres días -porque tú has de
entender primero, y te encargo,
Hermas, con las palabras que voy a decirte- (a ti te encargo)
di todas estas cosas a los oídos
de los santos, para que las oigan y las hagan y puedan ser
purificados de sus maldades, y tú
mismo con ellos.
[17] IX. »Oídme, hijos míos. Os crié en mucha simplicidad e
inocencia y reverencia, por
medio de la misericordia del Señor, que instiló justicia en
vosotros, para que pudierais ser
justificados y santificados de toda maldad y perversidad.
Ahora pues, oídme y haya paz
entre vosotros, y tened consideración el uno al otro, y
ayudaos el uno al otro, y no
participéis de lo creado por Dios a solas en la abundancia,
sino también compartid con los
que están en necesidad. Porque algunos, a causa de sus
excesos en la comida, acarrean
debilidad a la carne, y dañan su carne, mientras que la
carne de los que no tienen nada que
comer es dañada por no tener suficiente nutrición, y su
cuerpo es echado a perder. Este
exclusivismo, pues, es perjudicial para vosotros los que
tenéis y no compartís con los que
tienen necesidad. Advenid el juicio que viene. Así pues, los
que tenéis más que suficiente,
buscad a los hambrientos, en tanto que la torre no está
terminada; porque una vez que la
torre haya sido terminada, desearéis hacer bien y no
hallaréis oportunidad de hacerlo.
Mirad, pues, los que os alegráis en vuestra riqueza, que los
que están en necesidad no
giman, y su gemido se eleve al Señor, y vosotros con vuestra
[abundancia de] cosas buenas
halléis cerrada la puerta de la torre. Ahora, pues, os digo
a vosotros los que gobernáis la
Iglesia y que ocupáis sus asientos principales, no seáis
como los charlatanes. Los
charlatanes, verdaderamente, llevan sus drogas en cajas,
pero vosotros lleváis vuestra droga
y vuestro veneno en el corazón. Estáis endurecidos, y no
queréis limpiar vuestros
corazones, y mezclar vuestra sabiduría en un corazón limpio,
para que podáis conseguir
misericordia del Gran Rey. Mirad, pues, hijos, que estas
divisiones no os priven de vuestra
vida. ¿Cómo es posible que queráis instruir a los elegidos
del Señor, en tanto que vosotros
no tenéis instrucción? Instruíos unos a otros, pues, y tened
paz entre vosotros, que yo
también pueda estar contento delante del Padre, y dar cuenta
de todos vosotros a vuestro
Señor.»
[18] X. Así pues, cuando ella hubo cesado de hablarme, los
seis jóvenes que edificaban
vinieron y se la llevaron a la torre, y otros cuatro
levantaron el sofá y se lo llevaron también
a la torre. No les vila cara a éstos, porque la tenían
vuelta al otro lado. Y cuando ella se iba,
yo le pedí que me revelara qué significaban las tres formas
en que ella se me había
aparecido. Ella me contestó y dijo: «Con respecto a estas
cosas has de preguntar a otro, para
que puedan serte reveladas.» Pues yo la vi, hermanos, en mi
primera visión del año pasado,
como una mujer muy anciana y sentada en una silla. En la
segunda visión su rostro era
juvenil, pero su carne y su cabello eran añosos, y me
hablaba estando de pie; y ella estaba
más contenta que antes. Pero en la tercera visión era del
todo joven y de extraordinaria
hermosura, y sólo su cabello se veía de edad; y estaba
contenta en gran manera y sentada
sobre un sofá. Y yo estaba muy deseoso de saber la
revelación de estas cosas. Y veo a la
anciana en una visión de la noche, diciéndome: «Toda
pregunta requiere humildad. Ayuna,
pues, y recibirás del Señor lo que has pedido.» Así que
ayuné un día; y aquella noche se me
apareció un joven y me dijo: «Siendo así que insistes
pidiendo revelaciones, vigila que con
tu mucho preguntar no dañes tu carne. Bástente estas
revelaciones. ¿No puedes ver otras
revelaciones más poderosas que las que has visto?» Y yo le
dije en respuesta: «Señor, sólo
pregunto una cosa, con respecto a las tres formas de la
anciana: que me sea concedida una
revelación completa.» El me dijo como respuesta: «¿Hasta
cuándo serás sin entendimiento?
Es tu ánimo indeciso que hace que no tengas entendimiento, y
que tu corazón no esté
puesto hacia el Señor.» Yo le contesté y le dije de nuevo:
«De ti, Señor, sabré las cosas con
más precisión.»
[19] XI. «Escucha», me dijo, «con referencia a las tres
formas sobre las cuales preguntas.
En la primera visión, ¿por qué no se te apareció como una
anciana y sentada en una silla?
Porque tu espíritu era añoso, y ya decaído, y no tenía poder
por razón de tus debilidades y
actos de indecisión. Porque como un anciano, no teniendo ya
esperanza de renovar su
juventud, no espera nada sino caer dormido, así vosotros
también, siendo debilitados con
las cosas de este mundo, os entregáis a lamentaciones, y no
echáis vuestros cuidados sobre
el Señor, sino que vuestro espíritu está quebrantado, y sois
achacosos con vuestras
aflicciones.» «¿Por qué, pues, estaba sentada en una silla,
quisiera saber, Señor?» «Porque
toda persona débil se sienta en una silla por causa de su
debilidad, para que sea sostenida la
debilidad de su cuerpo. Así que tú tienes el simbolismo de
la primera visión.
[20] XII. »Pero en la segunda visión la viste de pie, y con
el rostro más juvenil y más alegre
que antes; pero su carne y su cabello eran añosos. Escucha
esta parábola también», me dijo.
«Imagfnate a un anciano que ha perdido toda esperanza de sí
mismo, por razón de su
debilidad y su pobreza, y no espera nada más que su último
día en la vida. De repente le
dejan una herencia. Oye las noticias, se levanta y, lleno de
gozo, se viste con energia, y ya
no está echado, sino de pie, y su espíritu, que estaba
quebrantado hace un momento por
razón de sus circunstancias anteriores, es renovado otra
vez, y ya no está sentado, sino que
se siente animoso; así también era contigo, cuando oíste la
revelación que el Señor te
reveló. Porque Él tuvo compasión de ti, y renovó tus ánimos,
y puso a un lado tus
dolencias, y te vino fuerza, y fuiste hecho poderoso en la
fe, yel Señor se regocijó en verte
fortalecido. Y, por tanto, El te mostró la edificación de la
torre; si, y también otras cosas te
mostrará si de todo corazón tenéis paz entre vosotros.
[21] XIII. »Pero en la tercera visión la viste más joven y
hermosa y alegre, y su forma
hermosa. Porque tal como uno que está lamentándose, al
recibir buenas noticias,
inmediatamente olvida sus penas anteriores y no admite nada
sino las noticias que ha oído,
y es fortalecido por ellas en lo que es bueno, y su espíritu
es renovado por razón del gozo
que ha recibido, del mismo modo también vosotros habéis
recibido una renovación de
vuestros espíritus al ver estas cosas buenas. Y si la viste
sentada en un sofá, la posición es
firme; porque el sofá tiene cuatro patas y se mantiene
firme; porque el mundo también es
sostenido por medio de cuatro elementos. Así pues, los que
se han arrepentido plenamente
serán jóvenes de nuevo, y afianzados firmemente, siendo así
que se han arrepentido de todo
su corazón. Ahí tienes la revelación entera y completa. No
pidas más revelaciones; pero si
aún te falta algo, te será revelado.»
Visión Cuarta
[22] I. La cuarta visión la vi, hermanos, veinte días
después de la anterior que había tenido,
y era un tipo de la tribulación inminente. Yo andaba por la
Vía de la Campania, hacia el
campo. Desde la carretera (al lugar adonde iba) hay unos
diez estadios; el terreno es fácil de
andar. Iba solo, y rogaba al Señor que completara las
revelaciones y las visiones que me
había mostrado por medio de su santa Iglesia, para que Él me
fortaleciera a mí mismo y
diera arrepentimiento a sus siervos que han tropezado, para
que su Nombre grande y
glorioso pueda ser glorificado, pues me había considerado
digno de mostrarme sus
maravillas. Y mientras le daba gloria y acción de gracias,
me contestó como si fuera el
sonido de una voz: «No dudes en tu mente, Hermas.» Empecé a
preguntarme y decirme:
«¿Cómo puedo dudar en mi mente siendo así que he sido tan
firmemente afianzado por el
Señor y he visto cosas gloriosas?» Y seguí un poco adelante,
hermanos, y he aquí, vi una
nube de polvo que se levantaba hacia el cielo, y empecé a
decirme: «¿Es posible que sea
ganado que se acerca, y levanten una nube de polvo?», porque
estaba.a un estadio de
distancia. Cuando la nube de polvo se fue haciendo cada vez
mayor, sospeché que se
trataba de algo sobrenatural. Entonces el sol brilló un
poco, y he aquí, vi una gran bestia
como un monstruo marino, y de su boca salían langostas de
fuego. Y la bestia tenía unos
cien pies de longitud, y su cabeza era como si fuera de
arcilla. Y empecé a llorar y a rogar
al Señor que me rescatara de ella. Y recordé la palabra que
había oído: «No tengas dudas en
tu mente, Hermas.» Así que, hermanos, habiéndome revestido
de la fe del Señor y
recordado las obras poderosas que Él me había enseñado, cobré
ánimos y me dirigí hacia la
bestia. Ahora bien, la bestia se acercaba con tal furia que
podría haber dejado en ruinas una
ciudad. Llegué cerca de ella, y aunque el monstruo era
enorme, se tendió en el suelo, y
meramente sacó la lengua y no se movió en lo más mínimo
hasta que yo hube pasado por
su lado. Y la bestia tenía en su cabeza cuatro colores:
negro, luego color de fuego y sangre,
luego oro, luego blanco.
[23] II. Así pues, una vez hube pasado la bestia y avanzado
unos treinta pasos, he aquí, vino
hacia mí una virgen ataviada como si saliera de la cámara
nupcial, toda blanca y con
sandalias blancas, velada hasta la frente, y la cobertura de
su cabeza era un turbante, y su
cabello era blanco. Sabía por visiones anteriores que era la
Iglesia, y me alegré algo. Ella
me saludó y me dijo: «Buenos días, buen hombre»; yo la
saludé a mi vez: «Buenos días,
señora.» Ella me contestó y me dijo: «¿No has encontrado
nada?» Yo le dije: «Señora, una
bestia enorme, que podría haber destruido pueblos enteros;
pero, por el poder del Señor y
por su gran misericordia, escapé de ella.» «Tú escapaste de
ella, cieno», dijo ella, «porque
pusiste en Dios todos tus cuidados, y abriste tu corazón al
Señor, creyendo que puedes ser
salvado sólo por medio de su Nombre grande y glorioso. Por
tanto, el Señor envió a su
ángel, que está sobre las bestias, cuyo nombre es Segri, y
le cerró la boca para que no
pudiera causarte daño. Tú has escapado de una gran
tribulación por causa de tu fe, y
porque, aunque viste una bestia tan inmensa, no dudaste en
tu mente. Ve, pues, y declara a
los elegidos del Señor sus obras poderosas, y diles que esta
bestia es un tipo de la gran
tribulación que ha de venir. Por tanto, si os preparáis de
antemano, y os arrepentís (y os
volvéis) al Señor de todo corazón, podréis escapar de ella
si vuestro corazón es hecho puro
y sin mácula y si durante el resto de los días de vuestra
vida servís al Señor de modo
intachable. Echa tus cuidados sobre el Señor y Él se hará
cargo de ellos. Confiad en el
Señor, hombres de poco ánimo, porque El puede hacer todas
las cosas, sí, puede apanar su
ira de vosotros, y también enviar sus plagas sobre vosotros
los que sois de ánimo indeciso.
Ay de aquellos que oyen estas palabras y son desobedientes;
sería mejor para ellos que no
hubieran nacido.»
[24] III. Le pregunté con respecto a los cuatro colores que
la bestia tenía sobre la cabeza.
Entonces ella me contestó y me dijo: «Otra vez eres curioso
sobre estas cosas.» «Sí,
señora», le dije, «hazme saber qué son estas cosas.»
«Escucha», me dijo; «el negro es este
mundo en el cual vivís; y el fuego y el color del fuego y la
sangre muestran que este mundo
perecerá a sangre y fuego; y el dorado son los que han
escapado de este mundo. Porque así
como el oro es probado por el fuego y es hecho útil, así
también vosotros [que habitáis en
él] sois probados. Los que permanecen y pasan por el fuego
serán purificados por él.
Porque como el oro pierde su escoria, así vosotros también
vais a desprenderos de toda
aflicción y tribulación, y seréis purificados, y seréis
útiles para la edificación de la torre.
Pero la parte blanca es la edad venidera, en la cual
residirán los elegidos de Dios; porque
los elegidos de Dios serán sin mancha y puros para la vida
eterna. Por lo tanto, no ceses de
hablar a los oídos de los santos. Ahora tenéis el simbolismo
también de la tribulación que
se avecina potente. Pero si estáis dispuestos, no será nada.
Recordad las cosas que han sido
escritas de antemano.» Con estas palabras partió, y no vi en
qué dirección había partido;
porque se hizo un ruido; y me volví atemorizado, pensando
que la bestia venía hacia mí.
Visión Quinta
[25] Mientras oraba en la casa y estaba sentado en el sofá,
entró un hombre de rostro
glorioso, vestido como un pastor, envuelto en una piel
blanca, y con su zurrón al hombro y
un cayado en la mano. Y me saludó, y yo le devolví el
saludo. E inmediatamente se sentó a
mi lado y me dijo: «Me ha enviado el ángel más santo, para
que viva contigo el resto de los
días de tu vida.» Yo pensé que había venido a tentarme y le
dije: «¿Por qué?, ¿quién eres?
Porque sé», le dije, «a quién he sido confiado.» Él me dijo:
«¿No me reconoces?» «No», le
contesté. «Yo», me dijo, «soy el pastor a quien has sido
confiado.» En tanto que me estaba
hablando, su forma cambió, y le reconocí como el mismo a
quien había sido confiado; e
inmediatamente quedé confundido, y el temor se apoderó de
mí, y quedé anonadado por la
aflicción de haberle contestado de modo tan malvado e
insensato. Pero él me contestó y
dijo: «No te quedes azorado, sino sé confirmado en los
mandamientos que estoy a punto de
darte. Porque yo he sido enviado», dijo, «para mostrarte de
nuevo las cosas que viste antes,
en especial las que sean convenientes para ti. Ante todo,
escribe mis mandamientos y mis
parábolas; y las otras cosas las escribirás según te
mostraré. Y me dijo: La razón por la que
te mando que escribas primero los mandamientos y las
parábolas es que puedas leerlas
sobre la marcha, y así puedas guardarlas.» Así que escribí
los mandamientos y las
parábolas, tal como me mandó. Por tanto, si, cuando las oís,
las guardáis y andáis en ellas, y
las hacéis con el corazón puro, recibiréis del Señor todas
las cosas que Él ha prometido;
pero si, cuando las oís, no os arrepentís, sino que añadís
todavía a vuestros pecados,
recibiréis del Señor lo opuesto. Todas estas cosas me mandó
que escribiera el pastor, el
ángel del arrepentimiento.
Primer Mandato
[26] «Ante todo, cree que Dios es uno, y que Él creó todas
las cosas y las puso en orden, y
trajo todas las cosas de la no existencia al ser, que
comprende,todas las cosas siendo Él solo
incomprensible. Cree en Él, pues, y témele, y en este temor
ejerce dominio sobre ti mismo.
Guarda estas cosas, y te verás libre de toda maldad, y serás
revestido de toda excelencia y
justicia, y vivirás para Dios si guardas este mandamiento.»
Segundo Mandato
[27] Y me dijo: «Mantén la simplicidad y la inocencia, y
serás como un niño pequeño, que
no conoce la maldad que destruye la vida de los hombres.
Ante todo, no digas mal de
ningún hombre, ni tengas placer en escuchar a un
calumniador. De otro modo, tú que
escuchas serás también responsable del pecado de aquel que
habla mal, si crees la calumnia
que oyes; porque, al creerla, tú también tendrás algo que
decir contra tu hermano. Así que
serás responsable del pecado del que dice el mal. La
calumnia es mala; es un demonio
inquieto, que nunca está en paz, sino que siempre se halla
entre divisiones. Abstente, pues,
de ella, y tendrás paz en todo tiempo con todos los hombres.
Pero revístete de reverencia,
en la cual no hay tropiezo, sino que todas las cosas son
suaves y alegres. Haz lo que es
bueno, y de todas tus labores, que Dios te da, da a todos
los que están en necesidad
generosamente, sin hacer preguntas sobre a quién has de dar
y a quién no has de dar. Da a
todos, porque Dios desea que todos reciban de su abundancia.
Los que reciben, pues,
tendrán que dar cuenta a Dios de por qué lo han recibido y a
qué fin; porque los que reciben
en necesidad no serán juzgados, pero los que reciben con
pretextos simulados recibirán el
castigo. Así pues, el que da es inocente; porque como recibe
del Señor el servicio a
ejecutar, lo ha ejecutado en sinceridad, sin hacer
distinción entre a quién da y a quién no da.
Esta ministración, pues, cuando es ejecutada sinceramente,
pasa a ser gloriosa a la vista de
Dios. El que ministra así sinceramente, pues, vivirá para
Dios. Por tanto, guarda este
mandamiento que te he dado: que tu propio arrepentimiento y
el de tu casa puedan ser
hallados sinceros, y [tu] corazón puro y sin mancha.»
Tercer Mandato
[28] De nuevo dijo: «Ama la verdad, y que no salga de tu
boca otra cosa que la verdad, que
el espíritu que Dios hizo residir en esta tu carne pueda ser
hallado veraz a la vista de todos
los hombres; y así el Señor, que reside en ti, será
glorificado; porque el Señor es fiel en toda
palabra, y en Él no hay falsedad. Por tanto, los que dicen
mentiras niegan al Señor, y pasan
a ser ladrones del Señor, porque no le entregan a Él el
depósito que han recibido. Porque
ellos recibieron de Él un espíritu libre de mentiras. Si
devuelven un espíritu mentiroso, han
faltado al mandamiento del Señor y han pasado a ser ladrones.»
Cuando oí estas cosas, lloré
amargamente. Pero, viéndome llorar, dijo: «¿Por qué lloras?»
«Señor», le contesté, «porque
no sé si puedo ser salvo.» «¿Por qué?», me dijo. «Señor»,
contesté, «porque nunca en mi
vida he dicho una palabra de verdad, sino que siempre he
vivido engañosamente con todos
los hombres y he cubierto mi falsedad como verdad delante de
todos los hombres; y nadie
me ha contradicho nunca, sino que se ha puesto confianza en
mi palabra. Señor, ¿cómo,
pues, puedo vivir siendo así que he hecho estas cosas?» Él
me contestó: «Tu suposición es
cierta y verdadera, porque te corresponde como siervo de
Dios andar en la verdad, y el
Espíritu de verdad no puede tener complicidad con el mal, ni
afligir al Espíritu que es santo
y verdadero.» Y le dije: «Nunca, Señor, oí claramente
palabras semejantes.» Y me
contestó: «Ahora, pues, las oyes. Guárdalas, para que las
falsedades anteriores que dijiste
en tus asuntos y negocios puedan por sí mismas pasar a ser
creíbles, ahora que éstas son
halladas verdaderas; porque también pueden pasar aquéllas a
ser dignas de confianza. Si
guardas estas cosas y, en adelante, no dices otra cosa que
la verdad, podrás alcanzar la vida
para ti mismo. Y todo el que oiga este mandamiento y se
abstenga de falsedad —este hábito
tan pernicioso— vivirá para Dios.»
Cuarto Mandato
[29] I. «Te encargo», me dijo, «que guardes la pureza, y no
permitas que entre en tu
corazón ningún pensamiento con referencia a la mujer de
otro, o referente a fornicación, u
otros actos malos semejantes; porque al hacerlo cometes un
gran pecado. Pero recuerda
siempre a tu propia esposa, y no irás descaminado nunca.
Porque si este deseo entra en tu
corazón, irás descaminado, y si entra otro alguno tan malo
como éste, cometes pecado.
Porque este deseo en un siervo de Dios es un gran pecado; y
si un hombre hace esta
maldad, obra muerte para sí mismo. Mira bien, pues. Abstente
de este deseo; porque allí
donde reside la santidad, la licencia no debe entrar en el
corazón de un hombre justo.» Y le
dije: «Señor, ¿me permites hacer algunas preguntas más?»
«Pregunta», me contestó. Y yo
le dije: «Señor, si un hombre que tiene una esposa que
confía en el Señor la descubre en
adulterio, ¿comete pecado el marido que vive con ella?» «En
tanto que esté en la
ignorancia», me dijo, «no peca; pero si el marido sabe que
ella peca, y la esposa no se
arrepiente, sino que continúa en la fornicación, y el marido
vive con ella, él se hace
responsable del pecado de ella y es un cómplice en su
adulterio.» Y le dije: «¿Qué es, pues,
lo que ha de hacer el marido si la esposa sigue en este
caso?» «Que se divorcie de ella»,
dijo él, «y que el marido viva solo; pero si después de
divorciarse de su esposa se casa con
otra, él también comete adulterio». «Así pues, Señor», le
dije,«si después qve la esposa es
divorciada se arrepiente y desea regresar a su propio
marido, ¿no ha de ser recibida?» «Sin
duda ha de serlo», me dijo; «si el marido no la recibe, peca
y acarrea gran pecado sobre sí;
es más, el que ha pecado y se arrepiente debe ser recibido,
pero no varias veces, porque
sólo hay un arrepentimiento para los siervos de Dios. Por
amor a su arrepentimiento, pues,
el marido no debe casarse con otra. Esta es la manera de
obrar que se manda al esposo y a
la esposa. No sólo», dijo él, «es adulterio si un hombre
contamina su carne, sino que todo el
que hace cosas como los paganos comete adulterio. Por
consiguiente, si hechos así los sigue
haciendo un hombre y no se arrepiente, mantente aparte de él
y no vivas con él. De otro
modo, tú también eres partícipe de su pecado. Por esta
causa, se os manda que
permanezcáis solos, sea el marido o la esposa; porque en
estos casos es posible el
arrepentimiento. Yo», me dijo, «no doy oportunidad para que
la cosa se quede así, sino con
miras a que el pecador no peque más. Pero, con respecto al
pecado anterior, hay Uno que
puede dar curación: El es el que tiene autoridad sobre todas
las cosas.»
[30] II. Y le pregunté de nuevo, y dije: «Siendo así que el
Señor me tuvo por digno de que
permanecieras siempre conmigo, permíteme todavía decir unas
pocas palabras, puesto que
no entiendo nada, y mi corazón se ha vuelto más denso por
mis actos anteriores. Hazme
entender, porque soy muy necio, y no capto absolutamente
nada.» El me contestó,
diciéndome: «Yo presido sobre el arrepentimiento y doy
comprensión a todos los que se
arrepienten. Es más, ¿no crees», me dijo, «que este mismo
acto es comprensión? El
arrepentirse es una gran comprensión», dijo él. «Porque el
hombre que ha pecado
comprende que ha hecho lo malo delante del Señor, y el hecho
que ha cometido entra en su
corazón y se arrepiente y ya no obra mal, sino que hace bien
en abundancia, y humilla su
propia alma, y la atormenta porque ha pecado. Ves, pues, que
el arrepentimiento es una
gran comprensión.» «Es por esto, pues, Señor», le dije, «que
lo pregunto todo
minuciosamente de ti; primero, porque soy un pecador;
segundo, porque no sé qué obras he
de hacer para poder vivir, porque mis pecados son muchos y
varios.» «Tú vivirás», me dijo,
«si guardas mis mandamientos y andas en ellos; y todo el que
oye estos mandamientos y
los guarda, vivirá ante Dios.»
[31] III. Y le dije: «Todavía voy a hacer otra pregunta,
Señor.» «Di», me contestó. «He
oído, Señor», le dije, «de ciertos maestros, que no hay otro
arrepentimiento aparte del que
tuvo lugar cuando descendimos ab agua y obtuvimos remisión
de nuestros pecados
anteriores.» El me contestó: «Has oído bien; porque es así.
Porque el que ha recibido
remisión de pecados ya no debe pecar más, sino vivir en
pureza. Pero como tú inquieres
sobre todas las cosas con exactitud, te declararé esto
también, para que no tengan excusa
los que crean, a partir de ahora, en el Señor, o los que ya
hayan creído. Pues los que ya han
creído, o van a creer en adelante, no tienen arrepentimiento
para los pecados, sino que
tienen sólo remisión de sus pecados anteriores. A los que
Dios llamó, pues, antes de estos
días, el Señor les designó arrepentimiento. Porque el Señor,
discerniendo los corazones y
sabiendo de antemano todas las cosas, conoció la debilidad
de los hombres y las múltiples
añagazas del diablo, en qué forma él procurará engañar a los
siervos de Dios, y se portará
con ellos perversamente. El Señor, pues, siendo compasivo,
tuvo piedad de la obra de sus
manos y designó esta (oportunidad para) arrepentirse, y a mí
me dio la autoridad sobre este
arrepentimiento. Pero te digo», me añadió, «si después de
este llamamiento grande y santo,
alguno, siendo tentado por el diablo, comete pecado, sólo
tiene una (oportunidad de)
arrepentirse. Pero si peca nuevamente y se arrepiente, el
arrepentimiento no le aprovechará
para nada; porque vivirá con dificultad.» Yo le dije: «He
sido vivificado cuando he oído
estas cosas de modo tan preciso. Porque sé que, si no añado
a mis pecados, seré salvo.»
«Serás salvo», me dijo, «tú y todos cuantos hagan todas
estas cosas.»
[32] IV. Y le pregunté de nuevo, diciendo: «Señor, como has
tenido paciencia conmigo
hasta aquí, declárame esta otra cuestión también.» «Di», me
contestó. «Si una esposa», le
dije, «o supongamos un marido, muere, y el otro se casa,
¿comete pecado el que se casa?»
«No peca», me dijo; «pero si se queda sin casar, se reviste
de un honor mucho mayor y de
gran gloria delante del Señor; con todo, si se casa, no
peca. Preserva, pues, la pureza y la
santidad, y vivirás ante Dios. Todas estas cosas, pues, que
te digo ahora y te diré después,
guárdalas desde ahora en adelante, desde el día en que me
fuiste encomendado, y yo viviré
en tu casa. Pero, para tus transgresiones anteriores habrá
remisión si guardas mis
mandamientos. Sí, y todos tendrán remisión si guardan estos
mandamientos y andan en esta
pureza.»
Quinto Mandato
[33] I. «Sé paciente y entendido», dijo, «y tendrás dominio
sobre todo lo malo, y obrarás
toda justicia. Porque si eres sufrido, el Espíritu Santo que
habita en ti será puro, no siendo
oscurecido por ningún espíritu malo, sino que residiendo en
un gran aposento se regocijará
y alegrará con el vaso en que reside, y servirá a Dios con
mucha alegría, teniendo
prosperidad. Pero si sobreviene irascibilidad, al punto el
Espíritu Saiito, siendo delicado, es
puesto en estrechez, no teniendo [el] lugar despejado, y
procura retirarse del lugar porque
es ahogado por el mal espíritu, y no tiene espacio para
ministrar para el Señor como desea,
ya que es contaminado por el temperamento irascible. Porque
el Señor mora en la
longanimidad, pero el diablo en la irascibilidad. Así pues,
que los dos espíritus habiten
juntos es inconveniente, y malo para el hombre en el cual
residen. Porque si tomas un poco
de ajenjo y lo viertes en un tarro de miel, ¿no se echa a
perder toda la miel, y esto por una
cantidad muy pequeña de ajenjo? Porque destruye la dulzura
de la miel, y ya no tiene el
mismo atractivo para el que lo posee, porque se ha vuelto
amarga y ya es inservible. Pero si
no se pone el ajenjo en la miel, la miel es dulce y es útil
para su dueño. Ves [pues] que la
longanimidad es muy dulce, más aún que la dulzura de la
miel, y es útil al Señor, y El
reside en ella. Pero la irascibilidad es amarga e inútil. Si
el temperamento irascible se
mezcla, pues, con la paciencia, la paciencia es contaminada
y la intercesión del hombre ya
no es útil a Dios.» «Quisiera conocer, Señor», le dije, «la
obra del temperamento irascible,
para que pueda guardarme de él.» «Sí, verdaderamente», me
contestó; «si tú no te guardas
de él —tú y tu familia— has perdido toda esperanza. Pero
guárdate de él; porque yo estoy
contigo. Sí, y todos los hombres deben mantenerse alejados
de él, todos los que de todo
corazón se han arrepentido. Porque yo estoy con ellos y los
preservaré; porque todos fueron
justificados por el ángel santísimo.
[34] II. »Oye ahora», me dijo, «cuán mala es la obra de la
irascibilidad, y en qué forma
subvierte a los siervos de Dios por sí misma, y cómo les
lleva a extraviarse de la justicia.
Pero no descarría a aquellos que están plenamente en la fe,
ni puede obrar sobre ellos,
porque el poder del Señor está con ellos; pero a los que
están vacíos y son de ánimo
indeciso les hace descarriar. Porque cuando ve a estos
hombres en prosperidad se insinúa
en el corazón del hombre, y sin ningún otro motivo, el
hombre o la mujer es agraviada a
causa de las cosas seculares, sea sobre comidas o alguna
cosa trivial, o algún amigo, o
sobre dar o recibir, o sobre cuestiones de este estilo.
Porque todas estas cosas son necias y
vanas y sin sentido e inconvenientes para los siervos de
Dios. Pero la paciencia es grande y
fuerte, y tiene un poder vigoroso y grande, y es próspera en
gran crecimiento, alegre,
gozosa y libre de cuidado, glorificando al Señor en toda
sazón, no teniendo amargura en sí,
permaneciendo siempre tranquila y dulce. Esta paciencia,
pues, reside en aquellos cuya fe
es perfecta. Pero el temperamento irascible es en primer
lugar necio, voluble e insensato;
luego, de la necedad se engendra rencor; del rencor, enojo;
del enojo, ira; de la ira,
despecho; entonces el despecho es un compuesto de todos
estos elementos viles y pasa a ser
un pecado grande e incurable. Porque cuando todos estos
espíritus residen en un vaso en
que reside también el Espíritu Santo, este vaso no puede
contenerlos, sino que rebosa. El
espíritu delicado, pues, no estando acostumbrado a residir
con un espíritu malo, ni con
aspereza, se aparta del hombre de esta clase, y procura
residir en tranquilidad y calma.
Entonces, cuando se ha apartado de aquel hombre en el cual
reside, este hombre se queda
vacío del espíritu justo, y a partir de entonces, siendo
lleno de malos espíritus, es inestable
en todas sus acciones, siendo arrastrado de acá para allá
por los espíritus malos, y se ve del
todo cegado y privado de sus buenas intenciones. Esto, pues,
ha sucedido a todas las
personas de temperamento irascible. Abstente, así, del
temperamento irascible, el peor de
los espíritus malos. Pero revístete de paciencia, y resiste
la irascibilidad y la aspereza, y te
hallarás en compañía de la santidad que es amada por el
Señor. Procura, por tanto, no
descuidar nunca este mandamiento; porque si dominas este
mandamiento, podrás asimismo
guardar los restantes mandamientos que estoy a punto de
darte. Mantente firme en ellos
dotado de poder; y que todos estén dotados de poder, todos
cuantos deseen andar en ellos.»
Sexto Mandato
[35] I. «Te encargué», me dijo, «en mi primer mandamiento
que guardes la fe y el temor y
la templanza.» «Sí, señor», le dije. «Pero ahora», insistió,
«quiero mostrarte sus poderes
también, para que puedas comprender cuál es el poder y
efecto de cada una de ellas. Porque
sus efectos son dobles y hacen referencia tanto a lo justo
como a lo injusto. Por
consiguiente, tú confía en la justicia, pero no confíes en
la injusticia; porque el camino de la
justicia es estrecho, pero el camino de la injusticia es
torcido. Pero anda en el camino
estrecho [y llano] y deja el torcido. Porque el camino
torcido no tiene veredas claras, sino
lugares sin camino marcado, tiene piedras en que tropezar, y
es áspero y lleno de espinos.
Así pues, es perjudicial para los que andan en él. Pero los
que andan en el camino recto,
andan en terreno llano y sin tropezar: porque no es ni
áspero ni tiene espinos. Ves, pues,
que es más conveniente andar en este camino.» «Estoy
contento, señor», le dije, «de andar
en este camino.» «Tú andarás, sí», dijo, «y todo el que se
vuelva al Señor de todo corazón
andará en él.»
[36] II. «Oye ahora», me dijo, «con respecto a la fe. Hay
dos ángeles en cada hombre: uno
de justicia y otro de maldad.» «Señor», le dije, «¿cómo voy,
pues, a conocer sus actividades
si los ángeles moran en mí?» «Escucha», me contestó, «y
entiende sus obras. El ángel de
justicia es delicado y tímido, manso y sosegado. Por lo
tanto, cuando éste entra en tu
corazón, inmediatamente habla contigo de justicia, de
pureza, santidad, contento, de todo
acto justo y toda virtud gloriosa. Cuando todas estas cosas
entran en tu corazón, sabe que el
ángel de justicia está contigo. [Estas, pues, son las obras
del ángel de justicia.] Confía en él,
pues, y en sus obras. Ahora, ve las obras del ángel de
maldad también. Ante todo, es
iracundo y rencoroso e insensato, y sus obras son malas y
nocivas para los siervos de Dios.
Siempre que éste entra en tu corazón, conócele por las
palabras.» «No sé cómo voy a
discernirle, Señor», le contesté. «Escucha», dijo él.
«Cuando te viene un acceso de
irascibilidad o rencor, sabe que él está en ti. Luego,
cuando te acucia el deseo de muchos
negocios y el de muchas y costosas comilonas y borracheras y
de varias lujurias que son
impropias, y el deseo de mujeres, y la codicia y la
altanería y la jactancia, y de todas las
cosas semejantes a éstas; cuando estas cosas, pues, entran
en tu corazón, sabe que el ángel
de maldad está contigo. Tú, pues, reconociendo sus obras,
mantente apanado de él, y no
confíes en él en nada, porque sus obras son malas e
impropias de los siervos de Dios. Aquí,
pues, tienes las obras de los dos ángeles. Entiéndelas, y
confía en el ángel de justicia. Pero
del ángel de maldad mantente apanado, porque su enseñanza es
mala en todo sentido;
porque aunque uno sea un hombre de fe, si el deseo de este
ángel entra en su corazón, este
hombre, o esta mujer, ha de cometer algún pecado. Y si
además un hombre o una mujer es
en extremo malo, y las obras del ángel de justicia entran en
el corazón de este hombre, por
necesidad ha de hacer algo bueno. Ves, pues», dijo, «que es
bueno seguir al ángel de
justicia y despedirse del ángel de maldad. Este mandamiento
declara lo que hace referencia
a la fe, para que puedas confiar en las obras del ángel de
justicia y, haciéndolas, puedas
vivir para Dios. Pero cree que las obras del ángel de maldad
son difíciles; así que, al no
hacerlas, vivirás ante Dios.»
Séptimo Mandato
[37] «Teme al Señor», me dijo, «y guarda sus mandamientos.
Así que guardando los
mandamientos de Dios serás poderoso en toda obra, y tus
actos serán incomparables.
Porque en tanto que temas al Señor, harás todas las cosas
bien. Este es el temor con el cual
deberías temer y ser salvo. Pero no temas al diablo; pues si
temes al Señor, te enseñorearás
del diablo, porque no hay poder en él. [Porque] de aquel en
quien no hay poder, tampoco
hay temor; pero a aquel cuyo poder es glorioso, a éste hay
que temer. Porque todo aquel
que tiene poder es temido, en tanto que el que no tiene
poder es despreciado por todos. Pero
teme las obras del diablo, porque son malas. Cuando tú temas
al Señor, temerás las obras
del diablo y no las harás, sino que te abstendrás de ellas.
El temor es, pues, de dos clases. Si
deseas hacer lo malo, teme al Señor, y no lo hagas. Pero si
deseas hacer lo bueno, teme al
Señor y hazlo. Por tanto, el temor del Señor es poderoso y
grande y glorioso. Teme al
Señor, pues, y vivirás para El; sí, y todos los que guardan
sus mandamientos y le temen,
vivirán para Dios.» «¿Por qué, Señor», le pregunté, «has
dicho con respecto a los que
guardan sus mandamientos: "Vivirán para Dios"?»
«Porque», me dijo, «toda criatura teme
al Señor, pero no todos guardan sus mandamientos. Así pues,
los que le temen y guardan
sus mandamientos, tienen vida ante Dios; pero los que no
guardan sus mandamientos no
tienen vida en sí.»
Octavo Mandato
[38] «Te dije», prosiguió, «que las criaturas de Dios tienen
dos aspectos; porque la
templanza también los tiene. Porque en algunas cosas es
justo ser templado, pero en otras
no lo es.» «Dame a conocer, señor», le dije, «en que cosas
es recto ser templado y en qué
cosas no lo es.» «Escucha», me dijo: «Sé templado respecto a
lo que es malo, y no lo hagas;
pero no seas templado respecto a lo que es bueno, sino
hazlo. Porque si eres templado para
lo que es bueno, de modo que no lo haces, cometes un gran
pecado; pero si eres templado
respecto a lo que es malo, de modo que no lo ejecutas, haces
una gran justicia. Sé templado,
por consiguiente, absteniéndote de toda maldad, y haz lo que
es bueno.» «¿Qué clases de
maldad, Señor», le dije, «son aquellas de que hemos de
abstenernos siendo templados?»
«Oye», me dijo; «del adulterio y la fornicación, del
libertinaje y la embriaguez, de la lujuria
perversa, de las muchas viandas y lujos de los ricos, del
jactarse y la altivez y el orgullo, de
la falsedad y hablar mal y la hipocresía, la malicia y toda
blasfemia. Estas obras son las más
perversas de todas en la vida de los hombres. De estas
obras, pues, el siervo de Dios debe
abstenerse, siendo templado; porque el que no es templado de
modo que no se abstiene de
ellas, tampoco vive para Dios. Escucha, pues, lo que ocurre
a éstos.» «¡Cómo!», dije, «¿hay
otros actos malos todavía, Señor?» «Sí», me dijo, «hay
muchos ante los cuales el siervo de
Dios ha de ser templado y abstenerse: hurtos, falsedades,
privaciones, falsos testimonios,
avaricia, malos deseos, engaño, vanagloria, jactancia, y
todas las cosas que son semejantes.
¿No crees que estas cosas son malas, sí, muy malas», [dijo
Él], «para los siervos de Dios?
En todas estas cosas el que sirve a Dios debe ejercer
templanza y abstenerse de ellas. Sé,
pues, templado, y abstente de todas estas cosas, para que
puedas vivir para Dios y ser
contado entre los que ejercen dominio propio en ellas. Estas
son, por tanto, las cosas de las
cuales debes abstenerte. Ahora escucha», dijo, «las cosas en
que no deberías ejercer
abstención, sino hacerlas. No ejerzas abstención en lo que
es bueno, sino hazlo.» «Señor»,
le dije, «muéstrame el poder de las cosas buenas también,
para que pueda andar en ellas, y
servirlas, para que haciéndolas me sea posible ser salvo.»
«Oye también», me dijo, «las
cosas buenas que debes hacer, de las cuales no tienes que
abstenerte. Primero están la fe, el
temor del Señor, el amor, la concordia, las palabras de
justicia, verdad, paciencia; no hay
nada mejor que estas cosas en la vida de los hombres. Si un
hombre las guarda, y no se
abstiene de ellas, es bienaventurado en esta vida. Oye ahora
las otras que se sigue de ellas:
ministrar a las viudas, visitar a los huérfanos y
necesitados, rescatar a los siervos de Dios en
sus aflicciones, ser hospitalario (porque en la hospitalidad
se ejerce la benevolencia una y
otra vez), no resistir a otros, ser tranquilo, mostrarse más
sumiso que todos los demás,
reverenciar a los ancianos, practicar la justicia, observar
el sentimiento fraternal, soportar
las ofensas, ser paciente, no guardar rencor, exhortar a los
que están enfermos del alma, no
echar a los que han tropezado en la fe, sino convertirlos y
darles ánimo, reprender a los
pecadores, no oprimir a los deudores e indigentes, y otras
acciones semejantes. ¿Te parecen
buenas?», me preguntó. «¿Cómo, Señor! ¿Puede haberlas
mejores», le contesté. «Entonces
anda con ellas», me dijo, «y no te abstengas de ellas, y
vivirás para Dios. Guarda este
mandamiento, pues. Si obras bien y no te abstienes de
hacerlo, vivirás para Dios; sí, y todos
los que obren así vivirán para Dios. Y de nuevo, si no obras
mal, sino que te abstienes de él,
vivirás para Dios; sí, y vivirán para Dios todos los que
guardan estos mandamientos y
andan en ellos.»
Noveno Mandato
[39] Y él me dijo: «Aparta de ti todo ánimo indeciso y no
dudes en absoluto de si has de
hacer suplicar a Dios, diciéndote a ti mismo: "¿Cómo
puedo pedir una cosa del Señor y
recibirla siendo así que he cometido tantos pecados contra
Él?" No razones de esta manera,
sino vuélvete al Señor de todo corazón, y no le pidas nada
vacilando, y conocerás su gran
compasión, pues Él, sin duda, no te abandonará, sino que
cumplirá la petición de tu alma.
Porque Dios no es como los hombres que guardan rencores,
sino que El mismo es sin
malicia y tiene compasión de sus criaturas. Limpia, pues, tu
corazón de todas las vanidades
de esta vida, y de las cosas mencionadas antes; y pide al
Señor, para que recibas todas las
cosas, y no se te negará ninguna de todas tus peticiones si
no pides al Señor las cosas
vacilando. Pero si fluctúas en tu corazón no recibirás
ninguna de tus peticiones. Porque los
que vacilan respecto a Dios son los de ánimo indeciso, y
éstos nunca obtienen sus
peticiones. Pero los que están llenos en la fe, hacen todas
sus peticiones confiando en el
Señor, y reciben porque piden sin vacilación, sin dudar;
porque todo hombre de ánimo
indeciso, si no se arrepiente, difícilmente se salvará.
Purifica, pues, tu corazón de toda duda
en tu ánimo, y ten fe, porque es fuerte, y confía en Dios
para que recibas todas las
peticiones que haces; y si después de pedir algo al Señor
recibes tu petición con alguna
demora, no vaciles en tu ánimo porque no has recibido la
petición de tu alma al instante.
Porque es por razón de alguna tentación o alguna
transgresión de la que tú no sabes nada
que no recibes la petición sino con demora. Por tanto, no
ceses en hacer la petición de tu
alma, y la recibirás. Pero si te cansas, y dudas cuando
pides, cúlpate a ti mismo y no a
Aquel que te lo da. Resuelve esta indecisión; porque es mala
y sin sentido, y desarraiga a
muchos de la fe, sí, incluso a hombres fieles y fuertes. Porque
verdaderamente esta duda en
el ánimo es hija del diablo y causa gran daño a los siervos
de Dios. Por tanto, desprecia
estas dudas del ánimo y domínalas en todo, revistiéndote de
fe, que es fuerte y poderosa.
Puesto que la fe promete todas las cosas, realiza todas las
cosas; pero el ánimo indeciso,
que no tiene confianza en sí mismo, falla en todas las obras
que hace. Ves, pues», dijo,
«que la fe viene de arriba, del Señor, y tiene gran poder;
pero el ánimo vacilante es un
espíritu terreno del diablo, y no tiene poder. Por tanto,
sirve a la fe que tiene poder, y
mantente lejos del ánimo vacilante, y vivirás para Dios; sí,
y todos los que piensan igual
vivirán para Dios.»
Décimo Mandato
[40] I. «Ahuyenta de ti la tristeza», me dijo, «porque es la
hermana del ánimo indeciso y el
temperamento irascible.» «¿Cómo, Señor», le dije, «es
hermana de éstos? Porque el
temperamento irascible me parecer ser una cosa; el ánimo
vacilante, otra; la pena, otra.»
«Eres un necio», me contestó, «[y] no te das cuenta que la
tristeza es peor que todos los
espíritus, y muy fatal para los siervos de Dios, y más que
todos los espíritus destruye al
hombre, y apaga al Espíritu Santo, y por otro lado lo
salva.» «Yo, Señor», le dije, «no tengo
entendimiento, y no comprendo estas parábolas. Porque ¿cómo
puede destruir y salvar?,
esto no lo comprendo.» «Escucha», me dijo: «Los que nunca
han investigado respecto a la
verdad, ni inquirido respecto a la divinidad, sino meramente
creído, y se han mezclado en
negocios y riquezas y amigos paganos y muchas otras cosas de
este mundo; cuantos, digo,
se dedican a estas cosas, no comprenden las parábolas de la
deidad; porque han sido
entenebrecidos por sus acciones, y se han corrompido y hecho
infructuosos. Como las viñas
buenas, que cuando se las abandona y descuida se vuelven
infructuosas por las zarzas y
hierbas de todas clases, lo mismo los hombres que, después
de haber creído, caen en estas
muchas ocupaciones que hemos mencionado antes, pierden su
entendimiento y no
comprenden nada en absoluto con respecto a la justicia;
porque si oyen acerca de la deidad
y la verdad, su mente está absorta en sus ocupaciones, y no
perciben nada en absoluto. Pero
si tienen el temor de Dios, e investigan con respecto a la deidad
y a la verdad, y dirigen su
corazón hacia el Señor, perciben y entienden todo lo que se
les dice más rápidamente,
porque el temor del Señor está en ellos; porque donde reside
el Señor, allí también hay gran
entendimiento. Adhiérete, pues, al Señor, y comprenderás y
advertirás todas las cosas.
[41] II. »Escucha ahora, hombre sin sentido», me dijo, «en
qué forma la tristeza oprime al
Espíritu Santo y le apaga, y en qué forma salva. Cuando el
hombre de ánimo indeciso
emprende alguna acción, y fracasa en ella debido a su ánimo
indeciso, la tristeza entra en el
hombre, y contrista al Espíritu Santo y lo apaga. Luego,
cuando el temple irascible se
adhiere al hombre con respecto a algún asunto, y está muy
contrariado, de nuevo la tristeza
entra en el corazón del hombre que estaba contrariado y es
compungido por el ácto que ha
cometido, y se arrepiente de haber obrado mal. Esta
tristeza, pues, parece traer salvación,
porque se arrepiente de haber hecho el mal. Así pues, las operaciones
entristecen al
Espíritu, primero, el ánimo indeciso entristece al Espíritu,
porque no consigue el asunto que
quiere, y el temple irascible también, puesto que hizo algo
malo. Por consiguiente, los dos
contristan al Espíritu: el ánimo indeciso y el temple
irascible. Ahuyenta de ti, pues, tu
tristeza, y no aflijas al Espíritu Santo que mora en ti,
para que no suceda que interceda a
Dios [contra ti] y se aparte de ti. Porque el Espíritu de
Dios, que fue dado a esta carne, no
soporta la tristeza ni el ser constreñido.
[42] III. »Por tanto, revístete de alegría y buen ánimo, que
siempre tiene favor delante de
Dios, y le es aceptable, y regocíjate en ellos. Porque todo
hombre animoso obra bien, y
piensa bien, y desprecia la tristeza; pero el hombre triste
está siempre cometiendo pecado.
En primer lugar comete pecado, porque contrista al Espíritu
Santo, que fue dado al hombre
siendo un espíritu animoso; y en segundo lugar, al
contristar al Espíritu Santo, pone por
obra iniquidad, ya que ni intercede ante Dios ni le
confiesa. Porque la intercesión de un
hombre triste nunca tiene poder para ascender al altar de
Dios.» «¿Por qué», pregunté yo,
«la intercesión del que está triste no asciende al altar?»
Me contestó: «Porque la tristeza
está situada en su corazón. Por ello, la tristeza mezclada
con la intercesión no permite que
la intercesión ascienda pura al altar. Porque como el
vinagre cuando se mezcla con vino en
el mismo (vaso) no tiene el mismo sabor agradable, del mismo
modo la tristeza mezclada
con el Espíritu Santo no produce la misma intercesión (que
produciría el Espíritu Santo
solo). Por consiguiente, purifícate de tu malvada tristeza,
y vivirás para Dios; si, y todos
viven para Dios, los que echan de sí la tristeza y se
revisten de buen ánimo y alegría.»
Undécimo Mandato
[43] Y me mostró a unos hombres sentados en un sofá, y a
otro hombre sentado en una
silla. Y me dijo: «¿Ves a éstos que están sentados en el
sofá?» «Los veo, Señor», le dije.
«Estos», me contestó, «dan fruto, pero el que está sentado
en la silla es un falso profeta que
destruye la mente de los siervos de Dios —es decir, los de
ánimo vacilante, no de los
fieles—. Estos de ánimo indeciso, por tanto, van a él como
un adivinador e inquieren de él
lo que les sucederá. Y él, el falso profeta, no teniendo
poder de un Espíritu divino en sí,
habla con ellos en concordancia con sus preguntas [y en
concordancia con las
concupiscencias de su maldad], y llena sus almas según ellos
desean que sean llenadas.
Porque, siendo vacío él mismo, da respuestas vacías a los
inquiridores vacíos; porque a toda
pregunta que se le haga, responde en conformidad con lo
vacío del hombre. Pero dice
también algunas palabras de verdad; porque el diablo le
llena de su propio espíritu, por si
acaso le es posible abatir a algunos de los justos. Así
pues, todos los que son fuertes en la fe
del Señor, revestidos de la verdad, no se unen a estos
espíritus, sino que se mantienen a
distancia de ellos; pero cuantos son de ánimo vacilante y
cambian su opinión con
frecuencia, practican la adivinación como los gentiles y
acarrean sobre sí mismos mayor
pecado con sus idolatrías. Porque el que consulta a un
profeta falso sobre alguna cosas, es
un idólatra y está exento de la verdad y de sentido. Porque
a ningún Espíritu dado por Dios
hay necesidad de consultarle, sino que, teniendo el poder de
la deidad, dice todas las cosas
de sí mismo, porque es de arriba, a saber, del poder del
Espíritu divino. Pero el espíritu que
es consultado, y habla en conformidad con los deseos de los
hombres, es terreno y voluble,
no teniendo poder; y no habla en absoluto, a menos que sea
consultado.» «¿Cómo, pues,
señor», le dije, «sabrá un hombre quién es un profeta y
quién es un profeta falso?»
«Escucha», me contestó, «respecto a estos dos profetas; y,
como te diré, así pondrás a
prueba al profeta y al falso profeta. Por medio de su vida
pon a prueba al hombre que tiene
el Espíritu divino. En primer lugar, el que tiene el
Espíritu [divino], que es de arriba, es
manso y tranquilo y humilde, y se abstiene de toda maldad y
vano deseo de este mundo
presente, y se considera inferior a todos los hombres, y no
da respuesta a ningún hombre
cuando inquiere de él, ni habla en secreto (porque tampoco
habla el Espíritu Santo cuando
un hombre quiere que lo haga), sino que este hombre habla
cuando Dios quiere que lo haga.
Así pues, cuando el hombre que tiene el Espíritu divino
acude a una asamblea de hombres
justos, que tienen fe en el Espíritu divino, y se hace
intercesión a Dios en favor de la
congregación de estos hombres, entonces el ángel del
espíritu profético que está con el
hombre llena al hombre, y éste, siendo lleno del Espíritu
Santo, habla a la multitud, según
quiere el Señor. De esta manera, pues, el Espíritu de la
deidad será manifestado. Esta, por
tanto, es la grandeza del poder que corresponde al Espíritu
de la divinidad que es del
Señor.» «Oye ahora», me dijo, «respecto al espíritu terreno
y vano, que no tiene poder, sino
que es necio. En primer lugar, este hombre que parece tener
un espíritu, se exalta a sí
mismo, y desea ocupar un lugar principal, e inmediatamente
es imprudente y
desvergonzado y charlatán y habla familiarizado en -muchas
cosas lujuriosas y muchos
otros engaños, y recibe dinero por su actividad profética, y
si no lo recibe, no profetiza.
Ahora bien, ¿puede un Espíritu divino recibir dinero y
profetizar? No es posible que un
profeta de Dios haga esto, sino que el espíritu de estos
profetas es terreno. En segundo
lugar, nunca se acerca a una asamblea de justos; sino que
los evita, y se junta con los de
ánimo indeciso y vacíos, y profetiza para ellos en los
rincones, y los engaña, diciéndoles
toda clase de cosas en vaciedad, para gratificar sus deseos;
porque también son vacíos
aquellos a los que contesta. Porque el vaso vacío es
colocado junto con el vacío, y no se
rompe, sino que están de acuerdo el uno con el otro. Pero
cuando este hombre entra en una
asamblea llena de justos, que tienen un Espíritu de la
divinidad, y ellos hacen intercesión,
este hombre es vacío, y el espíritu terreno huye de él con
temor, y el hombre se queda mudo
y se queda desconcertado, sin poder decir una sola palabra.
Porque si colocas vino o aceite
en una alacena, y pones una vasija vacía entre ellos, y
luego deseas vaciar la alacena, la
vasija que habías colocado allí vacía la vas a sacar vacía.
Del mismo modo, también, los
profetas vacíos, siempre que se ponen en contacto con los
espíritus de los justos, después
quedan igual que antes. Te he mostrado la vida de las dos
clases de profetas. Por lo tanto,
pon a prueba, por su vida y sus obras, al hombre que dice
que es movido por el Espíritu.
Así pues, confía en el Espíritu que viene de Dios y tiene
poder; pero en el espíritu terreno y
vacío no pongas confianza alguna; porque en él no hay poder,
puesto que viene del diablo.
Escucha [pues] la parábola que te diré. Toma una piedra y
échala hacia arriba al cielo, ve si
puedes alcanzarlo; o también, lanza un chorro de agua hacia
el cielo, y mira si puedes
penetrar en el cielo.» Y le dije: «Señor, ¿cómo pueden
hacerse estas cosas? Porque las dos
cosas que has mencionado están más allá de nuestro poder.»
«Bien, pues», me dijo, «del
mismo modo que estas cosas están más allá de nuestro poder,
igualmente los espíritus
terrenos no tienen poder y son débiles. Ahora toma el poder
que viene de arriba. El granizo
es una piedrecita pequeña y, con todo, cuando cae sobre la
cabeza de un hombre, ¡cuánto
dolor causa! O, también, toma una gota que cae del tejado al
suelo y hace un hueco en la
piedra. Ves, por consiguiente, que las cosas pequeñas de
arriba caen sobre la tierra con gran
poder. De la misma manera, el Espíritu divino, viniendo de
arriba, es poderoso. Confía,
pues, en este Espíritu, pero mantente lejos del otro.»
Duodécimo Mandato
[44] I. Y me dijo: «Aparta de ti todo mal deseo, y revístete
del deseo que es bueno y santo;
porque revestido de este deseo podrás aborrecer el mal deseo,
y le pondrás brida y lo
dirigirás según quieras. Porque el mal deseo es salvaje, y
sólo se domestica con dificultad;
porque es terrible, y por su tosquedad es muy costoso a los
hombres; más especialmente, si
un siervo de Dios se enmaraña en él y no tiene
entendimiento, le es en extremo costoso.
Además, es costoso a los hombres que no están revestidos del
buen deseo, sino que están
enzarzados en esta vida. A estos hombres, por tanto, los
entrega a la muerte.» «Oh Señor»,
dije yo, «ide qué clase son las obras del mal deseo, que
entrega al hombre a la muerte?
Dame a conocer estas obras para que pueda mantenerme alejado
de ellas.» «Escucha», [dijo
él], «a través de qué obras el mal deseo acarrea muerte a
los siervos de Dios.
[45] II. »Ante todo, el deseo de la esposa o marido de otro,
y de los extremos de riqueza, y
de muchos lujos innecesarios, y de bebidas y otros excesos,
muchos y necios. Porque todo
lujo es necio y vano para los siervos de Dios. Estos deseos,
pues, son malos, y causan la
muerte a los siervos de Dios. Porque este mal deseo es un
hijo del diablo. Por lo tanto,
tenéis que absteneros de los malos deseos, para que,
absteniéndoos, podáis vivir para Dios.
Pero todos los que son dominados por ellos, y no los
resisten, son puestos a muerte del
todo; porque estos deseos son mortales. Pero tú revístete
del deseo de justicia, y habiéndote
armado con el temor del Señor, resístelos. Porque el temor
de Dios reside en el buen deseo.
Si el mal deseo te ve armado con el temor de Dios y
resistiéndole, se irá lejos de ti y no le
verás más, pues teme tus armas. Por tanto, tú, cuando seas
recompensado con la corona de
victoria sobre él, ven al deseo de justicia, y entrégale el
premio del vencedor que has
recibido, y sírvele, según ha deseado. Si tú sirves al buen
deseo, y estás sometido a él,
tendrás poder para dominar al mal deseo, y someterle, según
quieras.»
[46] III. «Me gustaría saber, Señor», le dije, «en qué
formas debería servir al buen deseo».
«Escucha», me dijo; «practica la justicia y la virtud, la verdad
y el temor del Señor, la fe y
la mansedumbre, y otros actos buenos así. Practicándolos,
serás agradable como siervo de
Dios, y vivirás para El; sí, y todo el que sirve al buen
deseo vivirá para Dios.»
Así completó él los doce mandamientos, y me dijo: «Tú tienes
estos mandamientos; anda
en ellos, y exhorta a los que te escuchan a que se
arrepientan y sean puros durante el resto
de los días de su vida. Cumple este ministerio que te
encargo, con toda diligencia, hasta el
fin, y habrás hecho mucho. Porque hallarás favor entre
aquellos que están a punto de
arrepentirse, y obedecerán tus palabras. Porque estaré
contigo, y yo les constreñiré a que te
obedezcan.»
Y yo le dije: «Señor, estos mandamientos son grandes y
hermosos y gloriosos, y pueden
alegrar el corazón del hombre que es capaz de observarlos.
Pero no sé si estos
mandamientos pueden ser guardados por un hombre, porque son
muy difíciles.» El me
contestó y me dijo: «Si te propones guardarlos, los
guardarás fácilmente, y no serán
difíciles; pero si entran alguna vez en tu corazón que no
pueden ser guardados por el
hombre, no los guardarás. Pero ahora te digo: si no los
guardas, sino que los descuidas, no
tendrás salvación, ni tus hijos ni tu casa, puesto que ya
has pronunciado juicio contra ti que
estos mandamientos no pueden ser guardados por el hombre. »
[47] IV. Y me dijo estas cosas muy enojado, de modo que yo
estaba consternado, y en
extremo espantado; porque su aspecto cambió, de modo que un
hombre no podía soportar
su ira. Y cuando vio que yo estaba perturbado y confundido,
empezó a hablar de modo más
amable [y jovial], y me dijo: «Necio, vacío de entendimiento
y de ánimo indeciso, ¿no te
das cuenta de la gloria de Dios, lo grande y poderosa y
maravillosa que es, que ha creado el
mundo por amor al hombre, y le ha sometido su creación, y le
ha dado toda autoridad para
que se enseñoree de todas las cosas debajo del cielo? Si,
pues», [dijo],«el hombre es señor
de todas las criaturas de Dios y domina todas las cosas, ¿no
puede también dominar estos
mandamientos? Sí», dijo él, «el hombre que tiene al Señor en
su corazón puede dominar
[todas las cosas y] todos estos mandamientos. Pero los que
tienen al Señor en sus labios, en
tanto que su corazón está endurecido y lejos del Señor, para
ellos estos mandamientos son
duros e inaccesibles. Por tanto, vosotros los que sois
vacíos y volubles en la fe, poned a
vuestro Señor en vuestro corazón, y os daréis cuenta que no
hay nada más fácil que estos
mandamientos, ni más dulce ni más agradable. Convertíos los
que andáis según los
mandamientos del diablo, (los mandamientos del cual son)
difíciles y amargos y
extremosos y disolutos; y no temáis al diablo, porque no hay
poder en él contra vosotros.
Porque yo estaré con vosotros, yo, el ángel del arrepentimiento,
que tiene dominio sobre él.
El diablo sólo tiene temor, pero este temor no es fuerza. No
le temáis, pues, y huirá de
vosotros.»
[48] V. Y yo le dije: «Señor, escúchame unas pocas
palabras.» «Di lo que quieras», me
contestó. «Señor», le dije, «el hombre está ansioso de
guardar los mandamientos de Dios, y
no hay uno solo que no pida al Señor que le corrobore en sus
mandamientos, y sea
sometido a ellos; pero el diablo es duro y se enseñorea de
ellos.» «No puede enseñorearse
de los siervos de Dios», dijo él, «cuando ponen su esperanza
en El de todo su corazon. El
diablo puede luchar con ellos, pero no puede vencerlos. Así
pues, si le resistís, será
vencido, y huirá de vosotros avergonzado. Pero todos cuantos
sean por completo vacíos»,
dijo él, «que teman al diablo como si tuviera poder. Cuando
un hombre ha llenado
suficiente número de jarras de buen vino, y entre estas
jarras hay unas pocas que han
quedado vacías, él se llega a las jarras, y no examina las
llenas, porque sabe que están
llenas; sino que examina las vacías, temiendo que se hayan
vuelto agrias. Porque las jarras
vacías pronto se vuelven agrias, y echan a perder el sabor
del vino. Así también el diablo
viene a todos los siervos de Dios para tentarles. Todos los
que tienen una fe completa, se le
oponen con poder, y él los deja, no teniendo punto por el
cual pueda entrar en ellos. Así que
va a los otros que están vacíos y, hallando un lugar, entra
en ellos, y además hace lo que
quiere en ellos, y pasan a ser sus esclavos sumisos.
[49] VI. »Pero yo, el ángel del arrepentimiento, os digo: No
temáis al diablo; porque yo fui
enviado para estar con vosotros los que os arrepentís de
todo corazón, y para confirmaros
en la fe. Creed, pues, en Dios, vosotros los que por razón
de vuestros pecados habéis
desesperado de vuestra vida, y estáis añadiendo a vuestros
pecados, y haciendo que se
hunda vuestra vida; porque si os volvéis al Señor de todo
corazón, y obráis justicia los días
que os quedan de vida, y le servís rectamente según su
voluntad, Él os sanará de vuestros
pecados anteriores y tendréis poder para dominar las obras
del diablo. Pero no hagáis
ningún caso de las amenazas del diablo; porque sus tendones
son impotentes, como los de
un muerto. Oídme, pues, y temed a Aquel que puede hacer
todas las cosas para salvar y
para destruir, y observad estos mandamientos y viviréis para
Dios.» Y yo le dije: «Señor,
ahora me siento fortalecido en todas las ordenanzas del
Señor, porque tú estás conmigo; y
sé que tú vas a aplastar todo el poder del diablo, y nos
enseñorearemos de él y
prevaleceremos sobre todas sus obras. Y espero, Señor, que
ahora seré capaz de guardar
estos mandamientos que tú has mandado, capacitado por el
Señor.» «Los guardarás», me
dijo, «si tu corazón es puro ante el Señor, sí, y los
guardarán todos cuantos purifiquen sus
corazones de los deseos vanos de este mundo y vivan para
Dios.»
Parábolas que me explicó
[Parábola primera]
[50] Me dijo: «Sabéis que vosotros los siervos de Dios
estáis viviendo en un país
extranjero; porque vuestra ciudad está muy lejos de esta
ciudad. Así pues, si conocéis
vuestra ciudad, en la cual viviréis, ¿por qué os procuráis
campos aquí, y hacéis costosas
preparaciones, y acumuláis edificios y habitaciones que son
superfluos? Por tanto, el que
prepara estas cosas para esta ciudad no tiene intención de
regresar a su propia ciudad. ¡Oh
hombre necio, de ánimo indeciso y desgraciado!, ¿no ves que
todas estas cosas son
extrañas, y están bajo el poder de otro? Porque el señor de
esta ciudad dirá: "No quiero que
éste resida en mi ciudad; vete de esta ciudad, porque no te
conformas a mis leyes." Tú,
pues, que tienes campos y moradas y muchas otras posesiones,
cuando serás echado por él,
¿qué harás con tu campo y tu casa y todas las otras cosas
que has preparado para ti? Porque
el señor de este país te dice con justicia: "O bien te
conformas a mis leyes, o abandonas mi
país." ¿Qué harás, pues, tú que estás bajo la ley de tu
propia ciudad? ¿Por amor a tus
campos y el resto de tus posesiones repudiarás tu ley y
andarás conforme a la de esta
ciudad? Vigila que no te sea inconveniente el repudiar tu
ley; porque si quieres regresar de
nuevo a tu propia ciudad, con toda seguridad no serás
recibido [porque has repudiado la ley
de tu ciudad], y se te excluirá de ella. Vigila, pues; como
residente en una tierra extraña no
prepares más para ti, como no sea lo estrictamente necesario
y suficiente, y está preparado
para que, cuando el señor de esta ciudad desee echarte por
tu oposición a su ley, puedas
partir de esta ciudad e ir a tu propia ciudad, y usar tu
propia ley gozosamente, libre de toda
ofensa. Procura, pues, que sirvas a Dios y le tengas en tu
corazón; haz las obras de Dios
teniendo en cuenta sus mandamientos y las promesas que Él ha
hecho, y cree en Él que Él
las realizará si guardas sus mandamientos. Por tanto, en vez
de campos, compra almas que
estén en tribulación, como puede cada cual, y visita a las
viudas y los huérfanos, y no lo
descuides; y gasta tus riquezas y todos tus recursos, que
has recibido de Dios, en campos y
casas de esta clase. Porque para este fin os ha enriquecido
el Señor, para que podáis
ejecutar estos servicios suyos. Es mucho mejor comprax
campos [y posesiones] y casas de
esta clase, que hallarás en tu propia ciudad cuando vayas a
residir a ella. Este dispendio
abuñdante es hermoso y gozoso y no trae tristeza ni temor,
sino gozo. El gasto del pagano,
pues, no lo practiques; porque no es conveniente para los
siervos de Dios. Sino practica tu
propio dispendio en el cual puedes gozarte; y no corrompas,
ni toques lo que es de otro, ni
lo desees; porque es malo desear las posesiones de otro.
Pero ejecuta tu propia tarea y serás
salvo.»
Otra Parábola [segunda]
[51] Mientras andaba por el campo noté un olmo y una vid, y
estando distinguiéndolos a los
dos y a sus frutos, el pastor se me apareció y me dijo:
«¿Qué estás meditando dentro de ti?»
«Estoy pensando, [señor]», le dije, «sobre el olmo y la vid,
que son en extremo apropiados
el uno al otro.» «Estos dos árboles», me dijo, «son
designados como un (ejemplo) para los
siervos de Dios.» «Quisiera saber [señor]», le dije, «el
ejemplo contenido en estos árboles
de los cuales estás hablando.» «Mira», me dijo, «el olmo y
la vid.» «Los veo, señor», le
dije. «Esta vid», dijo él, «da fruto, pero el olmo es de un
tronco que no produce fruto. Con
todo, esta vid, a menos que se encarame por el olmo, no
puede llevar mucho fruto cuando
se arrastra por el suelo; y el fruto que produce entonces es
malo, porque no está suspendida
del olmo. Cuando la vid se adhiere al olmo, pues, da fruto
de sí y desde el olmo. Ves, pues,
que el olmo también da [mucho] fruto, no menos que la vid,
sino más aún.» «¿Cuánto más,
señor?», pregunté yo. «Porque», dijo él, «la vid, cuando
cuelga del olmo, da fruto en
abundancia y en buena condición; pero cuando se arrastra por
el suelo, da poco fruto y éste
se pudre. Esta parábola, por lo tanto, es aplicable a los
siervos de Dios, a los pobres y a los
ricos por un igual.» «¿Cómo?, señor», le pregunté; «dímelo».
«Escucha», contestó; «el rico
tiene mucha riqueza pero en las cosas del Señor es pobre,
pues las riquezas le distraen y su
confesión e intercesión al Señor es muy escasa; y aun cuando
da, es poco y débil, y no tiene
poder de arriba. Así pues, cuando el rico va al pobre y le
ayuda en sus necesidades,
creyendo que por lo que hace al pobre recibirá recompensa de
Dios —porque el pobre es
rico en intercesión [y confesión], y su intercesión tiene
gran poder con Dios—, el rico,
pues, suple todas las cosas al pobre sin titubear. Pero el
pobre, siendo provisto por el rico,
hace intercesión por él, dando gracias a Dios por el (rico)
que le ha dado a él. Y el otro es
todavía más celoso de ayudar al pobre, para que pueda seguir
viviendo; porque sabe que la
intercesión del pobre es aceptable y rica delante de Dios.
Los dos, pues, cumplen su obra; el
pobre haciendo intercesión, en que es rico [y que él recibe
del Señor]; y la devuelve, otra
vez, al Señor que se la proporciona. El rico, también, de
igual manera provee al pobre, sin
vacilar, las riquezas que ha recibido del Señor. Y esta obra
es grande y aceptable a Dios,
porque (el rico) entiende (el objeto) de sus riquezas, y
provee para el pobre de los tesoros
del Señor, y realiza el servicio del Señor rectamente. A la
vista de los hombres, pues, el
olmo parece no llevar fruto, y no saben ni perciben que si
viene una sequía, el olmo,
teniendo agua, nutrirá a la vid, y la vid, teniendo
provisión constante de agua, dará doble
cantidad de fruto, tanto para sí como para el olmo. De la
misma manera el pobre, al
interceder ante el Señor por el rico, afianza sus riquezas,
y también el rico, supliendo las
necesidades del pobre, afianza su alma. Así pues, los dos
participan en la obra justa. Por
tanto, el que hace estas cosas no será abandonado por Dios,
sino que será inscrito en los
libros de los vivos. Bienaventurados son los ricos que
entienden también que son
enriquecidos por el Señor. Porque los que piensan así podrán
hacer una buena obra.»
Otra Parábola [tercera]
[52] Y me mostró muchos árboles que no tenían hojas, sino
que me parecía a mí como si
estuvieran secos; porque todos parecían lo mismo. Y él me
dijo: «¿Ves estos árboles?»
«Los veo, señor», le dije; «todos son iguales, y están
secos.» El me contestó y me dijo:
«Estos árboles que ves son los que residen en este mundo.»
«¿Por qué es así, señor», le
pregunté, «que es como si estuvieran secos, y todos igual?»
«Porque en este mundo, ni el
justo es distinguible ni el pecador; todos son iguales.
Porque este mundo es invierno para el
justo, y no son distinguibles, pues residen con los
pecadores. Porque así como en el
invierno los árboles, habiendo perdido sus hojas, son
semejantes, y no se puede distinguir
cuáles están secos y cuáles están vivos, así también en este
mundo, ni el justo ni los
pecadores son distinguibles, sino que todos son iguales.»
Otra Parábola [cuarta]
[53] Y me volvió a mostrar muchos árboles, algunos que
estaban brotando, otros secos, y
me dijo: «¿Ves estos árboles?» «Los veo, señor», le
contesté; «algunos están brotando y
otros están secos.» «Estos árboles», me contestó, «que están
brotando son los justos, que
residirán en el mundo venidero; porque el mundo venidero es
verano para los justos, pero
invierno para los pecadores. Así, cuando la misericordia del
Señor resplandezca, entonces
los que sirven a Dios serán manifestados; sí, y todos los
hombres serán manifestados.
Porque como en verano los frutos de cada árbol son
manifestados, y son reconocidos y se
distingue de qué clase son, así también los frutos de los
justos serán manifestados, y todos
[incluso el más pequeño] se verá que florecen en el otro
mundo. Pero los gentiles y los
pecadores, tal como viste los árboles que estaban secos, así
se hallarán también, secos y sin
fruto, en el otro mundo, y serán quemados como combustible,
y serán puestos de
manifiesto, porque su conducta cuando vivían había sido
mala. Porque los pecadores serán
quemados, porque pecaron y no se arrepintieron; y los
gentiles serán quemados, porque no
conocieron al que les había creado. Da, pues, fruto, para
que en el verano pueda ser
conocido tu fruto. Pero abs-tente del exceso de negocios, y
nunca caerás en pecado alguno.
Porque los que están ocupados en exceso, pecan mucho
también, siendo distraídos de sus
ocupaciones, y en modo alguno sirven a su propio Señor.
¿Cómo es posible», preguntó él,
«que un hombre tal pueda pedir algo del Señor y recibirlo,
siendo así que no sirve al Señor?
[Porque] los que le sirven, éstos recibirán sus peticiones,
pero los que no sirven al Señor,
éstos no recibirán nada. Pero si alguno se ocupa de una sola
acción, es capaz de servir al
Señor; porque su mente no es desviada de (seguir) al Señor,
sino que le sirve, porque
guarda su mente pura. Por consiguiente, si haces estas
cosas, podrás dar fruto para el
mundo venidero; sí, y todo el que hace estas cosas dará
fruto.»
Otra Parábola [quinta]
[54] I. Mientras estaba ayunando y sentado en cierta
montaña, y dando gracias al Señor por
todo lo que Él había hecho por mí, vi al pastor sentado
junto a mí, que me decía: «¿Por qué
vienes aquí tan temprano por la mañana?» «Señor», le
contesté, «porque estoy guardando
"una temporada"» Y me preguntó: «¿Qué es "una
temporada"?» «Estoy ayunando, señor»,
le contesté. «¿Y qué es este ayuno», dijo él, [que estás
observando]?» «El que estoy
acostumbrado a observar, señor», dije yo; «así ayuno.» Y me
contestó: «No sabes cómo
ayunar ante el Señor, ni es ayuno este ayuno sin provecho ni
valor que estas haciendo ante
Él.» «¿Por qué, señor», pregunté yo, «dices esto?» «Te
digo», me contestó, «que esto que
observas no es un ayuno; pero yo te enseñaré que es un ayuno
completo y aceptable al
Señor. Escucha», dijo; «Dios no desea un ayuno tan vano;
porque al ayunar así ante Dios
no haces nada por la justicia. Pero observa [ante Dios] un
ayuno así: no hagas maldad en tu
vida, y sirve al Señor de puro corazón; observa sus
mandamientos y anda en sus
ordenanzas, y que ningún mal deseo se levante en tu corazón;
sino cree en Dios. Entonces,
si haces estas cosas y le temes y te abstienes de todo mal,
vivirás para Dios; y si haces estas
cosas, guardarás un gran ayuno, un ayuno aceptable a Dios.
[55] II. »Escucha la parábola que te contaré con relación al
ayuno. Cierto hombre tenía una
hacienda, muchos esclavos, y una porción de su hacienda la
había plantado de viñas; y
escogiendo a cierto esclavo que era de confianza y agradable
(y) tenido en honor,
llamándole, le dijo: "Toma esta viña [que yo he
plantado] y ponle una valla alrededor [hasta
que yo venga], pero no hagas nada más a la viña. Ahora bien,
guarda este mi mandamiento,
y serás libre en mi casa." Entonces el amo de los
siervos se fue a viajar al extranjero.
Cuando se hubo ido, el siervo puso una valla, alrededor de
la viña; y habiendo terminado de
poner el vallado a la viña notó que estaba llena de malas
hierbas. Así que razonó dentro de
sí: "Esta orden de mi señor ya la he cumplido. Ahora voy
a cavar esta viña, y estará más
limpia cuando termine; y cuando no tenga malas hierbas
rendirá más fruto, porque no será
ahogada por las malas hierbas." Así que cayó la viña, y
todas las raíces que había en la viña
fueron arrancadas. Y la viña se veía limpia y floreciente
cuando no tenía raíces que la
ahogaban. Después de cieno tiempo el amo del siervo [y de la
finca] regresó y fue a ver la
viña. Y viendo la viña con su vallado alrededor, y [todas]
las malas hierbas arrancadas, y
las vides floreciendo, se regocijó [muchísimo] por lo que el
siervo había hecho. Así que
llamó a su querido hijo, que era su heredero, y los amigos
que eran sus consejeros, y les
dijo lo que él había mandado a su siervo, y cuánto había
encontrado. Y ellos se regocijaron
con el siervo por el testimonio que su amo había dado de él.
Y el amo les dijo: "Yo prometí
a este siervo la libertad si él guardaba los mandamientos
que le había mandado; pero él
guardó mis mandamientos e hizo una buena obra, además, a la
viña, y me agradó
muchísimo. Por esta obra que ha hecho, pues, deseo hacerle
coheredero con mi hijo,
porque, cuando tuvo esta buena idea, no la descuidó, sino
que la cumplió." El hijo del amo
estuvo de acuerdo con este propósito de su padre, que el
siervo debía ser hecho coheredero
con el hijo. Después de algunos días, su amo hizo una
fiesta, y le envió muchos manjares
exquisitos de la fiesta. Pero cuando el siervo recibió [los
manjares que le enviaba el amo],
tomó lo que era suficiente para él y distribuyó el resto
entre sus consiervos. Y sus
consiervos, cuando hubieron recibido los manjares, se
regocijaron, y empezaron a orar por
él, para que pudiera hallar mayor favor ante el amo, porque
los había tratado con largueza.
Su amo oyó todas estas cosas que tuvieron lugar, y de nuevo
se regocijó sobremanera de su
acto. Así, el amo llamó de nuevo a sus amigos y a su hijo, y
les anunció lo que el siervo
había hecho con respecto a los manjares que había recibido;
y ellos aprobaron todavía más
su decisión, que su siervo debía ser hecho coheredero con su
hijo.»
[56] III. Yo le dije: «Señor, no comprendo estas parábolas,
ni puedo captarlas, a menos que
me las expliques.» «Te lo explicaré todo», me dijo; «y te
mostraré todas las cosas que te
diga. Guarda los mandamientos del Señor, y serás agradable a
Dios, y serás contado entre el
número de los que guardan sus mandamientos. Pero si haces
algo bueno aparte del
mandamiento de Dios, ganarás para ti una gloria más
excelente, y serás más glorioso a la
vista de Dios que si no lo hubieras hecho. Así pues, si
mientras guardas los mandamientos
de Dios añades estos servicios también, te regocijarás si
los observas en conformidad con
mi mandamiento.» Yo le dije: «Señor, todo lo que me mandaste
lo guardaré; porque sé que
tú estás conmigo.» «Yo estaré contigo», me dijo él, «porque
tú tienes tanto celo por hacer
lo bueno; sí, y yo estaré con todos los que tienen un celo
semejante. Este ayuno», dijo él,
«si se guardan los mandamientos del Señor, es bueno. Esta
es, pues, la manera en que has
de guardar este ayuno [que estás a punto de observar]. Ante
todo, guárdate de toda mala
palabra y de todo mal deseo, y purifica tu corazón de todas
las vanidades de este mundo. Si
guardas estas cosas, este ayuno será perfecto para ti. Y así
harás. Habiendo cumplido lo que
está escrito, en el día en que ayunes no probarás sino pan y
agua; y contarás el importe de
lo que habrías gastado en la comida aquel día, y lo darás a
una viuda o a un huérfano, o a
uno que tenga necesidad, y así pondrás en humildad tu alma,
para que el que ha recibido de
tu humildad pueda satisfacer su propia alma, y pueda orar
por ti al Señor. Así pues, si
cumples así tu ayuno, según te ha mandado, tu sacrificio
será aceptable a la vista de Dios, y
este ayuno será registrado; y el servicio realizado así es
hermoso y gozoso y aceptable al
Señor. Estas cosas observarás, tú y tus hijos y toda tu
casa; y, observándolas, serás
bendecido; sí, y todos los que lo oigan y lo vean serán
bendecidos, y todas las cosas que
pidan al Señor las recibirán.»
[57] IV. Le rogué mucho que me explicara la parábola de la
hacienda y del amo, y de la
viña, y del siervo que puso vallado a la viña, [y del
vallado], y de las malas hierbas que
había arrancado de la viña, y del hijo, y de los amigos los
consejeros. Porque me di cuenta
que todas estas cosas eran una parábola. Pero él me contestó
y dijo: «Eres excesivamente
importuno con tus preguntas. No deberías», [dijo él], «hacer
ninguna pregunta en absoluto;
porque si es justo que se te explique una cosa, se te
explicará.» Y le dije: «Señor, todas las
cosas que me muestres y no me las expliques las habré visto
en vano.» Pero de nuevo me
contestó, diciendo: «Todo el que es un siervo de Dios, y tiene
a su Señor en su corazón,
pide entendimiento de Él y lo recibe, e interpreta cada
parábola, y las palabras que el Señor
dice en parábola le son dadas a conocer. Pero todos aquellos
que son lentos y débiles en la
intercesión, éstos vacilan en preguntar al Señor. Pero el
Señor es abundante en compasión,
y da a los que le piden sin cesar. Pero tú, que has sido
vigorizado por el santo ángel, y has
recibido estos (poderes de) intercesión, y no eres
descuidado, ¿por qué, pues, no pides
entendimiento al Señor, y lo obtienes de Él?» Yo le dije:
«Señor, yo que te tengo a ti
conmigo (sólo) tengo que preguntarte a ti e inquirir de ti;
porque tú me muestras todas las
cosas, y me hablas; pero si yo las hubiera de ver u ofr
aparte de ti, habría pedido al Señor
que me fueran mostradas.»
[58] V. «Ya te dije hace un momento», continuó, «que tú eres
poco escrupuloso e
importuno al inquirir sobre las interpretaciones de las
parábolas. Pero como eres tan
obstinado, voy a interpretarte la parábola de la hacienda y
todo lo que la acompaña, para
que puedas darla a conocer a todos. Oye, ahora, y entiende.
La hacienda es este mundo, y el
señor de la hacienda es el que creó todas las cosas, y las
ordenó, y las dotó de su poder, y el
siervo es el Hijo de Dios, y las vides son este pueblo a
quien Él mismo plantó; y las vallas
son los [santos] ángeles del Señor que guardan juntos a su
pueblo; y las malas hierbas, que
son arrancadas de la viña, son las transgresiones de los
siervos de Dios; y los manjares que
Él envió de la fiesta son los mandamientos que Él dio a su
pueblo por medio de su Hijo; y
los amigos y consejeros son los santos ángeles que fueron
creados primero; y la ausencia
del amo es el tiempo que queda hasta su venida.» Yo le dije:
«Señor, grandes y
maravillosas son todas las cosas, y todas las cosas son
gloriosas; ¿había alguna
probabilidad, pues, de que yo pudiera haberlas captado?»
«No, ni ningún otro hombre,
aunque estuviera lleno de entendimiento, podría haberlas
captado.» «Con todo, señor»,
insistí, «explícame lo que estoy a punto de inquirir de ti.»
«Sigue», me dijo, «si deseas
algo.» «¿Por qué, [Señor]», dije yo, «es el Hijo de Dios
representado en esta parábola en la
forma de un siervo?»
[59] VI. «Escucha», me contestó; «el Hijo de Dios no está
representado en la forma de un
siervo, sino que está representado en gran poder y señorío.»
«¿Cómo, señor?», dije yo; «no
lo comprendo.» «Porque», dijo él, «Dios plantó la viña, esto
es, creó al pueblo y lo entregó
a su Hijo. Y el Hijo colocó a los ángeles a cargo de ellos,
para que velaran sobre ellos; y el
Hijo mismo limpió sus pecados, trabajando mucho y soportando
muchas labores; porque
cavar sin trabajar o esforzarse. Habiendo, pues, Él limpiado
a su pueblo, les mostró los
caminos de vida, dándoles la ley que Él recibió de su Padre.
Ves, pues», me dijo, «que Él es
el mismo Señor del pueblo, habiendo recibido todo el poder
de su Padre. Pero escucha en
qué forma el señor tomó a su hijo y sus gloriosos ángeles
como consejeros respecto a la
herencia del siervo. Dios hizo que el Espíritu Santo
preexistente, que creó toda la creación,
morara en carne que Él deseó. Esta carne, pues, en que
reside el Espíritu Santo, fue
sometida al Espíritu, andando honorablemente en santidad y
pureza, sin contaminar en
modo alguno al Espíritu. Cuando hubo vivido, pues,
honorablemente en castidad, y
trabajado con el Espíritu, y hubo cooperado con él en todo,
comportándose él mismo osada
y valerosamente, Él lo escogió como colaborador con el
Espíritu Santo; porque el curso de
esta carne agradó [al Señor], siendo así que, poseyendo el
Espíritu Santo, no fue
contaminado en la tierra. Por tanto, tomó a su Hijo como
consejero y a los gloriosos ángeles
también, para que esta carne, además, habiendo servido al
Espíritu intachablemente,
pudiera tener algún lugar de residencia, y no pareciera que
había perdido la recompensa por
su servicio; porque toda carne que es hallada sin
contaminación ni mancha, en que reside el
Espíritu Santo, recibirá una recompensa. Ahora tienes la
interpretación de esta parábola
también.»
[60] VII. «Estoy muy contento, señor», le dije, «de ofr esta
interpretación.» «Escucha
ahora», dijo él. «Guarda esta tu carne pura e incontaminada,
para que el Espíritu que reside
en ella pueda dar testimonio de ella, y tu carne pueda ser
justificada. Procura que nunca
entre en tu corazón que esta carne tuya es perecedera, y con
ello abuses de ella en alguna
contaminación. [Porque] si tú contaminas tu carne,
contaminarás al Espíritu Santo también;
pero si contaminas + la carne +, no vivirás.» «Pero, señor»,
dije yo, «si ha habido alguna
ignorancia en tiempos pasados, antes de haber oído estas
palabras, ¿cómo será salvado un
hombre que ha contaminado su carne?» «Sólo Dios tiene poder de
sanar los antiguos
hechos de ignorancia», dijo él, «porque toda autoridad es
suya. [Pero ahora guárdate, y el
Señor Todopoderoso, que está lleno de compasión, dará
curación para los antiguos hechos
de ignorancia] si a partir de ahora no contaminas tu carne
ni el Espíritu; porque ambos
comparten en común, y el uno no puede ser contaminado sin el
otro. Por tanto, mantente
puro, y vivirás para Dios.»
Sexta Parábola
[61] I. Estando sentado en mi casa, y glorificando a Dios
por todas las cosas que había
visto; y considerando, respecto a los mandamientos, que eran
hermosos y poderosos y
gozosos y gloriosos y capaces de salvar el alma de un
hombre, dije para mí:
"Bienaventurado seré si ando en estos mandamientos; sí,
y todo el que ande en ellos será
bienaventurado". Mientras decía estas cosas dentro de
mí, súbitamente vi que él estaba
sentado junto a mí, y me decía lo siguiente: «¿Por qué eres
de ánimo indeciso con respecto
a los mandamientos que yo te he mandado? Son hermosos. No
dudes en absoluto; pero
revístete de la fe del Señor, y andarás en ellos. Porque yo
voy a corroborarte en ellos. Estos
mandamientos son apropiados para los que intentan
arrepentirse; porque si no andan en
ellos, su arrepentimiento es vano. Los que os arrepentís,
pues, arrojad de vosotros las
maldades de este mundo que os oprimen; y, revistiéndoos de
toda excelencia de justicia,
podréis observar estos mandamientos y no añadir más a
vuestros pecados. Si no añadís,
pues, ningún otro pecado, os apartaréis de vuestros pecados
anteriores. Andad, pues, en
estos mandamientos míos, y viviréis para Dios. Estas cosas
ya te las he dicho [todas].» Y
después que él me hubo dicho estas cosas, me dijo: «Vayamos
al campo, y te mostraré los
pastores de las ovejas.» «Vayamos, señor», le contesté. Y
fuimos a cierta llanura, y él me
mostró a un joven, un pastor, vestido con un leve manto de
color de azafrán; y estaba
apacentando un gran número de ovejas, y estas ovejas se veía
que estaban bien alimentadas
y eran muy retozonas, y estaban contentas y daban saltos de
un lado a otro; y el mismo
pastor estaba muy contento acerca de su rebaño; y la misma
mirada del pastor era alegre en
extremo; y corría por entre las ovejas.
[62] II. Y me dijo: «¿Ves este pastor?» «Le veo, señor», le
contesté. «Éste es el ángel de la
indulgencia propia y del engaño», me dijo. «Destruye las
almas de los siervos de Dios, y las
pervierte de la verdad, descarriándolas con malos deseos, en
los cuales perecen. Porque se
olvidan de los mandamientos del Dios vivo, y andan en
engaños vanos y actos de
complacencia propia, y son destruidos por este ángel,
algunos de ellos a muerte, y otros a
corrupción.» Y yo le dije: «Señor, no comprendo lo que esto
significa: "a muerte" y "a
corrupción".» «Escucha», me dijo; «las ovejas que viste
contentas y juguetonas, son las que
se han apartado de Dios por completo, y se han entregado a
sus propios deleites y deseos de
este mundo. En ellas, pues, no hay arrepentimiento para
vida. Porque el Nombre de Dios es
blasfemado entre ellas. La vida de estas personas es muerte.
Pero las ovejas que viste que
no están dando saltos, sino que están paciendo en un lugar,
éstas son las que se han
entregado a actos de autoindulgencia y engaño, pero no han
pronunciado ninguna blasfemia
contra el Señor. Estas, pues, han sido corrompidas de la
verdad. En éstas hay esperanza de
arrepentimiento, por el cual pueden vivir. La corrupción,
por tanto, tiene esperanza de una
renovación posible, pero la muerte tiene destrucción
eterna.» Y seguimos un poco más
adelante, y me mostró un gran pastor, como un hombre tosco
en apariencia, con una gran
piel de cabra, blanca, echada sobre su cuerpo; y tenía una
especie de zurrón sobre los
hombros, y un cayado muy duro, con nudos en él, y un gran látigo.
Y su mirada era muy
agria, de modo que tuve miedo de él a causa de su mirada.
Este pastor, entonces, fue
recibiendo del pastor joven aquellas ovejas juguetonas y
bien alimentadas, pero que no
saltaban, y las ponía en cierto lugar que era muy abrupto y
cubierto de espinos y zarzas, de
modo que las ovejas no podían desenredarse de los espinos y
zarzas, sino que [se
enmarañaban entre los espinos y zarzas. Y así estas ovejas]
pacían enmarañadas en los
espinos y zarzas, y su estado era en extremo desgraciado,
pues él las azotaba; y las hacía
avanzar de un lado a otro, sin darles descanso, y en
conjunto aquellas ovejas lo pasaban
muy mal.
[63] III. Cuando las vi tan maltratadas por el látigo y
desgraciadas, me dio pena su
situación, porque eran atormentadas y no tenían reposo
alguno. Y dije al pastor que estaba
hablando conmigo: «Señor, ¿quién es este pastor, que es
[tan] cruel y severo, y no tiene la
menor compasión de estas ovejas?» «Este», me dijo, «es el
ángel del castigo, y es uno de
los ángeles justos, y preside sobre el castigo. Así que
recibe a los que se apartan de Dios y
van en pos de sus concupiscencias y engaños en esta vida, y
los castiga, según merecen,
con castigos espantosos y variados.» «Me gustaría saber de
qué clase son estos castigos
diversos, señor», le dije. «Escucha», me respondió; «las
diversas torturas y castigos son
torturas que pertenecen a la vida presente; porque algunos
son castigados con pérdidas, y
otros con necesidades, y otros con enfermedades variadas, y
otros con [toda clase] de
turbaciones, y otros con insultos de personas dignas y con
sufrimiento en muchos otros
aspectos. Porque muchos, viéndose perturbados en sus planes,
ponen mano en muchas
cosas, y nada les prospera. Y entonces ellos dicen que no
prosperan en sus actos, y no entra
en sus corazones que han cometido malas acciones, sino que
echan la culpa al Señor.
Cuando son afligidos, pues, con toda clase de aflicción,
entonces me los entregan a mí para
recibir buena instrucción, y son corroborados en la fe del
Señor, y sirven al Señor con un
corazón puro el resto de los días de su vida. Y cuando se
arrepienten, las malas obras que
han hecho se levantan en sus corazones, y entonces
glorifican a Dios, diciendo que Él es un
Juez justo, y que sufren justamente cada uno según sus
actos. Y sirven al Señor a partir de
entonces con un corazón puro, y prosperan en sus actos,
recibiendo del Señor todas las
cosas que piden; y entonces glorifican al Señor porque les
ha entregado a mí y ya no sufren
ningún mal.»
[64] IV. Y yo le digo: «Señor, declárame más sobre esta
cuestión.» «~,Qué es lo que
quieres saber?», me preguntó. «Señor, dime silos que viven
en la autoindulgencia y son
engañados sufren tormentos durante el mismo período de tiempo
en que han vivido en la
autoindulgencia y son engañados.» El me contestó: «Sufren
tormentos durante el mismo
período de tiempo.» Y le dije yo: «Entonces, señor, sufren
tormentos muy leves; porque los
que viven así en autoindulgencia y se olvidan de Dios
deberían ser atormentados a razón de
siete por uno.» Él me dijo: «Tú eres un necio, y no
comprendes el poder del tormento.» «Es
verdad», le respondí, «porque si lo hubiera comprendido, no
te habría pedido que me lo
declararas.» «Escucha», me dijo: «el poder de los dos, [de
la autoindulgencia y del
tormento]. El tiempo de la autoindulgencia y el engaño es
una hora. Pero una hora de
tormento tiene el poder de. treinta días. Si uno vive en la
autoindulgencia y es engañado
durante un día, y es atormentado un día, el día de tormento
es equivalente a todo un año.
Porque un hombre es atormentado durante tantos años como
días ha vivido en la
autoindulgencia. Ves, pues», me dijo «que el tiempo de la
autoindulgencia y el engaño es
muy corto, pero el tiempo del castigo y el tormento es
largo.»
[65] V. «Señor», le dije, «como no comprendo del todo lo que
hace referencia al tiempo del
engaño y la auto indulgencia y tormento, muéstramelo más
claramente.» Él me respondió y
me dijo: «La necedad está pegada a ti; porque no quieres
limpiar tu corazón y servir a Dios.
Vigila», [me dijo], «que el tiempo no se cumpla y seas
hallado en tu necedad. Escucha,
pues», [me dijo], «según quieres, para poder comprender
esto. El que vive en la
autoindulgencia y es engañado durante un día, y hace lo que
quiere, está revestido de
mucha locura y no comprende lo que está haciendo; porque el
día de mañana olvida lo que
hizo el día anterior. Porque la autoindulgencia y el engaño,
por razón de su locura, no
tienen recuerdos con los cuales revestirse; pero cuando el
castigo y el tormento están unidos
al hombre durante un solo día, este hombre es castigado y
atormentado durante todo un
año; porque el castigo y el tormento tienen recuerdos
prolongados. Así que, siendo
atormentado y castigado durante todo un año, el hombre
recuerda largo tiempo su
autoindulgencia y engaño, y se da cuenta de que es a causa
de ellas que está sufriendo estos
males. Todo hombre que vive en la autoindulgencia y es
engañado, pues, es atormentado de
esta manera porque, aunque posee la vida, se ha entregado a
sí mismo a la muerte.» «¿Qué
clase de autoindulgencia es perjudicial, señor?» «Toda
acción que hace con placer es
autoindulgencia para el hombre», me contestó; «para el hombre
irascible, cuando da rienda
suelta a su pasión, es autoindulgencia; y el adúltero y el
borracho y el calumniador y el
mentiroso y el avaro y el defraudador y el que hace cosas
semejantes a éstas, da las riendas
a su pasión peculiar, por lo que es autoindulgente en su
acción. Todos estos hábitos de
autoindulgencia son perjudiciales para los siervos de Dios;
a causa de estos engaños sufren,
pues, los que son castigados y atormentados. Pero hay
hábitos de autoindulgencia, también,
que salvan a los hombres; porque muchos son autoindulgentes
en hacer bien, siendo
arrastrados por el placer que les produce. Esta
autoindulgencia, por consiguiente, es
conveniente para los siervos de Dios, y trae vida a un
hombre de esta disposición; pero las
autoindulgencias perjudiciales antes mencionadas producen a
los hombres tormentos y
castigos; y si continúan en ellas y no se arrepienten, les
acarrean la muerte.»
Séptima Parábola
[66] Después de unos días le vi en la misma llanura donde
había visto también a los
pastores, y me dijo: «¿Qué buscas?» «Señor», le contesté,
«estoy aquí para que mandes al
pastor que castiga que salga de mi casa; porque me aflige
mucho.» «Te es necesario», me
dijo, «ser afligido; porque así lo ha ordenado respecto a ti
el ángel glonoso, porque quiere
que seas probado.» «¿Por qué?, ¿qué he hecho que sea tan
malo, señor», le dije, «que deba
ser entregado a este ángel?» «Escucha», me dijo: «Tus
pecados son muchos; con todo, no
son tantos que hayas de ser entregado a este ángel; pero tu
casa ha cometido grandes
iniquidades y pecados, y el ángel glorioso está enojado por
estos actos, y por esta causa ha
mandado que seas afligido durante cierto tiempo, para que
ellos puedan también
arrepentirse y ser limpiados de todo deseo de este mundo.
Por consiguiente, cuando ellos se
arrepientan y sean limpiados, entonces el ángel del castigo
partirá.» Y yo le dije: «Señor, si
ellos han perpetrado estos actos por los que el ángel
glorioso está enojado, ¿qué he hecho
yo?» «Ellos no pueden ser afligidos de otra manera», dijo
él, «a menos que tú, la cabeza de
[toda] la casa, seas afligido; porque si tú eres afligido,
ellos también por necesidad serán
afligidos; pero si tú eres próspero, ellos no pueden sufrir
aflicción alguna.» «Pero, mira,
señor», le dije, «ellos se han arrepentido de todo corazón.»
«Me doy perfecta cuenta»,
contestó él, «que ellos se han arrepentido de todo corazón;
ahora bien, ¿crees tú que los
pecados de los que se arrepienten son perdonados
inmediatamente? No lo son en modo
alguno; sino que la persona que se arrepiente ha de torturar
a su propia alma, y ha de ser del
todo humilde en cada una de sus acciones, y afligido con
toda clase de aflicción; y si
soporta las aflicciones que le vienen, sin duda el que creó
todas las cosas y las dotó de
poder será movido a compasión y concederá algún remedio. Y
esto (hará Dios) si en alguna
forma ve el corazón del penitente puro de todo mal. Pero es
conveniente que tú y toda tu
casa seáis afligidos ahora. Pero, ¿por qué platicar tanto
contigo? Tú has de ser afligido
como ordena el ángel del Señor, el que te entrega a mí; y
por esto da gracias al Señor, que
te ha considerado digno de que yo te revele de antemano la
aflicción, para que sabiéndolo
con antelación la soportes con entereza.» Yo le dije:
«Señor, sé tú conmigo, y podré
soportar toda aflicción [fácilmente].» «Yo estaré contigo»,
me dijo; «y pediré al ángel que
castiga que te aflija más levemente; pero tú serás afligido
durante un tiempo corto, y serás
restaurado de nuevo a tu casa. Sólo sigue siendo humilde y
sirve al Señor con el corazón
puro, tú y tus hijos y tu casa, y anda en mis mandamientos
que te ordeno, y de este modo
será posible que tu arrepentimiento sea fuerte y puro. Y si
guardas estos mandamientos con
tu casa, será apartada de ti toda aflicción; sí, y la
aflicción será apartada de todo aquel que
anda en estos mis mandamientos.
Octava Parábola
[67] I. Y me mostró un [gran] sauce, que hacía sombra a
llanuras y montañas, y bajo la
sombra del sauce se habían congregado los que son llamados
por el nombre del Señor. Y
junto al sauce había de pie un ángel del Señor, glorioso y
muy alto, que tenía una gran hoz,
y estaba cortando ramas del sauce, y dándolas a la gente que
se resguardaba debajo del
sauce; y les daba varas pequeñas de un codo de longitud. Y
después que todos hubieron
tomado las varas, el ángel puso a un lado la hoz, y el árbol
estaba sano, tal como yo lo
había visto al principio. Entonces me maravillé dentro de ml
y dije: «¿Cómo es posible que
el árbol esté sano, después que le han cortado tantas
ramas». El pastor me dijo: «No te
asombres que el árbol permanezca sano después que se le han
cortado tantas ramas?» sino
espera hasta que veas todas las cosas, y se te mostrará lo
que es.» El ángel que dio las varas
a la gente les mandó que se las devolvieran; y tal como cada
uno de ellos las había recibido,
así también fue citándolos, y cada uno le devolvió la vara.
Pero el ángel del Señor las
tomaba y las examinaba. De algunos recibía varas secas y
como comidas por larvas; el
ángel les ordenaba a los que entregaban varas así que se
pusieran a un lado. Y otros las
entregaban medio marchitas; éstos también eran puestos
aparte. Y Otros entregaban varas
medio secas y con grietas; éstos eran puestos también
aparte. Y otros entregaban sus varas
verdes y con grietas; éstos también se quedaban aparte. Y
otros entregaban sus varas medio
secas y medio verdes; éstos también quedaban aparte. Y otros
entregaban las varas dos
tercios verdes y la otra tercera parte seca; éstos se
quedaban aparte. Y otros entregaban
varas con dos panes secas y la tercera verde; éstos también
se quedaban aparte. Y otros
entregaban sus varas casi todas verdes, pero una pequeña porción
seca en el extremo; pero
había grietas en ellas; éstos también se quedaban aparte. Y
en las de otros había una
pequeña parte verde, pero el resto de la vara estaba seca;
éstos también estaban aparte. Y
otros venían trayendo sus varas verdes, tal como las habían
recibido del ángel; y la mayor
parte de la multitud entregaba sus varas en este estado; y
el ángel se regocijaba en gran
manera en éstos; éstos también estaban aparte. Y otros
entregaban sus varas verdes y con
retoños; éstos también eran puestos aparte; y ante éstos
también el ángel se regocijaba
grandemente. Y otros entregaban sus varas verdes y con
retoños; y los retoños tenían lo que
parecía una especie de fruto. Y éstos estaban contentos en
extremo de que sus varas
estuvieran en este estado. Y sobre éstos el ángel se gozaba,
y el pastor estaba muy contento
con ellos.
[68] II. Y el ángel del Señor ordenó que trajeran coronas. Y
trajeron coronas, hechas como
si fuera de ramas de palmera; y coronaba a los hombres que
habían entregado las varas que
tenían retoños y algo de fruto, y los enviaba a la torre. Y
los otros eran también enviados a
la torre, a saber, los que habían traído las varas verdes y
con retoños, pero los retoños no
tenían fruto; y ponía un sello sobre ellos. Y todos los que
iban a la torre tenían el mismo
vestido, blanco como la nieve. Y los que habían entregado
sus varas verdes tal como las
habían recibido fueron despedidos, y se les dio un vestido
[blanco] y sellos. Después que el
ángel hubo terminado estas cosas, dijo al pastor: «Me voy;
pero a éstos los enviarás a sus
(lugares dentro) de los muros, según lo que cada uno
merezca; pero examina las varas
cuidadosamente, y envíalos. Mas sé muy cuidadoso al
examinarlas. Asegúrate que ninguno
escape de ti», le dijo. «Con todo, si alguno se escapa, yo
le probaré en el altar.» Cuando
hubo dicho esto al pastor se marchó. Y después que el ángel
hubo partido, el pastor me
dijo: «Tomemos las varas de todos y plantémoslas, para ver
si algunas de ellas pueden
vivir.» Y, yo le dije: «Señor, estas cosas secas, ¿pueden
vivir?» Él me contestó y dijo: «Este
árbol es un sauce, y esta clase de árboles se aferra a la
vida. Si se plantan las varas y tienen
un poco de humedad, muchas de ellas viven. Y después procuremos
poner algo de agua
sobre ellas. Si alguna de ellas puede vivir, yo me gozaré de
ello; pero si no vive, por lo
menos no habré sido negligente.» Así que el pastor me mandó
que los llamara, a cada uno
según estaba colocado. Y ellos vinieron, fila tras fila, y
entregaron sus varas al pastor. Y el
pastor tomó las varas y las plantó en hileras, y después de
haberlas plantado vertió mucha
agua sobre ellas, de modo que no se podían ver las varas por
el agua. Y después que hubo
regado las varas, me dijo: «Vayámonos ahora, y dentro de
unos pocos días regresemos e
inspeccionemos todas las varas; porque el que ha creado este
árbol quiere que vivan todo os
que han recibido varas de este árbol. Y yo mismo espero que
estas pequeñas varas, después
de haber recibido humedad y haber sido regadas, vivan la
mayor parte de ellas.»
[69] III. Y yo le dije: «Señor, infórmame de qué es este
árbol. Porque estoy perplejo por su
causa, porque aunque se le cortaron tantas ramas, el árbol
está sano, y no parece que se le
haya cortado ninguna; por tanto, estoy perplejo por ello.»
«Escucha», me dijo; «este gran
árbol que hace sombra sobre llanuras y montañas y toda la
tierra es la ley de Dios, que fue
dada a todo el mundo; y esta ley es el Hijo de Dios
predicado a todos los extremos de la
tierra. Pero el pueblo que está bajo la sombra son los que
han oído la predicación y han
creído en Él; pero el ángel grande y glorioso es Miguel, que
tiene poder sobre esta gente y
es su capitán. Porque es él el que pone la ley en los
corazones de los creyentes; por tanto, él
mismo inspecciona a aquellos a quienes la ha dado, por ver
si la han observado. Pero, tú ves
las varas de cada uno; porque las varas son la ley. Tú ves
muchas de estas varas por
completo echadas a perder; y notarás a todos los que no han
observado la ley, y verás el
lugar (destino) de cada uno en particular.» Yo le dije:
«Señor, ¿por qué envió a algunos a la
torre y dejó a otros para ti?» El me dijo: «Todos los que
transgredieron la ley que han
recibido de él, a éstos los ha dejado bajo mi autoridad,
para que se arrepientan; pero a
cuantos ya han satisfecho la ley y la han observado, a éstos
los tiene bajo su propia
autoridad.» «¿Quiénes son, pues, señor», le dije, «los que
han sido coronados y entrado en
la torre?» [«Todos los que han luchado con el diablo y le
han vencido en la lucha», me dijo,
«éstos son coronados]: éstos son los que han sufrido por la
ley. Pero los otros, que también
entregaron sus varas verdes y con retoños, aunque no con fruto,
son los que fueron
perseguidos por la ley pero no sufrieron ni tampoco negaron
la ley. Mas los que las
entregaron verdes, tal como las habían recibido, son hom
bres sobrios y rectos, que
anduvieron del todo en un corazón puro y han guardado los
mandamientos del Señor. Pero
todo lo demás lo sabrás cuando examine estas varas que he
plantado y regado.»
[70] IV. Y después de varios días llegamos al lugar, y el
pastor se sentó en el lugar del
ángel, en tanto que yo estaba de pie a su lado. Y él me
dijo: «Cíñete con una ropa de lino
crudo, y ayúdame. » Así que me ceñí con una ropa limpia de
lino crudo hecha de material
tosco. Y cuando me vio ceñido y dispuesto a servirle, me
dijo: «Llama a los hombres cuyas
varas han sido plantadas, según la fila en que cada un
presentó su vara.» Y yo salí a la
llanura y los llamé a todos; y ellos estaban de pie según
sus filas. Y él les dijo: «Que cada
uno arranque su propia vara, y me la traiga.» Y los primeros
que la entregaron fueron los
que habían tenido las varas secas y agrietadas, y seguían
igual: secas y agrietadas. El les
ordenó que se quedaran aparte. Luego las entregaron los que
las tenían secas pero no
agrietadas; y algunos entregaron varas verdes, y otros secas
y como roídas por larvas. A los
que le dieron varas verdes él les ordenó que se quedaran
aparte; pero a los que se las dieron
secas y agrietadas les ordenó que se unieran a los primeros.
Entonces las entregaron los que
tenían las varas medio secas y con grietas; y muchos de
ellos las entregaban verdes y sin
grietas; y muchos las entregaban verdes y con retoños y
fruto en los retoños, como los que
habían ido a la torre coronados; y algunos de ellos las
entregaban secas y roídas, y algunos
secas y no roídas, y algunos tal como eran, medio secas y
con grietas. El les ordenó que se
pusieran a un lado, algunos en sus propias filas y otros
aparte de ellas.
[71] V. Entonces las entregaron los que tenían sus varas
verdes pero con grietas. Estos las
entregaron todos verdes, y se quedaron en su propia
compañía. Y el pastor se regocijó sobre
éstos, porque estaban todos cambiados y habían eliminado las
grietas. Y las entregaron
también los que tenían la mitad verde y la otra mitad seca.
Las varas de algunos fueron
halladas verdes del todo, las de algunos medio secas, las de
y roídas, y las de algunos
verdes y con retoños. Estos fueron todos enviados cada uno a
su compañía. Luego las
entregaron los que tenían dos partes verdes y la otra seca;
muchos de ellos las entregaban
verdes, y muchos medio secas, y otros secas y roídas. Todos
éstos se quedaron en su propia
compañía. Luego las entregaron los que tenían dos partes
secas y la tercera parte verde.
Muchos de ellos las entregaban medio secas, algunos secas y
roídas, y otros medio secas y
con grietas, y unos pocos verdes. Todos éstos se quedaron en
su propia compañía. Luego
las entregaron los que habían tenido sus varas verdes pero
con una pequeña porción [seca]
y con grietas. De éstos, algunos las entregaron verdes,
otros verdes y con retoños. Estos
también fueron enviados a su propia compañía. Entonces las
entregaron los que tenían una
pequeña parte verde y las otras partes secas. Las varas de
éstos fueron halladas en su mayor
parte verdes y con retoños y fruto en los retoños, y otras
del todo verdes. Ante estas varas el
pastor se regocijó [sobremanera] porque fueron halladas así.
Y éstos fueron enviados a su
propia compañía.
[72] VI. Cuando [el pastor] hubo examinado las varas de
todos, me dijo: «Ya te dije que
este árbol es tenaz en mantenerse vivo. ¿Ves», me dijo,
«como muchos se arrepintieron y
fueron salvados?» «Lo veo, señor», le contesté. Y él me
dijo: «Es para que tú puedas ver la
abundante compasión del Señor, cuán grande es y gloriosa, y
Él ha dado (su) Espíritu a los
que eran dignos de arrepentimiento.» «¿Por qué, pues,
señor», le pregunté, «no se
arrepintieron todos?» «A aquellos cuyo corazón Él vio que
estaba a punto de volverse puro
y de servirle a Él de todo corazón, Él les dio
arrepentimiento; pero a aquellos en los que vio
astucia y maldad, que intentaban arrepentirse en hipocresía,
a éstos no les dio
arrepentimiento, para que no profanaran de nuevo su nombre.»
Y yo le dije: «Señor, ahora
muéstráme, con referencia a los que han entregado sus varas,
qué clase de hombre era cada
uno de ellos, y su morada, para que cuando oigan esto los
que han creído y recibido el sello
y lo han roto y no lo han guardado entero, puedan entender
lo que están haciendo, y
arrepentirse, recibiendo de ti un sello, y puedan glorificar
al Señor, que tuvo compasión de
ellos y te envió a ti para renovar su espíritu.» «Escucha»,
me dijo: «Aquellos cuyas varas
fueron halladas secas y comidas de larvas, éstos son los
renegados y traidores de la Iglesia,
que han blasfemado al Señor en sus pecados, y todavía más,
se avergonzaron del Nombre
del Señor, que fue invocado sobre ellos. Estos, pues,
perecerán del todo para Dios. Pero tú
ves también que ninguno de ellos se arrepintió, aunque oyeron
las palabras que les dijiste,
que yo te había mandado. De hombres de esta clase ha partido
la vida. Pero los que
entregaron (varas) verdes y sin marchitar, éstos están
también cerca de ellos; porque eran
hipócritas, y trajeron doctrinas extrañas, y pervirtieron a
los siervos de Dios, especialmente
a los que no habían pecado, no permitiéndoles que se
arrepintieran, sino persuadiéndoles
con sus doctrinas insensatas. Éstos, pues, tienen esperanza
de arrepentirse. Pero ves que
muchos de ellos verdaderamente se han arrepentido desde que
tú les hablaste de mis
mandamientos; sí, y (otros) todavía se arrepentirán. Y todos
los que no se arrepientan,
habrán perdido la vida; pero cuantos de ellos se
arrepintieron se volvieron buenos; y su
morada fue colocada dentro de los primeros muros, y alguno
de ellos, incluso, ascendió
dentro de la torre. Ves, pues», [me dijo], «que el
arrepentimiento de los pecados trae vida,
pero el no arrepentirse trae muerte.
[73] VII. »Pero, en cuanto a los que entregaron (varas)
medio secas y con gnetas en ellas,
oye respecto a los mismos. Aquellos cuyas varas estaban
medio marchitas del todo, eran los
indecisos; porque ni viven ni están muertos. Pero los que
las tienen medio secas y con
grietas, éstos son los indecisos y calumniadores, y nunca
están en paz entre sí, sino que
siempre causan disensiones. Con todo, incluso éstos», [dijo
él], «reciben arrepentimiento.
Ves, [me dijo], que algunos de ellos se han arrepentido; y
todavía hay», me dijo,
«esperanza de arrepentimiento entre ellos. Y todos los que
de ellos», me dijo, «se han
arrepentido, tienen su residencia dentro de la torre; pero
todos los que se han arrepentido
tardíamente morarán dentro de los muros; y los que no se
arrepintieron, sino que
continuaron en sus actos, morirán de muerte. Pero los que
han entregado sus varas verdes y
con grietas, éstos fueron hallados fieles y buenos en todo
tiempo, [pero] tienen cierta
emulación los unos de los otros para obtener el primer lugar
y gloria de alguna clase; pero
todos ellos son necios al mostrar (rivalidad) el uno del
otro por los primeros lugares. Pese a
todo, éstos también, cuando oyeron mis mandamientos, siendo
buenos, se purificaron a si
mismos y se arrepintieron rápidamente. Tienen, por tanto, su
habitación dentro de la torre.
Pero si alguno vuelve otra vez a la disensión, será echado
fuera de la torre y perderá su
vida. La vida es para todos los que guardan los mandamientos
del Señor. Pero en los
mandamientos no hay nada sobre los primeros lugares, ni
sobre gloria de alguna clase, sino
sobre paciencia y humildad en el hombre. En estos hombres,
pues, hay la vida del Señor,
pero en el sedicioso y libertino hay muerte.
[74] VIII. »Pero los que entregaron sus varas medio verdes y
medio secas, éstos son los que
están mezclados en negocios y no se unen a los santos. Por
lo tanto, la mitad de ellos vive,
pero la otra mitad está muerta. Muchos de ellos cuando
oyeron mi mandamiento se
arrepintieron. Todos los que se arrepintieron tienen su
morada dentro de la torre. Pero
algunos de ellos están puestos aparte. Estos, pues, no
tienen arrepentimiento; porque a
causa de sus negocios blasfemaron al Señor y le negaron. Así
que perdieron su vida por la
maldad que cometieron. Pero muchos de ellos eran de ánimo
indeciso. Estos todavía tienen
oportunidad para el arrepentimiento; si se arrepienten
rápidamente, su morada será dentro
de la torre; y si tardan en arrepentirse, morarán dentro de
los muros; pero si no se
arrepienten, ellos también habrán perdido la vida. Pero los
que han entregado varas dos
partes verdes y la tercera seca, éstos son los que han
negado con negaciones múltiples.
Muchos de ellos se han arrepentido, pues, y han partido
hacia el interior de la torre; pero
muchos se rebelaron del todo contra Dios; éstos perdieron
finalmente la vida. Y algunos de
ellos eran de ánimo indeciso y causaban disensiones. Para
éstos, por tanto, hay
arrepentimiento si se arrepienten rápidamente y no siguen en
sus placeres; pero si siguen en
sus acciones, éstos también se procurarán ellos mismos la
muerte.
[75] IX. »Pero los que han entregado sus varas dos tercios
secas y un tercio verde, éstos son
los que han sido creyentes, pero se hicieron ricos y
tuvieron renombre entre los gentiles. Se
revistieron de gran orgullo y se volvieron arrogantes, y
abandonaron la verdad y no se
juntaron con los justos, sino que vivieron del todo a la
manera de los gentiles, y su camino
les pareció más placentero a ellos; pese a todo no se
apartaron de Dios, sino que
continuaron en la fe, aunque no hicieron las obras de la fe.
Muchos de ellos, por
consiguiente, se arrepintieron y tuvieron su habitación
dentro de la torre. Pero otros, al
final, viviendo con los gentiles y siendo corrompidos por
las opiniones vanas de los
gentiles, se apartaron de Dios e hicieron las obras de los
gentiles. Estos, pues, son
nombrados con los gentiles. Pero otros entre ellos eran de
ánimo indeciso, no esperando ser
salvos por razón de algunos actos que habían cometido; y
otros eran indecisos y hacían
divisiones entre ellos. Para los que eran indecisos a causa
de sus hechos hay todavía
arrepentimiento; mas, su arrepentimiento debería ser rápido,
para que su morada pueda ser
dentro de la torre; pero para los que no se arrepienten,
sino que siguen en sus pasiones, la
muerte está cerca.
[76] X. »Mas los que entregaron sus varas verdes, pero con
el extremo seco y con grietas,
son los que fueron hallados en todo tiempo buenos y fieles y
gloriosos a la vista de Dios,
pero pecaron en un grado leve por causa de deseos triviales
y porque tenían algo los unos
contra los otros. Pero, cuando oyeron mis palabras la mayor
parte se arrepintió
rápidamente, y su morada fue asignada dentro de la torre.
Pero algunos de ellos eran
indecisos, y algunos, siendo indecisos, causaron una mayor
disensión. En éstos, por lo
tanto, hay todavía esperanza de arrepentimiento, porque
fueron hallados buenos; y apenas
habrá alguno de ellos que muera. Pero los que entregaron sus
varas secas, pero con una
pequeña porción verde, éstos son los que creyeron pero
practicaron las obras de injusticia.
Con todo, no se separaron nunca de Dios, sino que llevaron
el nombre alegremente, y
alegremente recibieron en sus casas a los siervos de Dios.
Así que, al oír de este
arrepentimiento, se arrepintieron sin vacilar, y practicaron
toda excelencia y justicia. Y
algunos de ellos, incluso, sufrieron persecución
voluntariamente, sabiendo los hechos que
hacían. Todos éstos, por tanto, tendrán su morada en la
torre.»
[77] XI. Y después que hubo completado la interpretación de
todas las varas, me dijo: «Ve
y di a todos los hombres que se arrepientan, y vivirán para
Dios; porque el Señor en su
compasión me envió a dar arrepentimiento a todos, aunque
algunos no lo merecen por sus
actos; pero, siendo el Señor paciente, quiere que sean
llamados por medio de su Hijo para
que sean salvos.» Y le dije: «Señor, espero que todos los
que oigan estas palabras se
arrepentirán; porque estoy persuadido de que cada uno,
cuando conozca plenamente sus
propios actos y tema a Dios, se arrepentirá.» El me
respondió diciéndome: «Todos
cuantos», [dijo él], «se [arrepientan] de todo corazón [y]
se limpien de todas las malas
acciones antes mencionadas, y no añadan ningún peéado más a
los anteriores, recibirán
curación del Señor para sus pecados anteflore a menos que
sean de ánimo indeciso con
respecto a estos mandamientos, y vivirán para Dios. [Pero
cuantos añadan a sus pecados»,
me dijo, «y anden en las concupiscencias de este mundo, se
condenarán a sí mismos a
muerte.] Pero tú anda en mis mandamientos, y vive [para
Dios; sí, y cuantos anden en ellos
y obren rectamente, vivirán para Dios.]» Habiéndome mostrado
todas estas cosas [y
habiéndomelas dicho] me dijo: «Mira, te declararé el resto
dentro de unos días.»
Novena Parábola
[78] I. Después de haber escrito los mandamientos y
parábolas del pastor, el ángel del
arrepentimiento vino a mí y me dijo: «Deseo mostrarte todas
las cosas que el Espíritu
Santo, que habló contigo en la forma de la Iglesia, te
mostró. Porque este Espíritu es el Hijo
de Dios. Porque cuando tú eras más débil en la carne, no te
fue declarado a través de un
ángel; pero cuando fuiste capacitado por el Espíritu, y te
hiciste fuerte en tu fortaleza de
modo que pudiste incluso ver un ángel, entonces te fue
manifestada de modo claro, a través
de la Iglesia, la edificación de la torre. En forma justa y
apropiada has visto todas las cosas,
(instruido) como si fuera por una virgen; pero ahora ves
(siendo instruido) por un ángel,
aunque es por el mismo Espíritu; pese a ello, has de
aprenderlo todo con más exactitud de
mí. Porque para esto también fui designado por el ángel
glorioso para permanecer en tu
casa, para que pudieras ver todas las cosas con poder, sin
sentirte aterrado en nada, no
como antes.» Y él me llevó a Arcadia, a cierta montaña
redondeada, y me puso en la
cumbre de la montaña, y me mostró una gran llanura, y
alrededor de la llanura doce
montañas, las cuales tenían cada una un aspecto diferente.
La primera era negra como
hollín; la segunda, desnuda, sin vegetación; la tercera,
llena de espinos y zarzas; la cuarta
tenía la vegetación medio mustia, la parte superior de la
hierba era verde, pero la parte
cercana a las raíces, seca, y parte de la hierba se había
marchitado, siempre que el sol la
había quemado; la quinta montaña tenía hierba verde y era
áspera; la sexta montaña estaba
llena de barrancos por todas partes, algunos pequeños y
otros grandes, y en las hendiduras
había vegetación, pero la hierba no era muy lozana, sino más
bien marchita; la séptima
montaña tenía vegetación sonriente, y toda la montaña estaba
en condición próspera, y
había ganado y aves de todas clases que se alimentaban en
esta montaña; y cuanto más
ganado y aves alimentaba, más florecía la hierba de esta
montaña. La octava montaña
estaba llena de fuentes, y toda clase de criaturas del Señor
bebían en las fuentes de esta
montaña. La novena montaña no tenía agua alguna y era por
completo un desierto; y tenía
fieras y reptiles mortíferos, que destruían a la humanidad.
La décima montaña tenía árboles
muy grandes y mucha umbría, y bajo la sombra había ovejas
echadas y paciendo y
reposando. La montaña undécima tenía una gran espesura de
bosques por todas partes, y los
árboles de la misma eran muy productivos, cubiertos de
varias clases de frutos, de modo
que uno al verlos deseaba comer estos frutos. La duodécima
montaña era del todo blanca y
su aspecto era alegre; y la montaña era en extremo hermosa
de por si.
[79] II. Y en la mitad de la llanura me mostró una gran roca
blanca, que se levantaba sobre
la llanura. La roca era más elevada que las montañas, y
tenía cuatro lados, de modo que
podía contener a todo el mundo. Ahora bien, esta roca era
antigua y tenía una puerta
excavada en ella; pero la puerta me pareció haber sido
excavada muy recientemente. Y la
puerta brillaba más que el resplandor del sol., de modo que
me maravillé del brillo de la
puerta. Y alrededor de la puerta había doce vírgenes. Las
cuatro que estaban en los
extremos me parecieron más gloriosas (que el resto); pero
las otras también eran gloriosas;
y (las cuatro) estaban de pie en las cuatro partes de la
puerta, y había vírgenes, en parejas,
entre ellas. E iban vestidas de túnicas de lino y ceñidas de
manera apropiada, teniendo el
hombro derecho libre, como si intentaran llevar alguna
carga. Así estaban preparadas,
porque eran muy animosas y alegres. Después que vi estas
cosas, me maravillé de la
grandeza y la gloria de lo que estaba viendo. Y de nuevo me
quedé perplejo con respecto a
las vfrgenes, que, aunque fueran delicadas, estaban de pie
como hombres, como si
intentaran llevar todo el cielo. Y el pastor me dijo: «¿Por
qué te haces preguntas y estás
perplejo, y te pones triste? Porque las cosas que no puedes
comprender no te las propongas,
si eres prudente; pero ruega al Señor, para que puedas
recibir entendimiento para
comprenderlas. Lo que hay detrás de ti tú no puedes verlo,
pero lo que hay delante de ti lo
contemplas. Las cosas que no puedes ver, por tanto, déjalas,
y no te preocupes de ellas;
pero las cosas que puedes ver, éstas domínalas, y no tengas
curiosidad sobre el resto; pero
voy a explicarte todas las cosas que te mostraré. Observa,
pues, lo que queda.»
[80] III. Y vi seis hombres que venían, altos y gloriosos y
de aspecto semejante, y éstos
llamaron a una gran multitud de hombres. Y los otros que
habían venido también eran altos
y hermosos y poderosos. Y los seis hombres les ordenaron que
edificaran una torre sobre la
puerta. Y hacían un gran ruido estos hombres que habían
venido para edificar la torre,
cuando corrían de un lado a otro alrededor de la puerta.
Porque las vírgenes que había junto
a la puerta dijeron a los hombres que se apresuraran a
edificar la torre. Y las vírgenes
tendieron las manos como para recibir algo de los hombres. Y
los seis hombres ordenaron
que subieran piedras de cierto hoyo profundo, que habían de
servir para la edificación de la
torre. Y subieron diez piedras cuadradas y pulimentadas,
[no] labradas de una cantera. Y
los seis hombres llamaron a las vfrgenes, y les ordenaron
que llevaran todas las piedras que
habían de entrar en la edificación de la torre, y que las
pasaran por la puerta y las
entregaran a los hombres que estaban a punto de edificar la
torre. Y las vírgenes se
cargaron las primeras diez piedras que habían aparecido de
lo profundo del hoyo, y las
transportaron entre todas, piedra por piedra.
[81] IV. Y tal como estaban juntas alrededor de la puerta,
en este orden las llevaron; las que
parecían ser bastante fuertes se habían inclinado a los
ángulos de la piedra, en tanto que las
otras se inclinaban a los lados de la piedra. Y así
acarrearon todas las piedras. Y las
trasladaron a través de la puerta, tal como se les había
ordenado, y las entregaron a los
hombres para la torre; y éstos tomaron las piedras y
edificaron. Y la edificación de la torre
era sobre la gran roca y sobre la puerta. Estas diez piedras
fueron entonces juntadas, y
cubrían toda la roca. Y éstas formaron un fundamento para el
edificio de la torre. Y [la roca
y] la puerta sostenían toda la torre. Y después de las diez
piedras subieron de la
profundidad otras veinticinco piedras, y éstas fueron
encajadas en el edificio de la torre,
siendo acarreadas por las vírgenes, como las anteriores. Y
después de éstas subieron treinta
y cinco piedras. Y éstas, asimismo, fueron encajadas en la
torre. Y después de éstas
vinieron otras cuarenta piedras, y éstas fueron puestas
todas en el edificio de la torre. Así
que se pusieron cuatro hileras en los fundamentos de la
torre. Y (las piedras) dejaron de
subir de la profundidad, y los edificadores también cesaron
un rato. Y entonces los seis
hombres ordenaron a la multitud de gente que trajera piedras
de las montañas para la
edificación de la torre. Fueron traídas, pues, de todas las
montañas, de varios colores,
labradas por los hombres, y entregadas a las vírgenes; y las
vírgenes las acarreaban a través
de la puerta y las entregaban para la edificación de la
torre. Y cuando las distintas piedras
fueron colocadas en el edificio, se hicieron semejantes
todas y blancas, y perdieron sus
muchos colores. Pero algunas piedras fueron entregadas por
los hombres para el edificio, y
éstas no se volvieron brillantes; sino que tal como eran
colocadas, así permanecían; porque
no eran entregadas por las vírgenes ni habían sido
acarreadas a través de la puerta. Estas
piedras, pues, eran disformes y desagradables a la vista en
el edificio de la torre. Entonces
los seis hombres vieron que las piedras eran impropias en el
edificio, y ordenaron que
fueran quitadas y fueran llevadas (abajo) a su lugar propio,
de donde habían sido traídas. Y
dijeron a los hombres que estaban trayendo piedras:
«Absteneos del todo de entregar
piedras para la edificación; pero colocadlas junto a la
torre, para que las vfrgenes las
acarreen a través de la puerta y las entreguen a los que
edifican. Porque», [dijeron ellos],
«si no son acarreadas a través de la puerta por las manos de
estas vírgenes no pueden
cambiar su color. No trabajéis, pues», [dijeron], «en vano.»
[82] V. Y el edificio quedó terminado en aquel día; con
todo, la torre no quedó terminada
por completo, porque había de ser elevada [todavía] un poco
más; y hubo una interrupción
en la edificación. Y los seis hombres ordenaron a los
edificadores que se retiraran un rato
[todos ellos] y descansaran; pero a las vírgenes no les
ordenaron que se retiraran de la torre.
Y yo pensé que las vírgenes se habían quedado para guardar
la torre. Y después que todos
se hubieron retirado [y descansado], yo le dije al pastor:
«Señor, ¿por qué no ha sido
completada la edificación de la torre?» «La torre», me
contestó, «no puede ser
completamente terminada hasta que su Señor venga y ponga a
prueba este edificio, con el
fin de que, si hay algunas piedras que se desmenuzan, las
pueda cambiar porque la torre es
edificada según su voluntad.» «Quisiera saber, señor», le
dije, «qué es el edificio de esta
torre, y respecto a la roca y la puerta, y las montañas, y
las vírgenes, y las piedras que
vinieron de lo profundo y no fueron labradas, sino que
fueron usadas tal como estaban en la
edificación; y porqué fueron colocadas primero diez piedras
en los fundamentos, luego
veinticinco, luego treinta y cinco, luego cuarenta; y
respecto a las piedras que han entrado
en la edificación y fueron quitadas otra vez y devueltas a
su lugar; con respecto a todas
estas cosas da descanso a mi alma, señor, y explícamelas.» Y
me dijo: «Si no eres
dominado por una curiosidad yana, conocerás todas estas
cosas. Porque después de unos
pocos días vendremos aquí, y verás lo que a continuación
ocurrirá a esta torre y entenderás
todas las parábolas con exactitud.» Y después de unos días
volvimos al lugar en que nos
habíamos sentado, y él me dijo: «Vayamos a la torre, porque
el propietario de la torre viene
para inspeccionarla.» Y fuimos a la torre y no había nadie
allí cerca, excepto las vírgenes.
Y el pastor preguntó a las vírgenes si el amo de la torre
había llegado. Y ellas le dijeron que
llegaría pronto para inspeccionar el edificio.
[83] VI. Y he aquí, después de poco vi un despliegue de
muchos hombres que venían, y en
medio un hombre de una estatura tal que sobrepujaba la
torre. Y los seis hombres que
habían dirigido la edificación andaban con él a su derecha y
a su izquierda, y todos los que
habían trabajado en la edificación estaban con él, y muchos
otros gloriosos ayudantes
alrededor. Y las vírgenes que vigilaban la torre se
adelantaron y le besaron, y empezaron a
caminar a su lado alrededor de la torre. Y este hombre
inspeccionó el edificio tan
cuidadosamente, que palpó cada una de las piedras, y
empuñaba una vara en la mano, con
la cual golpeaba cada una de las piedras que estaba colocada
en el edificio. Y cuando
golpeaba, algunas de las piedras se volvían negras como
hollín, otras mohosas, otras se
resquebrajaban, otras se rompían, otras no se volvían ni
blancas ni negras, otras deformes y
no encajaban con las otras piedras, y otras mostraban muchas
manchas; éstos eran los
aspectos diversos de las piedras que se veía eran impropias
para el edificio. Así que ordenó
que todas ellas fueran quitadas de la torre, y fueran
colocadas junto a la torre, y fueran
traídas otras piedras y colocadas en lugar de aquéllas. Y
los edificadores le preguntaron de
qué montaña deseaba que fueran traídas las piedras y puestas
en su lugar. Y él no quiso que
fueran traídas de las montañas, sino que mandó que fueran
traídas de cierta llanura que
había muy cerca. Y cavaron en la llanura, y se hallaron
piedras allí brillantes y cuadradas,
pero algunas de ellas eran demasiado redondeadas. Y todas
las piedras que había por todas
panes en aquella llanura fueron traídas, y fueron acarreadas
a través de la puerta por las
vírgenes. Y las piedras cuadradas fueron labradas y puestas
en el lugar de las que habían
sido quitadas; pero las redondeadas no fueron colocadas en
el edificio, porque era difícil
darles forma, y el trabajo en ellas era lento. Así que
fueron colocadas al lado de la torre,
como si se intentara darles forma y colocarlas en el
edificio; porque eran muy brillantes.
[84] VII. Así que, habiendo realizado estas cosas, el hombre
glorioso que era el señor de
toda la torre llamó al pastor hacia sí, y le entregó todas
las piedras que había puestas al lado
de la torre, y que fueron quitadas del edificio, y le dijo:
«Limpia estas piedras
cuidadosamente, y ponlas en el edificio de esta torre; se
entiende las que puedan encajar
con el resto; pero las que no puedan encajar, échalas lejos
de la torre.» Habiendo dado estas
órdenes al pastor, se marchó de la torre con todos los que
habían venido con él. Y las
vírgenes estaban alrededor de la torre observándole. Yo le
dije al pastor: «¿Cómo pueden
estas piedras entrar otra vez en el edificio de la torre,
siendo así que han sido
desaprobadas?» Él me contestó: «¿Ves estas piedras?» «Las
veo, señor», le dije. «Yo
mismo daré forma a la mayor parte de estas piedras y las
pondré en el edificio, y encajarán
con las piedras restantes.» «¿Cómo es posible», le dije,
«cuando sean recortadas con el
cincel, que encajen en el mismo espacio?» El me dijo como
respuesta: «Todas las que sean
halladas pequeñas, serán puestas en medio del edificio; pero
las que sean mayores, serán
colocadas cerca del exterior, y se enlazarán con las otras.»
Con estas palabras me dijo:
«Vayámonos, y después de dos días volvamos y limpiemos estas
piedras y pongámoslas en
el edificio; porque todas las cosas alrededor de la torre
han de ser limpiadas, no sea que el
señor venga súbitamente y halle los alrededores de la torre
sucios y se enoje, y resulte que
estas piedras no entren en la edificiación de la torre y yo
sea tenido por descuidado a los
ojos de mi señor.»
Y después de dos días fuimos a la torre, y él me dijo:
«Inspeccionemos todas las piedras, y
veamos cuáles pueden servir para la edificación.» Yo le
dije: «Señor, inspeccionémoslas.»
[85] VIII. Y así, empezando, primero inspeccionamos las
piedras negras; y tal como habían
sido descartadas del edificio, así las hallamos. Y el pastor
ordenó que fueran quitadas de la
torre y fueran puestas a un lado. Luego inspeccionó las que
eran mohosas, y las tomó y
moldeó muchas de ellas, y ordenó a las vírgenes que las
tomaran y las pusieran en el
edificio. Y las vírgenes las tomaron y las colocaron en el
edificio de la torre en una posición
media. Pero para las restantes ordenó que fueran colocadas
con las negras, porque éstas
también eran negras. Luego empezó a inspeccionar las que
tenían rajas; y de éstas moldeó
algunas, y ordenó que fueran llevadas por las manos de las
vírgenes para el edificio. Y
fueron colocadas hacia fuera, porque se vio que eran sanas.
Pero el resto no pudo ser
moldeado debido al número de rajas. Por esta razón, pues,
fueron echadas fuera del edificio
de la torre. Luego siguió inspeccionando (las piedras) de
tamaño reducido, y muchas de
ellas estaban negras, y algunas tenían grandes rajas; y
ordenó que éstas también fueran
colocadas con las que habían sido descartadas. Pero las que
quedaban, él las limpió y les
dio forma, y ordenó que fueran colocadas en el edificio. Así
que las vírgenes las tomaron y
las encajaron en medio del edificio de la torre; porque eran
algo débiles. Luego empezó a
inspeccionar las que eran medio blancas y medio negras, y
muchas de ellas (ahora) eran del
todo negras; y ordenó que éstas fueran llevadas con las que
habían sido descartadas antes.
+Pero todas las restantes fueron [halladas blancas, y
fueron] llevadas por las vírgenes;
porque siendo blancas fueron encajadas por las mismas
[vírgenes] en el edificio.+ Pero
fueron colocadas hacia fuera, porque estaban sanas, de modo
que podían unirse a las que
habían sido colocadas en medio; porque ni una sola de ellas
era demasiado pequeña.
Entonces empezó a inspeccionar las duras y deformes; y unas
pocas fueron descartadas,
debido a que no se podían moldear, porque eran demasiado
duras. Pero moldeó las
restantes, les dio forma [y fueron llevadas por las
vírgenes], y fueron encajadas en medio
del edificio de la torre, porque eran algo débiles. Luego
siguió inspeccionando las que
tenían manchas, y algunas de éstas se habían vuelto negras y
fueron echadas con el resto;
pero las restantes eran brillantes y sanas, y fueron
encajadas por las vírgenes en el edificio;
pero fueron colocadas hacia fuera debido a su fuerza.
[86] IX. Entonces fue a inspeccionar las piedras blancas y
redondas, y me dijo: «¿Qué
haremos con estas piedras?» «¿Cómo puedo saberlo yo,
señor?», le respondí. [Y él me
dijo]: «j,No te das cuenta de nada con respecto a las
mismas?» Y le dije: «Señor, no
entiendo en este arte, ni soy cantero, ni puedo decir nada.»
«¿No ves», me dijo, «que son
muy redondas, y si quiero hacerlas cuadradas es necesario
quitar de ellas mucho con el
cincel? Con todo, algunas tienen que ser colocadas por
necesidad en el edificio.» «Señor»,
dije, «si ha de ser así, ¿por qué te desazonas, y por qué no
escoges para el edificio las que
quieras y las encajas en él?» El escogió de entre las
grandes y brillantes algunas y las picó;
y las vírgenes las tomaron y las encajaron en las panes
exteriores del edificio. Pero las
restantes que habían quedado se las llevaron y las pusieron
en la llanura de donde habían
sido traídas; éstas no fueron echadas, sin embargo, porque»,
dijo él, «queda todavía parte de
la torre para ser construida. Y el señor de la torre desea
muchísimo que estas piedras sean
encajadas en el edificio, porque son muy brillantes.» Así
que fueron llamadas doce mujeres,
de muy hermosa figura, vestidas de negro, [ceñidas y con los
hombros desnudos], con el
pelo colgando. Y estas mujeres, pensé yo, tenían un aspecto
arisco. Y el pastor ordenó que
tomaran las piedras que habían sido desechadas del edificio,
y las llevaran a las mismas
montañas de las cuales habían sido traídas; y ellas las
tomaron con alegría, y se llevaron
todas las piedras y las pusieron en el lugar de donde habían
sido sacadas. Y después que
habían sido quitadas todas las piedras, y no quedaba una
sola alrededor de la torre, el pastor
me dijo: «Demos la vuelta a la torre y veamos que no haya
defecto en ella.» Y yo di la
vuelta con él. Y cuando el pastor vio que la torre era muy
hermosa en la edificación, se
puso en extremo contento; porque la torre estaba tan bien
edificada que, cuando yo la vi,
deseé con ansia la edificación de la misma; porque estaba
edificada como si fuera de una
sola piedra, encajada toda junta. Y la obra de piedra
parecía como si hubiera sido excavada
de la roca; porque me parecía como si fuera todo una sola
piedra.
[87] X. Y cuando andaba con él yo estaba contento al ver una
vista tan airosa. Y el pastor
me dijo: «Ve y trae yeso y arcilla fina, para que pueda
rellenar las formas de las piedras que
han sido tomadas y puestas en el edificio; porque toda la
torre alrededor ha de ser lisa.» E
hice lo que me mandó, y se lo traje. «Ayúdame», me dijo, «y
la obra será realizada
rápidamente.» Así que él llenó las formas de las piedras que
habían entrado en el edificio, y
ordenó que los alrededores de la torre fueran barridos y
limpiados. Y las vírgenes tomaron
escobas y barrieron, y quitaron todos los escombros
alrededor de la torre, y rociaron con
agua, y el terreno alrededor de la torre quedó alegre y muy
hermoso. El pastor me dijo:
«Todo ha quedado limpio ahora. Si el señor viene a
inspeccionar la torre, no tiene nada de
qué acusarnos.» Diciendo esto, quería marcharse. Pero yo
eché mano de su zurrón y le
conjuré por el Señor que me explicara [todo] lo qüe me había
mostrado. El me dijo: «Estoy
ocupado durante un rato; luego te lo explicaré todo.
Espérame aquí hasta que vuelva.» Yo
le dije: «Señor, cuando esté solo aquí, ¿qué es lo que tengo
que hacer?» «Tú no estás solo»,
me contestó, «porque estas vírgenes están aquí contigo.»
«Encomiéndame, pues, a ellas», le
dije. El pastor las llamó y les dijo: «Os encomiendo a este
hombre hasta que vuelva», y se
marchó. Así que yo quedé solo con las vírgenes; y ellas
estaban muy alegres, y
amablemente dispuestas hacia mí, especialmente las cuatro
que eran más gloriosas en
apariencia.
[88] XI. Las vírgenes me dijeron: «Hoy el pastor no viene
aquí.» «¿Qué haré yo, pues?»,
dije. «Espérale», dijeron, «hasta el anochecer; y si viene,
él hablará contigo; pero si no
viene, te quedarás aquí con nosotras hasta que venga.» Yo
les dije: «Le esperaré hasta el
anochecer, y si no viene, me marcharé a casa y regresaré
temprano por la mañana.» Pero
ellas contestaron y me dijeron: «Él te encomendó a nosotras,
y no puedes marcharte de
nosotras.» «¿Dónde me quedaré, pues?» «Tú pasarás la noche
con nosotras», dijeron,
«como un hermano, no como un marido; porque tú eres nuestro
hermano, y a partir de
ahora nosotras moraremos contigo; porque te amamos
entrañablemente.» Pero yo tenía
vergüenza de quedarme con ellas. Y la que parecía ser la
principal empezó a besarme y
abrazarme; y las otras, viendo que ella me abrazaba,
empezaron también a besarme, y me
llevaban alrededor de la torre y jugaban conmigo. Y yo me
había vuelto como si fuera un
joven, y comencé yo mismo a jugar con ellas. Porque algunas
de ellas empezaron a danzar,
[otras a dar saltos], otras a cantar. Pero yo me quedé en
silencio y andaba con ellas
alrededor de la torre, y estaba contento con ellas. No
obstante, cuando llegó la noche,
deseaba irme a casa; pero ellas no me dejaron, sino que me
detuvieron. Y yo pasé la noche
con ellas, y dormí al lado de la torre. Porque las vírgenes
esparcieron sus túnicas de lino
sobre el suelo, y me hicieron echar en medio de ellas, y
ellas no hacían otra cosa que orar; y
yo oraba con ellas sin cesar, y no menos que ellas. Y las
vírgenes se regocijaban de que yo
orara. Y yo estuve con las vírgenes allí hasta la mañana a
la segunda hora. Entonces vino el
pastor y dijo a las vírgenes: «¿Le habéis hecho algún daño?»
«Pregúntaselo», dijeron. Y yo
le dije: «Señor, estuve contento de estar con ellas.» «¿Qué
comiste para cenar?», me
preguntó. «Cené, señor, las palabras del Señor durante toda
la noche», le dije. «¿Te trataron
bien?», preguntó él. «Sí, señor», contesté. «Ahora», dijo
él, «¿qué es lo que quieres oír
primero?» «En el orden en que me lo has mostrado, señor,
desde el principio», le dije; «te
ruego, señor, que me lo expliques exactamente en el orden en
que te lo preguntaré.» «Según
tu deseo, así te lo interpretaré», me dijo, «y no te
esconderé nada a ti.»
[89] XII. «Primero, señor», le dije, «explícame esto. La
roca y la puerta, ¿qué son?» «Esta
roca», me contestó, «y la puerta, son el Hijo de Dios.»
«Señor», le dije, «¿cómo es que la
roca es antigua pero la puerta reciente?» «Escucha», me
dijo, «y entiende, hombre
insensato. El Hijo de Dios es más antiguo que toda su
creación, de modo que fue el
consejero del Padre en la obra de su creación. Por tanto,
también El es antiguo.» «Pero la
puerta, ¿por qué es reciente, señor?», le pregunté.
«Porque», dijo él, «El fue manifestado en
los últimos días de la consumación; por tanto, la puerta es
hecha recientemente, para que
los que son salvos puedan entrar por ella en el reino de
Dios. ¿Viste», me dijo, «que las
piedras que pasaron por la puerta han entrado en la
edificación de la torre, pero las que no
pasaron por ella fueron echadas otra vez a su lugar?» «Lo
vi, señor», dije yo. «Así, pues»,
dijo él, «nadie entrará en el reino de Dios a menos que haya
recibido el nombre de su Hijo.
Porque si tú quieres entrar en una ciudad, y esta ciudad
está amurallada por completo y sólo
tiene una puerta, ¿puedes entrar en esta ciudad como no sea
por medio de la puerta que
tiene?» «Señor, ¿cómo sería posible hacerlo de otra manera»,
le pregunté yo. «Así pues, si
no puedes entrar en la ciudad excepto a través de la puerta
que tiene, lo mismo», dijo él,
«ninguno puede entrar en el reino de Dios excepto en el nombre
de su Hijo que es amado
por Él. ¿Viste», me dijo, «la multitud que está edificando
la torre?» «La vi, señor», le
contesté. «Estos», dijo él, «son todos ángeles gloriosos. De
éstos, pues, está rodeado por
todas panes el Señor. Pero la puerta es el Hijo de Dios;
sólo hay esta entrada al Señor.
Nadie puede entrar hasta Él de otra manera que por medio de
su Hijo. ¿Viste», me dijo,
«los seis hombres, y el hombre glorioso y poderoso en medio
de ellos, que andaba
alrededor de la torre y rechazaba las piedras del edificio?»
«Le vi, señor», le dije. «El
hombre glorioso», dijo él, «es el hijo de Dios, y los seis
son los gloriosos ángeles que le
guardan a su derecha y a su izquierda. De estos gloriosos
ángeles ni uno entrará ante Dios
aparte de Él; todo el que no recibe su nombre, no entrará en
el reino de Dios.»
[90] XIII. «Pero la torre», dije yo, «¿qué es?» «La torre»,
contestó él, «¡cómo!, es la
Iglesia.» «Y estas vírgenes, ¿quiénes son?» Y me dijo: «Son
los espíritus santos; y ningún
hombre puede hallarse en el reino de Dios a menos que éstos
le revistan con su vestido;
porque si tú recibes sólo el nombre, pero no recibes el
vestido de ellos, no te sirve de nada.
Porque estas vírgenes son poderes del Hijo de Dios. [Por lo
tanto] si tú llevas el Nombre, y
no llevas su poder, llevarás el Nombre sin ningún resultado.
Y las piedras», dijo él, «que
viste que eran echadas, éstas llevaban el Nombre, pero no
estaban vestidas con el vestido de
las vírgenes.» «¿De qué clase, señor», pregunté yo, «es su
vestido?» «Los mismos
nombres», dijo él, «son su vestido. Todo el que lleva el
nombre del Hijo de Dios, debería
llevar los nombres de éstos también; porque incluso el Hijo
mismo lleva los nombres de
estas vírgenes. Todas las piedras que viste que entraban en
el edificio de la torre», me dijo,
«siendo dadas por sus manos y esperando para la edificación,
han sido revestidas del poder
de estas vírgenes. Por esta causa tú ves la torre hecha de
una sola piedra con la roca. Así
también los que han creído en el Señor por medio de su Hijo
y están revestidos de estos
espíritus, pasarán a ser un espíritu y un cuerpo, y sus
vestidos son todos de un color. Pero
estas personas que llevan los nombres de las vírgenes tienen
su morada en la torre.» «Las
piedras que son echadas, pues», dije yo, «¿por qué fueron
echadas? Porque pasaron por la
puerta y fueron colocadas en el edificio de la torre por
manos de las vírgenes.» «Como
todas estas cosas te interesan», dijo él, «e inquieres con
diligencia, escucha lo que se refiere
a las piedras que han sido echadas. Todas éstas», [dijo él],
«recibieron el nombre del Hijo
de Dios, y recibieron también el poder de estas vírgenes.
Cuando recibieron, pues, estos
espíritus, fueron fortalecidas, y estaban con los siervos de
Dios, y tenían un espíritu y un
cuerpo [y un vestido]; porque eran de un mismo pensar, y
obraban justicia. Después de
cierto tiempo, pues, fueron persuadidas por las mujeres que
viste vestidas en ropa negra, y
tenían los hombros desnudos y el pelo suelto, y eran de
hermosa figura. Cuando las vieron
las desearon, y se revistieron de su poder, pero se
despojaron del poder de las vírgenes.
Estos, por tanto, fueron echados de la casa de Dios y
entregados a estas (mujeres). Pero los
que no fueron engañados por la hermosura de estas mujeres
permanecieron en la casa de
Dios. Aquí tienes la interpretación de las que fueron
descartadas», dijo él.
[91] XIV. «¿Qué pasa, pues, señor», dije yo, «si estos
hombres, siendo lo que son, se
arrepienten y se desprenden de su deseo hacia estas mujeres,
y regresan a las vírgenes, y
andan en su poder y en sus obras? ¿No entrarán en la casa de
Dios?» «Entrarán», dijo él, «si
se desprenden de las obras de estas mujeres y vuelven a
tomar el poder de las vírgenes y
andar en sus obras. Porque ésta es la razón por la que hubo
una interrupción en la
edificación, para que si éstos se arrepienten, puedan entrar
en el edificio de la torre; pero si
no se arrepienten, entonces otros ocuparán su lugar, y ellos
serán expulsados finalmente.»
Por todas estas cosas yo di gracias al Señor, porque Él tuvo
compasión de todos los que
invocan su nombre, y nos envió al ángel del arrepentimiento
a los que habíamos pecado
contra Él, y reavivó nuestro espiritu, y cuando ya estábamos
echados a perder y no
teníamos esperanza de vida, restauró nuestra vida.» «Ahora,
señor», dije yo, «muéstrame
por qué la torre no está edificada sobre el suelo, sino
sobre la roca y sobre la puerta.»
«Porque careces de sentido», dijo él, «y eres sin
entendimiento [haces esta pregunta].» «Me
veo obligado, señor», dije yo, «a preguntarte todas las
cosas a ti porque yo soy totalmente
incapaz de comprender nada en absoluto; porque todas estas
cosas son grandes y gloriosas
y difíciles de entender para los hombres.» «Escucha»,
continúo él. «El nombre del Hijo de
Dios es grande e incomprensible, y sostiene a todo el mundo.
Así pues, si toda la creación
es sostenida por el Hijo [de Dios], ¿qué piensas tú de los
que son llamados por Él, y llevan
el nombre del Hijo de Dios y andan conforme a sus
mandamientos? ¿Ves tú en qué manera
Él sostiene a los hombres? Los que llevan su nombre de todo
corazón. Él mismo, pues, es
su fundamento, y Él los sustenta alegremente, porque ellos
no están avergonzados de llevar
su nombre.»
[92] XV. «Declárame, señor», le dije, «los nombres de las
vírgenes y de las mujeres
vestidas de ropas negras.» «Escucha», respondió él, «los
nombres de las vírgenes más
poderosas, las que se hallaban situadas en los extremos. La
primera es Fe; la segunda,
Continencia; la tercera, Poder; y la cuarta, Paciencia. Pero
las otras estacionadas entre ellas
tienen por nombres: Simplicidad, Inocencia, Pureza, Alegría,
Verdad, Entendimiento,
Concordia, Amor. El que lleva estos nombres y el nombre del
Hijo de Dios podrá entrar en
el reino de Dios. Escucha», me dijo, «también los nombres de
las mujeres que llevan las
ropas negras. De ellas hay también cuatro que son más
poderosas que el resto: la primera es
Incredulidad; la segunda, Intemperancia; la tercera,
Desobediencia; la cuarta, Mentira; y las
que siguen son llamadas Tristeza, Maldad, Lascivia,
Irascibilidad, Falsedad, Locura,
Calumnia, Rencor. El siervo de Dios que lleva estos nombres
verá el reino de Dios, pero no
entrará en él.» «Pero las piedras, señor», dije yo, «que
vinieron de lo profundo y fueron
encajadas en el edificio, ¿quiénes son?» «Las primeras»,
dijo él, «a saber, las diez, que
fueron colocadas en los fundamentos, son la primera
generación; las veinticinco son la
segunda generación de los justos; las treinta y cinco son
los profetas de Dios y sus
ministros; las cuarenta son los apóstoles y maestros de la
predicación del Hijo de Dios.»
«¿Por qué, pues, señor», pregunté yo, «entregaron las
vírgenes también estas piedras para la
edificación de la torre y las llevaron a través de la
puerta?» «Porque estas primeras»,
contestó él, «llevaban estos espíritus, y nunca se separaron
los unos de los otros, ni los
espíritus de los hombres ni los hombres de los espíritus,
sino que los espíritus
permanecieron con ellos hasta que durmieron; y si ellos no
hubieran tenido estos espíritus
con ellos, no habrían sido hallados útiles para la
edificación de esta torre.»
[93] XVI. «Muéstrame algo más aún, señor», le dije. «¿Qué
deseas saber además», me dijo.
«¿Por qué, señor», le pregunté «salieron las piedras de lo
profundo, y por qué fueron
colocadas en el edificio aunque traían estos espíritus?»
«Les era necesario que se levantaran
a través del agua, para que pudieran recibir vida; porque de
otro modo no habrían
podido entrar en el reino de Dios, a menos que hubieran
puesto a un lado lo mortal de su
vida [previa]. Lo mismo, pues, los que durmieron recibieron
el sello del Hijo de Dios y
entraron en el reino de Dios. Porque antes que un hombre
lleve el nombre [del Hijo de]
Dios, es muerto; pero cuando ha recibido el sello, deja a un
lado la mortalidad y asume otra
vez la vida. El sello, pues, es el agua; así que descienden
en el agua muertos y salen vivos.
Así que, también a ellos fue predicado este sello, y ellos
se beneficiaron de él para poder
entrar en el reino de Dios.» «¿Por qué, señor», le pregunté,
«salieron las cuarenta piedras
también de lo profundo, aunque ya habían recibido el sello?»
«Porque éstas», dijo él, «los
apóstoles y los maestros que predicaron el nombre del Hijo
de Dios, después que hubieron
dormido en el poder y la fe del Hijo de Dios, predicaron
también a los que habían quedado
dormidos antes que ellos, y ellos mismos les dieron el sello
de la predicación. Por tanto,
descendieron con ellos en el agua y salieron de nuevo. Pero
éstos descendieron vivos [y de
nuevo salieron vivos]; en tanto que los otros que habían
dormido antes que ellos
descendieron muertos y salieron vivos. Así que por medio de
ellos fueron vivificados y
llegaron al pleno conocimiento del nombre del Hijo de Dios.
Por esta causa también
subieron con ellos, y fueron encajados con ellos en el
edificio de la torre y fueron
edificados con ellos, sin que se les diera nueva forma;
porque ellos durmieron en justicia y
gran pureza. Sólo que no tenían este sello. Tú tienes, pues,
la interpretación de estas cosas
también.» «Las tengo, señor», le dije.
[94] XVII. «Ahora pues, señor, explícame respecto a las
montañas. ¿Por qué son sus formas
distintas la una de la otra, y son varias?» «Escucha», me
dijo. «Estas doce montañas son
[doce] tribus que habitan todo el mundo. A estas (tribus),
pues, fue predicado el Hijo de
Dios por los apóstoles.» «Pero explícame, señor, por qué son
varias —estas montañas— y
cada una tiene un aspecto diferente.» «Escucha», me
respondió. «Estas doce tribus que
habitan todo el mundo son doce naciones; y son diversas en
entendimiento y en mente.
Siendo diversas, pues, según viste, estas montañas, también
lo son las variedades de la
mente de estas naciones, y su entendimiento. Y yo te
mostraré la conducta de cada una.»
«Primero, señor», le dije, «muéstrame esto: por qué las
montañas, siendo tan distintas, pese
a todo, cuando sus piedras fueron puestas en el edificio, se
volvieron brillantes y de un
color como el de las piedras que habían ascendido de lo
profundo.» «Porque», me dijo,
«todas las naciones que habitan bajo el cielo, cuando oyeron
y creyeron, fueron llamadas
por el nombre único de [el Hijo de] Dios. Así que, habiendo
recibido el sello, tenían un
entendimiento y una mente, y pasó a ser suya una fe y [un]
amor, y llevaron los espíritus de
las vírgenes junto con el Nombre; por lo tanto, el edificio
de la torre pasó a ser de un color
brillante como el sol. Pero después que estuvieron juntas y
se hicieron un cuerpo, algunas
de ellas se contaminaron, y fueron echadas de la sociedad de
los justos, y pasaron de nuevo
a ser igual que eran antes, o aún peor.»
[95] XVIII. «Señor», le pregunté, «¿cómo se hicieron peor
después de haber conocido
plenamente a Dios?» «El que no conoce a Dios», respondió él,
«y comete maldad, tiene
cierto castigo por su maldad; pero el que conoce a Dios
plenamente ya no debería cometer
más maldad, sino hacer lo bueno. Así pues, si el que debería
obrar bien comete maldad, ¿no
parece cometer una maldad mayor que el que no conoce a Dios?
Por tanto, los que no
habían conocido a Dios y cometen maldad son condenados a
muerte, pero los que han
conocido a Dios y visto sus obras poderosas, y, con todo,
cometen maldad, recibirán un
castigo doble y morirán eternamente. De esta forma, pues,
será purificada la Iglesia de
Dios. Y así como tú viste las piedras quitadas de la torre y
entregadas a los espíritus malos,
ellos también serán echados fuera; y habrá un cuerpo de
ellos que son purificados, tal como
la torre, después de haber sido purificada, pasó a ser como
si fuera una sola piedra. Así será
la Iglesia de Dios también después de haber sido purificada,
y los malvados e hipócritas y
blasfemos e indecisos y los que cometen varias clases de
maldad hayan sido echados fuera.
Cuando éstos hayan sido echados fuera, la Iglesia de Dios
será un cuerpo, un
entendimiento, una mente, una fe, un amor. Y entonces el
Hijo de Dios se regocijará y se
gozará en ellos, porque Él ha vuelto a recibir a su pueblo
puro.» «Grandes y gloriosas son,
señor, todas estas cosas. Una vez más, señor», [le dije],
«muéstrame la fuerza y las acciones
de cada una de las montañas, para que cada alma que confía
en el Señor, cuando lo oiga,
pueda glorificar su nombre grande, maravilloso y glorioso.»
«Escucha», me dijo, «la
variedad de las montañas y de las doce naciones.
[96] XIX. »De la primera montaña, que era negra, los que han
creído son como sigue:
rebeldes y blasfemos contra el Señor, y traidores de los
siervos de Dios. Para éstos no hay
arrepentimiento, sino que hay muerte. Por esta causa son
también negros; porque su raza es
rebelde. Y de la segunda montaña, la desolada, los que han
creído son así: hipócritas y
maestros de maldad. Y éstos, pues, son como los primeros en
no tener el fruto de la justicia.
Porque, tal como su montaña es sin fruto, del mismo modo
estos hombres tienen un
nombre, verdaderamente, pero están vacíos de fe, y no hay
fruto de verdad en ellos. A
éstos, por tanto, se les ofrece arrepentimiento si se
arrepienten presto; pero si lo demoran,
morirán con los anteriores.» «¿Por qué, señor», pregunté yo,
«es posible el arrepentimiento
para ellos, pero no lo es para los anteriores? Porque sus
actos son casi los mismos.» «Por
esto», me dijo, «les es ofrecido arrepentimiento a éstos,
porque no han blasfemado de su
Señor ni han traicionado a los siervos de Dios; pese a todo,
por afán de lucro actúan de
modo hipócrita, y se enseñan el uno al otro [según] los
deseos de los pecadores. No
obstante, éstos recibirán cierto castigo; con todo, hay
arrepentimiento ordenado para ellos,
porque no han sido blasfemos o traidores.
[97] XX. »Y de la tercera montaña, la que tiene espinos y
zarzas, los que han creído son
así: algunos de ellos son ricos, y otros están enzarzados en
muchos asuntos de negocios.
Las zarzas son los ricos, y los espinos son los que están
mezclados en varios asuntos de
negocios. Estos [pues, que están mezclados en muchos y
varios asuntos de negocios] no se
juntan con los siervos de Dios, sino que se descarrían,
siendo ahogados por sus asuntos; por
su parte, los ricos no están dispuestos a unirse a los
siervos de Dios, no sea que se les pueda
pedir algo. Estos hombres, pues, difícilmente entrarán en el
reino de Dios. Porque tal como
es difícil andar entre espinos con los pies descalzos,
también es difícil que estos hombres
entren en el reino de Dios. Pero para todos éstos es posible
el arrepentimiento, aunque ha
de ser rápido, para que lo que omitieron hacer en días
pasados, puedan ahora compensarlo y
hacer algo bueno. Si se arrepienten, pues, y hacen algo
bueno, vivirán para Dios; pero si
continúan en sus actos, serán entregados a aquellas mujeres,
las cuales les darán muerte.
[98] XXI. »Y con respecto a la cuarta montaña, la que tenía
mucha vegetación, la parte
superior de la hierba era verde y la parte hacia las raíces
seca, y alguna había sido secada
por el sol, los que han creído son así: los indecisos y los
que tienen al Señor en sus labios
pero no lo tienen en su corazón. Por tanto, sus fundamentos
son secos y sin poder, y sólo
viven sus palabras, pero sus obras son muertas. Estos
hombres no son ni vivos ni muertos.
Son, por consiguiente, como los indecisos; porque el
indeciso no es ni verde ni seco;
porque ellos no están vivos ni muertos. Porque como su
hierba se secó cuando vio el sol,
así también el hombre indeciso, cuando oye que se acerca
tribulación, por su cobardía adora
a los ídolos y se avergüenza del nombre de su Señor. Éstos
no están ni vivos ni muertos.
Pese a todo, éstos también, si se arrepienten presto, podrán
vivir; pero si no se arrepienten,
han sido entregados ya a las mujeres que les quitan la vida.
[99] XXII. »Y de la quinta montaña, la que tenía la hierba
verde y era abrupta, los que han
creído son así: son fieles, pero lentos para aprender y
obstinados, y procuran agradarse a sí
mismos, deseando saber todas las cosas y, con todo, no saben
nada en absoluto. A causa de
su obstinación, el entendimiento se mantuvo alejado de
ellos, y entró en ellos una
insensatez sin sentido; y se alaban a sí mismos como si
tuvieran entendimiento, y desean
ser maestros que se han nombrado a sí mismos, aunque
carezcan de sentido. Debido, pues,
a este orgullo del corazón de muchos, aunque se exaltan a sí
mismos, han sido vaciados;
porque la obstinación y la yana confianza son un demonio
poderoso. De éstos, pues,
muchos fueron echados, pero algunos se arrepintieron y
creyeron y se sometieron a los que
tenían entendimiento, habiéndose dado cuenta de su propia
insensatez. Con todo, y para el
resto que pertenece a esta clase, se les ofrçce
arrepentimiento; porque ellos no se hicieron
malos, sino más bien insensatos y sin entendimiento. Si
éstos, por tanto, se arrepienten,
vivirán para Dios; pero si no se arrepienten, tendrán su
morada con las mujeres que obran
mal contra ellos.
[100] XXIII. »Pero los que han creído de la sexta montaña,
que tiene barrancos grandes y
pequeños, y en las hendiduras la hierba se ha secado, son
así: los que se hallan en las
hendiduras pequeñas, éstos son los que tienen algo el uno
contra el otro, y por sus
murmuraciones se han secado en la fe; pero muchos de éstos
se arrepienten. Sí, y el resto de
ellos se arrepentirá cuando oigan mis mandamientos; porque
sus murmuraciones son
pequeñas y se arrepentirán pronto. Pero los que se hallan en
las grandes hendiduras, éstos
persisten en sus murmuraciones y guardan rencores,
manteniendo la ira el uno contra el
otro. Estos, pues, fueron quitados inmediatamente de la
torre y rechazados de su
edificación. Estas personas, pues, con dificultad vivirán.
Si Dios y nuestro Señor, que
gobierna sobre todas las cosas y tiene autoridad sobre toda
su creación, no guarda rencor
contra los que confiesan sus pecados, sino que es
misericordioso, ¿debe el hombre, que es
mortal y lleno de pecado, guardar rencor contra otro hombre,
como si pudiera destruirle o
salvarle? Os digo yo el —ángel del arrepentimiento— a
cuantos sostenéis esta herejía,
apartadla de vosotros y arrepentíos, y el Señor curará
vuestros pecados anteriores si os
purificáis de este demonio; pero si no, seréis entregados a
él para que os dé muerte.
[101] XXIV. »Y de la séptima montaña, en la cual había
hierba verde y sonriente, y toda la
montaña prosperaba, y había ganado de todas clases y las
aves del cielo se alimentaban de
la hierba de esta montaña, y la hierba verde de la cual se
alimentaban crecía aún más
lozana, los que creyeron son así: son simples e inocentes y
benditos, no teniendo nada los
unos contra los otros, sino regocijándose siempre en los
siervos de Dios, y revestidos del
santo Espíritu de estas vfrgenes, y teniendo compasión
siempre de todo hombre, y de sus
propias labores suplen la necesidad de todos sin reproches y
sin recelos. El Señor, pues,
viendo su simplicidad y su humildad, hizo que abundaran en
las labores de sus manos, y les
ha concedido favor sobre ellos en todas sus acciones. Pero
os digo a los que sois como los
tales —yo, el ángel del arrepentimiento—, permaneced hasta
el fin como sois, y vuestra
simiente nunca será borrada. Porque el Señor os ha puesto a
prueba, y os ha contado entre
su número, y toda vuestra simiente morará con el Hijo de
Dios; porque recibisteis de su
Espíritu.
[102] XXV. »Y de la octava montaña, la que tenía muchas
fuentes, y todas las criaturas del
Señor bebían de las fuentes, los que creyeron son así:
apóstoles y maestros, que predican a
todo el mundo, y que enseñan la palabra del Señor en
sobriedad y pureza, y no retienen
parte alguna por mal deseo, sino que anduvieron siempre en
rectitud y verdad, y también
recibieron el Espíritu Santo. Estos, por tanto, tendrán entrada
con los ángeles.
[103] XXVI. »Y de la novena montaña, que estaba desierta,
que tenía [los] reptiles y las
fieras que destruyen a los hombres, los que creyeron son
así: los que tienen las manchas son
diáconos que ejercieron mal su oficio, y saquearon la
sustancia de viudas y huérfanos, e
hicieron ganancia para sí con las ministraciones que habían
recibido para ejecutar. Estos,
pues, si permanecen en el mismo mal deseo, son muertos y no
hay esperanza de vida para
ellos; pero si se vuelven y cumplen sus ministraciones con
pureza les será posible vivir.
Pero los que están mohosos, éstos son los que han negado al
Señor y no se han vuelto a Él,
sino que se han vuelto estériles y desérticos, porque no se
juntan con los siervos de Dios,
sino que viven en soledad, éstos destruyen sus propias
almas. Porque como la vid dejada a
solas en un seto, si se la descuida es destruida y echada a
perder por las malas hierbas, y
con el tiempo se vuelve silvestre y ya no es útil para su
dueño, así también los hombres de
esta clase se han entregado al abatimiento y se vuelven
inútiles para su Señor, haciéndose
silvestres. A éstos, pues, les llega el arrepentimiento, a
menos que hayan negado en su
corazón; y yo no sé si uno que ha negado en su corazón es
posible que viva. Y esto no lo
digo con referencia a estos días, que un hombre después de
haber negado haya de recibir
arrepentimiento; porque es imposible que sea salvo el que
ahora intente negar a su Señor;
pero para los que le han negado hace mucho tiempo, el
arrepentimiento parece posible. Si
un hombre se arrepiente, por tanto, que lo haga rápidamente
antes que la torre sea
completada; pues si no, será destruido por las mujeres y le
darán muerte. Y las piedras de
tamaño reducido, éstos son los traidores y los murmuradores;
y las fieras que viste en la
montaña son éstos. Porque como las fieras con su veneno
envenenan y matan a un hombre,
así también las palabras de estos hombres envenenan y matan
a un hombre. Estos, pues,
están mutilados en su fe, a causa de lo que se han hecho a
sí mismos; pero algunos de ellos
se arrepintieron y fueron salvos; y el resto que son de esta
clase pueden ser salvos si se
arrepienten; pero si no se arrepienten, hallarán la muerte
en las manos de aquellas mujeres,
por cuyo poder son poseídos.
[104] XXVII. »Y de la décima montaña, en que había árboles
que cobijaban a ciertas
ovejas, los que creyeron son así: obispos, personas
hospitalarias, que reciben alegremente
en sus casas en todo tiempo a los siervos de Dios sin
hipocresía. [Estos obispos] en todo
tiempo sin cesar dieron albergue a los necesitados y a las
viudas en sus ministraciones, y se
condujeron con pureza en todo momento. A [todos] éstos,
pues, les dará asilo el Señor para
siempre. Los que han hecho estas cosas, por consiguiente,
son gloriosos a la vista de Dios,
y su lugar es ahora con los ángeles si siguen hasta el fin
sirviendo al Señor.
[105] XXVIII. »Y de la undécima montaña, en que había
árboles llenos de fruto, adornados
con varias clases de frutos, los que creyeron son así:
sufrieron por el Nombre [del Hijo de
Dios], y también sufrieron dispuestos de todo corazón, y
entregaron sus vidas.» «¿Por qué,
pues, señor», pregunté yo, «tienen todos los árboles frutos,
pero algunos de estos frutos son
más hermosos que otros?» «Escucha», me dijo: «todos cuantos
han sufrido por amor al
Nombre son gloriosos a la vista de Dios, y los pecados de
ellos fueron quitados porque
sufrieron por el nombre del Hijo de Dios. Ahora escucha por
qué sus frutos son diversos y
algunos sobrepujan a otros. Todos cuantos fueron torturados
y no negaron», dijo él,
«cuando fueron puestos delante del magistrado, sino que
sufrieron dispuestos, éstos son los
más gloriosos a la vista del Señor; su fruto es el que
sobrepasa. Pero todos los que se
acobardaron, y se perdieron en la incertidumbre, y
consideraron en sus corazones si debían
negar o confesar, y pese a todo sufrieron, sus frutos son
menores, porque este designio
entró en su corazón; porque este designio es malo, que un
siervo niegue a su propio señor.
Procurad, pues, los que albergáis esta idea, que este
designio no permanezca en vuestros
corazones y, con todo, muráis para el Señor. Pero, el que
sufre por amor al Nombre debería
glorificar a Dios, porque Dios te considera digno de que
lleves este nombre, y que todos tus
pecados sean sanados. Consideraos, pues, bienaventurados;
sí, pensad, más bien, que habéis
hecho una gran obra si alguno de vosotros sufre por amor a
Dios. El Señor os concede vida,
y no la echáis de ver; porque vuestros pecados os hunden, y
si no hubierais sufrido por el
Nombre [del Señor] habríais muerto para Dios por razón de
vuestros pecados. Estas cosas
os digo a los que vaciláis con respecto a la negación o la
confesión. Confiesa que tienes al
Señor, para que Él no te niegue, no sea que, denegándole,
seas entregado a la cárcel. Si los
gentiles castigan a sus esclavos, si uno de ellos niega a su
señor, ¿qué pensáis que os hará el
Señor que tiene autoridad sobre todas las cosas? ¡Fuera
estos designios de vuestros
corazones, para que podáis vivir para siempre en Dios!
[106] XXIX. »Y de la montaña duodécima, que era blanca, los
que creyeron eran así: eran
como verdaderos recién nacidos, en cuyo corazón no hay
astucia alguna, ni han aprendido
lo que es maldad, sino que permanecen siendo niños para
siempre. Estos, pues, moran, sin
duda, en el reino de Dios, porque no contaminaron los
mandamientos de Dios en nada, sino
que siguen siendo niños todos los días de su vida en su
mentalidad. Cuantos de vosotros,
por tanto, continuéis así», dijo él, «siendo como niños que
no tienen malicia, seréis más
gloriosos [aún] que los que han sido mencionados antes;
porque los niños son gloriosos a la
vista de Dios, y se hallan primero ante su vista. Bienaventurados
sois, pues, cuantos habéis
ahuyentado la maldad de vosotros yos habéis revestido de
inocencia; viviréis para Dios más
que todos los demás.»
Y después que hubo terminado las parábolas de las montañas,
le dije: «Señor, explícame
ahora respecto a las piedras que fueron sacadas de la
llanura y colocadas en el edificio en
lugar de las piedras que habían sido quitadas de la torre, y
respecto a las (piedras) redondas
que fueron colocadas en el edificio, y respecto a las que
son todavía redondas.»
[107] XXX. «Oye también», me dijo, «con respecto a todas
estas cosas. Las piedras que
fueron traídas de la llanura y colocadas en el edificio de
la torre en lugar de las que fueron
rechazadas, son las raíces de esta montaña blanca. Cuando
los que creyeron de esta
montaña fueron hallados todos sinceros, el señor de la torre
ordenó que estos de la raíz de
esta montaña fueran puestos en el edificio de la torre.
Porque sabía que si estas piedras
entraran en el edificio [de la torre] permanecerían
brillantes y ni una de ellas se volvería
negra. Pero si hubiera añadido (piedras) de otras montañas,
se habría visto obligado a
visitar la torre de nuevo y purificarla. Así pues, todos
éstos han sido hallados blancos, que
han creído y que creerán; porque son de la misma clase.
¡Bienaventurada es esta clase,
porque es inocente! Oye ahora, asimismo, respecto a las
piedras redondas y brillantes.
Todas éstas son de esta montaña blanca. Ahora oye por qué
fueron halladas redondas. Sus
riquezas las han oscurecido y ofuscado un poco de la verdad;
pese a todo, nunca se han
apartado de Dios ni ha salido ningún mal de su boca, sino
toda equidad y virtud que viene
de la verdad. Por lo tanto, cuando el Señor percibió su
mente, +que ellos podían favorecer
la verdad+ y al mismo tiempo permanecer buenos, Él mandó que
les fuera quitada parte de
sus posesiones, aunque no que se las quitaran del todo, de
modo que pudieran hacer algún
bien con lo que les había quedado, y pudieran vivir para
Dios, porque vienen de una clase
buena. Así pues, han sido recortadas un poco y colocadas en
el edificio de esta torre.
[108] XXXI. »Pero las otras (piedras), que han permanecido
redondas y no han sido
encajadas en el edificio porque no han recibido todavía el
sello, han sido vueltas a su propio
lugar, porque fueron halladas muy redondas. Porque hay que
separarlas de este mundo y de
las vanidades de sus posesiones, y entonces van a encajar en
el reino de Dios. Porque es
necesario que entren en el reino de Dios; porque el Señor ha
bendecido a esta clase
inocente. De esta clase, pues, ninguno perecerá. Sí, incluso
si alguno de ellos, habiendo
sido tentado por el demonio más malvado, haya cometido
alguna falta, retornará
rápidamente a su Señor. A todos os digo que sois
bienaventurados —yo, el ángel del
arrepentimiento—, que sois sinceros e inocentes como niños,
porque vuestra parte es buena
y honrosa a la vista de Dios. Además, os mando a todos,
cualesquiera que recibáis este
sello, manteneos sin doblez, no guardéis rencor, y no sigáis
en vuestra maldad ni en el
recuerdo de las ofensas de amargura; sino tened un solo
espíritu, y sanad estas malas
divisiones y quitadlas de entre vosotros, para que el dueño
de los rebaños pueda regocijarse
respecto a vosotros. Porque él se gozará si halla todas las
cosas bien. Pero si halla alguna
parte del rebaño desparramada, ¡ay de los pastores! Porque
si resulta que los mismos
pastores están esparcidos, ¿cómo van a responder de los
rebaños? ¿Dirán que fueron
hostigados por el rebaño? Nadie los creería. Porque es algo
increíble que un pastor sea
herido por su rebaño, y aún será castigado más a causa de su
falsedad. Y yo soy el pastor, y
me corresponde estrictamente rendir cuentas de vosotros.
[109] XXXII. »Enmendaos, pues, en tanto que la torre está en
curso de edificación. El
Señor mora con los hombres que aman la paz; porque El ama la
paz; pero de los
contenciosos y de los que son dados a la maldad, manteneos
lejos. Restaurad, pues, a El
íntegro vuestro espíritu tal como lo recibisteis. Porque
supongamos que has dado a un
lavandero un vestido entero, y deseas recibirlo de nuevo
entero, pero el lavandero te lo
devuelve rasgado, ¿vas a aceptarlo? ¿No vas al punto a
indignarte, y le llenarás de
reproches, diciendo: "El vestido que te di estaba
entero; por qué lo has rasgado y lo has
hecho inútil? Como ves, a causa del desgarro que has hecho
en él ya no puede ser usado."
¿No dirás, pues, todo esto a un lavandero a causa del
desgarro que ha hecho en tu vestido?
Por tanto, si tú te enojas tanto a causa de tu vestido, y te
quejas porque no lo recibiste
entero, ¿qué crees que te hará el Señor a ti, El, que te dio
el espíritu entero, y tú lo has
dejado absolutamente inútil, de modo que no puede servir
para nada a su Señor? Porque su
utilidad se volvió inutilidad cuando tú lo echaste a perder.
¿No va, pues, el Señor de este
espíritu a castigarte [a ti con la muerte] por este hecho?»
«Ciertamente», le dije, «a todos
aquellos a quienes Él halla persistiendo en la malicia, Él los
castigará.» «No pisotees su
misericordia», dijo él, «sino glorifícale, porque Él es tan
paciente con tus pecados, y no es
como tú. Practica, pues, el arrepentimiento que es apropiado
para ti.
[110] XXXIII. »Todas estas cosas que he escrito antes yo, el
pastor, el ángel del
arrepentimiento, las he declarado y dicho a los siervos de
Dios. Así pues, creeréis y
escucharéis mis palabras, y andaréis en ellas, y enmendaréis
vuestros caminos y podréis
vivir. Pero si seguís en la maldad y en albergar malicia, ninguno
de esta clase vivirá para
Dios. Todas las cosas que yo había de decir (ahora) te las
he dicho a ti.» El pastor me dijo:
«¿Me has hecho todas tus preguntas?» Y yo le contesté: «Sí,
señor.» «¿Por qué, pues, no
me has preguntado respecto a la forma de las piedras
colocadas en el edificio cuando
llenamos sus formas?» Y le dije: «Señor, me olvidé.» «Oye
ahora», me dijo, «respecto a
ellas. Estas son los que han oído mis mandamientos, y han
practicado arrepentimiento con
todo su corazón. Por ello, cuando el Señor vio que su
arrepentimiento era bueno y puro, y
que podían continuar en él, ordenó que sus pecados
anteriores fueran borrados. Sus formas,
pues, eran sus pecados anteriores, y han sido borrados con
cincel para que no puedan
aparecer más.»
Décima Parábola
[111] I. Después de haber escrito este libro por completo,
el ángel que me había puesto en
manos del pastor vino a la casa en que yo estaba, y se sentó
en un sofá, y el pastor estaba de
pie a su mano derecha. Entonces me llamó y me habló de esta
manera: «Te he puesto en las
manos de este pastor», me dijo, «a ti y a tu casa, para que
puedas ser protegido por él.»
«Cierto, señor», le contesté. Y él me dijo: «Así pues, si
deseas ser protegido de toda
molestia y toda crueldad, tener éxito también en toda buena
obra y palabra, y todo el poder
de la justicia, anda en sus mandamientos, que te he dado, y
podrás dominar toda maldad.
Porque si guardas sus mandamientos, se te someterá todo mal
deseo y dulzura de este
mundo; además, te acompañará el éxito en toda buena empresa.
Abraza su seriedad y
moderación, y proclama a todos los hombres que él es tenido
en gran honor y dignidad por
el Señor, y es un gobernante de gran autoridad y poderoso en
su cargo. A él solo, en todo el
mundo, se le ha asignado autoridad sobre el arrepentimiento.
¿Te parece, pues, que es
poderoso? Con todo, tú desprecias la seriedad y moderación
que él usa hacia ti.»
[112] II. Yo le dije: «Pregúntale, señor, a él mismo, si
desde el momento en que él llegó a
mi casa he hecho algo impropio con lo cual le haya
ofendido.» «Yo ya sé», me contestó él,
«que no has hecho nada impropio ni estás a punto de hacerlo.
Y por ello te digo estas cosas,
para que perseveres. Porque él me ha presentado un buen
informe acerca de ti. Tú, pues,
dirás estas palabras a otros, para que aquellos que también
practican o practicarán el
arrepentimiento puedan ser del mismo sentir que tú; y él
pueda darme un buen informe de
ellos a mí y al Señor.» «Yo también, señor», le dije,
«declaro a todo hombre las poderosas
obras del Señor; porque espero que todos los que han pecado
en el pasado, si oyen estas
cosas, se arrepentirán con gozo y recobrarán la vida.»
«Sigue, pues», me dijo él, «en tu
ministerio, y complétalo hasta el fin. Porque todo el que
cumple sus mandamientos tendrá
vida; sí, este hombre (tendrá) gran honor ante el Señor.
Pero todos los que no guardan sus
mandamientos huyen de su propia vida, y se oponen a Él, y no
siguen sus mandamientos,
sino que se entregan ellos mismos a la muerte; y cada uno de
ellos pasa a ser culpable de su
propia sangre. Pero a ti te digo que obedezcas estos
mandamientos, y tendrás remedio para
tus pecados.
[113] III. »Además, te he enviado a estas vfrgenes para que puedan
morar contigo; porque
he visto que son propicias hacia ti. Tenlas, pues, como
ayudadoras, para que seas más capaz
de guardar sus mandamientos; porque es imposible guardar
estos mandamientos sin la
ayuda de estas vfrgenes. Veo también que están contentas de
estar contigo. Pero te encargo
que no se aparten en absoluto de tu casa. Sólo que
purifiques tu casa; porque en una casa
limpia ellas residen contentas. Porque son limpias y castas
y diligentes, y todas son
favorecidas por el Señor. Por tanto, si hallan tu casa pura,
permanecerán contigo; pero si
ocurre la más leve contaminación, abandonarán tu casa al
instante. Porque estas vírgenes no
toleran la contaminación en forma alguna.» Y yo le dije:
«Señor, espero que les seré
agradable, de modo que puedan residir contentas en mi casa
para siempre; y tal como aquel
a quien tú me encomendaste reside en mi casa para siempre,
del mismo modo ellas no se
quejarán.» Y él dijo al pastor: «Veo que desea vivir como
siervo de Dios, y que guardará
estos mandamientos y dará a estas vfrgenes una habitación
limpia.» Con estas palabras, una
vez más me encomendó al pastor, y llamó a las vírgenes, y
les dijo: «Por cuanto veo que
estáis contentas de residir en la casa de este hombre, os lo
encomiendo, a él y a su casa,
para que no os apartéis en absoluto de su casa.» Y ellas
escucharon estas palabras con
alegría.
[114] IV. Entonces el ángel me dijo a mí: «Pórtate como un
hombre en este servicio;
declara a todos las poderosas obras del Señor, y tendrás
favor en este ministerio. Todo el
que anda en sus mandamientos, pues, vivirá y será feliz en
su vida; pero todo el que los
descuida, no vivirá y será desgraciado en su vida. Encarga a
todos los hombres que pueden
obrar rectamente que no cesen en la práctica de las buenas
obras; porque es útil para ellos.
Digo, además, que todo hombre debe ser rescatado de la
desgracia; porque el que tiene
necesidad, y sufre desgracias en su vida diaria, está en
gran tormento y necesidad. Así pues,
todo el que rescata de la penuria una vida de esta clase,
obtiene un gran gozo para sí mismo.
Porque el que es hostigado por la desgracia de esta clase es
afligido y torturado con igual
tormento que el que está en cadenas. Porque muchos hombres,
a causa de calamidades de
esta clase, como ya no lo pueden resistir más, recurren a la
violencia contra ellos mismos.
Por tanto, el que conoce la calamidad de un hombre de esta
clase y no lo rescata, comete un
gran pecado, y se hace culpable de la sangre del mismo. Haced,
pues, buenas obras todos
los que hayáis recibido (beneficios) del Señor, no sea que,
demorándoos en hacerlas, sea
completada entretanto la edificación de la torre. Porque es
a causa de vosotros que ha sido
interrumpida la obra de edificación. A menos que os
apresuréis a obrar bien, la torre será
completada entretanto, y vosotros os quedaréis fuera.»
Cuando hubo terminado de hablar conmigo, se levantó del sofá
y se marchó, llevándose
consigo al pastor y a las vírgenes. Me dijo, sin embargo,
que enviaría al pastor y a las vírgenes de nuevo a mi casa.