CAPÍTULO 1
Primera carta: Exhortación a la práctica de la Ley
1:1 Los hermanos judíos de Jerusalén y los del territorio de
Judea saludan a los hermanos judíos de Egipto, deseándoles paz y felicidad.
1:2 Que Dios los colme de bienes y se acuerde de su alianza
con Abraham, Isaac y Jacob, sus fieles servidores.
1:3 Que les dé a todos ustedes un corazón dispuesto a
adorarlo y a cumplir su voluntad con magnanimidad y generosidad.
1:4 Que él les abra el corazón a su Ley y a sus preceptos, y
les conceda la paz.
1:5 Que él escuche sus plegarias y se reconcilie con
ustedes, y no los abandone en la adversidad.
1:6 Esto es lo que ahora suplicamos por ustedes.
1:7 Ya en el año setenta y nueve del reinado de Demetrio,
nosotros, los judíos, les escribimos: "En medio de la tribulación y de la
crisis que soportamos durante estos años, desde que Jasón y sus partidarios
traicionaron la Tierra santa y el reino,
1:8 incendiaron la puerta del Templo y derramaron sangre
inocente, nosotros suplicamos al Señor y fuimos escuchados. Ofrecimos un
sacrificio con la mejor harina, encendimos las lámparas y presentamos los
panes".
1:9 Ahora también les escribimos, para que celebren la
fiesta de las Chozas en el mes de Quisleu. 10 En el año ciento ochenta y ocho.
Segunda carta: Acción de gracias por la muerte de Antíoco IV
1:10 Los habitantes de Jerusalén y los de Judea, el Consejo
de los ancianos y Judas, saludan y desean prosperidad a Aristóbulo, preceptor
de rey Tolomeo, del linaje de los sacerdotes consagrados, y a los judíos que
están en Egipto.
1:11 Salvados por Dios de grandes peligros, le damos
fervientes gracias por habernos defendido contra el rey.
1:12 Porque fue Dios quien expulsó a los que combatían
contra la Ciudad santa.
1:13 Su jefe, en efecto, al llegar a Persia con un ejército
aparentemente invencible, fue descuartizado en el templo de Nanea, gracias a un
ardid de los sacerdotes de la diosa.
1:14 Con el pretexto de desposarse con la diosa, Antíoco se
presentó allí con sus Amigos, a fin de recibir inmensas riquezas a titulo de
dote.
1:15 Los sacerdotes del templo de Nanea habían expuesto esas
riquezas con motivo de la visita que Antíoco debía hacer al recinto sagrado,
acompañado de unas pocas personas. Pero apenas entró Antíoco, cerraron el
templo,
1:16 abrieron la puerta secreta del techo y aplastaron con
piedras al rey y a los otros. Luego los descuartizaron, les cortaron la cabeza
y las arrojaron a los que estaban afuera.
1:17 ¡Sea siempre bendito nuestro Dios, que entregó a la muerte
a los impíos!
La conservación del fuego sagrado en tiempos de Nehemías
1:18 Estando a punto de celebrar —el día veinticinco de
Quisleu— la purificación del Templo, nos ha parecido conveniente informarles
para que también ustedes celebren la fiesta de las Chozas y la del Fuego, el
fuego que apareció cuando Nehemías, después de haber reconstruido el Templo y
el altar, ofreció sacrificios.
1:19 Porque, cuando nuestros padres fueron deportados a
Persia, los sacerdotes piadosos de entonces, tomando secretamente el fuego del
altar, lo ocultaron en el fondo de un pozo seco, donde quedó tan bien
resguardado que el lugar fue ignorado por todos.
1:20 Al cabo de muchos años, cuando Dios así lo dispuso,
Nehemías, enviado por el rey de Persia, mandó a los descendientes de aquellos
sacerdotes que habían ocultado el fuego que fueran a buscarlo.
1:21 Ellos le comunicaron que no habían encontrado fuego,
sino un líquido espeso, y él les mandó que lo sacaran y lo trajeran. Cuando el
sacrificio estuvo dispuesto, Nehemías ordenó a los sacerdotes que rociaran con
ese líquido la leña y todo lo que había sobre ella.
1:22 Una vez cumplida esta orden, y pasado algún tiempo, el
sol, oculto antes detrás de las nubes, volvió a brillar y se encendió una
hoguera tan grande que todos quedaron maravillados.
1:23 Mientras se consumía el sacrificio, los sacerdotes
recitaban una plegaria: Jonatán entonaba, y los demás respondían junto con
Nehemías.
1:24 La oración era la siguiente: "Señor, Señor Dios,
creador de todas las cosas, temible y poderoso, justo y misericordioso, el
único Rey, el único bueno,
1:25 el único generoso, justo, omnipotente y eterno; tú que
salvas a Israel de todo mal, tú que elegiste a nuestros padres y los
santificaste:
1:26 acepta este sacrificio por todo tu pueblo Israel,
conserva a tu herencia y santifícala.
1:27 Reúne a aquellos de nosotros que están dispersos,
concede la libertad a los que están esclavizados entre las naciones, mira con
bondad a los desheredados y despreciados, para que los paganos reconozcan que
tú eres nuestro Dios.
1:28 Castiga a los que nos oprimen y nos ultrajan con arrogancia.
1:29 Planta a tu pueblo en tu Lugar santo, conforme a lo que
dijo Moisés".
1:30 Los sacerdotes entonaban himnos, 31 y cuando el
sacrificio quedó consumido, Nehemías mandó derramar el resto del líquido sobre
unas grandes piedras.
1:32 Entonces se encendió una llamarada, que fue absorbida
por el resplandor que brillaba en el altar.
1:33 Cuando se divulgó lo sucedido y se comunicó al rey de
los persas que en el sitio donde los sacerdotes deportados habían escondido el
fuego, había aparecido un líquido con el que los sacerdotes de Nehemías
hicieron arder las víctimas del sacrificio,
1:34 el rey, después de cerciorarse del asunto, dio orden de
cercar el lugar, declarándolo sagrado. 35 El rey sacó de allí grandes ganancias
y las repartía a los que quería favorecer. 36 Nehemías y sus compañeros
llamaron a ese líquido "neftar", que significa
"purificación", pero la mayoría lo llamaba "nafta".
CAPÍTULO 2
Jeremías y el Arca de la Alianza
2:1 Consta en los archivos que el profeta Jeremías ordenó a
los deportados que tomaran fuego, como ya se ha indicado,
2:2 y que el profeta, después de entregarles la Ley, les
mandó que no olvidaran los preceptos del Señor, ni se desviaran al ver los
ídolos de oro y plata y la pompa que los rodeaba.
2:3 Entre otras recomendaciones similares, los exhortaba una
y otra vea a que no apartaran la Ley de sus corazones.
2: 4 Se decía en el escrito cómo el profeta, advertido por
un oráculo, mandó llevar con él la Carpa y el Arca, y cómo partió hacia la
montaña donde Moisés había subido para contemplar la herencia de Dios.
2:5 Al llegar, Jeremías encontró una caverna: allí introdujo
la Carpa, el Arca y el altar del incienso y clausuró la entrada.
2:6 Algunos de sus acompañantes volvieron para poner señales
en el camino, pero no pudieron encontrarlo.
2:7 Y cuando Jeremías se enteró de esto, los reprendió,
diciéndoles: "Ese lugar quedará ignorado hasta que Dios tenga misericordia
de su pueblo y lo reúna.
2:8 Entonces el Señor pondrá todo de manifiesto, y aparecerá
la gloria del Señor y la nube, como apareció en tiempos de Moisés y cuando
Salomón oró para que el Santuario fuera solemnemente consagrado".
2:9 Además, se hacía constar que Salomón, lleno del espíritu
de sabiduría, ofreció el sacrificio de la dedicación y la terminación del
Templo.
2:10 Así como Moisés oró al Señor y bajó fuego del Cielo,
que devoró las ofrendas del sacrificio, así también cuando oró Salomón, bajó
fuego y consumió la víctima.
2:11 Moisés había dicho: "Por no haber sido comida, la
oblación ofrecida por el pecado ha sido destruida".
2:12 De la misma manera, Salomón celebró los ocho días de
fiesta.
La biblioteca de Nehemías
2:13 Los mismos hechos se narraban en los archivos y en las
Memorias de Nehemías, donde se relataba, además, cómo este fundó una
biblioteca, en la que reunió los libros que tratan de los reyes, los libros de
los profetas y los de David, así como también las cartas de los reyes sobre las
ofrendas.
2:14 Del mismo modo, Judas reunió todos los escritos
dispersos a causa de las guerras que hemos padecido, los cuales están ahora en
poder nuestro.
2:15 Si ustedes necesitan alguno de estos escritos, manden a
alguien que los venga a buscar.
Invitación a celebrar la fiesta de la Dedicación del Templo
2:16 Les escribimos esto, próximos a celebrar la
purificación del Templo; también ustedes hagan lo posible por celebrar estos
días.
2:17 El Dios que salvó a todo su pueblo y concedió a todos
la herencia, el reino, el sacerdocio y la santificación,
2:18 como lo había prometido por medio de la Ley, ese mismo
Dios —así lo esperamos— tendrá compasión de nosotros y nos reunirá en el
Santuario, desde todas las partes de la tierra. Porque él nos ha librado de
graves males y ha purificado el Lugar santo.
Prólogo del autor
2:19 La historia de Judas Macabeo y sus hermanos, de la
purificación del gran Templo y de la dedicación del altar,
2:20 así como las guerras contra Antíoco Epífanes y su hijo
Eupátor,
2:21 y las manifestaciones celestiales a los que combatieron
valerosamente en favor del Judaísmo —los cuales, siendo tan pocos, saquearon
todo el país, expulsaron las hordas extranjeras,
2:22 recuperaron el Santuario célebre en todo el mundo,
liberaron la ciudad y restablecieron las leyes que estaban en peligro de ser
abolidas, porque el Señor, en su gran benignidad, se mostró propicio con ellos—
2:23 todo esto ha sido expuesto en cinco libros por Jasón de
Cirene, y nosotros intentaremos resumirlo en uno solo.
2:24 En efecto, teniendo en cuenta la enorme cantidad de
cifras y la dificultad que encuentran, por la amplitud de la materia, los que
desean sumergirse en los relatos de la historia,
2:25 hemos procurado ofrecer un relato ameno para los
aficionados a la lectura, práctico para los que quieren grabar los hechos en su
memoria y útil para todos indistintamente.
2:26 Para nosotros, que hemos asumido la penosa tarea de
hacer este resumen, la obra no ha sido fácil, sino que nos ha costado muchos
sudores y desvelos,
2:27 como no es cosa fácil preparar un banquete, tratando de
complacer a todos. Sin embargo, soportamos con gusto esta molestia para
utilidad de muchos,
2:28 dejando al autor el examen detallado de cada hecho,
para esforzarnos nosotros por seguir las reglas de un resumen.
2:29 Porque así como al arquitecto de una casa nueva, le
corresponde preocuparse de toda la construcción, en tanto que los decoradores y
pintores sólo se ocupan de la ornamentación, pienso que lo mismo sucede con
nosotros:
2:30 al historiador le compete profundizar y analizar las
ideas y examinar cada cosa en detalle;
2:31 pero al que se propone resumir los hechos, se le
permite hacer una síntesis de la obra, omitiendo tratar el tema en forma
exhaustiva.
2:32 Comencemos, entonces, la narración sin alargar tanto
los preliminares, porque sería absurdo extenderse en la introducción y ser
breve en la historia misma.
HISTORIA DE HELIODORO
CAPÍTULO 3
La rivalidad entre Simón y Onías
3:1 Cuando la Ciudad santa se encontraba en completa paz y
las leyes se observaban a la perfección, gracias a la piedad y a la rectitud
del Sumo Sacerdote Onías,
3:2 solía suceder que hasta los mismos reyes honraban el
Santuario y lo enriquecían con espléndidos regalos,
3:3 hasta tal punto que Seleuco, rey de Asia, mantenía con
sus propios recursos todas las expensas para la celebración de los sacrificios.
3:4 Pero un tal Simón, de la familia de Bilgá, que había
sido designado administrador del Templo, tuvo diferencias con el Sumo Sacerdote
en lo relativo al control de los mercados de la ciudad.
3:5 Como no lograba imponerse a Onías, acudió a Apolonio de
Tarso, que era entonces gobernador de Celesiria y de Fenicia,
3:6 y le comunicó que el tesoro de Jerusalén estaba repleto
de incontables riquezas, tanto que la cantidad de dinero era incalculable y muy
superior al presupuesto de los sacrificios, y nada impedía que fuera puesto a
disposición del rey.
Heliodoro, encargado de incautarse del tesoro del Templo
3:7 En una audiencia con el rey, Apolonio lo puso al tanto
de las riquezas que la habían sido denunciadas, y el rey designó a Heliodoro,
su encargado de negocios, y lo envió con la orden de incautarse de aquellos
tesoros.
3:8 Heliodoro emprendió inmediatamente el viaje, fingiendo
que inspeccionaba las ciudades de Celesiria y Fenicia, aunque su intención era
cumplir los planes del rey.
3:9 Al llegar a Jerusalén, fue recibido amistosamente por el
Sumo Sacerdote de la ciudad, al que informó sobre la denuncia que se había
hecho y le manifestó el motivo de su presencia, preguntándole si todo eso era
verdad.
3:10 El Sumo Sacerdote le explicó que se trataba de unos
depósitos pertenecientes a las viudas y a los huérfanos,
3:11 y que una parte pertenecía a Hircano, hijo de Tobías,
que era un personaje de posición muy elevada. Contrariamente a la calumniosa
denuncia de Simón, el total ascendía a cuatrocientos talentos de plata y
doscientos de oro.
3:12 Y no se podía defraudar a los que habían depositado su
confianza en la santidad de ese Lugar y en la inviolable majestad de aquel
Templo venerado en todo el mundo.
Tentativas de violación del Templo
3:13 Pero Heliodoro, siguiendo las ordenes del rey, sostenía
inflexiblemente que aquellas riquezas debían ser confiscadas en beneficio del
tesoro real.
3:14 En la fecha fijada, Heliodoro procedió a realizar el
inventario de los bienes, con gran consternación de toda la ciudad:
3:15 los sacerdotes, postrados ante el altar con sus
ornamentos sagrados, suplicaban al Cielo, que había dictado la ley sobre los
bienes en depósito, rogándole que los conservara intactos para quienes los
habían depositado.
3:16 A uno se le partía el alma con solo mirar el rostro del
Sumo Sacerdote, porque su aspecto y su palidez revelaban la angustia de su
alma.
3:17 El miedo y el temblor estremecían todo su cuerpo,
descubriendo a quienes lo observaban el sufrimiento de su corazón.
3:18 Además, algunos salían de sus casas en grupos para
hacer rogativas públicas, a causa del inminente ultraje a que se vería expuesto
el Santuario;
3:19 las mujeres, ceñidas de cilicio debajo de los senos, se
aglomeraban en las calles; las más jóvenes, habitualmente recluidas, corrían,
unas a las puertas, otras a los muros, y otras, se asomaban por las ventanas.
3:20 Todas elevaban sus plegarias con los brazos extendidos
hacia el Cielo.
3:21 Daba pena ver a la muchedumbre postrada
desordenadamente, y al Sumo Sacerdote lleno de ansiedad y de angustia.
3:22 Mientras ellos rogaban al Señor todopoderoso que
guardara intactos los bienes depositados, dando plena seguridad a sus dueños,
3:23 Heliodoro, por su parte, comenzó a ejecutar lo que se
había propuesto.
El castigo de Heliodoro en el Templo
3:24 Pero cuando ya se encontraba con su escolta junto al
Tesoro, el Soberano de los espíritus y de toda Potestad se manifestó tan
esplendorosamente que todos los que se habían atrevido a venir con él, heridos
por el poder de Dios, quedaron sin fuerzas y acobardados.
3:25 Porque se les apareció un caballo montado por un
temible jinete y ricamente enjaezado, el cual, arrojándose con ímpetu, levantó
contra Heliodoro sus cascos delanteros. El jinete aparecía cubierto con una
armadura de oro.
3:26 También se le aparecieron otros dos jóvenes de
extraordinario vigor, resplandecientes por su hermosura y vestidos
espléndidamente: ellos se pusieron uno a cada lado y lo azotaban sin cesar,
moliéndolo a golpes.
3:27 Heliodoro cayó en tierra, envuelto en una densa
oscuridad, y en seguida lo recogieron y lo sacaron en una camilla.
3:28 Así llevaban ahora, incapaz de valerse por sí mismo, al
que poco antes había entrado al Tesoro, acompañado de numeroso séquito y de
toda su escolta. Y todos reconocieron claramente la soberanía de Dios.
3:29 Mientras él yacía derribado por la fuerza divina, sin
habla y sin esperanza de salvación,
3:30 los judíos bendecían al Señor, que había glorificado su
propio Lugar. El Templo, que poco antes había estado lleno de miedo y
consternación, desbordaba ahora de alegría y de júbilo por la manifestación del
Señor todopoderoso.
3:31 En seguida, algunos de los acompañantes de Heliodoro
rogaron a Onías que invocara al Altísimo a fin de que perdonara la vida al que
ya estaba a punto de expirar.
3:32 El Sumo Sacerdote, temiendo que el rey sospechara que
los judíos habían atentado contra Heliodoro, ofreció un sacrificio por su
curación.
3:33 Mientras el Sumo Sacerdote ofrecía el sacrificio de
expiación, se aparecieron otra vez a Heliodoro los mismos jóvenes, cubiertos
con las mismas vestiduras y, puestos de pie, le dijeron: "Da muchas gracias
al Sumo Sacerdote Onías, porque por su intercesión el Señor te concede la vida.
3:34 Y ahora tú, que has sido castigado por el Cielo,
anuncia a todos la grandeza del poder de Dios". Dicho esto,
desaparecieron.
La conversión de Heliodoro
3:35 Heliodoro, después de ofrecer un sacrificio al Señor y
de orar largamente al que le había concedido la vida, se despidió de Onías y
volvió con sus tropas adonde estaba el rey.
3:36 Y daba testimonio delante de todos de las obras del
gran Dios, que él había contemplado con sus propios ojos.
3:37 Cuando el rey preguntó a Heliodoro a quién convendría
enviar otra vez a Jerusalén, él respondió:
3:38 "Si tienes algún enemigo o alguien que conspira
contra el gobierno, envíalo allá y volverá molido a golpes, si es que logra
salvar su vida. Porque te aseguro que una fuerza divina rodea aquel lugar:
3:39 el que tiene su morada en el cielo vela por él y lo
protege, y a todos los que se acercan con malas intenciones los castiga con la
muerte".
3:40 Así terminaron los hechos referentes a Heliodoro y a la
preservación del Tesoro.
LA PERSECUCIÓN DE ANTÍOCO IV
CAPÍTULO 4
Insidias del administrador Simón
4:1 El susodicho Simón, delator del Tesoro del Templo y
traidor de la patria, calumniaba a Onías, como si fuera este el que había
maltratado a Heliodoro y el causante de sus desgracias.
4:2 Al bienhechor de la ciudad, al defensor de sus
compatriotas, al ferviente cumplidor de las leyes, se atrevía a calificarlo de
conspirador contra el Estado.
4:3 La hostilidad llegó a tal punto que uno de los
partidarios de Simón cometió varios asesinatos.
4:4 Entonces Onías, considerando que aquella rivalidad era
peligrosa y que Apolonio, hijo de Menesteo, gobernador de Celesiria y de
Fenicia, fomentaba la maldad de Simón,
4:5 se hizo presentar delante del rey, no para acusar a sus
conciudadanos, sino por el bien general de todo su pueblo y de cada uno en
particular.
4:6 Él veía, efectivamente, que sin una intervención real,
era imposible lograr la pacificación y contener los desatinos de Simón.
Introducción del helenismo por obra de Jasón
4:7 Después que murió Seleuco y le sucedió en el trono
Antíoco, llamado Epífanes, Jasón, hermano de Onías, usurpó fraudulentamente el
sumo sacerdocio,
4:8 prometiendo al rey en una entrevista trescientos sesenta
talentos de plata, y ochenta de otras rentas.
4:9 Se comprometió, además, por escrito a pagar otros ciento
cincuenta talentos, si se le concedía la facultad de instalar por su propia
cuenta un gimnasio y un ateneo juvenil y de inscribir en un registro a los
antioquenos residentes en Jerusalén.
4:10 Con el asentimiento del rey y teniendo los poderes en
su mano, comenzó rápidamente a introducir entre sus compatriotas el estilo de
vida de los griegos.
4:11 Suprimió los humanitarios privilegios que los reyes
habían concedido a los judíos, por intermedio de Juan, padre de Eupólemo, el
mismo Eupólemo que fue enviado como embajador para hacer una alianza de amistad
con los romanos; derogó las instituciones legales e introdujo nuevas costumbres
contrarias a la Ley:
4:12 así se dio el gusto de fundar un gimnasio al pie mismo
de la Acrópolis e indujo a lo mejor de la juventud a los ejercicios atléticos.
4:13 Era tal el auge del helenismo y el avance de la moda
extranjera, debido a la enorme perversidad de Jasón —el cual tenía más de impío
que de Sumo Sacerdote—
4:14 que ya los sacerdotes no tenían ningún celo por el
servicio del altar, sino que despreciaban el Templo. Apenas se daba la señal de
lanzar el disco, dejaban de lado los sacrificios y se apresuraban a participar
en los ejercicios de la palestra, que eran contrarios a la Ley.
4:15 Sin mostrar ningún aprecio por los valores nacionales,
juzgaban las glorias de los griegos como las mejores.
4:16 Pero esto mismo los puso en grave aprieto, porque
después tuvieron como enemigos y opresores a aquellos mismos cuya conducta
emulaban y a los cuales querían imitar en todo.
4:17 Porque no se violan en vano las leyes divinas: así lo
va a demostrar la etapa siguiente.
Donativo de Jasón para el sacrificio de Hércules
4:18 Cuando se celebraron en Tiro los juegos quinquenales
con la asistencia del rey,
4:19 el infame Jasón envió como representantes de Jerusalén
a algunos antioquenos, en calidad de observadores, con un presente de
trescientas dracmas de oro para el sacrificio de Hércules. Pero ellos
consideraron que era inconveniente emplearlas para el sacrificio y que debían
aplicarlas a otra clase de gastos.
4:20 De esta manera, el dinero asignado por el donante al
sacrificio de Hércules fue destinado, por voluntad de los portadores, a la
construcción de trirremes.
La visita de Antíoco IV Epífanes a Jerusalén
4:21 Apolonio, hijo de Menesteo, fue enviado a Egipto con
motivo de la entronización del rey Filométor. Cuando Antíoco supo que aquel se
había convertido en su adversario político, se preocupó por su propia
seguridad. Por eso, al pasar por Jope, se desvió hacia Jerusalén.
4:22 Allí fue solemnemente recibido por Jasón y por la
ciudad, e hizo su entrada en medio de antorchas y aclamaciones. Después de
esto, fue a acampar con sus tropas a Fenicia.
La designación de Menelao como Sumo Sacerdote
4:23 Tres años más tarde, Jasón envió a Menelao, hermano del
ya mencionado Simón, para llevar el dinero al rey y también para gestionar
algunos asuntos importantes.
4:24 Pero Menelao, una vez presentado ante el rey, lo
impresionó con su aire majestuoso y logró hacerse investir del sumo sacerdocio,
ofreciéndole trescientos talentos de plata más que Jasón.
4:25 Así regresó provisto del mandato real, pero sin llevar
consigo nada digno del sumo sacerdocio, sino más bien la furia de un cruel
tirano y la violencia de una fiera salvaje.
4:26 De esta manera Jasón, que había suplantado a su propio
hermano, fue suplantado a su vez por otro, y se vio forzado a huir a la región
de Amán.
4:27 Pero Menelao, una vez adueñado del poder, no se
preocupaba de pagar las sumas prometidas al rey,
4:28 a pesar de las reclamaciones de Sóstrates, el prefecto
de la Acrópolis, ya que a él le correspondía percibir los impuestos. Por este
motivo, ambos fueron convocados por el rey.
4:29 Menelao dejó como sustituto en el sumo sacerdocio a su
hermano Lisímaco, y Sóstrates dejó a Crates, jefe de los chipriotas.
Asesinato de Onías
4:30 Mientras tanto, se sublevaron los habitantes de Tarso y
de Malos, porque sus ciudades habían sido regaladas a Antióquida, la concubina
del rey.
4:31 El rey partió apresuradamente para poner las cosas en
orden, dejando en su lugar a Andrónico, uno de los grandes dignatarios.
4:32 Menelao, pensando que se le había presentado una
ocasión favorable, se apropió de unos objetos de oro del Templo y se los regaló
a Andrónico, y también vendió otros en Tiro y en las ciudades vecinas.
4:33 Cuando Onías tuvo la evidencia de lo sucedido, se lo
reprochó, después de haberse retirado a Dafne, ciudad que estaba cerca de
Antioquía y gozaba de inmunidad.
4:34 Por eso Menelao, en conversaciones secretas con
Andrónico, lo instigaba a matar a Onías. Entonces Andrónico se presentó ante
Onías, y se ganó astutamente su confianza, estrechándole la mano derecha con un
juramento. Así lo persuadió a que saliera de su refugio —aun sin disipar toda
sospecha— y lo mató inmediatamente, conculcando toda justicia.
4:35 Frente a esto, no sólo los judíos, sino también mucha
gente de las otras naciones se indignaron y se afligieron por el injusto
asesinato de aquel hombre.
4:36 Apenas el rey regresó de las regiones de Cilicia, los
judíos de la ciudad y los griegos que reprochaban tan mala acción, acudieron a
él para quejarse por la injusta muerte de Onías.
4:37 Antíoco se entristeció profundamente y, movido a
compasión, lloró recordando la prudencia y la gran moderación del difunto.
4:38 Luego, lleno de indignación, despojó a Andrónico de la
púrpura, desgarró sus vestiduras y lo hizo conducir por toda la ciudad hasta el
sitio donde había tratado tan impíamente a Onías. Allí hizo ajusticiar al homicida,
y así el Señor le infligió el castigo que había merecido.
Amotinamiento del pueblo en Jerusalén y muerte de Lisímaco
4:39 Lisímaco había cometido muchos robos sacrílegos en la
ciudad con el consentimiento de Menelao, y la noticia se había divulgado entre
la gente. Por eso el pueblo se amotinó contra Lisímaco, cuando ya muchos
objetos de oro habían desaparecido.
4:40 Como la multitud estaba muy excitada y había llegado al
colmo de su furor, Lisímaco armó cerca de tres mil hombres e inició una
violenta represión, poniendo al frente a un tal Arauno, hombre avanzado en edad
no menos que en falta de juicio.
4:41 Cuando advirtieron que Lisímaco los atacaba, unos se
armaron de piedras, otros de palos, y otros, tomando puñados de la ceniza que
había allí, los arrojaban violentamente contra las tropas. 42 De este modo
hirieron a muchos de ellos y mataron a otros; a todos los demás los obligaron a
huir y dieron muerte al sacrílego junto al Tesoro del Templo.
La injusta absolución de Menelao
4:43 Con motivo de estos sucesos, se entabló un proceso
contra Menelao.
4:44 Cuando el rey llegó a Tiro, tres hombres enviados por
el Consejo de los ancianos presentaron una acusación contra él.
4:45 Al verse perdido, Menelao prometió una importante suma
a Tolomeo, hijo de Dorimeno, para que tratara de persuadir al rey.
4:46 Tolomeo llevó al rey a una galería, como quien va a
tomar un poco de aire, y allí lo hizo cambiar de parecer.
4:47 Así absolvió de las acusaciones a Menelao, que era el
causante de todos esos males. En cambio, condenó a muerte a aquellos
desdichados que hubieran sido absueltos como inocentes, incluso por un tribunal
de bárbaros.
4:48 De esta manera fueron inmediatamente sometidos a un
castigo injusto los que habían defendido la ciudad, el pueblo y los objetos
sagrados.
4:49 Por eso algunos tirios, indignados por aquella maldad,
se encargaron de darles una espléndida sepultura.
4:50 Mientras tanto, Menelao se mantenía en el poder,
gracias a la avaricia de aquellos gobernantes. Su maldad crecía cada vez más,
convirtiéndolo en el principal adversario de sus compatriotas.
CAPÍTULO 5
Enfrentamiento de Menelao y Jasón
5:1 Alrededor de ese tiempo, Antíoco preparaba su segunda
expedición contra Egipto.
5:2 Y sucedió que por espacio de unos cuarenta días
aparecieron en toda la ciudad, corriendo por los aires, jinetes vestidos de
oro, tropas armadas divididas en escuadrones, espadas desenvainadas,
5:3 regimientos de caballería en orden de batalla, ataques e
incursiones de una y otra parte, movimientos de escudos, nubes de lanzas,
disparos de flechas, destellos de guarniciones de oro y corazas de toda clase.
5:4 Ante esto, todos rogaban que aquella aparición fuera
señal de buen augurio.
5:5 Al difundirse el falso rumor de que Antíoco había
muerto, Jasón lanzó un ataque imprevisto contra la ciudad con no menos de mil
hombres. Como los que estaban en la muralla fueron rechazados y la ciudad al
fin fue tomada, Menelao se refugió en la Acrópolis.
5:6 Jasón masacró sin piedad a sus propios conciudadanos,
sin caer en la cuenta de que una victoria sobre ellos era el mayor de los
desastres: ¡él se imaginaba que ganaba trofeos a sus enemigos y no a sus
propios compatriotas!
5:7 Sin embargo, no logró adueñarse del poder y finalmente,
sin haber conseguido otra cosa que su propio fracaso, tuvo que huir de nuevo al
país de Amán.
Muerte de Jasón
5:8 Su conducta perversa tuvo un final desastroso. Acusado
ante Aretas, soberano de los árabes, huyó de ciudad en ciudad; perseguido por
todos, aborrecido como transgresor de las leyes y abominado como verdugo de su
patria y de sus conciudadanos, fue a parar a Egipto.
5:9 El que había desterrado a muchos de su patria murió en
el destierro, mientras se dirigía a Lacedemonia con la esperanza de encontrar
un refugio, apelando a su origen común.
5:10 El que había dejado a muchos sin sepultura, no tuvo
quien lo llorara; nadie le tributó honras fúnebres y no encontró sitio en el
sepulcro de sus antepasados.
Despojo del Templo por Antíoco IV
5:11 Cuando el rey se enteró de lo ocurrido, llegó a la
conclusión de que Judea tramaba su independencia. Entonces, volvió de Egipto,
enfurecido como una fiera, tomó la ciudad por las armas,
5:12 y mandó a los soldados que hirieran sin compasión a
todos los que cayeran en sus manos y degollaran a los que intentaran refugiarse
en las casas.
5:13 Fue una verdadera matanza de jóvenes y ancianos, una
masacre de muchachos, mujeres y niños, una carnicería de muchachas y niños de
pecho.
v14 En sólo tres días hubo ochenta mil víctimas: cuarenta
mil fueron muertos y otros tantos vendidos como esclavos.
5:15 No contento con esto, Antíoco tuvo la osadía de entrar
en el Templo más santo de toda la tierra, llevando como guía a Menelao, el
traidor de las leyes y de la patria.
v16 Con sus manos impuras tomó los objetos sagrados, y
arrebató con manos sacrílegas los presentes hechos por otros reyes para realzar
la gloria y el honor de ese Lugar.
v17 Él se engreía porque no tenía en cuenta que el Señor se
había irritado por poco tiempo a causa de los pecados cometidos por los
habitantes de la ciudad, y por eso había apartado su mirada del Lugar.
5:18 Si ellos no se hubieran dejado dominar por tantos
pecados, también Antíoco habría sido golpeado y hecho desistir de su
atrevimiento apenas ingresó en el Santuario, como lo había sido Heliodoro
cuando fue enviado por el rey Seleuco para inspeccionar el Tesoro.
5:19 Pero el Señor no eligió al pueblo a causa de este
Lugar, sino a este Lugar a causa del pueblo.
5:20 Por eso, el mismo Lugar, después de haber participado
de las desgracias del pueblo, también participó de su restauración y, habiendo
sido abandonado en el tiempo de la ira del Todopoderoso, fue de nuevo
restaurado con toda su gloria, cuando el gran Soberano se reconcilió con él.
Desmanes de los funcionarios de Antíoco IV en Judea
5:21 Antíoco, después de haber sacado del Templo mil
ochocientos talentos, partió en seguida para Antioquía, creyendo
presuntuosamente que era capaz de navegar por la tierra y caminar por el mar:
tal era la arrogancia de su corazón.
5:22 Pero antes, dejó prefectos para que hicieran daño al
pueblo. En Jerusalén, deja a Filipo, de origen frigio, un hombre de costumbres
más bárbaras que el que lo había designado;
5:23 en el monte Garizím, dejó a Andrónico, y además de
estos, a Menelao, que superaba a todos los otros en maldad, por el odio que
tenía a sus compatriotas judíos.
La masacre de Apolonio en Jerusalén
5:24 Antíoco envió a Apolonio, jefe de los mercenarios de
Misia, con un ejército de veintidós mil soldados, dándole la orden de degollar
a todos los hombres adultos y de vender a las mujeres y a los niños.
5:25 Una vez que Apolonio llegó a Jerusalén, fingiendo que
venía en son de paz, esperó hasta el santo día del sábado. Y mientras los
judíos observaban el descanso, mandó a sus tropas que hicieran un desfile
militar.
5:26 Entonces hizo pasar al filo de la espada a todos los
que habían salido a ver el espectáculo. Luego dio una batida por la ciudad con
los soldados armados y mató a una gran muchedumbre.
La reacción de Judas Macabeo
5:27 Mientras tanto, Judas, llamado el Macabeo, formó un
grupo de unos diez hombres y se retiró al desierto. Allí vivía entre las
montañas con sus compañeros, como las fieras salvajes, sin comer nada más que
hierbas, para no incurrir en ninguna impureza.
CAPÍTULO 6
La helenización del país y la persecución religiosa
6:1 Poco tiempo después, el rey envió a un consejero
ateniense para que obligara a los judíos a abandonar las costumbres de sus
padres y a no vivir conforme a las leyes de Dios;
6:2 a profanar el Templo de Jerusalén, dedicándolo a Júpiter
Olímpico, y a dedicar el del monte Garizím a Júpiter Hospitalario, conforme a
la idiosincrasia de los habitantes de aquel lugar.
6:3 Este recrudecimiento del mal se hacía penoso e
insoportable para todos.
6:4 El Templo se llenó del desenfreno y las orgías de los
paganos, que se divertían con prostitutas y tenían relaciones con mujeres en
los atrios sagrados, e incluso, introducían allí objetos prohibidos.
6:5 El altar estaba repleto de ofrendas ilegítimas,
proscritas por la Ley.
6:6 No se podía observar el sábado, ni celebrar las fiestas
de nuestros padres, y ni siquiera declararse judío.
6:7 Por el contrario, todos se veían penosamente forzados a
participar del banquete ritual con que se conmemoraba cada mes el nacimiento
del rey; y cuando llegaban las fiestas dionisíacas, se los obligaba a seguir el
cortejo de Dionisos, coronados de guirnaldas.
6:8 Por instigación de Tolomeo, se publicó un decreto
dirigido a las ciudades griegas de los alrededores, obligándolas a que
procedieran de la misma manera contra los judíos y los hicieran participar en
los banquetes rituales.
6:9 Además, se ordenaba degollar a los que rehusaran adoptar
las costumbres griegas. Todo esto hacía prever la inminente calamidad.
6:10 Dos mujeres fueron delatadas por haber circuncidado a
sus hijos, y después de hacerlas pasear públicamente por la ciudad con sus
niños colgados del pecho, las precipitaron desde lo alto de la muralla.
6:11 Otros, que se habían reunido en las cavernas cercanas
para celebrar ocultamente el día sábado, fueron denunciados a Filipo y quemados
todos juntos, ya que no se habían atrevido a defenderse por respeto a la
santidad de aquel día.
Reflexión sobre el sentido de las persecuciones
6:12 Ruego a los lectores de este libro que no se dejen
impresionar por estas calamidades. Piensen más bien que estos castigos no han
sucedido para la ruina, sino para la educación de nuestro pueblo.
6:13 Porque es una señal de gran benevolencia no tolerar por
mucho tiempo a los impíos, sino infligirles rápidamente un castigo.
6:14 Antes de castigar a las otras naciones, el Soberano
espera pacientemente que colmen la medida de sus pecados; pero con nosotros ha
decidido obrar de otra manera,
6:15 para no tener que castigarnos más tarde, cuando
nuestros pecados hayan llegado al colmo.
6:16 Por eso nunca retira de nosotros su misericordia, y
aunque corrige a su pueblo por medio de la adversidad, no lo abandona.
6:17 Que esto sirva solamente para recordar ciertas
verdades. Y después de estas consideraciones, prosigamos la narración.
El martirio de Eleazar
6:18 Eleazar, uno de los principales maestros de la Ley, de
edad muy avanzada y de noble aspecto, fue forzado a abrir la boca para comer
carne de cerdo.
6:19 Pero él, prefiriendo una muerte honrosa a una vida
infame, marchó voluntariamente al suplicio,
6:20 después de haber escupido la carne, como deben hacerlo
los que tienen el valor de rechazar lo que no está permitido comer, ni siquiera
por amor a la vida.
6:21 Los que presidían este banquete ritual contrario a la
Ley, como lo conocían desde hacía mucho tiempo, lo llevaron aparte y le rogaron
que hiciera traer carne preparada expresamente para él y que le estuviera
permitido comer. Asimismo le dijeron que fingiera comer la carne del
sacrificio, conforme a la orden del rey.
6:22 Obrando de esa manera, se libraría de la muerte y sería
tratado humanitariamente por su antigua amistad con ellos.
6:23 Pero él, tomando una noble resolución, digna de su
edad, del prestigio de su vejez, de sus venerables canas, de la vida ejemplar
que había llevado desde su infancia y, sobre todo, de la santa legislación
establecida por Dios, se mostró consecuente consigo mismo, pidiendo que lo
enviaran de inmediato a la morada de los muertos.
6:24 "A nuestra edad, decía, no está bien fingir. De lo
contrario, muchos jóvenes creerán que Eleazar, a los noventa años, se ha pasado
a las costumbres paganas.
6:25 Entonces también ellos, a causa de mi simulación y de
mi apego a lo poco que me resta de vida, se desviarán por culpa mía, y yo
atraeré sobre mi vejez la infamia y el deshonor.
v26 Porque, aunque ahora me librara del castigo de los
hombres, no podría escapar, ni vivo ni muerto, de las manos del Todopoderoso.
6:27 Por eso, me mostraré digno de mi vejez entregando mi
vida valientemente.
6:28 Así dejaré a los jóvenes un noble ejemplo, al morir con
entusiasmo y generosidad por las venerables y santas leyes". Dicho esto,
se encaminó resueltamente al suplicio.
6:29 Al oír estas palabras, que consideraban una verdadera
locura, los que lo conducían cambiaron en crueldad la benevolencia que antes le
habían demostrado.
6:30 Pero él, a punto ya de morir bajo los golpes, dijo
entre gemidos: "El Señor, que posee el santo conocimiento, sabe muy bien
que, pudiendo librarme de la muerte, soporto crueles dolores en mi cuerpo
azotado; pero mi alma los padece gustosamente por temor a él".
6:31 De este modo, Eleazar deja al morir, no sólo a los
jóvenes, sino a la nación entera, su propia muerte como ejemplo de generosidad
y como recuerdo de virtud.
CAPÍTULO 7
El martirio de siete hermanos y de su madre
7:1 También fueron detenidos siete hermanos, junto con su
madre. El rey, flagelándolos con azotes y tendones de buey, trató de obligarlos
a comer carne de cerdo, prohibida por la Ley.
7:2 Pero uno de ellos, hablando en nombre de todos, le dijo:
"¿Qué quieres preguntar y saber de nosotros? Estamos dispuestos a morir,
antes que violar las leyes de nuestros padres".
7:3 El rey, fuera de sí, mandó poner al fuego sartenes y
ollas,
7:4 y cuando estuvieron al rojo vivo, ordenó que cortaran la
lengua al que había hablado en nombre de los demás, y que le arrancaran el
cuello cabelludo y le amputaran las extremidades en presencia de sus hermanos y
de su madre.
7:5 Cuando quedó totalmente mutilado, aunque aún estaba con
vida, mandó que lo acercaran al fuego y lo arrojaran a la sartén. Mientras el
humo de la sartén se extendía por todas partes, los otros hermanos y la madre
se animaban mutuamente a morir con generosidad, diciendo:
7:6 "El Señor Dios nos está viendo y tiene compasión de
nosotros, como lo declaró Moisés en el canto que atestigua claramente: 'El
Señor se apiadará de sus servidores'".
7:7 Una vez que el primero murió de esta manera, llevaron al
suplicio al segundo. Después de arrancarle el cuero cabelludo, le preguntaron:
"¿Vas a comer carne de cerdo, antes que sean torturados todos los miembros
de tu cuerpo?"
7:8 Pero él, respondiendo en su lengua materna, exclamó:
"¡No!" Por eso, también él sufrió la misma tortura que el primero.
7:9 Y cuando estaba por dar el último suspiro, dijo:
"Tú, malvado, nos privas de la vida presente, pero el Rey del universo nos
resucitará a una vida eterna, ya que nosotros morimos por sus leyes".
7:10 Después de este, fue castigado el tercero. Apenas se lo
pidieron, presentó su lengua, extendió decididamente sus manos
7:11 y dijo con valentía: "Yo he recibido estos
miembros como un don del Cielo, pero ahora los desprecio por amor a sus leyes y
espero recibirlos nuevamente de él".
7:12 El rey y sus acompañantes estaban sorprendidos del
valor de aquel joven, que no hacía ningún caso de sus sufrimientos.
7:13 Una vez que murió este, sometieron al cuarto a la misma
tortura y a los mismos suplicios.
7:14 Y cuando ya estaba próximo a su fin, habló así:
"Es preferible morir a manos de los hombres, con la esperanza puesta en
Dios de ser resucitados por él. Tú, en cambio, no resucitarás para la
vida".
7:15 En seguida trajeron al quinto y comenzaron a
torturarlo.
7:16 Pero él, con los ojos fijos en el rey, dijo: "Tú,
aunque eres un simple mortal, tienes poder sobre los hombres y por eso haces lo
que quieres. Pero no creas que Dios ha abandonado a nuestro pueblo.
7:17 Espera y verás cómo su poder soberano te atormentará a
ti y a tu descendencia".
7:18 Después de este trajeron al sexto, el cual, estando a
punto de morir, dijo: "No te hagas vanas ilusiones, porque nosotros
padecemos esto por nuestra propia culpa; por haber pecado contra nuestro Dios,
nos han sucedido cosas tan sorprendentes.
7:19 Pero tú, que te has atrevido a luchar contra Dios, no
pienses que vas a quedar impune".
7:20 Incomparablemente admirable y digna del más glorioso
recuerdo fue aquella madre que, viendo morir a sus siete hijos en un solo día,
soportó todo valerosamente, gracias a la esperanza que tenía puesta en el
Señor.
7:21 Llena de nobles sentimientos, exhortaba a cada uno de
ellos, hablándoles en su lengua materna. Y animando con un ardor varonil sus
reflexiones de mujer, les decía:
7:22 "Yo no sé cómo ustedes aparecieron en mis
entrañas; no fui yo la que les dio el espíritu y la vida ni la que ordenó
armoniosamente los miembros de su cuerpo.
7:23 Pero sé que el Creador del universo, el que plasmó al
hombre en su nacimiento y determinó el origen de todas las cosas, les devolverá
misericordiosamente el espíritu y la vida, ya que ustedes se olvidan ahora de
sí mismos por amor de sus leyes".
7:24 Antíoco pensó que se estaba burlando de él y sospechó
que esas palabras eran un insulto. Como aún vivía el más joven, no sólo trataba
de convencerlo con palabras, sino que le prometía con juramentos que lo haría
rico y feliz, si abandonaba las tradiciones de sus antepasados. Le aseguraba
asimismo que lo haría su Amigo y le confiaría altos cargos.
7:25 Pero como el joven no le hacía ningún caso, el rey hizo
llamar a la madre y le pidió que aconsejara a su hijo, a fin de salvarle la
vida.
7:26 Después de mucho insistir, ella accedió a persuadir a
su hijo.
7:27 Entonces, acercándose a él y burlándose del cruel
tirano, le dijo en su lengua materna: "Hijo mío, ten compasión de mí, que
te llevé nueve meses en mis entrañas, te amamanté durante tres años y te crié‚
y eduqué‚ dándote el alimento, hasta la edad que ahora tienes.
7:28 Yo te suplico, hijo mío, que mires al cielo y a la
tierra, y al ver todo lo que hay en ellos, reconozcas que Dios lo hizo todo de
la nada, y que también el género humano fue hecho de la misma manera.
7:29 No temas a este verdugo: muéstrate más bien digno de
tus hermanos y acepta la muerte, para que yo vuelva a encontrarte con ellos en
el tiempo de la misericordia".
7:30 Apenas ella terminó de hablar, el joven dijo:
"¿Qué esperan? Yo no obedezco el decreto del rey, sino las prescripciones
de la Ley que fue dada a nuestros padres por medio de Moisés.
7:31 Y tú, que eres el causante de todas las desgracias de
los hebreos, no escaparás de las manos de Dios.
7:32 Es verdad que nosotros padecemos a causa de nuestros
propios pecados;
7:33 pero si el Señor viviente se ha irritado por un tiempo
para castigarnos y corregirnos, él volverá a reconciliarse con sus servidores.
7:34 Tú, en cambio, el más impío e infame de todos los
hombres, no te engrías vanamente ni alientes falsas esperanzas, levantando tu
mano contra los hijos del Cielo,
7:35 porque todavía no has escapado al juicio del Dios
todopoderoso que ve todas las cosas.
7:36 Nuestros hermanos, después de haber soportado un breve
tormento, gozan ahora de la vida inagotable, en virtud de la Alianza de Dios.
Pero tú, por el justo juicio de Dios, soportarás la pena merecida por tu
soberbia.
7:37 Yo, como mis hermanos, entrego mi cuerpo y mi alma por
las leyes de nuestros padres, invocando a Dios para que pronto se muestro
propicio con nuestra nación y para que te haga confesar, a fuerza de
aflicciones y golpes, que él es el único Dios.
7:38 ¡Ojalá que se detenga en mí y en mis hermanos la ira
del Todopoderoso, justamente desencadenada sobre todo nuestro pueblo!"
7:39 El rey, fuera de sí y exasperado por la burla, se
ensañó con este más cruelmente que con los demás.
7:40 Así murió el último de los jóvenes, de una manera
irreprochable y con entera confianza en el Señor.
7:41 Finalmente murió la madre, después de todos sus hijos.
7:42 Pero basta con esto para informar acerca de los
banquetes rituales y de la magnitud de los suplicios.
LA REBELIÓN DE JUDAS MACABEO Y LA PURIFICACIÓN DEL TEMPLO DE
JERUSALÉN
CAPÍTULO 8
El levantamiento y los primeros triunfos de Judas Macabeo
8:1 Mientras tanto, Judas Macabeo y sus compañeros, entraban
clandestinamente en los pueblos, convocaban a sus familiares y, atrayendo a los
que se mantenían fieles al Judaísmo, lograron reunir seis mil hombres.
8:2 Ellos suplicaban al Señor que se dignara mirar a aquel
pueblo pisoteado por todos, y se compadeciera del Templo profanado por los
impíos.
8:3 Le rogaban que se apiadara de la Ciudad, devastada y a
punto de ser arrasada, y escuchara la voz de la sangre que clamaba hacia él;
8:4 que se acordara de la inicua masacre de los niños
inocentes y se vengara de las blasfemias proferidas contra su Nombre.
v5 Una vez que se puso al frente de sus tropas, el Macabeo
resultó invencible ante los paganos, porque la ira del Señor se había
convertido en misericordia.
8:6 Atacando por sorpresa, incendiaba ciudades y poblados;
ocupaba posiciones estratégicas y derrotaba a numerosos enemigos.
8:7 Aprovechaba sobre todo la noche como aliada para tales
incursiones, y por todas partes se extendía la fama de su valor.
Preparativos para la campaña de Nicanor
8:8 Al ver Filipo que Judas progresaba cada vez más y sus
victorias eran cada día más frecuentes, escribió a Tolomeo, gobernador de
Celesiria y Fenicia, para que prestara apoyo a la causa del rey.
8:9 Este designó inmediatamente a Nicanor, hijo de Patroclo,
uno de sus principales Amigos, y lo envió al frente de no menos de veinte mil
hombres de todas las naciones para acabar con toda la población de Judea. A su
lado puso a Gorgias, general experimentado en la estrategia militar.
8:10 Nicanor calculaba que, con la venta de los judíos
prisioneros, podría pagar el tributo del rey a los romanos, que ascendía a dos
mil talentos.
8:11 Por eso envió en seguida un aviso a las ciudades de la
costa, invitando a comprar esclavos judíos y prometiendo entregar noventa
esclavos por talento, sin imaginarse el castigo que pronto le infligiría el
Todopoderoso.
La victoria de Judas Macabeo sobre Nicanor
8:12 El anuncio de la expedición de Nicanor llegó a oídos de
Judas. Cuando este comunicó a sus acompañantes que se acercaba al ejército
enemigo,
8:13 los cobardes y los que desconfiaban de la justicia de
Dios se dispersaron y buscaron refugio en otra parte.
8:14 Otros, vendían todo lo que les quedaba, y al mismo
tiempo suplicaban al Señor que librara a los que el impío Nicanor ya tenía
vendidos antes que comenzara la lucha.
8:15 Rogaban al Señor que hiciera esto, si no por ellos
mismos, al menos por las Alianzas concedidas a sus padres y porque ellos
llevaban su Nombre augusto y lleno de majestad.
8:16 Cuando el Macabeo reunió a sus seguidores, unos seis
mil en total, los exhortó a que no se dejaran acobardar por los enemigos ni se
amedrentaran ante la inmensa multitud de gente que venía a atacarlos
injustamente. Los animó asimismo a que lucharan con entusiasmo,
8:17 teniendo bien presente los ultrajes perpetrados contra
el Santuario, las violencias contra la Ciudad humillada y la supresión de las
costumbres de sus antepasados.
8:18 "Ellos, les dijo, confían en sus armas y en su
audacia, pero nosotros confiamos en el Dios todopoderoso que puede deshacer con
un solo gesto no sólo a los que nos atacan, sino también al mundo entero".
8:19 Luego les enumeró todas las ayudas con que habían sido
favorecidos sus antepasados, especialmente en tiempos de Senaquerib, cuando
murieron ciento ochenta y cinco mil hombres.
8:20 Les recordó la batalla librada en Babilonia contra los
gálatas, cuando ocho mil judíos entraron en acción junto con cuatro mil
macedonios. En esa oportunidad, los macedonios se encontraban sin salida y los
ocho mil judíos, gracias al auxilio recibido del Cielo, derrotaron a ciento
veinte mil enemigos y se apoderaron de un gran botín.
8:21 Con estas palabras, los enardeció para la lucha, y los
animó a morir por las leyes y por la patria. Luego dividió el ejército en
cuatro cuerpos,
8:22 y puso al frente de cada unidad a sus hermanos Simón,
José y Jonatán, con mil quinientos hombres a las ordenes de cada uno.
8:23 También mandó a Eleazar que leyera en alta voz el Libro
sagrado. Y finalmente, dándoles como santo y seña el grito "Auxilio de
Dios", se lanzó él mismo a combatir contra Nicanor, al frente del primer
cuerpo.
8:24 Teniendo como aliado al Todopoderoso, mataron a más de
nueve mil enemigos, hirieron y dejaron fuera de combate a la mayor parte del
ejército de Nicanor y obligaron a huir a todos los demás.
8:25 También se apoderaron del dinero de los que habían
venido a comprarlos, y después de haberlos perseguido bastante tiempo, tuvieron
que regresar, apremiados por la hora:
8:26 como era víspera de sábado, no pudieron continuar la
persecución.
8:27 Una vez que recogieron las armas y se llevaron los
despojos del enemigo, se pusieron a celebrar el sábado, bendiciendo y alabando
una y otra vez al Señor, que los había salvado aquel día, concediéndoles así
las primicias de su misericordia.
8:28 Pasado el sábado, distribuyeron parte del botín entre
los damnificados, las viudas y los huérfanos, y se repartieron el resto entre
ellos y sus hijos.
8:29 Después organizaron rogativas, pidiendo al Señor
misericordioso que se reconciliara definitivamente con sus servidores.
La derrota de Timoteo y de Báquides
8:30 En un combate contra las tropas de Timoteo y de Báquides,
les causaron más de veinte mil bajas y en seguida se apoderaron de fortalezas
muy importantes. Luego distribuyeron un cuantioso botín por partes iguales,
entre ellos, los damnificados, los huérfanos, las viudas y también los
ancianos.
8:31 Recogieron cuidadosamente las armas de los enemigos y
las depositaron en lugares estratégicos, llevando a Jerusalén el resto del
botín.
8:32 También mataron al jefe de la escolta de Timoteo, un
hombre muy impío que había hecho mucho daño a los judíos.
8:33 Mientras celebraban la victoria en su patria, quemaron
a los que habían incendiado las puertas sagradas, incluido Calístenes, que se
había refugiado en una choza. Así él recibió el castigo merecido por su
impiedad.
La huida de Nicanor
8:34 En cuanto al perversísimo Nicanor, que había traído
miles de mercaderes para la venta de los judíos,
8:35 quedó humillado con el auxilio del Señor por los mismos
que él despreciaba como los más viles. Despojado de sus lujosas vestiduras,
solo y errante por los campos como un fugitivo, llegó a Antioquía con mucha más
suerte que su ejército, que había sido destruido.
8:36 Y el que había pretendido pagar el tributo a los
romanos con la venta de los prisioneros de Jerusalén, pregonaba que los judíos
tenían un Defensor y que eran invulnerables porque seguían las leyes prescritas
por él.
CAPÍTULO 9
Planes de Antíoco IV Epífanes contra los judíos
9:1 Por ese tiempo, Antíoco tuvo que retirarse
precipitadamente de las regiones de Persia.
9:2 En efecto, después de haber entrado en la ciudad llamada
Persépolis, intentó saquear el templo y apoderarse de la ciudad. Pero el pueblo
se amotinó y se defendió con las armas. Antíoco, derrotado por la gente del
país, tuvo que emprender una vergonzosa retirada.
9:3 Cuando estaba en Ecbátana, recibió la noticia de lo que
le había sucedido a Nicanor y a las tropas de Timoteo.
9:4 Enfurecido a causa de esto, pensaba desquitarse con los
judíos de la afrenta que le habían inferido los que le obligaron a emprender la
retirada. Entonces ordenó al auriga que condujera el carro sin parar hasta el
fin del trayecto. Pero, en realidad, ya era inminente el juicio del Cielo
porque él había dicho lleno de arrogancia: "Al llegar allí, haré de
Jerusalén un cementerio de judíos".
El castigo divino contra Antíoco IV
9:5 El Señor, que todo lo ve, el Dios de Israel, lo castigó
con un mal incurable e invisible. Apenas pronunciadas estas palabras, sintió un
intenso dolor intestinal con agudos retorcijones internos.
9:6 Todo esto era muy justo, porque él había atormentado las
entrañas de los demás con tantos y tan refinados suplicios.
9:7 A pesar de esto, no cedía en lo más mínimo su
arrogancia; por el contrario, siempre lleno de soberbia, y exhalando contra los
judíos el fuego de su furor, mandaba acelerar la marcha. Pero mientras avanzaba
velozmente, se cayó del carro y todos los miembros de su cuerpo quedaron
lesionados por la violencia de la caída.
9:8 Aquel que poco antes, llevado de una jactancia
sobrehumana, creía dictar ordenes a las olas del mar y pensaba pesar en la
balanza las cimas de los montes, era llevado en camilla, después de haber caído
en tierra. Así ponía de manifiesto a los ojos de todos el poder de Dios.
9:9 Su estado era tal que del cuerpo del impío brotaban los
gusanos; estando vivo aún, la carne se le caía a pedazos, en medio de dolores y
sufrimientos, y el ejército apenas podía soportar el hedor que emanaba de él.
9:10 A causa de ese olor insoportable, nadie podía llevar
ahora al que poco antes se creía capaz de tocar los astros del cielo.
Arrepentimiento de Antíoco IV
9:11 Sólo entonces, en aquel estado de postración, comenzó a
ceder en su desmedida soberbia y a entrar en razón, por los dolores que se
hacían cada vez más intensos a causa del castigo divino.
9:12 Como ni él mismo podía soportar su propio hedor,
exclamó: "Es justo someterse a Dios y no creerse igual a él, siendo un
simple mortal".
9:13 Aquel malvado rogaba al Soberano, de quien ya no
alcanzaría misericordia, prometiendo
9:14 que declararía libre a la Ciudad santa, a la que antes
se había dirigido rápidamente para arrasarla y convertirla en un cementerio;
9:15 que equipararía con los atenienses a todos aquellos
judíos que había considerado dignos, no de una sepultura, sino de ser
arrojados, junto con sus hijos, como pasto de las fieras y de las aves de
rapiña;
9:16 que adornaría con los más hermosos presentes el Templo
santo que antes había saqueado; que devolvería con creces los objetos sagrados
y que proveería con sus propios ingresos los fondos necesarios para los
sacrificios;
9:17 y finalmente, que se haría judío y recorrería todos los
lugares habitados, proclamando el poder de Dios.
Carta de Antíoco IV a los judíos
9:18 Como sus dolores no se calmaban de ninguna forma,
porque el justo juicio de Dios se había abatido sobre él, y desesperando de su
salud, escribió a los judíos, en tono de súplica, la carta que se transcribe a
continuación:
9:19 "Antíoco, rey y general, saluda a los judíos,
ciudadanos respetables, deseándoles felicidad, salud y prosperidad.
9:20 Si ustedes y sus hijos se encuentran bien y sus asuntos
marchan conforme a sus deseos, damos inmensas gracias por eso.
9:21 En cuanto a mí, que estoy postrado sin fuerzas en mi
lecho, conservo un afectuoso recuerdo de ustedes y de sus buenos sentimientos.
Cuando regresaba de las regiones de Persia, contraje una penosa enfermedad, y
he creído conveniente preocuparme por la seguridad de todos.
9:22 No es que desespere de mi salud: al contrario, tengo
mucha confianza de que podré recuperarme de mi enfermedad.
9:23 Sin embargo he tenido en cuenta que cuando mi padre
emprendió una campaña a las regiones de la meseta, designó a su futuro sucesor.
9:24 Así, si sucedía algo imprevisto o llegaba una noticia
desagradable, los habitantes de las provincias no se perturbarían, sabiendo de
antemano a quién quedaba confiado el gobierno.
9:25 He tenido en cuenta, además, que los soberanos de los
países vecinos a mi reino están al acecho, esperando cualquier ocasión
favorable. Por eso, he decidido designar rey a mi hijo Antíoco, a quien muchas
veces, durante mis campañas a las provincias de la meseta, ya he presentado y
recomendado a la mayor parte de ustedes.
9:26 También a él le he escrito la carta que aquí se
adjunta. Y ahora les pido encarecidamente que recuerden mis beneficios públicos
y privados, y perseveren en sus buenos sentimientos hacia mí y hacia mi hijo.
9:27 Porque estoy persuadido de que él seguirá con
moderación y humanidad el programa que yo me he trazado, y así se entenderá
bien con ustedes".
Muerte de Antíoco IV Epífanes
9:28 Así murió aquel criminal y blasfemo. Padeciendo los
peores sufrimientos, como los había hecho padecer a otros, terminó su vida en
un país extranjero, en medio de las montañas y en el más lamentable infortunio.
9:29 Filipo, su compañero de infancia, conducía el cadáver,
pero no fiándose del hijo de Antíoco, se dirigió a Egipto, donde reinaba
Tolomeo Filométor.
CAPÍTULO 10
Purificación y Dedicación del Templo
10:1 Macabeo y sus partidarios, guiados por el Señor,
recuperaron el Templo y la Ciudad,
10:2 derribaron los altares erigidos por los extranjeros en
la vía pública y también los recintos sagrados.
10:3 Una vez purificado el Templo, construyeron otro altar.
Luego, sacando fuego del pedernal, ofrecieron un sacrificio, después de dos
años de interrupción, y renovaron el incienso, las lámparas y los panes de la
ofrenda.
10:4 Hecho esto, postrados profundamente, suplicaron al
Señor que nunca más los dejara caer en semejantes desgracias, y si alguna vez
volvían a pecar, los corrigiera él mismo con bondad, en lugar de entregarlos a
los paganos blasfemos y crueles.
10:5 El mismo día en que el Templo había sido profanado por
los extranjeros —es decir, el veinticinco del mes de Quisleu— tuvo lugar la
purificación del Templo.
10:6 Todos la celebraron con alegría, durante ocho días,
como se celebra la fiesta de las Chozas, recordando que poco tiempo antes
habían tenido que pasar esa misma fiesta en las montañas y las cavernas, igual
que las fieras.
10:7 Por eso, llevando en la mano tirsos, ramas verdes y
palmas, elevaban himnos a Aquel que había llevado a término la purificación de
su Lugar santo.
10:8 Y por una resolución votada públicamente, ordenaron que
toda la nación de los judíos celebrara cada año esta misma fiesta.
LUCHAS Y VICTORIAS DE JUDAS MACABEO BAJO EL REINADO DE
ANTÍOCO V
El suicidio de Tolomeo Macrón
10:9 Tales fueron las circunstancias de la muerte de
Antíoco, llamado Epífanes.
10:10 Ahora vamos a exponer los hechos concernientes a
Antíoco Eupátor, hijo de aquel impío, relatando sucintamente los males que
acompañan a las guerras.
10:11 Este, después que heredó el trono, puso al frente de
los asuntos de Estado a un tal Lisias, nombrándolo además gobernador supremo de
Celesiria y Fenicia.
10:12 A todo esto, Tolomeo, llamado Macrón, que fue el
primero en tratar con justicia a los judíos, reparando así las injusticias
cometidas, procuraba resolver pacíficamente los asuntos referentes a ellos.
10:13 A causa de esto, fue acusado ante Eupátor por los
Amigos del rey, y a cada momento oía que lo llamaban traidor por haber
abandonado Chipre, cuyo gobierno le había confiado Filométor, para pasarse a
Antíoco Epífanes. Y al no poder desempeñar con honor tan alto cargo, se quitó
la vida, envenenándose.
La victoria de Judas Macabeo sobre los idumeos
10:14 Gorgias, nombrado jefe militar de la región, mantenía
un ejército de mercenarios y no perdía la ocasión de hostigar a los judíos.
10:15 Al mismo tiempo que él, los idumeos, que dominaban
importantes fortificaciones, hostilizaban a los judíos, y trataban de fomentar
la guerra, acogiendo a los fugitivos de Jerusalén.
10:16 Los partidarios del Macabeo, después de celebrar una
rogativa y de pedir a Dios que luchara en favor de ellos, se lanzaron contra
las fortificaciones de los idumeos.
10:17 Los atacaron resueltamente y se apoderaron de las
fortalezas, haciendo retroceder a todos los que combatían en las murallas y
degollando a cuantos caían en sus manos. Así mataron por lo menos a veinte mil.
10:18 En dos torres muy bien fortificadas y abastecidas de
todo lo necesario para resistir el asedio, se habían refugiado no menos de
nueve mil hombres.
10:19 El Macabeo dejó entonces a Simón y a José, junto con
Zaqueo y muchos otros —en número suficiente para asediarlos— y él partió para
otros lugares donde era más necesaria su presencia.
10:20 Pero los hombres de Simón, dominados por la codicia,
se dejaron sobornar por algunos de los que estaban en las torres y, a cambio de
setenta mil dracmas, dejaron escapar a unos cuantos.
10:21 Cuando el Macabeo se enteró de lo sucedido, reunió a
los jefes del pueblo y acusó a aquellos hombres de haber vendido por dinero a
sus hermanos, dejando en libertad a sus propios enemigos.
10:22 Luego los hizo ejecutar por traidores, e
inmediatamente tomó las dos torres.
10:23 Llevando todo a feliz término, con las armas en la
mano, logró matar en las dos fortalezas a más de veinte mil hombres.
Victoria de Judas sobre Timoteo
10:24 Timoteo, que ya antes había sido derrotado por los
judíos, después de reclutar numerosas tropas extranjeras y de reunir una
considerable cantidad de caballos traídos de Asia, se presentó con la intención
de conquistar Judea por las armas.
10:25 Mientras él se aproximaba, el Macabeo y sus hombres
cubrieron de polvo su cabeza y se ciñeron la cintura con cilicios, para
suplicar a Dios.
10:26 Postrados al pie del altar, le pedían que se mostrara
propicio con ellos, haciéndose enemigo de sus enemigos y adversario de sus
adversarios, como lo declara la Ley.
10:27 Al terminar la súplica, empuñaron las armas y
avanzaron un buen trecho fuera de la ciudad. Cuando estuvieron cerca de sus
enemigos, se detuvieron.
10:28 Al despuntar el alba, los dos bandos se lanzaron al
combate. Unos tenían como prenda de éxito y de victoria, además de su valor, su
confianza en el Señor; los otros combatían impulsados sólo por su arrojo.
10:29 En lo más encarnizado de la batalla, los enemigos
vieron aparecer en el cielo cinco hombres majestuosos montados en caballos con
frenos de oro, que se pusieron al frente de los judíos.
10:30 Esos hombres colocaron al Macabeo en medio de ellos y,
cubriéndolo con sus armas, lo hicieron invulnerable, mientras arrojaban flechas
y rayos contra los adversarios. Estos, enceguecidos por el resplandor, se
dispersaron en el más completo desorden.
10:31 Así perecieron veinte mil quinientos soldados y
seiscientos jinetes.
La conquista de Guézer
10:32 El mismo Timoteo tuvo que refugiarse en una fortaleza
muy bien defendida, llamada Guézer, donde gobernaba Quereas.
10:33 Las tropas de Macabeo, enardecidas por la victoria,
sitiaron la ciudadela durante cuatro días.
10:34 Los defensores, confiados en la solidez inexpugnable
de la plaza fuerte, proferían blasfemias y maldiciones.
10:35 Pero al amanecer del quinto día, veinte jóvenes de las
tropas del Macabeo, enfurecidos por las blasfemias, saltaron virilmente sobre
la muralla y, con ímpetu salvaje, mataban a todos los que se les ponían delante.
10:36 Otros, igualmente, escalaban el muro para atacar a los
sitiados por el lado opuesto, prendían fuego a las torres y, encendiendo
hogueras, quemaban vivos a los blasfemos. Otros, mientras tanto, derribaron las
puertas y, abriendo paso al resto del ejército, se apoderaron de la ciudad.
10:37 A Timoteo, que estaba escondido en una cisterna, lo
degollaron junto con su hermano Quereas y con Apolófanes.
10:38 Una vez concluidas estas proezas, bendijeron al Señor
con himnos y acciones de gracias, porque él había concedido tan grandes
beneficios a Israel y les había dado la victoria.
CAPÍTULO 11
Campaña frustrada de Lisias
11:1 Muy poco tiempo después, Lisias, tutor y familiar del
rey, que estaba al frente de los asuntos de Estado,
11:2 reunió unos ochenta mil hombres y toda la caballería, y
marchó contra los judíos. Tenía la intención de convertir la ciudad en un lugar
de residencia para los griegos,
11:3 de hacer del Santuario una fuente de recursos, como los
otros santuarios de los paganos, y de poner en venta cada año el cargo de Sumo
Sacerdote.
11:4 Él no tenía en cuenta para nada el poder de Dios,
porque estaba engreído con sus regimientos de infantería, sus millares de
jinetes y sus ochenta elefantes.
11:5 Una vez que penetró en Judea, se acercó a Betsur, una
plaza fuerte que distaba unos veintiocho kilómetros de Jerusalén, y la sitió.
11:6 Cuando los partidarios del Macabeo supieron que Lisias
había sitiado la fortaleza, comenzaron a suplicar al Señor con gemidos y
lágrimas, unidos a la multitud, pidiéndole que enviara un ángel protector para
salvar a Israel.
11:7 El propio Macabeo, que fue el primero en empuñar las
armas, exhortó a los demás a afrontar el peligro junto con él, a fin de salvar
a sus hermanos. Todos se lanzaron al combate con gran entusiasmo
v8 y, cuando todavía estaban cerca de Jerusalén, apareció al
frente de ellos un jinete con vestiduras blancas y esgrimiendo armas de oro.
11:9 Todos bendijeron unánimemente al Dios misericordioso, y
se enardecieron de tal manera, que estaban dispuestos a acometer, no sólo
contra los hombres, sino también contra las bestias más feroces y aun contra
murallas de hierro.
11:10 Así avanzaron en orden de batalla, protegidos por su
aliado celestial, porque el Señor se había compadecido de ellos.
11:11 Y lanzándose como leones contra los enemigos,
derribaron a once mil soldados y a mil seiscientos jinetes, y a todos los demás
los obligaron a huir.
11:12 La mayoría de estos escaparon heridos y sin armas, y
el mismo Lisias se salvó huyendo vergonzosamente.
Paz de Lisias con los judíos
11:13 Como Lisias no era ningún insensato, reflexionó sobre
la derrota que acababa de sufrir, y reconoció que los hebreos eran invencibles
porque el Dios poderoso combatía con ellos.
11:14 Entonces les envió una embajada para proponerles una
reconciliación en condiciones razonables, prometiéndoles que induciría al rey a
hacerse amigo de ellos.
11:15 El Macabeo, no teniendo otra preocupación que el bien
público, accedió a todas las propuestas de Lisias; y el rey concedió todo lo
que el Macabeo había pedido por escrito a Lisias en favor de los judíos.
Carta de Lisias a los judíos
11:16 La carta escrita por Lisias a los judíos decía lo
siguiente:
"Lisias saluda a la comunidad de los judíos.
11:17 Juan y Absalón, los legados de ustedes, al entregarme
por escrito sus peticiones, me han pedido una respuesta favorable respecto de
lo allí consignado.
11:18 Ya he comunicado al rey todo lo que era necesario
notificarle, y él ha otorgado todo lo que le pareció admisible.
11:19 Por lo tanto, si mantienen su buena disposición
respecto del Estado, yo procuraré favorecerlos en adelante.
11:20 En cuanto a las cuestiones de detalle, he dado
instrucciones a sus enviados y a los míos, para que las discutan con ustedes.
11:21 ¡Qué les vaya bien! Año ciento cuarenta y ocho, el
veinticuatro del mes de Dióscoro".
Carta de Antíoco V Eupátor a Lisias
11:22 La carta del rey estaba concebida en estos términos:
"El rey Antíoco saluda a su hermano Lisias.
11:23 Habiendo pasado nuestro padre a la compañía de los
dioses, deseamos que los súbditos de nuestro reino puedan dedicarse sin temor
al cuidado de sus propios intereses.
11:24 Y como hemos sabido que los judíos no quieren adoptar
las costumbres helénicas promovidas por nuestro padre, sino que prefieren
seguir sus propias costumbres y piden que se les permita vivir conforme a sus
leyes,
11:25 deseosos de que también esta nación esté tranquila,
decretamos que su Santuario sea restituido a su primitivo estado y que ellos se
gobiernen de acuerdo con las costumbres de sus antepasados.
11:26 Por lo tanto, harás un buen servicio enviándoles una
embajada de paz, a fin de que, conociendo nuestra decisión, puedan vivir
confiados y se dediquen de buen ánimo a sus propias ocupaciones".
Carta de Antíoco IV Epífanes a los judíos
11:27 Esta es la carta del rey al pueblo: "El rey
Antíoco saluda al Consejo de los ancianos y a todos los judíos.
11:28 Es nuestro deseo que se encuentren bien. También
nosotros gozamos de perfecta salud.
11:29 Menelao nos ha hecho saber el deseo que ustedes tienen
de volver a sus propios hogares.
11:30 A todos los que se pongan en camino antes del treinta
del mes de Xántico, se les asegura la impunidad.
11:31 Los judíos podrán gobernarse según sus leyes, como lo
hacían antes, especialmente en lo que se refiere a los alimentos, y ninguno de
ellos será molestado para nada a causa de las faltas cometidas por ignorancia.
11:32 Les envío además a Menelao para que les infunda
confianza.
11:33 ¡Qué les vaya bien! Año ciento cuarenta y ocho, el
quince del mes de Xántico".
Carta de los romanos a los judíos
11:34 También los romanos enviaron a los judíos la siguiente
carta:
"Quinto Memio y Tito Manio, legados de los romanos,
saludan al pueblo de los judíos.
11:35 Damos nuestro consentimiento a todo lo que les ha
concedido Lisias, familiar del rey.
11:36 Pero en lo que respecta a lo que él consideró que
debía someter al juicio del rey, envíennos urgentemente a alguien con
instrucciones detalladas sobre el particular, para que las expongamos como les
conviene a ustedes, ya que vamos a ir a Antioquía.
11:37 Mándennos a algunos lo antes posible, a fin de que
también nosotros conozcamos el punto de vista de ustedes.
11:38 ¡Salud! Año ciento cuarenta y ocho, el quince del mes
de Xántico".
CAPÍTULO 12
La masacre de Jope
12:1 Concluidas las negociaciones, Lisias volvió adonde
estaba el rey, mientras los judíos se dedicaban a los trabajos del campo.
12:2 Pero algunos de los gobernadores locales, Timoteo y
Apolonio, hijo de Geneo, además de Jerónimo y Demofón, y también Nicanor, jefe
de los chipriotas, no los dejaban vivir tranquilos ni disfrutar de la paz.
12:3 Algunos habitantes de Jope, por su parte, perpetraron
un enorme crimen. En efecto, invitaron a los judíos que vivían con ellos a
subir con sus mujeres e hijos a unas embarcaciones que habían equipado,
disimulando las malas intenciones que tenían contra ellos.
12:4 Como se trataba de una decisión unánime de toda la
ciudad, los judíos aceptaron la invitación, porque deseaban vivir en paz y no
tenían ninguna sospecha. Pero una vez que estuvieron en alta mar, los tiraron
al agua: así murieron alrededor de doscientos.
Represalias de Judas Macabeo contra Jope y Iamnia
12:5 Cuando Judas se enteró de la crueldad cometida contra
sus compatriotas, hizo saber a sus hombres lo que había pasado
12:6 y, después de invocar a Dios, el justo Juez, se dirigió
contra los asesinos de sus hermanos; incendió el puerto durante la noche,
prendió fuego a las embarcaciones e hizo perecer a los que se habían refugiado
allí.
12:7 Como las puertas de la ciudad estaban cerradas, se
retiró con la intención de volver y exterminar por completo la población de
Jope.
12:8 Informado, entre tanto, de que los de Iamnia maquinaban
hacer algo parecido con los judíos que vivían allí,
12:9 atacó también durante la noche a los iamnitas e
incendió el puerto y la flota, de manera que el resplandor de las llamas se vio
incluso en Jerusalén, a una distancia de casi cincuenta kilómetros.
Victoria de Judas contra los árabes
12:10 Cuando estaba a dos kilómetros de allí, en una
expedición contra Timoteo, lo atacaron unos árabes: eran no menos de cinco mil
de a pie y quinientos jinetes.
12:11 Se entabló una lucha encarnizada, y las tropas de
Judas obtuvieron la victoria, gracias al auxilio de Dios. Los nómadas,
derrotados, pidieron la paz a Judas, comprometiéndose a darles ganado y a
ayudarlos en lo sucesivo.
12:12 Judas, comprendiendo que podrían prestarle muchos
servicios, accedió a hacer la paz con ellos y, después de estrecharse la mano,
los árabes regresaron a sus campamentos.
Destrucción de Caspín
12:13 Luego atacó a una ciudad fortificada con terraplenes,
rodeada de murallas y habitada por gente de diversas nacionalidades, que se
llamaba Caspín.
12:14 Los sitiados, confiando en la solidez de las murallas
y en la reserva de víveres, trataban despectivamente a los hombres de Judas,
insultándolos y profiriendo blasfemias y maldiciones.
12:15 Judas y sus compañeros —después de invocar al supremo
Señor del universo que, sin arietes ni máquinas de guerra, derribó a Jericó en
tiempos de Josué— asaltaron ferozmente la muralla.
12:16 Y apoderándose de la ciudad, por la voluntad de Dios,
realizaron una matanza indescriptible, hasta tal punto que el lago vecino, de
quince metros de ancho, parecía colmado con la sangre que lo había inundado.
La derrota de Timoteo
12:17 Luego se alejaron de allí ciento cincuenta kilómetros
y llegaron a Járaca, donde vivían los judíos llamados tubienos.
12:18 Pero no encontraron a Timoteo por aquellas regiones,
porque en vista de que no conseguía nada, se había retirado de allí, no sin
antes dejar en cierto lugar una guarnición bastante fuerte.
12:19 Dositeo y Sosípatro, capitanes de Macabeo, avanzaron
contra la fortaleza y mataron a los hombres que Timoteo había dejado en ella:
eran más de diez mil.
12:20 Luego el Macabeo distribuyó su ejército en batallones;
puso al frente a aquellos dos capitanes y se dirigió contra Timoteo, que había
reunido ciento veinte mil soldados y dos mil quinientos jinetes.
12:21 Al enterarse de que se acercaba Judas, Timoteo mandó
que las mujeres y los niños, junto con el resto del equipaje, se adelantaran
hasta la fortaleza llamada Carnión, que era inexpugnable y de difícil acceso,
por lo accidentado del terreno.
12:22 Apenas apareció el primer batallón de Judas, el pánico
y el terror se apoderaron de los enemigos, porque se manifestó ante ellos Aquel
que todo lo ve. Entonces huyeron en todas direcciones, de manera que muchas
veces se herían unos a otros y se atravesaban entre ellos mismos con sus
espadas.
12:23 Judas los perseguía implacablemente, acribillando a
aquellos impíos, y así llegó a matar a unos treinta mil.
12:24 Timoteo, que cayó en manos de los hombres de Dositeo y
Sosípatro, les pidió con mucha habilidad que lo dejaran en libertad, porque los
padres y hermanos de muchos de ellos estaban en su poder y corrían el riesgo de
ser ejecutados.
12:25 Cuando les aseguró con toda clase de argumentos que
los devolvería sanos y salvos, lo pusieron en libertad, para salvar a sus
hermanos.
12:26 Después, Judas marchó contra Carnión y contra el
templo de Atargatis y mató a veinticinco mil personas.
La campaña contra Efrón
12:27 Una vez derrotados y destruidos estos enemigos, Judas
emprendió una campaña contra la plaza fuerte de Efrón, donde se había
establecido Lisias con gente de todas partes. Jóvenes vigorosos apostados
delante de las murallas combatían con vigor, y en el interior había muchas
reservas de máquinas de guerra y proyectiles.
12:28 Después de invocar al Soberano que aplasta con su
poder las fuerzas de los enemigos, los judíos se apoderaron de la ciudad y
mataron allí a unas veinticinco mil personas.
El paso por Escitópolis
12:29 Partiendo de allí, avanzaron contra Escitópolis, que
dista de Jerusalén unos ciento diez kilómetros.
12:30 Pero los judíos que vivían allí les atestiguaron que
los habitantes de la ciudad los habían tratado con benevolencia y les habían
brindado una buena acogida en momentos de adversidad.
12:31 Entonces Judas y sus compañeros les dieron las gracias
y los exhortaron a seguir siendo deferentes con sus compatriotas. Luego
regresaron a Jerusalén, porque se acercaba la fiesta de las Semanas.
Campaña y victoria sobre Gorgias
12:32 Pasada la fiesta llamada de Pentecostés, se dirigieron
contra Gorgias, gobernador de Idumea.
12:33 Este salió a atacarlos con tres mil soldados y
cuatrocientos jinetes,
12:34 y cayeron en el combate algunos judíos.
12:35 Un tal Dositeo, valeroso jinete de las tropas de
Bacenor, se apoderó de Gorgias y, tirándole de la capa, lo arrastraba con
fuerza a fin de capturar vivo a aquel infame. Pero un jinete tracio se abalanzó
sobre Dositeo y lo hirió por la espalda, y así Gorgias pudo huir hacia Marisa.
12:36 Como los hombres de Esdrín estaban extenuados por haber
combatido durante mucho tiempo, Judas rogó al Señor que se manifestara como su
aliado y su guía en el combate.
12:37 Y entonando en la lengua de sus padres un himno de
guerra, cayó sorpresivamente sobre los hombres de Gorgias y los derrotó.
El sacrificio por los soldados muertos en la batalla
12:38 Luego Judas reunió al ejército y se dirigió hacia la
ciudad de Odolám. Como estaba ya próximo el séptimo día de la semana, se
purificaron con los ritos de costumbre y celebraron el sábado en aquel lugar.
12:39 Los hombres de Judas fueron al día siguiente —dado que
el tiempo urgía— a recoger los cadáveres de los caídos para sepultarlos con sus
parientes, en los sepulcros familiares.
12:40 Entonces encontraron debajo de las túnicas de cada uno
de los muertos objetos consagrados a los ídolos de Iamnia, que la Ley prohíbe
tener a los judíos. Así se puso en evidencia para todos que esa era la causa
por la que habían caído.
12:41 Todos bendijeron el proceder del Señor, el justo Juez,
que pone de manifiesto las cosas ocultas,
12:42 e hicieron rogativas pidiendo que el pecado cometido
quedara completamente borrado. El noble Judas exhortó a la multitud a que se
abstuvieran del pecado, ya que ellos habían visto con sus propios ojos lo que
había sucedido a los caídos en el combate a causa de su pecado.
12:43 Y después de haber recolectado entre sus hombres unas
dos mil dracmas, las envió a Jerusalén para que se ofreciera un sacrificio por
el pecado. Él realizó este hermoso y noble gesto con el pensamiento puesto en
la resurrección,
12:44 porque si no hubiera esperado que los caídos en la
batalla iban a resucitar, habría sido inútil y superfluo orar por los difuntos.
12:45 Además, él tenía presente la magnífica recompensa que
está reservada a los que mueren piadosamente, y este es un pensamiento santo y piadoso.
Por eso, mandó ofrecer el sacrificio de expiación por los muertos, para que
fueran librados de sus pecados.
CAPÍTULO 13
Campaña de Antíoco V y Lisias y suplicio de Menelao
13:1 El año ciento cuarenta y nueve, los hombres de Judas se
enteraron de que Antíoco Eupátor avanzaba contra Judea con un ejército
numeroso,
13:2 y que con él venía Lisias, su tutor y encargado de los
asuntos de Estado. Ambos conducían un ejército griego de ciento diez mil
soldados, cinco mil trescientos jinetes, veintidós elefantes y trescientos
carros armados de cuchillas.
13:3 También se unió a ellos Menelao, el cual, con toda mala
intención, trataba de ganarse a Antíoco, no para salvar a su patria, sino para
ser restablecido en su cargo.
13:4 Pero el Rey de los reyes provocó la indignación de
Antíoco contra aquel criminal, porque Lisias le hizo ver que aquel hombre era
el causante de todos los males. Entonces Antíoco ordenó que lo llevaran a Berea
para que lo mataran según las costumbres del lugar.
13:5 Allí hay una torre de veinticinco metros, llena de
ceniza, provista de una máquina giratoria inclinada por todas partes hacia la
ceniza.
13:6 Es costumbre arrojar en ese lugar a los reos de robo
sacrílego o de algún otro crimen enorme, a fin de hacerlos morir.
13:7 Con este suplicio murió el impío Menelao, sin ser ni
siquiera sepultado en la tierra.
13:8 Esto le sucedió con toda justicia; en efecto, aquel que
había perpetrado tantos crímenes contra el altar, cuyo fuego y ceniza son
sagrados, encontró él mismo la muerte en la ceniza.
Victoria de Judas Macabeo en Modín
13:9 El rey avanzaba, animado de brutales sentimientos,
dispuesto a tratar a los judíos con más crueldad que su mismo padre.
13:10 Al enterarse de esto, Judas ordenó a sus tropas que
invocaran al Señor día y noche, para que también esa vez, como en otras
ocasiones, acudiera en auxilio de los que estaban en peligro de ser despojados
de la Ley, de la patria y del Santuario,
13:11 y no permitiera que el pueblo, que apenas comenzaba a
reanimarse, cayera en manos de paganos blasfemos.
13:12 Todos unánimemente cumplieron la orden y suplicaron al
Señor misericordioso con lamentaciones, ayunos y postraciones, durante tres
días seguidos. Entonces Judas los arengó, animándolos a estar preparados.
13:13 Después de reunirse en particular con los Ancianos,
resolvió no esperar que el ejército del rey invadiera Judea y se adueñara de la
ciudad, sino ponerse en marcha para decidir la situación con la ayuda de Dios.
13:14 Judas, dejándolo todo en manos del Creador del universo,
exhortó a sus compañeros a luchar valerosamente hasta la muerte por las leyes,
el Santuario, la ciudad, la patria y las instituciones. Luego acampó en las
inmediaciones de Modín.
13:15 Y dando a sus hombres este santo y seña:
"Victoria de Dios", atacó durante la noche con los jóvenes más
aguerridos el campamento del rey. Así dio muerte a unos dos mil hombres del
ejército y al más grande de los elefantes con su conductor.
13:16 Finalmente, sembrando el pánico y la confusión en el
ejército, se retiraron victoriosos.
13:17 Al amanecer, ya todo había terminado, gracias a la
protección que el Señor había brindado a Judas.
Derrota de Antíoco V Eupátor en Betsur
13:18 El rey, que había sufrido en carne propia la audacia
de los judíos, intentó apoderarse de sus fortalezas de manera sistemática.
13:19 Se acercó a Betsur, plaza fuerte de los judíos, pero
fue rechazado, puesto en fuga y vencido.
13:20 Judas envió a los sitiados todo lo que necesitaban,
13:21 pero Rodoco, un hombre del ejército judío, revelaba
los secretos al enemigo. Por eso fue buscado, detenido y ejecutado.
13:22 El rey volvió a tratar con los habitantes de Betsur,
hizo las paces con ellos y se retiró.
Acuerdo de Antíoco V con los judíos
Luego atacó a las tropas de Judas, pero fue derrotado.
13:23 En ese momento supo que Filipo, a quien había dejado
en Antioquía al frente del gobierno, se había sublevado. Muy consternado, mandó
llamar a los judíos y juró someterse a sus legítimas demandas. Después de esta
reconciliación, ofreció un sacrificio, honró al Santuario y se mostró generoso
con el Lugar santo.
13:24 El rey prestó una buena acogida al Macabeo y dejó a
Hegemónidas como gobernador desde Tolemaida hasta la región de los guerraínos.
13:25 Luego se trasladó a Tolemaida, pero sus habitantes
descontentos por ese tratado, se indignaron y querían anular lo convenido.
13:26 Entonces Lisias subió a la tribuna y defendió el
asunto lo mejor que pudo. Así los persuadió, logró calmarlos y los dispuso
favorablemente. Después partió para Antioquía. Esto es lo que sucedió con la
expedición y la retirada del rey.
LUCHAS Y VICTORIAS DE JUDAS MACABEO BAJO EL REINADO DE
DEMETRIO I
CAPÌTULO 14
Las intrigas de Álcimo ante Demetrio I
14:1 Al cabo de tres años, Judas y sus hombres recibieron la
noticia de que Demetrio, el hijo de Seleuco, había atracado en el puerto de
Trípoli con un poderoso ejército y una flota,
14:2 adueñándose del país y haciendo ejecutar a Antíoco y a
su tutor Lisias.
14:3 Un cierto Álcimo, que antes había sido Sumo Sacerdote,
pero que se había contaminado voluntariamente en el tiempo de la ruptura con el
paganismo, comprendiendo que él ya no podía rehabilitarse ni acceder al altar
sagrado,
14:4 fue a ver al rey Demetrio hacia el año ciento cincuenta
y uno, y le obsequió una corona de oro y una palma, además de los acostumbrados
ramos de olivo del templo. Y aquel día, se contentó con eso.
14:5 Pero él encontró una ocasión propicia para sus
perversos designios, cuando Demetrio lo convocó ante el Consejo, y lo consultó
acerca de las actitudes y planes de los judíos. Álcimo respondió:
14:6 "Los judíos llamados asideos, capitaneados por
Judas Macabeo, fomentan la guerra y las sediciones, y no dejan que el reino
viva en paz.
14:7 Debido a eso, aunque he sido despojado de la dignidad
heredada de mis antepasados —me refiero al sumo sacerdocio— he venido aquí,
14:8 en primer lugar, sinceramente preocupado por los
intereses del rey y, en segundo lugar, por consideración hacia mis
compatriotas. A causa de la conducta irreflexiva de los hombres ya mencionados,
toda nuestra nación padece no pocos infortunios.
v9 Por eso, ya que tú eres el rey, una vez que te informes
detalladamente de todo esto, vela por nuestro país y nuestra nación amenazados
por todas partes, de acuerdo con los sentimientos humanitarios que demuestras
hacia todos.
14:10 Ciertamente, mientras Judas viva, es imposible que el
Estado goce de paz".
Expedición de Nicanor contra los judíos
14:11 Apenas Álcimo pronunció estas palabras, los demás
Amigos del rey que eran hostiles a Judas, se apresuraron a incitar aún más a
Demetrio.
14:12 Este designó inmediatamente a Nicanor, que dirigía la
tropa de los elefantes, lo nombró gobernador de Judea, y lo envió
14:13 con la orden de matar a Judas y dispersar a sus
partidarios, restableciendo a Álcimo como Sumo Sacerdote del Templo más
excelso.
14:14 Los paganos que habían huido de Judea por temor a
Judas, se unieron en masa a Nicanor, pensando que los infortunios y las
derrotas de los judíos serían sus propias victorias.
Enfrentamiento de Nicanor con los judíos
14:15 Cuando los judíos se enteraron de la expedición de
Nicanor y de la invasión de los paganos, se cubrieron de polvo y suplicaron a
Aquel que había establecido a su pueblo para siempre y nunca dejaba de proteger
a su propia herencia en forma bien visible.
14:16 Bajo la orden de su jefe, partieron inmediatamente de
allí y se trabaron en lucha con ellos junto al poblado de Desau.
14:17 Simón, el hermano de Judas, había entrado en combate
con Nicanor, pero sufrió un ligero revés a causa del ataque sorpresivo de los
enemigos.
14:18 Nicanor, enterado de la audacia de los hombres de
Judas y del valor con que defendían a su patria, temió definir la situación de
una manera sangrienta.
14:19 Por eso envió a Posidonio, Teodoto y Matatías para
concertar la paz.
La alianza entre Judas y Nicanor
14:20 Después de un detenido examen de la propuesta, el jefe
la comunicó a las tropas, y por decisión unánime aceptaron el tratado.
14:21 Se fijó un día en que los jefes se reunirían a solas
en un lugar determinado; se puso una tarima de cada lado y se prepararon asientos.
14:22 Judas distribuyó algunos hombres armados en puntos
estratégicos, por si se producía inesperadamente algún ataque a traición por
parte de los enemigos. Sin embargo, la entrevista se realizó normalmente.
14:23 Nicanor vivía en Jerusalén sin molestar a nadie:
incluso, licenció a las tropas que se le habían incorporado en masa.
14:24 Se veía constantemente con Judas y sentía por él un
sincero aprecio;
14:25 le aconsejó que se casara y que tuviera hijos. Judas
se casó y vivió tranquilamente, disfrutando de la vida.
Nuevas acusaciones de Álcimo contra Judas Macabeo
14:26 Cuando Álcimo vio la comprensión que reinaba entre
ellos, consiguió una copia del pacto celebrado y se presentó ante Demetrio,
diciéndole que Nicanor abrigaba sentimientos contrarios a los intereses del
Estado, ya que había nombrado lugarteniente suyo a Judas, el rival de su reino.
14:27 El rey se puso fuera de sí y, excitado por las
calumnias de ese miserable, escribió a Nicanor, manifestándole su disgusto por
el acuerdo y ordenándole que le mandara inmediatamente preso a Antioquía al
Macabeo.
14:28 Cuando Nicanor recibió la noticia, quedó
desconcertado, porque le indignaba romper el acuerdo sin que aquel hombre
hubiera cometido ninguna injusticia.
14:29 Pero como no era posible oponerse al rey, buscaba la
ocasión favorable para cumplir la orden valiéndose de alguna estratagema.
14:30 El Macabeo, por su parte, viendo que Nicanor lo
trataba más secamente y que le demostraba una gran frialdad en sus relaciones
habituales, pensó que esa actitud no presagiaba nada bueno. Entonces reunió a
un buen número de sus compañeros y se ocultó de Nicanor.
Amenaza de Nicanor contra el Templo
14:31 Cuando este advirtió que Judas se había burlado de él
tan hábilmente, se presentó en el augusto y santo Templo, mientras los
sacerdotes ofrecían los sacrificios rituales y les exigió que le entregaran a
aquel hombre.
14:32 Como ellos juraron que no sabían dónde se encontraba
el hombre que buscaba,
14:33 él, extendiendo la mano derecha hacia el Santuario,
pronunció este juramento: "Si no me entregan prisionero a Judas, arrasaré
este recinto consagrado a Dios, derribaré el altar y levantaré aquí mismo un
espléndido templo a Dionisos".
14:34 Dicho esto, se fue. Los sacerdotes, con las manos
extendidas hacia el cielo, invocaron a Aquel que había combatido incesantemente
en favor de nuestra nación, diciendo:
14:35 "Tú, Señor de todas las cosas, que no necesitas
de nada, has querido que el Santuario donde tú habitas estuviera en medio de
nosotros.
14:36 Por eso ahora, Señor santo, lleno de toda santidad,
preserva para siempre de toda profanación esta Casa recién purificada".
Celo religioso y trágico fin de Razís
14:37 Un tal Razís, uno de los ancianos de Jerusalén, buen
patriota, sumamente estimado y llamado por su bondad "Padre de los
judíos", fue denunciado a Nicanor.
14:38 Él, en los primeros tiempos de la ruptura con el
paganismo, había abrazado la causa del Judaísmo, entregándose a ella en cuerpo
y alma, con una gran entereza.
14:39 Nicanor, queriendo poner en evidencia la hostilidad
que profesaba contra los judíos, envió más de quinientos soldados para
detenerlo,
14:40 porque le parecía que, tomándolo prisionero,
ocasionaba un gran perjuicio a los judíos.
14:41 Cuando las tropas estaban a punto de ocupar la torre,
forzando la puerta de entrada y dando órdenes de traer fuego e incendiar las
puertas, Razís, acorralado por todas partes, se arrojó sobre su espada.
14:42 Él prefirió morir noblemente, antes que caer en manos
de aquellos desalmados y soportar ultrajes indignos de su nobleza.
14:43 Pero, por lo precipitado del ataque, no acertó el
golpe, y como las tropas ya se abrían paso a través de las puertas, subió
valerosamente a lo alto del muro y se arrojó con intrepidez sobre la multitud.
14:44 Esta retrocedió a una cierta distancia y él cayó en
medio del espacio vacío.
14:45 Estando aún con vida, lleno de ardor, se incorporó
sangrando copiosamente, y a pesar de sus graves heridas, pasó corriendo por
entre las tropas y se paró sobre una roca escarpada.
14:46 Cuando ya estaba completamente exangüe, se arrancó las
entrañas y, tomándolas con ambas manos, las arrojó contra aquella gente. Así,
invocando al Señor de la vida y del espíritu para que un día se las devolviera,
murió aquel hombre.
CAPÍTULO 15
Actitud blasfema de Nicanor
15:1 Cuando Nicanor supo que los hombres de Judas se
hallaban en las regiones de Samaría, resolvió atacarlos sin ningún riesgo el
día de descanso.
15:2 Los judíos que iban con él por la fuerza, le dijeron:
"No los mates tan despiadada y cruelmente; respeta más bien el día que ha
sido santificado especialmente por Aquel que todo lo ve".
15:3 El muy perverso preguntó si había en el cielo un
Soberano que hubiera ordenado celebrar el día sábado.
15:4 Ellos le respondieron: "El mismo Señor que vive en
el cielo es el Soberano que ha mandado observar el séptimo día".
15:5 Él replicó: "También yo soy soberano en la tierra
y ordeno empuñar las armas para servir al rey". Sin embargo, no llegó a
realizar su funesto designio.
Exhortación y sueño de Judas Macabeo
15:6 Nicanor, ensoberbecido sobremanera, había decidido
levantar un monumento público, con los trofeos ganados a los hombres de Judas.
15:7 Por el contrario, el Macabeo mantenía una confianza
inalterable, esperando recibir la ayuda del Señor.
15:8 Él exhortaba a sus compañeros a no temer el ataque de
los paganos, y a contar con la victoria que también esta vez les vendría de la
mano del Todopoderoso, recordando los auxilios que antes habían recibido del
Cielo.
15:9 También los alentaba, por medio de la Ley y los
Profetas, recordándoles los combates que habían sostenido exitosamente, y así
reavivó su coraje.
15:10 Y al mismo tiempo que les infundía valor, los
estimulaba mostrándoles la deslealtad de los paganos y cómo violaban sus
juramentos.
15:11 De esa manera, armó a cada uno de ellos, no tanto con
la seguridad que dan los escudos y las lanzas, cuanto con la confianza que
infunden las palabras de aliento. Además les expuso un sueño totalmente
fidedigno, que los alegró a todos.
15:12 Él había visto lo siguiente: Onías, el que había sido
Sumo Sacerdote, hombre cabal, de trato modesto, de carácter afable, de hablar
mesurado, ejercitado desde niño en todas las prácticas virtuosas, oraba con los
brazos extendidos por toda la comunidad de los judíos.
15:13 Luego apareció también un personaje que se destacaba
por sus cabellos blancos y su prestancia, revestido de una dignidad soberana y
majestuosa.
15:14 Entonces Onías tomó la palabra y dijo: "Este es
Jeremías, el profeta de Dios, que ama a sus hermanos, y ora sin cesar por su
pueblo y por la Ciudad santa".
15:15 Después Jeremías extendió su mano derecha y entregó a
Judas una espada de oro, diciendo mientras se la daba:
15:16 "Recibe esta espada santa como un don de Dios:
con ella destruirás a tus enemigos".
Preparativos para el combate
15:17 Reconfortados con estas bellísimas palabras de Judas,
capaces de llevar al heroísmo y de robustecer los corazones juveniles, todos
decidieron no quedarse a la defensiva, sino lanzarse valerosamente a la
ofensiva, y decidir la situación luchando con la mayor valentía, porque estaban
en peligro la Ciudad, las instituciones sagradas y el Santuario.
15:18 El cuidado de las mujeres y los niños, de sus hermanos
y parientes, pasaba a segundo plano; lo primero y principal era el Templo
consagrado.
15:19 Y no era menor la angustia de los que habían quedado
en la ciudad, preocupados como estaban por el combate que se iba a librar en
campo abierto.
15:20 Todos aguardaban el desenlace inminente. Los enemigos
ya se habían concentrado y el ejército se había alineado en orden de batalla;
los elefantes estaban situados en lugares estratégicos y la caballería se había
ubicado en los flancos.
Súplica de Judas Macabeo antes del combate
15:21 Entonces el Macabeo, al ver las tropas que tenía
delante, la variedad de las armas con que estaban equipadas y la ferocidad de
los elefantes, extendió las manos hacia el cielo e invocó al Señor que hace
prodigios, porque sabía muy bien que no es por medio de las armas, sino de la
manera como él lo decide, que otorga la victoria a los que la merecen.
15:22 Él hizo su invocación con estas palabras: "Tú,
gran Señor, enviaste a tú ángel a Ezequías, rey de Judá, y él exterminó a
ciento ochenta y cinco mil hombres del ejército de Senaquerib.
15:23 Envía también ahora, Soberano del cielo, un ángel
protector delante de nosotros para sembrar el pánico y el terror.
15:24 ¡Que por la fuerza de tu brazo queden aterrados los
que avanzan blasfemando contra tu Pueblo santo!" Así terminó su oración.
Derrota y muerte de Nicanor
15:25 Mientras las tropas de Nicanor avanzaban al son de
trompetas y cantos de guerra,
15:26 los hombres de Judas se enfrentaron con sus enemigos
entre invocaciones y plegarias.
15:27 Ellos luchaban con sus manos, y con el corazón oraban
a Dios. Así abatieron a no menos de treinta y cinco mil hombres, y se
regocijaron por la visible intervención de Dios.
15:28 Cuando volvían gozosos del combate, reconocieron a
Nicanor, tendido en tierra con su armadura.
15:29 Entre gritos y clamores, bendecían al Señor en la
lengua de sus padres.
15:30 Después, el que se había entregado por entero, en
cuerpo y alma, combatiendo en primera línea por sus compatriotas, el que había
conservado hacia ellos el afecto de su juventud, mandó cortar la cabeza y un
brazo entero de Nicanor, y ordenó que los llevaran a Jerusalén.
15:31 Al llegar allí, convocó a sus compatriotas y a los
sacerdotes, se puso delante del altar y mandó buscar a los de la Ciudadela.
15:32 Entonces les mostró la cabeza del malvado Nicanor y el
brazo que aquel blasfemo, en un arrebato de soberbia, había levantado contra la
santa Casa del Todopoderoso.
15:33 Luego mandó que la lengua del impío Nicanor fuera
cortada a pedazos y arrojada a los pájaros, y que su brazo fuera colgado frente
al Santuario, como pago de su insensatez.
15:34 Todos elevaron sus bendiciones hacia el cielo, en
honor del Señor que se les había manifestado, exclamando: "¡Bendito sea el
que ha conservado sin mancha su Lugar santo!"
15:35 Judas mandó colgar de la Ciudadela la cabeza de
Nicanor, como un signo manifiesto y visible a todos de la protección del Señor.
15:36 Todos decretaron de común acuerdo que aquel día no se
dejara de conmemorar, sino que fuera celebrado el día trece del duodécimo mes
—llamado Adar en arameo— víspera del día llamado de Mardoqueo.
Epílogo del autor
15:37 Estos son los sucesos referentes a Nicanor. Como a
partir de entonces la Ciudad quedó en poder de los hebreos, aquí mismo
terminaré mi relato.
15:38 Si este ha sido bueno y bien logrado, no es otra cosa
lo que yo pretendía. Si, por el contrario, es imperfecto y mediocre, lo cierto
es que hice todo lo que pude.
15:39 Porque así como beber solamente vino o solamente agua
es perjudicial y, en cambio, el vino mezclado con agua es agradable y produce
un placer especial, de la misma manera la disposición armoniosa del relato
agrada a los oídos de los que leen la obra. Y con esto, llegamos al fin.